Presentación por Sonnia Romero Gorski (versión revisada de nota enviada a la Societá Italiana di Antropologia Culturale, Italia)
Escribí un breve texto varios días después de la noticia más inesperada: Alberto Sobrero ya no está con nosotros. Así, “veloce”, como él acostumbraba decir, pasó en un instante fulminante de la existencia vital a la vida inmaterial poblando el recuerdo, el cariño, de las personas más cercanas, y de una amplia comunidad de colegas, ex estudiantes, amistades varias. Y por supuesto nos sigue hablando desde su obra, tantas publicaciones, libros, artículos, conferencias, obras que resultan inspiradoras para un amplio rango de público, cualquiera sea el país, el continente.
Sé de lo que hablo porque Alberto estuvo en Montevideo, Uruguay, más de una vez, dictó cursos para la Maestría en Antropología de la Región de la Cuenca del Plata, y sobre todo envió regularmente colaboraciones para las revistas académicas de antropología, la primera una publicación anual y más tarde, una publicación semestral. Quienes lo siguieron en sus cursos o leyeron sus textos, no pueden menos que expresar el encantamiento que producían, producen, sus conocimientos y la manera en que los exponía, con clara erudición, con genuino entusiasmo de comunicar lo que se acercaba a la luz que él detectaba en temas y autores muy diversos.
En clase no dejaba de advertir sobre las complejidades de la escritura, porque después de todo el verdadero trabajo de la antropología se plasma en una actividad discursiva, en un esfuerzo de escritura. Y como lo demostró de manera brillante en su artículo sobre l’Afrique fantôme de Michel Leiris (Sobrero, 2012) entre una observación y una descripción hay que hacer lugar a emociones de quien observa, o mejor, de quien está presente viviendo dentro de una escena, pero luego debe producirse como sujeto de una enunciación “objetiva”.
De eso se trató el principal dilema que separó lo que escribía Michel Leiris en sus notas de campo, de las expectativas de Marcel Griaule, su jefe en la misión etnográfica y lingüística en Africa (Misión Dakar- Djibouti, 1931-33).
Formalmente los cursos de Alberto Sobrero en Montevideo trataron sobre la ciudad como objeto antropológico, deteniéndose en la génesis de La Ciudad genérica, en la capacidad constructora que distingue a la especie, dentro de la historia y las culturas. De los monumentos y construcciones (Antropología de la ciudad) podía pasar a la literatura (Antropología y literatura) como obra de las personas, producto y destino de individualidades, incluso expresiones trágicas como lo vio en el caso de Pier Paolo Pasolini. Es difícil pensar sus clases como rígidamente centradas en un solo abordaje; recuerdo que me resultaba admirable cómo en breves evocaciones y citas, él dejaba asentada una gama de conocimientos, diríamos, con solvencia interdisciplinaria, (expresión de lo mejor de las humanidades, de las ciencias antropológicas).
Me limito aquí a referirme a los temas con los que Alberto Sobrero nos honró como auditorio, en este lejano país a orillas del Rio de la Plata y del Atlántico Sur. Quedó pendiente mi proyecto de traducción al español de su ensayo sobre la reveladora correspondencia entre Bronislaw Malinowski (en las Trobriand) y su amigo Stanislaw Witkiewicz (en Polonia), Caro Bronio, Caro Stas. Malinowski tra Conrad e Rivers (Sobrero, 2003), un ensayo magistral que va hacia una reconstrucción de sensibilidades reales, de época y atemporales. Hablamos de eso la última vez que estuve en Roma, en el 2018, y debíamos retomar el tema en otro viaje en el 2020, que ya no pudo ser por condiciones adversas en todo el mundo.
Como él repetía, desde Uruguay, las relaciones con Italia se ven como obvias, en lo vincular, la herencia de “sangre”, de tradiciones, de estilo, le parecía que el tema en sí merece más atención por parte de la antropología. Caminaba por Montevideo y veía arquitectura italiana, escuchaba apellidos y encontraba hasta a posibles parientes. Nunca le costó ni comunicarse, ni comprendernos. Establecía una cercanía inconfundible y sincera, sin esfuerzo o afectación. Algo de su persona, algo también de su savoir faire como antropólogo que recorrió varios terrenos.
No quiero terminar sin anotar algunos momentos que me resultan muy ilustrativos de lo que fuimos construyendo, vínculos personales de gran afecto y relación académica de mucho respeto, ampliada a un círculo mayor, con Alberto como figura central porque gustaba de anudar vínculos.
Conocí a Alberto Sobrero, como director del Departamento de Estudios Glottoantropológicos, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad La Sapienza de Roma en el 2004, fui sobre todo a instancias de una joven colega uruguaya, Adriana Goñi, quien estaba allí con una beca e insistió para que fuera a Roma y tratara (como directora, en esa época, del Departamento de Antropología social de la Facultad de Humanidades, Montevideo) de buscar un relacionamiento con una de las sedes más importantes de la antropología italiana. Así fue. Llevé un par de ejemplares del Anuario de Antropología Social y Cultural en Uruguay que editaba desde el año 2000, aproveché la ocasión para exponer sobre el interés de la VI Reunión de Antropología del Mercosur, RAM, que se preparaba para noviembre del 2005 con sede en Montevideo.
La idea fue muy bien recibida, y a lo largo de mi estadía el entusiasmo fue creciendo. Se armó una verdadera delegación de la academia italiana, algo inédito para la antropología en Uruguay y la región. Vale la pena recordar a quienes vinieron para aquella VI RAM: Alberto Sobrero, Carla Maria Rita, Alessandro Simonicca, Narcisa Simonicca y Roberto Malighetti.
De alguna manera aquel “desembarco italiano” dio muchos resultados, multiplicamos idas y venidas entre Uruguay e Italia, Carla María y Alberto vinieron en otras ocasiones, también vinieron estudiantes del nivel de Laurea Specialística y de Maestría, alumnos de Alberto, de Carla María, de Alessandro, para hacer sus trabajos de campo. Carla María Rita organizó un libro con contribuciones de varios autores de ambos países (C. M. Rita, 2010), A. Simonicca impulsó un acuerdo de Missione Etnológica con apoyo del Ministero degli Affari Esteri. Un tiempo después se organizó en La Sapienza una Jornada Académica de intercambios y exposiciones, (a la que adhirieron la Embajada de Uruguay en Roma y el MInistero degli Affari Esteri). A su vez Roberto Malighetti me invitó a dar clase en La Bicocca de Milan, yo incluí su libro Il Quilombo di Frechal (R. Malighetti, 2004) en la bibliografía de mi curso de Etnología General, además de todos los textos de los varios autores italianos que veníamos publicando en el Anuario.
Queda mucho por decir porque son años de relaciones, de intercambios intensos, tiempo irrepetible que tanto agradezco y que tanto enseñó a quienes estuvieron atentos a escuchar ese conocimiento, enseñanza generosamente ofrecida.
(…)
Teníamos más trecho para recorrer juntos, a pesar de que varios de nosotros ya estamos retirados de los cargos universitarios, pero conservamos el apego por las actividades académicas (Alberto me dijo en un email ya entrado el año 2021, que en todo el 2020 había trabajado en un libro, había dado varias conferencias on line, entre otros). Pero en ese año 2020 comenzó una mala época, que nos afectó a todos, cortando toda intención de viaje a un lado u otro entre Europa y América del Sur.
Finalmente, en febrero del 2021 sucede esta desaparición devastadora. Me resulta reconfortante saber que hay voluntades en Italia para organizar un homenaje coral al que me sumo, para asentar por escrito sobre el honor de haber compartido sus conocimientos, tramos de vida académica. Por esa razón puedo “contar historias” sobre lo que compartimos en comunidad de allegados y colegas de Alberto Sobrero.(Figura 1)