Introducción
Concluida la Guerra Fría el mundo académico -desde diversas disciplinas- ha reconocido la necesidad de analizarla, bajo el prisma de los conflictos locales desarrollados en la «periferia», por lo cual su historia ha adquirido una mayor gama interpretativa, rompiendo las barreras de los análisis e historiografías dominadas por las superpotencias.1 Este despertar historiográfico, ha permitido analizar el conflicto mediante una mirada desde los países considerados secundarios,2 lo que complementado con la masiva desclasificación de archivos de Estados Unidos y la Unión Soviética, posibilitaron reinterpretar los acontecimientos, junto con coadyuvar al «revisionismo histórico», iniciado en la academia estadounidense e irradiado paulatinamente hacia Latinoamérica.3
Mediante lo expuesto es posible contar con una perspectiva latinoamericana, que muestra una región -participante y autónoma- de una política mundial desde su origen republicano.4 A su vez, al volver a analizar la efectividad y modalidad de las prácticas intervencionistas de las potencias, se logra visualizar que no siempre lograban sus cometidos, en el sentido de modificar las tendencias de los desarrollos políticos internos.5
Es así como surgió una nueva generación de investigadores, provenientes de diversas instituciones, quienes examinaron de manera más enérgica el ascendiente del continente latinoamericano en la tumultuosa geopolítica de la segunda mitad del siglo XX.6 Principalmente se han visto estimulados por un especial interés en estudiar operaciones encubiertas, ejecutadas por Estados Unidos en apoyo a su política exterior. Tal es el caso de PB SUCCES en Guatemala, donde los esfuerzos norteamericanos apoyaron al coronel Castillo Armas en sus planes para destituir al presidente Jacobo Árbenz.7 También, Track I y II, donde las voluntades y acciones desarrolladas en Chile, entre 1963 y 1973, se desplegaron para contener la llegada del comunismo a través de las urnas.8
Sin embargo, existe otra acción inexplorada. La crisis de República Dominicana en 1965, la intervención de Estados Unidos y la conformación de la fuerza interamericana de la paz (FIP) de la Organización de Estados Americanos (OEA). La incursión norteamericana no solo representó la primera acción directa -en un país latinoamericano- en Guerra Fría, si no que constituyó un punto de inflexión en las relaciones interamericanas, al utilizarse la OEA para los fines del país del norte. Esta instancia terminó por legitimar la invasión, al conformar una fuerza con el concurso de otros Estados de la región, demostrando la inobservancia del principio de «no intervención», el que constituye la piedra angular de su Carta fundacional. A su vez, generó divergencias entre la Organización de Naciones Unidas y el organismo interamericano, forzando la creación de la primera operación de paz en América Latina, aunque finalmente el Consejo de Seguridad terminó por aceptar el papel de la OEA en la resolución del conflicto, con la consecuente conformidad tácita de la primacía de Estados Unidos en su «esfera de influencia».
Lo anterior representa una omisión o un vacío historiográfico -que comenzó a gestarse luego de sucedidos los hechos-, a raíz de una serie de factores. Estos transitan desde aspectos de la disputa global hasta las políticas domésticas, tanto estadounidenses como latinoamericanas, a raíz de las presiones ejercidas por Estados Unidos buscando apoyo político a su intervención y el interés de los gobiernos locales por mantener los planes de ayuda económica. A esto se suma el incipiente desarrollo de la disciplina de las Relaciones Internacionales, que se vivía en los años sesenta en la región.9 Los antecedentes expuestos permiten afirmar que la historia y los análisis de esta intervención, deberían abordarse con un interés -o ímpetu- similar al de los otros casos señalados. Considerando que el vacío señalado ha soslayado la importancia de este episodio, la propuesta se orienta a rescatarlo y revisitarlo, situándolo en la historia del Sistema Interamericano durante la Guerra Fría, junto con posicionarlo dentro del contexto más amplio de la política internacional del período.
1. Revisitando los hechos de la crisis
a. Antecedentes y la intervención de Estados Unidos
En 1965 República Dominicana se encontraba gobernada por un triunvirato, el cual había llegado al poder luego de un golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch, primer presidente elegido en forma democrática, después de la era de Rafael Trujillo. Este gobierno de facto fue encabezado en un principio por Emilio de los Santos, desde el 26 de septiembre al 23 de diciembre de 1963, y más tarde por el coronel Donald Reid Cabral. Estos acontecimientos eran de preocupación para Estados Unidos y su presidente John F. Kennedy, quien -a pesar de poner énfasis en el desarrollo socio-económico de Latinoamérica- dispuso analizar una incursión militar armada para «solucionar» las circunstancias.10 No obstante, los desasosiegos estadounidenses no comienzaban ni terminaban con estos hechos en República Dominicana, producto de la acción militar trujillista en contra de Bosch, encabezada por el coronel Elías Wessin y Wessin.
En efecto, República Dominicana no se presentaba de manera repentina a Estados Unidos, por el contrario -junto con las repercusiones de la revolución cubana- ocupaba un papel preponderante en la agenda norteamericana para América Latina, siendo su principal interés la salida de Trujillo. John Kennedy comenzó a aplicar una serie de medidas tendientes a debilitarlo, entendiendo la nueva realidad de la amenaza comunista en la región. Esto a pesar del irrestricto apoyo brindado durante los cincuenta, por considerarle un garante de la estabilidad política, la alternativa más plausible a una revolución y mejor opción que sus enemigos internos o externos.11
Cabe destacar el hecho de dejar a República Dominicana fuera de la Alianza para el Progreso, por cuanto la democracia representativa era el marco político indispensable para su cumplimiento.12 A su vez, en mayo de 1961, Kennedy envió a Santo Domingo a su asesor Robert Murphy, con la finalidad de sugerir a Trujillo que preparase su retiro y visualizara las repercusiones que se sucederían en el país al momento de su muerte. En el informe de esta comisión, Murphy recomendó en el mismo sentido de la resolución adoptada y señaló que «la Alianza para el Progreso podría verse ensombrecida ante los ojos de los latinoamericanos si nos acercamos a cualquier cosa parecida a una política amistosa hacia Trujillo».13
Ante la ausencia del soporte económico y político de Estados Unidos, Trujillo fue objeto de una serie de conspiraciones, algunas de las cuales contaron con el apoyo de los servicios de inteligencia norteamericanos, hasta que el 30 de mayo de 1961, fue ultimado en un ataque cuando se dirigía a su hacienda Fundación en San Cristóbal.14 No obstante, su desaparición física no significó un fin de era, puesto que su vicepresidente Joaquín Balaguer continuó ejerciendo formalmente la primera magistratura, acompañado de su hijo Ramfis, quien regresó a Santo Domingo desde París poniéndose de inmediato al frente de la situación. Los repercusiones del atentado harían despertar las energías sociales y políticas, que se manifestarían en el triunfo de Juan Bosch en las elecciones del 20 de diciembre de 1962 y se coronarían con su asunción al gobierno el 27 de febrero de 1963.15
Respecto a las primeras medidas ejecutadas por Bosch, existen dos visiones contrapuestas. Desde quienes apoyaron su gobierno, se sostiene que comenzó a cumplir sus promesas de campaña.16 Sin embargo, otra aproximación afirma que dio inicio a una máquina reformista social, económica y valórica, afectando una serie de intereses nacionales e internacionales.17 La tesis de una maniobra refundacional fue la que primó, al punto que fue derrocado por un grupo militar pro-Trujillo, instalando un trinvirato que carecía de una base sociopolítica sólida, al haber sido producto de un golpe de Estado. A este panorama se sumaba la persistencia de altos niveles de corrupción en la administración pública, más el carácter represivo del gobierno tripartito. Frente a este escenario de crisis, el 24 de abril de 1965 se produjo un contra golpe, con la intención de restituir a Bosch en el poder, quien se encontraba relegado en Puerto Rico. Este levantamiento militar, protagonizado por oficiales jóvenes del ejército, autodenominados «constitucionalistas» y, paradójicamente, liderado por dos coroneles quienes eran hijos de generales que habían servido en el gobierno de Trujillo, Rafael Fernández Domínguez y Francisco Caamaño Deñó.18 Este movimiento provocó la fragmentación de las fuerzas armadas dominicanas, produciéndose enfrentamientos con victorias parciales para cada bando, con lo cual no quedaban dudas que se había originado una guerra civil.
b. La intervención de Estados Unidos
El gobierno estadounidense enfrentado a esta dinámica revolucionaria incontrolable, decidió intervenir militarmente en la zona oriental de La Española. El 27 de abril de 1965 una patrulla de infantería de marina desembarcó en la capital de República Dominicana, con la finalidad de evacuar alrededor de mil compatriotas, desde la base naval de Haina, cuya seguridad estaba amenazada producto de los enfrentamientos entre «constitucionalistas» y «protrujillistas».19 Al día siguiente se dispuso un incremento en el contingente, a raíz de los informes de la embajada de Estados Unidos que reflejaban una situación de caos total y ante las solicitudes del embajador William T. Bennett.20 El presidente Lyndon B. Johnson fundamentó su resolución: «acabo de terminar una reunión con líderes del Congreso y les informé sobre la grave situación. Informé sobre las decisiones que este gobierno considera necesarias en esta situación a fin de proteger vidas norteamericanas».21 Para luego exponer los términos prácticos de su decisión:
He ordenado al Secretario de Defensa que ponga en tierra las tropas norteamericanas necesarias para brindar protección a los centenares de norteamericanos que todavía están en la República Dominicana y escoltarlos en seguida hasta este país. La misma asistencia estará a disposición de ciudadanos de otros países, algunos de los cuales ya han solicitado nuestra ayuda. En cumplimiento de mis instrucciones, han desembarcado 400 infantes de marina.22
Posteriormente, el 1 de mayo, se ordenó aumentar los marines, más el refuerzo de gran parte de la 82va división aerotransportada del ejército, esta vez con una misión más compleja que implicaba entrar en combate, con el propósito de permitir a las fuerzas leales al triunvirato romper contacto con los «constitucionalistas».23 Estos últimos, de acuerdo a los informes de inteligencia y las aprensiones de Johnson, podrían terminar siendo dirigidos por elementos comunistas.24 Las modificaciones a la tarea de la fuerza quedaron plasmadas en una segunda alocución, pronunciada por el presidente el 2 de mayo, en la que denunció que líderes comunistas dominicanos, muchos de ellos entrenados en Cuba, se habían plegado a la revolución viendo una oportunidad para aumentar el desorden y que estaban ganando control.25
Por lo anterior, desde la academia estadounidense, la crisis se divide en dos fases cada una con su propia justificación. Para Pope Atkins y Larman C. Wilson, la primera mediante el desembarco de los infantes de marina con la finalidad de proteger las vidas de sus compatriotas y una segunda desde el incremento de las fuerzas de ocupación para prevenir una revuelta comunista.26 De cualquier forma, Charles Zorgbibe considera que la decisión de intervenir demuestra que Estados Unidos no estaba dispuesto a tolerar otra deserción en su propia zona de influencia.27
Según el comandante de las tropas, general Bruce Palmer, desde un comienzo el objetivo de la invasión fue frenar cualquier tipo de injerencia comunista en la pugna interna de República Dominicana. En su recuento de la operación indicó que su «misión asignada era proteger las vidas y propiedades norteamericanas, la misión “no asignada” era impedir otra Cuba y, al mismo tiempo, evitar otra situación como la de Vietnam».28 La premura de Johnson lo forzó a asumir la decisión de intervenir unilateralmente en la isla y demorar veinticuatro horas en informar su decisión al consejo de seguridad de las Naciones Unidas, a través del embajador Adlai Stevenson.29
c. La Organización de Estados Americanos
Producto de esta crisis la OEA debió asumir una serie de roles y de responsabilidades desconocidas hasta la fecha, al enfrentarse a hechos consumados y presiones diplomáticas de Estados Unidos, por lo cual las dinámicas vividas se alejan de la división asumida en los análisis académicos estadounidenses y muestran dinámicas particulares. En efecto, desde el inicio de los hechos derivados de la situación dominicana, la diplomacia norteamericana transfirió la responsabilidad a la OEA, con la intención de revertir las repercusiones internacionales de su incursión.30 A su vez, citó a una reunión de emergencia del consejo, a través de su embajador Ellsworth Bunker, para justificar la intervención y el no haber informado en forma previa, junto con buscar el apoyo de los demás miembros del organismo, en cumplimiento a las instrucciones del presidente Johnson.31
En consecuencia, el embajador Bunker notificó «vagamente sobre circunstancias del desembarco y repitió la declaración de Johnson según la cual el Consejo había sido informado previamente».32 Asimismo, «señaló que un grupo mixto de rebeldes civiles y militares controlaban Santo Domingo y que el movimiento se encontraba en manos de la extrema izquierda, posiblemente comunistas».33 Mediante estas aseveraciones se comenzaba a esbozar el motivo que tendría Estados Unidos para incrementar su contingente en la isla. Básicamente Bunker, durante toda la reunión, «destacó la gravedad de la situación interna dominicana y minimizó la importancia del desembarco de los marines».34
Cabe señalar, que en el consejo de la OEA se encontraba como representante dominicano el embajador José Bonilla Atiles, designado por el triunvirato depuesto el 24 de abril, por lo cual debía confirmar o aumentar lo manifestado por Bunker, confirmando su apego a la intervención y que «apoyaría toda medida cualquiera ella fuese para evitar que República Dominicana se convirtiese en una segunda Cuba».35 De la misma forma, insistió:
en que la violencia y el terrorismo eran obra del comunismo, asegurando la presencia de 6.000 milicianos con armas cubanas. Que Bosch y el PRD eran cómplices de un complot comunista. Pero por otro lado afirmó el PRD estaba consciente de las garras en que había caído y repudia a Bosch. Se trata de barrer los comunistas lo antes posible no por medio de tratados si no qué utilizando sus mismas armas.36
Posteriormente, a raíz de las contradicciones de los informes desde República Dominicana, el consejo aprobó la constitución de una «comisión investigadora y pacificadora», con la misión de verificar los hechos en terreno, la cual quedó compuesta por Argentina, Brasil, Guatemala, Colombia y Panamá. Como presidente y vicepresidente fueron electos los embajadores Alfredo Vázquez Carrizosa y Ricardo M. Colombo, delegados de Colombia y Argentina.37 Este hecho constituye un hito clave en el desarrollo de la crisis, puesto que, las maniobras diplomáticas norteamericanas y la exposición de una situación de caos en la isla, significaba que Estados Unidos reforzaba su esfera de influencia en América Latina. Esto al informar al consejo de seguridad de Naciones Unidas, que la intervención representaba un accionar colectivo de la OEA, basándose en el artículo 52° de la Carta de la ONU: «Ninguna disposición de esta Carta se opone a la existencia de acuerdos u organismos regionales cuyo fin sea entender en los asuntos relativos al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y susceptibles de acción regional, siempre que dichos acuerdos u organismos, y sus actividades, sean compatibles con los Propósitos y Principios de las Naciones Unidas».38
El 4 de mayo, luego de dos días de trabajo en Santo Domingo, se dio a conocer al consejo de la OEA el informe de la comisión investigadora, el cual señalaba que sus gestiones de pacificación y conciliación estaban bien encaminadas, junto con solicitar la formación de una fuerza interamericana.39 Siguiendo las recomendaciones, el 6 de mayo la OEA aprobó la conformación de la «Fuerza Interamericana de la Paz», lo que en terminos prácticos significaba: «ipso facto, la transformación de las fuerzas presentes en territorio dominicano en otra fuerza que no sería de un Estado ni de un grupo de Estados, sino de un organismo interestatal, como es la Organización de Estados Americanos, encargado precisamente de interpretar la voluntad democrática de sus miembros».40
La resolución correspondiente fue patrocinada por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica y Venezuela, siendo aprobada por un estrecho margen de 14 a 5 votos. Es preciso destacar que, dentro de las delegaciones que avalaron el refuerzo de tropas, se encontraba la de República Dominicana, en representación de uno de los dos bandos oponentes en la crisis. México, Uruguay, Ecuador, Perú y Chile votaron por el rechazo de la propuesta, mientras Venezuela se abstuvo.41
Finalmente, la intervención de Estados Unidos quedaba legitimada por la OEA, representando un éxito diplomático. En palabras del embajador Bunker «lo primero que teníamos que hacer era tratar de convertir la intervención en una FIP, y fue lo que hicimos».42 De esta forma, las tropas estadounidenses desplegadas en la isla, se vieron incrementadas por contingentes de seis países: Brasil, Honduras, Paraguay, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.43
2. Reacciones a la intervención de Estados Unidos y la formación de la Fuerza Interamericana de la Paz de la OEA
a. En los países latinoamericanos
Ante la incursión de Estados Unidos en la crisis dominicana, se generaron una serie de reacciones en los países de la región, en su mayoría rechazando estos hechos consumados y el apoyo de la OEA, generándose diversas protestas, dictámenes legislativos y declaraciones de gobiernos.44 Según los analistas estadounidenses de prensa extranjera, las editoriales de rechazo fueron diez contra uno, incluso de los medios más conservadores. Casi la totalidad de las capitales latinoamericanas, a principios de mayo, fueron escenario de violentos disturbios.45 En Argentina, por ejemplo, algunas organizaciones anticomunistas vitorearon el desembarco, mientras las agrupaciones de estudiantes se movilizaron en contra. La Universidad de La Plata y la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires fueron tomadas y se organizaron diversas expresiones de repudio.46 De la misma forma, en Uruguay, el comité de juventud del Movimiento Popular Divisa Blanca manifestó su solidaridad con quienes luchaban en la «hermana República Dominicana por el establecimiento de un gobierno constitucional», junto con acusar a Estados Unidos de acciones «violatorias de claras normas internacionales, expresamente contraídas por las naciones americanas», suscribiendo la política exterior de su gobierno, como «único modo de salvaguardar la soberanía de las medianas y pequeñas naciones».47
En Chile la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile se presentó como la primera organización social en expresar su condena a la invasión norteamericana,48 manifestándose con alrededor de doscientos integrantes frente al consulado de Estados Unidos.49 Asimismo el partido de gobierno, la Democracia Cristiana, dio a conocer una declaración de repudio a lo acontecido, en términos más duros que los universitarios y que la cancillería.50 Igualmente, confirmando las aprehensiones de la CIA,51 el día del trabajador de 1965 giró en torno a condenar las acciones en Santo Domingo, al menos así se refleja en la proclama de la Central Única de Trabajadores, titulada «Fuera de Santo Domingo los yanquis asesinos».52 La prensa también plasmó las diversas visiones presentes en la sociedad, por un lado, la izquierda desde El Siglo titulaba «Masacre Yanqui en Santo Domingo»53 y a través de El Clarín publicaba en portada «Fuera los Yanquis»,54 mientras en la vereda del frente El Mercurio consignaba «Confusa Situación Dominicana - Se Pide Reunión de Emergencia de OEA - Desembarcan en Santo Domingo 400 Infantes De Marina de Estados Unidos»,55 relegando a un lugar secundario la intervención, y La Tercera de la Hora noticiaba en primera plana «USA interviene en revolución de Sto. Domingo».56
b. Desde la cultura, artes y letras
Desde el mundo de las artes, las críticas a la intervención fueron dirigidas a Johnson, culpándolo de destruir el andamiaje cultural interamericano -construido hace veinte años, básicamente representado por la División de Artes Visuales de la Unión Panamericana-, a las cuales se sumaban otras, a raíz de su política en Vietnam.57 Como una medida para contrarrestar los ataques, los asesores presidenciales organizaron un encuentro denominado «Festival de las Artes de la Casa Blanca», el 14 de junio de 1965, el cual resultó un desastre y terminó por distanciar definitivamente al presidente estadounidense de la «izquierda no comunista».58
Sin embargo, las principales reprimendas apuntaron a la OEA al ser un mecanismo de legitimación de las intervenciones de Estados Unidos y de romper el trato original de su fundación, las que se vieron reflejadas en una verdadera deserción de los intelectuales latinoamericanos hacia la CEPAL y otras organizaciones de la ONU, proceso que ya venía en desarrollo desde la revolución cubana.59 El historiador colombiano, Germán Arciniegas, director de Cuadernos, propuso la creación de una «Organización de Estados Latinoamericanos» asentada en la unidad de destino y similitud de sus componentes, fundamentó que la OEA había sido barrida por los estadounidenses y se encontraba fenecida de facto. Asimismo, reflejó su temor de una escalada bélica en América Latina, al sostener que «habrá veinte nuevos escenarios en donde podrá representarse el drama de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y Rusia».60 Sin embargo, evitaba enemistarse con el país del norte, agregó «no hay otro continente de la tierra que nos vaya a ofrecer, por ejemplo, lo que Kennedy, no solo como abierto deseo de impulsarnos por las vías del progreso, sino como comprensión humana, generosa y sin reservas. Todo nos mueve a estar cerca de los Estados Unidos, menos la seguridad en la igualdad del trato».61
Ahora bien, los reproches más severos a la OEA fueron formulados desde la poesía, retratando de manera nítida los sentimientos que inundaban a los artistas de la región. Así lo reflejan los versos de «La Isla Ofendida», obra del poeta dominicano Manuel Del Cabral -quien al momento de los hechos se desempañaba como embajador de su país en Chile-, en la cual denunció la utilización del sistema interamericano por parte de Estados Unidos:
Santo Domingo: ataúd de la OEA / aquí está ya la autopsia de la sucia... / la higiénica asquerosa, / celestina sin pueblo que vende nuestros pueblos. / Mi pequeño país / solo / solitario, / ha tenido el honor / de enterrar enterito ese cadáver.62 Sin embargo, / los huesos de la / O, / la / E, / la / A, / tranquilos y orgullosos / llegaron a un acuerdo... / ¿A cuál? / A que no ha pasado nada... / Pero los muertos de mi pequeño país / hicieron un esfuerzo, / se levantaron / y están con ellos discutiendo.63
Las críticas del premio nobel de literatura de 1971, Pablo Neruda, merecen una mención especial. El poeta chileno compuso un poema denominado «Versainograma a Santo Domingo», en el cual se expresó con particular crudeza y descompostura, transitando por una serie de figuras, lugares y épocas. Mientras enaltecía la figura de Juan Bosch, vilipendiaba a Lyndon B. Johnson, Rafael Leónidas Trujillo y Cristóbal Colón, se refería a los sucesos de Vietnam y llegaba a insultar a las tropas norteamericanas:
Cuarenta y cinco mil hijos de perra / bajaron con sus armas y sus cuentos, / con ametralladoras y napalm, / con objetivos claros y concretos: / «poner en libertad a los ladrones! / y a los demás hay que meterlos presos!» / Y allí están disparando cada día / contra dominicanos indefensos. / Como en Vietnam, el asesino es fuerte, / pero a la larga vencerán los pueblos. / La moraleja de este cuento amargo / se la voy a decir en un momento / (no se lo vayan a contar a nadie: / soy pacifista por fuera y por dentro!): / Ahí va: Me gusta en Nueva York el yanqui vivo / y sus lindas muchachas, por supuesto, / pero en Santo Domingo y en Vietnam / prefiero norteamericanos muertos.64
c. Divergencias entre la ONU y la OEA
La actuación de Estados Unidos y la OEA también generó repercusiones globales, materializadas en el consejo de seguridad de Naciones Unidas, el cual sostuvo veintiocho reuniones sobre esta crisis durante los meses de mayo, junio y julio. La primera se desarrolló el 3 de mayo, a solicitud de la Unión Soviética,65 en respuesta a la carta donde el representante estadounidense informaba la intervención.66 El representante soviético, Nikolai Fedorenko, expuso una extensa acusación sobre la intervención dominicana, en la cual imputó a Estados Unidos de violar el derecho internacional, exigiendo el retiro de sus tropas. Mientras su contraparte estadounidense, Adlai Stevenson, luego de una amplia introducción histórica, realizó una justificación de las dos fases de la operación.67 Las denuncias soviéticas fueron apoyadas por el representante cubano y el uruguayo, siendo más severo el segundo, quien centró sus críticas en la «Doctrina Johnson» y el deber del consejo de seguridad de intervenir en la crisis dominicana.68 Otros debates se basaron en clarificar las facultades de este organismo y de la OEA en la crisis, en los cuales Estados Unidos desplegó una serie de esfuerzos por mantener a la ONU alejada del asunto. Finalmente, Naciones Unidas desestimó otorgar libertad de acción a la OEA, designando un representante especial y un asesor militar para dirigirse a Santo Domingo e informar al Consejo de Seguridad.69
3. La paradoja del vacío historiográfico
Por lo expuesto, resulta extraño que en abril de 2015 al cumplirse los cincuenta años de la intervención estadounidense en la crisis dominicana, este asunto haya pasado desapercibido, permaneciendo ausente de cualquier tipo de análisis histórico o político. Aún menos se evidenció alguna crítica al sistema interamericano o a una alicaída OEA, desafiada constantemente por organismos que intentan sustituirla.70 Tampoco se generaron escrutinios a las políticas exteriores de los Estados americanos, de los que apoyaron la invasión o de aquellos que se opusieron a Estados Unidos. Para reforzar esta omisión, se debe considerar que ni siquiera se rescató el hecho a modo de juicio en contra del -tan impopular- «Imperialismo». A pesar de la VII Cumbre de Las Américas, antesala propicia para debatir sobre la política exterior norteamericana y su interacción con la región. Incluso el expresidente Barak Obama, horas previas al encuentro, afirmó que «los días en los cuales Estados Unidos intervenía en la región con impunidad habían acabado».71
La realidad expuesta revela un vacío en dos ámbitos, uno teórico -desde las Relaciones Internacionales- y otro crítico -desde la Historia-, respecto a episodios sucedidos durante la Guerra Fría en Latinoamérica, lo que se explica por el contexto global y por las dinámicas particulares de cada país, lo que permitió que conflictos ajenos permanecieran inexplorados.
Cabe señalar que el tema de la intervención norteamericana en la crisis de República Dominicana surgió de manera inesperada al analizar la política exterior del presidente Frei Montalva, desde 1964 a 1970. De este modo, las corrientes historiográficas revisionistas y el análisis crítico de la documentación, refleja que la ocurrencia de este hecho explica el distanciamiento entre Chile y Estados Unidos, desde un apoyo irrestricto -económico, político y encubierto-72 al proyecto de la Democracia Cristiana hasta un divorcio absoluto y niveles de cooperación casi nulos.73
Las primeras aproximaciones a la problemática fueron desde las dos teorías clásicas de la disciplina de las Relaciones Internacionales, realismo e idealismo, complementadas con paradigmas que se han elaborado con posterioridad, como el neorrealismo y el transnacionalismo. Hedley Bull,74 Hans Morgenthau75 y Kenneth Waltz76 posibilitaron comprender el rol de Estados Unidos, luego los postulados Inmanuel Kant77 y Hugo Grocio78 resultaron necesarios para analizar el sistema internacional, las estructuras interamericanas y los principios de no intervención y autodeterminación. Asimismo, la «interdependencia compleja» de Robert O. Keohane y Joseph Nye facilitaron apreciar cómo una crisis civil en El Caribe terminaba por impactar en todo el mundo.79
Sin embargo, la revisión de documentación desclasificada y las entrevistas con actores de los acontecimientos hicieron evidente que esta crisis y sus implicancias habían permanecido en el olvido o ausentes en los análisis de las políticas exteriores o los asuntos internacionales, e incluso de los recuerdos o memorias de sus protagonistas.80 Por lo tanto, fue posible constatar un vacío historiográfico generado por una suerte de divorcio entre la Historia y las Relaciones Internacionales, lo que representaba una complejidad en sí, terminando por forzar un giro en la investigación, puesto que resultaba imposible analizar algo que no estaba «contado». De esta forma, se produjo un tránsito por un camino de tensiones disciplinarias, las que se fueron morigerando mediante el establecimiento de diálogos constantes y generación de puentes entre ambas disciplinas.
4. La esperanza dominicana. Expresión práctica del vacío analítico e historiográfico
En junio de 2016 se desarrolló en Santo Domingo el cuadragésimo sexto período ordinario de sesiones de la Organización de Estados Americanos. Tal como sucede en gran parte de estas instancias interamericanas, cada Estado, independiente de los temas establecidos en las tablas de trabajo e intercambios documentales previos, intentó imponer alguna cuestión para reivindicar hechos pasados o preparar terrenos a futuro. En efecto, durante este encuentro las discusiones fueron diversas y contrapuestas.
Estados Unidos, mediante su secretario de estado, John Kerry, se encontraba empeñado en materializar condenas públicas al gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Puntualizó que su gobierno se mantenía comprometido «a trabajar con todos los estados miembros de la OEA con el fin de remediar la muy preocupante situación en Venezuela», con la finalidad de permitir a los ciudadanos de ese país a «utilizar los mecanismos constitucionales para expresar su voluntad en una forma pacífica y democrática». Luego sobrepasó el ámbito de acción de la organización al remarcar que:
Estados Unidos se une al secretario general, Almagro, y a otros integrantes de la comunidad internacional para pedir al gobierno de Venezuela la liberación de los presos políticos, el respeto por la libertad de expresión y de reunión, el alivio de la escasez de alimentos y medicinas, y que cumpla con sus propios mecanismos constitucionales, incluyendo un referéndum revocatorio justo y oportuno que es parte de ese proceso constitucional.81
Su contraparte, la canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, intentó rebatir las embestidas estadounidenses -mientras sondeaba apoyos entre las delegaciones más afines al chavismo/madurismo-, así manifestó en su alocución inicial el principio de soberanía de su nación para solucionar sus divergencias internas, junto con acusaciones de intervencionismo y críticas a Luis Almagro:
pruebas diarias tenemos de cómo el secretario general de esta organización se parcializa a favor de sectores opositores de Venezuela que pretenden derrocar al gobierno legítimo y constitucional del presidente Nicolás Maduro, pruebas irrebatibles de cómo el secretario general tiene una posición intervencionista sobre los asuntos internos de Venezuela, mal datado ya veo por Washington, sirviendo de agente a Washington. Estás en la nómina de Washington para intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Los asuntos internos de Venezuela los dirimen los venezolanos.82
Por otra parte, la ministra de exteriores argentina, Susana Malcorra, reiteró la solicitud a los Estados miembros de la OEA de continuar apoyando el llamado a la reanudación de las negociaciones sobre la cuestión de las Malvinas: «mi país ha expresado reiteradamente su posición a dialogar con el Reino Unido de todos los temas relacionadas con las Malvinas teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de la isla y respetando su modo de vida».83
Bolivia representada por su canciller David Choquehuanca, continuando su conducta de utilización del foro interamericano para su reivindicación marítima, manipuló el espacio para referirse a dos conflictos con Chile: el uso arbitrario de las aguas del río Silala y la demanda por una salida al Pacífico, y solicitó a la OEA «mantenerse informada hasta que las partes alcancen una solución definitiva sobre el acceso soberano de Bolivia al océano Pacifico tal y como lo establece la resolución de esta organización de 1979».84 Ante lo cual, el ministro de relaciones exteriores chileno, Heraldo Muñoz, acusó a su par de perturbar la agenda de la OEA, en el sentido de estimar que sus declaraciones representaban «una desconsideración hacia la Corte de La Haya, ante la decisión de Bolivia de exponer en este foro sus problemas con Chile después de haber optado por la vía jurídica de ese tribunal internacional».85
No obstante, el país anfitrión -en su justo derecho- guardaba una esperanza, contenida hace años y reflejada en diversos ámbitos -políticos y académicos-, como lo declaró Mariñez, embajador de República Dominicana en Chile: «a la OEA le corresponde pedir los perdones correspondientes por lo realizado hace cincuenta años».86 Ese espíritu se plasmó en el discurso inaugural del presidente dominicano, Danilo Medina, del cual resulta necesario reproducir los pasajes más representativos. Así, se dejará «hablar la fuente», con la finalidad de aquilatar los sentimientos de gran parte de ese país y la oportunidad que visualizaron en esa instancia. El mandatario dominicano sorprendió a los representantes de las 34 delegaciones americanas, los conminó a «volver la vista con actitud reflexiva y autocrítica hacia el pasado de la propia OEA» y propuso una «resolución de desagravio a la República Dominicana por el rol desempeñado por la OEA durante la revolución de abril de 1965». Luego, utilizando un término que refleja lo vivido por su país, afirmó haber sufrido una «“invasión” que en aquel momento fue legitimada por uno de los mecanismos de la OEA», la cual:
abortó el proceso democrático que se había iniciado con la elección como presidente de nuestro admirado líder, el profesor Juan Bosch, impidiendo así el retorno al orden constitucional, legítimamente establecido en el 1963. Esta nefasta violación de la soberanía legítima de los dominicanos, producida en 1965 causó muerte, dolor e indignación en nuestro pueblo. Es una herida aún abierta para muchos y que solo podrá sanar mediante el reconocimiento de lo sucedido por parte de la OEA y la petición de perdón que merece nuestra ciudadanía. Conocemos bien el contexto histórico en el que se dio la invasión. Eran los años de enfrentamiento entre bloques. Eran los años en los que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba eran prácticamente de guerra. Eran los años en los que el conflicto interno de Colombia apenas comenzaba. Estamos seguros que la Organización de Estados Americanos está en las mejores condiciones para asumir esa responsabilidad. Propongo, por tanto, que enviemos un mensaje a todos los pueblos de la región. Reconozcamos los errores del pasado y señalemos nuestro compromiso renovado y total con los principios que dieron origen a la OEA.87
De esa forma, al día siguiente de la apertura la delegación de República Dominicana remitió a todas las delegaciones su propuesta de resolución. Mediante un lenguaje más moderado, que el utilizado por Medina el día anterior, en un texto breve y preciso, se sometía a aprobación para que la asamblea resolviera lo siguiente:
Expresar al pueblo dominicano su pesar por haber respaldado, en 1965, la invasión de su territorio y el atropello de su soberanía, solicitar su comprensión, pedir disculpas por el error histórico cometido y a la vez condolerse por las víctimas ocasionadas, asumiendo el compromiso de trabajar en procura de que acciones semejantes no se repitan en el futuro.88
RECONOCIENDO que los acontecimientos de abril de 1965, que produjeron perturbación y luto, además de indignación, son todavía una fuente de desasosiego para el pueblo dominicano; y
REAFIRMANDO los principios de no intervención y del respeto a la soberanía consagrados en la Carta de la Organización de los Estados Americanos,
DECLARA:
1. Lamentar la pérdida de vidas humanas y expresar al pueblo dominicano las condolencias de la Organización.
2. Desagraviar al pueblo dominicano por las acciones de abril de 1965 que interrumpieron el proceso de restablecimiento del orden constitucional en la República Dominicana.
3. Reafirmar los principios del derecho internacional, de la Carta de las Naciones Unidas y de la Carta de la Organización de los Estados Americanos.
Como es posible apreciar, el texto aprobado por la asamblea sufrió sustantivas modificaciones con relación al propuesto por sus autores, terminando en una declaración neutra que solo se refería a «acontecimientos», eludiendo términos tales como «intervención» e «invasión». Asimismo, queda de manifiesto que la OEA no reconocía responsabilidad ni participación en la crisis que aquejó al país caribeño. Ya fuera por impericia diplomática o por presiones de Estados Unidos, finalmente se renunciaba a una oportunidad única de poder resarcir el daño generado
En consecuencia, la prensa del continente no mencionó este hecho, no se analizaron los contenidos entre lo propuesto por los dominicanos y la resolución final, tampoco se reflejaron las actitudes de las delegaciones americanas -en el sentido de cuáles vieron con buenos ojos la versión inicial o las que eliminaron los vocablos incómodos-, ocupándose solo de los temas más preponderantes para sus respectivos países. Lo que refuerza lo sostenido en el trancurso del artículo, respecto a los vacíos historiográficos y a la necesidad de revisitar los acontecimientos de nuestro pasado reciente.
5. La importancia de revisitar a la luz de nuevos antecedentes
A lo largo de estas líneas se han expuesto un conjunto de elementos sobre la crisis dominicana de 1965, los cuales recuperan un “hecho olvidado” -aunque no para los dominicanos-, junto con exhibir su trascendencia por sí mismo y como el punto de inflexión del Sistema Interamericano. Sin embargo, a continuación se aportarán otros antecedentes del análisis de documentos, entrevistas y trabajos en terreno. Estos refuerzan la importancia de revisitar estos acontecimientos, por cuanto es probable que continúen los hallazgos que permitan aquilatar sus repercusiones para el continente americano y para el contexto global de la Guerra Fría.
a. Conexiones de la crisis dominicana en el contexto de la Guerra Fría global
Como se ha señalado, han surgido corrientes historiográficas que posicionan los conflictos periféricos en la lógica internacional de la Guerra Fría, giro iniciado por Odd Arne Westad. Este historiador, a raíz de la desclasificación de los archivos de las potencias, consideró necesario volver a investigar sus políticas hacia el Tercer Mundo. Así también, refuerza la idea sobre la irradiación de las pugnas intraestatales y sus efectos desestabilizadores zonas geográficas completas, aprensiones que influyeron en la conformación de alianzas políticas y militares. 90
No obstante, Westad no establece conexiones entre conflictos geográficamente alejados, enlace que sí realiza Herbert Mc Master en su detallado análisis de la política exterior de Lyndon Johnson en Vietnam, vinculando los sucesos en Asia con la crisis en República Dominicana, y como esta se aprovechó como una forma de opacar las críticas del Congreso y de la oposición. Para fundamentar este planteamiento cita a William Bundy, quien recordaba que la intervención dominicana «y su justificación estuvieron bajo gran volumen de fuego en los mismos cuarteles, tanto domésticos como extranjeros, los que ya eran escépticos u hostiles a las acciones en Vietnam, por lo que el presidente respondió a la presión del Congreso por lo que solo puede describirse como un truco».91
En ese sentido, señala Mc Master, la crisis dominicana concedió a Johnson una oportunidad para sobreponerse a los reproches hacia su política en Vietnam, por cuanto el 4 de mayo de 1965 envió al Congreso una solicitud especial de setecientos millones de dólares para apoyar con esfuerzos adicionales en los teatros de operaciones de Asia y del Caribe:
no es una asignación de rutina. Por cada miembro del Congreso que apoya esta solicitud, también se vota para persistir en nuestro esfuerzo por detener la agresión comunista en Vietnam del Sur. Cada uno dice que el Congreso y el presidente están unidos ante el mundo en una determinación conjunta de que se preservará la independencia de Vietnam del Sur y que el ataque comunista no tendrá éxito.92
b. La cooperación civil - militar
Siguiendo en la línea de las conexiones con la guerra de Vietnam, cabe señalar que la experiencia estadounidense en República Dominicana generó conocimientos sobre la cooperación civil - militar, específicamente respecto al rol de la fuerza militar en apoyo a las labores diplomáticas. A pesar de esto, las aproximaciones desde este punto de vista son limitadas y escacean estudios independientes, ya que en su totalidad se han producido desde el ámbito de la defensa estadounidense.
El trabajo más detallado fue realizado por el general Bruce Palmer, comandante de las fuerzas de ocupación y segundo comandante de la FIP, quien llamó la atención sobre el exiguo interés -y consecuente desconocimiento- de los aspectos militares de la «Operación Power Pack». Sin embargo, para estos efectos, su mayor aporte se basa en las acciones de la fuerza militar en beneficio de la política, en este caso contribuyendo a las gestiones del embajador de Estados Unidos ante la OEA, Ellsworth Bunker, quien en todo momento mantuvo el control de la situación.93 Lawrence Yates concuerda sobre el eficiente trabajo del contingente militar como refuerzo a las negociaciones, junto con evaluar la intervención como «exitosa», al evitar la captura del gobierno por parte de elementos comunistas y por lograr un acuerdo político entre las facciones opositoras.94
En los mismos términos, Howard Shaffer en su biografía del embajador Bunker -denominada Global Troubleshooter-, concuerda en el éxito político de las operaciones, definiendo como notable su trabajo diplomático, al identificar un presidente provisional en 1965 que estuviera en la línea de las intenciones de Estados Unidos y mantenerlo hasta las elecciones de 1966. Llamó a la crisis dominicana como «probablemente el mejor momento diplomático de Bunker».95
Evitando profundizar en los niveles de triunfalismo del accionar estadounidense -lo que aún es fuente de controversias-, es un hecho que la crisis incrementó el prestigio político de Bunker, la reputación del general Palmer y, por consiguiente, el reconocimiento a su desempeño en conjunto. Así lo visualizó el militar quien señaló -aún en Santo Domingo- que la calidad de su coordinada labor los haría reencontrarse en Vietnam, escenario que a la sazón representaba el principal teatro de operaciones para Estados Unidos. Casualidad o causalidad, lo cierto es que el oficial fue destinado a comandar la principal fuerza estadounidense en el país asiático en marzo de 1967 y dos meses después Bunker fue designado embajador en Saigón.96
c. Las razones de Johnson de intervenir en la crisis dominicana
Las evaluaciones más críticas, junto con la gran mayoría de los estudios de la intervención en República Dominicana, se han ocupado en mayor medida en el análisis de las motivaciones de Johnson para enviar una fuerza militar. Luego de sobrepasar una suerte de parálisis académica,97 generada por la perplejidad de la realidad superando la ficción, historiadores y académicos se han ocupado del tema. En general la mayor parte de los académicos analizan los hechos a modo de condena.98 Sin embargo, existen otros que justifican la intervención, entendiendo el panorama que se visualizaba desde Washington, por lo cual algunos intentan comprender el proceso de toma decisiones, junto con profundizar en la veracidad de un posible control comunista de la revolución. 99
Tal como se señaló, una vez realizadas las evacuaciones de connacionales norteamericanos desde la zona de conflicto, Johnson modificó la motivación principal para mantener fuerzas en la isla, la que fue televisada el 2 de mayo: «lo que comenzó como una revolución democrática popular, comprometida con la democracia y la justicia social, a muy poco andar se transformó y ha sido tomada, y realmente capturada y entregada a en manos de una banda de conspiradores comunistas».100 Este punto genera controversias respecto si las apreciaciones conformaban una imagen preconcebida de Johnson, o si bien se fundamentan en la información proporcionada. Respecto a la primera idea, cabe señalar que el 28 de abril de 1965 la CIA estrenaba un nuevo director, el almirante William Raborn,101 quien -según Jonathan Colman- se encontraba «presto a entregar a su jefe lo que quería escuchae».102 Por esto resulta pertinente revisar el «President’s Daily Brief» de aquel día, recientemente desclasificado:
Comunistas armados y otros elementos de extrema izquierda han resistido con éxito los ataques de hoy de las tropas leales de Wessin y Wessin. No está claro cuánto el éxito de la izquierda deriva de la confusión y la falta de coordinación y cuánto de la fuerza inesperada es parte de los comunistas. Como mínimo, Wessin enfrenta una amarga lucha «casa a casa» para limpiar Santo Domingo. Como máximo, podría enfrentar un colapso repentino de sus propias fuerzas. En el último informe, las fuerzas leales estaban exhaustas y podrían «tirar la esponja» antes de esta lectura. En cualquier caso, durante el día se ha hecho cada vez más claro que el liderazgo de los rebeldes ha pasado a la izquierda con algunos militares mezclados entre ellos, y los partidarios de Juan Bosch han perdido el control. Como ha señalado el embajador Bennett, «una victoria para los rebeldes en esta situación significará que el país sea tomado por la extrema izquierda».103
En la misma línea, dos marxistas dominicanos, José Israel Cuello y Narciso Isa Conde, reconocieron su intención de asumir el control de la revolución, una vez que los leales al gobierno fueran derrotados, lo que confirmaría los reportes de la CIA.104 Sin embargo, las versiones de los dos periodistas más preponderantes en terreno, Tad Szulc y Dan Kurzman, desacreditaban las versiones sobre el caos generalizado, los riesgos para las vidas estadounidenses e influencia castrista.105 Asimismo, Theodore Draper y Abraham Lowenthal, se mostraron escépticos sobre las motivaciones de LBJ.106 En cambio, Jerome Slater justificó la intervención y enfrentó de manera directa las afirmaciones de Draper, en el sentido de sostener que no existía «la menor duda que el factor preponderante»107 en los informes de la embajada de Estados Unidos y el Departamento de Estado era «que la aparente inminente victoria constitucionalista representaría un riesgo inaceptable de una toma de posesión comunista»,108 lo que fundamentaba la operación. Aún más, señaló que los críticos ignoraban «la evidencia incontrovertible del considerable papel comunista entre civiles armados y jerarquizados, que pronto superaban la cantidad de los participantes militares originales en casi cuatro a uno».109
Dentro del mencionado despertar académico, es destacable la obra de Piero Gleijeses, quien -luego de un riguroso trabajo de campo y de entrevistas a actores dominicanos- argumentó que los temores de la administración Johnson no provenían de una captura inmediata del movimiento por parte de La Habana o Moscú. Las preocupaciones se basaban en las consecuencias a largo plazo de otro régimen de Bosch, lo que significaría una paulatina cooptación de su reformismo por parte de una revolución de tipo castrista, la consecuente alineación con los postulados soviéticos y la eliminación de las inversiones e influencia de Estados Unidos.110
De las investigaciones en terreno, realizadas por el autor del presente artículo, resultó imposible hallar evidencias respecto al real poder comunista de asumir el liderazgo del movimiento. No obstante, se constató que el coronel Caamaño no contaba con capacidad para planificar operaciones, ni menos para ejercer el mando y control del movimiento revolucionario. En primer lugar, no existía el equipamiento de telecomunicaciones que le permitiera el enlace radial con de los «comandos», pequeñas agrupaciones paramilitares disgregadas por todo Santo Domingo. De la misma forma fue posible evidenciar nulas competencias para realizar un trabajo de «estado mayor».111 A lo que se suma la exigua comunicación con sus asesores, a quienes no les transmitía las gestiones o reuniones que sostenía con la comisión de la OEA y con embajadores de diversos países. Este punto resulta clave, ya que el cuartel general constitucionalista se constituyó en el centro de la ciudad, dentro el edificio Copello, por lo que no accedían a la información de lo que ocurría en terreno.112
En síntesis, la decisión política de invadir de manera unilateral República Dominicana, continúa representando la más impugnada de Johnson en América Latina, y la principal interrogante para los historiadores sigue siendo la pertinencia de tamaño despliegue militar. Johnson afirmó haber salvado al país del comunismo internacional, fundamentado en informes de inteligencia que demostraban que el movimiento estaba siendo controlado por elementos castristas, razones suficientes para obtener la aprobación en el Congreso y entre la opinión pública.
Conclusiones
Mediante estas líneas se pretendió revisitar un episodio de la historia de América vagamente indagado, aportando una serie de elementos argumentativos, evidencias y la reconstrucción de los acontecimientos desarrollados en la crisis de República Dominicana, rescatando su preponderancia para América Latina durante la Guerra Fría, su importancia en el contexto de la contienda global y destacándola como «el» punto de inflexión del Sistema Interamericano.
De la misma forma, mediante el transcurso del artículo se han proporcionado diversos repositorios digitales, a través de los cuales es posible acceder a documentación desclasificada, que permiten ser partícipes de las nuevas corrientes historiográficas y de los procesos de «revisionismo histórico», los cuales no terminan de manifestar de manera sólida en los países latinoamericanos, ya sea para analizar las acciones de las superpotencias en su interacción con los gobiernos latinoamericanos, o bien, sus conductas en los ámbitos internacional y doméstico.
Igualmente, se ha representado la necesidad de continuar analizando las diversas aristas -y desde diferentes aproximaciones- que implicaron los hechos sucedidos, en República Dominicana, en Estados Unidos, en la Organización de Estados Americanos y en la totalidad de los países de la región, por lo cual se expusieron nuevos antecedentes y hallazgos, que debieran despertar la inquietud de historiadores y analistas, para este tema, o bien, para descubrir otros pasajes de la historia de la Guerra Fría.
Volviendo a la crisis dominicana 1965, los elementos de análisis presentados han permitido aquilatar lo sucedido en su justa medida, posicionando a la intervención de Estados Unidos al nivel de otros sucesos que han contado con mayor interés por parte de analistas e historiadores. Así se han apreciado sus repercusiones para República Dominicana, para la OEA y su relación con la ONU, para la política exterior e interna norteamericana y para el sistema internacional en su conjunto.
En el mismo orden de ideas, la modificación de las intervenciones de Estados Unidos en los países de la región, de una modalidad covert -Guatemala 1954, Cuba 1961 o Chile 1963- a una invasión directa, no solo rompieron con la política del Buen Vecino de la década de 1930, si no que en la práctica se produjo el establecimiento implícito de una nueva tipología en el uso de la fuerza. De manera tal que, la incursión estadounidense en Granada, las dos en Haití y sendas campañas en Irak, transformaron asuntos bilaterales en problemáticas multinacionales, mediante la convocatoria de aliados de manera previa, o bien, a través de alianzas conformadas sobre la base de hechos consumados en pos de justificar su accionar frente a la comunidad internacional.
Finalmente, enlazando lo señalado en el punto anterior y las conexiones entre la crisis dominicana y la guerra de Vietnam, es decir, la articulación del presidente Johnson para aumentar el clima de inseguridad global y lograr la inyección de mayores recursos para el esfuerzo bélico, junto a la sobredimensión de la influencia comunista en la guerra civil dominicana y el posterior reencuentro del embajador Bunker con el general Palmer en Saigón, permiten especular sobre si la intervención en República Dominicana no fue planificada de manera deliberada como una suerte laboratorio, para experimentar operaciones militares a gran escala, la contribución de las fuerzas a los objetivos políticos, o bien, para sondear alianzas y futuros apoyos para incursiones de corte similar.