La teoría del apego (Bowlby, 1969/1998) describe las interacciones que se establecen entre la figura cuidadora y el infante y las implicaciones en su desarrollo socio-afectivo, pues el niño se ve confrontado a la dependencia de sus cuidadores y al tipo de respuesta que les dan a sus necesidades. La calidad de estas interacciones genera representaciones internas de modelos operativos tanto de sí mismo como de los demás, que se constituyen en prototipos para las relaciones posteriores (Griffin & Bartholomew, 1994), en función de lo cual el niño desarrolla una representación del valor de sí mismo (modelo del self) y una representación de la disponibilidad de los demás (modelo del otro). Bowlby (1969/1998) relacionó al modelo del self con la vivencia de ansiedad en las interacciones con los cuidadores, y al modelo del otro con la aproximación/evitación en la relación con los otros. Estos dos modelos, del self y del otro, son dimensiones que varían del polo positivo al negativo, y que se combinan para dar lugar a diferentes estilos de apego (Griffin & Bartholomew, 1994; Mikulincer & Shaver, 2016).
La mayoría de los niños desarrolla un patrón positivo de interacción (apego seguro) con su figura cuidadora (Mesman, Van Ijzendoorn & Sagi-Schwartz, 2016), que se presenta si esta responde de manera sensible a sus necesidades, estableciéndose como una base segura a nivel emocional. En estos casos, el individuo desarrolla un sentido valioso de sí mismo y genera expectativas de que los otros responderán adecuadamente a sus demandas, por lo que sentirá confianza y buscará el contacto social. Cuando la figura cuidadora no responde de manera sensible a las necesidades del niño, produciendo una interacción no óptima (rigurosidad, ambivalencia, negligencia o incluso violencia y maltrato), se establece un apego inseguro, que se expresa con tres patrones en la vida adulta: alejado (llamado también evitante), preocupado (o ambivalente) y temeroso (o desorganizado) (Griffin & Bartholomew, 1994). En el apego alejado, el modelo del self es adecuado pero el individuo evita el contacto con los demás porque tiene expectativas negativas de la respuesta de ellos. Las personas con apego preocupado tienen un bajo modelo del self, pero tratan de validarlo acercándose demasiado a los demás, lo cual las vuelve vulnerables cuando sus necesidades no son satisfechas. Finalmente, en el apego temeroso, los individuos son muy dependientes de la validación de los otros pues presentan un modelo del self deficiente, pero no logran conseguir la intimidad con los demás porque tienen expectativas negativas sobre su disponibilidad (Griffin & Bartholomew, 1994).
Las repercusiones a largo plazo del estilo de apego y de la operación del modelo interiorizado han sido también exploradas, demostrando su influencia en la adultez (Bartholomew & Horowitz, 1991; Di Bártolo, 2017). Bowlby (1969/1998) planteó que, una vez que estos modelos han sido construidos, tienden a permanecer de manera bastante estable a lo largo de la vida, operando a nivel inconsciente. Por tanto, lo que el individuo devendrá, a nivel cognitivo, social y emocional, se asentará en el primer modelo operativo interno que desarrolló.
Las investigaciones en adultos muestran que la distribución de los estilos de apego es mucho más variable que la que se observa en niños o jóvenes (Magai, Frías & Shaver, 2016). De hecho, en la revisión de varios estudios (e.g., Consedine & Fiori, 2009; Garrido, Guzmán, Santelices, Vitriol & Baez, 2015; Guzmán & Contreras, 2012; Lozano, Albarracín & Vásquez, 2016; Soerensen, Webster & Roggman, 2002; Teixeira, Ferreira & Howat-Rodrigues, 2019) se encontró que el apego seguro se halla reportado en un rango entre 85.70 % (Garrido et al., 2015) y 12.90 % (Teixeira et al., 2019); el apego alejado en un rango entre 77.60 % (Consedine & Fiori, 2009) y 3.60 % (Garrido et al., 2015); el apego preocupado en un rango entre 25.60 % (Guzmán & Contreras, 2012) y 4 % (Soerensen et al., 2002), y el temeroso en un rango entre 60.50 % (Teixeira et al., 2019) y 9 % (Soerensen et al., 2002). Magai et al. (2016) han planteado que a medida que se avanza en edad, los estilos seguros disminuyen y aumenta la proporción de adultos con apego alejado, debido posiblemente al incremento de experiencias de pérdida.
En cuanto al sexismo, la cultura ecuatoriana, como muchos otros contextos latinoamericanos, está atravesada por nociones que, más allá de ser ideologías, se trasladan al plano de las actitudes, conductas y maneras de relacionarse con las personas según su sexo biológico.
La Real Academia Española (2018) define al sexismo como la “discriminación de las personas por su sexo”. En psicología, el modelo teórico referencial en el tema es el de Glick y Fiske (1996), quienes propusieron un constructo bidimensional que describe el sexismo hacia la mujer mediante dos dimensiones: hostilidad y benevolencia. Aunque diferentes entre sí, ambas dimensiones establecen la superioridad del género masculino sobre el femenino. Así, el sexismo benevolente enfatiza de manera positiva la “debilidad” femenina, idealiza los roles tradicionalmente asignados a la mujer, y puede generar conductas de protección; este tipo de sexismo refuerza la subordinación de la mujer a través de dispositivos de castigos y recompensas, a la vez que encubre la hostilidad del hombre con un tono aparentemente positivo (Boira, Chilet-Rosell, Jaramillo-Quiroz & Reinoso, 2017; Cárdenas, Lay, González, Calderón & Alegría, 2010; Janos & Espinosa, 2018). El segundo tipo de sexismo, llamado hostil, está conformado por una serie de actitudes prejuiciosas expresadas con un tono negativo más explícito y por conductas discriminatorias basadas en la supuesta inferioridad de las mujeres (Cárdenas et al., 2010; Janos & Espinosa, 2018).
Los autores del concepto original, Glick y Fiske (1996), propusieron posteriormente que este constructo puede ser dirigido también hacia los hombres y que, igualmente, puede manifestarse en actitudes hostiles y benevolentes. De esta manera, describen tres componentes para ambos tipos de sexismo orientado tanto a mujeres como a hombres, los cuales se resumen en la Tabla 1.
Los estudios también han explorado las diferencias en sexismo por franjas de edad, encontrándose que existe alta variabilidad. Así, a veces se encuentra que hay un incremento del sexismo con la edad (Garaigordobil, 2013; Lameiras, Rodríguez & González, 2004) y otras veces lo contrario (Zakrisson, Anderzén, Lenell & Sandelin, 2012). El sexismo, además, ha sido relacionado con otros conceptos como satisfacción vital y estado de la relación (Waddell, Sibley & Osborne, 2018), bienestar en mujeres (Oswald, Baalbaki & Kirkman, 2018), violencia de género y en las relaciones de pareja (Arnoso, Ibabe, Arnoso & Elgorriaga, 2017; Boira et al., 2017), formación del profesorado (Carretero & Nolasco, 2019), y racismo (Mateos-Jiménez, Torres-Martínez & García-Fernández, 2018), entre otros.
Una asociación poco explorada es la que se establece entre apego y sexismo. Desde la psicología social existe literatura sobre temas relacionados que han puesto en evidencia que los estilos de apego inseguro están detrás de patrones de violencia (e.g., Sánchez, 2016). Sin embargo, hasta la fecha se han reseñado únicamente dos investigaciones que vinculan los modelos sexistas con el tipo de apego (Garaigordobil, 2013; Yakushko, 2005). En la más reciente, Garaigordobil (2013) efectuó un estudio con 989 participantes de 18 a 65 años, en el que se reportó que existen correlaciones significativas entre estilos de apego inseguro (alejado y preocupado) y sexismo, así como un incremento en sexismo (benevolente y ambivalente) con el apego alejado en personas de 55-65 años de edad.
El presente estudio se fundamenta en la idea de que estos dos temas, apego y sexismo, están relacionados en la adultez. Sería reduccionista pensar que la persona aprende e interioriza “sin más” los modelos que la sociedad le presenta, pues previo a adoptar un sistema de valores y creencias, el individuo posee una representación interna del mundo desde la que interpreta e interactúa con él, los denominados modelos del self y del otro. Por tanto, estilos de apego inseguro pueden estar detrás de la adopción de actitudes sexistas, ya que probablemente el modelo operativo interno temprano se haya establecido con una pobre valoración propia y de los demás. Consecuentemente, el objetivo de la presente investigación fue explorar la posible existencia de una relación entre estilos de apego y actitudes sexistas en ambos sexos.
Método
Participantes
El estudio, de carácter exploratorio, fue realizado con una muestra incidental de participantes voluntarios, reclutados en espacios públicos y a través de internet. Como criterios de inclusión se requería que fueran mayores de edad, tuvieran hasta 60 años y que dieran su consentimiento informado. Los criterios de exclusión para el análisis de la información fueron: cuestionarios incompletos y actitud poco colaboradora durante el llenado del cuestionario, a criterio del encuestador. El cuestionario fue aplicado durante 7 meses a todas las personas que quisieron colaborar, manteniendo un equilibrio en el número de mujeres y hombres.
La muestra final fue de 1373 participantes (865 reclutados directamente, 508 vía Google Drive), con las siguientes características: 55.4 % mujeres y 44.6 % hombres; distribución por edad: 18-25 años (30 %), 26-40 años (34.5 %) y 41-60 años (35.5 %). Las edades de los participantes fueron recabadas directamente en los rangos especificados.
Instrumentos
Se utilizó un cuestionario conformado por un instrumento de apego (Relationship Questionnaire (RQ), Bartholomew & Horowitz, 1991) y dos de sexismo: el Inventario de Sexismo Ambivalente (AsI) y el Inventario de Ambivalencia hacia Hombres (AMI; Glick & Fiske, 1996), en sus versiones reducidas y validadas al castellano (Rodríguez et al., 2009).
El RQ está conformado por cuatro párrafos que describen cada uno un patrón de apego prototípico. La persona llena, en una escala de 7 puntos, su nivel de conformidad con cada descripción, luego de lo cual decide entre los cuatro escenarios cuál es el que lo describe mejor. El instrumento permite obtener el estilo de apego y calcular los modelos del self y del otro, y las dimensiones de ansiedad y evitación subyacentes. Se ha reportado una confiabilidad interna de .81 entre los cuatro estilos de apego del RQ (Scharfe & Bartholomew, 1994).
En cuanto al ASI y AMI, las versiones utilizadas constan de 12 ítems cada una (6 de sexismo benevolente y 6 de sexismo hostil) (Rodríguez et al., 2009), cuyas respuestas se ubican en un rango desde totalmente en desacuerdo (0 puntos) hasta totalmente de acuerdo (5 puntos). Se ha reportado una confiabilidad interna de .83 en ASI y de .79 en AMI (Rodríguez et al., 2009).
Procedimiento
Los sujetos fueron reclutados de dos maneras. Por un lado, se solicitó la participación de voluntarios en lugares públicos de la ciudad de Quito, como parques, centros comerciales y restaurantes. Por otro lado, el cuestionario fue cargado en Google Drive y enviado vía correo electrónico a varios contactos para su difusión. En ambas modalidades, los participantes recibieron información sobre la investigación y sus derechos como participantes, y debían suscribir, de manera previa a su participación, el consentimiento informado. Todos los procedimientos empleados fueron aprobados por el Comité de Ética para la Investigación con Seres Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Una vez recabados los datos, se procedió a su depuración, para lo cual se eliminaron todos los cuestionarios incompletos. Para el análisis se emplearon estadísticos descriptivos, comparaciones de medias con t de Student, pruebas post-hoc, prueba de Cohen, correlaciones y ANOVA, según el caso, con el programa SPSS versión 25.
Resultados
Apego
Se encontró que 42.9 % de los participantes presentaba apego seguro, siendo los estilos inseguros los más representados (57.1 % en total): alejado 23.9 %, preocupado 15 % y temeroso 18.2 %. Sin embargo, al realizar el análisis por sexo, se halló que el 45.6 % de mujeres presentaban apego seguro y el 54.4 % en total algún tipo de apego inseguro (alejado: 23.8 %, preocupado: 12.7 % o temeroso: 17.9 %). En los hombres, el apego seguro se presentó en el 39.5 % de los participantes y el inseguro, de alguno de los tres tipos, en el 60.5 % (alejado: 24 %, preocupado: 17,8 % o temeroso: 18.6 %). Al comparar los resultados, se encontró que (2 (3, n=1373)= 8.81, p = .032, lo cual evidencia que las variables apego y sexo se encuentran relacionadas a un nivel estadísticamente significativo.
En referencia a la edad, se encontró que el porcentaje de apego seguro es más bajo en la franja de 18 a 25 años (39.6 %), de 42.8 % en la franja de 26 a 40 años y más alto en la franja de 41 a 60 años (45.8 %). En la comparación de los resultados por grupos de edad se encontró que (2 (6, n=1373)=13.48, p= .036. Este resultado pone en evidencia la relación del estilo de apego de los participantes con su grupo etario.
Sexismo
En el tema del sexismo, la Tabla 2 muestra los resultados comparativos por sexo en las subescalas de sexismo. Se observa que existen diferencias significativas por sexos en todas las subescalas de las pruebas, pero que el efecto del factor sexo es pequeño (d<= .4).
Se encontró, además, que existen correlaciones positivas y significativas entre el sexo de los participantes y las subescalas de sexismo. Como se puede observar en la Tabla 3, tanto en el ASI como en el AMI, las subescalas de sexismo hostil y benevolente se correlacionan de manera estadísticamente significativa tanto en el caso de los participantes hombres como en el caso de las participantes mujeres.
En cuanto a la relación entre sexismo y edad, en las pruebas de ANOVA no se detectaron diferencias entre grupos etarios y subescalas de sexismo: SHH: F (2)= .067; p=.935; SBH: F (2)=1.825; p=.162; SHM: F (2)=.475; p=.622; SBM: F (2)=.052; p=.950.
Relación apego y sexismo
En función de los estilos de apego. Los resultados indican que existen diferencias significativas entre los cuatro estilos de apego en todas las subescalas de sexismo (Tabla 4).
Mediante la prueba post-hoc de Tukey, se evidenció que las diferencias se presentan entre el estilo de apego seguro y los estilos de apego temeroso y preocupado, en las subescalas de sexismo hostil hacia los hombres y hacia las mujeres, y en la subescala de sexismo benevolente hacia los hombres. No se encontraron diferencias significativas entre apego seguro y apego alejado. Sin embargo, el apego alejado presenta diferencias con los otros tipos de apego inseguro (temeroso y preocupado) en todas las subescalas de sexismo.
En función del modelo del self y del otro. A nivel general, existe una tendencia en los participantes a poseer actitudes sexistas (benevolentes y hostiles) cuando el modelo del self es negativo, tanto en hombres como en mujeres. En el modelo del otro únicamente se presenta una correlación significativa, aunque baja, en las mujeres con respecto al sexismo benevolente hacia los hombres (Tabla 5).
En los análisis por sexo y edad (Tabla 6), se observa que en mujeres, en las franjas de 26-40 y 41-60 años, la tendencia es que el modelo del self determina la elección de modelos sexistas; sin embargo, en la franja de 18-25 años, es el modelo de los otros el que determina la elección únicamente de modelos de sexismo benevolente hacia el hombre y hostil hacia la mujer. En hombres, es el modelo del self el que está detrás de todo tipo de sexismo en las franjas de 18-25 y 26-40 años, mientras que en la de 41-60 años, el modelo del self únicamente determina la elección de modelos sexistas hostiles hacia los hombres.
Discusión
Los hallazgos de este estudio en función del apego evidencian que, en la población estudiada, los estilos de apego inseguro, en conjunto, son más elevados que el apego seguro. Además, se encontró que los apegos inseguros están más representados en hombres que en mujeres, y que son más frecuentes en la franja etaria de 18 a 25 años. Estos resultados difieren de los reportados en otros estudios con adultos no clínicos, en los cuales se ha encontrado que el apego seguro tiene un porcentaje mayor que los inseguros (e.g., Garrido et al., 2015; Guzmán & Contreras, 2012; Soerensen et al., 2002). No obstante, la literatura sobre el tema también señala que, aunque los estilos de apego tienden a ser relativamente estables, pueden cambiar con el paso del tiempo (Magai et al., 2016). En efecto, se han reportado tasas de alrededor del 30 % de cambio de estilos de apego en jóvenes adultos (Baldwin & Fehr, 1995) y se ha mencionado que, en estos cambios, el estrés tiene un rol importante (Cozzarelli, Karafa, Collins & Tagler, 2003). Es posible que estos señalamientos de la literatura sobre el tema sean aplicables a los hallazgos de este estudio.
En cuanto al porcentaje mayor de hombres con apego inseguro en comparación con las mujeres, otras investigaciones han reportado resultados similares, como es el caso de los trabajos de Garaigordobil (2013) y de Medina, Rivera y Aguasvivas (2016). Sin embargo, en los estudios mencionados es el apego inseguro de tipo alejado el que se presenta más elevado en los hombres. En este estudio, el apego inseguro con mayor porcentaje de hombres fue el preocupado, el cual se presenta especialmente en la franja de 18 a 25 años. Como se ha mencionado, en el apego preocupado existe un bajo modelo del self, el cual requiere de validación constante por parte de los demás (Griffin & Bartholomew, 1994; Mikulincer & Shaver, 2016). Por tanto, se puede decir que los hallazgos de este estudio estarían indicando que los hombres jóvenes participantes se caracterizan, en general, por un estilo de apego en el cual buscan aprobación de los otros, debido posiblemente a una autopercepción baja de su valía personal, búsqueda que los vuelve vulnerables cuando sus necesidades no son satisfechas.
Por otro lado, se encontró que el apego seguro se presentaba en menor porcentaje en los adultos jóvenes y en mayor porcentaje en los adultos maduros. Sin embargo, la literatura señala más bien que el apego seguro está más presente en jóvenes y tiende a disminuir a medida que avanza la adultez, debido principalmente a las pérdidas de diferentes tipos que este grupo etario enfrenta con el paso de los años (Magai et al., 2016). Por el contrario, los resultados de este estudio permiten plantear que, en el contexto ecuatoriano, las personas van adquiriendo mayor seguridad a medida que maduran, posiblemente porque con el paso del tiempo consiguen la experiencia y los recursos para alcanzar algunas metas personales, familiares y/o profesionales.
En relación con el sexismo, de manera similar al estudio conducido por Lameiras et al. (2004), se encontró que las mujeres tienen una media ligeramente más alta que los hombres en la subescala de sexismo hostil hacia ellos, sin embargo, en el presente estudio se halló también que en las demás subescalas son los hombres los que poseen las medias más altas. Este resultado refleja que, en general, las mujeres del grupo estudiado tienden a mostrar actitudes y expresiones sexistas de tipo hostil hacia los hombres, y los hombres hacia ellas; pero, además, los hombres presentan más actitudes sexistas de tipo benevolente tanto hacia mujeres como hacia hombres. Estos hallazgos son similares a los reportados por Garaigordobil (2013) en España, quien encontró la presencia de puntuaciones en sexismo hostil y benevolente significativamente superiores en los hombres.
En cuanto a la presencia de diferencias significativas en actitudes sexistas por variables sociodemográficas, se encontró que el sexo de los participantes tenía un valor significativo en la expresión de este tipo de actitudes, no así la edad, variable en la que no se encontraron puntajes con significación estadística. Estos hallazgos también son similares a los previamente reportados por Garaigordobil (2013).
En función del objetivo de la presente investigación, que consistió en explorar la posible existencia de una relación entre estilos de apego y actitudes sexistas en hombres y mujeres, se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre las dos dimensiones de sexismo en ambos sexos (hostil y benevolente hacia hombres y mujeres) y los cuatro estilos de apego (seguro, alejado, preocupado y temeroso). Al identificar, mediante pruebas post-hoc, entre qué grupos se presentan las diferencias, se halló que el apego seguro difería del temeroso y/o el preocupado en las dimensiones de sexismo hostil y benevolente hacia los hombres y en la dimensión de sexismo hostil hacia las mujeres, lo cual pone en evidencia la relación que se presenta en la población estudiada, entre estilos inseguros de apego y sexismo en ambos sexos, relación que fuera previamente reportada por Garaigordobil (2013).
Aunque no se registraron relaciones entre apego seguro y alejado en ninguna de las dimensiones de sexismo tanto en hombres como en mujeres, se halló que el apego alejado presentaba diferencias significativas con los otros tipos de apego inseguro (temeroso y/o preocupado) en todas las dimensiones de sexismo. Este hallazgo tiene sentido en función del modelo del self, el cual se presenta adecuado en el apego alejado y deficiente en los estilos de apego preocupado y temeroso. De hecho, el problema en el estilo de apego alejado son las expectativas negativas acerca de la respuesta de los otros, de ahí que las personas con este tipo de apego evitan la proximidad con los demás. A diferencia de ello, en los estilos preocupado y temeroso el problema es precisamente la inadecuación del modelo del self.
Esta última afirmación se confirmó al correlacionar las dimensiones de sexismo con los modelos del self y del otro, procedimiento en el cual se encontró que cuando el modelo del self es negativo existe una tendencia en los participantes de ambos sexos a presentar actitudes sexistas tanto benevolentes como hostiles hacia hombres y hacia mujeres.
Conclusiones
Por los resultados encontrados, se concluye que, tanto en mujeres como en hombres de la población estudiada, un modelo del self bajo muestra altas expectativas sobre los otros en términos de disponibilidad y apoyo, lo que podría predisponerlos a reportar actitudes sexistas. En las mujeres, estas actitudes se presentan más en términos de sexismo hostil (resentimiento paternalista/paternalismo dominante, diferenciación compensatoria/competitiva de género y hostilidad heterosexual), y en los hombres de ambos tipos, puesto los puntajes son también elevados en sexismo benevolente caracterizado por estilos maternalistas/paternalistas, de diferenciación complementaria de género, de intimidad heterosexual en términos de “necesidad” o dependencia.
En conclusión, se puede afirmar que, si bien los estilos de apego no permiten predecir la elección de modelos sexistas, este estudio encontró que las personas que no han internalizado un sentido adecuado de su propio valor (modelo del self) tienen una tendencia a reportar actitudes sexistas (benevolentes y hostiles) hacia ambos sexos.
Los resultados obtenidos son importantes desde varios puntos de vista. Primeramente, se han podido obtener datos precisos sobre apego y sexismo en Ecuador, en donde las investigaciones sobre estos temas son escasas e insuficientes. Ampliar el conocimiento sobre estas temáticas permite conocer qué aspectos se deberían trabajar con los diferentes grupos de personas, pues el apego inseguro está vinculado a varias situaciones de salud mental y, por tanto, debe ser considerado en programas de prevención. Los datos obtenidos sobre el sexismo por su lado ayudan a entender uno de los fenómenos que se encuentra detrás de la violencia social (violencia de pareja, intrafamiliar y femicidio). El profundizar estos temas en futuras investigaciones permitirá, a largo plazo, impactar en políticas de salud mental a nivel local.
En cuanto a las limitaciones del presente estudio, podemos señalar como una de ellas el haber contado únicamente con participantes de la ciudad de Quito, lo que restringe la posibilidad de generalizar los resultados. Así mismo, es una limitante el haber usado un instrumento de apego que trabaja con cuatro escenarios compuestos, debido a que a los a participantes de mayor edad les fue complicado el entender el mecanismo, lo que determinó que se descartaran de la muestra las encuestas de los sujetos de más de 60 años. Para futuras investigaciones, se recomienda el uso de un instrumento de apego con ítems para medir los diferentes tipos de apego.