Introducción
Las abejas melíferas (Apis mellifera) son susceptibles a numerosas enfermedades infecciosas y parasitarias que afectan su salud. Dentro del conjunto de enfermedades descritas para Uruguay, las que mayor impacto han tenido son la varroasis (ácaro Varroa destructor) y la loque americana (LA) (bacteria Paenibacillus larvae). Estos patógenos pueden generar pérdida de colmenas, reducción de su productividad o, indirectamente, afectar la comercialización de la miel con destino a la exportación (Invernizzi et al., 2011; Van Engelsdorp y Meixner, 2010). En los apiarios comerciales, los apicultores deben conocer y reconocer las diferentes enfermedades para desarrollar las mejores estrategias de control. Estos aspectos son fundamentales, ya que el manejo de las colmenas y los tratamientos zooterápicos y zootécnicos tienen importancia para la sanidad de las abejas, así como para aspectos vinculados a la inocuidad de la miel (y otros productos de las abejas) y su comercialización.
La loque americana es una enfermedad bacteriana que tiene importancia tanto para la salud de las abejas como para la comercialización de la miel. Afecta solo a las crías de abejas y provoca la muerte de larvas y pupas. Esta enfermedad es de declaración obligatoria en el país y en la Organización Internacional de Epizootias (OIE) (Organización Mundial de Sanidad Animal, OMSA, 2014, 2018), por lo que la miel que contenga esporas puede tener limitaciones comerciales con países libres de LA. Si bien la bacteria se desarrolla en la cría, específicamente en el tubo digestivo, presenta también una fase esporulada de resistencia, la cual se mantiene viable en la miel, cera y material apícola durante más de 30 años (Genersch et al., 2010); estas características determinan vías de contagio y dispersión de la enfermedad entre diferentes colmenas y apiarios (Matović et al., 2023).
Clínicamente, la LA fue detectada en apiarios del Uruguay en 1998 y aislada por primera vez en el 2000 (Piccini y Zunino, 2001). Desde entonces, se han realizado relevamientos para analizar la evolución y distribución de la enfermedad en nuestro territorio. Inicialmente se observó que apiarios de la zona del litoral oeste eran los más afectados y, de forma gradual, se fue reduciendo hasta abarcar solo al departamento de Soriano (Antúnez et al., 2004, 2012). Es importante destacar que las colmenas relevadas en el 2011 no presentaban signos clínicos, sino que fueron aisladas esporas en dos muestras de miel (n=103, prevalencia 2 %). El relevamiento realizado en el 2021 mostró un aumento en la distribución territorial, manteniendo aún una baja prevalencia de muestras de miel positivas (10 %) (Antúnez, 2022).
En nuestro país existen diferencias regionales sobre las prácticas apícolas y el manejo de las colmenas; mientras que el litoral oeste y la zona centro-sur se caracterizan por la alta densidad de colmenas y las prácticas apícolas intensivas, la zona este del Uruguay posee menor número de apicultores, menor densidad de apiarios (Registro Nacional de Propietarios de Colmenas-RNPC-2021), así como prácticas apícolas más sencillas. Sumado a esto, en la zona este, hasta la fecha, no se han reportado colmenas con síntomas clínicos de LA. Coincidentemente, es en esta misma región donde las abejas presentan un mayor grado de africanización (híbridos de A. mellifera scutellata y A. mellifera mellifera) (Branchiccela et al., 2014; Diniz et al., 2003) y expresan un mayor comportamiento higiénico (Mendoza, 2018). A su vez, se ha demostrado que este comportamiento se asocia a la capacidad de las abejas para detectar, desopercular y remover la cría enferma de la celda antes que las bacterias de la LA alcancen el estado esporulado de diseminación de la enfermedad (Spivak y Danka, 2021).
Con base en estos antecedentes se planteó la hipótesis de que es posible encontrar zonas del Uruguay cuyas colmenas se encuentren libres de LA. El objetivo del presente trabajo fue determinar la presencia de LA en mieles de la región este-noreste del Uruguay, específicamente en los departamentos de Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, Rocha, Lavalleja y Maldonado.
Materiales y métodos
El muestreo fue realizado desde setiembre del 2021 a febrero del 2022. Para la selección de apiarios se incluyeron apicultores inscriptos en el RNPC, con más de 150 colmenas declaradas, cuyos apiarios fuesen fijos y reprodujeran su propio material biológico (tabla 1). Los apiarios están en su totalidad georreferenciados (figura 1) e incluyen apicultores de los departamentos de Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, Rocha, Lavalleja y Maldonado. Ninguno de los apiarios recibió alimentación en primavera (previo a la primera cosecha); parte de los apicultores no realizaron tratamiento contra varroa y aquellos que lo hicieron solo utilizaron productos orgánicos (tiras de cartón con ácido oxálico).
Durante la primera cosecha, se recolectaron muestras de miel directamente a la salida de la centrífuga de extracción, indicando el apiario específico de origen de acuerdo a los registros de trazabilidad del apicultor. Las muestras de miel (n=2 por apiario) fueron colectadas en frascos estériles (150 ml), rotuladas y conservadas en lugar fresco, a temperatura ambiente, hasta su procesamiento. Las muestras (n=80) fueron derivadas al Laboratorio de Bacteriología (MGAP-Dilave).
Los cultivos se realizaron mediante técnicas específicas para el aislamiento de P. larvae, de acuerdo a lo descrito en Antúnez et al. (2004) y OMSA (2018). Se procedió de la siguiente manera: se tomaron 20 g de miel por muestra, se diluyeron en agua destilada (1:1), centrifugado (6000g/40 min). Se descartó el sobrenadante y los pellets se re suspendieron en 2 ml de PBS estéril. Luego se incubaron a 80 °C durante 15 min, se sembró en medio J (con y sin ácido nalidíxico) y se incubó a 37 °C con CO2. En forma paralela, a cada incubación, se sembró un control positivo de P. larvae (control obtenido del muestreo de año anterior, confirmado por PCR, Laboratorio de Bacteriología del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable-IIBCE), de forma de validar cada proceso de cultivo de muestras. Las colonias sospechosas se analizaron mediante pruebas bioquímicas y la confirmación de su identidad se realizó mediante PCR utilizando primers específicos para P. larvae en el IIBCE.
Resultados
Del total de las muestras analizadas (n=80) no se obtuvieron aislamientos de colonias de LA (P. larvae). Los resultados fueron informados a cada apicultor incluido en el muestreo.
Discusión y conclusiones
Estos resultados indican que es posible obtener mieles libres de esporas de LA en apiarios de la región este-noreste del Uruguay y confirma los hallazgos de la tendencia observada con el monitoreo nacional en el 2021 (Antúnez, 2022). Para lograr esta condición a largo plazo es fundamental mantener actividades de monitoreo y capacitación continua dirigido a los apicultores (Antúnez et al., 2012), en particular asociado a buenas prácticas apícolas (detección temprana, recambio de material, eliminación de colmenas positivas, no alimentar colmenas con miel, etc.) y registros productivos (cuaderno de campo). Los resultados confirman las observaciones de campo y la ausencia hasta la fecha de casos con síntomas clínicos de LA en los departamentos incluidos en el muestreo. Si bien las abejas africanizadas, por su comportamiento defensivo, exigen un manejo más laborioso (Mendoza, 2018), la selección de líneas que expresen un buen comportamiento higiénico se asocia a apiarios con menor incidencia de enfermedades (Invernizzi et al., 2011; Spivak y Danka, 2021).
En suma, la investigación de campo y de laboratorio constituyen una herramienta fundamental para el monitoreo y vigilancia epidemiológica de las enfermedades de la colmena que afectan la producción de miel. Los hallazgos obtenidos también son un aporte al sector productivo vinculada a la exportación, ya que existen demandas específicas de determinados mercados con requerimientos sanitarios de mieles libres de esporas de esta bacteria. De esta manera, mieles cosechadas en zonas con monitoreos negativos a LA tendrán mayor probabilidad de exportarse a mercados específicos. El trabajo continuo de educación y extensión con apicultores es un pilar clave para el mantenimiento y mejora del estatus sanitario de las abejas, así como la aplicación de buenas prácticas en todos los componentes de la producción apícola.