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Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía

versión impresa ISSN 2393-7068versión On-line ISSN 2393-6886

Rev. urug. Antropología y Etnografía vol.7 no.1 Montevideo jun. 2022  Epub 01-Jun-2022

https://doi.org/10.29112/ruae.v7i1.1554 

DOSSIER

Antropólogas feministas frente a la pandemia en México1

Feminist anthropologies face the pandemic in Mexico

Antropologias feministas diante da pandemia no México

Martha Patricia Castañeda Salgado1 
http://orcid.org/0000-0001-7977-0355

Marisa Ruiz Trejo2 
http://orcid.org/0000-0003-4012-5601

1México. CEIICH-UNAM, marthap@unam.mx

2México. UNACH, marisaruiztrejo@unach.mx


Resumen:

En México, el 8 de marzo de 2020, miles de feministas salieron a las calles a protestar contra los feminicidios, la violencia de género y sexual, las desapariciones y cientos de agravios más. Unos días después se nos pidió confinarnos en casa. Durante la pandemia de covid-19, las mujeres han estado en primera línea de la crisis. En particular las mujeres indígenas, afrodescendientes, pobres, lesbianas, trans, trabajadoras del hogar y de servicios, empacadoras, limpiadoras, cocineras, cuidadoras y muchas que viven al día.

En este artículo, analizaremos el contexto de la emergencia sanitaria y social, que no responde solo a la crisis actual, sino a un proceso de largo plazo que se agravó con el desastre de la pandemia. En ese sentido, nos preguntamos ¿cuáles son los desafíos de las antropólogas feministas ante políticas que proclaman una supuesta igualdad, pero que afectan fuertemente a las mujeres, que despolitizan los feminismos y que promueven megaproyectos y extractivismos? ¿Cómo desafiar las barreras ante los inconcebibles recortes presupuestales que afectaron en forma directa a proyectos como las Casas de la Mujer Indígena o Afromexicana (Cami), las alertas de género, la salud y la educación? En este artículo, reflexionaremos sobre la conexión entre desigualdades, políticas públicas y feminismos en el contexto de la covid-19, que generaron un conjunto de acciones sociales en las que se implicaron antropólogas feministas, en un contexto de antemano sexista, racista, clasista, de despojo, desposesión y extractivista.

Palabras clave: antropólogas feministas; pandemia; racismo; trabajo del hogar; violencia de género en las universidades

Abstract:

In Mexico, on March 8th, 2020, thousands of feminists went out to the streets to protest against feminicides, gender and sexual violence, disappearances, and other injustices. Some days after we were obligated to lockdown in our homes. During the COVID-2020 pandemic, women were in the first line of the crisis, particularly, indigenous, Afro-descendant, poor, lesbian, trans, domestic workers women, cleaners, cookers, caregivers and many who live in the day.

In this article, we will analyze the context of the health and social emergency that is not a current crisis, but a long-time process, and that worsened with the disaster of the pandemic. In this sense, what are the challenges of feminist anthropologists face some policies that proclaim a supposed equality but that strongly affect women, depoliticize feminisms, and promote mega projects and extractivisms? How can we challenge the inconceivable government budget cuts that directly affected projects such as “Casas de la Mujer Indígena o Afromexicana” (Cami), gender alerts, health, and education? This article will reflect on the connection between inequality, public policy, and feminism in COVID-19, which generated a set of social actions in which feminist anthropologists were involved in a previously sexist, racist, classist dispossession, and extractivist context.

Keywords: feminist anthropologists; pandemic; racism; domestic work; gender based violence in universities

Resumo:

No México, no dia 8 de março de 2020, milhares de feministas saíram às ruas para protestar contra feminicídios, violência de gênero e sexual, desaparecimentos/ sequestro de mulheres e centenas de outras queixas. Alguns dias depois nos pediram para ficarmos confinadas em casa. Contudo, durante a Pandemia de COVID-19 as mulheres têm estado na linha de frente da crise, particularmente as mulheres indígenas, afrodescendentes/negras, pobres, lésbicas, trans, trabalhadoras domésticas e de serviços, empacotadoras, faxineiras, cozinheiras, zeladoras e muitos outros.

Neste artigo, analisaremos esse contexto de emergência sanitária e social, que não responde apenas à crise atual, mas a um processo de longo prazo que se agravou com o desastre pandêmico. Neste sentido, nos perguntamos: quais são os desafios das antropólogas feministas diante de políticas que proclamam uma suposta igualdade, mas que afetam fortemente as mulheres, despolitizam os feminismos e promovem megaprojetos e extrativismos? Como desafiar as barreiras diante dos inconcebíveis cortes orçamentários que afetaram diretamente os alertas de gênero, a saúde, a educação e projetos como as Casas de la Mujer Indígena o Afromexicana - CAMI -. Neste texto refletiremos sobre a conexão entre desigualdades, políticas públicas e feminismos durante a pandemia de COVID-19 que gerou um conjunto de ações sociais em que se envolveram antropólogas feministas, em um contexto antes sexista, racista, classista, desapropriação e extrativista.

Palavras-chave: antropólogas feministas; pandemia; racismo; trabalho doméstico; violência de gênero nas universidades.

Introducción

A lo largo de varias décadas, las antropólogas feministas en México se han dedicado, en gran medida, al estudio de las experiencias de las mujeres, pero también de otros sujetos de género o feminizados. Con ello, plantearon nuevas problemáticas investigativas, así como nuevos retos a los feminismos, en medio del incremento de feminicidios, desapariciones, despojos, guerras de baja intensidad, guerra contra las drogas y contra las mujeres, neoliberalismo, contextos de múltiples violencias, hasta llegar a la pandemia del coronavirus en 2020. Por eso, en este artículo, hemos querido reflexionar sobre la manera en que algunas antropólogas feministas reaccionaron ante esta situación de emergencia en México, al documentar y registrar un momento histórico de la sociedad en la que viven.

La pandemia de Covid-19 trastocó la vida de millones de personas en todo el mundo. Sus consecuencias son de muy diversa índole, lo mismo que las afectaciones experimentadas por mujeres y hombres, hayan contraído o no esta enfermedad. Casi desde los inicios, los análisis de esta coyuntura se hicieron públicos, abarcando las más diversas áreas de conocimiento. En lo que toca a las preocupaciones sociales y políticas, los movimientos sociales no han sido ajenos a esta circunstancia debido a que las peores experiencias han recaído, una vez más, sobre las poblaciones más desprotegidas.

La pandemia se asentó en sociedades profundamente desiguales, poniendo en evidencia las condiciones de desventaja estructural de la mayor parte de la población mundial mientras que, en el polo opuesto, las reducidas élites que controlan el capital financiero han visto crecer su riqueza de manera exponencial (Girón, 2021). Esto ha agudizado las contradicciones de clase ya existentes, al igual que ha introducido nuevos vectores de desigualdad, como es el acceso totalmente arbitrario y discrecional a las vacunas (Osorio, 2021; Debbag, 2021; Oxfam, s. f.), lo mismo entre países que al interior de estos.

América Latina ha sido caracterizada en repetidas ocasiones como la región más desigual del orbe; México es un ejemplo perfecto del conjunto de factores que delinean la interacción de la desigualdad estructural con desigualdades que derivan de condiciones que exceden a la clase social. Las desigualdades de género se entretejen con las de clase, de pertenencia indígena, afrodescendiente o étnica, articulándose con las distintas manifestaciones de discriminación racista, sexista, heteronormada, etaria, entre otras.

Por otra parte, la pandemia se instaló en la crisis capitalista neoliberal generalizada, presente en nuestro país con las particularidades que le imprime una cultura política antidemocrática, patriarcal, etnocéntrica, racista y clasista (López, Roffinelli y Castiglioni, 2021). Desde décadas atrás, una de las manifestaciones más crueles de esa alianza entre crisis económica, social, ambiental, ideológica y política, caracterizada como una crisis civilizatoria (Filippini, 2021) ha sido la agudización de la violencia de género que se ejerce contra las mujeres (Gómez, 2018; Zambrano Villalba, 2021). Como ha sucedido en otros países de la región, las demandas de erradicación de la violencia contra las mujeres y de despenalización del aborto han nucleado a mujeres organizadas y a feministas en la exigencia de cambios radicales que aseguren la vida digna y sin violencia, para las mujeres y para todos los sujetos de género subalternizados.

En ese contexto, la motivación de este trabajo surgió de nuestro interés por mostrar algunas de las respuestas que nuestras colegas han dado a la compleja problemática que enfrentan las mujeres y otros sujetos en México.2 Durante la pandemia, se realizaron investigaciones colaborativas diversas para «aprender juntas», «tejer saberes», «plantear metodologías fuera de la lógica mercantilista de la productividad» y «re-pensar que cada momento es valioso para entretejer las distintas dimensiones de la vida; que esperar y producir ‘a su tiempo’ tiene sentido para lograr consolidar los procesos no solo del trabajo, sino también del cuidado, de la conciliación de lo personal y lo colectivo» (Castañeda Salgado et al., 2021).

En ese sentido, en la primera parte de este artículo exponemos algunas ideas generales sobre las trayectorias de la antropología feminista para comprender la manera en que este campo académico ha hecho aportes a la disciplina y a las sociedades contemporáneas, en particular para las mujeres a través de distintas fronteras culturales en tiempos de crisis.

En la segunda parte de este trabajo analizamos el acompañamiento que algunas antropólogas feministas han hecho a organizaciones como el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (Sinactraho), las Casas de la Mujer Indígena o Afromexicana (Cami), la Asamblea Feminista de San Cristóbal de las Casas Chiapas, familiares de desaparecidas y de mujeres víctimas de feminicidio. Con estos casos pretendemos mostrar formas específicas de articulación de teoría y praxis en tanto que orientación de las prácticas de investigación que se impulsan desde los distintos posicionamientos de las especialistas en los temas abordados.

Las antropólogas feministas ante las crisis

La antropología feminista en México se ha dedicado a registrar la vida de las mujeres, así como de otros sujetos, que históricamente ha sido silenciada y subordinada en muchos espacios sociales, pero en especial en el ámbito de lo público. Desde las primeras etnógrafas dedicadas a abordar la situación de las mujeres, como Mercedes Olivera, June Nash, Jane Collier, Lourdes Arizpe, se intentó hacer visible en los registros etnográficos la voz de las mujeres, así como su mundo. Paulatinamente se pasó de la antropología de las mujeres a una distinción entre antropología de género y la incorporación de la perspectiva feminista en antropología, que hoy tiene mayor reconocimiento y fuerza entre las propias antropólogas que se definen desde esta identidad.

La perspectiva feminista ha permitido a numerosas antropólogas analizar críticamente los efectos diferenciales de las tendencias estructurales en mujeres, hombres, personas no binarias e integrantes de la comunidad LGBTQ+. En los tiempos que corren, las referencias a las crisis de distintos órdenes que se presentan con consecuencias particulares en contextos específicos conducen a identificar las desigualdades e inequidades con que se expresan dichos efectos (Leyva et al., 2015). Sea que enfoquemos la ampliación de las brechas en relación con riqueza y pobreza, los procesos migratorios, el acceso a la salud o el desbalance en la dedicación a los cuidados y las tareas de reproducción social, las antropólogas feministas ponen en evidencia que la cultura de género dota de implicaciones, efectos y significados específicos a poderosos procesos de precarización que podrían permanecer latentes de no ser por el interés de sacarlos a la luz.

Se ha vuelto recurrente aludir a que estamos viviendo una concatenación entre crisis estructurales y violencias estructurales. Entre las primeras destacan la crisis económica, la crisis ambiental y la crisis sociopolítica asociada con el declive de los procesos democráticos, el fortalecimiento de las tendencias conservadoras y la falta de representación de una pluralidad de sujetos políticos. Las violencias estructurales devienen de la imposición de los costos de la crisis del capitalismo sobre las poblaciones más vulnerables, en franca articulación con el ejercicio violento del poder por parte del Estado y sus instituciones, así como con el recrudecimiento de los ejercicios de poder de los grupos hegemónicos en detrimento de las formas de organización de los grupos no hegemónicos. Con relación a esa concatenación, las feministas han insistido en que el entramado de la dominación masculina, androcéntrica, patriarcal y heteronormada sirve de argamasa para garantizar su permanencia y reproducción.

Para la antropología, las crisis han sido un motivo recurrente de investigación debido a que exponen con crudeza las contradicciones sociales y las contradicciones de la cultura. Las antropólogas feministas, en particular, encuentran en ellas escenarios de urgente atención porque demuestran la labilidad de la vida, la integridad y la seguridad de las mujeres. En ese sentido, como mencionamos antes, la pandemia de covid-19 ha sido un crisol, un punto de inflexión en la demostración de que esa concatenación de crisis de distinta índole apunta, en su conjunto, a poner en riesgo la vida, en su sentido más amplio. Las contradicciones de la cultura de género dominante son el marco en el que se generan importantes posicionamientos que empujan por un cambio radical que coloque a la vida en el centro, con especial énfasis en su preservación desde una perspectiva feminista que la sitúa, la contextualiza y la reivindica como un bien común.

Para enfocar la mirada en el devenir de la pandemia de covid-19 en México, a continuación presentamos algunos de los trabajos de antropólogas feministas en medio de la pandemia del coronavirus. Las estrategias metodológicas y las respuestas que ofrecen muestran que no solo documentan experiencias localizadas que analizan en oposición a las relaciones de poder y autoridad en el México actual, sino que sus esfuerzos apuntan hacia propuestas de transformación radical, dentro del campo de conocimiento en el que se desenvuelven y en relación con los problemas sociales, de orden nacional y global, que se detonaron o recrudecieron con la pandemia.

Experiencias de investigación-acción antropológica feminista durante la pandemia de covid-19

A continuación expondremos algunos ejemplos de articulación académica-activista de antropólogas feministas que consideramos expresan, al mismo tiempo, formas de generación de conocimiento y de compromiso político que derivan de procesos investigativos de mediano y largo plazo. Esas relaciones previas a la pandemia permiten explicar la profunda comprensión de las implicaciones de esta, así como las posibilidades de potenciación de las acciones emprendidas por las mujeres afectadas.

Casas de las Mujeres Indígenas y Afrodescendientes: redes políticas, de apoyos y de cuidados

Durante las primeras etapas de la pandemia, las antropólogas feministas en México tuvieron un lugar importante en la reconfiguración de las situaciones vividas en los ámbitos locales, estatales y nacional. Algunas de ellas trabajaron intensamente en el ámbito de la medicina y de la salud. Otras acompañaron a quienes padecieron covid-19 y, en los casos de decesos, mostraron solidaridad con las familias y amigxs de mujeres pobres, afrodescendientes, lesbianas y trans que fallecieron a causa de las débiles políticas y acciones gubernamentales que no fueron capaces de responder con la misma eficiencia en todos los contextos ante una emergencia de esta naturaleza.3 La resistencia de los movimientos feministas en distintas partes de México ha sido sumamente importante para denunciar la violencia de género que se acrecentó durante el confinamiento, y las antropólogas feministas han dado seguimiento a la documentación y el registro de las redes políticas, de apoyo y de cuidados que se organizaron durante los momentos más intensos de la pandemia.

Durante el confinamiento, la violencia de género y la violencia contra las mujeres se agudizó en todos los ámbitos, sin excepción de las mujeres indígenas. Para Patricia Castañeda (2021) «durante la pandemia se han mantenido un conjunto de prácticas que atentan contra la vida y la dignidad de las mujeres indígenas, a la vez que se han sumado algunas otras que responden a las nuevas condiciones del contexto». Además, la misma autora destaca:

Las mujeres indígenas han elaborado categorías propias para nombrar formas de violencia específicas, directamente vinculadas con los procesos clasistas, etnicistas y racistas que sustentan y reproducen los mecanismos a través de los cuales los grupos hegemónicos y las instituciones pretenden mantener la subordinación de las mujeres indígenas. Así, denuncian la violencia espiritual, la violencia medioambiental y territorial, la violencia obstétrica y la violencia lingüística, además de subrayar que el modelo extractivista es, en sí mismo, violento y amenazante de la vida toda, y de la vida de las mujeres y pueblos indígenas en particular, por tener una presencia devastadora en los territorios que habitan (Castañeda, 2021).

En ese contexto se gestó un ejemplo del campo de acción en el que las antropólogas feministas intervinieron de forma decidida. Nos referimos al acompañamiento que muchas de ellas dieron a la Red Nacional de Casas de la Mujer Indígena y Afromexicana (RedCami) ante la amenaza del gobierno federal de reducirles el presupuesto de forma drástica en plena pandemia.4 Dichas casas, conocidas como Cami, son espacios institucionales generados a partir de una sinergia entre las mujeres indígenas organizadas y las autoridades federales en materia de atención a los pueblos indígenas que, una vez que estuvieron en manos de las mujeres de los pueblos, se convirtieron en lugares seguros para ellas. Las treinta y cuatro Cami en operación se conformaron paulatinamente a partir de 2003. Fueron instaladas en territorios con población nahua, mayo, me’phaa, purepecha, maya, totonaca, tsotsil, hñähñú, ayuujk, ikoots, mazahua, y ñu saavi, han sido proyectos de salud sexual y reproductiva, y en contra de la violencia de género, creados y manejados -en un inicio- con exclusividad por mujeres indígenas y afrodescendientes.

En mayo de 2020, a un par de meses del comienzo de la pandemia, el gobierno federal anunció un recorte del 75 % al presupuesto del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), lo que afectó en forma a las Cami, dependientes de dicho instituto. La amenaza a los recortes presupuestales a las casas que dan atención y previenen la violencia de género contra las mujeres indígenas y afromexicanas, las ubicó en una situación de indefensión (Hernández, 2020). A pesar de los recortes, que finalmente fueron del 50 % del presupuesto asignado, las compañeras de las Cami buscaron la manera de continuar con la atención a las mujeres, utilizando medicina natural tradicional para hacer frente a la covid-19, desarrollando otras formas de sanación, cuidados y acompañamientos, vinculando cuerpo-mente y creando redes de terapeutas solidarias para atención psicológica a víctimas de violencia de género en varias partes de México. La RedCami logró concitar apoyos fuertes que permitieron a sus representantes apelar a mujeres políticas de distintos órdenes de gobierno para impedir que el recorte anunciado fuera de un monto tal que anulara sus capacidades de acción.

Las políticas de apoyo mutuo y las políticas de cuidado desarrolladas durante la pandemia entre mujeres indígenas, afrodescendientes y antropólogas diversas, nos revelan que existen otras maneras no estado-céntricas de pensar y activar lo político a favor de las mujeres.

Una pandemia racializada

Antropólogas feministas afrodescendientes como Lina Rosa Berrio (2021) señalaron la ausencia de datos respecto a cómo pueblos indígenas y afrodescendientes en América Latina están teniendo mayores probabilidades de fallecer o tener complicaciones cuando contraen el virus debido a las condiciones de desigualdad preexistentes, por lo que se habla de una pandemia racializada: «… la pandemia afecta de un modo más agudo a poblaciones que se encuentran en condiciones de mayor pobreza, vinculados al sector informal y dedicadas a trabajos de cuidado. Revelan también la sobrerrepresentación de personas afrodescendientes en los indicadores de contagio y mortalidad en varios países de América Latina, planteando que la mayor vulnerabilidad de esta población frente a la covid-19 se asocia a la desigualdad y la discriminación racial estructurales de las que es objeto (CEPAL, 2021). Igualmente mencionan la existencia de padecimientos preexistentes como diabetes, cardiopatías y enfermedades respiratorias crónicas, las cuales generan mayores probabilidades de complicaciones en caso de contraer el virus» (OPS, 2021) (Berrio, 2021).

Además, para la misma autora, «un primer elemento de racialización de la pandemia es la invisibilización de sus impactos. La ausencia de información es una forma de racismo y de borramiento, pero la pandemia está racializada, tiene género y clase». Por eso, trabajos como «La población afrodescendiente y la pandemia de covid-19 en México» han sido fundamentales para entender que «la pandemia está racializada», pero «no necesariamente porque se mueran a causa del virus más personas de grupos vulnerabilizados, sino porque esta situación sanitaria agudiza desigualdades preexistentes, entre ellas la disponibilidad de pruebas y servicios de salud para atender la emergencia» (Berrio, 2021).

A dos años del inicio de la pandemia, la información disponible señala que, en efecto, la pandemia se cebó sobre la población en condiciones de desigualdad agudizada por la imbricación de sexo, género, clase, pertenencia indígena y procesos de racialización. Sin embargo, la falta de datos desagregados con relación a la población afromexicana es una muestra, por sí misma, de la condición de marginalidad institucional y social en que transcurren las vidas de quienes la conforman.

La contingencia sanitaria y la emergencia social: acciones del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar, el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar y la Asamblea Feminista de San Cristóbal de las Casas

Las antropólogas feministas en México han contribuido a analizar las contradicciones actuales de un gobierno que niega el neoliberalismo, pero que da continuidad a proyectos sexistas, de despojo, desposesión y extractivistas. Han planteado análisis y cuestionamientos radicales a la desigualdad, la explotación, la crisis económica, la violencia contra las mujeres y contra otras diversidades, y han desarrollado una capacidad de respuesta ante las urgencias. La emergencia de la crisis de la covid-19 ha sido otra más de las situaciones en las que los grupos de mujeres y de feministas diversas han creado distintas estrategias para salir adelante y han actuado muchas veces de manera mucho más efectiva que los gobiernos (Ruiz-Trejo y Goldsmith, 2020).

Otro de los casos que las antropólogas feministas han documentado y activado ha sido la situación de las mujeres empleadas en el trabajo del hogar remunerado, a través del acompañamiento al Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (Sinactraho) y al Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar, A.C. (CACEH). En 2020, se hizo evidente tanto la falta de un plan nacional de cuidados como la pervivencia de una conceptualización de las trabajadoras del hogar como ciudadanas de segunda categoría (Ruiz Trejo y Goldsmith, 2020). Desde el inicio de la contingencia sanitaria hubo despidos, «descansos» sin pago, rebajas en salario o días de contratación y redefiniciones unilaterales en los términos del trabajo: para conservar su fuente de ingresos, algunas trabajadoras del hogar tuvieron que aceptar condiciones que se asemejan a esclavitud, con jornadas más extensas, tareas adicionales y sin salidas del lugar de trabajo (Ruiz-Trejo y Goldsmith, 2020).

A finales de junio de 2020, el gobierno federal declaró que las trabajadoras del hogar deberían regresar a sus labores, pero para julio alrededor de 30 % (732.820) de las trabajadoras del hogar habían perdido sus empleos, y ya que la mayoría no contaban con seguro al desempleo y viven al día, esta situación se convirtió en una urgencia. En ese sentido, las trabajadoras del hogar organizadas respondieron ante la crisis, atendiendo a sus necesidades de sobrevivencia, repartiendo despensas, seguros para el desempleo, asesoría legal y defendiendo sus derechos humanos laborales. El teléfono del CACEH operó como una línea de atención directa, que respondó a las múltiples inquietudes de las trabajadoras: pérdida de trabajo, falta de ingreso, violación de derechos, discriminación, desesperación (Ruiz-Trejo y Goldsmith, 2020).

Por su parte, desde febrero de 2020, la Asamblea Feminista de San Cristóbal de las Casas (AFSC), Chiapas, espacio autónomo, independiente y autogestivo que surgió en abril de 2019, se organizó en distintas comisiones, a manera de red de apoyo desde la diversidad de feminismos antirracistas y en la que las antropólogas feministas estuvieron presentes. La ASFC se organizó con el fin de repartir despensas a mujeres indígenas, afrodescendientes, mujeres con hijxs, familias con niñxs, lesbianas y personas trans pobres, trabajadoras del hogar, personas con trabajos de calle, personas que viven al día, trabajadores sexuales, personas encarceladas, entre otras (Ruiz Trejo y Goldsmith, 2020).

Durante los meses más intensos de la pandemia, se registraron hasta mil despensas repartidas, procurando que los productos fueran saludables, variados y priorizados, comprados en mercados locales. También se compartió información sobre las medidas de protección ante la Covid-19, y se imprimieron algunos folletos en español, tsotsil y tseltal. Este fue otro tipo de acción que cultivó la capacidad de responder ante la urgencia y en la que se demuestran prácticas feministas solidarias y sororales (Ruiz Trejo y Goldsmith, 2020).

Violencia de género en los centros de educación superior y posgrado: los casos de desaparición de Mayela Álvarez y de feminicidio de Mariana Sánchez

Durante la pandemia, al igual que otras científicas sociales y activistas, las antropólogas feministas también insistieron en evidenciar cómo la violencia de género se agudizó a partir del mandato gubernamental de QuedateEnCasa que, si bien pretendía mitigar la propagación social del virus, propició el incremento de los problemas de violencia de género en los hogares, que nunca han sido un espacio de seguridad y de refugio para muchas mujeres. La violencia sexual, la violencia de género, las desapariciones (forzadas) y el feminicidio son problemas graves que las antropólogas feministas han documentado con mayor precisión durante la pandemia.

Al mismo tiempo, la violencia de género al interior de las instituciones universitarias configura un continuum de lo que se vive en los hogares y en el exterior, al punto de que en la actualidad se le considera un problema serio que ha requerido por parte de las antropólogas feministas una atención rigurosa, crítica, políticamente comprometida y con una perspectiva orientada a observar la situación de emergencia y de urgencia que viven las mujeres en México y el incremento de los feminicidios y las desapariciones en distintos campus de universidades y centros de investigación del país.

En el artículo «Y la culpa no era suya, ni dónde estaba, ni cómo vestía», Séverine Durin (2020) documentó el caso de desaparición de Mayela Álvarez, trabajadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) sede Noreste, en el que se presume un posible feminicidio. De acuerdo con Durin (2020), con relación a las acciones y omisiones de las autoridades judiciales locales «se puede emitir la hipótesis de la existencia de un dispositivo de impunidad, conducido por actores que internalizaron representaciones negativas de lo femenino, y que desde estas toman decisiones sobre lo que se debe o no investigar, y sobre el valor que tiene o no una víctima. Estamos ante una institución patriarcal, cuyas prácticas contribuyen a reproducir la dominación masculina» (Durin, 2020, p. 134), por lo que se exige que el caso se analice con perspectiva de género.

No obstante, el caso de Mayela Álvarez no es único. Las desapariciones de niñas, adolescentes y mujeres adultas en México han ido al alza. Para Durin (2020), el destino de las jóvenes desaparecidas en México suele ser la trata para fines de explotación sexual y, al mismo tiempo, señales de alerta de feminicidios, los cuales están en aumento, encubriendo a «perpetradores y un sistema de impartición de justicia que descalifica a las mujeres violentadas» (2020, p. 137).

Las universidades no han estado exentas de atravesar por las violencias exacerbadas. El 28 de enero de 2021, nos llenamos de indignación por la muerte de Mariana Sánchez Dávalos, estudiante de la carrera de medicina de la Universidad Autónoma de Chiapas y pasante de esta, quien se encontraba realizando su servicio social en la colonia Nueva Palestina, Ocosingo, Chiapas. Unos meses antes de su fallecimiento, Mariana sufrió acoso por uno de sus compañeros en el centro de salud donde desarrollaba su servicio social e incluso interpuso una denuncia en la Secretaría de Salud de la entidad, pero no se detuvo a tiempo al presunto agresor.

Mariana fue una víctima más de la agudización de la violencia sexual en medio de una pandemia, de una crisis de salud agravada, de la omisión institucional y de la violencia de género cotidiana y exacerbada. Para Viani Mendoza (2021), existe una

marcada diferenciación de género que viven las estudiantes de medicina y sus experiencias sistemáticas de violencia de género, enfrentando prácticas de menosprecio, hostigamiento y acoso a lo largo de su formación académica, durante la práctica hospitalaria cuando realizan el año de formación denominado Internado.

A partir de este lamentable suceso algunas colectivas feministas universitarias se manifestaron y ocuparon la universidad en Chiapas para exigir justicia por Mariana Sánchez Dávalos. Las estudiantes se movilizaron con dolor, rabia e ira porque el caso no se esclareció adecuadamente y se tardó en sancionar a quienes cometieron omisiones en torno a él.

Así, las estudiantes ocuparon la universidad a través de un plantón que duró aproximadamente un mes. Durante los días de protesta, una de las reflexiones constantes fue cómo construir espacios universitarios más seguros para todas y todos. Uno de los aspectos más señalados fue cómo el acoso, la violencia sexual, el hostigamiento, el racismo en las aulas y hasta los feminicidios, dentro y fuera de los espacios universitarios, se han convertido en violencias que impiden a las mujeres y a las jóvenes estudiantes su óptimo desarrollo académico. Asimismo, uno de los desafíos señalados por las colectivas se relaciona con el contexto de recrudecimiento de la violencia generalizada que afecta todos nuestros espacios, pero principalmente la realización del servicio social o el trabajo de campo (Ruiz Trejo, 2021a; 2021b).

A lo largo de las distintas fases de la pandemia, el recrudecimiento de las violencias, y en particular de aquellas que se ejercen contra las mujeres, han motivado, de manera paradójica, tanto indignación como indiferencia social. Para cada caso que se da a conocer a la opinión pública, el horror se acompaña, casi de inmediato, de un conjunto de suspicacias dirigidas a dudar de la víctima. A ello se suma que, en medio de la pandemia, las mujeres han tendido a perder sus redes de apoyo con mayor frecuencia. En esa línea, Natalia de Marinis y Aída Hernández (2021) afirman: «las violencias en plural no solo nos permiten reconocer la diversidad de experiencias alrededor de las violencias de género, sino también romper con la idea de violencia de género como sinónimo de mujer, concepción que no solo deja afuera otras identidades no heteronormadas, sino que vuelve la violencia de género un problema en esencia femenino, del que solamente las mujeres deben ocuparse».

Reflexiones finales

Estos son apenas algunos destellos de las múltiples acciones emprendidas por mujeres de distintas condiciones sociales y sexo-genéricas para enfrentar las consecuencias de una pandemia que se asentó en condiciones de profundas desigualdades y contradicciones casi irresolubles con los recursos que ofrece el modelo capitalista vigente. La imbricación de distintas crisis generó la exacerbación de las precariedades en que transcurren las vidas de la mayoría de la población, así como la agudización de las condiciones de vulnerabilidad a las que están expuestas las mujeres en sus diferencias y diversidad. Para cerrar este círculo perverso, las violencias de múltiples orígenes cumplen bien su propósito de mantenerlas en situaciones de indefensión. Así, la pandemia ha actuado como una cómplice imprevista de procesos socioeconómicos, políticos y culturales adversos para las mujeres, los sujetos, los colectivos y los grupos sociales subalternos. Las políticas conservadoras y las reacciones antifeministas que se viven en México, en el continente -y en el mundo- son, al mismo tiempo, una reacción ante cualquier forma de potenciación, autonomía y autodeterminación de las mujeres en su diversidad.

Las expresiones de la voluntad de ser de las mujeres -cis, lesbianas, trans-, de las personas no binarias, de quienes optan por feminizar sus cuerpos, enfrentan las más decididas expresiones de los poderes hegemónicos destinadas a impedir que todas ellas vivan vidas plenas. Con relación a ellas, las antropólogas feministas redoblan sus esfuerzos por generar conocimientos que contribuyan a revertir esas fuerzas antagónicas. Como bien señalan Mary Goldsmith y Monserrat Salas (2020), la antropología feminista en México se ha constituido en un campo teórico y epistémico sólido que se aboca a la explicación de los problemas sociales contemporáneos, con especial énfasis, con la mirada de la interseccionalidad, en los procesos que afectan a las mujeres y a otros grupos sociales en contextos de inequidad y desigualdad, a través de metodologías y discusiones epistemológicas y éticas orientadas hacia la transformación social.

No obstante, para las nuevas generaciones de estudiantes doctorales y jóvenes profesoras que se identifican como antropólogas feministas los retos siguen siendo enormes, ya que aún se siguen dando casos de discriminación, acoso y violencia en contra de antropólogas que se identifican como feministas y un número importante de las instituciones en que se desenvuelven aún no toman medidas formales para promover mayor equidad de género, racial, por lugar de origen y de clase, por orientación sexual, identidad de género, entre otros muchos aspectos, que deberían ser considerados dentro de las políticas formales, como elementos básicos de las nuevas caras que la antropología social requiere en México. La pandemia de Covid-19 exhibió profundos vacíos en las estructuras institucionales, así como en las políticas sociales, en particular en lo que respecta a las políticas de igualdad. Los pocos ejemplos expuestos en este artículo son someros botones de muestra de las carencias y deudas que mantiene el Estado mexicano con más de la mitad de la población del país.

En ese contexto, no podemos dejar de mencionar que mucho se ha insistido en que el feminismo es la única revolución social que no ha derramado sangre por parte de quienes la han emprendido. Sin embargo, no cabe duda que, al mismo tiempo, es la que más dolor viene infringiendo desde largo tiempo atrás para quienes impulsan sus premisas o, incluso, para quienes, sin reconocerse en ese movimiento, aspiran a vivir sus propias vidas auspicidas por los avances que las feministas han logrado. A pesar de ello, seguir contribuyendo a que la sociedad cambie es el impulso que inspira a las antropólogas feministas para continuar transitando por los caminos abiertos y, de paso, descubrir otros nuevos.

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1Algunos avances de este artículo fueron presentados en el XXXIX Congreso Internacional de la Latin American Studies Association (LASA) 2021. Congreso Virtual. Crisis global: desigualdades y centralidad de la vida, Vancouver, 26 al 29 de mayo, en el Panel Backlash contra gênero e raça na América Latina, organizado por Cecilia Sardemberg (NEIM/UFBA/Brasil) y coordinado por Maria Lygia Quartim de Moraes (UNICAMP/Brasil). En él participamos las autoras de este texto junto con Maíra Kubik Mano (UFBA/Brasil), Teresa Sacchet (PPGNEIM-UFBA/Brasil) y Mary R. Goldsmith Connelly (UAM-X/México). En este panel se planteó cómo la «ideología de género» ha ganado espacio, apoyada por el conservadurismo religioso y la defensa de una familia patriarcal idealizada. También se expusieron preocupaciones sobre cómo los grupos de extrema derecha han avanzado propagando la ideología de la «raza pura»; cómo ha crecido la persecución y amenazas contra las feministas, el aumento de la violencia contra las mujeres y el aumento de los delitos de feminicidio, LGBTfobia y asesinato de integrantes de las comunidades LGBTQ+, además de la negación y combate de los derechos adquiridos por pueblos indígenas y afrodescendientes. En esa coyuntura, se analizó cómo los casos de violencia contra las mujeres se han intensificado por la pandemia de covid-19, ya que gran parte de la violencia se comete dentro de los hogares, por personas cercanas a ellas: esposos, padres, hermanos. Y existe un retroceso en las políticas públicas conquistadas tras décadas de presión y articulación de los movimientos sociales, en especial en materia de derechos sexuales, reproductivos y raciales. Por último, en algunos contextos simplemente se prohíbe el debate, cuando se trata, por ejemplo, de propuestas para insertar lineamientos de género y sexualidad en los currículos escolares. En ese sentido, en dicho panel se discutió este retroceso contra el género y la raza, sus pilares y consecuencias, tratando de entender sus diferentes facetas y, al mismo tiempo, mapear lo que se ha hecho, desde los movimientos sociales, hasta prevenirlo para avanzar aún más.

2Con esta afirmación nos referimos a la constatación de que las medidas sanitarias institucionales, tomadas con un pretendido carácter universal, no alcanzaron la cobertura indispensable, lo que llevó a una centralización de la atención y los recursos en los ámbitos urbanos y en las ciudades con mayor densidad demográfica

3Quienes participaron en este acompañamiento fueron colegas que desde tiempo atrás han colaborado con las Cami. En la coyuntura mencionada, contribuyeron con la redacción de cartas dirigidas a las autoridades federales, reunieron firmas de apoyo, propiciaron apoyos económicos y llevaron a cabo una labor intensa de observación ciudadana del proceso. Véase Aída Hernández (2020).

4Para una descripción amplia de la conformación de las Cami, recomendamos consultar la evaluación de Paloma Bonfil Sánchez, Martha Patricia Castañeda Salgado y Margarita Dalton Palomo (2014).

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