1. INTRODUCCIÓN
Este artículo se propone analizar el consumo de información política, atendiendo a su relación con variables psicopolíticas como la sofisticación política (SP), la ideología política (IP) y el interés político (InP). Así, en la valoración de las dietas informativas ciudadanas cabe analizar cómo se configuran sus prácticas cotidianas de acceso a la información política, considerando el carácter ideológico, dinámico y contextual de sus preferencias (Paz García & Brussino, 2014, 2015). En paralelo, se procura aportar a nivel metodológico información empírica y analítica que contribuya a complejizar este constructo, entendiendo que en su vínculo con otras variables del comportamiento político permite observar un fenómeno que excede la mera exposición acumulativa a medios masivos, incluyendo el uso de fuentes de información política no mediáticas tales como la conversación política y el creciente empleo de redes sociales.
Desde esta perspectiva se cuestiona el frecuente tratamiento empírico del consumo de información política como medida de frecuencia o intensidad de exposición, tanto a medios masivos (Fuks & Pereira, 2011; Ha, 2011) como a contenidos comunicacionales específicos tales como publicidades y frames de propaganda política (Lee & Chang, 2010, 2011; Stevens, 2005). Al respecto, cabe distinguir el uso de medios masivos de comunicación del consumo de información política, resaltando el carácter activo, selectivo y autónomo de las audiencias en tanto “sujetos arraigados culturalmente” (Hidalgo Toledo, 2011, p. 17). Con el propósito de evitar reducir la problemática del consumo a medidas acumulativas de exposición, en este artículo nos referiremos al consumo informativo como el conjunto articulado de hábitos intersubjetivos asociados al empleo cotidiano de fuentes mediáticas y no mediáticas, masivas y no masivas, en un proceso de convergencia donde los formatos digitales convierten hoy a la información política en un flujo continuo (Fernández & Rodríguez-Virgili, 2017). Así, en el marco de transformaciones económicas, periodísticas y políticas del ecosistema mediático, aquí la convergencia mediática condiciona el consumo informativo con sus aristas de creciente digitalización y concentración, en tanto proceso multidimensional (Legorburu Hortelano & Sánchez Martínez, 2014) con epicentro en los avances de Internet. Asimismo, el espacio público se complejiza y amalgama sobre la base de micro-públicos entrecruzados y superpuestos dentro de una cultura de la conectividad en evolución permanente (Juares & Ferreyra, 2021). En este escenario, el estudio del consumo incorpora el concepto transmedia, en cuanto posibilidad de desplazamiento cross-media o cross-platform de las audiencias contemporáneas (Albarello, 2019) mediante el empleo de dos o más medios, fuentes, programas y funciones -en simultáneo- en un mismo dispositivo.
En este sentido, la investigación dirige su atención hacia el proceso activo y selectivo de apropiación de las audiencias, que promueve -para determinadas personas en determinados contextos- ciertos efectos mediáticos, lo cual permite observar “qué hace la gente con los medios” en lugar de “qué hacen los medios con la gente” (Valkenburg, Peter & Walther, 2016, p. 320) y enfocarse en los aspectos cognitivos e ideológicos del consumo como fenómeno cotidiano. En el marco de un conocimiento todavía escaso en torno a la experiencia de las audiencias en tales procesos, se destaca la emergencia de un contexto de de-masificación de la comunicación política, producto de una tendencia a la personalización de medios y contenidos donde “las personas moldean y son moldeadas por su propio uso selectivo de medios y tecnologías” (Ibíd., p. 331). Aquí la condición de selectividad del consumo mediático emerge como cuestión paradigmática, refiriendo al filtro personal del que disponen las audiencias en los escenarios contemporáneos de comunicación masiva, configurado por variedad de factores que tienen que ver con la disposición como factores experienciales y contextuales a nivel macro, meso y micro social. En esta línea, Slater (2007) aborda la lógica de funcionamiento de la selectividad mediática dentro de un modelo de refuerzo de espirales, reconociendo sus implicancias a nivel individual y social. Este modelo sostiene que las personas refuerzan una determinada identidad social mediante el consumo de información mediática coherente con sus preferencias, de lo que resulta luego un mayor involucramiento e impacto de esta experiencia de exposición en su evaluación y toma de posiciones y decisiones ante la realidad política. Asimismo, las cámaras de eco (echo chambers) explican que las personas suelen buscar y compartir información conforme a las normas de su grupo de pertenencia, en una tendencia a reforzar opiniones y creencias propias (Dubois & Blank, 2018).
En línea con lo anterior, en un estudio experimental sobre la percepción de sesgo ideológico en la lectura de noticias políticas locales, Paz García, Brussino y Alonso (2020) confirman tanto la vigencia de patrones pro-actitudinales como la tendencia a un mayor tiempo de procesamiento ante fuentes no familiares, en tanto factores que evidencian una lógica autorreferente y defensiva de consumo selectivo. De esta manera, se observa cómo las preferencias ideológicas influyen en el modo en que las personas procesan la información recibida a nivel cognitivo. La complejidad del comportamiento cotidiano de consumo de las audiencias de información política y su configuración ideológica permiten dar cuenta de la manera en que estudios actuales trascienden el núcleo original de la teoría de la disonancia cognitiva -es decir, más allá de este mecanismo de autoprotección psicológica existen motivaciones, creencias, valores y disposiciones actitudinales de orden psico-socio-político (Iyengar & Hahn, 2009; Gunther, 2017; Paz García, Brussino & Alonso, 2020) vinculadas a procesos de razonamiento motivado en torno a las decisiones y comportamientos de consumo en términos informativos-. Particularmente sobre la experiencia de consumo en contextos ideológicos polarizados, se destaca la creciente consolidación de la hostilidad mediática (Gunther & Chia, 2001) en la cotidianeidad del procesamiento cognitivo de las audiencias mediáticas. En este sentido, los posicionamientos de las audiencias también determinan aquello que se decide excluir, además configuran una conducta de “evitación”, a partir de la hostilidad, que condiciona el procesamiento de fuentes y contenidos opuestos o meramente diferentes a las propias concepciones ideológicas.
Respecto del vínculo entre consumo informativo y SP entre otras variables psicopolíticas vinculadas a la búsqueda y adquisición cognitiva de información política, cabe señalar su variabilidad en función de la conceptualización de esta última. Mientras algunos autores consideran que el consumo informativo constituye una variable o dimensión del nivel de la SP (Guzmán & Ramírez, 2015), otros autores como Luskin (1987, 1990) plantean que la SP capta aspectos del procesamiento de información política, proponiendo medir la complejidad y estructuración de las cogniciones políticas de las personas. Bajo este enfoque el consumo emerge como factor asociado a la SP, no como una de sus dimensiones. Más específicamente y junto con el nivel educativo, el consumo mediático informativo -trascendiendo el uso de medios masivos tradicionales- constituye la oportunidad para desarrollar la SP. Así, algunos estudios que centraron su atención en procesos de comunicación interpersonal en un período previo al auge de Internet, evidenciaron que individuos con altos niveles de SP eran propensos a confiar más en señales interpersonales que en señales mediáticas (Atwater, Salwen & Anderson, 1985) y a hablar más de política desarrollando opiniones más elaboradas (Kim, Wyatt & Katz, 1999).
Por su parte, la relación del consumo informativo con el InP también resulta relevante y se articula con las distinciones teóricas y metodológicas relativas a la SP. Más precisamente, el InP ha sido tomado como una dimensión de la SP en el marco de instrumentos de medición multidimensionales (Chrona & Capelos, 2016; de Vreese & Boomgarden, 2006; Dewitt, 2012; Guzman & Ramirez, 2015; Lodge & Hamil, 1986; Lupton, Myers & Thornton, 2015; Muñiz, 2012; Rasmussen, 2016; Stevens, 2005), ya que denota un compromiso cognitivo y una tendencia a pensar sobre la información política a la que se expone una persona (Rhee & Cappella, 1997 citado en DeWitt, 2012). Por el contrario, Luskin (1990) considera que el InP representa un factor predisponente para alcanzar una mayor SP, entendiéndolo como motivación interna: las personas con mayor interés político buscan y advierten más la información política. En esta línea, Dubois y Blank (2018) señalan que a mayor InP existen menor probabilidad de caer en cámaras de eco -condición también vinculada a una dieta mediática de fuentes y contenidos más heterogéneos-. Así, el InP puede influir en la generación de debates a través de plataformas, configurando un abanico de prácticas de comunicación interpersonal mediadas. Por su parte, Lu y Kook Lee (2020) encuentran que las personas usuarias de Facebook con altos niveles de InP, son más proclives a mantener discusiones sobre temas políticos con usuarios de opiniones diferentes, concluyendo que se trata de una red con potencial de acceso a información diversificada.
En particular, estudios centrados en el aprendizaje de información política demuestran que la autopercepción de atención prestada a las noticias y los contenidos sobre política constituyen variables explicativas de la SP, cuando ésta es operacionalizada como la suma del InP y el conocimiento político (Muñiz, 2012). Así, la búsqueda de información mediática junto a mecanismos intersubjetivos como la conversación política evidencian el aporte de las comunicaciones interpersonales al desarrollo de actitudes y comportamientos claves en la comprensión cotidiana de las cuestiones políticas. En este sentido, cabe distinguir entre exposición genérica a medios y atención específica a contenidos políticos, siendo esta última variable la que contribuye a explicar el InP, junto al conocimiento político y la SP. Al respecto Muñiz, Echeverría, Rodríguez-Estrada y Díaz-Jiménez (2018) abordan el rol del consumo de páginas webs y la conversación política interactiva en usuarios de Facebook con alto nivel de atención a medios tradicionales, evaluando la SP mediante escalas de InP y conocimiento político. Encuentran que estas personas se convierten en procesadoras “profundas” de contenidos políticos, y aquellas altamente sofisticadas tienden a obtener información mediante páginas webs, conversando luego sobre tales materiales dentro de las redes sociales. Así, en el contexto de convergencia mediática antes señalado, Internet constituye un mecanismo efectivo para impactar en el conocimiento e interés de la ciudadanía -en particular en las personas más jóvenes-. Aquí el consumo digital de información política desafía la barrera entre usuarios muy y poco sofisticados, ya que más que redes se trata del uso de plataformas de conexión y sociabilidad que funcionan como microsistemas multimodales, con infraestructura y capacidad político-performativa propias e “irreductibles a sus usos mediáticos” (Fernández, 2018, p. 94).
En otro orden, se observan también estudios que complejizan la medición de la SP -atendiendo dimensiones de diferenciación e integración conceptual, como Fuks y Batista Pereira (2011)-, sin incluir al InP y registrando la exposición a medios masivos y a las conversaciones políticas como factores explicativos. De allí que conciban que mientras la exposición a medios masivos de comunicación se asocia con la dimensión diferenciación conceptual (fáctica), la exposición a conversaciones se vincula con una dimensión de integración conceptual (abstracta).
En cuanto al papel de la IP en el consumo de información política, López Sáez y Martínez Rubio (2005) advierten cómo el autoposicionamiento modula la valoración de fuentes y mensajes, funcionando como anclaje del procesamiento informativo. Investigaciones previas (Paz García, Brussino & Alonso, 2020; Paz García & Brussino, 2014, 2015; Brussino, Paz García, Rabbia & Imhoff, 2011) encuentran en la IP un método heurístico anticipatorio de las decisiones de exposición de las audiencias observando diferentes preferencias mediáticas entre quienes se identifican con alguna dimensión progresista o de izquierda y quienes se posicionan a la derecha o como conservadores, en su mayoría consumidores de contenidos del multimedio Clarín, líder del mercado local (Córdoba - Argentina). Aun cuando la IP con frecuencia no es verbalizada por la ciudadanía como razón explícita de preferencia, en estos estudios empíricos se verifican mecanismos de exposición selectiva ideológicamente motivada, operativos bajo condiciones coincidentes con Iyengar y Hahn (2009) en cuanto al contraste manifiesto entre las dietas informativas de conservadores y progresistas. Mientras las personas que se autoposicionan al centro y a la derecha consumen casi exclusivamente medios que identifican como de derecha, aquellas identificadas con posiciones progresistas muestran consumos más heterogéneos en términos ideológicos, no restringidos a posturas coincidentes con las propias e incluyendo medios etiquetados como de centro y de derecha. Paz García y Brussino (2014) identifican perfiles de consumo ideológico donde el autoposicionamiento se vincula significativamente con los medios masivos más utilizados, estructurando preferencias y, por ende, prácticas diferentes de adquisición de información política.
Por un lado, se destaca un conjunto de consumidores “ideólogos” con alta probabilidad de posicionarse hacia la izquierda del espectro ideológico, cuyas preferencias incluyen más de una alternativa no siempre coincidente con los medios masivos líderes del mercado local. A este grupo se contrapone una clase de consumidores “prácticos” que no logra reconocer su propia posición ideológica, cuyo consumo de tipo mono-mediático se observa replegado sobre medios locales dominantes como Canal 12, La Voz del Interior y Cadena 32. Una tercera y última tipología denominada “pluralistas”, a diferencia de los perfiles anteriores da cuenta del peso de la categoría “centro” en la idealización de consumos ideológicos propios y ajenos, en el marco de una neutralidad política como condición utópica portadora de alta deseabilidad social, con frecuencia instalada como valor entre productores y audiencias. Esta clase -“pluralistas”- coincide con la clase de consumidores “prácticos” en la preferencia por medios masivos líderes del mercado, aunque su consumo emerge algo más diversificado en televisión (incluyendo Canal 8 o Canal 10, canales de televisión abierta que se presentan como independientes en términos ideológicos). En cuanto a la orientación ideológica en el consumo informativo y asumiendo la centralidad del uso de dispositivos móviles (teléfonos y tablets) en el uso de Internet, Varona Aramburu, Sánchez-Martín y Arrocha (2017) destacan el papel de la orientación política al trazar un perfil de consumo en España. Así, observan la prevalencia de un perfil medio de usuario varón, con educación superior, ingresos elevados y una orientación política oscilante entre centro-izquierda y centro derecha.
Respecto del consumo mediático-informativo como parte integral de comportamientos y actitudes políticas, advertimos que la investigación sobre los efectos de los medios masivos hoy resulta un espacio muy recurrido en las ciencias sociales contemporáneas, donde, sin embargo, se necesitan estudios interdisciplinarios que atiendan al papel que fuentes y contenidos políticos desempeñan al interior del sistema político.
2. MÉTODO
El trabajo de campo realizado consistió en un estudio de corte empírico cuantitativo que evaluó la correlación entre consumo de información política, SP e InP. Se diseñó un cuestionario autoadministrado, compuesto por ítems de diferente formato acordes a cada dimensión evaluada, que fue publicado en el servidor de encuestas de la Universidad Nacional de Córdoba y accedido de manera online.
2.1. Participantes
La muestra (N=336) estuvo conformada por residentes de la ciudad de Córdoba con edades comprendidas entre los 16 y 77 años (ME=38.91 DE=12.33). Esta franja etárea se corresponde con la decisión de involucrar a quienes pueden ejercer su ciudadanía, dado que en nuestro país existe el derecho de las personas jóvenes de 16 y 17 años nativas o naturalizadas argentinas, a participar voluntariamente en elecciones generales y desde los 18 años, a ejercer este derecho todo ciudadano de manera obligatoria. Bajo estas condiciones cívicas, la muestra estuvo comprendida por 50.8% de mujeres y 49.2% varones. En cuanto al nivel educativo, 46.4% completó sus estudios universitarios, 19.6% informó universitario incompleto, 6.5% completó nivel terciario y 1.8% no llegó a finalizarlo, mientras 4.2% finalizó sus estudios secundarios, 3.3% alcanzó este nivel de forma incompleta y 0.3% no completó nivel primario. Cabe advertir que existe aquí un sesgo muestral indefectible en función del ámbito de divulgación y aplicación del estudio, así como atendiendo al dispositivo de encuesta virtual utilizado, dado que 66% presenta estudios universitarios.
2.2. Procedimiento
Se accedió a la población a partir de un muestreo no probabilístico de tipo accidental (Grasso, 2007), realizado luego de dos tipos previos de reclutamiento:
(a) mediante contactos establecidos por referencia de integrantes del equipo a cargo del proyecto de investigación3;
(b) difundiendo la encuesta mediante correo electrónico y redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram).
Contemplando la colaboración y difusión voluntaria de quienes respondieron primero se extendió la participación a diferentes estratos de la población de la ciudad de Córdoba comprendidos bajo criterios básicos preestablecidos (elector con residencia efectiva en la ciudad con una antigüedad mínima de 5 años). Cabe aclarar que el mensaje de invitación que precedía al link de acceso a la encuesta virtual brindaba información sobre el contenido y la finalidad de la misma, el tiempo promedio estimado de respuesta, aclarando la anonimidad y confidencialidad en el tratamiento de los datos recabados bajo una finalidad de uso exclusivamente académico, previendo la publicación de resultados sólo a nivel agregado y despersonalizado.
2.3. Instrumento
Además de consignas destinadas a relevar variables sociodemográficas (edad, nivel educativo, sexo, etc.) se incluyeron escalas e indicadores descriptos a continuación:
-Consumo de Información Política: Incluyó una serie de preguntas semiestructuradas aplicadas por Brussino et al. (2011) para que cada encuestado -a partir de la presentación de diversos medios y fuentes de información- indique cuáles utiliza preferentemente para acceder a información política (pensando en la semana anterior), pudiendo realizar entre una y tres menciones en orden de prioridad. Para cada mención se indagan datos específicos sobre ese medio/fuente elegido. En el caso de medios tradicionales, se solicitó la expresión de hasta tres señales, canales, programas, diarios o revistas de preferencia, en orden de prioridad. Ante la elección de “conversaciones” se incluyeron cuatro opciones de respuesta para que las ordene en función de su preferencia. Y para la elección “Facebook” o “Twitter”, se incluyeron cuatro opciones de respuesta con tipos de perfiles para seleccionar el que es usado. Luego se retoma la primera mención de medio/fuente -la principal- y se presentan cuatro opciones de respuesta para identificar la posición ideológica que el entrevistado atribuye a las señales, programas, prensa gráfica (izquierda - centro - derecha - no reconoce) o tres opciones de respuesta en el caso de interlocutores de conversaciones o perfiles de redes sociales (tienen su misma posición ideológica - tienen una posición ideológica opuesta - tienen diversas posiciones ideológicas). En tercer lugar y para la primera mención se presentan tres opciones respecto de la frecuencia con la que accede al medio/fuente de información preferido. Por último, y a fin de aproximar una medida de convergencia mediática en el caso de la primera mención, se indaga el uso de computadora, teléfono móvil o ambos para acceder a medios o fuentes favoritos.
A partir de estas variables se construyeron las siguientes medidas resumen:
a) amplitud del consumo de medios/fuentes (número de menciones);
b) amplitud del consumo de medios/fuentes específicos/as (número de programas/canales/interlocutores);
c) diversidad del consumo según tipos de medios/fuentes (tradicionales, redes sociales y/o conversaciones);
d) amplitud del etiquetamiento ideológico (número de etiquetas y correspondencia con número de medios/fuentes específicos consumidos) y,
e) diversidad del etiquetamiento ideológico (tipos de etiquetas adjudicadas a medios/fuentes específicos).
-Escala de sofisticación política (SP) : Se trata de un instrumento desarrollado desde un enfoque bidimensional que integra dos dimensiones de conceptualización cognitiva (Maldonado, Paz García, Sorribas, Garay Reyna & Gutiérrez, 2018). Así, la primera, diferenciación conceptual, contempla 24 ítems relativos a elementos concretos de la información política. De acuerdo con un Análisis Factorial Exploratorio se evidenció una estructura bidimensional que logra explicar 38% de la varianza en dos factores: democracia representativa, con 6 ítems que indagan conocimiento sobre estructura de gobierno y funcionamiento de los poderes del Estado, y democracia participativa, que consta de 18 ítems referidos al conocimiento sobre organismos y mecanismos de democracia participativa, junto al reconocimiento de personas y cargos de gobierno. Cada respuesta se califica según un puntaje de 0 = incorrecto, 1= parcialmente correcto, hasta 2 = correcto. El puntaje total se obtiene de la sumatoria de estas puntuaciones. El rango de la escala completa es de 0 a 48. La segunda dimensión denominada integración conceptual refiere al modo de organización del conocimiento que posee cada persona. La escala contempla dos procedimientos para evaluar esta dimensión. Uno requiere la asociación de palabras (hasta cinco) con dos términos ideológicos opuestos: Izquierda - Derecha. Las respuestas abiertas se valoran según dos criterios (aproximación semántica y abstracción) y de acuerdo a un puntaje de 0 a 3, la suma total tiene un rango de 0 a 60. El otro procedimiento de evaluación consta de 12 ítems que contienen argumentos sostenidos desde diferentes posicionamientos ideológicos (izquierda o derecha) sobre asuntos coyunturales del contexto político local. Las opciones de respuesta (Izquierda, Derecha y No sé) se califican 0 = incorrecto y 1= correcto obteniendo un rango de 0 a 12 puntos. El puntaje total de la escala se determina a partir de la sumatoria de los puntajes obtenidos en todas las subescalas y su rango total es 0 a 120. A su vez, se establecieron rangos de puntajes de acuerdo a la media y desviación estándar: SP baja = ≤ 46.6; SP media = 47 - 71.4; SP Alta = ≥ 72.
-Escala Hahn de Interés Político (InP): Traducida y adaptada por Brussino, Sorribas, y Medrano (2008) con 9 ítems, a la que se suman tres nuevos ítems que hacen foco en asuntos públicos locales (por ejemplo: “Me interesa discutir sobre los problemas de mi barrio”). Se responde según una escala de 1 = Totalmente en desacuerdo a 5 = Totalmente de acuerdo; (α = .92).
-Escala de ciberactivismo: Se trata de una escala desarrollada para el presente estudio comprendiendo un listado de ocho acciones por medios digitales tendiente a evaluar si éstas fueron realizadas durante el último año (“En Twitter publicar o hacer retweet a información política”). La redacción de los reactivos se fundamenta en literatura concerniente a su medición (Fernández & Rodríguez-Virgili, 2017; Fernández Prados, 2012). El análisis de confiabilidad reportó un nivel de alpha adecuado (.73).
-Participación política: Consiste en un listado de seis instituciones locales (Centro Vecinal; Presupuesto Participativo / Junta de Participación Vecinal; Organización Barrial Comunitaria; Asociación Civil; Fundación; Consejo Barrial) incluyendo también a los partidos políticos. Por cada elección se computa un punto y el puntaje final se obtiene de la sumatoria de éstos.
2.4. Análisis de datos
Se efectuó el análisis de los datos mediante el software IBM SPSS versión .17 (castellano). En primer lugar, se realizó un análisis estadístico descriptivo univariado, calculando frecuencias, porcentajes y medidas de tendencia central con el fin de poder valorar las diferentes puntuaciones obtenidas en la muestra y establecer comparaciones entre ellas que contribuyan a la interpretación de los resultados obtenidos. Luego se procedió a análisis bivariados (correlaciones).
3. RESULTADOS
En primer término, observamos que las personas participantes mencionan, mayoritariamente (86,3%) tres fuentes de información política. Al considerar sólo los casos que podían brindar más de una respuesta específica o primera mención (N=251), registramos que 81% pudo identificar tres o cuatro programas, canales, medios o interlocutores y que 72,5% hizo tres menciones de fuentes priorizadas. Estos datos anticipan una relativa amplitud (dimensión cuantitativa) de la dieta de quienes participaron del estudio.
3.1. Amplitud y diversidad de fuentes informativas
En cuanto a la diversidad de las fuentes (dimensión cualitativa) y como se advierte en la Tabla 1 resulta relevante señalar que, con independencia de la cantidad de menciones de cada participante, la mayoría (95,1%) recurre a algún medio “tradicional” (medio gráfico, radio, televisión). Dicha tendencia se ve acentuada entre quienes hicieron dos y tres menciones. Al considerar exclusivamente al grupo de participantes que hicieron tres menciones de fuentes/medios (N=290), se registró que la mayoría recurre a “2 medios tradicionales junto a 1 red social” y luego a la combinación de tres alternativas distintas “1 medio tradicional, 1 red social y conversaciones”.
En segundo lugar y dentro del orden de prioridad en materia de preferencias de consumo -menciones-, en la Tabla 2 se observa nuevamente que dos medios “tradicionales” como prensa y radio son los más utilizados en la primera y segunda mención. En contraste, la categoría “conversaciones personales” se advierte mayoritaria sólo en la tercera mención. Al considerar todas las menciones (respuestas múltiples) correspondientes a la totalidad de los casos (N =336), se confirma una mayor presencia de la prensa y la radio acompañadas por la red social Facebook.
Como se ha señalado con anterioridad, en las dietas relevadas en general se advierte una fuerte preferencia por medios tradicionales. Así, entre quienes los consumen (N = 315), 89,2% hizo tres menciones a fuentes de información y 45,7% mencionó dos medios tradicionales. Sin embargo y teniendo en cuenta a quienes no mencionan medios tradicionales (N = 16) se observa que 56,2% realizó tres menciones priorizando las redes sociales Facebook y Twitter en combinación con las conversaciones personales. Por otra parte, y en función del tipo de fuente de información, se evidencia que la mayoría (del 72% correspondiente a Radio hasta el 88,4% correspondiente a Prensa) identifica como favoritos hasta tres o cuatro programas, canales, frecuencias o interlocutores.
En el caso de medios/fuentes no tradicionales como Facebook (N =51) y Twitter (N= 29), que también han sido elegidos como prioritarios (primera mención) para acceder a información política, considerar la amplitud de la dieta permite aproximarnos a conocer qué perfiles específicamente se constituyen en fuentes cotidianas de información política. Al respecto, en la Tabla 3 se observan diferencias entre ambas redes sociales: mientras Twitter emerge como el medio para acceder a fuentes periodísticas (51,7%), Facebook aparece asociado mayoritariamente (58,8%) a las amistades personales como fuentes informativas.
3.2. Amplitud y diversidad de etiquetas ideológicas
Para establecer la amplitud y diversidad del consumo informativo con base en los etiquetamientos ideológicos, el análisis retoma aquí la primera mención de fuentes/medios preferidos para el acceso a la información política, es decir aquella alternativa priorizada cotidianamente desde la perspectiva de quien responde (Tabla 4). Considerando esta mención, se observó que la mayoría (75,6%) pudo etiquetar cada uno de los programas, canales, frecuencias o interlocutores identificados. La moda correspondió así a la categoría “3 de 3” (144 casos).
Fuente: elaboración propia.
A fin de evaluar la diversidad de ideologías a las que se exponen las personas encuestadas según sus atribuciones de etiquetas, luego construimos la variable “diversidad ideológica en el etiquetamiento” que permitió establecer tanto su ausencia (0 = no hizo atribución de ideología) como su nivel (desde 1 = atribuye una sola etiqueta ideológica hasta 5 = atribuye diversas etiquetas a cada medio tradicional/interlocutor de conversación/perfil de red social). A partir de esta variable se pudo observar que 28% atribuye una sola etiqueta, mientras 34,1% reporta cierta diversidad y otro 31,7% alcanza un nivel superior caracterizando ideológicamente entre tres y cinco fuentes informativas.
Un análisis más desagregado permite establecer que, en el caso de los medios tradicionales (N = 229) considerados en la primera mención, la mayoría (91,6%) realiza al menos un etiquetamiento ideológico, resultando también mayoritaria la correspondencia entre cantidad de fuentes específicas identificadas y cantidad de etiquetamientos ideológicos (73,3%). Por otra parte, 18,3% etiqueta a menos programas, canales/frecuencias o medios gráficos que los que logró identificar. Al valorar la diversidad de los etiquetamientos ideológicos de estos medios tradicionales, se destaca que 36,4% registra una dieta conformada por tres alternativas etiquetadas recurriendo a dos etiquetas ideológicas. A su vez, 59,8% registra diversidad ideológica etiquetando ideológicamente a sus fuentes con dos o tres posiciones ideológicas diferentes. El 24,4% consume más de una fuente/medio a las que etiqueta recurriendo a una única categoría y 7,4% registra “monoconsumo”. En función del tipo de medio tradicional priorizado cabe resaltar la presencia de mayor diversidad ideológica entre quienes consumen medios gráficos (diarios, periódicos o revistas). El 64,1% reporta el consumo de información política proveniente de fuentes etiquetadas con dos posiciones ideológicas (Tabla 5).
En cuanto al etiquetamiento ideológico de medios no tradicionales como las redes sociales Facebook y Twitter, también predominó el consumo de fuentes etiquetadas de modo contrastante: 70,6% y 75,9% respectivamente dentro de cada plataforma manifestó obtener información o consultar noticias desde fuentes con diversas posiciones ideológicas. Respecto de Twitter cabe señalar que esa diversidad ideológica reconocida corresponde principalmente a perfiles de fuentes periodísticas. Contempladas en conjunto (N = 80), 72,5% de quienes consumen estas redes evidencia una dieta heterogénea en términos de posiciones ideológicas atribuidas a las fuentes consumidas. En cuanto a fuentes no mediáticas priorizadas (N=22) advertimos que la mayoría (54,5%) seleccionó tres tipos de interlocutores reportando una dieta variada entre fuentes etiquetadas recurriendo a más de una categoría ideológica, destacándose las conversaciones con amistades a las que se les reconoce diversas posiciones ideológicas (68,1%).
Al considerar la convergencia mediática en las prácticas de consumo registradas para la primera mención de fuentes/medios se observa que 78,2% realiza su consumo informativo sobre política de modo virtual (Celular y/o PC). Como era de esperar y en términos relativos, la TV abierta es consumida en menor medida mediante la virtualidad (52,7%), en cambio los medios gráficos (prensa/revistas) son consumidos mayoritariamente de este modo (97,4%), seguidos por la radio (76,8%). Asimismo, al considerar plataformas y redes sociales, Twitter reporta mayor uso del celular de modo exclusivo (44,8%) o en combinación con PC (51,7%); en cambio Facebook tiene mayor convergencia mediática pues es principalmente consumida usando ambos medios virtuales (76,5%). A su vez, cabe resaltar que entre quienes mencionan prioritariamente a estas redes como fuentes de información política, en algunos casos también consumen “prensa” a través de dichas fuentes.
3.3. Variables psicopolíticas y prácticas políticas
El análisis realizado en un segundo momento se orientó a establecer si había relación entre la dieta informativa con el InP, las subdimensiones de la SP (diferenciación e integración conceptual), la medición integral de la SP (suma de ambas subdimensiones), el ciberactivismo y el nivel de participación política. Como se observa en la Tabla 6, en términos descriptivos registramos valores similares en la SP en función del tipo de fuente priorizada (primera mención), siendo menor entre quienes mencionaron las conversaciones. Estos encuestados también contrastan en relación con el nivel de participación política, duplicando el valor respecto de los otros tipos de fuentes.
En primer término, se abordaron conjuntamente los medios tradicionales y las conversaciones a fin de establecer si existe relación entre las cuatro variables de consumo -construidas en función de la primera mención- a fuentes de información política y las variables psicopolíticas. Aquí el principal hallazgo es que las variables relativas al consumo informativo no se relacionan con la SP. Solo se evidenció una correlación baja pero significativa con la subdimensión Conocimiento Político Fáctico - Factor 2 (Democracia Participativa) correspondiente a la dimensión de diferenciación conceptual. Asimismo, tanto el InP como el ciberactivismo registraron relación positiva con tres variables relativas al consumo informativo de diversas fuentes y su combinación. Por su parte, la diversidad ideológica del consumo evaluada para todas las fuentes (tradicionales, redes sociales y conversaciones) no reportó relación significativa con las demás.
Luego, al considerar los medios tradicionales a nivel desagregado (Tabla 7), se evidenció que el InP correlacionó positivamente con la Amplitud (.32 Pearson, p=.01) y con la Diversidad de las etiquetas ideológicas (.41 Pearson, p=.01) del consumo de prensa. A la par, también se registró una correlación positiva entre InP y la Diversidad ideológica del consumo de TV prepaga (.302 Spearman, p= .05). Asimismo, no se encontró relación estadísticamente significativa entre InP y las variables relativas a TV Abierta y Radio; dos medios que en otros estudios (Jorge, 2010; Paz García & Brussino, 2014) se asociaron al consumo de sectores poblacionales con bajo nivel educativo y menos nivel socioeconómico, por oposición al consumo de prensa predominante en sectores de consumidores de “élite”, con mayor poder adquisitivo y altos índices de escolarización o nivel educativo.
Por otra parte, se consideró al conjunto de medios tradicionales mencionados en primer orden de prioridad. El InP correlaciona positivamente con todas las variables relativas a las dimensiones del consumo. Siendo más acentuada esta relación con la amplitud de las etiquetas ideológicas (.243 Spearman, p=.01) (Tabla 7). La medida empleada para captar ciberactivismo evidenció correlación positiva con tres variables relativas a las dimensiones del consumo informativo. Adicionalmente resulta relevante señalar la correlación positiva entre la amplitud de “soportes” específicos (programas, canales, periódicos) y la SP - Diferenciación, incluyendo también una relación más específica con la subdimensión “Democracia participativa: conocimiento táctico e identificatorio”. Por último, el nivel de participación política evidenció una relación inversa con la diversidad ideológica. Estas relaciones permiten sostener que la medida motivacional, captada por la escala de InP y cuyos ítems actitudinales refieren mayoritariamente a procesos electorales y partidos, se complementa con las medidas objetivas relativas al consumo informativo, las cuales indican el interés de una persona en temas políticos. Al considerar ambas redes sociales junto a las fuentes no mediáticas (conversaciones), es decir las fuentes no tradicionales, se observa en términos generales que el nivel tanto del Conocimiento Político más asociado a la democracia representativa (subdimensión SP -Diferenciación) como del ciberactivismo sería mayor cuanto menor sea la diversidad ideológica de las fuentes usadas para informarse sobre política.
4. DISCUSIÓN
Los hallazgos presentados, por un lado, nos permiten problematizar las medidas tradicionales de exposición a fuentes mediáticas de información política. Al respecto, la mera identificación, clasificación y cuantificación de medios y fuentes podrían estar captando un consumo de diversos tipos de información: política y no política. En cambio, la inclusión de variables que permiten saber si quien responde puede reconocer y atribuir una etiqueta ideológica (correcta o errónea) a cada medio/fuente consumido, mejora la evaluación del consumo informativo de naturaleza política. Así, la dimensión ideológica permite enriquecer la valoración de la dieta informativa. Ésta puede ser diversa y amplia en relación con las fuentes -como se evidenció también en este estudio-, pero dicha diversidad puede verse incrementada si quien consume reconoce posiciones ideológicas en las fuentes y a su vez busca informarse desde diversos posicionamientos. Con las mediciones más tradicionales se corre el riesgo de asumir como iguales algunas dietas que se pueden diferenciar en función de esta dimensión ideológica. En tal sentido, los hallazgos reportados son consistentes con los aportados en estudios previos (Paz García & Brussino, 2014, 2015), identificando distintos perfiles de consumo ideológico de información política -masivos/prácticos, pluralistas y contrastivos/ideólogos-, contribuyendo a conocer “qué hace la gente con los medios” (Valkenburg, Peter & Walther, 2016), ya que la diversidad ideológica puede implicar una posición más activa por parte de las audiencias al informarse políticamente.
La tendencia hacia la diversidad ideológica de las dietas evidenciada en el presente estudio (65,8% atribuye más de una etiqueta ideológica a sus fuentes), indicaría -además- que la mayoría no limita su consumo de información política a medios/fuentes concebidos como coherentes con sus preferencias. También quienes prefieren redes sociales registraron una tendencia hacia la diversidad ideológica en consonancia con Lu y Kook Lee (2020), pero a diferencia de Muñiz et al. (2018) esa diversidad está referida a perfiles de amigos y no a perfiles de referentes políticos. Asimismo, la inclusión de indicadores sobre cómo se consumen estos medios/fuentes permitió establecer la tendencia hacia dietas con elevada convergencia mediática, con uso frecuente de medios tradicionales como prensa y radio mediante PC y teléfono móvil. A su vez, entre quienes recurren a PC y/o telefonía móvil es mayoritario el acceso a dos o más fuentes de información lo que sugiere un proceso de transmedia (Albarello, 2019). Además, el nivel de convergencia mediática podría ayudar a comprender la tendencia hacia una cierta diversidad ideológica, pues facilita el acceso a información sobre un mismo evento o proceso político desde diversas fuentes. No obstante, por tratarse de una encuesta online puede suceder que dicha convergencia esté sobredimensionada para la población de referencia, ya que estaría familiarizada con el uso de dispositivos como celulares, tablets y PC.
Por otra parte, y a diferencia de algunos antecedentes, aquí asumimos que el consumo de información política no integra la medida de la SP. Desde la perspectiva de la presente investigación, dicho consumo es concebido como oportunidad para el desarrollo de la SP, en tanto procesamiento de información política (Luskin, 1987, 1990; Muñiz, 2012). A diferencia de Muñiz (2012), no encontramos relación estadísticamente significativa entre la medida de SP y el consumo informativo. Esto obedece, a nuestro entender, a una cuestión no menor en términos metodológicos: no son comparables las operacionalizaciones de ambas variables. Al respecto cabe profundizar en esta diferencia en la evaluación de la dieta informativa. En nuestro estudio recurrimos a una operacionalización más compleja que incluyó la dimensión ideológica, mientras Muñiz utiliza una medida de autopercepción de la atención dada a medios y fuentes de información política. En la misma dirección y a pesar de compartir con Fuks y Batista Pereira (2011) similar metodología para evaluar la SP, nuestros resultados tampoco son totalmente coincidentes. Esto puede obedecer en parte a la diferencia en la medición del consumo informativo, ya que ellos lo indagan mediante autoreporte de la frecuencia de exposición a medios y conversaciones, sin precisar la naturaleza política de estas fuentes. Nuestros resultados no evidenciaron la relación estadísticamente significativa entre SP -Integración conceptual y el consumo informativo basado en conversaciones que estos autores reportaron.
De un modo similar a estos autores registramos una relación entre SP - Diferenciación y la amplitud de medios/fuentes tradicionales preferidos. Esta semejanza entre los hallazgos de ambos estudios se refuerza con otros análisis complementarios. En este sentido, al desagregar más la dimensión de SP - Diferenciación pudimos registrar una relación entre la subdimensión Democracia Participativa y la amplitud de medios/fuentes al consumir medios tradicionales, y entre esa subdimensión y otras tres variables relativas al consumir medios tradicionales o conversaciones (amplitud de atribuciones ideológicas, amplitud de fuentes y relación entre ambas amplitudes). En igual dirección, el análisis descriptivo univariado reporta una media de SP - Integración conceptual más elevada para quienes priorizan las redes sociales y las conversaciones y una media de SP - Diferenciación mayor entre quienes consumen prioritariamente medios tradicionales y más alta al considerar exclusivamente la prensa. En conjunto las tendencias registradas -basadas en distintos análisis- resultan similares a las reportadas por Fuks y Batista Pereira (2011), aunque estos autores recurrieron a una muestra más acotada que la de la presente investigación: jóvenes escolarizados.
También asumimos que el InP no integra la medida de SP. En tanto factor predisponente hacia una mayor SP (Luskin, 1990), el InP se asoció con variables relativas al consumo informativo, inclusive con aquellas que evalúan la dimensión ideológica y, principalmente, para el caso de los medios tradicionales. Esta evidencia refuerza la interpretación sobre el aporte de la dimensión ideológica y permite pensar que ante mayor InP caben menos posibilidades de caer en la lógica de cámaras de eco (Dubois & Blank, 2018). Esta vinculación entre consumo informativo e InP -que implica mayor compromiso cognitivo- se muestra en línea con los antecedentes relevados, complementando la evaluación de la dimensión motivacional que puede condicionar el nivel de SP. Respecto de fuentes no tradicionales (redes sociales) consideradas conjuntamente con las no mediáticas (conversaciones), cabe resaltar que el InP no evidenció relación significativa con la diversidad de las etiquetas ideológicas del consumo. Tal resultado es esperable en función de que en ambos casos las fuentes más utilizadas corresponden a amistades y personas cercanas. Asimismo, la inclusión de la comunicación interpersonal dentro de las opciones del consumo informativo permitió evidenciar que, al menos quienes la priorizan, no registran una SP más elevada como sugieren Atwater, Salwen y Anderson (1985).
Por último, interesa interpretar los resultados en relación con las prácticas políticas evaluadas. La participación política medida en términos de “amplitud” (dimensión cuantitativa) capta un compromiso más estable con algunas organizaciones o instituciones, y solo registró una relación inversa con la diversidad ideológica de las etiquetas al considerar exclusivamente los medios tradicionales. Al respecto, cabe pensar que el involucramiento con determinados colectivos políticos y sus prácticas se asocia con un posicionamiento ideológico más fuerte; es decir, un perfil de ciudadano que no amplía sus fuentes informativas sobre política. En contraste, el ciberactivismo evidenció un rol distinto en función del tipo de medio/fuente consumido. En relación con medios tradicionales y conversaciones estas prácticas participativas mediadas por Internet parecen vincularse con una mayor capacidad para reconocer los posicionamientos ideológicos de las fuentes informativas; en cambio, al considerar las redes sociales junto a las conversaciones estas prácticas responden a una menor apertura ideológica de las audiencias que las prefieren en su dieta.
5. CONCLUSIONES
En esta investigación se pone de relieve el vínculo de las dietas informativas ciudadanas con otras variables de comportamiento político como la SP, la IP y el InP. Se trata de relaciones analíticas que en diversos estudios anteriores han sido omitidas y sobredimensionadas, tendiendo a la construcción de una perspectiva sobre estos consumos limitada a las preferencias ciudadanas cotidianas, sin una contextualización psico-política y cognitiva de tales elecciones. Al respecto, en futuros estudios cabría incluir los resultados de una escala de autoposicionamiento ideológico que permitiera contrastar las auto y hetero etiquetas puestas en juego en estos consumos, profundizando en la dimensión de coherencia y tensión práctica vivenciada por dichas audiencias. Atendiendo a la elevada diversidad ideológica de las dietas informativas observada, creemos que en el futuro puede ser relevante analizar si el nivel de diversidad ideológica se asocia con el reforzamiento de las propias opiniones o más bien permite complejizar la comprensión del mundo político, habilitando cambios de opinión y consumo de fuentes no alineadas. Es allí donde se encontraría la clave de comprensión ideológica del consumo, en la posibilidad de superar la lógica selectiva autoreferente y defensiva propia de prácticas asertivas (Paz García, Brussino & Alonso, 2020). A futuro cabría, además, establecer si estas dietas ideológicamente diversas se corresponden con perfiles más progresistas en términos de auto posicionamiento ideológico (Paz García & Brussino, 2014).
Para el análisis de las dietas informativas se necesita un abordaje metodológico que implique la consideración de variables que trascienden medidas tradicionales de exposición (cantidad y/o frecuencia de acceso a soportes mediáticos, usualmente restringidos a medios masivos). Al respecto, se destaca que el contexto de convergencia mediática y de desmasificación demanda el reconocimiento de que las personas son moldeadas por los medios y tecnologías de información, pero también son ellas las que moldean su uso (Valkenburg, Peter & Walther, 2016). Reconocemos que la dimensión ideológica de las preferencias informativas tiene injerencia en el modo en que se configuran las rutinas cotidianas de consumo, así como en la dinámica de sus prácticas políticas. Desde esta perspectiva, en el análisis propusimos incorporar a las dietas informativas ciertas variables ideológicas implicadas en el consumo cotidiano de información política, considerando tanto fuentes mediáticas no tradicionales (Facebook, y Twitter) como no mediáticas (comunicaciones interpersonales). Asimismo, la operativización de las dimensiones ideológicas incluyó etiquetas atribuidas a fuentes favoritas mediáticas y no mediáticas, considerando tanto la cantidad de atribuciones (amplitud del etiquetamiento ideológico) como su diversidad ideológica. No obstante, también se consideró la relación del factor ideológico con constructos como la SP y el InP, asociados tradicionalmente al consumo informativo.
Los resultados reportados permiten confirmar la utilidad de efectuar análisis descriptivos por componentes de la dieta informativa y subdimensiones de la SP, desagregación de variables que resulta fundamental también para una mayor complejidad en el análisis correlacional. Por un lado, aunque los análisis descriptivos univariados evidenciaron una media mayor de SP - Integración conceptual entre quienes priorizan redes sociales y conversaciones, no se ha demostrado correlación entre las variables de consumo informativo de estas fuentes no mediáticas o mediáticas no tradiciones y la SP (integral y desagregada). Por otro lado, entre quienes priorizan medios tradicionales se observó una media más elevada de SP - Diferenciación, así como una medida del consumo de medios tradicionales se encuentra correlacionada positivamente con esta subdimensión. Esto nos permite concluir que es más probable que evidencien mayor SP en la diferenciación conceptual aquellas personas con preferencia por medios tradicionales y que se informan sobre política por variedad de alternativas.