En la esfera académica se constatan relaciones asimétricas entre investigadores procedentes de distintas disciplinas, instituciones y países, e incluso entre actores sociales involucrados en la producción de conocimiento. Estas asimetrías, que tienen origen en el modelo extractivista y de producción de conocimiento colonial de la modernidad, se encuentran influidas por las disparidades en términos de desarrollo tecnocientífico, estatus académico y presupuesto de investigación. En algunos casos, a nivel intra- o interdisciplinario se establecen colaboraciones académicas entre investigadores de países del norte-sur global o del centro-periferia, las cuales también son asimétricas, con un liderazgo frecuentemente basado en países del norte/centro y acompañado de participantes secundarios o intermediarios procedentes de países del sur/periferia. Estas asimetrías geopolíticas influyen en el ritmo de la investigación científica y acentúan las diferencias en términos de recursos disponibles, fundamentalmente en cuanto a financiamiento para llevar adelante proyectos, pero también en cuanto a los espacios de investigación disponibles y las oportunidades de formación profesional, todo lo cual incrementa las desigualdades en el impacto y difusión del conocimiento producido. En la antropología biológica, estas asimetrías se han vuelto notorias en el correr de los últimos años, en especial debido a los cuestionamientos surgidos a propósito de los desequilibrios tanto de infraestructura de investigación y recursos humanos, como del ritmo diferencial de producción de conocimiento entre las investigaciones impulsadas desde el centro y desde la periferia. Asimismo, existen críticas fundadas a las dinámicas de lógica extractivista de las investigaciones del centro, donde tanto las investigaciones locales como los contextos arqueológicos o antropológicos asociados son ignorados en forma sistemática.
Además de la identificación de las asimetrías geopolíticas antes descritas, un desencadenante de la colaboración entre los coordinadores de este dossier fue la constatación de la pretensión de universalidad de los lineamientos éticos para el estudio de restos humanos antiguos o de interés bioantropológico (Yáñez et al., 2022). En particular, esto se observa por parte de instituciones e investigadores del Norte global, donde se postula la exigencia del consentimiento de las comunidades indígenas vinculadas con esos restos. Si bien esta exigencia enuncia una situación deseable en términos éticos, al mismo tiempo homogeneiza una amplia variedad de circunstancias y minimiza la complejidad de cada situación particular. En algunos casos, los grupos indígenas en cuestión se encuentran en otro país, en contextos legales de otras características a las exigidas en dichos protocolos. En otros, las comunidades fueron víctimas de genocidio o violencia sistemática que desembocaron en la dificultad o directa imposibilidad de identificar agrupaciones vinculadas, sumado en otros casos a la directa falta de reconocimiento de poblaciones preexistentes por parte de algunos marcos jurídicos. Finalmente, hay casos donde hay múltiples comunidades que se consideran descendientes y, también, hay casos donde algunas comunidades no tienen interés en participar y/o colaborar con académicos. Mientras que se observa la necesidad de estudiar las situaciones caso a caso, hay una pretensión de la puesta en práctica de lineamientos éticos universales que en términos prácticos tiene poca utilidad y razón de ser (Ávila-Arcos et al., 2022; Silva et al., 2022).
Lo anterior se relaciona directamente con una segunda inquietud, que es la de la vinculación de antropólogos y antropólogas con miembros de comunidades indígenas y afrodescendientes, y otras comunidades con un historial de marginación y vulnerabilidad. Este aspecto ha mostrado una gama de dificultades prácticas, éticas, políticas y epistémicas dentro del marco de la investigación bioantropológica -y en general antropológica- actual. A su vez, esta inquietud se ramifica en tres componentes. El primero es la identificación de actores relevantes para solicitar permisos o avales de trabajo (autoridades de la comunidad, funcionarios administrativos a nivel gubernamental central o municipal) y cómo compartir resultados y generar conocimiento junto a las comunidades. El segundo se vincula con el imperativo cada vez más presente de evitar socavar el conocimiento local y los verdaderos intereses de las comunidades por medio de la imposición de perspectivas científicas. En lugar de eso, creemos que el énfasis debe estar en articular y/o combinar narrativas del mundo desde una perspectiva pluralista. El tercer componente está relacionado con generar colaboraciones basadas en intereses comunes, donde los investigadores puedan contribuir a avanzar sobre la lucha que están llevando adelante las comunidades.
Las asimetrías se repiten, desde luego, al interior de las ciencias, y en años recientes se ha discutido la forma en que los datos provenientes de algunas disciplinas, en especial de la biología molecular, se multiplican sin necesariamente generar nuevo conocimiento. Es decir, existe una tensión entre la colección y acumulación masiva de datos, frente a la generación cada vez más moderada de preguntas de investigación en ciertos ámbitos (el poblamiento de América, el origen de la variación fenotípica, los modelos de origen y evolución humana, entre otros). Esto es de especial importancia en la bioantropología, donde el dato generado a partir del estudio directo de los organismos (sus tejidos, procesos fisiológicos, material hereditario y trayectorias vitales) son clave en la generación de información. De la misma forma que las disciplinas de las ciencias exactas y naturales son consideradas en una posición de jerarquía en relación a las humanísticas, el dato biológico ha opacado a los datos etnográficos y arqueológicos poniéndolos en un lugar subordinado. En múltiples ocasiones se observa la jerarquización de un dato biológico particular -el genético- sobre otros datos como los morfológicos, fisiológicos, conductuales, o de cualquier otra índole. Esto tiene un impacto negativo en el diálogo interdisciplinario y en la generación de conocimiento, agravado por los desarrollos tecnológicos de las últimas décadas a partir de los cuales se ha profundizado la especialización disciplinar en antropología biológica (Menéndez et al., 2022). Esto ha resultado en la aplicación como práctica corriente de un amplio conjunto de análisis que a menudo implican procedimientos invasivos y destructivos, los cuales son muchas veces priorizados por sobre otros métodos. Minimizar la destrucción de elementos esqueletales evitando la repetición innecesaria de muestreos implica la coordinación dialogada y colegiada entre especialistas para definir los criterios de muestreo y el flujo de trabajo, y esta coordinación requiere inteligibilidad mutua y poner en pie de igualdad las diferentes disciplinas.
Un elemento clave para atender adecuadamente todos los aspectos anteriormente descritos es el tiempo del desarrollo de las investigaciones bioantropológicas. Considerar los lineamientos éticos adecuados a cada situación local implica fomentar y establecer diálogos con una variedad de actores sociales que a su vez deben conducir los ámbitos de discusión propios, lo que requiere tiempo. Los diálogos con actores no académicos, ya sea para generar una construcción conjunta de conocimiento o para asegurar que los resultados de investigaciones científicas no impacten negativamente en comunidades históricamente marginadas, requieren tiempo. El diálogo interdisciplinario y la construcción de categorías de inteligibilidad mutua requiere tiempo, lo que también aplica a la redacción de artículos de investigación que produzcan resultados que trasciendan la simple suma de los productos de las disciplinas involucradas. Estos tiempos no son adecuadamente considerados en esquemas de “ciencia rápida”, aplicada a escala industrial, que caracteriza a algunos campos de la biología como la genómica y que se extienden a investigaciones adscritas a la bioantropología como la paleogenómica, que a su vez está supeditada a presupuestos de investigación típicos de centros de producción del Norte Global.
La reflexión anterior es solo un ejemplo de cómo la administración de un elemento clave (el tiempo) gravita en desigualdades entre centro y periferia a nivel de producción de conocimiento, llevando a la reproducción de dinámicas de colonialidad dentro de la esfera de la antropología. El objetivo de este dossier es presentar una serie de trabajos que no agotan el espectro de situaciones y miradas que se pueden echar sobre la temática, pero que nos permiten abrir una ventana que nos estimule a reflexionar en forma más sostenida sobre las asimetrías y las colonialidades (ya sean neo o a secas) en la teoría y la práctica bioantropológicas. La lectura de estos trabajos muestra una variedad de aspectos y escalas, enfocando ya sea problemáticas transversales a la región Latinoamericana o a problemas pertinentes a contextos académicos nacionales. El dossier incluye seis trabajos y cuatro entrevistas de investigadores procedentes y formados o trabajando en Argentina (3), Brasil (1), Colombia (1), Costa Rica (1), Cuba (1), México (1), Puerto Rico (1) y Uruguay (1). Si bien no busca ser exhaustivo del estado del arte en Latinoamérica, creemos que refleja las miradas de investigadores reflexionando sobre los neocolonialismos en la práctica bioantropológica a lo largo de distintos lugares del continente. Como tal, esperamos que esta contribución sirva de puntapié para profundizar en las reflexiones y generar cambios en las prácticas que permitan mejorar las condiciones de la antropología en las próximas décadas.
El artículo de Diego Ballestero, “Hacia una praxis anticolonial más allá de los enunciados del Norte Global” nos invita a reflexionar críticamente sobre el desarrollo de perspectivas “decoloniales” en el seno de la academia anglosajona. El investigador argentino se enfoca en analizar si la “popularidad” de la perspectiva decolonial al interior del ámbito académico occidental implica o no un compromiso real con la transformación de las estructuras de poder. Luego de realizar un análisis bibliométrico en torno al concepto de “decolonialidad” y sus citaciones, el autor concluye que hay una fuerte persistencia de la colonialidad del poder de manera que los estándares y políticas editoriales anglosajonas favorecen casi exclusivamente a la producción de conocimiento euro-norteamericano. El investigador concluye que la aplicación de una perspectiva anti/contra-colonial, que incide directamente en las prácticas situadas de descolonización de la vida en todas sus dimensiones, es política y epistemológicamente urgente.
En “Ética, antropología biológica y pueblos indígenas. Reflexiones desde el diálogo de saberes”, Marina Sardi y Verónica Azpiroz Cleñan abordan el tema de la ética en las investigaciones que involucran lo que las autoras denominan como el “diálogo inter científico”. Esto quiere decir que existe un espacio para la confluencia de conocimiento académico con saberes tradicionales que puedan articularse en la búsqueda de la construcción de un conocimiento más amplio. Las autoras alegan que el conocimiento emanado de la práctica científica -en este caso bioantropológica- cuenta con un “mayor valor”, en términos generales, que el conocimiento derivado de la sabiduría tradicional y de la memoria colectiva, rasgos distintivos del conocimiento indígena o tradicional. Como parte de las recomendaciones, las autoras argumentan en su trabajo que los comités de ética de universidades, laboratorios y otros espacios debían integrar a miembros de las comunidades indígenas o de afrodescendientes en sus grupos de discusión. Esto podría en efecto profundizar el diálogo de saberes.
Arodi Farrera reflexiona sobre las posibilidades que ofrece la ciencia abierta a la antropología forense en México en “Transparencia científica: hacia un paradigma relacional en la antropología forense”. Tras plantear los componentes generales presentes en protocolos de implementación de procedimientos transparentes y describir los sistemas distribuidos de producción de conocimiento resultantes de estos, procede a efectuar una propuesta para la implementación de dichos protocolos en México a fin de contribuir a la búsqueda e identificación de cuerpos no-identificados posiblemente pertenecientes a personas desaparecidas. Sin embargo, pondera las potenciales asimetrías implícitas en la implementación de procedimientos de transparencia científica, ya sea entre académicos, entre instituciones o entre regiones a nivel geográfico y presupuestal, proponiendo una serie de estrategias para contrarrestarlas.
En “Reflexiones sobre asimetrías en la práctica bioantropológica en Cuba y sus desafíos”, Vanessa Vázquez Sánchez y Armando Rangel Rivero, reflexionan sobre cómo las asimetrías geopolíticas impregnan distintos aspectos de la práctica de la antropología biológica en Cuba. Los autores destacan la insuficiente cantidad de antropólogas/os tituladas/os, lo cual se ve expresado en la brecha generacional existente. También describen cómo el escaso financiamiento disponible a nivel nacional permite financiar trabajo de campo, pero no trabajo de laboratorio, por lo que los análisis que requieren tecnología específica, tales como los moleculares o imageneológicos, dependen de financiamiento externo, el cual es obtenido mayoritariamente por investigadores radicados fuera del país. Proponen que la incorporación de estudiantes a los proyectos de investigación y la formación de equipos multidisciplinarios internacionales con colaboraciones equitativas permitirán sortear las actuales dificultades del desarrollo de la antropología biológica de Cuba.
Sergio Avena, María Gabriela Russo, Magdalena Lozano y Francisco Di Fabio Rocca analizan las conceptualizaciones biomédicas de la noción de “raza” en “El uso de categorías raciales en la biomedicina argentina”. Parten de la idea de “integración subordinada”, que plantea la tensión entre la producción de conocimiento por parte de grupos de investigación locales y su necesidad de inserción internacional, lo que conduce a menudo al empleo de categorías de análisis inadecuadas para esos contextos locales. El análisis del uso del concepto de raza obedece a que se ha observado una fuerte influencia de las elaboraciones hechas en Estados Unidos del concepto. Los autores encuentran que cuando el término es empleado en artículos vinculados con Argentina, a menudo en el marco de estudios internacionales, hay poca fundamentación y nula referencia a datos demográficos nacionales actualizados.
Finalmente, Lucas Prieto y Celeste Martínez incursionan en la historia de la antropología biológica uruguaya en “Uruguay: ‘La famosa muesquita donde no había datos de nada’”. Se trata de un trabajo que busca reconstruir los primeros años de la disciplina en dicho país tratando de articular la recuperación de la colección Carlos Maeso con una entrevista a la bioantropóloga Mónica Sans, que trabajó con dicha colección entre muchas otras. El objetivo es esbozar los primeros trabajos en la bioantropología uruguaya, echando mano de la etnografía de la ciencia para intentar profundizar su devenir, sus potencialidades y sus desafíos. Además, el trabajo plantea un análisis de tipo geopolítico en el que los autores evalúan críticamente el tipo de relación que la disciplina ha tenido tanto con Brasil como con Argentina en relación al desarrollo de la antropología biológica. Reconocen un mayor vínculo con Argentina, entre otras cosas por el aspecto lingüístico; no obstante, valoran el trabajo que se ha desarrollado en Uruguay como un aporte importante a la disciplina en una dimensión regional.
El dossier se completa con una serie de entrevistas a colegas que, aunque no todos ellos provenientes de la bioantropología, contribuyen desde su trayectoria y experiencia en disciplinas afines a las reflexiones propuestas en este dossier, tanto en la antropología biológica como en la antropología en general.
Gustavo Lins Ribeiro es profesor Emérito de la Universidad de Brasilia, Investigador Nacional Emérito del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías de México. Realizó su licenciatura en Ciencias Sociales (con especialidad en Sociología) (1976) y una maestría en Antropología (1980) en la Universidad de Brasilia. Obtuvo su doctorado en la City University of New York (1988) y realizó un postdoctorado en la Universidad Johns Hopkins (1996 a 1988). Su producción académica se ha enfocado, entre otras cosas, al desarrollo, internet, globalización, transnacionalismo, imperialismos y antropologías mundiales. Es Miembro Honorario de la International Union of Anthropological and Ethnological Sciences; recibió el Premio Franz Boas por Contribuciones Ejemplares a la Antropología, de la American Anthropological Association; y la Medalla Roquette-Pinto de Contribuição à Antropologia Brasileira, de la Associação Brasileira de Antropologia. En esta entrevista, “Reflexiones en torno al sistema mundo de la antropología en el siglo XXI; una mirada latinoamericana”, Lins Ribeiro destaca, por un lado, la necesidad de una mejor organización por parte de las antropologías latinoamericanas, por ejemplo, con la creación de sociedades científicas; y por el otro, su valoración en torno a que la antropología latinoamericana es potente y ha avanzado significativamente en los últimos lustros.
María Nieves Colón es profesora de Antropología del Colegio de Artes Liberales de la Universidad de Minnesota en Estados Unidos. Obtuvo su título de grado en Antropología e Historia de las Américas por la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (2009), y su Maestría (2012) y Doctorado (2017) en Antropología por la Arizona State University, Estados Unidos. Su producción académica se relaciona fundamentalmente con el análisis paleogenético y paleogenómico de poblaciones humanas, con especial énfasis en el Caribe. Su pasaje por los ambientes académicos de Puerto Rico, México y Estados Unidos le otorgan una visión panorámica de diversas realidades a nivel de formación de investigadores, y en su entrevista, “Recalibrar las expectativas”, nos da una perspectiva esclarecida sobre las dinámicas coloniales que imperan en su línea de investigación, signada por fuertes desigualdades en términos de geopolítica del conocimiento.
Lorena Madrigal es profesora de antropología biológica en la Universidad del Sur de Florida en Estados Unidos. Realizó estudios de antropología en la Universidad de Costa Rica, en San José (1982). Su maestría la obtuvo en la Universidad de Cincinnati (1985) y el doctorado en la Universidad de Kansas (1988), ambos en los Estados Unidos. Desde entonces ha realizado investigación enfocada a los procesos de microevolución en humanos. Entre otros intereses, Lorena ha profundizado en aspectos como la fertilidad en mujeres, la evolución del color de la piel, métodos cuantitativos avanzados y genética de poblaciones. El trabajo que ha desarrollado en Costa Rica ha sido muy relevante para comprender los procesos de adaptación a ciertas ecologías, como lo que ocurre en esta región de nuestro continente. Su larga trayectoria como investigadora de origen latinoamericano en Estados Unidos le dan una perspectiva particular sobre las relaciones de poder en la antropología internacional, por un lado, además de que le han dado la oportunidad de señalar críticamente la reproducción de prácticas poco éticas y coloniales en la antropología biológica en América Latina. Dichos aspectos quedan plasmados en su entrevista, titulada “Una mirada crítica a las relaciones entre antropólogos biológicos del norte y Sur global”.
Cristóbal Gnecco es profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Cauca en Colombia. Obtuvo su título de grado de Antropólogo por la Universidad de Cauca, Colombia (1982) y su Maestría (1989) y Doctorado (1994) en Antropología por la Universidad de Washington, Estados Unidos. Su producción académica comienza en el campo de la arqueología para más tarde volcarse a desarrollar reflexiones críticas de la historia de la arqueología y de su práctica actual. Actualmente se considera un etnógrafo y sus intereses académicos se centran en la economía política de la arqueología, discursos sobre la alteridad, geopolíticas del conocimiento, y etnografías del patrimonio. Si bien es el participante del dossier que ha tenido menos contacto con la antropología biológica, gracias a su amplia experiencia y perspectiva crítica de la antropología, su entrevista, “Hacia un in-disciplinamiento en la práctica y teoría antropológica”, enriquece las reflexiones sobre la práctica bioantropológica actual, y permite repensar sus preguntas principales y la construcción de narrativas en torno a las mismas.
El conjunto de trabajos que aquí se presenta es, entre otras cosas, una derivación de los esfuerzos que la Red BALANCE ha impulsado para alentar la discusión crítica en torno a las dinámicas de poder y las relaciones personales, institucionales e internacionales entre los profesionales que nos dedicamos a la antropología biológica con otras disciplinas adyacentes. La Red BALANCE es un esfuerzo colectivo que busca equilibrar y horizontalizar las interacciones académicas de corte bioantropológico entre investigadores del centro y la periferia. La Red fue concebida en 2022 y fundada en 2023 bajo el auspicio y apoyo financiero de la Fundación Wenner-Gren, integrada por una comunidad de científicas y científicos que investigan restos humanos antiguos con una perspectiva situada en América Latina. La misión es la protección del patrimonio biocultural regional por medio del establecimiento y la defensa de pautas éticas para la colaboración científica entre nuestra región y el Norte Global. Asimismo, buscamos el fortalecimiento de la investigación bioantropológica en América Latina a través del empoderamiento de integrantes de nuestra comunidad científica. Procuramos alcanzar estos objetivos mediante la comunicación de hallazgos científicos, la organización de reuniones, el intercambio de habilidades y experiencias, la formación y empoderamiento de recursos humanos en Latinoamérica, y la generación de proyectos editoriales como el que aquí presentamos. Nuestra Red está integrada por personas con diversas identidades y puntos de vista que trabajan en una amplia gama de subdisciplinas en el campo de la bioantropología.