Introducción
El bullying, hostigamiento o acoso escolar es el maltrato continuo y deliberado que recibe un niño, niña o adolescente por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objetivo de someterlo, apocarlo, asustarlo, amenazarlo, afectando su dignidad1.
Según Olweus, debe existir un desequilibrio de poder o de fuerza que genera una relación asimétrica, con un comportamiento negativo, repetitivo e intencional de una o más personas contra otra que tiene dificultades para defenderse2.
Existen diferentes modalidades de acoso escolar: maltrato físico (golpear, amenazar con armas, robar, romper o esconder objetos), maltrato verbal (insultar, burlarse, poner apodos, difundir falsos rumores), exclusión social (no dejar participar, ignorar, excluir en el grupo) y ciberacoso (subir a redes sociales fotos o videos, bloquear participación de la víctima en blogs/foros, suplantar su identidad, hacer comentarios denigrantes)3,4).
A nivel mundial, uno de cada tres estudiantes de 13 a 15 años sufre al menos un episodio de acoso o intimidación de manera habitual5. En el año 2005, en España, el Informe Cisneros VII: violencia y acoso escolar, describió una prevalencia específica de los alumnos de tercero, cuarto, quinto y sexto año escolar de 44%, 40%, 31% y 28%, respectivamente1.
Román y Murillo realizaron un estudio en 2011 para dimensionar el problema del acoso escolar en América Latina, en el cual se incluyeron 91.223 estudiantes de 16 países, incluido Uruguay. Se identificaron diferentes modalidades de acoso según el país: en Colombia predominó el acoso con modalidad robo, en Argentina la agresión verbal y física, y en Cuba el menor índice de acoso. Además, se evidenció que los niños sufrieron más bullying que las niñas, y que los estudiantes de zonas rurales viven menos maltrato entre pares que los de zonas urbanas. Particularmente, en nuestro país aplicaron cuestionarios a 6.511 escolares de 218 centros educativos. El 50% sufrió algún tipo de episodio violento, 32% robos, 31% insultos, y 10% padecieron agresiones físicas, mientras que el 60% declaró conocer que algunos de sus compañeros de clase era víctima de alguna situación de acoso6. En el año 2010, Lozano y colaboradores ya habían identificado este problema en adolescentes en centros educativos de Montevideo, 50% refería sufrir violencia psicológica, 6% ciberacoso y 1,8% violencia sexual, que se volvió a identificar en trabajo realizado en 20117,8.
En 2013-2014 se realizó un proyecto llevado a cabo por el Consejo de Educación Secundaria y UNICEF que involucró a 3.000 estudiantes de primer ciclo de secundaria pública del territorio nacional, en el cual se estimó una prevalencia de bullying de 12%4.
Actualmente en nuestro país existe un proyecto de ley en proceso, presentado en agosto de 2016, donde se reconoce al acoso escolar como entidad, y busca proteger al niño, niña o adolescente que lo padece mediante la realización de un protocolo antibullying para todos los centros educativos del país.
Tanto desde el sistema educativo como desde el sistema de salud se naturalizan en muchas oportunidades situaciones vinculadas al acoso escolar. En Uruguay existen casos de bullying graves publicados en donde las fallas en el diagnóstico y abordaje oportuno muestran grandes repercusiones en la vida de los niños5,9. Este problema vulnera todos los derechos de los niños, niñas y adolescentes, afectando particularmente el adecuado desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social10.
La identificación de este problema no siempre es fácil en la consulta pediátrica. Existe una tendencia a realizar diagnósticos incorrectos por parte del equipo de salud tratante, incurriendo en lo que Piñuel llama “error básico de atribución”, donde se posiciona al niño, niña o adolescente que sufre acoso escolar como causante de la situación. Es así como muchas veces se diagnostica en forma errónea fobia escolar, depresión, problemas de adaptación, trastornos de personalidad, neurosis y déficit de habilidades sociales que, si bien pueden ser consecuencia del acoso escolar, no son la causa primaria1.
Dada la magnitud de este problema, su detección y abordaje oportuno desde el sistema de salud es fundamental para evitar posibles complicaciones y diagnósticos erróneos. Los resultados del presente estudio podrían contribuir desde el área salud a un mejor cono cimiento del problema.
Objetivo
Describir el índice global de acoso escolar y las características de éste en niños, niñas y adolescentes de 9 a 11 años asistidos en un prestador de salud público y otro privado de Montevideo.
Metodología
Diseño: se realizó un estudio descriptivo transversal. Se seleccionó una muestra por conveniencia de niños, niñas y adolescentes de 9 a 11 años usuarios de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) y de CASMU-IAMPP durante los meses de julio a setiembre de 2017. Se incluyeron aquellos procedentes de Montevideo y área metropolitana asistidos en policlínica u hospitalizados. Se excluyeron aquellos que no dieron el asentimiento o que sus tutores no otorgaron el consentimiento. También aquellos que al mo mento de la entrevista presentaban dolor.
Instrumento de recolección de datos: el instrumento utilizado para la investigación fue el autotest Cisneros® (escala tipo Likert) que forma parte del test AVE©*. Éste permite definir el índice global, la intensidad y la modalidad de acoso escolar. Consta de una encuesta con 50 ítems donde el niño, niña o adolescente debe señalar con qué frecuencia sufre determinados comportamientos vinculados al acoso escolar1. Se realizó una adaptación al lenguaje local para la mejor comprensión (Anexo 1).
El cuestionario se aplicó por los investigadores durante dos instancias: en la sala de espera de policlínica de Pediatría y en la sala de internación una vez decidida el alta médica.
* Disponible en: https://convivencia.files.wordpress.com/2012/05/1-alum_cisneros_autotest.pdf
Definición de variables analizadas
Índice global de acoso escolar. Corresponde a la sumatoria de puntos obtenidos en el total del cuestionario, informando el riesgo en que los niños, niñas o adolescentes se encuentran respecto a sufrir acoso escolar. Se calcula en función de la frecuencia con la que el encuestado es sometido a determinadas conductas buscadas, siendo 50 el puntaje mínimo (nunca se enfrentó a las situaciones planteadas) y 150 el máximo (sufre muchas veces todos los ítems). A partir de esto, los autores definen tres zonas: bajo riesgo de sufrir acoso escolar de 50 a 58, riesgo moderado de 59 a 67 y alto riesgo de 68 a 150.
Intensidad de acoso escolar. Determina el grado en el que sufre acoso el encuestado. Se debe sumar un punto por cada vez que el niño, niña o adolescente respondió “muchas veces” y realizar la suma de estos. Se establecen nuevamente tres zonas: verde, de 0 a 1 (intensidad baja); amarilla, igual a 2 (intensidad media), y roja, de 3 a 50 (intensidad alta). En este trabajo se analizó la intensidad de aquellos casos con moderado y alto riesgo de sufrir acoso.
Modalidad de agresión. El autotest permite clasificar en ocho categorías la modalidad de agresión: desprecio o ridiculización, coacción, restricción de la comunicación, agresiones, intimidaciones o amenazas, exclusión - bloqueo social, hostigamiento verbal y robos.
Otras variables. Sexo, edad, índice de masa corporal. Se consideró sobrepeso, según definiciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS): score z entre +1 y +2 y obesidad si es mayor de +2. Se describió el motivo de ingreso o consulta. Se consideraron los siguientes motivos de consulta: control en salud o ingreso hospitalario por cualquier causa médico-quirúrgica o psicosocial. Dentro de los motivos psicosociales se incluyeron, según CIE-10, como “agresiones” (XX27), “trastornos del comportamiento” (F91) y “episodio depresivo” comprendido por intento de autoeliminación y lesiones autoinfringidas (F32)11.
También se indagó: asistencia a escuela pública o privada, años escolares repetidos. En este estudio, a efectos prácticos, se definió retraso escolar como repetición de un año escolar y fracaso escolar como dos o más años repetidos, no necesariamente consecutivos*.
* Según la Asociación Española de Pediatría, se define como retraso escolar aquella situación en la que un niño, niña o adolescente “no alcanza los objetivos curriculares y se produce un desequilibrio entre sus capacidades y la exigencia escolar, derivando en uno o varios suspensos”. La reiteración de estos casos deriva en el fracaso.
Se indagaron los antecedentes personales de uso de psicofármacos.
Análisis estadístico: los cuestionarios se codificaron numéricamente en orden cronológico para garantizar el anonimato y se organizaron mediante el programa Excel Windows. El análisis de los datos se realizó a través del barómetro Cisneros, herramienta proporcionada por el test utilizado, de acceso libre*. Los datos obtenidos se expresaron en frecuencias absolutas y porcentajes. La asociación entre variables se realizó mediante test de chi cuadrado, considerando un error alfa de 5%.
* Disponible en: https://convivencia.files.wordpress.com/2012/05/3-alum_cisneros_baremos.pdf
Consideraciones éticas: este trabajo fue aprobado por los comités de ética de investigación de ambas instituciones. Se solicitó el consentimiento informado a padres, madres o tutores de los niños, niñas y adolescentes seleccionados, y asentimiento de los escolares.
Resultados
Durante el período de estudio se registraron 100 niños, niñas y adolescentes de los cuales 17 fueron excluidos (4, sus familiares no otorgaron el consentimiento; 11, no dieron asentimiento; 2, presentaban dolor). Se realizaron 83 encuestas. En la (Tabla 1) se muestran las características de la población estudiada.
El índice de acoso escolar fue de bajo riesgo en 42 (51%); moderado riesgo en 9 (11%), y alto riesgo en 32 encuestados (38%).
En la (Tabla 2) se describe el índice de acoso escolar según las variables analizadas. En esta serie se encontró una asociación significativa entre el alto riesgo de sufrir acoso escolar con los ingresos por motivos psicosociales, el uso de psicofármacos y el tipo de educación (p < 0,05). No hubo diferencias significativas con respecto al índice de masa corporal (IMC).
Intensidad de acoso
De los 41 niños, niñas y adolescentes con moderado o alto riesgo de acoso, la intensidad de éste fue alta en 31 (75,5%), media en 1 (2,5%) y baja en 9 (22%).
Modalidad de la agresión
El tipo de conductas de acoso sufridas con más frecuencia correspondieron a desprecio-ridiculización (38%), hostigamiento verbal (35%) y exclusión-bloqueo social (19%). Al analizar a los que presentaron moderado y alto riesgo de acoso, las modalidades más frecuentemente presentadas fueron exclusión-bloqueo social y hostigamiento verbal en 35 (85,5%), seguido por despre cio-ridiculización en 30 (73%).
Discusión
Si bien siempre ha existido el acoso escolar, alrededor de los años 70 se comienza a dar relevancia al tema debido a las investigaciones de Heinemann y Olweus2. Es en las últimas décadas cuando la sociedad percibe la violencia, incluido el bullying, como un problema. Situaciones que antes eran catalogadas como normales o habituales de relación entre niños, niñas y adolescentes, hoy día se visualizan como situaciones que deben abordarse para ser cambiadas3.
A nivel nacional se han realizado trabajos sobre este tema principalmente en centros educativos y algunos en centros de salud. El presente estudio aplica un instrumento de screening en centros de salud públicos y privados. A pesar de sus limitaciones metodológicas, dada la forma de selección y número de muestra, así como la falta de validación del instrumento de medida en nuestro país, los resultados buscan ser útiles para contribuir a abordar esta problemática desde el área de la salud, incrementando y planificando medidas de prevención opor tunas.
En consonancia con otros estudios nacionales4,6-9, el resultado de éste muestra que casi la mitad de los niños, niñas y adolescentes encuestados sufren algún tipo de acoso moderado o severo. Esto es relevante para sensibilizar a todo el equipo de salud, jerarquizando la problemática en la asistencia diaria. Por otro lado, surge la predominancia de la violencia psicológica (exclusión-bloqueo social, hostigamiento verbal y desprecio-ridiculización), que ocupa los tres primeros lugares en frecuencia, tanto en encuestados con bajo riesgo como moderado y alto riesgo de acoso. La violencia psicológica debe siempre pesquisarse, ya que pasa generalmente inadvertida, siendo la agresión física la que con más frecuencia alarma al entorno. Esto hace que el daño sea más silencioso. En este trabajo no se indagó acerca de otros tipos de acoso como ciberbullying (manifestación del maltrato escolar en las redes sociales). En los últimos años se han modificado los tipos de relacionamiento entre compañeros incorporándose la tecnología como medio de acoso. Se trata de un fenómeno emer gente y en crecimiento3.
Si bien en esta muestra se identificó mayor riesgo de acoso en la educación pública, ingreso por causa psicosocial y uso de psicofármacos, la menor edad, el sexo femenino y el rendimiento escolar descendido también presentaron mayor porcentaje de acoso, aunque no significativo. El predominio del índice de acoso y su intensidad en niñas difiere de lo encontrado en la mayoría de los estudios. Este dato podría estar influido por la selección de la muestra4. La asociación encontrada entre el tipo de educación y riesgo de sufrir bullying podría estar sesgada por el escaso número de pacientes encuestados que concurrían a colegios priva dos. Sería interesante profundizar al respecto.
Los pediatras deben estar atentos a estas situaciones y realizar la pesquisa en cada control del niño, niña o adolescente. Deberán conocer indicadores inespecíficos que la violencia escolar ocasiona, como la dificultad o cambios en el rendimiento escolar, trastornos del sueño y de la alimentación, entre otros3,12,13. Los niños, niñas o adolescentes acosados terminan asumiendo que son culpables, que merecen ser acosados, desarrollando baja autoestima y bajo rendimiento académico. Asimismo, esto hace que se repriman socialmente fortaleciendo al acosador3. Muchos de estas repercusiones generan que se identifiquen problemas de salud mental y que exista alta prescripción de psicofármacos en estos niños. Se debe considerar que en esta muestra el consumo de psicofármacos fue significativamente mayor entre los niños con alto riesgo de acoso. No se puede determinar si esto es causa o consecuencia del hostigamiento. Numerosos estudios vinculan el bullying con los intentos de autoeliminación en adolescentes. Según cifras del Ministerio de Salud del año 2014 en Uruguay, se estima que el 19% de los intentos de autoeliminación en adolescentes están vinculados al acoso escolar, cifra que podría aumentar si no se adoptan medidas de preven ción5.
El pronóstico de un niño, niña o adolescente que sufre acoso escolar depende de varios factores. Entre ellos se destaca la intensidad del acoso, en qué fase se encuentra cuando se detecta, la duración del mismo, así como del grado de vulnerabilidad social, la fortaleza psíquica, nivel de madurez psíquico, los apegos que pueda tener (familia y amigos) el niño, niña o adolescente3. Es por este motivo que se requiere de un abordaje integral, oportuno e individualizado de cada situación. Los abordajes no deben incluir únicamente a la persona que sufre el acoso, sino que debe incluir a toda la familia, entorno, y participantes de la situación vivida14.
Conclusiones
La incidencia de alto riesgo de bullying y su intensidad es un problema preocupante de acuerdo a los resultados obtenidos en esta muestra. A través de la utilización del instrumento Cisneros se logró identificar el problema en servicios de salud. Se considera prioritario continuar realizando estudios que permitan un mejor conocimiento del problema, así como validar este instrumento a nivel nacional.