Oriundas de Costa Chica de Guerrero, Oaxaca (México), ambas realizadoras son representantes de una nueva generación de cineastas de la región. Sus documentales se caracterizan por ser trabajos “desde adentro”, donde las autoras hablan sobre sus comunidades, sus entornos culturales y círculos familiares, es decir, que son trabajos hechos por mujeres e inspirados por mujeres. De esta forma, las autoras y sus obras integran el actual Movimiento por la Representación del Pueblo Afromexicano, reconocido constitucionalmente en 2019. A través de la expresión cinematográfica, las realizadoras comparten su vida y su historia.
Mónica Morales nació en el Zapotalito, comunidad afromexicana de Costa Chica de Oaxaca, dentro de una familia de pescadores. Desde los 19 años es activista del Movimiento Afromexicano, ha sido consejera afromexicana del ayuntamiento de su municipio. Es participante de la cátedra de mujeres afromexicanas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de y pertenece a la Colectiva Ñaa Tunda,1 de Costa Chica, Oaxaca. Fue becaria del Festival de Cine Documental Ambulante Más Allá, donde dirigió y produjo el cortometraje Tita, tejedora de raíces (2018), un documental que cuenta la historia de una pescadora afromexicana de Chacahua, Oaxaca.
Clemen Villamizar nació en Acapulco, Guerrero. Es egresada de la licenciatura en Cine Digital y Postproducción del SAE Institute México y es pasante de la licenciatura en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha participado en múltiples cortometrajes en el área de producción y dirección, filmados en Ciudad de México y Acapulco. En noviembre de 2019 impartió el taller de Introducción a la Creación Documental en el puerto de Acapulco. Ha participado en tres largometrajes como asistente de producción, y en un largo y una serie como asistente de coordinación. Es miembro de la Red Nacional de Cinematografías y La Red Nacional de Juventudes Afrodescendientes. También fue fundadora y es actual secretaria general de La Red Cinematográfica Guerrerense (Cinegro). Obtuvo la Beca Jóvenes Creadores 2020-2021 del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En 2018 fue acreedora del Programa de Estímulo para la Creación y Desarrollo Artístico Guerrero (PECDA) para desarrollar su cortometraje El Quizá, un documental acerca de la fundación del pueblo de su abuela materna llamado El Quizá, ubicado en Costa Chica, Guerrero.
Claudia Lora (CL): ¿Podrían contarnos quiénes son, de dónde vienen y cómo se convirtieron en cineastas?
Mónica Morales (MM): Yo soy directora del documental Tita, tejedora de raíces (2018). Soy una mujer afromexicana de la Costa Chica de Oaxaca, de una comunidad llamada el Zapotalito, Villa de Tututepec, perteneciente a Lagunas de Chacahua, un parque nacional donde filmamos el documental. Este documental es una visibilización del trabajo de las mujeres en Costa Chica de Oaxaca, Guerrero y en otras costas de otros estados. Quería visibilizar este trabajo porque no es un trabajo tan fácil de hacer y me basé en eso para realizarlo. Este documental lo hicimos gracias a una escuela que se dedica a formar chicos cineastas de comunidades. Todo este documental fue patrocinado por Ambulante Más Allá.2 Yo pertenezco al movimiento afromexicano y por medio de este movimiento se me da la oportunidad de llegar a esta beca para estudiar cine y realizar este documental junto con otros compañeros de Oaxaca y Guerrero.
Clemen Villamizar (CV): Yo nací en Acapulco, soy afrodescendiente y mi familia es de Costa Chica. Tuve la oportunidad de ir a Ciudad de México a estudiar cine. Este documental fue parte de mi proyecto en la carrera. Además, me gané una beca del PECDA3 de Guerrero para hacer este documental, pero parece que ya está extinto, porque no ha vuelto a salir la convocatoria. En esta última edición pude hacer este documental, con la ayuda de la escuela. Como parte del plan de estudios, tenía que hacer un documental y desde el primer momento supe que iba a ser sobre esto, sobre esta historia que me contaba mi abuela y así fue sucediendo.
María José Lucero (MJL): ¿Cómo tomaron esta propuesta las personas que terminaron siendo protagonistas de estas películas? ¿Cuáles fueron las posiciones de estas personas, sus reacciones o la motivación para aceptar participar en este proyecto audiovisual?
MM: En mi caso, cuando Ambulante nos autorizó el documental, yo tenía todo un libreto, en el que me tenía que basar, y ya había ido con Tita, que es mi protagonista en Chacahua. A Tita la conocía por medio del Movimiento Afromexicano, éramos compañeras y en aquel entonces las dos pertenecíamos al Consejo Municipal Afromexicano de nuestro municipio. Yo me siento identificada con Tita porque ella es una mujer luchona. Yo le digo que representa al movimiento en su comunidad, yo me considero como ella y cuando fui por primera vez a Chacahua a preguntarle si quería ser nuestra protagonista, si quería estar en el documental, si quería apoyarnos, su reacción fue buena: le gustó la idea, le gustó participar, que por qué habría de decir que no cuando ella estaba luchando por visibilizar el Movimiento Afromexicano y ese era un buen aporte que podía hacer al movimiento. Chacahua es una comunidad muy acogedora, pues nos sentimos como en casa. Todo fue muy grato al estar trabajando allí con las personas. Siempre había quien nos ofreciera un café en las mañanas cuando estábamos en rodaje, quien nos invitara la cena. Creo que fue una experiencia muy padre, tanto para las personas de la comunidad como para nosotros como realizadores. Junto con la familia de Tita, muchas personas nos dijeron: “No queremos que seas como otras personas que vienen a hacer sus estudios a las comunidades y nos pintan todo muy bonito y después nunca sabemos qué paso con ese trabajo. Vamos a realizar esta actividad, vamos a hacer un documental o un reportaje y accedemos a hacer toda esta participación”. Entonces, fue un compromiso desde el primer momento. Yo tenía la responsabilidad con Tita, con su familia y con las autoridades de la comunidad de llevar este documental después de haberse terminado y decirles: “Aquí está el trabajo, aquí está lo que se realizó”, también para que ellos se sintieran satisfechos. Creo que el documental de Chacahua fue muy gratificante para todos.
CV: Pues, por mi parte estuvo chistosito. O sea, con cada familia fue diferente. De pronto la familia más difícil fue la mía, porque los demás estaban super emocionados. Yo sentía la necesidad de que hubiera imágenes sobre ellos, ¿sabes? Era como: “Te voy a contar todo y qué más quieres ver. Ven y pásale a mi casa”. Justo con este señor que conocemos con Clau (Claudia Lora), que es don Aldegundo, era como “A ver, ven y yo te llevo”. De pronto él era más productor que yo. Era como: “A ver, te consigo una entrevista con no sé quién y vamos a ver tal locación”. De pronto tengo grabado que varias veces él me dice: “Vamos a hacer una novela, yo voy a escribir la historia de El Quizá y vamos a conseguir actores y la vamos armar”. El señor estaba muy emocionado. Pero mi familia todo lo contrario: “No queremos causar conflicto, este es un tema delicado”. Mi tía era la comisaria, que es como la presidenta municipal, pero el pueblo es muy chiquito, entonces era como “Yo no me puedo meter en esas cosas” y así, tenía que tener un poco más de cuidado. Entonces con cada persona fue diferente. En general, la estadía en El Quizá fue muy sencilla porque conozco, de ahí es mi familia, iba muy seguido, a pesar de que no crecí allí, me conocen. Me acuerdo perfectamente que, en la primera entrevista que hicimos a una tía mía, cuando llegamos, pensé que iba a ser muy fácil. Había ido un mes antes al scouting y la entrevisté. Ella me habló de todo y yo dije: “Esta va a ser la primera entrevista porque me siento muy cómoda con esta tía, que es muy linda y que ya vi que habla conmigo”. Entonces, hago la primera entrevista, pero mi tía no me dice nada, se queda callada y yo le digo “Tía, pero ¿lo que me dijo la otra vez?”. Y me dijo “No, es que de eso no se puede hablar”. Recuerdo haber llegado a mi hotel esa noche, hablarle a mi maestro y decirle “No sé qué estoy haciendo”. Tenía miedo de que fueran así todas las entrevistas. Pero una va aprendiendo con cada entrevista y muchas cosas que no funcionaron con ella las fui aprendiendo para otros personajes. En general, fue un proceso muy bonito, comimos bien rico… Pero esa fue la parte difícil, lo delicado de algunos temas dentro del pueblo. Figura 1
MJL: Se ve que en ambos documentales hay temas delicados. Me imagino que no es fácil hacer entrevistas y además con una cámara. Puede ser muy intimidante para una persona. Morales, ¿por qué pensar especialmente en una mujer? No es cualquier mujer, es una mujer pescadora y afromexicana. ¿Qué significó para ti? ¿Qué significa trabajar o darle importancia a la perspectiva e identidad afromexicana en este documental?
MM: Para mí ha sido muy gratificante. En mi vida personal, la posibilidad de visibilizar el trabajo de las mujeres negras, de las mujeres pescadoras, era todo un tema. Cuando llegué a esta escuela donde me formé, yo decía que quería visibilizar el trabajo de las mujeres de Costa Chica, pero mis maestros me decían: “Si nos ponemos a hablar del trabajo de las mujeres en Costa Chica es mucho. Hay muchas actividades que realizan las mujeres”. Y me quedé pensando “¿de qué vale la pena hablar?” Yo en mi infancia fui pescadora con mi papá, con mi mamá, con mi hermano. Mi mamá también es pescadora, pues muchas mujeres de la costa son pescadoras y yo decía: “¿por qué no visibilizar este trabajo?” Es una actividad que mucha gente no conoce, las mujeres podemos pescar. Es un trabajo al que no se le valora y siempre se visibiliza más a los hombres. Y yo decía “No, pues, también hay que visibilizar a todas esas mujeres pescadoras que sí hacen esta labor y que a pesar de irse a pescar toda una jornada de noche o toda una jornada de día, al otro día tienen que llegar a cocinar para sus hijos, lavar ropa, lavar los trastes de su casa”. En el caso de Tita, que es una mujer pescadora, para que el dinero le rinda y pueda sacar a sus hijos adelante, ella le da todo un proceso al pescado para ir a venderlo también a otra comunidad. Son las bandejeras, como nosotros las conocemos. Pues fue ahí donde vi en Tita reflejada a muchas mujeres que son marginadas en nuestras comunidades, muchas mujeres que no tienen la oportunidad de alzar la voz, que siempre están sumisas. ¿Por qué no representarlas a ellas? Creo que logré parte de lo que quería en este documental, visibilizarlas, darlas a conocer desde esta perspectiva. No por el hecho de que haya una cámara frente a ella y todo fuera bonito o padre, sino con lo que siempre me comprometí: “Voy a visibilizar a una mujer negra de Costa Chica, una mujer pescadora tal y como es”. A mí me encantaba mostrar su fisonomía. Se ven algunas tomas donde vemos su pelo, que es un cabello muy bonito, donde vemos sus pies, sus marcas, sus arrugas en el rostro, ver un documental bonito pero puro, donde se viera la esencia de cómo somos las personas afromexicanas y cómo hablamos. Muchos me cuestionaban eso: “No puedes poner una grosería en el documental, porque lo van a ver muchas personas”. ¿Por qué no puedo ponerlo si es nuestra esencia? Nosotros hablamos así. Por eso es que a Tita se le escucha hablar estas palabras, que a lo mejor son obscenas para muchas personas, pero para los que vivimos en este tipo de comunidades es normal. Muchas personas a veces se saludan así y para nosotros es muy común. Otras personas me decían: “¿Cómo vas a pasar a un niño desnudo en el documental?” Y yo respondía: “¿Qué tiene de malo?”. Cuando era niña anduve desnuda bañándome bajo la lluvia, con mis hermanos, mis vecinos. ¿Por qué no mostrar esta parte, si así somos y así nos han formado desde la niñez? Creo que es importante dar a conocer eso también, no podemos pintar un mundo mágico, una burbujita. Cuando llegan algunas personas que quieren visitar la comunidad se llevan otra idea. Yo quería presentar esta esencia en el documental, que fuera muy puro e inocente a la vez. Creo que ha sido una de las grandes satisfacciones de mi vida. Otra de mis grandes satisfacciones fue cuando lo presenté a la comunidad. Siempre le decía a mi equipo de trabajo: “Yo no quiero presentarles con un simple cañón y una pantallita de tela. Quiero algo bonito para ellos, que no tienen la oportunidad de ir al cine. Que un cine venga a ellos y buscar algo digno”. Gracias a la vida y por otras circunstancias, con otra chica que realizó un largometraje, pudimos llevar una buena pantalla, buen sonido y presentárselos ahí en la orilla del mar, algo bonito, con sonido limpio. Y fue ver a los niños y decir “Ay, mira, ahí está fulanito o ahí está el tío fulano de tal” y verse “Mira cómo te ves”. Creo que eso fue lo más gratificante para nosotros como equipo. Fue allí donde entendimos y comprendimos que todos los esfuerzos, frustraciones y todo lo que vivimos había valido la pena.
CL: Tengo una pregunta para Villamizar. En Costa Chica hay una historia de migración y movilidad muy fuerte, de migración interna, a las grandes ciudades. El Quizá es un ejemplo de lo que pasa a nivel regional y de alguna manera tú también eres migrante. En este sentido ¿cómo te sientes tú y cómo fue entender cómo se formó el pueblo de tu abuela? Y de paso te pregunto, ¿esa experiencia fue importante para tu proceso de autoidentificación como afromexicana?
CV: Ok, gran pregunta. Sí, justo sucedió al mismo tiempo. Hacía rato que había escuchado del movimiento afromexicano, que siempre ha sido un tema muy extraño dentro de mi familia. Para mi abuela fue motivo de orgullo. Durante su vida, muchas cosas que sucedieron, negativas de alguna manera, tuvieron que ver con esto. Sucedió al mismo tiempo, yo descubriendo esto, que ni siquiera lo había pensado. Al principio, este documental trataba de la migración afro en Guerrero y tengo muchísimo material que grabé en esos días, por lo menos las primeras entrevistas eran sobre eso. Tengo a mi tío hablando y lo tiene bien presente, hasta el nombre del barco negrero en el que llegó. Tengo todo ese material, solo que, al final, como no iba con lo que yo quería hablar, tuve que sacarlo de la última versión. La migración está bien difícil, es un tema muy delicado. Siento que se habla mucho de la migración externa. Nos daba mucha risa que hablaran mejor inglés que nosotros, porque vivieron años en Estados Unidos y regresaron y hablaban horrible de Estados Unidos. Era como “Ya no aguantaba y me vine para acá porque extrañaba mi pueblo”. O un tío que vivió aquí en Ciudad de México y nos contó toda la historia. Mi tío se pone muy mal y está muy triste de lo mal que la pasó. Ganaba más y le pudo mandar dinero a mi familia, pero a qué precio. “Está horrible, nos tratan super mal. De repente nos dimos cuenta de que ganábamos mucho menos que los demás sin ninguna razón”. Él no lo articula tal cual, por ser negro, pero de alguna manera lo sabe. Nadie extraña donde sea que se haya ido, nadie extraña. Pero yo siento que El Quizá tiene mucho de eso, Cuaji en general, pero El Quizá en particular es un pueblo chiquito que no tiene muchas cosas, pero hace que la gente lo extrañe mucho, no sé cómo explicarlo.
CL: ¿Tú lo sientes?
CV: Sí. Para ser un pueblo tan nuevo, tiene ochenta y tantos años, el sentido de pertenencia que genera está bien extraño. La mayoría de la gente es de Oaxaca, lo que lo ata a ese lugar es otra cosa. No es haber nacido ahí, es otra cosa. Es la magia de El Quizá.
MJL: Mi pregunta es para Morales. ¿Cómo fue el proceso de presentación del documental? Estaba pensando en la reacción que tuvo la película La negrada, que tuvo tantos comentarios y reacciones encontradas, comentarios positivos, negativos, ¿verdad? Pareció una forma de generar más estereotipos hacia lo afromexicano. Entonces, ¿cómo fue el recibimiento, la reacción de los y las habitantes de Chacahua de las comunidades vecinas? ¿Cómo fue esa experiencia de presentar este documental ante los y las vecinas de la comunidad?
MM: En particular, Chacahua fue la primera comunidad de la costa donde lo presentamos. Fue muy padre el recibimiento de las personas. Como les comentaba ahorita, que se vieran ahí plasmadas en un documental fue algo increíble. Hasta el momento he tenido muchos comentarios positivos, pues ha sido muy bonito el recibimiento de las comunidades. Yo creo que lo que más les impresiona a ellos es que alguien de las comunidades haya contado su historia y no haya sido un académico. Es lo que ellos cuestionan ahora, pues los académicos hacen sus trabajos ahí y después las comunidades no ven el resultado. Esto los impresiona, que alguien de la comunidad, alguien de la misma familia -porque así nos llamamos todo el movimiento- alguien del movimiento haya tenido la oportunidad de realizar algo padre. Vi el largometraje (La negrada) en la ciudad de Oaxaca cuando lo presentaron. A mí no me gustó. Hay muchas cuestiones en torno a esa película. Hay personas que cuestionamos ciertas cosas, pero ya está hecho y ya no se puede hacer nada más. Nosotros, como jóvenes, creo que tenemos la oportunidad de hacer más trabajos, mostrar que no existe solo La negrada para que nos identifiquen. Porque, así como está mi trabajo, está el de Clemen (Villamizar), el de otros chicos de Acapulco, el de otro compañero de Pinotepa, que reflejamos a las comunidades afromexicanas y las reflejamos desde nuestra propia perspectiva. Es emocionante porque somos personas que hemos estado donde hemos vivido, hemos crecido y, como en el caso de Clemen, tuvo que migrar con su familia algún tiempo, pero no olvidamos nuestras raíces, no olvidamos de dónde venimos, donde jugábamos en nuestra niñez. Es diferente a alguien que viene de fuera de la comunidad, que no conoce cómo desayunamos las personas negras, cómo vamos a pescar, desconocen todo ese contexto. Creo que hay que mostrar tal y como somos, lo que comemos todos los días. Marijó (María José Lucero) tuvo la oportunidad de estar con nosotros en la casa y conocernos desde lo que comíamos y cómo convivíamos entre la familia. Es lo bonito, darse esta oportunidad de ir a las comunidades, darse el tiempo, empezar a quererlas. Yo creo que es importante dar a conocer las cineastas que apenas estamos empezando, cineastas de comunidades. A lo mejor nuestros documentales no son perfectos, porque apenas estamos en este camino, al menos en mi caso recién estoy empezando. Puedo entender muchas cosas que no representan a la mujer afromexicana, pero creo que todas las personas que lo han visto se han sentido identificadas. Tuvimos la oportunidad de presentarlo en Estados Unidos y muchas personas que lo vieron allí se sintieron identificadas. El hecho de llevarles un documental a ellos y que vean cómo están sus familiares, que vean el mar, los transporta al tiempo cuando ellos estaban en las comunidades, eso es lo más bonito. Se ha presentado en la ciudad de Oaxaca en diversos festivales y ha sido muy buena la respuesta. Figura 2
CL: Villamizar, estás en el proceso de postproducción, que es la corrección de color, de sonido, no sé qué más haga falta. Quería saber, ¿qué factores contribuyeron a que no lo hayas terminado? Y también, ¿qué va a pasar después de que lo finalices? ¿Lo vas a proyectar en El Quizá? ¿En Acapulco? ¿Cuáles son tus expectativas?
CV: Me muero por proyectarlo. Tengo esa promesa sin cumplir con la familia y con los que no son de la familia. Porque al final me dieron una semana de sus vidas y quiero devolverles ese tiempo. Allí hay una cosa extraña que hemos cuidado mucho y que fue uno de los primeros problemas desde la edición: no quiero revivir viejos rencores, no quisiera que este documental generara un conflicto. Pero es un corto muy conflictivo porque habla de un conflicto, entonces lo que quiero resaltar es lo que dice uno de mis tíos: “que llegaron todos juntos”. En todo el documental todos están diciendo: “Yo llegué primero, yo llegué a mi casa”. Y tengo esta entrevista donde uno de mis tíos dice: “Llegamos todos juntos, somos una misma familia”. Fue mi primer documental y tuve un montón de fallas, la forma en que están hechas las preguntas. No supe cómo dialogar con ese tío, que ya está muy viejito y no entendía las preguntas. La forma en la que él lo dice y la forma en la que está editado no ayuda a resaltar ese momento, que es el más importante en mi documental: “Al final estuvimos años peleando, años luchando y todo lo que ya escucharon, pero la verdad es que, al final, somos una misma familia”. Nunca hubo varias versiones, era una sola versión contada de tres maneras diferentes y esa parte no se entiende en la edición que hicimos. Creo que ese fue el primer problema: no me dio el tiempo. Los procesos de mi escuela soy muy rápidos. Este corte que ustedes vieron fue el que hice para la escuela, pero yo estaba segura de que así no era. Pero lo tuve que poner en pausa, empecé a producir mi tesis y arrumbé El Quizá. Ya no pude seguir y no tenía dinero para que alguien más lo editara. Lo puse en pausa para poder terminar la carrera, darme el tiempo de volver a editarlo de cero y ver el material otra vez, con casi dos años de distancia. Terminé la carrera, terminé el proceso de la tesis y empezó la pandemia. Durante todo el tiempo de pandemia estuve trabajando y sucedieron muchas cuestiones familiares. En algún momento de la pandemia pude tener un momento para editarlo, pero en eso mi abuelita fallece y ella es la que más habla en el documental, su voz inicia y cierra el documental. Pues yo no podía verlo. Entonces eso también influye. Hay muchas razones por las cuales uno no termina los proyectos, el dinero, el tiempo, un montón de cosas. Pero también uno, como creador, se tiene que escuchar a uno mismo. Quizá todavía no me siento lista para volver a escuchar a mi abuela en 4K. Me encantaría hacerlo porque se lo debo a ella y a todo el mundo, pero está bien difícil.
CL: Por último, ¿qué les recomendarían a otras mujeres afromexicanas o a los jóvenes afromexicanos en general que quieran incursionar en el cine?
CV: Pues hacerlo, es lo que estamos tratando de hacer en Cinegro, que la banda no tenga que migrar para poder hacer cosas. Estuvimos buscando gente de la costa y nos costó mucho encontrarla, y justo en la costa de Guerrero hay muy pocos creadores. Está el caso de Hugo Arellanes,4 que es muy talentoso. Salió y fue como “¡Wow, el trabajo de Hugo!” Entonces, si nos juntamos y hacemos comunidad, si nos hablamos, si tienen ganas, busquen a más gente que tenga ganas y hagamos comunidad. Si a mí me mandan un mensaje, yo puedo contactar a alguien que a su vez puede contactar a alguien que valga la pena y que vaya a dar un taller a El Quizá. Eso es lo que yo aconsejaría: hacer comunidad. Si ya tuvieron la oportunidad de hacer contacto con este tipo de espacios, hay que darle seguimiento, mandar mensajes, moverse. Lo que la gente tiene son ganas. Solo hay que juntarnos y lo vamos a hacer bien padre.
MM: Lo importante es no tener miedo. Siempre vamos a tener miedo a las nuevas experiencias. Pero si no lo intentamos o no lo hacemos, nunca vamos a descubrir el resultado. Yo tenía miedo cuando empecé el documental de Tita. Supongo que Clemen igual. Tenemos que creérnosla, no dejarnos intimidar ni decir: “Ahí viene fulano, un cineasta que estudió en tal escuela”. Porque a veces creo que, como jóvenes de comunidades, tenemos estas ganas de salir adelante y de buscar estos espacios. En Oaxaca hay varios espacios de talleres para chicos cineastas que apenas están empezando. En el caso de Guerrero, me da mucho gusto escuchar a Clemen porque dice que se empiezan a organizar con algunos compañeros que pertenecieron a mi generación de Ambulante Más Allá y creo que eso es lo más padre: ayudarnos los unos a los otros, movernos en lo local para comenzar a ver estos resultados. Ahorita es más fácil, con un celular puedes editar. Hasta cierto punto la tecnología es buena, siempre y cuando sepas utilizarla, dándole un uso adecuado, para esto es perfecto. ¿Te imaginas poder editar en un celular? Pues está genial. Podemos empezar con pedacitos de video de nosotros mismos. A veces tenemos miedo de hablar en público y esto puede ser de gran ayuda. También empezar en nuestra familia. Creo que todas nuestras familias tienen historias. Empezar a investigar lo local o lo familiar, empezar desde ahí. A veces, sin pensarlo, tenemos grandes historias que no sabemos cómo desarrollarlas. Pero también debemos quitarnos este miedo y aceptar la ayuda de personas que están un poco más metidas en este rollo y ponerlas en práctica.