Introducción
La forma como el ser humano se relaciona con otros animales, la ética detrás de esas relaciones y sus consecuencias ahora y a futuro son aspectos de interés creciente entre el público en general, que muestra clara preocupación por la manera como usamos los animales, en todos los ámbitos: alimentación, ropa, mascotas, entretenimiento, investigación y, por supuesto, en los sistemas de producción animal (Tarazona et al., 2020). La piedra angular de cualquier sistema de producción ganadera son las personas encargadas de manejar los animales (nos referiremos a ellos como manejadores de aquí en adelante), quienes son responsables del bienestar y la productividad de los animales con los que trabajan (Losada‑Espinosa, 2020). Sin embargo, se ha reportado que la producción ganadera se considera una ocupación estresante, y los manejadores estresados no tienen buenas estrategias de adaptación, además de ser una profesión infravalorada socialmente (Hansen y Østerås, 2019). La relación ente humanos y animales en los sistemas de producción no sólo afecta de forma directa el bienestar de los animales, sino también la salud humana, por esto, el concepto de Una salud (One-Health) podría ayudar a promover estándares para garantizar la salud y el bienestar de los animales de granja, así como prevenir o reducir los riesgos que puedan afectar a las personas, lo que promueve finalmente la sostenibilidad (Valadez-Noriega et al., 2018).
Un desafío actual ante los retos que enfrenta la humanidad es que los sistemas de producción animal deben ser sostenibles. Esto significa que el sistema debe ser aceptable ahora y sus efectos futuros esperados deberán ser aceptables, en particular en relación con la disponibilidad de recursos, las consecuencias del funcionamiento y la moralidad de la acción (Broom, 2019). Las consecuencias de las relaciones entre los humanos y otros animales tienen implicaciones éticas para la población en general, además de las consecuencias directas sobre el bienestar animal y humano, por tanto, mejorar estas interacciones es esencial para lograr sistemas alineados con los actuales paradigmas de una salud, un bienestar, una biología (Tarazona et al., 2020).
Interacción humano-animal en los sistemas de producción ganadera
La interacción humano-animal en los sistemas de producción implica cualquier contacto entre estos seres vivos. Estas interacciones involucran la percepción de estímulos táctiles, visuales, olfativos y auditivos, y pueden clasificarse, según su naturaleza, en positivas, negativas o neutras (Waiblinger et al., 2006), dependiendo de cómo el manejador lleva a cabo su rutina en la granja. Los animales de granja pueden reaccionar a las características humanas o aprender a asociar la presencia y el comportamiento de los humanos con el manejo aplicado (Hemsworth et al., 2018). En general, las acciones aversivas conducen a respuestas negativas, como el aumento del miedo de los animales en relación con los humanos (Acharya et al., 2022; Ebinghaus et al. 2018). Este aumento del miedo no se debe sólo a que la presencia humana represente una amenaza para ellos (Paranhos da Costa y Tarazona, 2011), sino también porque algunas de las tareas rutinarias en las granjas pueden tener un carácter aversivo, como la inmovilización de animales para vacunación, administración de medicamentos, intervenciones quirúrgicas y transporte (Acharya et al., 2022, Hemsworth y Coleman, 2011). Si estas actividades se combinan con sonidos agudos -como silbar, gritar, aplaudir, sacudir sonajeros y golpear herramientas contra una superficie sólida- e interacciones táctiles -como el tábano eléctrico, golpear y pinchar a los animales mientras los manipulan-, la percepción de los humanos por parte de los animales será obviamente aversiva (Honorato et al., 2012; Rushen et al., 1999) y de naturaleza negativa.
Todas estas manipulaciones negativas deben evitarse en el manejo de animales (Tarazona et al., 2020) porque estos aprenden a evitar estímulos relacionados con situaciones potencialmente peligrosas, sobre todo a partir de eventos aversivos promovidos por el manejador, y el miedo juega un papel crucial en este proceso de evasión (Hemsworth et al., 1996; Rushen et al., 1999). Estudios confirman la existencia de una relación directa entre las interacciones negativas y el miedo de los animales hacia los humanos, con la consiguiente reducción del rendimiento productivo en diversas especies, por ejemplo, menores tasas de preñez y producción de leche en los bovinos (Ceballos et al., 2018b; Hemsworth et al., 2002); menores tasas de crecimiento y efectos adversos en la reproducción porcina (Hemsworth et al., 1981, 1986); y menores tasas de conversión alimenticia y cantidad de producción de huevos en pollos y gallinas ponedoras, respectivamente (Barnett et al., 1992; Hemsworth et al., 1994a; Jones, 1993). Las interacciones negativas entre humanos y animales también están relacionadas con niveles más altos de cortisol en cerdos (Hemsworth et al., 1981, 1986), bovinos (Hemsworth et al., 2002) y ovejas (Hemsworth et al., 2011), con la consiguiente reducción del bienestar animal.
Sin embargo, el miedo de los animales hacia los humanos puede disminuir a través de procesos de aprendizaje, como la habituación (con exposición a humanos en un contexto neutral) y el condicionamiento operante con recompensa positiva (Acharya et al., 2022; Petherick et al., 2009). Esto indica que minimizar el uso de interacciones negativas es una estrategia importante para mejorar el bienestar animal y reducir la respuesta al miedo, además de una estrategia comercial útil (Hemsworth, 2007).
Actitudes y comportamiento
La ciencia de la psicología revela que un factor de disposición importante para predecir el comportamiento humano es la actitud, esta se aprende, se modifica e influye directamente en el comportamiento de los humanos hacia los animales (Hemsworth y Coleman, 2011). Un aspecto importante en el desarrollo de las buenas relaciones ente humanos y animales es la empatía, que permite a los manejadores adquirir conocimientos sobre comportamientos o incluso “estados de ánimo” del animal que pueden utilizarse para identificar problemas de bienestar (Burton et al., 2012, Coleman et al., 2003). Se ha indicado que los manipuladores que tienen creencias negativas sobre los animales son más propensos a comportarse de forma negativa con ellos, por el contrario, un manejador con una actitud más positiva hacia los animales tiende a exhibir un comportamiento menos negativo o aversivo cuando los manipula (Fukasawa et al., 2017; Ceballos et al., 2018a). Por lo tanto, la actitud del manejador juega un papel fundamental en la reducción del miedo en los animales (Hemsworth et al., 2002). Es fundamental comprender que, en la mayoría de los casos, las actitudes de algunos trabajadores y las consiguientes “malas conductas” en los sistemas de producción pecuaria no se dan por crueldad intencional (Graça et al., 2016). La mayoría de estas conductas son intuitivamente consideradas inofensivas por ellos, por lo general, ejecutadas por desconocimiento y, por ello, ocurren con frecuencia en los sistemas de producción animal (Hemsworth, 2007; Pulido et al., 2019). Un agravante es que, en la mayoría de los casos, el foco de la investigación y desarrollo en la ganadería está en la innovación tecnológica -especialmente en áreas como alojamiento, nutrición, genética y salud de los animales (Hemsworth y Coleman, 2011)- y se pasa por alto a los manejadores, quienes no han recibido el debido reconocimiento por su importante labor dentro del sistema de producción animal y su gran influencia en el bienestar y productividad de los animales. Aunque los efectos del comportamiento de los manejadores en el bienestar y la productividad de los animales de granja han sido bien caracterizados, no han recibido un amplio reconocimiento. En muchas explotaciones ganaderas, las tasas de rotación de los manejadores son altas y la inversión en formación es limitada. Esto conduce a un ciclo problemático que se perpetúa a sí mismo, en el que los empleados menos valorados o no capacitados de manera adecuada tienen intervalos de empleo cortos, lo que “justifica” a los productores su no inversión en la capacitación de los empleados (Hemsworth y Coleman, 2011).
Desarrollo del trabajo
Los manejadores adquieren sus actitudes y comportamientos hacia los animales bajo su cuidado a través del aprendizaje del condicionamiento clásico y operante y la influencia de la variación de su estado motivacional (Hemsworth y Coleman, 2011). Basada en la teoría de la disonancia cognitiva propuesta por Festinger (1957), existe una relación recíproca entre las actitudes y el comportamiento de las personas. Esto quiere decir que las actitudes no sólo influyen en el comportamiento, también el comportamiento influye en las actitudes. Es decir, una vez que una persona realiza una conducta, existe una tendencia a modificar las actitudes pertinentes para la realización de esta conducta (Hemsworth y Coleman, 2011).
La actitud del manejador hacia los animales también puede influir en algunas características relacionadas con el trabajo y, en consecuencia, su desempeño (Hemsworth et al., 2002). Esto significa que una mala actitud hacia el animal generará dificultades de manejo, lo que afectará de forma negativa la motivación en el trabajo que, a su vez, afectará la buena ejecución de este (Alencar et al., 2007). Una mala actitud hacia los animales, por ejemplo, puede afectar la voluntad de inspeccionarlos e intervenir rápidamente cuando los animales tienen un problema (Hemsworth, 2007). También es posible que cuando las personas utilizan comportamientos negativos durante el manejo (golpes, gritos, etc.), se sientan más cansadas y aburridas (Grandin, 2015). Un estudio encontró que después de que el equipo de carga de camiones, en las empresas avícolas y porcinas, trabaja más de 6 h, las lesiones y muertes de animales pueden duplicarse, lo que sugiere que las personas cansadas maltratarán más a los animales (Pulido et al., 2019). Por otro lado, el aburrimiento también puede tener efectos en términos de la atención del manejador hacia los animales, lo que hace que sus tareas sean menos satisfactorias o desafiantes (Burton et al., 2012).
Según Blumberg y Pringle (1982), existen tres factores que influyen en el desarrollo del trabajo de las personas: la capacidad, la oportunidad y la disposición. Capacidad incluye variables como habilidades, salud y conocimiento; oportunidad incluye condiciones de trabajo, equipo y herramientas disponibles, acciones de los compañeros de trabajo y políticas y reglas organizacionales; disposición incluye motivación, satisfacción y actitud hacia el trabajo y los animales (Coleman y Hemsworth, 2014; Hemsworth y Coleman, 2011). El desempeño en el trabajo depende principalmente de una combinación de motivación, conocimientos técnicos, habilidades y la oportunidad de realizar el trabajo. Una baja motivación limitará el desempeño en el trabajo, independientemente de las habilidades y conocimientos técnicos del individuo (Hemsworth, 2007).
La inequidad entre el salario de los manejadores, su nivel de conocimientos y habilidades necesarios para realizar el trabajo y el impacto potencial que estos empleados pueden tener en la productividad general y el bienestar de los animales se ha convertido en un tema de interés (Daigle y Ridge, 2018). En este sentido, aquellas empresas que bonifican a los empleados por velocidad y no por buen manejo están promoviendo malas prácticas de manejo con consecuencias sobre el bienestar animal (Grandin, 2003). Un ejemplo es la práctica de cobrar por cabeza en lugar de por hora y realizar bonificaciones basadas en el número de cerdos destetados por cerda por año. En este tipo de entorno de trabajo, los manejadores no pueden pensar en el bienestar animal, incluso cuando estas malas prácticas pueden aumentar los problemas de salud tanto en los animales como en las personas (Daigle y Ridge, 2018). Por lo tanto, el método de pago puede afectar la calidad del manejo. Por el contrario, un buen motivador para mejorar el manejo podría ser un incentivo financiero resultante de mejoras en la productividad animal o una reducción de contusiones o huesos rotos (Grandin, 2003, 2006).
El impacto de las características anteriores en el desempeño general del trabajo es evidente. Sin embargo, los efectos de estos en el comportamiento del manejador y su impacto en el comportamiento y desempeño de los animales son menos obvios y necesitan atención (Hemsworth, 2007); aunque existen estudios que demuestran que las interacciones humano-animal afectan el desempeño laboral y la satisfacción del manejador, con implicaciones directas en el bienestar animal (Hemsworth, 2007). Los factores complejos que determinan el comportamiento humano, como la personalidad y la autoestima, también deben tenerse en cuenta al contratar a un manejador en un sistema de producción bovina (Boivin et al., 2003). Los estudios han demostrado que los diferentes rasgos de personalidad de los manejadores están directamente relacionados con sus actitudes hacia los animales (Coleman et al., 2000; Hanna et al., 2009; Waiblinger et al., 2002). Así, en un estudio reportaron que a mayor bienestar ocupacional y menor estrés del manejador, mejor es el bienestar animal en las vacas lecheras (Hansen y Østerås, 2019). Además, los lugares de trabajo caracterizados por un alto riesgo de lesiones, violencia, mucha tensión y estrés crónico se han relacionado con resultados adversos para la salud de los empleados, como agotamiento, altas tasas de lesiones y depresión (Dalla Costa et al., 2019; McCaughey et al., 2013; Roberts et al., 2017).
Entrenamiento
El comportamiento humano consta de cuatro elementos: la acción realizada, el objetivo al que se dirige la acción, el contexto en el que se realiza la acción y el tiempo en el que se realiza (Fishbein y Ajzen, 2010). Así, para promover un cambio en el comportamiento humano, es necesario adquirir conocimientos y habilidades y cambiar hábitos fundados; cambiar las actitudes y creencias establecidas en la persona, para prepararla para enfrentar las reacciones de otras personas. Según Hemsworth y Coleman (2011), para provocar un cambio de comportamiento en una persona es necesario actuar sobre factores personales y externos relevantes a la situación conductual que se desea cambiar.
Los estudios llevados a cabo en sistemas de producción porcina y bovina -con la finalidad de evaluar el efecto de la formación de los empleados (que involucran técnicas conductuales y cognitivas) sobre sus actitudes y comportamientos- informan el potencial de estas formaciones para promover la mejora de las interacciones entre humanos y animales (Ceballos et al., 2018a; Coleman et al., 2000; Hemsworth et al., 1994b; Hemsworth et al., 2002). Por ejemplo, algunos de estos estudios demostraron que las personas que recibieron este tipo de entrenamiento realizaron un mayor número de comportamientos positivos hacia los animales, así como un menor uso de comportamientos negativos, en comparación con las personas que no recibieron el mismo entrenamiento (Ceballos et al., 2018a; Coleman et al., 2000; Hemsworth, et al., 1994b; Hemsworth et al., 2002).
Los programas de formación de los manejadores, especialmente dirigidos a la mejoría de actitudes y comportamientos, optimizan sus habilidades de manejo, actitudes y comportamientos y, en consecuencia, disminuyen el miedo de los animales hacia los humanos. Mejorar el manejo de los animales genera beneficios tanto para los animales como para los trabajadores e incrementa el bienestar y la productividad de ambos. Además, las mejoras en la relación humano-animal aumentan la motivación de los manejadores y, por lo tanto, su rendimiento laboral. En otras palabras, los programas de capacitación especializados que se enfocan en cambios en las actitudes y comportamientos negativos hacia los animales ofrecen una excelente oportunidad para mejorar las interacciones entre humanos y animales en los sistemas pecuarios, con numerosos beneficios (Ceballos et al., 2018a).
Infraestructura
El diseño físico del entorno de trabajo juega un papel importante (Rushen y de Passillé, 2015), ya que las dificultades para mover el ganado pueden causar frustración en los manejadores y traer como consecuencia manejos más bruscos (Grandin 1997; Rushen et al. 2008). Así, los equipos bien diseñados pueden facilitar el manejo de los animales, pero de nada sirven si no se hace de forma correcta. Los equipos requieren mantenimiento y supervisión además de entrenamiento a las personas que los van a usar (Grandin, 2006). Aun cuando ya se tienen diseños apropiados para el manejo etológico de los animales -quiere decir diseñados de acuerdo con el comportamiento y sentidos sensoriales de cada especie-, estos aún no se adoptan masivamente en los sistemas de producción animal (Grandin, 2018). Los diseñadores juegan un papel crucial porque, en términos generales, tienden a buscar soluciones más prácticas (Grandin, 2003). Por lo tanto, es probable que encontrar mejores formas de mover a los animales conduzca a reducciones significativas en el uso de manejo aversivo (Rushen et al. 2008; Rushen y De Passillé, 2015). Por otro lado, se ha reconocido que las malas instalaciones pueden incluso ser una de las razones de que las auditorías de bienestar en sistemas productivos sean fallidas. Por lo tanto, para evitar que lo malo se vuelva normal, se ha propuesto que la gerencia realice auditorías internas periódicas utilizando puntajes numéricos (Grandin, 2003, 2006; Rushen y De Passillé, 2015).
La adecuada infraestructura aunada con entrenamiento y buenas condiciones laborales puede mejorar la calidad de las interacciones entre humanos y animales y, de esta manera, reducir los accidentes y consecuentes riesgos de lesiones. Los accidentes de trabajo son una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en la industria ganadera, estos accidentes son causados por dos tipos de exposiciones al riesgo: agudas y crónicas. Las lesiones por exposición de corta duración se denominan lesiones traumáticas, mientras que las lesiones causadas por la exposición crónica a movimientos repetitivos o esfuerzos forzados se denominan lesiones por esfuerzo repetitivo (Khanzode et al., 2012). La mayoría de los manejadores son conscientes del riesgo de lesiones relacionado con el manejo de animales, pero, a menudo, piensan que conocen a sus animales y que este tipo de accidentes no ocurrirán (Svendsen et al., 2014). Las lesiones graves del cuerpo suelen ser causadas por ataques de animales grandes, como caballos y bovinos; las patadas, pisotones y las heridas por cuernos son los riesgos más comunes (Caglayan et al., 2013). La mayoría de los accidentes ocurren dentro de las instalaciones, como corrales, cerca de puertas y cercados.
Conclusiones
La calidad de las interacciones entre animales y sus manejadores tiene efectos enormes sobre el bienestar animal, el bienestar humano y criterios de sostenibilidad, por tanto, es fundamental mejorar estas interacciones mediante capacitación del personal, mejoramiento de sus condiciones de trabajo, infraestructura adecuada y pago justo. Se requiere una cultura renovada que reconozca la importancia del trabajo de los manejadores para el éxito del agronegocio pecuario y, de esta forma, incentivar a aquellos que hagan bien su trabajo respetando a los animales, reduciendo los riesgos tanto para el animal como para ellos y manteniendo una infraestructura funcional sin daños mediados por los malos manejos. Todo esto redundará, sin duda, en mayor eficiencia en las cadenas productivas con beneficios para todos.