María de los Ángeles Marechal crea y preside desde 1991 la Fundación Leopoldo Marechal. Desde allí, lidera la recuperación y difusión de un corpus nutrido de documentos que constituyen insumo invaluable para los estudiosos de una obra tan significativa en el panorama de las letras hispanoamericanas. Se autodefine como «investigadora infatigable de los textos desconocidos de Marechal», su padre, y prepara la biografía completa y detallada sobre el autor.
1. María de los Ángeles Marechal y la recuperación de los archivos de Leopoldo Marechal
Recorriendo las huellas biográficas de su padre, María de los Ángeles Marechal descubre una «Nota preliminary» con la que el autor había presentado en 1946 la guía de espiritualidad Camino de perfección - Libro de las fundaciones, de Santa Teresa de Ávila. Recibo de sus manos este hallazgo y la vía libre para difundirlo.
El documento, desconocido hasta ahora por los estudiosos de la obra de Marechal, evidencia el apoyo innegable que los estudios del autor hemos recibido desde la Fundación Leopoldo Marechal y, en particular, de manos de su primogénita. El testimonio de María de los Ángeles Marechal desvela los entresijos del itinerario de creación literaria del poeta, del escritor, y la historia compleja de la búsqueda y recuperación de sus archivos, biblioteca, manuscritos y documentos personales y familiares a los que ella ha consagrado su vida.
Seguir las huellas del autor ha constituido una de sus vocaciones esenciales para corresponder a las palabras de su padre cuando le dijo: «Vos te vas a tener que ocupar de mi obra», durante una de las pocas conversaciones que sostuvieron a solas, antes de su muerte en 1970. Así, quienes hemos tenido la fortuna de compartir y aprender de ella, somos testigos de su compromiso por liberar de sombras y bruma un valioso material, emborronado por otras marcas y anotaciones.
Esta entrevista pretende reservar su testimonio como una instrucción que allana el camino a las investigaciones posteriores sobre una apuesta literaria tan amplia y con tantos matices inexplorados aún, una vasta creación que recorre todos los géneros y constituye así una voz contundente y el testimonio lúcido de una época.
Mónica Montes Betancourt (M.M.B.): Introduzco tu entrevista aludiendo a la «Nota preliminar» a Camino de perfección - Libro de las Fundaciones con el que tu padre presentó en 1946 este tratado de espiritualidad de Santa Teresa de Ávila. El texto se desconocía por entero y, gracias a tus pesquisas, tenemos la ocasión de publicarlo ahora, como un insumo significativo para los estudiosos de la obra de Leopoldo Marechal. ¿Cómo llegaste hasta este documento y cuál es el valor que reviste para los estudios actuales sobre esta obra?
María de los Ángeles Marechal (M.A.M.): querida Mónica, antes de responder tus preguntas y atenta a la revista sobre la que me has hablado, quiero destacar que soy nieta de un uruguayo, Alberto Marechal, nacido en Carmelo, el 25 de octubre de 1873, según el registro bautismal, libro quinto, folio 105. Falleció joven, el 7 de julio de 1919, aquí, en Buenos Aires. He constatado que en el censo de 1895 la familia había venido a vivir a Argentina.
La «Nota preliminar» del libro Camino de Perfección - Libro de las Fundaciones, de Santa Teresa de Jesús1, fue una gran sorpresa, no conocía su existencia. Llegué al material trabajando la bibliografía. Me pregunté: ¿no habrá escrito mi padre algo más para Emecé? Y así fue como descubrí este material, rastreando en diferentes bibliotecas. Recordemos que en esos años Leopoldo Marechal había publicado en esta misma editorial Emecé varias obras: la traducción directa de la obra en francés La Duchesse de Langeais2, de Honorato de Balzac (1943); Santa Rosa de Lima3, (1943); «Prólogo» a De la consolación por la filosofía, de Boecio4, Traducción de Esteban M. Villegas (1944), «Prólogo» a Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más Ilustres de Diógenes Laercio5, Tomo I (1945) y El viaje de la primavera6 (1945).
Junto a la colaboración de un joven voluntario, estudiante de letras, César Augusto, dimos con el texto que hoy nos ocupa y que verá la luz nuevamente tras 75 años de su primigenia y única publicación.
Desde siempre razono que no hay motivo para negarle a un creador el derecho a que se conozca toda su obra, cada lector verá si el tema está dentro de sus intereses, sean lectores “agrestes”, al decir de Marechal padre en su Adán Buenosayres, o académicos.
M.M.B.: Este preámbulo me mueve a preguntarte ¿cuáles han sido algunos de los logros más significativos en la recuperación y preservación del legado de tu padre a través de la Fundación Leopoldo Marechal?
M.A.M.: Muy positiva tu pregunta. Grandes logros fueron las Jornadas Nacionales e Internacionales concretadas en los años 1995, 1998 y 2000; extenuantes en su organización, pero dieron grandes alegrías; tengo hermosos recuerdos y testimonios. Se grabaron las Jornadas de 19957 que se pueden ver en la videoteca del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y se publicó un libro de las Jornadas de 1998, titulado Cincuentenario de Adán Buenosayres8; de las Jornadas del 2000 hay registros en DVD.
Los permanentes y difíciles tiempos económicos argentinos no me permitieron editar más trabajos académicos; sí pude continuar con el editor Alejandro Bilyk, que conocí a principios de los 90’ cuando decidimos recrear la primera edición de Descenso y ascenso del alma por la belleza y se contrató un prologuista, seguimos con el libro La Patria9 y continuamos con la edición definitiva de Descenso y ascenso del alma por la belleza10, Editorial Vórtice, 2016 y 2020; ídem, publicamos El hipogrifo11 (2017).
La editorial Leviatán publicó la Obra Poética12 incluyendo material desconocido, tal el caso del “Epitafio a Ricardo Güiraldes”, escrito para el número que nunca salió de la revista Martín Fierro; el poema dedicado a César Pico, entrañable miembro de los Cursos de Cultura Católica, y otros más; así como se pudieron explicitar peculiaridades no vistas con antelación y que considero muy importantes. Te detallo: el poema «De la rosa levante», incorporado en el libro Sonetos a Sophia, fue publicado en La Nación el 2 de junio de1940 con el título «Canción». Este mismo poema, con algunas variantes, lo titula, años más tarde, «La mariposa y la muerte», así lo registra en la década del 60’ y se lo entrega a Ben Molar para ser musicalizado en su famoso long play «14 con el tango». La musicalización estuvo a cargo de Armando Pontier.
Lentamente fui creando un archivo muy interesante, recupero de críticas y comentarios en los diversos medios nacionales y algunos internacionales publicados desde 1922 hasta la fecha.
Hace bien compartirlos y, en especial, permite comenzar a acercar la realidad para desdibujar, con documentos, el circo montado sobre su vida y sus creencias. Fue cuando me planteé la necesidad de una biografía real, sin falsedades y siempre documentada. Es un trabajo arduo y lento, doloroso por momentos ya que tengo que dejar fuera mis sentimientos.
No solo busqué sus libros, sus manuscritos, también los documentos de familia. Ni a Malena ni a mí nos dieron la partida de casamiento de nuestros padres, fotos infantiles, fotos de nuestra mamá; ni un recuerdo de sus objetos queridos. Las fotos recuperadas, ya lo escribí con antelación, en su mayoría, fueron las que tenían nuestras abuelas materna y paterna, nuestra tía Hortensia, hermana de Leopoldo y otras primas hermanas de la rama paterna. También los escritores, pintores, escultores amigos de mis padres colaboraron y muchos de sus hijos que hoy cuento entre mis amigos.
Me veo niña, corría el año 1951, Malena tenía 9 años y yo, 11. Nos habían dejado salir del Colegio Niño Jesús junto a nuestra abuela materna Enriqueta que hizo grandes intentos ante nuestro padre para que no se perdieran los lazos de familia que él había roto. Nos permitieron ingresar, por unas horas, a nuestro hogar infantil. Nuestro dormitorio había sido depositado en el cuarto de servicio, quisimos verlo y entramos, a la vista estaba nuestro blanco placard. Abrí los cajones, vacíos... salvo uno. Miro y encuentro un hermoso retrato de nuestra mamá, María Zoraida, y un collar de perlas. Le digo a Malena con alegría, ¡mirá, qué ubiqué! Nada comentamos y, a los quince días, nos volvieron a recibir por un rato. Fuimos a la habitación, el portarretrato estaba vacío y el collar de perlas roto. ¡Tantas situaciones que callamos! Hoy me pregunto por qué no los tomamos y fuimos con ellos al escritorio donde estaba nuestro padre con nuestra abuela y los pedimos. Solo circulaba tras nosotras su conviviente, controlándonos.
Todo fue y es búsqueda más búsqueda. Algo logré si miro hacia atrás, desde 1970 a la fecha.
M.M.B.: En este punto de la entrevista resulta pertinente que te refieras también a las dificultades que has experimentado en este camino de recuperación de los archivos de tu padre.
M.A.M.: Los logros se mezclan con profundos desencantos provocados por aquellos a quienes creía dignos de trabajar sobre Marechal y a los que di muy buenas posibilidades; tan buenas, como que uno de ellos recibió los manuscritos, gracias a mis permanentes gestiones, y me negó hasta el derecho a fotocopiarlos. Tras avisarme que los había recibido y no se había hecho un detalle de los mismos, fui personalmente a conversar con él, en la universidad en la que trabajaba. Le llevé un llavero de plata realizado y firmado por mi hermana Malena, atentas ambas a su cortesía. No imaginamos lo que sucedería. Cinco años los retuvo, hasta que una carta documento de la persona que se los dio lo hizo cambiar de idea. Además, con antelación había mentido, tal es el caso del tomo V, Perfil Libros, 1998, donde se arrogó el haber ubicado todos los textos. Uno de ellos, inédito, me lo había dado Graciela Coulson13, muy buena amiga mía, que falleció en 1978, muchos años antes; otro correspondía a una función teatral en la que había participado mi hermana Malena, etc. En esa época, interpreté, fue producto de un enorme ego y no supe ver la maldad implícita; soy responsable, lo dejé pasar.
Tengo muy bien guardados los mails cruzados en esos años (2002-2008) y he leído con tristeza, ya sin asombro, que aún hoy miente en forma descarada o la edad le hizo perder la memoria. No sabe que, en su momento, me permití reenviar mi tristeza y malestar a otros académicos más jóvenes por si a mí algo me sucedía, para que supieran a dónde dirigirse, a quién reclamar los papeles de mi padre.
M.M.B.: ¿cuáles son los avances más significativos en la publicación de material inédito y en la recuperación y divulgación de estas piezas literarias y del material de archivo?
M.A.M.: Por un lado, permitir a las nuevas generaciones acercarse a su obra. Inédito o no, fue y es importante haber podido diversificar parte del material poniéndolo al servicio de académicos y editores que así lo solicitaron, por ejemplo, la edición de Adán Buenosayres con los manuscritos que pudo trabajar Javier de Navascués14 (Universidad de Navarra, España). El material que acompañó a la edición inglesa gestada por Norman Cheadle15; el Adán Buenosayres, edición italiana nacida de un proyecto de Claudio Ongaro16; la edición de Alijerandro17 en Madrid y Polifemo18 en Italia, ambas son piezas teatrales recuperadas así como tantos otros trabajos que se fueron concretando; citarlos a todos sería hoy difícil por la extensión. No me gustaría ofender a nadie ya que estoy muy agradecida con muchas personas de bien.
Debo destacar las dos ediciones alemanas tras los coloquios de 201319 y 201720 en la Universidad Friedrich Schiller (Jena, Alemania), concretados gracias al amor por la obra de Marechal y al tesón de Claudia Hammerschmidt, nuestra anfitriona.
Como cierre, no puedo dejar de mencionar la exposición presentada en Alemania, Universidad Friedrich Schiller. Una exposición que me provocó y provoca una profunda alegría donde por primera vez21 unen a Xul Solar con Leopoldo Marechal. Alguna voz académica se leyó en Argentina, pero nada comparable al gran esfuerzo mancomunado gracias al proyecto internacional conjunto entre Mariela Blanco (Universidad Nacional de Mar del Plata), y Claudia Hammerschmidt (Universidad de Jena). Dicha exposición nació el 22 de junio de 2019 en la citada universidad alemana y vino luego a Argentina, se presentó varias veces: en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en el Museo Xul Solar y en la Biblioteca Nacional de Maestros, en Buenos Aires. La idea, imagino, seguirá vigente cuando la pandemia lo permita para que pueda ser conocida en otras partes de nuestra tierra. Un interesante catálogo resume parte del trabajo realizado por Claudia Hammerschmidt, Mariela Blanco, Sabrina Gil, Carolin Voigt22.
M.M.B.: De acuerdo con tus inventarios de la creación de Marechal, ¿qué documentos podrían estar perdidos aún y qué noticias tienes sobre estos?
M.A.M.: Documentos perdidos, tirados o guardados en gavetas ajenas a la familia Marechal hay de todo tipo y te citaré algunos:
A. Documentos familiares: son muy importantes la libreta de casamiento de mis padres, la partida de nacimiento de mi madre, el pasaporte de mi padre que me permitiría rastrear si hubo algún otro viaje que no pude detectar por las notas periodísticas, ni en otras búsquedas que realicé. Sé quién tenía el pasaporte, la misma señora que entregó los manuscritos, familiar de la señora conviviente de mi padre, me lo negó a mí y también a una joven académica que supe se lo había pedido.
B.. Manuscritos: en el 2002, tras recibir la noticia, vía un periodista, de que la biblioteca de mis padres había sido llevada a Rosario, fui a tocarle el timbre a una persona cuya existencia desconocía hasta esa fecha. Supe que la Sra. Elvia Rosbaco tenía sobrinas. La ubiqué, me presenté y logré iniciar un diálogo, ella vino a Buenos Aires e incluso estuvo una tarde en mi hogar. Eso permitió que pudiese ver parte de los manuscritos que tenía y tomar nota de sus títulos. La citada señora me dijo que sabía que los manuscritos eran nuestros, pero que no iba a dármelos porque temía publicáramos algo y su tía iba a sufrir si se enteraba, porque ella había negado siempre su existencia, (información que yo conocía porque eludió la respuesta hasta en la justicia); que prefería que alguna persona que podía ser de mi conocimiento los tuviera hasta el fallecimiento de Elvia Rosbaco y que, inmediatamente, nos iban a ser entregados. Hice un listado que le di al académico citado y que no nombro por piedad, quien ocultó el material por cinco años tras estar en conversaciones previas conmigo. Viajó a Rosario a retirarlos, se disculpó por no haber podido hacer un detalle exhaustivo y nada más. Para la elección de la persona a la que se le entregarían en custodia temporal los manuscritos, ya que no quería dármelos a mí, le di dos nombres de personas que creía eran probas y solo los tendrían hasta que su tía falleciera. Fue su consigna que no se publicara nada hasta la muerte de su tía y, por más que le di mi palabra, no me creyó; claro, no me conocía. La casualidad hizo que ambas hubiésemos tratado socialmente al Dr. Guillermo Julio Montero, prestigioso psicoanalista. Ella eligió al otro nombre del cual le pasé los datos. Hicieron algún acuerdo misterioso porque a mí me negaron hasta saber qué papeles habían firmado entre ambos sobre los manuscritos. No obstante, en 2007, ubiqué la escribanía y así fue como requerí personalmente copia al Archivo General de Rosario; me acompañó y contuvo en la larga espera que hicimos la hoy académica Marisa Martínez Pérsico. A partir de esa circunstancia comenzó mi insistencia, ya con documentos en mano. Hasta contraté un abogado, el mismo que nos acompañó a retirar los manuscritos que hoy están a buen resguardo en un banco.
Hay faltantes, Mónica, entre los que anoté y cuyos borradores guardo y lo que me dieron. Quien se los quedó ya se va a equivocar, estoy segura, y llegará el momento de desentrañar esta lamentable historia. Además de faltantes ubiqué sobrantes, tengo un texto escrito a máquina titulado El caso de Clinio, son 4 hojas en un tamaño que no usaba mi padre, muy metódico para sus escritos. Está con diversas faltas de ortografía, no tiene la riqueza expresiva de Marechal y tiene correcciones manuscritas de la mujer con la que convivía, es decir, Juana Elvia Rosbaco. Su letra, recordarás, se las he mostrado en un power point preparado especialmente para el Coloquio Internacional 2017 que se gestó en la Universidad Friedrich Schiller (Jena, Alemania). Además, cuando quieran cotejar, entre el material que me dieron hay cuadernillos personales de la mencionada señora. Es una letra que difiere totalmente de la letra de mi padre. Ni hablar de los cuadernillos manuscritos de Adán Buenosayres que se permitió sobreescribir23.
C. Nuestra biblioteca familiar: una historia lamentable, provocada por la citada Sra. Juana Elvia Rosbaco y su joven conviviente Ricny. La biblioteca estuvo siempre en el que fuera nuestro hogar infantil. En el 2001, los parientes de la Sra. Rosbaco, tras la muerte del joven Ricny acontecida en el año 2000, deciden trasladarla a Rosario e internarla en un geriátrico.
Nadie tuvo acceso a dicha biblioteca desde 1970, salvo las dos personas que habitaban el departamento. Ya dije cómo viajé a Rosario, oportunidad en la que me apersoné en la Universidad, hablé con su decano de entonces apellidado Maiorana y me negó todo. No se podían ver los libros, estaban en cajas, no tenían listado, etc., etc., múltiples excusas. Insistí varias veces en años siguientes, conseguí un listado a máquina que me remitieron, bastante desprolijo por cierto, pero me ayudó mucho ya que comenzó la búsqueda.
M.M.B: Con los comentarios que me has hecho, me parece oportuno preguntarte ¿cómo conseguiste, finalmente, trabajar en la biblioteca de tu padre a pesar de las trabas iniciales? y ¿de qué modo Horacio Zabala allanó el camino con su “expolio”, en el que relaciona los libros de la biblioteca Marechal, cautivos en una sala descuidada de la Biblioteca de la Universidad Nacional del Rosario?
M.A.M.: «El expolio del legado de un escritor argentino»26, así lo tituló el entrañable profesor y destacado especialista en bibliografías, Horacio Zabala. Lo conocí gracias a mi actividad en la Peña del Libro, hoy denominada “Trenti Rocamora”, en honor a su creador. Zabala y Trenti Rocamora eran amigos. Horacio estaba por radicarse en Buenos Aires, iba a la Peña, nos conocimos y, sin siquiera pedirle nada, me remite por mail una extensa bibliografía que él tenía sobre mi padre, que cotejé con lo ya obtenido. Valioso ser humano, totalmente diferente al que ocultó por cinco años los manuscritos de Marechal, pese a que fui la cándida mujer que propuso su nombre y él lo sabía. Recuerdo haberle dicho: “Doctor, Ud. va a poder preparar un interesante trabajo sobre el teatro inédito, verá que hay mucho material”. Horacio Zabala comienza a viajar a Rosario a la Universidad Nacional, escuela de Letras y, pese al maltrato que sufrió, siguió yendo. Hasta regaló un importante trabajo que había hecho. Tomaba nota y, cuando se lo permitían27, sacaba fotocopias de las dedicatorias de los libros. Iba con la información de los autores que me interesaban, iniciamos la búsqueda con los libros publicados por los amigos de mi padre, muchos de ellos participantes en los Cursos de Cultura Católica.
En esta gesta colaboraron varias personas: Marisa Martínez Pérsico, Hernán Huguet, Laura Lobo, Mirko Olivati, Mercedes Mayol, Carolin Voigt. La puerta se me abrió cuando el catedrático y traductor al inglés del Adán Buenosayres, Dr. Norman Cheadle, año 2009, me escribe y me dice: viajaré a Rosario, quiero ver algunos libros de la biblioteca de tu padre. Allí fui y, gracias a él28, pude ingresar y trabajar en la que es mi biblioteca familiar, aunque no me la hayan querido entregar.
Los que fuimos, tomamos fotos, anotamos todo lo que pudimos ya que había restricciones horarias, paros de personal, carencia de agua, etc., todos motivos para cerrar y quedar en una ciudad varados sin poder aprovechar el tiempo. No obstante, en 2015, año en que trabajé junto a la hoy Dra. Carolin Voigt, Universidad Friedrich Schiller, (Jena, Alemania), hubo un atisbo de cortesía por parte de las autoridades de ese entonces. Salíamos sucias, los libros no habían sido limpiados en años, igual que lo vivido en el 2009, salvo que encontré primeras ediciones destruidas, alegando que las habían restaurado. Nunca vi nada tan dañado: tapas originales tiradas y cartones nuevos, desprolijos, y me refiero a las primeras ediciones de Marechal.
Lo peor fue ver el contenido de los libros con hojas y hojas subrayadas en rojo, notas liminares que no eran del poeta Marechal, insultos repetidos a los autores de algunos libros, comentarios groseros, incalificables29. Me produce una sensación de horror pensar que nuevas generaciones puedan pensar que mi padre escribió tantas porquerías dentro. Perdón, no puedo dejar de comentarlo.
Pedí ayuda al director de la Biblioteca Nacional, 2014, 2015, para que se pudieran escanear muchos de sus libros, algunas ediciones casi inexistentes y realizar un trabajo de depuración con las huellas de Marechal, las auténticas30. Me ofrecí a colaborar en todo lo que fuera necesario ya que conozco muy bien la letra de mi padre. No tuve éxito.
M.M.B.: ¿Qué opinión te merecen los estudios y la crítica actual sobre la creación de tu padre?
M.A.M.: No creo deba dar esa respuesta. Sí, hay diferencias entre los argentinos y los extranjeros. Muchos argentinos, no todos, hoy están excesivamente politizados y ven en los escritos lo que a ellos les gustaría. Nos ocurre a los lectores con gran frecuencia. Por eso, uno de mis lemas es: «La única verdad es la realidad» (Aristóteles), y me ayuda mucho en todo lo que emprendo.
Hay periodistas que lo citan, escriben artículos en diversos medios y ni siquiera tienen idea del gran poeta que fue, es y será. Sólo lo usan en beneficio de ellos y con fines políticos, distorsionando los contenidos.
Una anécdota que viví hace años: pido en una dependencia oficial si me pueden dar copia o registro del que fuera el primer premio de mi padre, premio municipal de poesía (1930). Soy muy bien atendida y en la conversación surge un comentario espontáneo: ¡ah, entonces Marechal no es producto del peronismo! Esa persona, bien intencionada, no sabía que mi padre había ganado el Primer Premio Municipal en 1930 con Odas para el hombre y la mujer; el Tercer Premio Nacional de Poesía en 1937 con Laberinto de Amor y Cinco Poemas Australes y el Primer Premio Nacional con los Sonetos a Sophia y El Centauro, libros publicados en 1940, mientras que recibió el premio en 1941. Los estudiosos extranjeros trabajan la obra de Marechal con una mirada diferente, objetiva.
M.M.B.: ¿Cuáles son los temas o líneas de investigación que han sido poco cubiertos por los estudiosos?
M.A.M.: Las fuentes clásicas que Marechal leyó y en las que se formó no están muy consideradas en algunos críticos actuales. Por investigar queda mucho, pensemos que aún no se conoce toda su obra. Hay una serie de manuscritos que quiero publicar, tema en el que estoy trabajando: obras de teatro, cartas diversas, entrevistas, conferencias, presentaciones de libros, actos correspondientes a su tarea como Director General de Cultura de la Nación, etc.
Cartas, eran más las que recibía que las que él enviaba; no obstante, leyendo escritos de sus compañeros de generación hay muchísimo material por publicar. Hoy, mi prioridad es finalizar sus conferencias y seguir con la correspondencia que mantuvo con el poeta Francisco Luis Bernárdez al que siempre consideró su hermano. A este material me gustará agregar semblanzas realizadas por Paco (Francisco Luis) Bernárdez sobre sus compañeros martinfierristas; son excelentes y las rastreé en periódicos de época.
Otra línea de investigación básica poco cubierta es la de Marechal, educador.
2. Breve introducción a la «Nota preliminar» de Leopoldo Marechal a Camino de perfección - Libro de las fundaciones, de Santa Teresa de Ávila
Como se ha explicitado previamente, esta «Nota preliminary» de 1946 era desconocida para los estudiosos de Marechal. Su reproducción complementa un mosaico sobre la perspectiva del autor en esta etapa particular de su producción literaria que se ubica entre 1929, con Odas para el hombre y la mujer, y 1948, con Adán Buenosayres31. El autor experimenta este periodo como el de sus regresos al orden que lo incitan a virar desde el vitalismo de la experiencia vanguardista hacia una expresión más íntima, incluso mística, tal como se manifiesta en Laberinto de amor (1936).
En esta “nota preliminar”, Marechal expresa su deslumbramiento ante un llamado singular que eleva a los místicos hacia el territorio de lo inefable, hasta trascender las fronteras del arte humano. Sin embargo, puntualiza en la diferencia entre San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; si el primero demanda del lector un tipo particular de hermenéutica para acceder a sus símbolos, la Santa de Ávila, en cambio, comunica la alegría de su experiencia mística a través de imágenes cercanas a la tierra y a la cotidianidad. Le ofrece un modelo para expresar así sus propios anhelos de trascendencia y de “absoluto” a través de imágenes conectadas con su más esencial naturaleza humana. La santa le aporta, justamente, un camino cotidiano que conduce desde la tierra, con su riqueza y singularidad, hacia ese otro territorio que lo llama, eleva, centra y sitúa en su vocación poética más esencial.
3. «Nota preliminar» de Leopoldo Marechal a Camino de Perfección - Libro de las Fundaciones, de Santa Teresa de Ávila
Referirse a la obra escrita de un santo no es tarea fácil; porque, como escritor, el santo no suele utilizar otra materia que la de sus experiencias místicas, las cuales se cumplen según modos y por caminos tan ajenos al nivel humano corriente que el santo, al escribir para los hombres, se debate en la empresa heroica y humanamente imposible de querer expresar lo inexpresable. San Juan de la Cruz, aludiendo a ese imposible, dice así en el prólogo de su Declaración al Cántico Espiritual: «Sería ignorancia pensar que los dichos de amor e inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se puede bien explicar». Y más adelante agrega, refiriéndose a los santos doctores que trataron de explicar los misterios de la inteligencia mística: «Aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se puede ello explicar».
El caso es que una diferencia rigurosamente esencial distingue al santo que escribe de los demás escritores, comprendiendo en estos últimos aun a los que se nos han presentado con el signo del genio. Un escritor genial, por extraordinaria que sea su obra, no trasciende los límites del “arte humano”; y al no trascenderlos se mantiene siempre al alcance de la comprensión humana, porque todo lo que ha meditado y escrito no supera la estatura natural del hombre. El santo, en cambio, emprende tales vías de conocimiento y de amor que, más que emprenderlas él mismo, parece como llevado a ellas desde lo alto y en virtud de no sabemos qué secreta elección; por lo cual el santo no encuadra ya en los términos del arte humano, sino que todo él aparece a nuestros ojos como una obra del “arte divino”.
El santo recorre, pues, una vía de conocimiento y de amor que lo hace trascender la estatura natural del hombre y lo ubica plenamente en el terreno de lo sobrenatural. Podrá luego describir o no su viaje místico, contar o no a los otros aquella experiencia suya de la Divinidad (y bueno es decir que la mayoría de los santos no escribieron una sola palabra sobre sus iluminaciones); pero si el santo describe sus experiencias místicas, no lo hará, ciertamente, inducido por una moción “literaria”, sino fiel a un mandato que debemos admitir como perteneciente al orden de la caridad. Y entonces el santo, o bien escribirá el itinerario de su viaje místico, con sus diversas etapas y las condiciones que requiere cada una, todo lo cual, al mantenerse en el terreno de lo “teórico”, no presentará dificultades insalvables a nuestra intelección; o bien tratará de decir lo que vio, entendió y amó durante su viaje, y entonces se embarcará en el sublime imposible de querer expresar lo inefable con un lenguaje humano, y acudirá necesariamente a los recursos de la poesía, que en ese caso, y según dice San Juan de la Cruz, «antes parecen dislates que dichos puestos en razón, según es de ver en los divinos Cánticos de Salomón y en otros libros de la divina Escritura, donde, no pudiéndose dar a entender la abundancia de su sentido por términos vulgares y usados, habla el Espíritu Santo misterios en extrañas figuras y semejanzas».
La literatura española se gloria con los escritos místicos de dos grandes santos: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Ambos vivieron en la misma época, se conocieron y se amaron con el amor sublime de dos criaturas que se hallaban en el mismo difícil camino de perfección y conocían dolores iguales e idénticos éxtasis. Con todo, bien que identificados en una misma esencia, los escritos de San Juan y de Santa Teresa difieren, me atrevo a decir que no desde el punto de vista de Dios, sino desde el punto de vista de los hombres llamados a leerlos. San Juan de la Cruz, que expresamente escribió para los iniciados en el difícil ascenso, toma un punto de partida que resulta ya casi inaccesible a los hombres corrientes, para remontar en seguida un vuelo de águila que va ganando alturas vertiginosas; y el que haya osado leer la Subida del Monte Carmelo sabrá qué cosa es el vértigo, al seguir, ¡y sólo teóricamente!, aquel itinerario sombrío en cuyo transcurso el alma se destruye gradualmente a sí misma, hasta dar en los confines de la nada, para reconstruirse al punto según el milagro de la arquitectura divina. Santa Teresa de Jesús, en cambio, parece arrancar, a nuestros ojos, del mismo nivel terrestre en que nos encontramos: la sencillez de su idioma nos inspira confianza: parece comunicarnos ya un poco de la inefable alegría suya, una alegría de viajero que cumplió ya su itinerario y se vuelve a los que recién lo inician para sostenerlos en el rigor con el anuncio de la bienaventuranza. Sus escritos obran con el lector la misma virtud exultante que sus gestos obraban con las personas que la conocieron en vida: leyendo a Santa Teresa la santidad nos parece un quehacer tan natural, y sobre todo tan alegre, como aquellos de la cocina del convento que realizó ella tantas veces con sus manos de tierra e hizo cumplir a sus hermanas carmelitas cuando les anunciaba que «Dios también está entre las ollas».
Pero no ha de entenderse con ello que la vía espiritual de Santa Teresa difiera en rigor y exactitud de las que siguieron y comentaron otros místicos de mayor precisión metafísica: en el fondo, el camino es el mismo, iguales las etapas, idénticas las dificultades; para ella, como para los otros, la santidad es el fruto acabado de aquella tensión indecible mediante la cual el alma, soltando el lastre que la une a la tierra, va despojándose de todo, hasta sumergirse en el piélago insondable del amor divino. El lector que atentamente siga los itinerarios espirituales de la santa en su Camino de Perfección, en sus Moradas o en su Libro de las Fundaciones hallará, bajo las apariencias de un lenguaje sencillo y práctico, el mismo rigor de las tres noches oscuras del alma que pinta San Juan de la Cruz, las mismas advertencias frente a los mismos peligros, iguales normas de despojamiento humano, idénticos anuncios de amanecer.
Lo que verdaderamente distingue a Santa Teresa de Jesús es que, a través de sus páginas, el camino que va de la tierra al cielo es visible a los ojos comunes; y se ve, sobre todo, que el camino arranca, ciertamente, de la tierra, y que, ciertamente, conduce al cielo de los bienaventurados.