Introducción
La consolidación, en las últimas décadas, del modelo de agronegocios1 como ordenador de la producción agropecuaria pampeana argentina produjo una serie de transformaciones sociales y económicas significativas. Entre otras, sobresalen: el incremento de los volúmenes de commodities producidos y exportados, la expansión de empresas exportadoras, productoras de insumos y agroindustriales de origen extranjero, la profundización de la concentración como dinámica central de la estructura agraria y la difusión de opciones tecnológicas intensivas en insumos que generaron un aumento exponencial en el uso de productos químicos. Las consecuencias de este sistema provocaron un creciente número de controversias en instituciones de la sociedad civil y en el ámbito académico (Molpeceres, 2022) y, especialmente, en los espacios locales vinculados a la producción agropecuaria. De la mano de colectivos ambientalistas, como Las Madres de Ituzaingó o Paren de Fumigarnos (Arancibia, 2020), las denuncias de los impactos sociales y ambientales del uso de agroquímicos y los efectos negativos de los agronegocios para la vida en los territorios han ganado lugar en el debate público.
Como respuesta, quienes promueven el agronegocio han desplegado una diversidad de estrategias mediáticas y educativas para desacreditar las voces críticas y sostener su legitimación social. Tal como lo señala Toledo López (2021), la elaboración de una narrativa que busca superar las contradicciones es inherente a toda estrategia territorial y de poder. En este caso, el discurso de los agronegocios, hegemónico en la esfera pública nacional (Carniglia, 2011), intenta superar las contradicciones ligadas al modelo tecnológico, con base en una defensa a ultranza de las bondades productivas y sociales de las tecnologías agropecuarias (entre ellas, de los agroquímicos) y en la incorporación de una retórica “verde”, vaciándola de sentido crítico. Tal es el caso del uso de conceptos como desarrollo sustentable y buenas prácticas agrícolas, que implican cierto reconocimiento de la problemática ambiental, pero ubican la responsabilidad en el mal uso individual y no en el sistema que la provoca (Liaudat, 2023; Skill y Grinberg, 2013).
De este modo, en un contexto de gran crecimiento de la producción agropecuaria, las poblaciones de las localidades ligadas a la producción de commodities se encuentran atravesadas por discursos opuestos sobre los impactos del modelo agrario dominante en los territorios. En este marco, resulta de especial interés conocer qué miradas predominan sobre las consecuencias de esta actividad y, en particular, sobre el uso de agroquímicos en los espacios locales.
Desde un enfoque que busca comprender la dinámica política que rodea las luchas materiales y discursivas sobre el medioambiente (Alimonda, 2002; Leff, 2015), el objetivo de este trabajo es analizar la mirada de los habitantes de agrociudades2 de la provincia de Buenos Aires (PBA) sobre la producción agropecuaria actual y el uso de agroquímicos como sostén de los esquemas productivos, así como analizar la incidencia de los discursos públicos en disputa en sus posicionamientos.
Los datos con los que se trabaja surgen de dos encuestas aplicadas en mayo de 2021 y junio de 2022 (identificadas en el texto como Encuestas SocPol) a población residente en localidades bonaerenses de diferente tamaño (excluyendo los grandes aglomerados urbanos). A través del análisis, se busca identificar los sentidos predominantes sobre el uso de agroquímicos, las consecuencias ambientales del modelo actual y la opinión sobre los colectivos socioambientales. Asimismo, se presta atención a si la implicación personal con el sector agropecuario incide en los posicionamientos de la población.
El artículo presenta, luego de esta introducción, un estado de la cuestión sobre la problemática ambiental en la región pampeana argentina y los estudios sobre los posicionamientos de la población al respecto. A continuación, se plantean los aspectos metodológicos del trabajo. En el apartado siguiente se desarrollan sus resultados y la discusión de estos, en relación con trabajos previos (propios y de otros autores) y, en el último apartado, se recapitulan las principales conclusiones y se identifican aspectos a profundizar en futuros estudios.
Producción agropecuaria, ambiente y posicionamientos de la población
Si bien las preocupaciones ambientales vinculadas al agro no son recientes en Argentina, desde la década de 2000 se ha configurado un contexto en que la “percepción de evidencias que contradicen la inocuidad del modelo agrícola” ha propiciado una creciente conflictividad en los territorios (Cloquell, 2014, p. 125). Ello ha motivado la multiplicación de investigaciones sobre los impactos sociales y ambientales del modelo de agronegocios, y sobre el surgimiento y el avance de procesos organizativos en los territorios en busca de respuestas a esas problemáticas.
En cuanto a los impactos socioambientales, numerosos estudios han puesto el foco en la contaminación, evidenciada por la presencia de agroquímicos en el aire, el agua y los suelos agrícolas y urbanos, y la existencia de residuos en alimentos y elementos de higiene personal (Ronco et al., 2016; Sasal et al., 2010; Villamil Lepori, Bovi Mitre y Nassetta, 2013). Además, se han analizado los diferentes efectos sobre la salud de la población de las agrociudades, tales como desórdenes reproductivos, aumentos en las tasas de cáncer y trastornos respiratorios (Ávila-Vázquez et al., 2015; Bernardi et al., 2015; Verzeñassi, 2014).
Estos fenómenos y su interpretación no han estado libres de controversias y una serie de trabajos se ocuparon de reconstruirlas y ponerlas en perspectiva (Skill y Grinberg, 2013; Tubio, 2019), así como también se han analizado los conflictos ambientales en los territorios, dando cuenta de los actores involucrados y las posibilidades de otras formas de producción (Ferrer y Cabrini, 2018), de los procesos organizativos y de acción colectiva (Arancibia, 2020; Berger y Ortega, 2010; Schmidt et al., 2021) y de las respuestas ensayadas desde ámbitos estatales y organizaciones de productores (Giordano, Pérez y Pérez, 2017; Molpeceres, 2022; Acosta, 2022; Palmisano, 2018).
Además de estos estudios que permiten comprender el marco en que se inserta el presente trabajo, una serie de antecedentes resulta de especial interés y supone puntos de referencia para contrastar y poner en perspectiva sus resultados. Por un lado, un grupo de investigaciones analiza la perspectiva sobre agronegocios y la problemática socioambiental entre los habitantes de las localidades agrarias de la región pampeana argentina. En esa línea, estudios como el de Cabrini et al. (2018) se han ocupado, desde un enfoque cualitativo, de las percepciones de diferentes actores locales sobre los principales problemas ambientales asociados a la producción agropecuaria y las posibles políticas para abordarlos. Además, algunas investigaciones han indagado especialmente en las perspectivas de los actores agrarios sobre el uso de agroquímicos, como el trabajo de Liaudat (2019), que analiza las representaciones sobre los componentes del paquete tecnológico de los agronegocios (siembra directa, organismos genéticamente modificados y glifosato) y visibiliza la fuerte influencia de las interpelaciones ideológicas de los agronegocios, y el de Liaudat, López Castro y Moreno (2021), en el cual se corrobora un consenso favorable al uso de agroquímicos entre los actores agrarios, pero también la existencia de un núcleo crítico, que, aun en minoría y con ciertas debilidades, pone en tensión el discurso dominante.
Otros trabajos han puesto el foco en la percepción de los riesgos para la salud implicados en el uso de agroquímicos, desde el cruce de campos disciplinares como la salud pública y la antropología social, médica y ecológica. Staffolani y Cuesta Ramunno (2020), por ejemplo, describen las representaciones sociales de poblaciones rurales de la provincia de Santa Fe respecto a los temas mencionados y encuentran una suerte de encrucijada entre salud y economía en buena parte de la población: la productividad y el trabajo se priorizan por sobre la salud. En una línea similar, Montedoro y Butinof (2019) analizan la percepción del riesgo asociado a la exposición a plaguicidas en una localidad de la provincia de Córdoba y señalan que se identifican como riesgos ambientales principalmente aquellos de mucha proximidad, incorporados en la cotidianidad y espacialmente cercanos. También para el caso de Córdoba, Delgado (2021) encuentra que la percepción espacialmente fragmentada de la producción (los silos están cerca, los campos donde se fumiga están lejos) condiciona los grados de riesgo que se asocian a las diferentes actividades y que aquello que no se ve a simple vista o no afecta directamente lo cotidiano es considerado menos peligroso para la salud, aunque destaca también que la población encuestada mostró tanto posturas precautorias como pragmáticas (Skill y Grinberg, 2013). Estas últimas, alineadas con el discurso de los agronegocios, aparecieron principalmente entre los actores agropecuarios. Lucero (2019), por su parte, estudia el caso de una localidad de la PBA y señala que la evidencia científica publicada tiene escasa relevancia en la evaluación de los posibles peligros asociados a la aplicación de agroquímicos y que en la relativización de los efectos sobre la salud tiene particular peso la necesidad de continuar trabajando. Kunin y Lucero (2020), por otro lado, introducen la dimensión de las relaciones de género y encuentran que influyen de manera significativa en la forma de entender, afrontar y desarrollar acciones frente a los riesgos ambientales asociados a la producción agropecuaria.
Estos estudios, centrados en la percepción social del riesgo en localidades específicas, se desarrollan a partir de un enfoque que resulta complementario al utilizado en este trabajo, en tanto brindan elementos para la comprensión de las representaciones sobre la salud y el ambiente a partir de los determinantes de la vida cotidiana, en especial del peso de los vínculos sociales de cercanía en poblaciones relativamente pequeñas y con estructuras productivas fuertemente vinculadas al sector primario.
Metodología
El presente trabajo forma parte de una serie de investigaciones que se proponen abordar, desde diferentes perspectivas, las tensiones en torno a la producción y la vida en los territorios ligados a la producción de commodities para exportación. Este artículo, en particular, busca indagar en los discursos públicos que circulan socialmente sobre los impactos del modelo agropecuario dominante y, en especial, sobre los agroquímicos como sostén del esquema productivo y las posiciones que adoptan los actores frente a ellos. Para esto, se presenta parte de los resultados de dos encuestas en línea realizadas en los meses de mayo de 2021 y junio de 2022.
Ambos relevamientos tuvieron como objetivo captar las representaciones sociales, los sentidos y las opiniones sobre el rol del agro en la economía nacional y local, el modelo productivo actual, la dinámica social asociada a este y el rol del Estado en ese marco, entre otros tópicos. Para su aplicación se utilizó un sistema de encuestas desarrollado por un equipo de la Universidad Nacional de Quilmes (SocPol-UNQ), que permite la implementación de relevamientos en línea resguardando los datos y el acuerdo de anonimato. El sistema ofrece a los usuarios una interfaz para contestar preguntas de forma intuitiva y para compensar el tiempo invertido se ofrecen recompensas (premios) a modo de incentivos, financiadas con los recursos del programa de investigación.
Los cuestionarios se administraron a muestras no probabilísticas construidas por invitación por medio de campañas de publicidad en redes sociales (Facebook e Instagram), identificando segmentos publicitarios en partidos3 de diferentes zonas agroecológicas de la PBA. A su vez, dentro de esas zonas, se diferenciaron tres grupos etarios y los dos géneros principales para graduar los montos de la publicidad según el peso demográfico de cada segmento, con un reajuste según la tasa de respuesta en la mitad de la campaña. Sobre los casos obtenidos (aquellos que contestaron toda o la mayor parte de la encuesta) se realizaron correcciones respecto al género, el grupo etario y el nivel educativo, para que la muestra presentara rasgos lo más cercanos posible a las características de la población, en función de los datos del último Censo Nacional de Población y Vivienda (INDEC, 2022).4
Es pertinente señalar que si bien esta estrategia de construcción de las muestras supone una limitación para el cálculo de márgenes de error (que sí es posible para el caso de las muestras aleatorias), las correcciones y los ajustes que se implementan para acercar las características de las muestras a las de la población permiten considerar adecuados los datos obtenidos para señalar tendencias y estimar la conducta del conjunto de la población, aunque en cada coyuntura pueden existir factores que no se logró controlar e inciden en los resultados. El cuidado en el tratamiento de las muestras y los datos y la especificación de los procedimientos buscan generar un marco de referencia de las características de los datos construidos e identificar sus ventajas y desventajas. Los resultados de las encuestas que aquí se analizan suponen un acercamiento que aporta elementos para la elaboración de hipótesis y la identificación de nuevas posibles líneas de indagación, que podrán ser abordadas en futuros estudios con mayor profundidad analítica, a partir de la complementación con otras técnicas (como entrevistas y grupos focales) o el análisis de otras fuentes de datos, como prensa gráfica y portales de noticias nacionales y locales.
Las encuestas buscaron cubrir diferentes partidos de la PBA (ver mapa 1), el territorio agropecuario más importante de la Argentina en términos de la superficie destinada a la actividad, la diversidad de zonas agroecológicas que contiene y la participación en la producción de bienes destinados a la exportación y al consumo doméstico. De acuerdo con el último informe sobre el producto bruto geográfico, publicado por el Ministerio de Hacienda y Finanzas de la PBA, en 2022 el valor agregado bruto (VAB) correspondiente al rubro agricultura, ganadería, caza y silvicultura de Buenos Aires representó un 39% del VAB sectorial nacional (MHyF-PBA, 2023). Los datos provistos por la Dirección de Estimaciones Agrícolas, por su parte, muestran que la PBA produjo, en promedio decenal (entre las campañas 2009-2010 y 2018-2019) y respecto del total nacional, el 93% de cebada para grano, el 56% del girasol, un 49% del trigo (pan y candeal), un 33% de la soja y un 29% del maíz (Rossi, 2021). A su vez, los datos del último Censo Nacional Agropecuario, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) en 2018, dan cuenta de la profundización de la agricultura industrial en la provincia, la mayor especialización y presencia de capitales de diverso origen en la búsqueda de beneficios de corto plazo y el gran aumento de la concentración de la explotación de la tierra (Rossi, 2021). La mayoría de los actores agrarios que han sobrevivido en la producción agrícola extensiva en la provincia lo han hecho con base en la adaptación a las lógicas productivas de los agronegocios, de diferentes modos y desde distintas posiciones de poder (López Castro et al., 2019).
Para los relevamientos fueron considerados especialmente los distritos donde lo agropecuario tiene relevancia en la dinámica social y económica y se excluyeron las grandes ciudades (como La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca) y la Ciudad Autónoma, junto a los partidos que componen el Área Metropolitana de Buenos Aires.5 En el primer relevamiento se obtuvieron 1486 casos y en el segundo, 922.6 Las personas encuestadas en 2021 pertenecen a más de 30 partidos de la PBA y en la encuesta 2022 se cubrieron 101 partidos.
Del conjunto de preguntas incluidas en ambas encuestas, para este artículo se seleccionaron seis (tres de cada encuesta), sobre la necesidad de usar agroquímicos para producir, el carácter contaminante de la producción agropecuaria y la opinión sobre los grupos que denuncian los problemas ambientales asociados al uso de agroquímicos. Por el modo en que se construyó la muestra y la modalidad de aplicación de la encuesta, es necesario considerar, al momento de analizar los resultados, que estos reflejan las posiciones de una porción de la población predispuesta a completar formularios en línea para responder la encuesta. Además, este tipo de técnicas supone cierta estabilidad en las representaciones y significaciones que asumen los sujetos, que permite avanzar en su tratamiento aritmético.
Para el procesamiento de los datos se utilizó un programa de tratamiento estadístico de datos. Con el objetivo de lograr una caracterización más profunda de las posiciones de la población encuestada se cruzaron los resultados de las preguntas seleccionadas con las variables vínculo con el agro (que distingue entre quienes tienen actividades laborales relacionadas con el sector agropecuario o familiares que las tienen, y quienes no tienen vínculo laboral ni familiar con el agro) y tipo de relación con el agro (que diferencia dentro de los vinculados con el agro a quienes tienen relación económico productiva -productores, rentistas, contratistas, asesores, comerciantes- de quienes tienen una relación de tipo institucional -docentes de escuelas agrarias y trabajadores de organismos estatales vinculados al sector- o familiar -familiares cercanos o personas cuyo sostén de hogar está vinculado con el agro-). De ese modo, se procuró identificar si la relación con el agro condiciona en algún sentido la forma en que se representa a la actividad agropecuaria y sus impactos, y si las diferentes inserciones en la actividad afectan los posicionamientos.
Agro y ambiente en las agrociudades bonaerenses
En este apartado se reconstruyen las posiciones de la población de las agrociudades bonaerenses sobre el uso de agroquímicos y el impacto ambiental de la actividad agropecuaria. Para ello, se ponen en relación los resultados obtenidos en las dos encuestas con las principales argumentaciones que, al respecto, se han identificado en estudios previos centrados en los actores agrarios y se profundiza en el análisis al indagar si el vínculo con el agro y los diferentes tipos de relación con el sector (productiva, institucional o familiar) inciden en las opiniones sobre las temáticas estudiadas.
En este punto es necesario aclarar un aspecto conceptual. Para abordar los posicionamientos de la población se ha elegido como categoría central la de opinión, ya que resulta más adecuada que la de representación (que supone mayor complejidad), por el tipo de técnica utilizada y las características de los datos que pueden construirse a partir de ella. El Diccionario de la lengua española (RAE, 2023) define a la opinión como “juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien” o “fama o concepto en que se tiene a alguien o algo”. Se trata de formas de expresión frente a diferentes fenómenos, que se articulan a representaciones más amplias.
Como plantea Fernández Poncela:
Percepciones, imágenes y opiniones son parte del campo semántico de las representaciones sociales, esto es, cómo piensan las personas, cómo interpretan lo que saben o la información que tienen, cómo construyen o utilizan esta, la comunican, crean o transforman, lo que luego derivará en actitudes y comportamientos. (2014, pp. 61-62)
Así, hacer referencia a opiniones permite acercarse al campo más amplio de las representaciones, pero sin pretender abarcarlas en su complejidad, aspecto que será objeto de futuros estudios en que los resultados que aquí se discuten puedan complementarse y ponerse en discusión a partir de la implementación de otras técnicas propias del enfoque cualitativo, como las entrevistas y los grupos focales.
El uso de agroquímicos para producir
En el marco de la gran difusión a nivel mediático y entre los actores agrarios del discurso que propone a la agricultura de insumos como único modelo productivo posible (Carniglia, 2011; Delgado, 2021; Liaudat, López Castro y Moreno, 2021), se buscó conocer la opinión de la población local sobre la importancia de los agroquímicos para llevar adelante la producción. Con ese objetivo, en ambas encuestas se preguntó cuán necesarios resultan para producir.
En términos generales, a partir del análisis de ambos relevamientos es posible resaltar el predominio, en la población alcanzada por la encuesta, de perspectivas críticas moderadas sobre los agroquímicos, especialmente entre las personas no vinculadas al agro.
En la encuesta de 2021 se encontró un leve predominio de posiciones críticas respecto de los agroquímicos (45%) por sobre aquellas más favorables (35%). Las críticas fueron, de todos modos, más bien moderadas (29% señaló que podrían utilizarse en menor cantidad y sólo para algunos cultivos), aunque hubo también un núcleo con posiciones más taxativas (16% sostuvo que no son indispensables, se puede producir sin usarlos). Por otra parte, entre quienes se mostraron favorables al uso de agroquímicos también hubo predominio de posiciones moderadas (25% señaló que son necesarios, pero no en la cantidad que se utilizan en la actualidad) y un grupo minoritario adoptó una postura de apoyo contundente (10% señaló que son indispensables, si no, no se logra tanta cantidad de productos).
El vínculo con el agro parece influir, sobre todo en las posiciones más extremas, tanto a favor como en contra del uso de agroquímicos. Las personas no vinculadas con el sector se mostraron más proclives a perspectivas altamente críticas (21% respondió que los agroquímicos no eran indispensables, frente a un 12% registrado para las vinculadas al agro), mientras que las vinculadas identificaron a los agroquímicos como indispensables en mayor medida (13% frente a 4%).
Para la segunda encuesta, realizada durante 2022, se refinaron las opciones de respuesta y se ofreció un mayor gradiente. A diferencia de lo que se encontró en 2021, en este caso las posiciones que se pueden considerar favorables al uso de agroquímicos aventajaron a las posiciones críticas (58% frente a 42%, respectivamente). No obstante, aun dentro del espectro favorable, se destacaron, al igual que en el relevamiento de 2021, las posiciones moderadas. La opinión con mayor adhesión fue que son necesarios, pero su uso debe ser más regulado (34%). Este dato abre un interrogante acerca del fundamento de ese parecer, ya que puede dar cuenta de la existencia de un sentido crítico, que considera deseables los controles sobre el uso de los agroquímicos, pero coincide también con el discurso de los agronegocios, que centra la interpretación de la problemática ambiental en el modo en que se usan los productos y en las limitaciones de las regulaciones vigentes y no en los agroquímicos mismos o en el hecho de utilizarlos.
Las posiciones favorables al uso de agroquímicos resultaron más enfáticas entre las personas vinculadas con el sector. En particular, se destaca que la opción los agroquímicos son indispensables fue casi dos veces más frecuente entre las personas vinculadas que entre las no vinculadas (22% versus 12%, respectivamente). Las posiciones más críticas, por su parte, presentaron niveles considerables y, al igual que en la encuesta 2021, fueron elegidas en mayor medida por las personas sin vínculo. Sin embargo, no es menor que más de un tercio de quienes señalaron tener vínculo hayan optado por esas posiciones también y que casi un cuarto haya adherido a la opción más fuertemente crítica que señala que los agroquímicos no son indispensables. Otro aspecto para resaltar es que las opciones moderadas y que ponían el eje en la necesidad de regular el uso de los agroquímicos, haciendo énfasis en la forma de uso y no en los productos en sí, tuvieron un peso relevante, tanto entre las personas vinculadas al agro como entre las no vinculadas.
Si se observan sólo las respuestas de las personas relacionadas con el agro, en ambas encuestas se destaca que las posiciones críticas resultaron más recurrentes entre quienes tienen un vínculo institucional y familiar que entre quienes se relacionan por su actividad económico-productiva.
Entre estos últimos predominaron las posiciones favorables al uso de agroquímicos. En la encuesta 2021 (tabla 1) un porcentaje mucho más alto que en los otros subgrupos respondió que son indispensables… (20% contra entre 5% y 8%), mientras que en la encuesta realizada en 2022 (tabla 2) la consideración del uso de agroquímicos como indispensable para producir fue tres veces más alta entre quienes tienen relación económico-productiva que entre quienes tienen relación institucional o familiar. Pero también hubo miradas críticas respecto del uso de agroquímicos en poco más de un cuarto de quienes tienen vínculo económico-productivo con el sector, lo cual coincide en buena medida con la proporción de manifestaciones en ese sentido identificadas en otras investigaciones, mediante grupos focales y entrevistas.7 Esta continuidad resulta sugerente respecto de la existencia de tensiones al interior del mundo de los actores agrarios y de un posible núcleo de sentido crítico en desarrollo.
Entre las personas con relación familiar o institucional predominaron las miradas críticas. Si bien en buena medida eligieron opciones críticas moderadas (necesidad de regulación o uso de menor cantidad de agroquímicos), alrededor de un 20% dentro de esos subgrupos tomó una posición más claramente contraria (los agroquímicos no son indispensables). Estos posicionamientos podrían dar cuenta de un cierto distanciamiento reflexivo, asociado a no estar involucrados en forma directa con la producción agrícola, es decir, no tan permeados por intereses claramente vinculados a su posición de clase. Pero también podrían asociarse a la presencia de una mirada que cuestiona en cierta medida la “distribución ecológica” (Leff, 2006) de la forma en que se produce, es decir, los costos ambientales y sanitarios asociados a ella. En síntesis, a partir de este análisis es posible inferir que, en un marco de aceptación, en términos generales, del discurso de los agronegocios sobre la necesidad de utilizar agroquímicos para producir, la población encuestada consideró excesiva la cantidad en que se aplican y, en consecuencia, se inclinó por posiciones que van desde la regulación (que sería la opción más moderada) hasta la producción libre de este tipo de productos. Las críticas más fuertes, en ese sentido, fueron expresadas por personas no vinculadas al agro y por quienes señalaron tener relación familiar e institucional con el sector.
Un aspecto para resaltar es que la defensa taxativa de los agroquímicos como indispensables tuvo escaso peso relativo, aun entre quienes tienen actividad económico-productiva relacionada con el sector, y que las posiciones moderadas fueron las predominantes, lo cual podría indicar la existencia de tensiones con el discurso de los agronegocios que predomina en la esfera pública y de algunas variaciones en las posiciones de los actores agrarios identificadas en estudios previos (Delgado, 2021; Liaudat, 2019; Liaudat, López Castro y Moreno, 2021). En ese marco, la especial relevancia que presentaron las opciones vinculadas a la regulación de los agroquímicos en los dos relevamientos puede asociarse a lo que Skill y Grinberg (2013) llaman “posición pragmática”, que se sostiene en considerar los beneficios económicos del uso de agroquímicos, cuestionar las pruebas de sus efectos nocivos e impulsar la aplicación de técnicas de uso responsable (por ejemplo, las buenas prácticas agrícolas), como solución a los problemas del mal uso. En línea con otros estudios que han señalado la prevalencia de esta posición entre productores, propietarios o ingenieros agrónomos (Delgado, 2021), en este trabajo se ha corroborado su difusión entre las personas vinculadas al agro de formas diversas, pero también entre quienes no tienen relación directa con el sector.
La producción agropecuaria como fuente de contaminación
Otro aspecto en el que se indagó fue la opinión de la población de las agrociudades bonaerenses sobre cuán contaminante resulta la producción agropecuaria. En la encuesta de 2021 las opciones de respuesta presentaban sólo un gradiente simple (mucho, poco o nada), mientras que en el cuestionario de 2022 las posibles respuestas presentaban proposiciones más detalladas.
En términos generales se observa que buena parte de las personas que participaron de las encuestas identificaron a la actividad agropecuaria como contaminante, aunque con matices respecto de la gravedad del problema.
En el relevamiento de 2021, hubo posiciones repartidas entre las opciones contamina mucho y contamina poco, mientras que la opción nada fue elegida sólo por un 6% de las personas encuestadas. Esta pregunta tuvo un nivel de no respuesta relativamente alto.
Las posiciones más críticas aparecieron, en esta encuesta, entre las personas sin relación con el sector (49% eligió la opción mucho), mientras que entre las vinculadas las respuestas mostraron una perspectiva levemente menos crítica (con posiciones repartidas entre mucho y poco). Para el caso de las personas vinculadas al agro, estas posiciones podrían asociarse a la relativización de los impactos ambientales que fue identificada en estudios previos (Liaudat, López Castro y Moreno, 2021; Delgado, 2021), pero es de destacar que más de un tercio de ellas eligió la opción mucho para describir cuán contaminante es la actividad. Resalta, para el conjunto de la muestra, que sólo una pequeña parte de los encuestados consideró que la producción no contamina en absoluto. Es decir, se parte de un piso común de identificación de la actividad agropecuaria como contaminante y existen matices, en todo caso, en torno a la magnitud del problema.
En la encuesta de 2022, nuevamente, fue muy baja la identificación de la producción agropecuaria como no contaminante (sólo un 8% respondió no contamina nada o casi nada). La mayor parte de las personas encuestadas sostuvo que la actividad agropecuaria produce bastante o mucha contaminación. Sin embargo, el mayor gradiente de opciones permitió visualizar que un porcentaje importante relativizó el efecto contaminante de la actividad agropecuaria (34% respondió contamina poco y no más que otras producciones).
Las personas relacionadas con el sector mostraron posiciones repartidas: 49% relativizó la contaminación y 51% aceptó su existencia en diferentes grados. Entre quienes no están vinculados, por su parte, predominaron las opciones que consideran contaminante la producción agropecuaria (alrededor del 60%). Al igual que en el relevamiento de 2021, la opción no contamina explicó, con independencia del vínculo con el sector, un porcentaje muy bajo de las respuestas, lo cual refuerza la existencia de un piso común de acuerdo que asocia producción agraria con contaminación.
El peso de las opciones que relativizan la contaminación puede interpretarse en línea con una serie de operaciones discursivas del agronegocio que combinan la defensa del uso de agroquímicos con ciertas concesiones respecto de sus potenciales riesgos, pero matizan el carácter contaminante al poner el eje en el buen o mal uso o en la comparación con otros productos (utilizados en la producción o en el ámbito doméstico) que serían potencialmente más riesgosos (Liaudat, López Castro y Moreno, 2021). Los resultados presentados permiten señalar, como aspecto a profundizar, que las posturas que articulan concesión y relativización, que se identificaron como parte de las posiciones de los actores agrarios, resultan también relevantes entre las personas no vinculadas al sector.
Si se observan específicamente las posiciones de las personas vinculadas con el agro, es posible señalar que, nuevamente, aquellas con relación institucional y familiar fueron más críticas que aquellas con inserción económico-productiva, aunque es de resaltar que alrededor de un cuarto de este último subgrupo planteó el carácter contaminante de la actividad.
En la encuesta de 2021 (tabla 3) se destacan posiciones en forma de espejo invertido entre quienes se dedican a la producción o a actividades conexas y quienes se relacionan con el sector por vínculos familiares. Un 50% de los primeros considera que la producción contamina poco y un 50% de los familiares que contamina mucho, mientras que un 25% de quienes tienen vínculo productivo consideran que contamina mucho y un 30% de quienes tienen vínculo familiar que es poco contaminante. En el relevamiento de 2022 (tabla 4), por su parte, los datos muestran posiciones mucho más críticas entre las personas con relación institucional (87% de ellas sostuvo que la producción agropecuaria genera bastante o mucha contaminación), seguidas por las que tienen relación familiar (56% de ellas eligieron esas opciones).
Los resultados de ambos relevamientos permiten inferir nuevamente la presencia de una imagen que asocia la producción agropecuaria con problemáticas ambientales, ya que, en promedio, la mitad de los encuestados la identificó como fuente de contaminación más o menos grave. En principio, es posible señalar que las posiciones críticas fueron más fuertes entre las personas no vinculadas al sector, lo cual puede relacionarse con la creciente conflictividad social en torno a las consecuencias ambientales de la producción agropecuaria en los territorios pampeanos (Ferrer y Cabrini, 2018; Schmidt et al., 2021). Además, dentro del sector agropecuario se identificaron tensiones entre las perspectivas mayormente críticas de las personas con vínculo familiar e institucional y las miradas mucho más contemporizadoras de los actores con relación económico-productiva. Asimismo, resultó evidente el peso significativo de las posiciones que relativizan la contaminación mediante la estrategia de concesión que se señaló con anterioridad y el escaso peso de las opiniones que niegan la contaminación como efecto de la producción agropecuaria, aunque estas fueran más frecuentes entre quienes tienen inserción económico-productiva que en los otros dos subgrupos.
La identificación (más o menos clara) de la producción como contaminante se encuentra en línea con lo señalado por todos los estudios sobre percepción de riesgos para la salud reseñados previamente, pero, a diferencia de lo que señalaban Montedoro y Butinof (2019) y Delgado (2021), los resultados muestran que son las personas más alejadas de la producción las que señalan en mayor medida la contaminación. Si bien los enfoques de los trabajos no son equiparables, se abre un contrapunto interesante, a profundizar, respecto del peso de la cercanía (física, social o económica) en el registro y la caracterización de esa contaminación.
La opinión sobre grupos que denuncian los impactos ambientales
Finalmente, se buscó conocer cuál era la opinión de la población encuestada sobre los grupos que denuncian los efectos del uso de agroquímicos, para aproximarnos al registro de tensiones sociales y conflictos en torno a la aplicación de esos productos y a la recepción de quienes plantean esas tensiones en la esfera pública. A grandes rasgos, es posible señalar que hubo un fuerte apoyo a los grupos ambientalistas, con matices asociados a la vinculación con el agro. De este modo, se visualiza que las estrategias discursivas de los agronegocios para descalificar a estos grupos por supuestos intereses políticos o desconocimiento del sector (Liaudat, 2019) tendrían efectos limitados en la población de los espacios locales.
En la encuesta de 2021, además de la pregunta sobre la opinión respecto a estos grupos se incluyó previamente una para captar su nivel de conocimiento entre la población. Casi la mitad de la muestra (46%) señaló conocer la existencia de ese tipo de organizaciones. Fue a este grupo de personas al que luego se le consultó respecto de su opinión. Por ello, es necesario considerar que los resultados que se describen a continuación refieren a ese subgrupo y no al conjunto de la muestra.
Entre quienes conocían la existencia de grupos que denuncian los efectos de los agroquímicos hubo una opinión altamente favorable a ese tipo de agrupamientos e instituciones. El 70% les atribuyó funciones sociales de relevancia (hacen visible que los agroquímicos nos están enfermando y están contaminando la tierra, con 48% de las respuestas, o trabajan una problemática que afecta a toda la sociedad, con 22%). El restante 30%, por su parte, se posicionó críticamente frente a esas organizaciones, al optar por las respuestas tienen otros intereses políticos y/o económicos (15%) o están compuestos por personas que no saben de campo (15%).
Ante este panorama, resulta de especial interés analizar los datos obtenidos en función del vínculo con el agro. Llamativamente, en este 46% de la muestra, las posiciones favorables son mayoritarias, con independencia de la existencia o no de relación con el sector. Si bien la posición favorable es más marcada entre los no vinculados (85%), es de destacar que más de la mitad de las personas vinculadas al sector (61%) también optó por respuestas en esa línea.
Las miradas contrarias a estos grupos, por su parte, fueron mucho más altas entre los vinculados (39%) que entre los no vinculados (15%). Si bien este dato se encuentra en sintonía con el discurso identificado entre los actores agrarios, es de realzar que no es la posición mayoritaria, como podía esperarse al considerar las posiciones reconstruidas a partir de otras técnicas, como entrevistas y grupos focales. Esto puede deberse a que los datos refieren sólo a un grupo de las personas encuestadas, que tal vez tenga interés especial en la temática ambiental, pero no deja de ser un aspecto para profundizar, porque podría tratarse de un punto de tensión con el discurso de los agronegocios, que propone al ambientalismo como uno de los principales problemas con los que debe lidiar la actividad agropecuaria.
En el relevamiento de 2022, por su parte, se consultó la opinión sobre los grupos ambientalistas al conjunto de las personas que respondieron la encuesta. Nuevamente, las posiciones favorables a estos grupos fueron mayoritarias: 56% optó por la respuesta son importantes, estoy de acuerdo con sus reclamos. También se destaca el peso importante de una posición que, si bien es favorable, considera críticamente sus formas de accionar: un 30% optó por la respuesta son necesarios pero tendrían que moderarse un poco. Las opiniones meramente negativas, por su parte, fueron escasas (14% de las respuestas): un 10% señaló que hablan desde el desconocimiento y frenan el desarrollo, mientras que sólo un 4% eligió la opción más crítica, que planteaba que son negativos y no tendrían que existir.
Al igual que en la encuesta de 2021, la relación con el sector aparece incidiendo en el énfasis de las posiciones: la opción que refleja mayor apoyo fue mucho más elegida por las personas no vinculadas (60% versus 42%) y entre las personas relacionadas con el sector tuvo un peso relevante la opción más moderada, que considera necesaria la existencia de estos grupos, pero cuestiona sus formas de accionar (39%).
Al analizar específicamente las opiniones de las personas vinculadas al agro surgen algunas diferencias entre los dos relevamientos. En la encuesta de 2021 (tabla 5), las personas con relación económico-productiva presentaron posiciones más claramente alineadas con los discursos del agronegocio (y sostenidos por buena parte de los actores agrarios que participaron en las investigaciones previas): predominó la caracterización de los grupos ambientalistas como integrados por personas que desconocen el sector (29%) o movidas por intereses políticos o económicos no declarados (28%). Las personas con relación institucional, por su parte, se mostraron mayormente favorables a los grupos ambientalistas (67%) y las relacionadas por vía familiar se manifestaron aún más a favor (78% de las respuestas). Tanto en este caso como en las demás preguntas analizadas cabe interrogarse de qué modo inciden los grados de cercanía con la actividad y las relaciones de género (Kunin y Lucero, 2020) en el mayor grado de criticidad de este subgrupo, aspectos que será de gran interés profundizar en el futuro.
En la encuesta realizada en 2022 (tabla 6), por su parte, resulta evidente el predominio de las posiciones favorables a los grupos que denuncian las fumigaciones y una muy baja incidencia de las miradas negativas, independientemente del tipo de relación con el sector. Los resultados llaman la atención, sobre todo para el caso de las personas con relación económico-productiva, ya que sus posiciones se corren en buena medida de las reconstruidas en las investigaciones previas. Si bien es necesario considerar que pueden haber respondido la encuesta personas con especial interés en cuestiones ambientales, no deja de ser llamativo el peso de las respuestas favorables.
Es posible que estos resultados en las dos encuestas se relacionen con la conflictividad social creciente en los territorios en torno a los impactos de la producción agropecuaria sobre el ambiente y la salud de las personas (Acosta, 2022; Cloquell et al., 2014; Delgado, 2021; Lucero, 2019). En ese marco, se destaca el alto grado de aceptación de estos grupos ambientalistas entre los vinculados al agro, ya que ello podría estar indicando la existencia de matices respecto del señalamiento del discurso ambientalista y sus impulsores como “enemigos” del campo y el desarrollo.
El enorme peso de las opiniones favorables a los grupos ambientalistas en la población no vinculada al sector, por su parte, puede relacionarse con la creciente visibilidad que han adquirido en la esfera pública los problemas ambientales vinculados a la producción agropecuaria y que, en los territorios locales, adquieren relevancia por los reclamos de distintos actores (organizados o no). Esas posiciones sobre este tipo de grupos y sus reclamos, además, se encuentran en línea con la caracterización de la actividad agropecuaria como contaminante y la crítica (moderada) al uso de agroquímicos para producir. Entonces, tal vez esa imagen positiva pueda asociarse a la necesidad de que esos posicionamientos ganen fuerza y se manifiesten con aún más énfasis en la esfera pública, o a la búsqueda de posibles soluciones de orden colectivo a la problemática que atraviesa a todos los territorios vinculados con lo agrario desde hace años.
Conclusiones
Lo desarrollado hasta aquí permite poner en perspectiva, a partir de la información provista por dos encuestas realizadas en la PBA en 2021 y 2022, el predominio del discurso de los agronegocios sobre tópicos centrales de la producción agropecuaria pampeana reciente, considerando para ello tanto las posiciones de las personas vinculadas (de diversas formas) al agro como las opiniones de la población no vinculada con el sector.
Una primera cuestión para destacar es que, al ampliar la mirada al conjunto de la población y respecto de los posicionamientos encontrados entre buena parte de los actores agrarios en trabajos previos, aparecen con más fuerza posiciones abiertamente críticas de la forma de producción altamente dependiente de insumos. Además, al profundizar en las perspectivas del grupo vinculado al agro, es posible identificar tensiones entre quienes tienen relación económico-productiva y quienes se vinculan institucional o familiarmente.
Estas observaciones no pretenden opacar las múltiples estrategias desplegadas por los promotores de los agronegocios (Córdoba, Liaudat y Sosa Varrotti, 2023) ni la capacidad para lograr consensos importantes que ha mostrado tener su discurso, sobre todo entre personas vinculadas al sector. Pero ese consenso mayoritario encuentra ciertos límites. Se hallaron algunas voces disidentes o núcleos de sentido crítico que, si bien tienen más eco entre la población no vinculada al agro, son relevantes también entre los diversos actores agrarios.
En este punto es necesario advertir que los posicionamientos críticos descriptos pueden estar influenciados, por un lado, por una suerte de “clima de época” asociado a la emergencia y al avance de preocupaciones ambientales entre la población. Ese marco de referencia podría estar orientando las respuestas hacia lo que se considera, al menos en algunos ámbitos, como políticamente correcto. En este sentido, tal como lo señala Leff (2015), tener cierta “conciencia” ambiental no se liga necesariamente con una lectura política que movilice la acción social. Por otro lado, pueden estar incidiendo las estrategias comunicacionales de las megaempresas y multinacionales vinculadas al agro, que han incorporado nuevos giros y énfasis en sus discursos, a partir de la inclusión del concepto de sustentabilidad y la declaración de compromiso con el ambiente. Es decir, lo que se registra podría dar cuenta del avance de perspectivas críticas que visibilizan la tensión entre la reproducción del capital y la reproducción de la vida, pero también de nuevas estrategias de construcción de hegemonía del agronegocio, lo cual refuerza la necesidad de profundizar en los análisis para poder dar cuenta en mayor medida de las implicancias y la extensión de esas perspectivas en la población.
Aun con las precauciones del caso, los resultados de este trabajo resultan de interés, no sólo porque suponen un contrapunto con el discurso dominante, sino porque se dan en un marco de alto consenso positivo en relación con el sector agropecuario en los territorios locales. En un estudio reciente se encontró una fuerte identificación de la población de las localidades agrarias con un ideario que considera al agro como pilar de la economía nacional y a los productores como símbolo de sacrificio y trabajo (López Castro y De Martinelli, 2022). Entonces, es posible hipotetizar que la buena imagen del sector, predominante entre los actores agrarios y en buena parte de la población local, encuentra un límite en la identificación de la producción agropecuaria como fuente de contaminación que impacta en los territorios, así como también que las críticas ambientales encuentran su límite en la consideración del sector como fundamental para la economía del país, en esa suerte de encrucijada entre crecimiento económico y ambiente/salud a la que refieren, con matices, tanto Staffolani y Cuesta Ramunno (2020) como Montedoro y Butinof (2019).
Estudios previos han permitido corroborar un retroceso de los debates en torno a la clásica cuestión agraria en Argentina, de la mano del repliegue de la discursividad agrarista que denuncia la concentración de la tierra y del carácter hegemónico del discurso de los agronegocios en la esfera pública nacional. En cambio, se ha detectado que, actualmente, la perspectiva crítica sobre el modelo de desarrollo aparece vinculada a discursos que ponen el foco en los impactos socioambientales del modelo productivo dominante y constituyen el nuevo eje de la conflictividad en los territorios donde lo agrario tiene especial relevancia.
En ese marco, conocer los posicionamientos de la población, en sus matices y articulaciones, se muestra relevante para poder identificar los consensos, las tensiones y las posibilidades que abren para poner en debate el modelo productivo y recuperar la discusión sobre la cuestión agraria tomando como punto de partida el prisma ambiental.