Introducción: las mujeres trabajadoras en Chile1
La experiencia de la maternidad es un proceso transformador en las trayectorias de muchas mujeres asalariadas, que genera diversas tensiones y conflictos en el intento de balancear múltiples identidades, como ser madre-profesional o madre-trabajadora (Wheaton, 2017). Este artículo tiene por propósito explorar la construcción de identidades femeninas desde las interrelaciones entre el universo laboral y del trabajo doméstico. En este sentido, nos preguntamos cómo las mujeres de clases media y trabajadora articulan, enfrentan y resuelven las tensiones existentes de ser madre y trabajar de forma remunerada, a la vez que responden a los modelos culturales dominantes sobre maternidad y empleo, distinguiendo las diferentes problemáticas y estrategias desarrolladas por estas de acuerdo a su posición social. Los resultados muestran que en las identidades de las madres trabajadoras/profesionales las experiencias laborales y de maternidad constituyen ejes esenciales y están entrelazadas de formas diversas según clase social.
En Chile, en los últimos veinticinco años, los hogares que cuentan con ingresos percibidos por una mujer se han casi duplicado y actualmente cuatro de cada diez hogares tiene una mujer como proveedora principal de ingresos (INE, 2018a). Sin embargo, las desigualdades de ingreso y discriminaciones en jerarquía, prestigio y poder se mantienen (Brega, Durán y Sáez, 2015; Novella, Rucci y Vázquez, 2015; Riquelme y Abarca, 2015), mientras las razones familiares de cuidado continúan estando entre los primeros motivos de inactividad en mujeres adultas: las mujeres chilenas han postergado el nacimiento de su primer hijo en varios años para poder desarrollarse laboral y educacionalmente. Su inserción laboral es en Chile un 22,7% menor que la de los hombres (INE, 2018b) y una de las menores de Latinoamérica (OIT, 2017).
A su vez, la maternidad aumenta las probabilidades de aceptar empleos flexibles, de medio tiempo, menor salario y menor protección, para poder dedicar tiempo a los quehaceres del hogar y la familia (Gómez y Jiménez, 2015). Por estas razones, los hogares con jefatura femenina enfrentan mayores niveles de vulnerabilidad social y económica (Sepúlveda, Poblete, Yachan y Saieg, 2016).
A pesar de que existen esfuerzos por disminuir la carga femenina en las labores no remuneradas,2 culturalmente los roles de cuidados siguen siendo asumidos por las mujeres sin conducir necesariamente a un mejoramiento de las condiciones de trabajo de las madres (INE, 2015). Conformando lo que se conoce como “la barrera maternal” (Wheaton, 2017), las inequidades en la fuerza laboral de las madres se entrelazan a fondo en los contextos organizacionales y las mujeres continúan trabajando en espacios laborales con predominancia de la perspectiva masculina, donde, a menudo, se las estigmatiza por ejercer la elección tanto del trabajo como de la maternidad (Zhou, 2017).
Este precario panorama laboral es el espacio donde las mujeres madres trabajadoras construyen hoy sus identidades, tensionadas por exigencias y conflictos que aparecen como contrapuestos (Guadarrama, 2008). En este marco, las percepciones sobre maternidad y la tensión con el empleo determinan en gran medida la participación de las mujeres en el mercado laboral, influenciada por el estrato socioeconómico de pertenencia (Maldonado y Micolta, 2003). Este proceso no es experimentado igual por todas las mujeres, difiere entre clases producto del desigual acceso a salarios, educación, condiciones de empleo y redes de cuidado, principalmente (Arteaga y Abarca, 2018).
Nuestro propósito es explorar la construcción de las identidades femeninas desde las interrelaciones entre el universo laboral y del trabajo doméstico diferenciando las experiencias y los discursos de mujeres procedentes de distintas posiciones sociales. En este intento, nos distanciamos de una postura teórica que separa las esferas de lo público y lo privado, adhiriendo a la perspectiva que considera que el trabajo asalariado y el reproductivo deben analizarse de manera conjunta, como ha sido planteado por el feminismo y las ciencias sociales (Carrasco, 2012; Acker, 2006; Fraser, 2004).
Identidad, maternidad y trabajo
Las investigaciones sobre conflicto familia-trabajo han indagado en las razones de la participación de las madres en el trabajo remunerado y sus experiencias conciliando empleo, crianza de los hijos y labores de cuidado en países como España, Colombia, Chile y Estados Unidos (Brunet y Alarcón, 2005; Cardona, 2017; Godoy, 2011; Settle y Brumley, 2014). La mayoría de estos estudios da cuenta de cómo en la modernidad las mujeres se enfrentan a dos mandatos contradictorios. Por un lado, se encuentran con el ideal de maternidad intensiva como expectativa social dominante, en el que, según las normas tradicionales de la división del trabajo por género, las madres son llamadas a ocupar una gran cantidad de tiempo, dinero y energía con sus niños (Hays, 1996). La buena maternidad se caracteriza como “maternidad de tiempo completo” y ser “ama de casa” (Tobío y Parella, 2004). Si bien estas expectativas se han debilitado en las últimas décadas con el ingreso de la mujer al trabajo remunerado, han vuelto a recobrar impulso los valores centrados en el niño, guiados por expertos, que requieren mucho tiempo y dinero (Johnston y Swanson, 2007). Asimismo, coexiste una cultura de la vida profesional dedicada al trabajo remunerado, la cual espera que se priorice el trabajo delante de toda obligación (Araujo y Martucelli, 2012). Estos mandatos tienen impactos para las mujeres en la fuerza laboral y en la esfera privada, que las llevan a cuestionar las construcciones de su identidad, tanto profesional como de madres (Zhou, 2017).
A raíz de estas ideologías hegemónicas, muchos estudios se han volcado a explicar las “decisiones” de las mujeres por la carrera o la maternidad, tipologizándolas según su identificación primordial (Christopher, 2012; Toffoletti y Starr, 2016; Settle y Brumley, 2014). Pero nuevas investigaciones muestran cómo el empleo de las mujeres y los estados de maternidad deben ser considerados conjuntamente, pues los roles económicos y de cuidadoras se unen (Dow, 2016).
Entendemos por identidad un proceso social de construcción relacionado con la manera en que individuos y grupos se definen a sí mismos al querer relacionarse e identificarse con ciertas características (Larraín, 2001). Responde a las preguntas de quién soy, quién quiero ser y cómo quiero ser reconocido dentro de un trayecto biográfico e implica necesariamente la referencia a distintos grupos sociales con los que el sujeto se identifica y que operan como espacio de pertenencia y fuente de sentido (Stecher, Godoy y Díaz, 2005).
Las trayectorias femeninas se caracterizan por entrelazar maternidad y trabajo como ejes primordiales sobre los cuales las mujeres construyen sus identidades (Guadarrama y Torres, 2007). En este sentido, Masterson y Hoobler (2015) indican que, tradicionalmente, comportamientos como trabajar horas extras o aceptar ascensos se han asociado únicamente a un compromiso con los roles de trabajo. Pero esta identificación primordial con el trabajo y la carrera podría significar un medio para entregar estabilidad financiera a la familia. También podría estar asociado a convertirse en un modelo a imitar para los hijos. Como señala Zhou (2017), el asunto en cuestión es cómo las mujeres organizan, combinan o diferencian sus roles duales de cuidadoras y trabajadoras, y cómo el empleo altera la experiencia de la maternidad, a la vez que la maternidad remodela el significado del empleo. Al respecto, Guadarrama menciona que, justamente, “de este entrelazamiento entre el mundo reproductivo y productivo resultan identidades genérico profesionales sostenidas en dos ejes contradictorios: la maternidad y la profesión, a partir de los cuales las mujeres construyen sus identidades” (2008, p. 332). La mayoría de las mujeres aspirarían a la conciliación entre estas dos esferas, mientras solo unas pocas excluirían una de ellas para realizarse exclusivamente como madres o como profesionales.3
A su vez, se presenta el imperativo de la construcción de un proyecto propio. El ideal asociado a la maternidad intensiva debe enfrentarse al mercado de trabajo y su estructura, pero también a nuevos mandatos que ponen en primera línea la necesidad de desarrollarse como individuo, ya sea mediante el avance profesional o del tiempo libre (Araujo y Martuccelli, 2012). El proceso de individualización afecta también el espacio de la maternidad en tanto choca con nuevos mandatos que las mujeres deben afrontar, ya que los aspectos que eran definidos socialmente hoy muestran una mayor incertidumbre (Castilla, 2009). Así, tal como el trabajo ha sido desplazado como elemento central y definitorio de la identidad colectiva, la maternidad ha sido transportada a un espacio de producción de sentidos autorreferidos y múltiples (Araujo y Martuccelli, 2012). Esta experiencia reflexiva de la maternidad depende, a su vez, de los componentes estructurales (sociales, políticos o económicos) que la limitan, y de los cuales, si bien varían de individuo en individuo, uno de los más determinantes es la posición en la estructura social.
“Las mujeres” no son un grupo social homogéneo y sus experiencias maternidad-trabajo varían según factores como clase social, etnia, edad, etcétera (Acker, 2006). El primero de estos factores es el que interesa a este artículo. En mujeres de clase media, el mandato de “mujer profesional exitosa” parecería ser dominante en sus orientaciones. Marcela Cerrutti (2002) argumenta que las madres profesionales argentinas son influenciadas por la maternidad intensiva e intentan ser supermamás, sin dejar de fomentar una carrera exitosa. Wattis y James (2013) concluyen que las mujeres profesionales en Inglaterra organizan la esfera doméstica en función de la esfera profesional, con el objetivo de disminuir la influencia de los temas domésticos en sus trabajos. Ansoleaga y Godoy (2013) destacan la importancia de la continuidad de la carrera profesional en las estrategias de mujeres madres de grupos medios en Chile, y Johnston y Swanson (2007) destacan cómo el éxito profesional se ha agregado a la categoría de “madre integral” en mujeres profesionales de Estados Unidos.
En el mundo obrero y popular, la maternidad y el trabajo parecen ser experimentados de manera distinta. Las mujeres son madres a una edad más temprana, mientras que el trabajo adquiere otras notas (Guadarrama y Torres, 2007). Guerra (2016) muestra cómo en trabajadoras de supermercado de Santiago la maternidad y el trabajo son los ejes principales de su proyecto personal, en torno a la idea de carrera y esfuerzo personal. Madrid (2016) concluye que la maternidad es determinante en la construcción de identidades laborales en trabajadoras del sector comercio en Chile, pues tensiona la compatibilización entre trabajo productivo y reproductivo, volcando las proyecciones laborales en solucionar su autonomía y el bienestar de sus hijos. También aquí aparece en mayor o menor medida el mandato de “mujer profesional” o “exitosa”. El estudio de Fuller (2010), en Perú, indica cómo el trabajo ha permeado aun las significaciones de aquellas que son exclusivamente amas de casa, quienes consideran a la “mujer de carrera” como el ideal femenino actual.
Este artículo ahonda en la especificidad de la resolución de la tensión entre maternidad, trabajo y proyecto personal según posición social en el contexto chileno, lo que permite visibilizar similitudes y distinciones de acuerdo con los recursos materiales y simbólicos que implica dicha diferenciación. Comprendiendo su heterogeneidad interna, se utiliza el concepto clases sociales en sentido laxo, sin intención de sobreenfatizar coherencia interna, valores o estilos de vida compartidos. Con términos como clase y posición social se da cuenta de las diferencias materiales y simbólicas de las distintas jerarquías, sin adentrarnos en el bagaje teórico de cada concepto, pues no es el centro de este trabajo.
Metodología
El artículo se basa en una investigación de carácter cualitativo perteneciente al proyecto Fondecyt Regular “Experiencias posicionales: subjetividades en la transformación social de Chile”. Llevado a cabo entre marzo de 2014 y marzo de 2015, tuvo por objetivo conocer diversas experiencias de posicionamiento social en el país. Para la elaboración de este artículo se seleccionaron 21 entrevistas y 3 grupos de discusión de mujeres con hijos y que trabajan de manera remunerada, constituyendo una muestra total de 48 mujeres. La variable de selección de las participantes fue la clase o posición social de pertenencia, entendida como el lugar en el espacio social que ocupan los sujetos a través de recursos materiales y simbólicos específicos (Arteaga, Greibe, Pérez y González, 2017). Esta variable se construyó a partir de las categorías sociocupacionales de León y Martínez (2001) para la realidad chilena. La muestra final del artículo corresponde a mujeres pertenecientes a tres posiciones sociales: sectores medios, obreros y populares (Tabla 1). Esto permitió contrastar a mujeres de clase media profesional con estudios superiores y de clase trabajadora compuesta por trabajadoras asalariadas (sector obrero) e informales-vulnerables (sector popular), que, en su conjunto, componen la mayor parte de la fuerza laboral femenina del país. Se excluyó de la muestra a gerentes y empresarias, en un intento de abordar la problemática a partir de la relación con el trabajo asalariado o informal.
Las entrevistas semiestructuradas se orientaron a rescatar la perspectiva individual y biográfica de mujeres que son madres y sus trayectorias laborales, familiares y de maternidad (Canales, 2006). Las entrevistadas pertenecen a las ciudades de Santiago, Valparaíso, Ovalle y La Serena y sus edades fluctúan entre los 29 y 63 años, incluyendo así distintas trayectorias de vida.4 Las entrevistas tuvieron una duración promedio de una hora y fueron realizadas en lugares acordados con las entrevistadas.
El objetivo de los grupos de discusión, por otro lado, fue reconstruir la dimensión normativa (Canales, 2006) de las distintas experiencias de maternidad, trabajo y posicionamiento social, permitiendo diferenciar variables intra e intergrupales de identificación y modalidades particulares en cuanto a clase social. Se realizaron tres grupos en Santiago, compuestos exclusivamente por mujeres, uno por cada sector social de la muestra, con una duración promedio de dos horas cada uno. Para ambas técnicas de investigación, las participantes brindaron su consentimiento informado con respecto a las condiciones y características de su participación y la garantía del anonimato.
Resultados: maternidad y trabajo remunerado
El análisis del material muestra cómo la relación entre trabajo remunerado y labores reproductivas está mediada por los significados que la mujer atribuye a la maternidad y al trabajo remunerado. Esta interrelación da lugar a dos discursos principales sobre el vínculo entre maternidad y trabajo: uno de las mujeres profesionales de clase media y otro perteneciente a una clase trabajadora de mujeres con empleos no calificados e informales (ver Tabla 1). Ambos se vinculan a las condiciones materiales con las que cuentan estas mujeres, el acceso a redes y a apoyos institucionales, así como a las representaciones normativas acerca de lo femenino y lo masculino.
Maternidad y desarrollo profesional en mujeres de clase media
Las mujeres de clase media muestran una contradicción entre aquel mandato de la maternidad sustentado en un imaginario intensivo y los nuevos mandatos en el ámbito laboral y profesional, que pujan tanto por un mejor posicionamiento en el mercado de trabajo como por una formación permanente. Estas dos orientaciones contradictorias, cuyo incumplimiento a cabalidad genera insatisfacción y frustración, muestran una tensión que se expresa en la constante búsqueda de balance entre ambas esferas: ser buena madre y ser exitosa.
El trabajo, la relación de pareja y la búsqueda personal cobran importancia y parecieran competir con la maternidad. En consecuencia, puede decirse que si bien la maternidad ocupa un lugar central en la vida de estas mujeres, para un número creciente de ellas no es el único eje que ordena y da sentido a sus vidas. Esta tensión la ejemplifica Amelia (48, sectores medios), que, aunque valora su maternidad temprana y su crecimiento profesional, tiene otras expectativas para la vida de su hija: “Yo sueño para ti que tú viajes, que conozcas, que salgas, antes de cualquier otra cosa que te desarrolles tú como persona, como mujer, y después pienses en casarte y tener hijos y todo lo demás, desarrollarte tú profesionalmente”.
Si bien no todas definen la maternidad como centro de su vida, el relato de sus decisiones laborales se entrelaza con dicha experiencia. La maternidad y las labores de cuidado familiar inciden en la continuidad laboral y el posicionamiento en el mercado de trabajo:
“Yo creo que, si no hubiese tenido marido, hijos, yo creo que habría sido una profesional de esas que le gusta sacar doctorado y todo. Pero las dos cosas yo personalmente pienso que no son compatibles, cuando uno tiene hijos y familia, hay que ir como a la par, no se puede dispar lo profesional, las dos cosas.” (Carmen, 50, sectores medios).
Esto pone en relieve las significaciones y relaciones de poder de género asociadas a la maternidad, en las que los mandatos del cuidado se entremezclan con el mandato profesional. Lo anterior podría llevar a la conclusión de que la maternidad es una limitante del desarrollo laboral femenino; no obstante, por las mujeres participantes en este estudio es significada, en cambio, como un motor. Tal como las profesionales del estudio de Johnston y Swanson en Estados Unidos (2007), en un intento de balancear ambas identidades, las entrevistadas han integrado el trabajo al ideal de maternidad, de modo que su desarrollo profesional las hace mejores madres. Incorporan así tanto el mandato de proyecto personal (mediante estudios, formación, viajes, deportes, etcétera) como el de supermadre. Consideran que esto las convierte en un ejemplo para sus hijas e hijos, y las transforma en personas saludables y felices, permitiéndoles cumplir mejor con su rol materno.
Esta coexistencia es posible gracias a la delegación parcial de las actividades de cuidado, ya sea contratando un servicio (jardines infantiles o cuidadores a domicilio) o apoyándose en la familia extendida o en la pareja (esta última opción solo presente en este sector social), lo que les ha permitido posicionarse en el mercado laboral y desarrollarse en los estudios sin culpa. Ello también es sustentado por las posibilidades económicas, mayores que en las mujeres de sectores obreros y populares. En estos arreglos, la madre (abuela) adquiere una relevancia primordial, a veces sacrificando ella posibilidades de empleo.
Las entrevistadas expresan un agradecimiento a aquellos familiares que apoyan parte del cuidado. La idea de favor devela aquel mandato donde el cuidado de los niños, niñas y personas mayores es responsabilidad primeramente de la mujer. En ese sentido, el conflicto maternidad-trabajo no solo opera en las dificultades para desarrollarse laboralmente por las exigencias de la maternidad, sino también en la imposibilidad de desarrollo en la esfera maternal por las exigencias de éxito profesional.
Un elemento transversal en las experiencias maternidad-trabajo son las desigualdades de género en la trayectoria laboral. Las mujeres relatan injusticias y discriminaciones que viven por ser mujeres y madres, como las brechas salariales -cuestión que también está presente en las mujeres obreras y populares, pero con otro cariz-. Marisol (38, sectores medios) relata cómo ella y su esposo estudiaron en la misma universidad, la misma carrera, pero él gana más. Alba profundiza en el reproche por intentar desarrollarse en ambos aspectos:
“Olvídate, no, tú no puedes faltar. Y yo faltaba porque mi hijo estaba enfermo. Entonces vienen ‘Pero ¿y por qué tiene hijos?’, ¿entiendes? Son realidades distintas. ‘¡Bueno, tengo un hijo!’ (…) Y ahí empezaron a entender que es lo que era ser profesional, ser mujer, tener un hijo, venir de la clase media, y baja…” (Alba, 33, sectores medios).
En este contexto, el trabajo remunerado se erige como fuente identitaria individual, vinculado particularmente a la formación educacional. La posibilidad de continuar estudios superiores aparece como herramienta de posicionamiento en el mercado de trabajo y también como búsqueda de crecimiento personal. Además, las mujeres trabajadoras de este grupo utilizan este criterio para definir la posición social que ocupan. En ese sentido, en lo colectivo, se construye una identidad con fuerte énfasis en la formación educacional.
El gusto por la labor en que se desempeñan es algo transversal y el trabajo remunerado aparece como una dimensión en la que no solo se juega el sustento familiar, sino también como un espacio de desarrollo personal y goce. En ese sentido, a pesar que mencionan a los hijos como motivación principal de su actividad laboral, para un grupo grande de entrevistadas el trabajo asume un eje importante de identidad personal con independencia de ellos. Mariela (55, sectores medios) menciona que probablemente nunca deje de trabajar: “no soy mujer para estar en la casa”. Lo anterior no deja de aludir a los beneficios económicos de una jubilación tardía, pero también representa autonomía y realización personal no solo por la satisfacción de la labor misma, sino por el hecho de la no determinación de un otro para decidir sobre su propia vida. Su identidad se forma así entre el hecho de ser madres y ser mujeres profesionales, ser dueñas de su hogar y ser independientes. En este grupo, la noción de autonomía y del proyecto propio, sin restricciones, es un hecho valorado, donde la educación, la profesión y sus proyectos de vida autónomos cumplen un rol central.
“Hoy día ya no, afortunadamente la sociedad evolucionó. Las mujeres estamos en otro nivel y hoy día no te aguantai una pareja porque no tenís… porque querís que te mantenga o por el respeto o por no estar sola. Hoy día, no, te separai y punto. Y la mujer está más empoderada para salir adelante. Entonces, en ese sentido uno mira la educación como una base, para que esté como empoderada en salir adelante. En hacer lo que ella quiera…” (Grupo de discusión, mujeres de sectores medios).
Maternidad y sacrificio en mujeres de clase trabajadora
Las mujeres de sectores obreros y populares presentan similitudes respecto a cómo experimentan la maternidad y el trabajo remunerado. En ambas, la representación tradicional de maternidad se ve conflictuada por la necesidad de trabajar extensas jornadas con poca flexibilidad. Trabajadoras de call-centers, supermercados y retail, personal de aseo, asesoras del hogar, vendedoras ambulantes y otros oficios no calificados se caracterizan por trabajar, muchas veces, cerca de diez horas diarias y tener pocos días libres (especialmente en los empleos informales). Varias de ellas declaran haberse rendido respecto a sus quehaceres domésticos, dedicando su tiempo libre primordialmente al cuidado de sus hijos e hijas. El trabajo se relaciona con el agotamiento, cansancio y desgaste físico y emocional, sobre todo en aquellas de más edad.
Al mismo tiempo, abundan los relatos de discriminación y estigmatización en los espacios laborales, ligados a su condición de mujeres y madres. Para Claudia, el hecho de ser madre soltera ha sido causa de discriminaciones laborales, incluso teniendo estudios, convirtiéndose en una preocupación constante:
“Por ejemplo, yo, siendo técnico en enfermería, muchas veces he querido postular a trabajos, pero, por ser nivel técnico, mamá soltera y mujer a la vez, tienden a pagar mucho menos. O los trabajos te explotan y no es mucha la igualdad que se ve con mis compañeros hombres. Hoy en día me inquieta el tema laboral porque para mí es supercomplicado.” (Claudia, 29, sectores obreros).
En estas condiciones laborales, está presente la culpa por haberse perdido la crianza de sus hijos para poder proveerlos. La privación de la crianza es un dolor que marca los significados atribuidos al trabajo y a sus biografías:
“Yo me privé de la crianza de los hijos, pero pucha que duele. Duele, porque yo me privé de verlos crecer, de verlos, de disfrutar de sus cosas bonitas. Todo a carrera con ellos, su graduación a carrera, porque no podía dejar de trabajar. Porque si dejaba de trabajar a ellos les faltaba.” (Grupo de discusión, mujeres de sectores populares).
La condición de mujer jefa de hogar en este grupo tiene un carácter más dramático, en la medida que no cuentan con suficientes recursos económicos y tienen condiciones laborales muy precarias. Aunque también está presente la búsqueda de equilibrio entre mandatos, existen menos recursos para conseguirlo. Desde estas condiciones materiales y laborales que impiden cumplir el ideal de madre presente, ellas resignifican su maternidad hacia un rol proveedor orientado al bienestar material de los hijos y su futura educación, siendo “mamá y papá” a la vez. Ser proveedoras entrega sentido y forma a su labor y situación: “A veces se deprime un poco, porque dice que no estoy con ella (su hija), que paso trabajando. Es lo que me queda: ‘Tengo que trabajar para darles a ustedes’” (Ximena, 36, sectores obreros).
En la mayoría de los casos de estos grupos, las mujeres son jefas de hogar y únicas proveedoras. Los hombres están ausentes no solo de sus relatos de cuidado,5 sino de sus biografías, y suelen mantener relaciones conflictivas con los padres de los hijos. Para este grupo es fundamental el apoyo de las redes familiares y los escasos apoyos institucionales (como jardines infantiles y salas cunas), debido a que no pueden, en general, costear servicios privados para estos fines. En los sectores populares, en específico, destaca mayormente la falta de apoyo, incluso de familiares. Se identifican como actoras solitarias y desde allí elaboran estrategias para ejercer su maternidad y trabajar. Predomina la sensación de haber vivido sin soporte, siendo las “más afortunadas” aquellas que han contado con sus madres: “Y de ahí he tenido que salir sola adelante. Sola, a mí la única que me ayudó fue mi madre” (Grupo de discusión, mujeres de sectores populares). El sentimiento de soledad abunda en los relatos, en un contexto donde se responsabiliza a los individuos por su bienestar, anclado subjetivamente en un sentimiento de culpa en quienes piden ayuda estatal. Los apoyos aún son insuficientes y el cuidado continúa estando sustentado en los individuos y las familias de manera primordial.
La noción de sacrificio reformula al trabajo -antes como abandono de los hijos e hijas y agotamiento- de manera positiva y se incorpora a su repertorio identitario como mujer-madre-sacrificada, que lucha y se esfuerza, con su trabajo, para mantener y criar a su familia:
“Pero mis hijos, yo los crie sola, yo trabajé, cuando estaban chiquititos mis hijos se fue el papá de ellos de al lado mío. Los niños tenían nueve meses y el niño tenía tres años. Entonces yo luché, fui mamá y papá.” (Elena, 63, sectores populares).
En este discurso, hay una revalorización del ser mujer, madre y trabajadora, común en contextos donde predomina el modelo de jefa de hogar y el modelo tradicional de familia con hombre-proveedor se ha desdibujado:
“Yo siempre he dicho, la pobreza en mi Chile tiene cara de mujer, porque somos nosotros las mujeres que sacamos adelante a nuestros hijos. Somos nosotras las que salimos cada día a trabajar afuera, somos nosotras las que si no tenemos pan, hacemos cualquier cosa para darle a los niños.” (Grupo de discusión, mujeres de sectores populares).
Dicho discurso, que se construye en contraposición a los hombres, cuestiona la posición subordinada de las mujeres en el ámbito del empleo, ubicándolas en un horizonte de autonomía y superación, a pesar de la precariedad laboral y las situaciones de exclusión y estigmatización en las que viven. En este contexto, el ser mujer-madre-sacrificada funciona como trinomio que identifica y abandera a las trabajadoras bajo un sufrimiento común, muy parecido al de las trabajadoras del comercio que entrevistó Guerra (2016) en Santiago. Así la tensión entre identidades de madre y trabajadora se expresa incorporando los roles de mujeres sacrificadas y proveedoras, pero también en los sentimientos de culpa y profunda tristeza por no poder estar presentes en las vidas de sus hijos.
Este hallazgo es un aporte a otros estudios realizados en Argentina y México (Marcús, 2006; Monteverde, 1996), los cuales señalan que mujeres de sectores obreros y marginales no parecen construir una identidad fuerte ligada al trabajo, pues sus condiciones laborales les entregan pocos elementos que les permitan identificarse positivamente con este. De ahí, explican, la relevancia de los hijos e hijas para dar sentido a aguantar la falta de valoración en sus trabajos. Así, el trabajo es una prueba de amor maternal por ellos.
En este estudio, a pesar de que encontramos evidencias de lo anterior, hallamos también que en el marco de los procesos de individualización y de la fundamentación de sacrificio materno, surge para algunas un sentido de autonomía vinculado al trabajo remunerado. Este adquiere un significado por sí mismo, valorando la posibilidad de trabajar por el mismo hecho de estar fuera del hogar y por la independencia que otorga, especialmente respecto a tener sus cosas, sin la ayuda de un hombre, ligado a un proyecto personal. Para varias de estas mujeres, aun cuando ya han criado, el trabajo sigue siendo su vida y su motivación diaria. La contraparte de la culpa y la tristeza es el sentido que tiene el empleo en sus vidas, en su reafirmación como personas. Como ejemplifica una participante del grupo de discusión popular: “Quieren que me salga de la locomoción colectiva porque tengo cáncer a los huesos. Pero yo no me voy a salir, porque el día que yo me salga, me muero”.
Conclusiones: resignificación del trabajo y la maternidad
En este artículo, más que realizar una categorización de los tipos de madres trabajadoras según su priorización de la maternidad o el trabajo, se indagó en las diversas formas en que ambas dimensiones comparten espacios en sus configuraciones identitarias. Para ello, se compararon vivencias del conflicto maternidad-trabajo en dos grupos: una clase media, compuesta principalmente por mujeres profesionales, y una clase trabajadora, compuesta mayoritariamente por trabajadoras sin calificación e informales.
Se encontró que en la clase media existe una diversidad de formas de relación entre maternidad y empleo, tanto en términos prácticos como simbólicos. El ideal de mujer profesionalcobra importancia en las autopercepciones como mujeres y el éxito profesional se incorpora al ideal de buena madre, ampliando el espectro de la maternidad. Sin embargo, al mismo tiempo que estas mujeres acentúan la importancia del éxito profesional y el crecimiento personal, apuestan por una maternidad presente tanto como sus recursos lo permitan. Las mejores condiciones laborales de este grupo sustentan, en buena medida, sus estrategias.
Por su parte, en los grupos obreros y populares existe un amalgamiento entre las identidades de madre, mujerytrabajadora, es decir, entre trabajo, femineidad y maternidad, que se reúnen en la noción desacrificio, fundamentado desde tres ejes: el rol de proveedoras de sus familias, la culpa por la ausencia en la crianza de sus hijos y la precariedad de sus condiciones laborales. Lo anterior conduce a una identificación en torno al trabajo, que se vive como dualidad: el trabajo impide, pero a la vez refuerza su maternidad. Como indica Reinaldo Guerra (2016, p. 201), la valoración de la maternidad y el trabajo “se concretizan en un repertorio interpretativo que se ha denominado como el de mujer-madre-sacrificada”, muy propio del contexto latinoamericano.
No obstante estas diferencias, para la mayor parte de las participantes del estudio dichas tensiones se significan en el ideal de madre-trabajadora/madre-profesional como atributos indisolubles de sus identidades. La relación entre trabajo remunerado y doméstico está mediada por los significados que la mujer atribuye a la maternidad y al mismo trabajo remunerado, tal como concluyen Fuller (2010), Godoy (2011) y Wheaton (2017) en Perú, Chile y Estados Unidos, respectivamente. Pero también encontramos que esa relación está mediada por las posibilidades de cuidados y tiempo dedicado a la crianza de los hijos, pues un aspecto importante es cómo varía la sensación de “abandono” por grupo social, teniendo efectos en la expresión del conflicto y del vínculo entre maternidad y trabajo.
Un elemento unificador de las experiencias es la importancia del apoyo familiar en las tareas de cuidado. Las abuelas cumplen un rol de cuidado fundamental. Torralbo (2018) menciona cómo la estrategia de “cuidar en la vejez” es utilizada en Chile sin importar la clase social. En este sentido, la tarea de las mujeres mayores tiene un gran impacto en la sostenibilidad del mercado laboral (Tobío, 2002). No obstante, el apoyo familiar se encuentra ausente en muchas entrevistadas. Una futura línea de estudio se relaciona con el impacto que tienen en ello y en las estrategias de trabajo-familia los procesos mundiales de “desfamiliarización”, causados por el crecimiento de los divorcios, el incremento de las mujeres en el mercado de trabajo y el aumento de los hogares con jefatura femenina (López, et al., 2015).
Es necesario puntualizar que estos resultados son parte de una muestra en la que la mitad de las mujeres resultaron ser jefas de hogar, cuyas familias dependen principalmente de su trabajo para subsistir. Una posible futura línea de investigación sería comparar estos resultados con mujeres con pareja estable, en las que ellas no sean las principales responsables económicas de sus hogares, así como con madres trabajadoras con hijos e hijas de diversos tramos etarios.
El artículo busca ser un aporte a la inclusión del género en las organizaciones laborales y a la comprensión del mundo del trabajo, mostrando cómo la esfera productiva se encuentra y entrelaza con la esfera reproductiva y llegan a ser indisociables en las representaciones de las mujeres. Es un aporte también respecto a otros estudios que exploran el conflicto maternidad-trabajo desde un solo grupo socioeconómico u ocupación. La comparación entre distintos grupos sociales ha permitido discernir cómo el grupo socioeconómico de pertenencia y la ocupación inciden en la resolución de esta tensión en la construcción identitaria de las mujeres, pudiendo diferenciar al menos dos expresiones del vínculo maternidad-trabajo.
El artículo también permite comprender los puntos de encuentro entre mujeres de clase media y de clase trabajadora. Para todas, las responsabilidades personales y familiares coexisten con fuertes aspiraciones de progreso profesional o de mejoramiento de las condiciones de empleo, así como con proyectos personales de autonomía e independencia. Esto quiere decir que los compromisos con diversos roles no son excluyentes y que las mujeres contemporáneas parecen estar comprometidas con una multiplicidad de roles y actividades, tanto en su vida laboral como privada. Entender esto permite captar las prácticas integradoras, adaptativas y creativas de la experiencia carrera-familia en la mujer, en las que se negocian e integran los desafíos de lo laboral y el cuidado. Estas reformulaciones y resignificaciones parecen darse, a su vez, en un contexto de creciente individualización, donde las mujeres asocian falencias en sus intentos de conciliación familia-trabajo al fracaso e incapacidad personal, generando sentimientos de culpa, en vez de entenderlos como un problema estructural de la ordenación sociocultural del trabajo y del hogar como espacios distintos y claramente diferenciados por género.