Introducción
En el marco del proceso de reformas neoliberales del mercado de trabajo, desde la década de 1980 y en Latinoamérica con mayor fuerza desde 1990, Uruguay no ha sido la excepción. Dicha reformas apuntaron a la flexibilización de la contratación de fuerza de trabajo, la reducción de costos por las herramientas de la terciarización, la reestructuración productiva hacia una organización horizontal de las empresas, la reducción de derechos sociales mediante el cambio de las legislaciones laborales, la subcontratación, la “uberización” en las relaciones laborales, la informalidad, la precarización y la flexibilización (Araujo Filgueiras, 2021, pp. 36-37 y 54-55; Antunes, 2022, pp. 136-140; Antunes, 2020, pp. 158-160). Esto significó el constante pasaje de la sociedad industrial, asalariada y de bienestar hacia la sociedad de servicios y de trabajos precarizados, así como hacia la transformación de la relación salarial. Uno de los indicadores de dicho proceso es la informalización del empleo, que en este estudio refiere al no aporte a la seguridad social y los beneficios sociales que apareja el trabajo asalariado.
En este artículo se analiza cómo ha sido este proceso en el caso uruguayo, que tiene la particularidad de disminuir la informalidad laboral según aportación a la seguridad social en relación con el resto del continente latinoamericano (a excepción de Chile), se presentan sus principales características estructurales y quiénes conforman la fuerza de trabajo informal.
Contexto
El capitalismo, como proceso social productor de bienes materiales desde su configuración se ha orientado a reducir el tiempo social de trabajo y los insumos que provee la naturaleza procurando su dominación por diferentes medios.
En lo que respecta al trabajo como acción transformadora por parte del ser humano, también se manifiesta en las formas contemporáneas de agregar valor, generando nuevas maneras de producir plusvalía. Simultáneamente, retira del proceso de producción empleos considerados no útiles y posibilita el crecimiento masivo de los desempleados formales. Por otro lado, puede impactar en la baja del salario a ser pagado para la reproducción de los trabajadores en actividad.
En este sentido, Marx señala:
El capital tiene la tendencia de reducir a lo necesario el trabajo vivo directamente empleado, a recortar siempre el trabajo que se necesita para fabricar un producto -explotando las fuerzas productivas sociales del trabajo-, y por lo tanto, a economizar lo más posible el trabajo vivo directamente aplicado. Si se observa de cerca la producción capitalista, abstrayéndose del proceso de circulación y de la hipertrofia de la competencia, se verifica que procede de forma parsimoniosa con el trabajo efectuado, corporizado en las mercancías. Mientras tanto más que cualquier otro modo de producción, estruja seres humanos, desperdicia carne y sangre, dilapida nervios y cerebro. En realidad, solo mal abaratando el desarrollo individual se asegura y se realiza el desarrollo de la humanidad en una época histórica que precede a la fase en que se reconstituirá conscientemente la sociedad humana. Todas las parsimonias que estamos tratando proceden del carácter social del trabajo, y es de hecho ese carácter directamente social del trabajo la causa generadora de este desperdicio de vida y salud de los trabajadores. (Marx, 1974, pp. 97-99, citado en Antunes, 2011, p. 406)
En los últimos cuarenta años, el escenario descrito por Marx se profundiza todavía más, dado que el trabajo contratado y regulado por diferentes leyes de protección social por parte del Estado ha ido perdiendo predominio en la medida en que se han retirado leyes, a diferencia de lo ocurrido en la mayor parte del siglo pasado, en el contexto de la matriz de producción fordista-taylorista. Orientado por la subsunción real del trabajo (Marx, 1978), el tipo de empleo generado por el proceso de producción dominado por la máquina, autómata o digital, de características formales y regulado, ha ido perdiendo espacio por aquellos diferentes y diversificados de carácter informal y precarizado. Ejemplo de ello son los empleos denominados terciarizados de amplia gama y variedad, bajo el título de trabajo voluntario, emprendedurismo, cooperativismo, unipersonales, independientes, etc.
Estas distintas modalidades de trabajo configuran diversas y diferenciadas formas de precarización del trabajo y expansión de la informalidad, ampliando las formas generadoras de valor e intensificación del trabajo.
Como bien señala Antunes (2011), en San Pablo las jornadas de trabajo llegan a las 17 horas diarias en la industria de la confección, realizadas por trabajadores inmigrantes, en su mayoría ilegales, de Bolivia o Perú, con patrones coreanos o chinos, lo que muestra la otra cara de la denominada globalización y plantea un formato de trabajo para los inmigrantes que llega a sobrepasar la frontera de la dignidad del ser humano (Antunes, 2011, p. 407).
Ahora, no hay solamente ejemplos en la industria textil, sino también en la producción agropecuaria; por ejemplo, los cortadores de caña en el nordeste de Brasil o en el norte de Argentina y Uruguay o los trabajadores de la fase primaria de la cadena de la forestación, en el sur de Brasil, Argentina, Uruguay o Chile. También en el sector de servicios se aprecian trabajadoras domésticas con jornadas semanales de 90 horas de trabajo y un día libre al mes (Davis, 2006). Y no solamente en Latinoamérica se observan ejemplos como los señalados, en Japón los jóvenes obreros de diferentes lugares del país e inclusive de fuera emigran en búsqueda de mejores condiciones laborales hacia la ciudad y duermen en lugares similares a cajas de vidrio del tamaño de un cajón funerario. Por lo tanto, estas situaciones de degradación del empleo regulado y estable por medio del contrato han ido ganando peso en el proceso de producción capitalista del siglo XXI (Antunes, 2011).
Se aprecia, entonces, un proceso de destrucción de un modelo de trabajo y empleo, que vuelve más superflua a una cada vez mayor parcela de la fuerza de trabajo mundial, la cual procura subsistir por medio de empleos parciales, precarios o informales, o sin poder trabajar. Es decir, el capital elimina, utiliza trabajo descartado o genera desempleo de aquellos puestos estables y regulados, que son sustituidos por trabajos precarizados, los cuales aumentan en la esfera de la producción agraria, industrial y servicios, así como también sus múltiples interconexiones entre tales sectores productivos, por citar algunos ejemplos de la integración y multifuncionalidad de los mercados de trabajo. El desempleo estructural se amplía a escala global, expresión límite e intensa del presente proceso de crisis del modelo de trabajo hegemónico del siglo XX.
En medio de este proceso, el capital no puede generar más valor sin hacer interactuar al trabajo vivo con el trabajo muerto, buscando incesantemente aumentar la productividad, profundizando los mecanismos de extracción sobre el trabajo en tiempos más reducidos, por medio de la ampliación del modelo máquina, tecnocientífico, informático.
Ante este escenario emergente y cada vez más consolidado, la informalidad y la precariedad del trabajo se vuelven marcadores sociales que permiten analizar la acumulación del capital contemporáneo. Conocer su configuración, sus características e interconexiones posibilitará comprender más y mejor el nuevo modelo del trabajo emergente. En este sentido, la informalidad, la precariedad y la estabilidad en el tiempo se consideran elementos constitutivos para analizar la “trazabilidad” de ese nuevo modelo.
El proceso de transformación de un modelo de empleo compatible con un proceso productivo de matriz fordista-taylorista se ramifica en diferentes sectores productivos del capitalismo, incluyendo al agrario, que presenta sus particularidades al tener como uno de sus insumos el tiempo biológico de plantas y animales.
Los actuales procesos de tecnificación en los procesos biológicos, de forma conjunta con la informática, la nanotecnología, la gestión de recursos humanos, la articulación y la integración de capitales en la producción agropecuaria y otras dimensiones que hacen a la forma de producción generan una serie de transformaciones en la configuración del espacio social y productivo, en la naturaleza y en los diferentes mercados. Uno de estos espacios es el laboral, que ha ido cambiando según el sentido de las transformaciones mencionadas.
Entonces, la informalidad del empleo sería un indicador de condiciones precarias para un tipo de actividad laboral, la desarrollada en su mayoría por jornal, dado que responde a las necesidades de las empresas de generar empleos de mayor flexibilidad y estacionalidad, por presión de las empresas líderes en las cadenas globales de valor, ya que los empleos por jornal se convierten en estrategias centrales para mantener la competitividad (Bamber y Staritz, 2016).
Metodología
La metodología aplicada fue de diseño cuantitativo y exploratorio. Las fuentes de datos fueron las Encuestas Continuas de Hogares (ECH) de los años 2010, 2015, 2019 y 2022 del Instituto Nacional de Estadística (INE) de Uruguay, que incorporan los territorios rurales. Para la conformación de la base de datos de la población ocupada en el período analizado se seleccionaron los asalariados, patrones y trabajadores por cuenta propia, categorías que agrupan el 95% de las ocupaciones del mercado de trabajo del Uruguay.
Una vez conformadas dichas bases de datos para cada año, se desagregaron por sectores y subsectores de actividad, de acuerdo a la Clasificación Internacional Industrial Uniforme - Revisión 4 (CIIU Rev. 4) empleada en la ECH, lo que permitió la construcción de los diferentes sectores de actividad involucrados en cada cadena productiva. Esto permite captar la existencia o no de diferencias entre los ocupados informales e formales en el sector agropecuario (primario), industrial (secundario) y de servicios (terciario).
En lo que refiere a la informalidad del empleo, se consideró la variable aporte a la seguridad social como aquella capaz de discriminar básicamente empleos denominados formales (en blanco) e informales (en negro), con la consideración de que no es la única variable que influye, según la bibliografía en el tema, pero, dado lo exploratorio del estudio, se optó por esta. Por otra parte, esta variable permite la comparación internacional. En el caso uruguayo, la formalidad laboral es la “llave” para los diferentes derechos sociales de las políticas públicas universales del Estado, lo que indica la importancia para la conformación de un empleo de calidad. No es la única, pero es un factor base.
Por otra parte, en lo que conforma la caracterización socioeconómica se aplicó el denominado índice del nivel socioeconómico (INSE),1 que ha sido probado en anteriores investigaciones por el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y fue actualizado por el Centro de Investigaciones Económicas (CINVE) (Perera, 2018).
Este índice demuestra alta correlación entre el ingreso mensual total del hogar y el puntaje que recibe un hogar en él, alta asociación entre el gasto y los estratos socioeconómicos, alta asociación entre el equipamiento del hogar y la disponibilidad de bienes y servicios con los estratos socioeconómicos y, por último, alta confiabilidad del en términos de estabilidad y equivalencia.
La metodología aplicada consiste en un modelo de regresión lineal para una medida del poder adquisitivo de los hogares (Y) como función de un conjunto de variables predictoras (X) más un término de error aleatorio (u): Y= ß0 + ß1X1 + …+ ßkXk + u
A partir de los coeficientes 𝛽 estimados por mínimos cuadrados ordinarios, se obtuvieron los puntajes de las variables predictoras que conforman el índice. Posteriormente, se procedió a la clasificación de los hogares en siete niveles socioeconómicos mediante un análisis de clúster, lo que implica establecer los valores del INSE que delimitan los siete intervalos.
Para este estudio se consideraron las variables: cantidad de perceptores de ingreso, nivel educativo del jefe del hogar, composición del hogar, servicio doméstico, condición de la vivienda (techo precario) y equipamiento/confort del hogar. Como indica la metodología, se generaron siete intervalos que indican los siguientes niveles socioeconómicos:
1) alto-alto,
2) alto-medio,
3) medio-alto,
4) medio-medio,
5) medio-bajo,
6) medio-bajo y
7) bajo-bajo.
El paso posterior fue el de filtrar las bases, es decir, quitar los casos que no correspondían aplicando un script en SPSS 15 versión libre, en el cual se consideraron todos los casos según la variable aporte (o no) a la caja de jubilaciones y las categorías de ocupación asalariados privados, públicos, patrones y trabajadores por cuenta propia, con y sin local, es decir. El script identificó a los trabajadores de las categorías de ocupación mencionadas que aportan y no aportan a la seguridad social, conformando el universo de estudio a ser analizado para los años 2010, 2015, 2019 y 2022.
Se aplicó para cada año de estudio, conformando finalmente para el año 2010 un n = 31.389 casos; para 2015 un n = 29.510 casos; para 2019 un n = 25.499 casos y para 2022 un n = 13.286 casos. Cabe señalar que a partir de julio de 2021 el INE cambió la metodología aplicada en la ECH, lo que impacta en el tamaño de la muestra referida (INE, 2022). Es decir, desde marzo de 2020 y hasta junio de 2021, como consecuencia de la emergencia sanitaria, la ECH pasó a relevar la información de forma telefónica (no presencial), como se indica en su metodología:
Durante ese periodo se aplicó un cuestionario reducido con el fin de obtener información necesaria para continuar publicando únicamente y de forma mensual, los indicadores de mercado laboral e ingresos. En ese marco de tiempo la ECH pasó a ser una encuesta con paneles rotativos donde los hogares permanecían en la encuesta durante tres meses y los mismos eran elegidos al azar utilizando los casos respondientes de la ECH 2019 hasta febrero de 2020, es decir, la ECH no presencial utilizó un diseño en dos fases de selección. (INE, 2022, p 8)
Con las bases de datos listas, el análisis empleado fue realizado con técnicas de análisis exploratorio (estadística descriptiva univariable) y de análisis multivariable con fines descriptivos (descripción del conjunto de la población observada). Cabe advertir que la ECH se realiza a partir de una muestra de la población, las cifras presentadas son una referencia válida pero no son exactas y la confianza se reduce a medida que aumenta el nivel de desagregación y las respuestas abarcan un conjunto de personas cada vez menor.
En el caso del análisis descriptivo univariable, se aplicaron las herramientas de la estadística descriptiva para la principal variable de interés (informalidad/formalidad laboral) y de las variables consideradas estructurales, como ser: edad, tamaño de la empresa, categorías de ocupación, años de educación, nivel socioeconómico, sexo, horas de trabajo semanal y rama de actividad de los ocupados, lo que se presentará de forma resumida.
Para el análisis multivariable, se realiza un análisis de conglomerados (clúster) K-medias, lo que posibilita la agrupación en diferentes grupos de casos considerando las variables estructurales mencionadas en relación con la situación de informalidad/formalidad de las diferentes categorías ocupacionales analizadas. En definitiva, dicho análisis puede configurar las principales características de los ocupados formales e informales a modo descriptivo. Por otro lado, el análisis de varianza (ANOVA) permite evaluar aquellas variables significativas para un próximo análisis en mayor profundidad del problema de investigación.
En síntesis, se aplica el análisis secundario de datos definido como:
... un análisis posterior de la información que ya se ha obtenido. Tal análisis puede estar relacionado con el propósito original para el que los datos se recogieron, o puede dirigirse a un asunto bastante diferente del que instó el esfuerzo de reunión de los datos originales. Puede implicar la integración de distintas fuentes o un reanálisis de los datos de una fuente única. (Stewart, 1984, p. 11, citado en Cea D’Ancona, 1996, p. 222)
Este tipo de análisis posibilita la evaluación de tendencias y la comparación de los datos disponibles para un período de tiempo. Se considera que el método y el análisis aplicado han permitido analizar tendencias, comparar resultados en el período de estudio y dar un paso hacia la caracterización de la unidad de análisis del problema de investigación planteado.
Por otro lado, se complementó el análisis con la técnica de regresión logística, que permite analizar la relación entre una variable dependiente categórica y una o más variables independientes. A diferencia de la regresión lineal, que se utiliza para variables dependientes continuas, la regresión logística se emplea cuando la variable que se está estudiando es binaria; la función logística transforma una combinación lineal de las variables independientes mediante una curva en forma de “S”, que garantiza que la salida esté en el rango de 0 a 1.
En definitiva, es una técnica estadística valiosa para modelar y entender las relaciones entre variables cuando la variable dependiente es categórica. En este caso, se consideraron las variables para conformar los modelos en 2010, que fueron: tamaño de la empresa, categorías de la ocupación principal, nivel educativo alcanzado discriminado, estratos INSE red, horas trabajadas por semana. En 2019 se mantuvieron prácticamente todas, menos estrato del INSE, y se incorporó ramas de actividad de la población ocupada; y en 2022 se reiteraron las mismas variables independientes del modelo logístico de 2010. Como se puede observar, el 80% de las variables se mantienen.
Discusión
Los datos que se presentan a continuación son el resultado de la investigación en curso acerca de la evolución de la informalidad laboral en el mercado de trabajo uruguayo. La presentación se organiza en un primer momento con datos que procuran caracterizar el proceso en estudio y un segundo momento de clasificación e interpretación multivariada.
La tabla considera las categorías de ocupación planteadas porque las tres concentran aproximadamente el 95% en el período analizado. Un primer acercamiento al mercado laboral uruguayo evidencia que entre 2010 y 2022 el promedio geométrico de asalariados ha sido aproximadamente el 68% de los ocupados (casi 7 de cada 10), con un decrecimiento de 1,5 puntos porcentuales, mientras que los patrones han tenido una variación porcentual de 2,4 puntos porcentuales aproximadamente y los trabajadores por cuenta propia, con o sin local, de 3,4 puntos porcentuales.
A continuación, se presentan los datos acerca de la distribución de la informalidad por las categorías ocupacionales mencionadas entre 2010 y 2022.
Lo que se observa en primer lugar es el descenso constante de la informalidad durante el período, según el criterio de aporte o no a la seguridad social. Se pasa de aproximadamente un 30% en 2010 a un 24% en 2022 y las tendencias recientes señalan, por parte del INE, que este descenso podría llegar a 20 puntos porcentuales aproximadamente en el año 2023, lo que indica a Uruguay y a Chile como los únicos países que han logrado disminuir la informalidad laboral en el continente latinoamericano, en el cual ha crecido y donde forma parte de las características estructurales del empleo. (tabla 2).
Al analizar por categorías de ocupación, se aprecia que los asalariados presentan una variación porcentual de 5,4 puntos; los patrones, de aproximadamente 5,2 puntos porcentuales; y los trabajadores por cuenta propia, 8,4 puntos porcentuales. Si se considera que la variabilidad total de la informalidad en el período analizado es de aproximadamente 4 puntos porcentuales, los trabajadores por cuenta propia presentan mayor nivel de variación en relación con el porcentaje general.
En definitiva, los ocupados asalariados y los patrones han presentado las mayores variaciones de informalidad, especialmente los patrones en el último tramo del período analizado, mientras que en los trabajadores por cuenta propia la variación ha sido por debajo de la reducción general, es decir, la categoría ocupacional cuenta propia presenta una dinámica diferente a las anteriores y con mayores dificultades en la formalización de sus condiciones de empleo.
En la tabla 3 se presenta un conjunto de estadísticas descriptivas a lo largo del período analizado, para las principales variables seleccionadas acerca de la población ocupada.
Con relación a la edad la tendencia se mantuvo muy estable, de perfil adulto entre 46 y 47 años; el tamaño de la empresa demandante de fuerza de trabajo se inició en empresas pequeñas entre 5 y 9 personas, aumentó a empresas grandes (más de 50 personas), en 2015 retornó a pequeñas empresas, en 2019 y en el final del período se consolidó; mientras que en la categoría ocupacional se mantuvo estable como mayoritaria la de asalariados, al analizar la categoría que más se repite; es de señalar el crecimiento de la variabilidad observando el desvío estándar y la varianza.
El nivel de estudios de los ocupados también se mantuvo estable en secundaria incompleta; de igual manera la rama de la ocupación principal en servicios; en cambio el nivel socioeconómico según el estrato del índice respectivo en 2010 comenzó en el nivel socioeconómico bajo, en 2015 pasó a medio, en 2019, a medio-bajo y en 2022, a bajo, es decir, que la mediana de dicho índice se comportó de forma dinámica y reflejó mejoras entre 2010-2015 y pérdidas entre 2015-2019-2022.
En lo que refiere a las horas de trabajo por semana, el coeficiente de variación en 2010 fue igual a 0,39 y en 2022 igual a 0,38, es decir, que en términos de media de horas se observa una disminución de 10%, que no tuvo consecuencias en la distribución homogénea de las horas de trabajo por semana; en definitiva, entre 2010 y 2022 se tendió a trabajar entre 44 y 40 horas por semana. Finalmente, el aporte a la caja de jubilaciones se mantuvo estable a lo largo del tiempo, con un mayoritario aporte a la caja de jubilaciones, es decir, de trabajo en blanco con acceso a los derechos sociales, lo que indica una tendencia en tal sentido del mercado laboral uruguayo.
En resumen, se mantuvo un comportamiento estable en variables tales como edad, nivel de estudios, rama de la ocupación principal, categoría de ocupación principal, horas de trabajo semanal y aporte a la caja de jubilaciones, mientras que el nivel socioeconómico de los ocupados fue la variable que presentó un comportamiento dinámico en el período de tiempo analizado.
En la tabla 4 se presenta un conjunto de estadísticas descriptivas a lo largo del período analizado, para las principales variables seleccionadas acerca de la informalidad.
La edad de los ocupados en condiciones de informalidad en el período analizado se mantuvo estable, entre 50 y 51 años; de igual manera el tamaño de la empresa, que sería unipersonal; un comportamiento similar presentó el nivel educativo formal alcanzado, de secundaria incompleta; sin embargo, se advierte un cambio en la rama de actividad de la población ocupada entre 2010-2019, que se concentraba en la rama industria y se trasladó hacia 2022 a la de servicios.
Con respecto al nivel socioeconómico de los ocupados informales, se aprecia un comportamiento dinámico, es decir, se “movió” de un grupo socioeconómico bajo-bajo en 2010 a un grupo medio-bajo en 2019 -movilidad social ascendente-, pero en 2022 se movió hacia un grupo de nivel socioeconómico bajo (movilidad descendente).
Finalmente, las horas de trabajo semanal se han venido reduciendo de manera constante entre 2010 y 2022, tomando como año base 2010 y la media, la reducción a 2022 fue de un 14% aproximadamente y, al considerar la mediana, la reducción fue de un 17%. En definitiva, los ocupados informales están trabajando menos por semana.
Antes de analizar los resultados es necesario señalar qué representan las categorías de las variables en cuestión.
Grupo de edades: 1 = infancia, 2 = 14 a 21 años, 3 = 22 a 25 años, 4 = 26 a 30 años, 5 = 31 a 40 años, 6 = 41 a 60 años, 7 = más de 60 años.
Tamaño de la empresa: 1 = 1 persona, 2 = 2 a 4 personas, 3 = 5 a 9 personas, 5 = 50 o más personas, 6 = 10 a 19 personas y 7 = 20 a 49 personas.
Categorías de la ocupación principal: 1 = asalariado público, 2 = asalariado privado, 4 = patrón y 6 = cuenta propia con local o inversión.
Nivel educativo alcanzado discriminado: 1 = primaria incompleta, 2 = primaria completa, 3 = secundaria incompleta, 4 = secundaria completa, 5 = terciaria/universitaria incompleta, 6 = terciaria/universitaria completa, 7 = no asistio a centro educativo y 8 = posgrados incom./comp.
Ramas de actividad de la población ocupada: 1 = rama primaria, 2 = rama secundaria y 3 = rama terciaria.
Estratos INSE red: 1 = alto +, 2 = alto -, 3 = medio +, 4 = medio, 5 = medio -, 6 = bajo y 7= bajo -.
Horas trabajadas por semana, variable continua medida en horas de trabajo por semana.
Aporta a alguna caja de jubilaciones: 1 = sí aporta, 2 = no aporta.
En 2010 la dinámica del mercado laboral uruguayo evidenciaba dos grandes escenarios: los ocupados formales, que tenían entre 31 y 40 años, trabajaban en empresas con más de 50 empleados, eran asalariados, con nivel educativo secundario incompleto, ocupados en la rama industrial, de nivel socioeconómico medio-bajo y trabajaban entre 31 y 44 horas promedio semanales; y los ocupados informales, que tendían a tener entre 41 y 60 años, desarrollaban sus actividades en pequeñas empresas de entre 2 y 5 empleados, eran patronos, con nivel educativo de primaria completa, de la rama industrial, de nivel socioeconómico medio-bajo y trabajaban entre 21 y 30 horas promedio semanales.
Para 2015 la situación comenzó a cambiar y se presentaron dos escenarios para los ocupados formales y uno para los informales. En el caso de los formales, un primer escenario era el de adultos entre 41 y 60 años, ocupados en empresas de más de 50 trabajadores asalariados, ocupados asalariados, con nivel educativo primaria completa, en la rama industrial, de un nivel socioeconómico medio-bajo y trabajando entre 31 y 44 horas promedio semanales. Otro grupo de ocupados formales, en el mismo tramo etario que el anterior, trabajaba en empresas de entre 20 y 49 trabajadores asalariados, también eran ocupados asalariados pero con un nivel de estudios universitarios/terciarios incompletos, ocupados en la rama terciaria/servicios, con un nivel socioeconómico medio y trabajando también prácticamente entre 31 y 44 horas promedio semanales. Estos últimos se distinguen por tener más años de estudios formales, trabajar en empresas medianas de servicios y formar parte de un nivel socioeconómico medio, en relación con los primeros ocupados formales. Los ocupados informales se caracterizaban por ser ocupados que tendían a tener más de 60 años, ocuparse en pequeñas empresas de entre 2 y 5 empleados, eran patronos, con nivel educativo de primaria completa, de la rama industrial, de nivel socioeconómico medio-bajo y trabajando entre 21 y 30 horas promedio semanales. Es decir, en líneas generales se mantuvieron las principales características de los ocupados informales de 2010, a diferencia que un poco más envejecidos.
Para 2019 se mantuvieron los tres grupos, dos formales y uno informal. Entre los formales se sostuvo la tendencia de uno más joven, pero en este caso en empresas de más de 50 empleados, en relación de dependencia asalariada, pero en este caso con secundaria incompleta, trabajando en la industria, pertenecientes a un nivel socioeconómico medio-bajo y trabajando entre más de 45 horas promedio semanales. El otro grupo de ocupados formales, en el mismo rango de edades del anterior, entre los 26 y 30 años, eran asalariados en dependencia, en empresas de entre 20 y 49 trabajadores, de nivel educativo terciaria/universidad incompleta, trabajando en la rama de servicios, de nivel socioeconómico alto y entre 31 y 44 horas promedio semanales.
Se comenzaron a delinear algunos cambios que fueron segmentando el grupo de trabajadores formales, por nivel educativo, nivel socioeconómico, rama de producción y horas de trabajo promedio semanal. En cambio, entre los ocupados informales se observa una disminución en el grupo etario de 31 a 40 años, que trabajaban en pequeñas empresas de entre 2 y 5 empleados, en calidad de patrones, con un nivel educativo de secundaria incompleta, en la actividad industrial, con un nivel socioeconómico medio-bajo, similar al primer grupo analizado de ocupados formales y mejorando en relación con años anteriores, que trabajaban entre 21 y 30 horas promedio semanales, es decir, una disminución con respecto a años anteriores. En definitiva, eran cada vez más jóvenes, trabajaban menos horas por semana, mantuvieron el nivel educativo y la rama productiva y han mejorado el nivel socioeconómico en relación con los años 2010 y 2015.
Para 2022 la situación cambió y se presentaron cuatro grupos de ocupados formales y uno informal, es decir, la segmentación de las ocupaciones formales en el mercado laboral uruguayo se dinamizó en el tiempo pospandemia de COVID-19.
De forma complementaria al análisis de clústeres realizado anteriormente, se presenta a continuación el análisis de regresiones logísticas realizadas para las variables seleccionadas a partir de los clústeres para los años 2010, 2019 y 2022, con el fin de tener una enfoque del proceso en los últimos doce años, incluyendo el momento pre y pospandemia de COVID-19. (tabla 5).
En primer lugar hay que señalar qué variables conformaron los modelos. (tabla 6).
En 2010 fueron: tamaño de la empresa, categorías de la ocupación principal, nivel educativo alcanzado discriminado, estratos INSE red, horas trabajadas por semana, como variables independientes, y la variable dependiente aporta a la seguridad social sí/no (formalidad/informalidad).
En 2019 se mantuvieron prácticamente todas, menos estrato del INSE, y se incorporó ramas de actividad de la población ocupada y en 2022 se reiteraron las mismas variables independientes del modelo logístico de 2010. Como se puede observar, el 80% de las variables se mantuvieron y las variables que se retiraron fue porque eran estadísticamente no significativas (> 0,05) en el modelo.
De las variables independientes señaladas, las categorías contraste con la variable dependiente (formalidad/informalidad), interesa si el bajo nivel educativo formal, formar parte de sectores socioeconómicos medio-bajos o bajos y trabajar de forma parcial -es decir, menos de 30 horas semanales- tuvieron influencia en la informalidad/formalidad.
Por un lado, se advierte cómo las principales variables entre 2010 y 2022 fueron disminuyendo su peso en el modelo para comprender el fenómeno. De todas formas, prácticamente el 60% del modelo continúa siendo comprendido por ellas. Por otro lado, en 2010 el factor socioeconómico perdió el peso que tenía en 2019, por las ramas de actividad, pero luego de la pandemia retomó su capacidad para comprender la informalidad. Finalmente, entre 2010 y 2019 el papel de los servicios en las ramas de actividad adquirió un peso importante para comprender el proceso de informalidad, pero luego de la pandemia el nivel socioeconómico del trabajador informal fue un factor a tener en cuenta en la configuración de la informalidad.
En este caso, se advierte que entre 2010 y 2019 las variables tamaño de la empresa, categorías de ocupación y horas de trabajo semanal presentaron una fuerte importancia y estabilidad en su comportamiento, es decir, trabajadores asalariados de empresas unipersonales o menores de 5 trabajadores, cuenta propia y con menos de 30 horas de trabajo semanal presentaban altas chances de desarrollar actividades informales. Para 2022, período pospandemia de COVID-19, la situación cambió, dado que nuevamente el origen del nivel socioeconómico del trabajador presentó una influencia importante, lo que estaría indicando el impacto socioeconómico de la pandemia, la disminución del peso del tamaño de la empresa, la estabilidad de horas de trabajo semanal y las categorías de ocupación. (tabla 7).
Una vez conocido el papel de las variables del modelo y del modelo en relación con la variable dependiente aporte a la seguridad social de las diferentes categorías de ocupación y su evolución en el período analizado, se pretende a continuación conocer las chances de encontrarse en situación de informalidad por parte de las diferentes categorías ocupacionales.
Para ello se desarrolló un modelo probit con la variable dependiente aporte a la caja de jubilaciones, la variable sexo como el total observado, la variable categorías de ocupación (asalariados, patrones y trabajadores por cuenta propia) como variable factor y las variables independientes tamaño de la empresa, horas de trabajo semanal, nivel educativo formal alcanzado y nivel socioeconómico según INSE. Una vez ejecutado en el procesador estadístico mencionado en el apartado metodológico, se aprecia la evolución de dichas chances por categorías ocupacionales.
En primer lugar, en todas las categorías decae la probabilidad de informalidad, pero no en todas de la misma manera. En 2010, los asalariados tenían 2,75 más posibilidades de emplearse de manera informal, mientras que la probabilidad para el año 2022 es de casi la mitad. Una tendencia similar describe la categoría patrones. Sin embargo, para los trabajadores por cuenta propia la probabilidad de trabajar de manera informal disminuye, aunque es la categoría con menor disminución o continúa siendo la que presenta mayores chances de informalidad.
En definitiva, el perfil al iniciarse el período indicaba que quien desarrollaba actividades informales era un trabajador de unipersonal o empresa con menos de 5 trabajadores, por cuenta propia y que trabajaba menos de 30 horas semanales, pero para el fin del período analizado ese perfil cambió hacia un trabajador por cuenta propia, de niveles socioeconómicos bajos, que trabajaba menos de 30 horas semanales. Por otra parte, tanto al inicio como al fin del período estudiado los trabajadores por cuenta propia con y sin local siguen siendo la categoría ocupacional con mayor probabilidad de trabajar en condiciones informales. (tabla 8).
Las correlaciones indican el grado de asociación de cada una de las variables de los modelos a lo largo del período analizado y permiten visualizar y analizar las interrelaciones de las variables seleccionadas con la variable de interés -la informalidad laboral-, así como identificar patrones, asociaciones o dependencias entre las variables. Se aprecia que el tamaño de la empresa y las categorías de la ocupación principal se sostuvieron con un peso de influencia entre 2010 y 2019; en 2022, aunque su peso disminuyó, presenta cierta importancia la categoría de ocupación del trabajador y nuevamente se presentan con peso el nivel socioeconómico del trabajador y el nivel educativo de formación formal.
Es decir, entre 2010 y 2022 se procesó un cambio en la configuración del trabajador informal uruguayo, en el período de 2010 a 2019 (prepandémico) el trabajador informal se asociaba a aquel por cuenta propia, unipersonal o en una empresa con menos de 5 trabajadores y que trabajaba menos de 30 horas semanales, mientras que para 2022 (pospandemia) el perfil del informal se asociaba más a aquel de nivel socioeconómico bajo, con baja formación educativa y por cuenta propia. Se podría señalar que la característica por cuenta propia del informal es estable a lo largo del tiempo y varían, de acuerdo a la coyuntura sociohistórica, la cantidad de horas de trabajo semanal, el nivel educativo formal adquirido y el nivel socioeconómico, pero son variables que ganan y pierden peso en la configuración de la informalidad laboral y se encuentran latentes como parte del fenómeno. (tabla 9).
Conclusiones
Los resultados del análisis de las fuentes secundarias mencionadas en el apartado metodológico posibilitan un primer acercamiento al mercado laboral uruguayo, que en el período estudiado evidencia una disminución de los asalariados en un 1,5% aproximadamente, pero siguen siendo la categoría ocupacional mayoritaria (casi 7 de cada 10 de los ocupados), mientras que los patrones disminuyeron en un 35% en tal período y los trabajadores por cuenta propia, con y sin local, crecieron un 13%.
En lo que refiere a la informalidad, los ocupados asalariados y los patrones han presentado las reducciones mayores de informalidad, especialmente los patrones en el último tramo del período de estudio, mientras que los trabajadores por cuenta propia presentaron las mayores dificultades en la formalización de sus condiciones de empleo. Por otra parte, son cada vez más jóvenes, trabajan menos horas por semana, mantienen el nivel educativo de secundaria incompleta, trabajan crecientemente en servicios y el nivel socioeconómico ha sido pendular, es decir, pasó mayoritariamente de nivel bajo en 2010 a nivel medio-bajo en 2015, para volver al nivel bajo en 2022.
Al final del período analizado, se presentan cuatro tipos de grupos de trabajadores ocupados formales y un grupo de trabajadores informales, es decir, la segmentación de las ocupaciones formales en el mercado laboral uruguayo se dinamizó en el tiempo pospandemia de COVID-19.
La evidencia estudiada entre 2010 y 2022 indica que se ha procesado un cambio en la configuración del trabajador informal uruguayo. Entre 2010 y 2019 este trabajador se asociaba al cuenta propia, unipersonal o que trabajaba en una empresa con menos de 5 trabajadores y por menos de 30 horas semanales. Para 2022 (pospandemia) el perfil del informal se asociaba a aquel trabajador de nivel socioeconómico bajo, con secundaria incompleta y por cuenta propia.
En definitiva, se podría señalar que la característica cuenta propia del informal es estable a lo largo del tiempo, los años de educación formal tienden a disminuir en el período analizado, y la cantidad de horas de trabajo semanal y el nivel socioeconómico son variables que pueden ganar o perder peso según la coyuntura del proceso sociolaboral, pero son parte consistente del fenómeno. La evidencia analizada estaría indicando el proceso de transformación de un modelo de empleo compatible con un proceso productivo de matriz fordista-taylorista, escenario emergente en el cual parecerían consolidarse la informalidad y la precariedad del trabajo, marcadores sociales que permiten analizar la acumulación del capital contemporáneo.
En resumidas cuentas, la informalidad del empleo sería un indicador de condiciones precarias para un tipo de actividad laboral, en la analizada cuenta propia, pobre, con secundaria incompleta, con empleos desarrollados en su mayoría por jornal, dado que responden a las necesidades de las empresas de generar empleos de mayor flexibilidad y estacionalidad y que los empleos por jornal se convierten en estrategias centrales para mantener la competitividad; pero, por otro lado, los empleos formales emergen de forma heterogénea, segmentando sus diferentes tipos, es decir, la calidad del trabajo comienza a dejar de ser un derecho.