Introducción
El presente trabajo es producto de la reflexión y articulación de algunos de los conceptos adquiridos a lo largo del Seminario de Ética y Derechos Humanos en Antropología, de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas, de la Universidad de la República. Se partió de una experiencia concreta como insumo para pensar y ejemplificar algunos de estos conceptos: el proyecto Identidad y Genética, financiado por el Programa de Apoyo a la Investigación Estudiantil(PAIE)de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC), cuyo principal objetivo fue indagar en los estudios de ancestría2y su impacto social, inscribiéndose dentro de las investigaciones de la bioantropología uruguaya.
La bioantropología uruguaya es una disciplina joven. Tan joven que,de hecho,es recién a partir del año 2014 que se implementa por primera vez en el plan de estudios de la única licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de la República, con la orientación en antropología biológica. Sin embargo, los estudios en el área3llevan apenas poco más de medio siglo, comenzando por la caracterización morfológica de poblaciones a través del estudio de colecciones osteológicas (Muñoa, 1954), luego el estudio de las mismas a través de marcadores sanguíneos, y más recientemente a través de la genética, la biodemografía, la bioarqueología, la antropología forense y la antropología aplicada.
Teniendo en cuenta esto, desde nuestra perspectiva, la antropología biológica nacional ha sabido responder a la dimensión ética de los aspectos metodológicos que implican los estudios de ancestría - el consentimiento informado para la extracción de muestras de saliva, sangre y pelo -. También se ha dado respuesta sobre la dimensión ética de los aspectos científicos que motivan estas investigaciones - la creación de conocimiento por el conocimiento (Latour, 1979), en particular sobre poblaciones pasadas-. Sin embargo, la dimensión ética en cuanto a los aspectos políticos-académicos de los estudios de ancestría - en particular desde qué lugar producimos estos datos, para quienes, por qué y cómo impactan- consideramos constituye un campo donde más discusiones, posiciones y respuestas deben ser dados.
Para esto consideramos importante comenzar por (re)pensar el para qué de la producción de conocimiento bioantropológico, apuntando hacia una antropología biológica reflexiva, insatisfecha, inquieta, interpelada e interpelante, que construya apartir del diálogo y la intersubjetividad (Segato, 2004). Proponemos una articulación entre algunos de los debates procesados en la bioantropología entorno a la producción de conocimiento y aquellos generados en el marco de la antropología social puede ser útil para alimentar algunas de las cuestiones. Al mismo tiempo, pensar en clave ética surge como un ejercicio más que necesario para toda disciplina. La antropología se encuentra en un lugar oportuno para reflexiones éticas, gracias a sus teorías, herramientas metodológicas y perspectivas epistemológicas. Se considera que cuestionar lo hecho y lo que se está por hacer, el cómo impacta y el para qué, deben formar parte de toda investigación. Facilitaremos una serie de conceptos que creemos pertinentes para el que hacer de la disciplina en todo momento,y que nos podría guiar en la dirección del tipo de bioantropología que coincide con una propuesta de Universidad que ha caracterizado a Latinoamérica y que toma particular desarrollo en el contexto uruguayo: la integralidad en tanto modelo que busca trabajar las lógicas que rigen la producción de conocimiento (Kaplún,2014).
En la primera parte del trabajo expondremos algunas consideraciones éticas que guían nuestro análisis. Luego presentaremos el proyecto Identidad y Genética, haciendo especial mención al rol del bioantropólogo en el campo. Por último, haremos un breve repaso de las formas en que las clasificaciones de personas se han llevado adelante, en particular desde la antropología biológica, para centrarnos en el caso específico de los estudios de ancestría en el Uruguay
El objetivo principal de este artículo es abrir la discusión en torno a la dimensión político-académica que implica el trabajo de investigación con datos genéticos - desde la extracción de las muestras, pasando por su análisis hasta, la comunicación de los resultados en ámbitos científicos y públicos, atendiendo a su impacto social-, proponiendo algunas herramientas conceptuales que consideramos útiles para pensar en torno a estas discusiones.
Proponemos una serie de conceptos que pueden guiarnos en el campo de investigación de la bioantropología. En nuestro caso, fueron útiles para pensar las últimas instancias del trabajo de campo del proyecto Identidad y Genética, y también para lo que aún falta por hacer. También fue posible reconocer y dar nombre a aquellas cuestiones que motivaron en una primera instancia la realización delmismo.
Ramos (2004) señala, de forma enfática, que es importante distinguir entre investigaciones que se hacen en humanos de investigaciones que se hacen con humanos. La primera extrae sustancias físicas de los cuerpos, mientras que la segunda recoge datos y realiza diagramas (Ramos, 2004). El proyecto “Identidad y Genética” pone en juego ambas distinciones tratándose de una investigación tanto en humanos - por la extracción de saliva y análisis de su ADN - como con humanos - por la construcción de conocimiento en torno al proceso de interiorización y diálogo con respecto a la información producida en el laboratorio.
Consideraciones éticas
Este proyecto se sitúa en un espacio intersectado entre la producción científica, en su sentido más clásico - la genética - y el análisis de lo social a partir de una propuesta radical de conocimiento antropológico. Ninguno de estos procesos está desprovisto de ideología. Entendemos aquí “ideología” como una cadena de sentidos con los cuales interpretamos, representamos, entendemos, y justamente, le damos sentido a algún aspecto de la existencia social. Así, diferentes ideologías pueden tener elementos o conceptos en común pero articulados de forma distinta, configurando una cadena de sentidos diferente. La aparición de luchas ideológicas se da, entre otras cosas, a partir de la articulación distinta de mismos conceptos. Estas ideologías producen diferentes formas de consciencia social. Cuando surge un orden distinto dentro de la cadena de sentidos -o ideología)- se genera una ruptura de esa cadena de sentidos, y es ahí donde ubicamos la lucha (Hall et al,2014).
Las ideologías no tienen carácter total e inapelable, existen fisuras y son estas fisuras las que nos permiten acercarnos a otras formas de ver y concebir la realidad(Krotz, 2002). El Proyecto “Identidad y Genética” tiene lugar en las fisuras que surgen a partir del intercambio entre las cadenas de sentido producidas por el quehacer científico y las de los discursos que proponen narrativas de identidad nacional alternas a la hegemónica. En torno a los desencuentros entre ambas se construyen toman lugar los dilemas éticos que serán aquí abordados.
Entonces, tomamos como punto de partida que, la ética es aquello que nos permite reflexionar acerca de los comportamientos, que nos representan como seres socio- históricos(Segato,2004).Esta perspectiva de la ética redefine el papel de la antropología:
(...) como Ciencia del Otro, esta, sería el campo de conocimiento destinado a contribuir para el desarrollo de cierta sensibilidad ética. En un viraje radical de su deontología, su tarea ya no sería la de dirigir nuestra mirada al otro con la finalidad de conocerlo, sino la de permitir conocernos en la mirada del otro. En otras palabras, permitirle posar sus ojos sobre nosotros, intermediar para que su mirada nos alcance (Segato 2004: 19).
En el encuentro es necesario apreciar las diferentes sensibilidades que construyen la ética en relación a la ley y la moral, al contrato y la tradición que moldean las costumbres (Segato,2004).
Así,los conceptos que consideramos oportunos son los de incomodidad(Gardner y Lewis, 2009), ética de la insatisfacción (Segato, 2004) e integralidad (Kaplún, 2014). Dichos conceptos y su articulación permiten pensar el para qué de la investigación antropológica, dejando abierta la posibilidad a otras interpretaciones, como una especie de “caja de herramientas” (Foucault, 2006) que puede funcionar a modo de guía. En nuestro caso, fueron muy útiles para situar al proyecto “Identidad y Genética” en el campo académico, así como para reflexionar sobre la investigación en curso.
El antropólogo carga con una responsabilidad colectiva que es problematizar y cuestionar tanto su posición como la de los otros. Estar incómodo e incomodar a través de sus preguntas es clave para la investigación y al mismo tiempo intentar comprender el por qué y para qué de las cosas (Gardner y Lewis, 2009). Es decir, la incomodidad no necesariamente es algo ‘malo’ sino que puede -o tal vez deba siempre- ser tomado como insumo para pensarse y pensar al otro. Pareciera que la incomodidad es algo que subyace a casi -y no decimos toda por prudencia- cualquier investigación antropológica, en todas sus dimensiones o etapas, desde la entrada al campo, en el intercambio con los interlocutores, en la publicación de los resultados y sus efectos posteriores.
Así, el proyecto “Identidad y Genética” presenta diversas manifestaciones de incomodidad que no comprende solamente a quien investiga, sino también a quienes son investigados.
Dicha incomodidad puede partir de lo que Segato (2004) llama insatisfacción. Como mencionamos antes,PeñayRamos(1999), señalan que el bioantropólogo tiene autoridad para cosificar al sujeto. La incomodidad es un factor que está presente en los estudios genéticos, no sólo porque implica que la persona revele información de su vida, sino también que nos dé algo de su cuerpo. En nuestro proyecto, durante la toma de muestras de saliva, las personas manifestaron incomodidad con respecto a escupir adentro de un tubo. También surgieron incomodidades a la hora de responder preguntas que tenían que ver con su conocimiento con respecto a la genética. En algunos casos las personas manifestaron incomodidad o “vergüenza” a la hora de justificar su presencia en el proyecto o de explicar las motivaciones que los traían allí, ya que muchos seguían una “impresión” o “intuición” con respecto a su ancestría.
Segato (2004) desarrolla el concepto de ética de la insatisfacción a partir de la propuesta de que existen personas autómatas, y que entre ellas hay quienes tienen un impulso de insatisfacción, “trascendente y complejo (…) el deseo ético” que les permite cuestionar(se).La antropología es un espacio donde podría permitirse la expresión de esas personas y el aprovechamiento de ese impulso.
La propuesta inicial del proyecto surge en un marco de relativo automatismo en el que se inscribe el trabajo de ancestría e identidad, que paulatinamente fue generando incomodidad en torno a los supuestos de los que partía, desatando reflexiones sobre nuestro lugar como investigadores, el destino de los datos que generábamos, la forma en que estos últimos circulaban y las experiencias de todas las personas involucradas de alguna u otra forma en el proceso de investigación.
Como respuesta a estas incomodidades surge el enfoque de integralidad,propuesta instituyente de la Udelar (Kaplún, 2014) que puede relacionarse con la perspectiva de Segato en cuanto a la reformulación constante acerca del conjunto de derechos universales con los cuales nos pensamos.
La integralidad busca trabajar sobre las lógicas que rigen la producción de conocimiento proponiendo una revisión de los cimientos sobre los cuales la universidad se sostiene. Tradicionalmente, dichos conocimientos se caracterizan por un tenso diálogo con la pretendida neutralidad y reducción positiva del conocimiento. Sin embargo, a través de un enfoque integral el conocimiento generado despierta preguntas que buscan complejizarlo: sobre qué estudiamos, para qué y para quién lo hacemos. De alguna manera, (re)pensar el lugar que ocupan los conocimientos adquiridos y su hermeticidad intrínseca a la ciencia, que implica “abrir los límites de lo pensable” (Kaplún2014).
Por tanto, el enfoque integral toma un papel en la representación de la investigación y en la producción de conocimiento, proponiendo un contacto más amplio con lo que sucede fuera de sus muros: una “construcción de conocimiento pluri- universitario”(Santos,2010 enKaplún,2014).De este modo, revela noción de extensión universitaria, al plantear un modelo de interacción social, donde la universidad no llevaría el conocimiento a quien cree desprovisto del mismo, sino que genera pautas para el desarrollo de una relación de intercambio. Es decir, comprender más que imponer un modelo de acción. Un espacio de aprendizaje en donde existe la posibilidad de encuentro y diálogo a partir de una ética que guíe nuestras prácticas para conocer, descubrir, y transformar, desde una perspectiva crítica, “en la que los problemas difícilmente son abordables desde una única perspectiva, desde una sola disciplina y mirada” (Kaplún 2014). El lugar epistemológico de la antropología latinoamericana, su carácter crítico y co-ciudadano (Jimeno, 2004) permiten tener herramientas para pensar la ética desde un lugar distinto, sirviéndose de la casuística en su justa medida para apuntar y apelar a resoluciones y planteos más profundos y generales.
La ética de la insatisfacción deSegato(2004)puede ser un camino para mantener el espíritu crítico de la disciplina, haciéndose extensivo a la antropología biológica.
La ética (…) es lo que nos permite extrañarnos de nuestro propio mundo, cualquiera que este sea, y revisar la moral que nos orienta y la ley que nos limita.(…)Ser ético, entendido de esta forma, es acoger la interpelación del intruso, del diferente (…) cuando no interviene en nuestra vida desde una posición de mayor poder. (Segato, 2004:19).
Esta definición es interesante para pensar nuestro lugar como investigador es en el proyecto Identidad y Genética, donde las interpelaciones del “otro” deben ser consideradas. La cuestión es generar un clima donde sean posibles. En un ámbito donde reina la idea de laboratorio, bata blanca y mitificación del dato genético es muy complejo generar un espacio para tales interpelaciones.
El proyecto “Identidad y Genética”
El proyecto Identidad y Genética (PAIE-CSIC) se enmarca dentro de los estudios llevados adelante por el Instituto de Ciencias Antropológicas. En su génesis, el objetivo del proyecto buscaba comprender por qué y para qué la gente se realizaba estudios de ancestría y sus consecuencias sociales. En particular, se buscaba comprender qué procesos4tiene el dato genético en las personas y en la sociedad uruguaya, teniendo en cuenta que es un dato tan construido como cualquier otro. También se plantearon como objetivos pensar acerca del perfil5de las personas que se presentaron al proyecto, indagar en sus motivaciones y acercarse a sus subjetividades. El proyecto pone en diálogo los saberes de la antropología biológica, social, y de las personas participantes en el mismo.
Inicialmente, se propuso trabajar con diez personas que fueron convocadas por radio y redes sociales, debiendo estar radicados en la ciudad de Montevideo para poder participar de la propuesta. La idea era obtener la mayor diversidad posible de participantes en cuanto a franja etaria, ocupación y formación. Posteriormente se extendió a 20 dada la alta cantidad de voluntarios. Se propuso trabajar con tres entrevistas. Durante la primera entrevista se explicaba el proyecto, se indagaba acerca de la persona y sus motivaciones para realizar el estudio y se tomaba la muestra de saliva para el estudio de ADN mitocondrial. En la segunda entrevista, se realizaba la devolución del informe técnico que contenía el dato genético (el haplogrupo6) y procuraban conocer las expectativas y reacciones de las personas al recibirse dicha información. En la tercera y última instancia, se tenía previsto indagar en el impacto del dato genético tanto en la persona como en su entorno. Entre cada una de las instancias existió un período de espera de varios meses7.
Durante el proyecto se lograron determinar los haplogrupos mitocondriales de todos los participantes. De los veinte participantes, diez de ellos fueron determinados con haplogrupos europeos. De los diez restantes, dos con haplogrupos africanos y ocho con haplogrupos americanos. En la actualidad, el proyecto sigue en ejecución, quedando pendiente la tercera instancia, así como el análisis exhaustivo de toda la información reunida.
En este marco se encontraron los siguientes dilemas
Distancias entre las motivaciones de los analizados y las posibilidades de respuesta del equipo aestas.
El lugar del bioantropólogo en el campo.
Dificultad para sobreponer la dicotomía biología - cultura presente (aunque de forma diferente) tanto en el equipo del proyecto como entre “los analizados”
- Las motivaciones más frecuentes parecen estar asociadas a sospechas o falta de conocimiento acerca de su ancestría, que usualmente deriva en la ausencia de conocimiento acerca de la historia familiar. También surgen temas como las patologías hereditarias. En los relatos también surgen como motivantes algunas tradiciones o costumbresancestralesligadasalusodemedicinasnaturalesparaeltratamientodeciertos malestares. A nivel internacional existen proyectos pagos como el Genographic Project (véase TallBear, 2007) que estudian la ancestralidad completa (no solamente por vía materna, como lo hace nuestro proyecto). En distintas entrevistas durante el proyecto varias personas nos preguntaron sobre estudios pagos, manifestando que estarían dispuestos a pagar por dichos estudios o similares.
- Con respecto al campo y al lugar de nosotros como investigadores, tal como señalan Peña y Ramos (1999), es bastante rutinario para el antropólogo físico - bioantropólogo, y antropólogo por extensión- el enfrentarse al campo con un capital cultural y simbólico que cosifica al sujeto “por la ciencia”. Es importante recordarlo, porque la violencia ejercida puede ser sutil, ya que no solo se realiza un estudio que implica la creación de datos biológicos sobre la persona, sino que en el camino puede vulnerarse su integridad personal. Además, también puede ser violento porque los estudios genéticos, en la medida en que llevan un lenguaje técnico, pueden ser complejos tanto de explicar (por parte de quienes estudian la disciplina) como de entender (por parte de las personas no especializadas en el área), y en la transmisión de conocimiento o información esta puede ser tomada sin ser cuestionada.
- Los integrantes del equipo de investigación, tras el análisis de las entrevistas, propusieron la manifestación de una dicotomía entre biología y cultura, en cuanto a la primacía de un dato u otro. A la hora de inclinar la balanza el, discurso biológico prima siempre, y prima con matices reivindicativas (de lo indígena y lo afro).
Además, tras el análisis de algunas entrevistas de la primera y segunda instancia de reunión con voluntarios del proyecto “Identidad y Genética”, se pudo constatar que en los discursos producidos tanto por investigadores como por investigados existía una mayor interpelación hacia los aspectos sociales8,y no tanto hacia los aspectos biológicos9. Es decir, allí donde se dialogaba acerca de aspectos claramente sociales de la genética el diálogo era más fluido y las preguntas eran más reciprocas. El cuestionamiento hacia la construcción y veracidad del dato biológico, si bien no fue inexistente, fue muy bajo. En las situaciones donde la exactitud del dato se cuestionó, tenía que ver más con la elección de si “creer” o no en el dato, con base en el porcentaje de posibilidad de acierto del resultado.
Genética y política ¿nuevos usos?
La "reemergencia" o etnogénesis Charrúa, así como el tema de las acciones afirmativas para la población afro, son temas que salieron a la luz constantemente en los distintos encuentros. Si bien en sus discursos, las personas expresaron que no utilizarían el dato para fines estrictamente políticos (entiéndase reivindicaciones a nivel estatal) al preguntar sobre el posible uso del dato genético por parte de otras personas, el uso político aparecía como una posibilidad; en algunos casos, incluso, era temida en el sentido de que fuera utilizado con fines netamente económicos o de “enriquecimiento”. Proponiendo usos de este dato en el ámbito doméstico y en lo privado.
A partir de las entrevistas con los voluntarios que participaron en este proyecto, se descubrieron intereses, búsquedas e inquietudes relacionadas con el pasado histórico del territorio actual que permiten identificar fisuras en el discurso nacional. Este proyecto proporciona evidencia de que existe en Uruguay una demanda de datos genéticos por parte de personas que están encontrando esas fisuras. Algo que puedo ser corroborado es que cuando vienen con la inquietud o sospecha de poseer ancestría indígena o afroamericana a menudo encuentran datos que pueden corresponder con estas sospechas. Algunos participantes parecen estar en una búsqueda activa por la desconstrucción del discurso de “la constitución exclusivamente europea de la población uruguaya actual”, en especial porque genera contradicciones con sus historias familiares. Entendemos, entonces, que se está haciendo un claro uso político del dato, solo que ese uso parece mantenerse en la órbita de lo “privado”, lo “íntimo”, y que este uso es un uso nuevo, distinto, al que tradicionalmente la genética tiene, sobre todo pensando en estudios médicos. Sin dudas este punto merece ser atendido y abordado con mayor profundidad.
La clasificación de las personas
El racismo, concepto que se desprende del orden que impone la colonialidad del poder (Quijano, 2014), cuya expresión es la idea de raza es, nada más ni menos, que una de esas formas de clasificar, y por tanto, controlar las poblaciones humanas y las personas (Foucault, 2006). Si bien la discusión acerca de la raza y el racismo tiene su auge en el siglo XX, estas ideas aún continúan en discusión, en especial porque el racismo sigue siendo un factor estructurante de las relaciones humanas (por tanto, de privilegios y opresión)a nivel global(Tilly,2000).Durante el siglo XX las ciencias sociales dejan ver que el racismo, y por tanto la idea de raza son un dispositivo producto de una construcción social, síntesis de esto puede ser leído en la obra Raza y Cultura de Levi-Strauss (1993). Por su parte, los estudios en biología molecular y la genética, demuestran la inexistencia de las mismas, concluyendo que hay mayores diferencias genéticas entre dos personas de una misma población que entre dos poblaciones distintas (Levi-Strauss,1993).
Wade(2011)propone que “la raza es una categoría cultural que puede convertirse en parte materializada de la experiencia humana”, visualizando a la biología desde las ciencias sociales. Sugiere, desde este lugar, una antropología “biocultural” (término que no debe confundirse con el enfoque biocultural en bioantropología verDressler,1995)de la cual uno de sus objetivos es “mediar” entre los estudios biológicos y culturales.
Los estudios de ancestría constituyen uno de los grandes temas estudiados por la bioantropología a nivel mundial. Una de las particularidades del trabajo en esta área de investigación es la clasificación de las personas según su origen geográfico y “proporciones” del mismo, a partir de las características de su ADN. Esto nos remite al clásicotemadelaclasificacióndepoblacioneshumanascomoformade“conocerlas”.No obstante, en la actualidad, los estudios bioantropológicos, en particular los genéticos, se siguen sirviendo de la clasificación de personas en categorías “esencializadas” para la reconstrucción de perfiles poblacionales., como europeo, amerindio o afrodescendiente. Si bien en estos estudios se aclara que los resultados obtenidos hablan de la“ascendencia” por origen geográfico del linaje, es compleja la construcción de este dato, y justamente, es preciso indagar en ella. El haplogrupo es una categoría construida por medio del consenso y la clasificación instrumentada por genetistas de poblaciones (Di Fabio Rocca et al,2017)
Los estudios de ancestría en Uruguay
A nivel mundial, la antropología biológica implica pensar, en primer lugar, en su definición más clásica, como la ciencia que estudia y describe las causas de la variabilidad biológica humana (González-Ramírez y Sáez Sepúlveda, 2011). Posteriormente, gracias a la síntesis evolutiva y los vínculos con la antropología cultural (Washburn, 1951; Smocovitis, 2012) surgió como resultado una síntesis interdisciplinaria que buscaba pensar los aspectos culturales en combinación con los factores biológicos para poder explicar la variabilidad mencionada (Goodman et al, 1988; Larsen, 2015; Luna, 2006). Esto fue promovido tanto por la Nueva Arqueología como por aproximaciones bioculturales desde la Biología Humana (Wright y Yoder,2003).
Siguiendo la tradición bioantropológica antes mencionada, la idea de caracterizar desde el punto de vista biológico a la población que habita en el territorio nacional ha sido siempre un objetivo de esta joven disciplina. En la década de los 80, la investigación bioantropológica se centró en el área de la ancestría en debate con el discurso nacional ‘europeo’-el del Uruguay sin indios-, manteniendo cierta tendencia hacia la arqueología prehistórica y el vínculo con poblaciones actuales (Sans, 2009). Es importante resaltar que, posteriormente, surgen también las investigaciones de crímenes del pasado reciente, producto de la dictadura cívico militar (1972-1985), donde las herramientas teórico metodológicas y los dilemas éticos que surgen son otros (Mazz,2017).
Desde entonces se han realizado de forma rutinaria estudios de genética molecular que, en una primera instancia, demostraron la continuidad genética de grupos que se creían exterminados o minorizados: indígenas y afrodescendientes (Sans, 2011). Los estudios subsiguientes han buscado obtener más datos, así como afinarlos y entenderlos mejor. A partir del siglo XXI, con el análisis genético de restos óseos antiguos de un cerrito de indios del departamento de Rocha, y los restos del último cacique charrúa, Vaimaca Pirú (Sans et al, 2012), se encontró un linaje local que, hasta el momento, solo se ha encontrado en Uruguay: el haplogrupo C1d3. Este dato nos habla de una continuidad histórica que tiene su origen hace unos 9.000 años aproximadamente y que aún en la actualidad posee representantes vivos (Sans y Figueiro, 2018).
Otros estudios enfocados hacia el área de las patologías, como el proyecto CHIBCHA sobre cáncer(Painteretal,2014),o la caracterización de talasemias y anemia falciforme (Da Da Luz, 2006), se han llevado a cabo teniendo en cuenta el factor ancestría como indicador de prevalencia de las mismas. El análisis de colecciones osteológicas y exhumaciones en contextos arqueológicos prehistóricos y coloniales también han sido una herramienta importante para dar debate acerca de la ancestría, poblaciones pasadas y su continuidad en la actualidad (Sans y Figueiro,2018).
La dimensión ética de los estudios de ancestría en Uruguay: ¿porqué hacemos lo que hacemos?
Una característica que hace a la bioantropología una disciplina antropológica, y que la diferencia de otras disciplinas hermanadas con la biología, es el desafío a la histórica dicotomía entre lo “cultural” y lo “biológico” (involucrando también la dicotomía mente-cuerpo) construida en el marco de la sociedad occidental, a raíz de lo que se conoce como dualismo Cartesiano, cuya máxima situamos en el cogito-ergo sum de Descartes (Scheper-Hugues y Lock, 1987). La biología es un aspecto más de la existencia humana, y entendemos que el cuerpo humano y sus secreciones son una dimensión en donde esta dicotomía se torna difusa (Wade, 2011).
Tal como mencionan Scheper-Hughes y Lock (1987), la forma en que los dualismos como mente-cuerpo o cultura-biología son concebidos afecta los paradigmas científicos y las teorías desde las cuales producimos conocimiento, ya que nos obligan a pensar en categorías opuestas y muchas veces excluyentes entre sí, que nos dificultan entender la complejidad humana. Evidencias de esto son los conceptos fragmentados como “bio-social”, “pisco-somático” o “somato-social”, que redundan en fórmulas con poca eficiencia para explicar “las innumerables maneras en las cuales la mente habla a través del cuerpo, y la sociedad se inscribe en la carne humana”(Scheper-Hughes y Lock, 1987:10),sugiriendo también una tendencia hacia la especialización de las ciencias y con cada avance de ella menos claro se vuelve el mundo como un todo (Scheper-Hughes y Lock, 1987).
Mary Douglas, desde la antropología del cuerpo, trabaja sobre la idea del cuerpo social, esto es, el cuerpo humano como un símbolo. Tanto el cuerpo como sus secreciones (en este caso la saliva) puede ser pensado como un mapa cognitivo para representar otras relaciones sociales, naturales, sobrenaturales e incluso espaciales. El cuerpo es un símbolo natural que constituye una rica fuente de metáforas. Las construcciones sobre y de el cuerpo (y por tanto la saliva) son útiles para dar soporte a las distintas visiones que pueden haber de la sociedad, las relaciones sociales. El cuerpo es tanto un artefacto físico como cultural y por tanto no nos posibilita delimitar dónde comienza lo natural y finaliza la cultura - o viceversa- (Scheper-Hughes y Lock,1987).
Negar la importancia de la materialidad de lo humano sería negar gran parte delo que nos constituye. No obstante, la biología también es algo construido por el propio ser humano; cómo la vemos, cómo la pensamos, las funciones que le atribuimos, la importancia y el lugar, son algunas de las cosas que las sociedades a lo largo del tiempo han significado y (re)significado con respecto a la misma (Wade, 2011). Es tarea de la antropología biocultural centrar sus esfuerzos en estas cuestiones.
Creemos que la dicotomía entre biología y cultura, en términos de producción y quehacer científico, es uno de los desafíos de la antropología biológica. Actualmente existe una tendencia a perfeccionar y mejorar los aspectos técnico-metodológicos de la disciplina. Esta rama de la antropología destaca por el uso de las tecnologías y biotecnología en general, apostando a mejorar en esa dirección. Sin embargo, son menos los trabajos que buscan (re)pensar la disciplina; sus enfoques, sus metas y su “para qué”. Desarrollar una teoría que se proponga romper con la dicotomía entre biología y cultura, que permita pensarlas como un solo aspecto integrado, es un gran desafío (González- Ramírez y Sáez Sepúlveda, 2015).
La ética sirve para exponer claramente para qué hacemos lo que hacemos. En función de nuestro para qué, se definen las metas y los recaudos de nuestra investigación. La presencia de la dimensión ética aparece en escena desde el momento inicial en que nos proponemos investigar, y continúa hasta la finalización de la misma, cuando sus resultados son evaluados como apropiados (o no) por lo y el público (Restrepo,2015).
En el caso particular de los estudios bioantropológicos en Uruguay orientados hacia la ancestralidad, pareciera que las motivaciones para llevarlos a cabo tienen más que ver con la producción del conocimiento por el conocimiento10;postura que puede ser discutible, en especial si pensamos en una antropología militante (Jimeno, 2004). Sin embargo, en algunos casos, estos estudios han servido como insumo para dialogar conel discurso nacional imperante, de matriz europea. Estudios como los de Sans (2009,2011) discuten directamente con las estadísticas presentadas por Encuestas Continuas de Hogar (INE, 2016) y los censos, donde la auto adscripción o percepción están declaradas, demostrando la continuidad genética de poblaciones indígenas a pesar de la invisibilización en el discurso (Sans,2009).
No obstante, las motivaciones políticas y la dimensión ética no están del todo claras en la mayoría de los trabajos publicados en el área. A menudo, los estudios de ancestría piensan la ética con relación a los protocolos propuestos por la disciplina bioética cuando se trabaja con material humano eximiendo, de alguna manera, toda reflexión que exceda el campo bioético. En particular, se hace énfasis en el consentimiento informado. La problematización de la existencia del dato genético, su construcción y sus usos parecieran ser un tema que la academia evita, ya sea por la necesidad de enfocarse en otros temas, o por intereses propios. Tal como menciona Ramos (2004), frecuentemente la ética en antropología cae bajo la regulación de las ciencias biomédicas y sus comisiones respectivas.
Esta aparente ausencia de reflexión ética, junto con la necesidad de un análisis político y de impacto en torno a los estudios genéticos motivó la gestación del proyecto “Identidad y Genética”, que busca poner en diálogo los saberes de la antropología con los de las personas para conocer más acerca de las dimensiones involucradas en la construcción del dato genético. Durante el desarrollo del proyecto, los investigadores fuimos comprendiendo la importancia de la auto interpelación y de la interpelación de nosotros mismos por los voluntarios. El proyecto es producto de la insatisfacción con relación a la ausencia de reflexiones en los sentidos antes señalados, y de la necesidad de saber cómo son pensados los datos genéticos por la academia uruguaya. Y más aún, intentar entender qué lugar le estaba dando la gente. La cuestión es necesario mantener un espíritu crítico y apelar a comprender el por qué hacemos lo que hacemos, para quienes y cómo (Salceda et al, 2015), como parte del ser investigador.
Conclusión
La antropología, y la antropología biológica como una de sus sub-disciplinas, cuenta con una batería de información y herramientas que le permiten (re)pensarse y acercarse a los fenómenos humanos. La ética, la epistemología y la deontología son disciplinas que pueden ayudarnos a entender mejor el lugar de nuestra disciplina, sus alcances y sus limitaciones, así como sus objetivos. Históricamente, la antropología biológica ha estado más nutrida por la arqueología que por la antropología social.
Insistimos en la importancia de incorporar herramientas desde esta última perspectiva para pensarnos y pensar al otro y al diálogo. La antropología del cuerpo y la antropología médica constituyen ambos ejemplos de perspectivas que pueden ayudarnos a ampliar nuestro horizonte de investigación. Las dimensiones biológicas y culturales de la existencia humana no pueden ni deben ser pensadas como opuestos, sino como parte de lo mismo. En este sentido, es importante trabajar en esta dicotomía que es producto del dualismo cartesiano, e intentar trascenderla en términos de producción y quehacer científico.
Por otro lado, queda claro que es importante mantener el espíritu crítico y reflexivo en todo momento, siendo conscientes del “para qué” en todo el proceso de investigación. El carácter político de las investigaciones también debe ser pensado y abierto al debate. Hay cierto impulso ético, producto de la insatisfacción y la incomodidad, que siempre está presente al hacer campo, pero también al enfrentarnos a nosotros mismos. La antropología se incomoda a sí misma e incomoda al resto. Es importante utilizar esta dinámica. Es un recurso importante, un indicador, una señal.
Nunca es tarde para reflexionar acerca del quehacer de nuestra disciplina o de otras. De nuestras acciones y reacciones. De las del otro, y las de todos en conjunto. Tenemos que pensar, también, en qué tipo de sociedad queremos vivir, y qué queremos transmitir, conocer y reproducir.
Nuestra intención está lejos de imponer una moralidad puntual. La llamada es a la reflexión y el diálogo. La posibilidad de construir a partir de la intersubjetividad abre un abanico de opciones para pensarnos y llegar a consensos. Es parte del rol del antropólogo, no solo como investigador, sino como persona.
Las reflexiones éticas a partir del Proyecto Identidad y Genética, y de la disciplina a nivel nacional no se agotan aquí. Más bien, como mencionamos al principio, pensamos este trabajo como un puntapié, un comienzo, una invitación a utilizar nuestra “caja de herramientas”, expandirla, cambiarla y en definitiva, darle impulso a el importante debate acerca del lugar que toman los estudios de ancestría en nuestras sociedades.