El presente trabajo indaga en un capítulo de la historia de la bioantropología uruguaya a partir del análisis de una serie de fichas osteológicas del Departamento de Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, confeccionadas entre 1986 y 1987 por el equipo de investigación de la bioantropóloga Mónica Sans. El objetivo es discutir acerca de la historia de la bioantropología nacional, del contexto que la acompañó y los actores involucrados.
Además, este análisis incorpora una lectura y un posicionamiento político con respecto a la producción de conocimiento local, atendiendo a la geopolítica en los términos planteados por Mignolo (2004). El autor considera que las relaciones de poder que se producen bajo el capitalismo, para el caso de Latinoamérica, se encuentran atravesadas por lo que Aníbal Quijano denomina colonialidad del poder. Esto tiene como consecuencia el ocultamiento de las historias locales y la desestimulación de epistemologías propias frente a una historia y agenda global, pautadas por los centros de poder que constituyen el Norte global.
La lectura de las fichas osteológicas a partir de una perspectiva etnográfica (Muzzopappa y Villalta, 2011; Merenson, 2023) implica trabajar con los actores involucrados en la historia, gestión y producción de conocimiento, además de ofrecer una mirada más política, crítica, comprometida y desde el sur1 (Krotz, 1993; Jimeno, 2005) permitiendo dar cuenta de la construcción de epistemologías e historias locales. En función de esto, nuestro trabajo revisa e interpreta las fichas osteológicas integrando el relato de la Dra. Mónica Sans, considerando su papel clave en la construcción de conocimiento bioantropológico a nivel nacional. El enfoque etnográfico mencionado incorpora a los documentos como parte de la antropología, buscando comprender lo que los documentos nos dicen y también los sentidos que a partir de estos se construyen. En este caso en particular, las fichas osteológicas analizadas pueden ser entendidas como documentos pasibles de ser historizados, que constituyen una ventana a partir de la cual acceder a pensar las condiciones de producción de conocimiento de la época, y sobre las etapas iniciales de la bioantropología uruguaya.
En los próximos apartados presentamos una lectura de estas fichas que conectan la historia disciplinar local con las formas de producir conocimiento que la acompañan. Comenzaremos por describir y situar las fichas osteológicas considerando la experiencia de Mónica Sans para poder discutir luego acerca del desarrollo de la disciplina en nuestro país en el marco de la geopolítica de producción de conocimiento.
El trabajo con archivos y documentos desde una perspectiva antropológica
En el año 2022 comenzamos a desarrollar el proyecto de investigación “Los restos que nos quedan: Trauma, ocupación y violencia en el registro bioarqueológico de Uruguay” (CSIC, Udelar). Uno de nuestros intereses era estudiar los restos óseos humanos de la colección arqueológica Carlos Maeso, conformada por Carlos Maeso Tognochi (Maeso, 1977) durante las primeras décadas del siglo XX, y considerada como una de las colecciones arqueológicas más relevantes de Uruguay por reunir una gran cantidad de materiales arqueológicos (conjuntos óseos, líticos, cerámica y fauna) pertenecientes a sitios ubicados en distintas localidades del país, algunos de los cuales ya no existen. Además, se trata de una de las dos colecciones arqueológicas declaradas como Monumento Histórico Nacional (MHN) por parte de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación del Ministerio de Educación y Cultura (CPCN-MEC) (Suárez, 2000; Villarmarzo et al, 2021) y se encuentra actualmente alojada en el Museo Nacional de Antropología. Mientras llevábamos adelante el análisis de los restos óseos de esta colección encontramos una serie de fichas osteológicas confeccionadas por la bioantropóloga Mónica Sans y su equipo en la década del ochenta, ubicadas actualmente en el Departamento de Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Aunque estas fichas no forman parte de la documentación oficial de la colección, consideramos que son parte integral del archivo y que nos cuentan acerca de un capítulo de la historia de la colección y de la disciplina bioantropológica nacional.
De acuerdo con Hosek (2019), el trabajo con restos humanos en el marco de colecciones osteológicas incluye trabajar con los documentos asociados, porque forman parte de la manera en que vemos, entendemos e interpretamos esos restos. Una propuesta para la aproximación de trabajo con archivos -registros de un pasado, que puede ser remoto o próximo- es a través de una perspectiva etnográfica que habilita enmarcar las palabras de los interlocutores y dar cuenta de las rupturas, continuidades y transformaciones de determinados eventos, discursos y objetos (Colwell, 2022; Merenson, 2023). Mirar estos archivos, colecciones y documentos desde una perspectiva antropológica implica entenderlos como una totalidad, como hechos sociales, como instituciones que pueden ayudarnos a comprender diversos aspectos de la vida social de las personas y los grupos (Merenson, 2023). Por este motivo, optamos por aproximarnos a las fichas producidas por Sans y su equipo como agentes que se vinculan con la Colección Maeso.
Las fichas confeccionadas por Sans y su equipo nos ofrecen una materialidad que nos permite abrir una ventana -o varias- hacia múltiples temporalidades que convergen en la Colección Maeso: el tiempo de la producción disciplinar de la antropología física de la década del ochenta, las inquietudes de la bioantropología actual y el tiempo de los pobladores prehistóricos y sus modos de vida. Por motivos de extensión, éste último tiempo no será abordado en este artículo.
La creación de estas fichas fue entre los años 1986 y 1988, previo a la compra y a la creación del inventario de la Colección por parte de la Comisión Nacional del Patrimonio Cultural de la Nación del Ministerio de Educación y Cultura en el año 2000. Por este motivo, los restos óseos no tienen un código de identificación asociado que permita vincular las fichas de la investigación de Sans con las del inventario de la Comisión. El contenido de las fichas osteológicas incluye el perfil biológico de los restos humanos: sexo, edad y estatura, estudiados a través de caracteres métricos y no métricos. Las publicaciones que fueron realizadas a partir de estas investigaciones utilizaron fundamentalmente la información vinculada a los cráneos, teniendo como principal resultado la producción del libro Las poblaciones prehistóricas del Uruguay (Sans, 1988).
Para lograr el enfoque antropológico y densificar la información, nos contactamos con Mónica Sans en octubre del 2023 con el fin de entrevistarla y recorrer estas fichas, haciendo una lectura conjunta e incorporando los relatos y sentidos que motivaron su confección. Mónica Sans ingresó a la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHC) de la Universidad de la República en el año 1976, obteniendo el título de Licenciada en Ciencias Antropológicas en el año 1983, siendo junto a Nelsys Fusco una de las dos primeras licenciadas con especialización en Prehistoria y Arqueología del país. Ingresó como Ayudante del Departamento de Antropología (FHC) en 1985, al finalizar la dictadura militar, haciéndose cargo del curso de Antropología Física, más tarde denominado Antropología Biológica. Al crearse el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), ingresó al programa de posgrado, obteniendo la maestría en ciencias biológicas en 1991 y el doctorado, también en ciencias biológicas, en 1994. A su impulso se creó la Sección, luego Departamento de Antropología Biológica, en el Instituto de Ciencias Antropológicas, que dirige desde su creación hasta la actualidad.
La experiencia de entrevistar a la Dra. Sans fue clave para la interpretación y relectura de estas fichas, poniendo en práctica la perspectiva antropológica propuesta por Muzzoppapa y Villalta (2011) y Merenson (2023). Permitió comprenderlas y contextualizarlas, y acceder a detalles y sutilezas que escapan a los registros, que conectan la historia de su creación con la coyuntura de la época y habilitan la narración de una historia local que da cuenta de los procesos nacionales. A continuación, ofrecemos algunas transcripciones de esta entrevista, que consideramos son pertinentes para los objetivos de este trabajo.
El proyecto “Estudio de las poblaciones prehistóricas del Uruguay”
Antes de entrevistar a Mónica Sans, al encontrarnos trabajando con los formularios que integran las fichas, identificamos un título en común: “Estudio de las poblaciones prehistóricas del Uruguay”. Nos llamó la atención debido a que desconocíamos a qué hacía referencia, y nos cuestionamos si se trataba de un proyecto. Esto nos motivó a aprovechar la entrevista para preguntarle a la Dra. Sans al respecto. Nos relató que se trató de una iniciativa propia que procuraba investigar a partir de los recursos disponibles en ese momento. Fue el nombre que utilizó para poder identificar las fichas en función de los intereses que tenía:
Yo entré acá (a trabajar en Facultad de Humanidades y Ciencias) en setiembre del ‘85 y tenía dos líneas (de investigación), una era la que estaba trabajando con el tema de la mancha mongólica2, que era con gente de genética, y se me ocurrió que como había hecho un curso en Chile sobre determinación de sexo, edad y ya las tenía bastante conocidas (a las técnicas) porque allá eran cientos de restos, no era como acá (Sans realizó una estancia en Chile y trabajó con colecciones del norte de ese país en el año 1983) (…) eran restos maravillosos, no eran momias, pero tenías esqueletos enteros (…) y, la idea era un poco aplicarlas acá, porque además siempre me dio bronca porque era como que Uruguay no existía. Claro, yo nunca logré entrar al convenio (entre los antropólogos Quevedo, Cocilovo, Neves y Rothhammer) (…) en ese momento tenían todo armado (…) era una época diferente, estábamos recién saliendo de dictadura, no se me ocurría ni siquiera a quién pedirle financiamiento, lo hice con nada, por eso les digo, lo hice con fichas mimeográficas, no había ni computadoras, o sea, era todo casi que manual, y bueno, algo que no precisara dinero, justamente, porque ta, si no después tenías que pedir dinero para excavaciones (…). (Transcripción entrevista a Mónica Sans, octubre de 2023).
A partir de esta transcripción podemos ver el porqué de estos formularios y qué criterios se utilizaron. Sans nos comenta que en 1983, tras haber finalizado su grado, viajó a Chile donde realizó un curso y una pasantía de posgrado en bioarqueología. Allí fue contratada para hacer un análisis de restos humanos en el norte del país. Durante su estadía, trabajó con formularios que luego utilizó de inspiración para la confección de las fichas empleadas en Uruguay, siguiendo los criterios de la antropóloga Silvia Quevedo y su equipo.
Además, la investigadora agrega que en aquella época, entre los antropólogos Silvia Quevedo (Chile), José Alberto Cocilovo (Argentina), Walter Alves Neves (Brasil) y Francisco Rothhammer (Chile), tenían un proyecto común donde Uruguay no estaba contemplado. La propuesta buscaba trabajar a partir de mediciones craneométricas con el objetivo de calcular distancias biológicas poblacionales y obtener datos paleodemográficos. Este proyecto resultó ser una inspiración, y en el año 2000, junto a Bernardo Bertoni y Mónica Portas, Sans publicó un trabajo donde se utilizan los datos craneométricos recabados en las fichas, describiendo las relaciones morfogenéticas de las poblaciones prehistóricas del Uruguay (Bertoni et al., 2000).
Algunos datos de las fichas, sobre todo los de rasgos discontinuos y características individualizantes, quedan por fuera de las publicaciones de Sans ya que no son datos que aportan desde la perspectiva poblacional. En ese momento el enfoque buscaba comprender la biología de las poblaciones pasadas en función de rasgos poblacionales comparables a través de estadísticas. En las fichas se pueden leer observaciones y anotaciones que responden a otros aspectos, como, por ejemplo, patologías o marcas que luego no se incorporaron a las producciones, y que tampoco forman parte de la publicación del 2000. Podríamos pensar que este acto de registrar datos que por sus características cualitativas luego no fueron incorporados a los análisis nos muestra una inquietud irresuelta, una actitud curiosa de los investigadores, una apuesta al futuro hacia una disciplina que pueda discutir, investigar y conocer más allá de lo cuantitativo.
La entrevista también fue una excusa para corroborar que la totalidad de las fichas osteológicas fueron creadas entre 1986 y 1987, en formato oficio, a máquina de escribir y posteriormente fueron mimeografiadas para su reproducción. Las hojas tienen un aspecto amarillento, que ayuda a dar cuenta de su antigüedad. Algunas de ellas presentan manchas marrones y corrimientos de tinta azul, dando cuenta de los apuros y las maniobras del cuerpo. Se encuentran escritas con lapicera azul, negra y lápiz; algunas incluso presentan los tres tipos de tinta, y en diferentes caligrafías, mostrándonos la intervención de varias personas y el variopinto acceso a recursos para la escritura, las preferencias personales, o la escasez. Frente a la pregunta sobre las diferentes intervenciones sobre el papel, Sans nos dice: “Puede ser que fuera porque uno le dictaba al otro, yo generalmente soy de usar birome, no me gusta usar lápiz (…). (Transcripción entrevista a Mónica Sans, octubre del 2023).
También hay otras caligrafías, que sospechamos podrían ser de otro momento. La mayoría de las fichas presentan alguna firma por parte de su responsable, aunque algunas no. Al respecto, Sans relata:
Será por omisión simplemente (…) como que nos lo comimos en el apuro, porque también todo era medio contrarreloj, porque vos ibas al Maeso y tenías dos horas, ponele, que era cuando ella iba a estar (Leila Tuya, esposa de Maeso y responsable de la colección en la época). Entonces bueno, en esas dos horas que vos tenías, intentabas hacer lo posible (…). (Transcripción entrevista a Mónica Sans, octubre de 2023).
Además de evacuar nuestras preguntas, al observar las fichas treinta y cinco años después de su producción, Sans pudo explicarnos algunas anotaciones que no habíamos podido dilucidar. Entre ellas, había un código ubicado en el margen inferior derecho, que responde al código mimeográfico y al año de creación de las fichas. La numeración “/86”, “/87” refería al año de la confección de las fichas y su llenado, lo que permite dar cuenta de su antigüedad. Contemplando las fichas, Sans dio cuenta de una sutileza: el formulario de 1986 (/86) es el que pertenece al análisis del aparato masticatorio, que posteriormente utilizaría para “Las poblaciones prehistóricas del Uruguay” (Sans, 1988). El resto de las fichas son del año 1987 (/87), razón por la cual además de tener otras caligrafías y tintas recogen datos que no pueden ser encontrados en la publicación de 1988.
Del total de fichas elaboradas por Sans y su equipo, más de la mitad contiene el nombre de sus autores, siendo el resto anónimas. Los nombres que figuran además del de Sans son Mónica Portas, Horacio Solla, Isabel Barreto y Marta Collazo, todos ellos integrantes del equipo de investigación conformado por Sans.
Las fichas se componen de cuatro formularios: “perfil biológico”, “craneometría”, “aparato masticatorio” y “osteometría post cráneo”. No necesariamente están presentes los cuatro formularios, sino que varían sus combinaciones, habiendo en algunos casos un solo formulario. Cada uno se confeccionó con el objetivo de recabar datos que refieren a diferentes partes esqueletales.
Mientras observábamos las fichas, surgió la pregunta por un código que figura en el borde superior derecho, consistente en una letra y un número, Sans comenta: “(…) el primer sitio que fui le puse A y los números (responden al número de conjunto dentro del mismo sitio) (…) yo recuerdo que estaba todo en vitrinas, no había cajas (…) (en el Museo Arqueológico de Cordón). (Transcripción entrevista a Mónica Sans, octubre del 2023).
La letra se corresponde al sitio arqueológico de procedencia de los conjuntos estudiados y el número, al número de conjunto de restos óseos analizado perteneciente a un mismo sitio. Por ejemplo, si consideramos los códigos D13 y D17, D representa el sitio “La Blanqueada / Rincón de la Higuera” en el departamento de Soriano. El número trece identifica al conjunto número trece de ese sitio analizado por los investigadores. El número diecisiete corresponde a otro conjunto del mismo sitio.
Por otro lado, las fichas presentan dos tipos de encabezados: “Facultad de Humanidades y Ciencias. Departamento de Antropología.” y “Antropología física. Departamento de Antropología. Facultad de Humanidades y Ciencias”. Esta diferencia se puede observar también en relación a los formularios. El primer encabezado está presente en el formulario de aparato masticatorio. El segundo encabezado está presente en el formulario de perfil biológico. Los otros dos formularios (craneometría y poscráneo) no presentan estos encabezados, pero sí el título, que es común a todos los formularios: “Estudio de las poblaciones prehistóricas del Uruguay”.
Un dato interesante que la investigadora recordó luego, fue que Neves dictó un curso en la década del ochenta en la ciudad de Buenos Aires, donde también ofreció fichas que resultaron útiles para la confección de las aplicadas en Uruguay. Esto nos permite entender a las fichas como un mosaico, creadas a partir de múltiples fuentes.
Sans y el pasaje de la antropología física a la antropología biológica
Uno de los aspectos que llamó nuestra atención durante la entrevista con Sans fue su mención acerca del cambio en la nominación del curso de “Antropología física” a “Antropología biológica”:
(…) Antropología física como entidad no existía (…) como sección, yo creo que fue por el ‘91, cuando se crea (…) creo que ya era Biológica porque yo a la materia le puse también, Biológica. O sea, mi plan (Plan de estudios 1976) era Antropología física, y después con el plan de 1986 ya lo cambiamos a Biológica (…) Fue por un criterio de que Antropología física siempre me sonaba a esa cuestión más clásica, craneométrica (…) y me parecía que Antropología biológica le daba una renovación a la cuestión, más general. Por más que ahora en todos lados cambiaron a Antropología biológica (…) en ese momento me pareció que era un poco para renovar la idea de aquella cosa (…) porque vos decís “Antropología física” y todo el mundo pensaba en aquella cosa de Broca (…) y la gente midiendo cráneos y poco más que eso… me parecía que Antropología biológica era un poco más inclusiva (…). (Transcripción entrevista a Mónica Sans, octubre de 2023).
Fuentes (2010) señala que el término “antropología física” remite a los primeros momentos disciplinares, y tiene que ver con el estudio de la variabilidad humana a través de tipologías y clasificaciones. Para ello se utilizaban caracteres físicos, morfológicos y cuantificables, que permitían generar modelos comparativos y explicativos de estas diferencias. Agrega que Washburn (1951), propone una “nueva antropología física” que busca incorporar la síntesis evolutiva, los estudios del comportamiento y una mirada interdisciplinaria a la antropología física, sentando las bases para lo que posteriormente, comenzaría a denominarse antropología biológica en varias partes del mundo, incluyendo Uruguay.
A partir del relato de Sans sabemos que en Uruguay durante la década del ochenta no existía una sección de Antropología Física y que las actividades de investigación dentro del área se llevaban a cabo en el Departamento de Antropología que incluía también las investigaciones en arqueología y antropología social. Además, en el plan de estudios de la Licenciatura de 1976, bajo el cual Sans egresó, la disciplina se llamaba Antropología Física y de allí el nombre en las fichas. En 1986, tras la reformulación de plan de estudios, la materia pasa a llamarse Antropología Biológica, bajo la responsabilidad de Sans. Ella relata que el motivo del cambio fue la búsqueda de un término más abarcativo e inclusivo, porque la idea de Antropología Física remitía a una cuestión más clásica, de estudios de craneometría y osteometría, dejando por fuera varias áreas temáticas.
Otro de los aspectos a destacar es que los formularios y sus rótulos nos ofrecen una prueba de la construcción de datos fundamentalmente cuantitativos y morfológicos, que coincidían con el enfoque teórico de la época en relación a la antropología física, de la cual Sans era heredera, pero que, sin embargo, posteriormente decidió apartarse.
Volviendo al presente: geopolítica del conocimiento bioantropológico uruguayo
El trabajo de Sans y su equipo refleja cómo ha sido el desarrollo de la disciplina en nuestro país y cuáles han sido sus influencias. Uno de los impulsos más fuertes en la producción de conocimiento bioantropológico está marcado por el viaje de Sans a Chile, donde realizó una pasantía en bioarqueología. Allí, la investigadora atraviesa una serie de experiencias que la interpelan y la impulsan a aplicar en Uruguay lo aprendido. Algo importante que se desprende del diálogo con Sans, y que se puede apreciar en la frase: “(…) un poco aplicar eso, porque además siempre me dio bronca porque era como que Uruguay no existía”, es el estatus del Uruguay frente a sus países vecinos, en términos de geopolítica del conocimiento, quienes para ese entonces ya contaban con proyectos y producciones propias, y que además no parecían mostrar interés por el caso uruguayo. El hecho de que Uruguay no se viera representado en el proyecto de Cocilovo, Quevedo, Neves y Rothhammer, también nos ofrecen una pista para hacer esta lectura de la situación: “era la famosa muesquita3 donde no había datos de nada”. La expresión de frustración de la antropóloga nos marca el impulso que conduce a la creación de estas fichas de investigación, que finalmente metaforizan una empresa, un posicionamiento en la producción política del conocimiento, independientemente de los aspectos técnicos y sus resultados.
En su propuesta acerca de las antropologías del sur, Krotz (1993) nos recuerda que la producción de conocimiento científico es un proceso de creación cultural semejante a otros procesos de creación cultural. Por ello, no debe ser analizado como un sistema simbólico separado de los demás aspectos de la realidad social, en parte porque restringiría la producción y desarrollo del pensamiento antropológico en relación a su contexto histórico. Adoptar esta postura implica necesariamente incluir al sujeto en el proceso. En este sentido, la entrevista de Sans nos permite visibilizar al sujeto del cual habla Krotz y nos da algunas pistas que nos permiten mostrar el vínculo entre el contexto histórico-cultural y la producción de conocimiento al mencionar que se trataba de una época diferente, donde recién se estaba saliendo de la dictadura y las posibilidades de financiamiento eran nulas y la tecnología escasa.
La oportunidad de entrevistar a Sans y trabajar las fichas junto a ella permitió poner en práctica la perspectiva etnográfica, donde además de analizar los aspectos descriptivos de los documentos permitió comprender por qué, cómo y para qué se construyeron, y cómo esto impactó en la conformación disciplinar. Reconocer la importancia de Sans como agente histórica, sujeta a una coyuntura específica, nos permite entender el devenir disciplinar y dar cuenta de sus cambios, pero sobre todo de sus posibilidades. La ausencia de financiación y de sostén económico condicionó las posibilidades de desarrollo, activando la creatividad y generando estrategias de investigación y producción que podemos reconocer a través del relato de Sans, y que de otra forma permanecerían invisibilizadas. Además, la narrativa nos permite reconocer la importancia de las condiciones laborales y de financiamiento para la consolidación de los sistemas científicos nacionales. Esto nos permite concluir que, si bien Sans no plantea una postura política explícita en relación a la producción de conocimiento bioantropológico, sus acciones y búsquedas lo dejan en evidencia.
Esta perspectiva de trabajo permite entender cómo se visualiza el campo disciplinar y su objeto de estudio por parte de los actores involucrados, y el impacto que esto tiene en la producción de conocimiento. Un ejemplo son las apreciaciones de Sans acerca de las características del registro óseo humano nacional: “allá eran cientos de restos, no era como acá (…) eran restos maravillosos, no eran momias, pero tenías esqueletos enteros (comentario sobre el registro óseo humano con el que trabajó en Chile)”. Desde nuestra perspectiva, esta valoración de Sans sobre el registro óseo chileno en contraposición al uruguayo parte del hecho de que en Uruguay los suelos son ácidos y húmedos, dificultando la conservación de restos óseos, y por tanto, no se cuenta con una numerosa cantidad de restos. Las consecuencias de esto se pueden ver reflejadas en el presente, en la búsqueda de formas novedosas a la hora de abordar el registro óseo humano. El aumento de la formación de bioantropólogos y la masa crítica, colabora con el giro teórico disciplinar, de la cual este trabajo forma parte.
Así como lo era en la época en la cual Sans investigó la colección, para el Uruguay actual sigue siendo fundamental la relación con sus países vecinos en términos de producción de conocimiento bioantropológico. Tanto Brasil como Argentina constituyen dos centros de formación e intercambio muy importantes. Se trata de dos países con tradiciones de investigación antropológica de larga trayectoria, siendo sus masas críticas mayores a las del Uruguay, con comunidades científicas que marcan fuertemente la agenda regional en términos de investigación. En el caso del vínculo con Argentina, no se puede ignorar que la creación de la carrera en la Universidad de la República estuvo a cargo del arqueólogo argentino Antonio Austral, quien propuso un plan de estudios basado en la Licenciatura en Antropología de la Universidad de Buenos Aires, influenciando enormemente el desarrollo de la disciplina en el país (Cabrera Pérez, 1988). Además de este vínculo histórico, nuestros investigadores mantienen lazos políticos y afectivos (amistad, familia, migración, estudio) con las comunidades vecinas, lo que refuerza su influencia. En parte por afinidad lingüística y cultural, los bioantropólogos uruguayos poseen una larga tradición de presentaciones en congresos y publicaciones científicas argentinas, así como la pertenencia a las asociaciones científicas de dicho país. Esto puede tener varios efectos: el primero es la fuerza y la relevancia que tiene el intercambio académico, que ha impulsado el crecimiento y desarrollo disciplinar. Esto ha posibilitado también el aunamiento de fuerzas para marcar la agenda científica en función de las necesidades regionales frente a las discusiones impuestas por el Norte global. En ese sentido es necesario señalar que compartimos un destino político y una posición de opresión similar en el marco de las relaciones de poder que signan la producción del conocimiento científico a nivel mundial, y que soslayan los procesos locales (Mignolo, 2004). Otro aspecto destacable es que los bioantropólogos uruguayos se ven mayormente motivados a publicar o exponer en revistas y congresos extranjeros, desestimando las posibilidades de hacerlo en su propio país. En este sentido, se puede pensar en cierta pérdida de soberanía en lo que refiere a la producción de conocimiento, y en la poca iniciativa hacia actividades que busquen impulsar la disciplina en el país. Afortunadamente, el vínculo con la comunidad argentina mantiene despierta la impronta crítica y latinoamericanista de hacer bioantropología, pero corre el riesgo de homogeneizar las historias y necesidades disciplinares de Uruguay con Argentina. Algunos factores que pueden incidir en esto son la historia colonial común, el compartir fronteras, así como elementos culturales y lingüísticos (por ejemplo, el dialecto rioplatense).
Si bien Uruguay cuenta con estudios bioantropológicos de larga data, su desarrollo ha sido mayoritariamente en el ámbito de la genética de poblaciones por parte de un número reducido de investigadores (Figueiro, 2014; Figueiro et al., 2022; Lindo et al., 2022; Sans et al., 2015; Sans et al., 2021; Vega et al. 2022). Esto obliga a la disciplina a estar al día con las agendas y exigencias de los centros hegemónicos4 de producción de conocimiento (por ejemplo, EEUU), adquiriendo un estatus de subalterno en relación a los mismos.
A pesar de su estatus subalterno, no sólo en relación a las potencias mundiales sino también regionales, es interesante señalar el rol fundamental que ha tenido Uruguay en la consolidación de la disciplina a nivel regional, siendo socio fundador de la Asociación Latinoamericana de Antropología Biológica (Salzano y Rothhammer, 2016), y participando sus académicos en diversos proyectos e iniciativas regionales.
Reflexiones finales
En este artículo hemos procurado, a partir de la integración tanto de diferentes fuentes como de perspectivas teórico-metodológicas, construir una narrativa que dé cuenta de una historia disciplinar que considere los sentidos y perspectivas de sus actores. Más aún, da cuenta de la importancia que esto reviste para la consolidación de una disciplina, que a pesar de encontrar antecedentes tempranos, aún en la actualidad funciona de manera incipiente. Esta consolidación no puede ni debe realizarse sin traer a consideración las condiciones geopolíticas y coyunturales que afectan a la producción de conocimiento científico, ni tampoco ignorar la realidad local que atraviesan los sujetos y objetos de estudio con los cuales trabajamos. Dadas las características mediante las cuales las antropologías sociales y arqueologías latinoamericanas actuales producen conocimiento, y la relación de hermandad de la bioantropología con éstas, consideramos esencial incorporar los marcos teórico-metodológicos que nos ofrecen, porque permiten avanzar en su consolidación sin perder de vista los aspectos mencionados.
Ramírez (2013) define una nueva perspectiva bajo el rótulo de “antropología física crítica” buscando la antropologización de la disciplina, en el entendido de que durante su desarrollo, esta se ha alejado de la explicación antropológica a favor de la acreditación de su naturaleza científica, esta última entendida desde una perspectiva neopostivista y cuantitativa, desantropologizándola. La búsqueda de la acreditación de su naturaleza científica ha traído como consecuencia la genetización de la disciplina, en detrimento de preguntas y análisis antropológicos. En ese sentido, este trabajo es un intento de retornar a estas preguntas, mostrando lo necesario y útil que resulta el abordaje de archivos por parte de los bioantropólogos con una perspectiva teórico-metodológica explícita, porque permite dar cuenta de las formas en que producimos conocimiento, además de densificar la información acerca de nuestro objeto de estudio y de caminar hacia una reantropologización que nos acerque más a la actualidad y la realidad política local.
Por otro lado, consideramos que, si se quiere caminar en la dirección de una bioantropología situada y crítica, es decir, una bioantropología del Sur global en contraposición a un Norte global (Krotz, 1993: Mignolo, 2004), es necesario construir agendas de investigación locales que dialoguen con las regionales y se acompañen en el diálogo con el mundo. Esto posibilita desplazar las agendas del Norte, pero no porque estas sean poco importantes o interesantes, sino porque no necesariamente responden a las necesidades y posibilidades que nuestras realidades nos demandan. En este mismo sentido, el acto de historizar y revisitar nuestro pasado disciplinar, conocer a fondo sus actores e hitos, y comprender sus preguntas y métodos, son una forma de situarlo y antropologizarlo. Es necesario reconocer que todo conocimiento es un proceso sociohistórico y que todo investigador debe verse como un sujeto situado. Revisar nuestros datos y comprender cómo fueron construidos nos habilita, en gran medida, a pensar qué es la antropología biológica, cómo la hemos hecho y para qué.
A modo de cierre, nos gustaría destacar que tanto la colección como las fichas son objetos-testigo de un momento clave en la historia de la disciplina del Uruguay, y su análisis nos permite “sumar un tiempo” a la historia de la conformación de la bioantropología uruguaya y sus condiciones de producción de conocimiento en el marco de las relaciones geopolíticas de la época y sus ecos en la actualidad.
Financiamiento
El artículo se enmarca dentro de las tareas de publicación de los resultados del proyecto “Los restos que nos quedan: Trauma, ocupación y violencia en el registro bioarqueológico de Uruguay” financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República durante el periodo 2022-2023.
Agradecimientos
A la Dra. Mónica Sans por brindarnos las entrevistas. A los Dres. Silvina Merenson y Gonzalo Figueiro por sus comentarios y a la Dra. Moira Sotelo por el impulso. Al Departamento de Arqueología de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación y a los funcionarios del Museo Nacional de Antropología por brindarnos los materiales y el espacio.