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Anales de Investigación en Arquitectura

versión impresa ISSN 2301-1505versión On-line ISSN 2301-1513

An. Investig. Arquit. vol.14 no.2 Montevideo dic. 2024  Epub 01-Dic-2024

https://doi.org/10.18861/ania.2024.14.2.3909 

Artículos

Un cuestionamiento crítico sobre la capacidad de la arquitectura como agente de cambio

A critical questioning of architecture's capacity as an agent of change

Um questionamento crítico da capacidade da arquitetura como agente de mudança

Bertha Lilia Salazar1 
http://orcid.org/0000-0001-5575-1678

Edwin Amir Lunagómez Lechuga1 
http://orcid.org/0000-0001-9989-4339

Luis Arturo Vázquez Honorato1 
http://orcid.org/0000-0002-0622-561X

1Universidad Veracruzana. México. bertha_salazarma@yahoo.com.mx, edwinlunagomezlechuga@gmail.com , luisvh08@yahoo.com.mx


Resumen

El enfoque del presente documento es teórico y crítico. A través de un análisis de autores y conceptos clave se construye una reflexión sobre los sistemas complejos y su relación con la arquitectura. Además, se considera la importancia de la conciencia crítica y el pensamiento complejo, este análisis se complementa con interrogantes sobre el papel del arquitecto y la educación arquitectónica en Latinoamérica, buscando vincular teoría y praxis en un contexto situado. Se propone un cambio de paradigma en la teoría y práctica de la arquitectura, orientado hacia una conciencia crítica y reflexiva que reconozca su rol transformador buscando desarrollar una aproximación teórica de la arquitectónica desde la complejidad, que integre dimensiones antropológicas, sociales y culturales desde una perspectiva latinoamericana.

Palabras clave: Epistemología de la arquitectura; enseñanza de la arquitectura; pensamiento critico

Abstract

The approach of this paper is theoretical and critical. Through an analysis of key authors and concepts, a reflection on complex systems and their relationship with architecture is constructed. In addition, the importance of critical consciousness and complex thinking is considered, this analysis is complemented with questions about the role of the architect and architectural education in Latin America, seeking to link theory and praxis in a situated context. A paradigm shift is proposed in the theory and practice of architecture, oriented towards a critical and reflective consciousness that recognizes its transformative role, seeking to develop a theoretical approach to architecture from the perspective of complexity, integrating anthropological, social and cultural dimensions from a Latin American perspective.

Keywords: Epistemology of architecture; architecture education; critical thinking

Resumo

A abordagem deste trabalho é teórica e crítica. Através da análise de autores e conceitos chave, constrói-se uma reflexão sobre os sistemas complexos e a sua relação com a arquitetura. Além disso, considera-se a importância da consciência crítica e do pensamento complexo. Esta análise é complementada com questões sobre o papel do arquiteto e a formação em arquitetura na América Latina, procurando ligar a teoria e a prática num contexto situado. Propõe-se uma mudança de paradigma na teoria e na prática da arquitetura, orientada para uma consciência crítica e reflexiva que reconheça o seu papel transformador, procurando desenvolver uma abordagem teórica da arquitetura a partir da perspetiva da complexidade, integrando as dimensões antropológica, social e cultural a partir de uma perspetiva latino-americana.

Palavras-chave: Epistemologia da arquitetura; ensino da arquitetura; pensamento crítico

Introducción

Desde sus orígenes, la arquitectura ha sido mucho más que la simple construcción de edificios; ha sido el reflejo de las sociedades en las que se desarrolla, una manifestación de sus valores, creencias y aspiraciones. En este sentido, preguntarse qué significa ser arquitecto en pleno siglo XXI implica adentrarse en un terreno complejo y polisémico. En ese marco, la definición de arquitectura ha sido objeto de debate entre los teóricos y practicantes de esta disciplina. Algunos la definen como el arte de proyectar y construir espacios habitables, mientras que otros la conciben como la manifestación física de la cultura y la sociedad en un momento determinado. Es así que la arquitectura puede entenderse como un lenguaje que comunica no solo aspectos funcionales y estéticos, sino también ideológicos y políticos (Gustavo Romero, 2021).

La visión de la arquitectura ha cambiado constantemente, sin embargo, la búsqueda de una arquitectura fuera de la continuidad histórica, la innovación, la ruptura de la tradición, la homogeneidad y la necesidad de un cambio de rumbo fuera del clasicismo se fueron consolidando bajo los cánones del Movimiento Moderno. Esta mirada de purificación y despojo de los rastros de un pasado histórico dio como consecuencia “el triunfo del presente sobre las costumbres arraigadas, presuponiendo la negación del pasado y la purificación de la conciencia… Todo lo que aún pertenece al pasado es ecléctico” (Malevich, 1994, p. 220). Este vuelco radical (un botón de reinicio de la maquinaria moderna) produjo consecuencias que desembocaron en una gran crisis.

El Movimiento Moderno piensa su arquitectura en función del hombre ideal, puro, perfecto, genérico, total. Un hombre ética y moralmente entero, de costumbres puritanas, de una funcionalidad espartana, capaz de vivir en espacios del todo racionalizados, perfectos, transparentes, configurados según formas simples. (Montaner, 1993, p. 18)

En esta etapa de crisis, es cuando surge una de las críticas esenciales dentro de la arquitectura, la pérdida de humanidad, planteada como un rechazo a los postulados de la arquitectura internacional y a los ideales de razón y pureza (Bofarull, 2003). La pérdida de identidad, de cultura y de tradición hicieron que se replanteara el rumbo de la producción arquitectónica, el surgimiento de la denominada tercera generación, a partir de la mitad del siglo XX, revolucionó el panorama arquitectónico.

(...) como Adolfo Natalini escribió en 1971 (...) si el diseño no es más que un incentivo a consumir, entonces debemos rechazar el diseño; si la arquitectura es meramente la codificación del modelo burgués de propiedad y sociedad, entonces debemos de rechazar la arquitectura; si la arquitectura y la urbanización no es más que la formalización de las injustas divisiones sociales actuales, entonces debemos rechazar la ciudad, la planificación y sus ciudades... hasta que todas las actividades de diseño estén dirigidas a satisfacer las necesidades primarias. Hasta entonces, el diseño debe desaparecer. Podemos vivir sin arquitectura (...) (Overstreet, 2020).

Natalini cuestiona si el diseño y la arquitectura moderna son simplemente la expresión de un modelo burgués de sociedad y propiedad, y propone que el diseño debe estar orientado a satisfacer las necesidades primarias de la sociedad. Es así como la crisis de la arquitectura moderna parte de una escisión entre el paradigma científico y la realidad tangible (sujeto / objeto); consecuencia de la maquinaria instrumental de la modernidad y encauzada hacia un pensamiento mediático y capitalista (Pérez Gómez, 2019). Las consecuencias de este pensamiento recaen ahora en el quehacer arquitectónico contemporáneo, formado para responder a los problemas del mundo, un mundo del consumo, de la producción y de la globalización neoliberal. La velocidad de la información, la estética de la desaparición, el pensamiento retiniano, siguen repercutiendo en las maneras de entender, pensar, hacer y habitar la arquitectura.

Las malas prácticas arquitectónicas siguen siendo dominantes y han dotado de una inercia cuasi perpetua instaurada desde el Movimiento Moderno, con valores adjuntos como las políticas neoliberales, el capitalismo, la desigualdad social y las simulaciones de libertad. Desde esta perspectiva se abre paso a un pensamiento crítico y reflexivo de la propia teoría arquitectónica ajena a la simplificación, el reduccionismo o la disyunción; la necesidad de un principio de complejidad a partir de sistemas emergentes es cada vez más imperante, un sendero encaminado hacia el espíritu contemporáneo de la arquitectura, esta crítica al proyecto moderno nos invita a repensar los fundamentos de la arquitectura y a buscar nuevas formas de concebir y diseñar el entorno construido.

Así mismo, Segalés (2014) aborda la alteridad negada desde la Modernidad y la noción de transmodernidad expuesta por Enrique Dussel, es decir, ir más allá de las negaciones y la exclusión que la Modernidad asentó a través de su dogmatismo, de su epistemología de la dominación y del debraye estético de la posmodernidad.

Desde este sentido Segalés propone una construcción del conocimiento cimentada en categorías de una realidad llamada Latinoamérica, desde esta perspectiva la epistemología del sur se enfocará en el problema del pensar, esto es problematizar cómo se está pensando nuestra realidad, una realidad que no se occidentalice, no se globalice y que rompa con la inercia del colonialismo.

Conforme a lo expuesto anteriormente, este artículo busca cuestionar críticamente el papel de la arquitectura contemporánea como agente de cambio social, cultural y ambiental, especialmente en el contexto latinoamericano. Se propone analizar las bases epistemológicas de la teoría arquitectónica, explorando cómo la arquitectura puede ser una herramienta transformadora que recupere su conexión con las necesidades humanas, la identidad cultural y los valores éticos.

Partiendo del supuesto de que la arquitectura contemporánea ha perdido su capacidad transformadora debido a su instrumentalización y desconexión de las realidades sociales, culturales y ambientales. Es posible reorientarla hacia una práctica más ética, crítica y comprometida mediante un enfoque epistemológico que incorpore conceptos como la complejidad, la autoorganización y la conciencia crítica.

Metodología

Este trabajo se orientó hacia el estudio de investigaciones provenientes del Sur Global, particularmente en el contexto latinoamericano. Siguiendo la teoría del Sur-Sur postcolonial de Boaventura de Sousa Santos (2009), se estableció un acercamiento hacia autores contemporáneos que fundamentan el quehacer arquitectónico, desde la posmodernidad hasta la contemporaneidad.

El punto de partida de este documento ha sido la recolección bibliográfica e investigación documental relacionada principalmente con la noción de una crítica epistemológica de la arquitectónica; las cuales fueron sometidas a un análisis de tipo descriptivo, una interpretación conceptual y una revisión crítico-reflexiva. El criterio de selección de los documentos fue de tipo exploratorio, además, se seleccionaron documentos cuya temática estuviese inscrita dentro de la construcción del conocimiento de la producción arquitectónica y las diversas aproximaciones sobre su validez, sistematización y posibles vías para la conformación de un cambio de paradigma.

Esta investigación se divide en tres fases. La primera fase fue de tipo descriptivo, donde se hizo la revisión de las fuentes bibliográficas, que registraron el estado de desarrollo del objeto en estudio. Durante la segunda fase, de tipo analítico, se realizó el análisis de las teorías sobre el fenómeno de estudio para determinar las posibles similitudes y los contrastes en los discursos. La tercera conforma la interpretación de las teorías mediante los apartados de los resultados, el debate y la conclusión; en donde se interrelacionan los conceptos y categorías más relevantes.

La trama compleja de la arquitectura. Un enfoque epistemológico.

“Así hace millares de años se estableció que el Universo como un todo, en toda su complejidad no puede ser representado mediante una simulación menor que él” (Asimov, 2017, p. 162).

Hablar de arquitectura y complejidad no es una cuestión nueva, ya desde la posmodernidad, Venturi planteaba una postura crítica y reflexiva de la arquitectura moderna a través de diversos conceptos que bosquejaba como contradictorios y complejos. Desde la perspectiva de Venturi, la complejidad de la arquitectura ha sido consecuencia del reduccionismo del Movimiento Moderno y su pureza formal que había desdibujado la historia de los estilos clásicos arquitectónicos, profusos en sus componentes formales y en sus representaciones espaciales.

A pesar de este planteamiento formal, Venturi ha logrado cimentar una crítica sobre las condiciones del sistema arquitectónico, poniendo en tela de juicio los componentes y elementos que lo constituyen como un sistema complejo. Esta formulación la podemos encontrar en el siguiente cuestionamiento: “¿No deberíamos buscar significados a las complejidades y contradicciones y reconocer las limitaciones de nuestros sistemas?” (Venturi, 1978, p. 64). Interrogante que se traslada a nuestra condición contemporánea, para entender los alcances y las limitaciones del sistema arquitectónico, primero habrá que vislumbrarlo como un todo complejo.

Bajo este horizonte, el mismo Venturi nos ha dado pautas para continuar en su andar, “cuando las circunstancias retan al orden debería doblarse o romperse: las anomalías y las incertidumbres dan validez a la arquitectura” (Venturi, 1978, p. 64). La arquitectura ha tenido un proceso de evolución-revolución, se fragmenta a cada paso que da, camina en y con la incertidumbre; prueba de esto es que el mismo concepto de arquitectura tiene una connotación polisémica y cambiante que se mantiene en la pluralidad de posturas.

La arquitectura es algo que está en el mundo, pero que no está claro lo que sea. No quiere decir esto que no se sepa en absoluto lo que pueda ser, sino sólo que no se le sabe bien. Es un nombre viejo, lleno de incrustaciones, excrecencias y mutilaciones, producto de su largo viaje por la historia. (Vaisman, 2015, p. 47).

Lo que se bosqueja es que el acto del quehacer arquitectónico está establecido bajo una estructura que trabaja con las incertidumbres y las anomalías. No hay leyes fijas que se suscriban a la arquitectura debido a su misma pluralidad, de tal modo que la complejidad que se pretende abordar está regida bajo esta premisa; lo que se propone es que las bases de la arquitectura están supeditadas a su misma teoría y desde este planteamiento se puede estructurar un sistema complejo que rompa con la inercia moderna del quehacer arquitectónico y la ideologización del arquitecto, poniendo en tela de juicio nuestra capacidad de interpretar nuestro propio hábitat desde una creatividad popular.

Alexander (2016) ya ha trazado un rumbo para mejorar las condiciones de nuestra contemporaneidad mediante la consciencia de la totalidad arquitectónica y la consciencia de conexión con nuestro propio ser, una relación indisoluble que parte de la comprensión holística de la arquitectura y las múltiples correlaciones que se llevan a cabo mediante la conciencia de la otredad. En términos de Alexander (2019) esta conciencia surge mediante el concepto de la “cualidad sin nombre” un término que encierra el sentido primigenio de la vida y el espíritu del hombre; es irrepetible y remite al acto de la vida misma.

La teoría de Alexander va encaminada a establecer un modelo abierto, complejo y totalitario, incorporando el saber trascendental, el aspecto espiritual del hombre y un lenguaje que se representa en la realidad tangible por medio de una construcción geométrica-espacial, con el sentido de mejorar la producción del espacio habitable. La construcción social de este espacio entra en juego bajo la premisa de la conciencia, en donde los coproductores son responsables de todo el proceso para llevar a cabo satisfactoriamente tanto su consolidación como su evolución.

Desde otro sentido, autores como Salingaros (2014) han profundizado en sus críticas hacia la arquitectura posmoderna y la deconstrucción, argumentando en favor de un retorno a principios arquitectónicos más tradicionales y orgánicos. Salingaros comienza su obra desafiando las ideas predominantes en la arquitectura contemporánea, que a menudo priorizan la innovación formal y la originalidad estilística sobre consideraciones más profundas de funcionalidad, contexto cultural y sostenibilidad. Critica especialmente a la deconstrucción, un movimiento que busca desestabilizar las convenciones arquitectónicas tradicionales mediante la fragmentación y la distorsión formal. Para Salingaros, la deconstrucción es una manifestación extrema de la alienación de la arquitectura contemporánea con las necesidades humanas y la continuidad cultural.

Otro punto central es la relación entre la arquitectura contemporánea y la pérdida de identidad cultural. Sostiene que la obsesión por la novedad y la originalidad ha llevado a una homogeneización de los paisajes urbanos, donde las ciudades de todo el mundo comienzan a parecerse cada vez más unas a otras. Para contrarrestar esta tendencia, se aboga por una arquitectura que refleje y celebre la diversidad cultural, incorporando elementos y técnicas tradicionales adaptadas a las necesidades contemporáneas.

La crítica de Salingaros también se extiende al ámbito de la sostenibilidad ambiental. Argumenta que la arquitectura deconstructivista, al enfatizar la forma sobre la función y la expresión individual sobre la adaptación al entorno, a menudo resulta en edificios que son energéticamente ineficientes y que tienen un impacto ambiental negativo. En contraste, se opta por un enfoque más holístico que considere la integración de los edificios en su entorno natural y la utilización de materiales y técnicas de construcción sostenibles.

Pensamiento crítico y complejidad de la arquitectura: hacia una práctica transformadora

Es así que se establece la conciencia del quehacer arquitectónico desde una postura crítico-reflexiva, pretendiendo conducir hacia el sentido de la teoría del espíritu arquitectónico, comprendiendo que las variables son múltiples y diversas. La conciencia del quehacer arquitectónico tiene una aseveración antropológica sociocultural, histórica, filosófica, política y ambiental. Bajo esta óptica se cuestiona, en primera instancia, por las bases distributivas de la arquitectura contemporánea y su realidad multidimensional, con el objetivo de conformar la estructura del sistema complejo; en segundo término, se propone dirigirse hacia una teoría, en donde, el acto de autorreflexión (pensar) sea indispensable para que la arquitectura tenga sentido, bajo una toma de conciencia crítica.

Sobre el primer aspecto nos establecemos con relación al pensamiento de Edgar Morin (1997) y su discurso del paradigma de la complejidad, exponiendo que este pensamiento debe de afrontar al conjunto de fenómenos interaccionando entre sí, es decir, la incertidumbre y la contradicción. Bajo esta formulación es que se retoma la base de los sistemas auto-organizadores, abordada desde dos procesos: el acto generativo, que es lo que hace vivir (proceso); y lo fenoménico, que es lo que vive (objeto) (Morin, 1984).

Sin embargo, la constitución como un sistema auto-organizado depende desde la actividad de cada componente, siempre dependiente de las relaciones con los demás componentes que lo rodean y guiada bajo el control de mecanismos de retroalimentación, que desde ese mecanismo de control se genera su autoorganización, que la conforma como una complejidad no aislada, este tipo de sistemas interactúan con el exterior, son abiertos y complejos; “un sistema abierto es un sistema que alimenta su autonomía, pero a través de la dependencia con respecto al medio exterior (…) Más autonomía, más dependientes múltiples” (Morin, 1984, p. 222), es decir, que interactúan no tan solo con el conjunto de elementos existentes en otros sistemas y su entorno, sino que también lo hacen con la existencia del ser, específicamente con su autonomía traducida en libertad.

La libertad, en cuanto autonomía del ser, se hace presente como una tercera condición de los sistemas auto-organizadores, “la libertad es un desarrollo de la aptitud auto-organizacional para utilizar la incertidumbre y el alea (de forma a su vez aleatoria e incierta) en el sentido de autonomía” (Morin, 1984, p. 246). Estos tres conceptos anteriormente enunciados (acto generativo - proceso, lo fenoménico - objeto y la autonomía del ser - libertad) conforman las bases distributivas de los sistemas abiertos y auto-organizadores, sentando las raíces de los sistemas complejos.

Bajo este panorama se plantean los siguientes cuestionamientos: ¿Cuál es el rol del arquitecto contemporáneo en la transformación social, cultural y ambiental de Latinoamérica? ¿Qué papel juega la educación y la formación profesional en la definición del arquitecto contemporáneo en Latinoamérica? El significado de ser arquitecto va más allá de ejercer una profesión; implica asumir una responsabilidad social y ética. El arquitecto es un agente de cambio, un mediador entre las necesidades de la sociedad y las posibilidades del entorno construido. En este sentido, el arquitecto tiene el deber de diseñar espacios que no solo sean estéticamente atractivos, sino también funcionales, sostenibles y accesibles para todos.

Aunado a lo anterior, la ideología del diseño es un concepto que se ha vuelto cada vez más relevante en el campo de la arquitectura. Se refiere a la idea de que el diseño no es simplemente una cuestión estética, sino que también tiene implicaciones éticas, políticas y sociales. En este sentido, el diseño arquitectónico puede ser una herramienta para promover la igualdad, la inclusión y la sostenibilidad en la sociedad.

Asimismo, Salingaros (2018) argumenta que la arquitectura debe ser entendida como un lenguaje vivo que evoluciona y se adapta a las necesidades y valores de la sociedad. En este sentido, propone un enfoque más holístico y orgánico del diseño arquitectónico, que tenga en cuenta no solo aspectos funcionales y estéticos, sino también culturales, emocionales y espirituales. Es así que la complejidad en la arquitectura no debe ser vista como un problema, sino como una característica inherente que puede enriquecer la experiencia humana en el entorno construido. Esta perspectiva se contrapone a la visión modernista que buscaba simplificar y racionalizar la arquitectura, reduciéndola a formas puras y simples.

La relevancia de las ideas de Salingaros se hace evidente en el contexto actual de la arquitectura, donde se busca cada vez más recuperar la conexión entre el ser humano y su entorno construido. Su enfoque en la complejidad, la diversidad y la sostenibilidad en el diseño arquitectónico resuena con las preocupaciones contemporáneas sobre el cambio climático, la urbanización descontrolada y la pérdida de identidad cultural en la arquitectura.

Desde otra perspectiva, González Lobo (2013) ha desarrollado una reflexión profunda sobre la arquitectura en un contexto contemporáneo marcado por el capitalismo globalizado y la necesidad de redefinir el papel ético y espiritual del arquitecto. Destacando la importancia del proyecto arquitectónico como una actividad que va más allá de la mera creación de espacios habitables, sino que implica una dimensión ética y espiritual en la búsqueda de un equilibrio ecológico y una mayor sostenibilidad.

Además, González Lobo aborda la idea de que todo hombre es proyecto, lo que implica la concurrencia de tres características simultáneas: ser creador, sabio e investigador e impugnador. Esto sugiere que el proyecto arquitectónico no solo implica la creación de espacios físicos, sino también la búsqueda de soluciones innovadoras y la capacidad de adaptarse a las necesidades cambiantes de la sociedad.

Se expone la importancia de una teoría del proyecto arquitectónico que sea verdaderamente humana y racional, capaz de entender y atender la arquitectura en esta era de desconcierto. Esto sugiere la necesidad de una reflexión profunda sobre el papel de la arquitectura en la sociedad actual y la importancia de desarrollar una teoría que pueda guiar la práctica arquitectónica de manera ética y sostenible.

Es así como se plantea una necesidad de que la profesión de arquitectura se involucre más activamente en la creación y gestión del entorno construido. Se destaca que, a pesar de las contribuciones significativas de los arquitectos y urbanistas, solo un pequeño porcentaje del entorno construido es realmente diseñado por ellos (UNESCO-UIA, 2023). Este punto es crucial, ya que señala una brecha entre el potencial creativo y la influencia real de la profesión en el entorno construido.

Esto es especialmente cierto para quienes trabajan en un contexto en desarrollo, en el que el arquitecto podría papel de “facilitador”, más que el de “proveedor” de servicios, y donde la profesión puede afrontar nuevos retos. No cabe duda de que la capacidad del arquitecto para resolver problemas puede contribuir en gran medida a tareas como desarrollo comunitario, programas de autoayuda, instalaciones educativas, etc. contribución a la mejora de la calidad de vida de aquellos que no son aceptados como ciudadanos de pleno derecho y que no pueden contarse entre los clientes habituales del arquitecto (UNESCO-UIA, 2023, p. 1).

Es así que la educación en arquitectura debe preparar a los arquitectos para enfrentar los desafíos presentes y futuros, como la degradación social y funcional de los asentamientos humanos. Esto implica la necesidad de formular nuevas soluciones que respondan a las demandas de la sociedad y del entorno construido en constante cambio.

Se hace hincapié en la importancia de la formación intercultural y en la necesidad de adaptar los planes de estudio a las variaciones regionales, medioambientales y culturales. Sin embargo, se señala que existe una base común en los métodos pedagógicos utilizados en todo el mundo, lo que sugiere una falta de diversidad en la educación arquitectónica.

Asimismo, se destaca la importancia de desarrollar capacidades transdisciplinarias en los futuros arquitectos para abordar los desafíos complejos y multidimensionales del entorno construido. Esto implica la colaboración con otras disciplinas y la comprensión de las motivaciones políticas y financieras que subyacen a los cambios en la profesión y la sociedad.

En cuanto a la visión del mundo futuro cultivada en las escuelas de arquitectura, los retos pueden incluir algunos de los objetivos inspirados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos objetivos incluyen garantizar una calidad de vida digna y sostenible para todos los habitantes de los asentamientos humanos, aplicar tecnologías respetuosas con las necesidades socioculturales y estéticas de los habitantes, el desarrollo sostenible y equilibrado del entorno construido y natural que incluya la utilización racional de los recursos disponibles y desarrollar un entorno construido diverso, equitativo e integrador (Naciones Unidas, 2023).

Sin embargo, también se señala la necesidad de abordar ciertas limitaciones, como la falta de diversidad en la educación arquitectónica y la necesidad de desarrollar capacidades transdisciplinarias para enfrentar los desafíos actuales y futuros. En este contexto, autores como Pérez Gómez (2019) han abordado cuestiones fundamentales sobre el propósito y la audiencia de la arquitectura, así como la formación profesional del arquitecto. Una de las críticas centrales que plantea es la idea de que muchas escuelas de arquitectura preparan a sus estudiantes para ser meros ejecutores de proyectos, respondiendo mecánicamente a las demandas del mercado y las instituciones.

Esta crítica apunta a la necesidad de que los arquitectos renuncien a ser simples productores de edificios y se conviertan en pensadores críticos y reflexivos sobre su disciplina. En este sentido, se indica que la arquitectura debería ser más que una mera práctica profesional, y que los arquitectos deberían dedicarse a la reflexión y el pensamiento profundo sobre su campo.

Otro punto destacado es la crítica al predominio de la instrumentalización en la arquitectura contemporánea. Pérez Gómez (2019) argumenta que la arquitectura se ha convertido en un mero instrumento tecnológico, preocupado únicamente por la eficiencia y la economía, y ha perdido de vista su capacidad para reinterpretar el mundo y darle un sentido de orden y pertenencia. Esta instrumentalización ha llevado a una separación de las raíces culturales de la disciplina y a una pérdida de contacto con la condición humana.

Un aspecto clave que aborda el texto es la relación entre la teoría y la práctica en la arquitectura, la tendencia de la teoría arquitectónica a convertirse en una metodología destinada a simplificar y hacer eficiente el proceso de diseño y construcción, sin una comprensión profunda de su propósito último. Esta instrumentalización de la teoría ha llevado a la arquitectura a perder su papel tradicional como filosofía aplicada, reduciéndola a un proceso tecnológico prosaico.

Se aboga por una arquitectura que vaya más allá de la mera eficiencia y la economía, y que se convierta en un medio para reinterpretar el mundo y darle un sentido de orden y pertenencia. Enfatizando la importancia de que los arquitectos se dediquen a la reflexión y el pensamiento profundo sobre su disciplina, en lugar de limitarse a ser simples ejecutores de proyectos. En este sentido, el texto invita a una reflexión crítica sobre la práctica y la enseñanza de la arquitectura en la actualidad, y plantea la necesidad de un cambio de paradigma en la forma en que se concibe y se practica esta disciplina.

Arquitectura y conciencia. Un llamado a la reflexión y la acción

“La Tierra (nuestra Tierra física y sus habitantes), la arena, el agua, las rocas, los pájaros, los animales y los árboles, es el jardín en el que vivimos. Debemos elegir ser jardineros. Debemos elegir hacer que el jardín sea hermoso” (Alexander, 2016).

La intención de haber planteado esta visión de la arquitectura ha sido intentar bosquejar el sistema complejo del quehacer arquitectónico; no obstante, entendemos que todavía falta un largo camino por recorrer. Este planteamiento aparece como corolario, en el entendimiento de dar respuesta a los retos de la contemporaneidad, el desafío va más allá que solo voltear a ver nuestras realidades, nuestras condiciones, nuestras culturas, nuestra historia y nuestra sociedad. El tema del quehacer arquitectónico es un tema de fondo, que indudablemente representa una ausencia dentro del mismo trasfondo teórico, una teoría enraizada desde la conciencia emerge como el sentido de una teoría del espíritu.

Lo propuesto aquí no es algo nuevo, sino más bien cíclico, soportado desde la reiteración de las problemáticas que se han sumado a partir de la posmodernidad. “Estamos seguros que hoy es tiempo de construir una nueva teoría de la arquitectura; que están dadas las condiciones para activar la discusión, el análisis y la crítica rigurosa y darse a la tarea de tan importante labor” (Facultad de Arquitectura - Autogobierno. UNAM, 1983, p. 2). La preocupación ya está dada, no obstante, la inercia constante ha provocado que, en la mayoría de los casos, la producción arquitectónica se realice de manera despreocupada, una simulación desde las escuelas, desde las realidades (sociales, culturales, históricas, económicas, políticas, ambientales), desde una visión imperturbable, estática, reduccionista y puramente estética que se rehúsa a la complejidad y la auto-organización.

La teoría especulativa de las escuelas, ha mencionado Santos E. Ruiz (1983), es una teoría desde el poder y para el poder, una práctica que se ha heredado desde la inercia de una narrativa dominante y desgastada. La remembranza de conciencia colectiva como una constante social, en donde, la comunidad (incluido el arquitecto) sea el participante activo y desarrolle el papel auto-organizativo, es una necesidad cada vez más evidente, la recuperación de un sistema abierto, complejo y maquínico es una proposición hacia una orientación desde la conciencia y para la conciencia del quehacer arquitectónico.

La conciencia especulativa separa y reduce la complejidad auto-organizativa de la realidad, desvanece el sustento social y ejecuta una crítica fundamentada en la imagen; mientras que la conciencia crítica fundamentada en la práctica social desarrolla un camino cimentado en las buenas prácticas y en el bien común que interactúa, se interrelaciona y comunica el panorama complejo de nuestra contemporaneidad. En este sentido se busca y se necesita una conciencia crítica que sea liberadora, integral, creativa y emancipadora, en un sentido concreto, una teoría del espíritu arquitectónico, una forma de incidir en las realidades desde nuestro Sur.

Hoy por hoy, las cosas han cambiado y no es clara la obsolescencia de las teorías tradicionales. La problemática las ha rebasado con mucho y sólo de esta manera me explico la demanda social y latente de sistematizar y explicar estos fenómenos, de estructurales y de adquirir una conciencia más clara, más científica y más operativa de la realidad actual. (E. Ruíz, 1983, p. 4).

Por un lado, la importancia de dicha teoría recae principalmente en su carácter epistemológico, no obstante, y de la misma forma, deviene su carácter axiológico y ontológico, vistos desde el pensamiento arquitectónico; por el otro, la importancia de la praxis que integra el conocimiento de conciencia, la noción de apercepción (una percepción en su nivel más alto) refleja su mirada autocritica y de reflexión que se construye desde y con la realidad. La conciencia es el espíritu que mantiene el barco hacia un rumbo incierto, pero en la que podemos confiar por su capacidad ética, social y liberadora; una teoría al servicio de la conciencia creativa que actúe desde la libertad colectiva y social, un modelo progresista congruente desde su realidad.

Es el mismo Santos E. Ruiz que nos pregunta: “¿Cómo es posible seguir desvinculados de una práctica histórico-social, determinada por la problemática social que entienda la creatividad como una superación dialéctica-histórica?” (1983, p. 4). La vinculación de disciplinas ya se ha dado desde este cuestionamiento, la teoría generativa arquitectónica ha formulado una delgada línea que inmiscuye el diseño participativo y una visión holística e integral desde la planeación estratégica de la producción arquitectónica, diversas posturas y teorías han sido rescatadas, se siguen acumulando y afianzando para poder responder de una mejor manera a nuestras problemáticas actuales.

Ya desde el libro Arquitectura sin arquitectos de Bernard Rudofsky se logró reconocer la importancia de la conservación y el valor de la arquitectura vernácula, el rescate de la historia se desplegó desde una mirada arqueológica y antropológica. La cuestión que se aborda ya no recae en la existencia de esta arquitectura, sino que ahora se traza desde la conciencia del quehacer arquitectónico. Actualmente, el cuestionamiento que se prescribe es el siguiente: ¿cómo podemos los arquitectos propiciar mejorar nuestro propio quehacer? A lo largo de este artículo se ha esbozado un camino, en donde, la práctica de la arquitectura se bosqueja desde la resistencia, aquella con un sentido social, sustentada en los procesos culturales, en la libertad y en la creatividad del hombre genérico, una capacidad para interpretar y coproducir el hábitat que hemos postergado desde la modernidad.

Una arquitectura de resistencia que busque reencontrar la esencia y el espíritu de nuestro quehacer como arquitectos, considerando que cada acción que se realiza afecta a terceros; asistimos a las manifestaciones ambivalentes de una nueva realidad, estructuralmente caótica, aparentemente extraña y frecuentemente incoherente, que responde a la naturaleza progresivamente mestiza, paradójica y solapada de aquellos fenómenos, procesos y condiciones que la caracterizan y determinan. Integrar los valores segregados por el mercantilismo, la crisis de los sistemas económicos y las dádivas del Estado es la labor de la arquitectura de resistencia.

Hoy por hoy, es indispensable asentar el sentido del espíritu arquitectónico como una necesidad imperante desde nuestra situación contemporánea, lo que se desgrana es que no cualquier arquitecto puede operar sobre la arquitectura de resistencia. La teoría de la arquitectura deberá de trascender la propia autorreferencia del ente arquitectónico, es decir, una ecología de los saberes, que emerja desde la confrontación, del diálogo, de la comunicación, del encuentro y de la recuperación de los sistemas de valores de la sabiduría popular. La formulación de las teorías antes descritas conforma de manera breve, la apertura hacia un pensamiento holístico e integral, que se hilvana y se teje por el sentido de la teoría del espíritu arquitectónico, un corte transversal que pone en relieve que la teoría de la arquitectura debe de concebirse desde la conciencia más que desde la ciencia.

Esta reconstrucción corresponde a una postura crítica, en cómo se aprende la arquitectura hoy en día fuera del alcance del pensamiento moderno y encaminado a la formación de un manifiesto en pro de un hombre sentipensante (Borda, 2015), de la creciente complejidad y la recuperación del sentido humano. La teoría de la arquitectura debe de integrar los conocimientos acumulados y superar críticamente las interpretaciones idealistas; una teoría que integre, que supere, que cuestione, que entierre, que camine y que otorgue herramientas para adecuarse a las manifestaciones sociales, culturales y a las necesidades, intereses y deseos de las clases desfavorecidas de la nueva interculturalidad, respondiendo a los intereses ideológicos comunes y conjuntando una integralidad en los saberes y disciplinas.

Desde esta perspectiva, la misión de proponer una teoría del espíritu arquitectónico no es volver a la propia arquitectura a algo poético y embellecido; sino ser conscientes de que la mayoría de las arquitecturas han dejado de lado esta visión unificada entre mente-materia-vida. En el mundo de las diásporas, la atomización y la fragmentación de posturas, de donde emerge la arquitectura contemporánea, la arquitectura debe ser capaz de confluir hacia un bien común, entendiendo que nuestro mundo es cambiante y finito. “Los arquitectos ciertamente podemos ayudar más si olvidamos nuestra propia formación” (Habraken 2010) la práctica de la arquitectura debe deconstruirse, des-pensarse y dirigirse hacia un pensamiento postabismal encaminado hacia el “paradigma de un conocimiento prudente para una vida decente” (B. de S. Santos, 2009, p. 40).

Hay una increíble sobrevaloración del poder de la arquitectura en términos de aquello positivo que con ello puede lograrse, pero aún más en términos del mal que ha provocado o que podría provocar. Los arquitectos han sido instrumentales al establecer la acusación de que ha sido objeto la arquitectura moderna. (Rem Koolhaas como se citó en Moneo, 2004, p. 311).

Es imprescindible repensar cómo la arquitectura del siglo XXI se está gestando, diseñando y produciendo. La arquitectura debe ser vista desde un enfoque de la complejidad, debe de actuar como conjunción de varias disciplinas, del rescate del ser en cuanto al ser genérico, recuperar los valores éticos, filosóficos, poéticos y humanos desde un sentido antropológico social y cultural, capaz de romper con el pensamiento occidental de la modernidad y el eurocentrismo.

Recuperar el sentido humano de las cosas, la espiritualidad, el amor, la compasión, la solidaridad, la gratuidad, el respeto a la naturaleza y a la dignidad humana, y que parecen ser la alternativa frente a un mundo que piensa el progreso a costa de la gente y de la sobreexplotación de los bienes comunes. (Flores, 2016, p. 238).

Con todo lo anterior, se reivindica la importancia del rol del arquitecto a partir de su compromiso ético y social; desde esta perspectiva nos apoyamos sobre el concepto de indignación ética, propuesto por Meisegeir (2002), que lo explica como la base de la estructura humana y espiritual que es capaz de definirnos y a su vez constituirnos como seres en el mundo, desde esta percepción se genera un replanteamiento hacia el ser colectivo, en donde los valores de la existencia fungen como premisa en la toma de decisión. “De aquí deducimos que la indignación ética define el sentido de la vida al situarse de cara a los pobres, de cara al conflicto crucial de nuestro tiempo, el de los pobres y el de estos ante el imperio que continúa avasallándolos.” (Meisegeier, 2002, p. 21).

Es significativo comprender este planteamiento, ya que a través de esta óptica podremos volver a replantearnos el panorama actual del ejercicio de la producción del hábitat, los procesos de derecho de la ciudad han de estar sujetos a estos cambios sociales planteados desde el cooperativismo y el mutualismo, a partir de esta construcción de identidad colectiva se podrán dar pasos hacia adelante en el mejoramiento del quehacer arquitectónico. De la misma manera, la organización de las comunidades es una fuerza que nace a partir de la cohesión social y funge como el único medio para levantar la voz y ejercer el derecho, un instrumento capaz de reducir la desigualdad y la injusticia.

Algunas pautas por considerar

La teoría de la arquitectura, en la mayoría de los casos, se enfrasca solo en el discurso de los arquitectos, se debate y se sintetiza entre las diversas arquitecturas y pensamientos, no se pretende unificar estas ideas, ni generar una teoría universal; lo que se busca es establecer un rigor de conciencia en la llamada disciplina arquitectónica y poner en duda su sentido social, basado en la antropología arquitectónica.

La arquitectura, al ser considerada como objeto y proceso cultural, se plantea desde una práctica cultural, a su vez el bosquejo de la arquitectura como sistema complejo conlleva a un quehacer complejo, una cuestión de actitud, aptitud y creatividad, la pregunta por el espíritu de la arquitectura es la cuestión sobre el saber pensar-hacer-vivir, un rumbo hacia las buenas prácticas.

Asumir que somos parte del problema es el planteamiento base sobre el cual debemos trabajar, asumir nuestras realidades y la existencia de diversas arquitecturas, coadyuvará a formular posturas y líneas de trabajo que se manifiesten desde la participación y la cooperación salvaje; basadas en el conocimiento e interpretación de la memoria colectiva y singular.

La responsabilidad del sujeto, mediante la creatividad y la participación, es capaz de generar soluciones viables y adecuadas a sus formas de vida y a sus posibilidades, dejando las dádivas de lado para accionar sobre la producción de su propio hábitat por derecho. El poder de la imaginación y la creatividad reside en el ser genérico, desde este enfoque, como arquitectos pertenecemos a una humanidad planetaria.

El siguiente paso que se bosqueja es demostrar el pensamiento teórico inherente a las posturas latinoamericanas, una visión teórica de la arquitectura que se establece desde los pensamientos del Sur, desde un contexto cada vez más complejo, con una disparidad de variables y condiciones que representan las diferentes realidades sobre las que hay que trabajar. Las múltiples respuestas y conceptos que se han de verter en la sociedad contemporánea de nuestra realidad.

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Cómo citar: Salazar, B. L., Lunagómez Lechuga, E. A., & Vázquez Honorato, L. A. (2024). Un cuestionamiento crítico sobre la capacidad de la arquitectura como agente de cambio. Anales de Investigación en Arquitectura, 14(2). https://doi.org/10.18861/ania.2024.14.2.3909

Notas finalesAprobación final del artículo: Ma. Arq. Andrea Castro Marcucci, editora en jefe aprobó la publicación de este artículo.

Contribución de autoría:Bertha Lilia Salazar Martínez es responsable de la Investigación, preparación, elaboración y revisión del manuscrito. Edwin Amir Lunagómez Lechuga es responsable del proyecto de investigación y elaboración del manuscrito. Luis Arturo Vázquez Honorato es responsable de la investigación, preparación, elaboración y revisión del manuscrito.

Disponibilidad de los datos El conjunto de datos que apoya los resultados de este estudio no se encuentra disponibles para su uso público. Los datos de la investigación estarán disponibles para los revisores, si así lo requieren.

Recibido: 27 de Julio de 2024; Aprobado: 20 de Noviembre de 2024

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