Introducción
De acuerdo a la clasificación entregada por la UNICEF (2000), es posible clasificar el fenómeno de parentalización como un tipo de negligencia emocional, ya que desde el momento en que se le otorga a un niño una tarea que excede sus capacidades físicas y/o emocionales, necesariamente el padre o cuidador está ignorando cuáles son las reales capacidades que el niño posee de acuerdo a su edad. Sin embargo a diferencia de otros tipos de negligencia o maltrato, este fenómeno tiende ser invisibilizado puesto que es un medio para mantener el equilibrio familiar. Un ejemplo de lo anterior sucede cuando un padre, por motivos de trabajo, no tiene con quien dejar a sus hijos, por tanto, el hijo mayor queda a cargo de sus hermanos. En este caso el hijo cumple funciones que le corresponden al padre, obteniendo como beneficio el ser reconocido por su labor de “ayuda” para con sus padres o cuidadores, y estos últimos también se ven beneficiados por las tareas realizadas por su hijo.
Dentro de las diversas conformaciones familiares, las familias monoparentales son más vulnerables a la presencia de este fenómeno (Jurkovic, Thirkield y Morrell, 2001; Peris y Emery, 2005; citado en Blazek, 2016), ya que es sólo un adulto quien realiza las labores que en otras estructuras familiares realizan dos o más personas, dejando una mayor probabilidad de que sean los hijos quienes adopten los roles que no están presentes en la familia. Esto resulta importante puesto que, de acuerdo con los datos obtenidos en la encuesta CASEN (2015), los hogares monoparentales nucleares corresponden al 14,5% del total de los hogares, siendo el 13% de ellos de familias con jefatura femenina y el 1,6% familias con jefatura masculina. Es por lo anterior que la investigación se centra en familias monoparentales.
El presente artículo permite determinar las posibles acciones para realizar una mejor intervención en familias con presencia de parentalización, o bien entregar luces de alerta que posibiliten la necesaria acción preventiva.
Familia, Límites, Parentalización, Subsistemas, Monoparentalidad
El concepto parentalización fue definido por Minuchin et al. por primera vez en 1967 (citado en Hooper y Wallace, 2009), implica que los padres renuncian a sus funciones, delegándolas a sus hijos o abandonando totalmente a su familia psicológica y/o físicamente. La parentalización, se entenderá como la asignación del rol parental a uno o más hijos de un sistema familiar o la asunción de ese rol por parte del hijo. Espina y Pumar (1996) señalan que que el niño intenta salir de su fase del desarrollo, pero expresa también necesidad y esperanza de cambio, asume responsabilidades prematuras dentro de la familia a costa de su propio desarrollo emocional. Desde el punto de vista sistémico, son dos los factores presentes dentro de la parentalización, el primero de ellos corresponde a pautas específicas en las que se espera que los niños satisfagan necesidades emocionales de los padres y, en segundo lugar, situaciones adicionales que provocan en el progenitor un aumento en las necesidades afectivas al no recibir apoyo del cónyuge.
Profundizando en lo anteriormente señalado, la inversión de roles entre padres e hijos de acuerdo a Espina y Pumar (1996) se da en padres con necesidades afectivas no resueltas que perciben a sus propios progenitores como crueles y/o carentes de amor. La teoría de Bowen (Rodríguez-González y Martínez, 2015), habla de la transmisión multigeneracional, siendo los problemas emocionales del sistema familiar el resultado de dicha transmisión. Por tanto, como exponen estos autores, la experiencia que tienen los padres resulta importante a considerar, sin embargo, Bowen nos permite vislumbrar la influencia de generaciones incluso anteriores a ésta.
La parentalización puede surgir en respuesta a la forma en que se encuentran delimitados los subsistemas familiares, tanto por límites rígidos en el subsistema conyugal (Gunderson, Kerr y Englund 1980, citado en Jurkovic, 1997), como por límites difusos entre el subsistema parental y los hijos (Kerig, 2005 citado en Hooper, L'Abate, Sweeney, Gianesini, Jankowski, 2013).
Es posible distinguir dos tipos de parentalización: la instrumental y la emocional. La parentalización instrumental implica que el hijo se responsabilice de las tareas de la casa como realizar las compras, la administración del hogar, cocinar, lavar, etc. (Hooper, 2007 citado en Engelhardt, 2012). Este tipo es el menos dañino de ambos, fomenta una sensación de logro y competencia cuando los padres refuerzan dichas conductas (Aldridge, 2006; Hooper, 2007 citado en Engelhardt, 2012). En cambio, la parentalización emocional requiere que el hijo actúe como un soporte emocional para los padres, que satisfaga sus necesidades psicológicas en situaciones de estrés o crisis, resultando mucho más dañino, ya que este no se encuentra preparado evolutivamente para ello (Hooper, 2007 citado en Engelhardt, 2012).
De acuerdo a la caracterización expuesta por Blazek (2016), es posible que en familias monoparentales se desarrolle el fenómeno de la parentalización (Jurkovic, Thirkield y Morrell, 2001; Peris y Emery, 2005), al igual que cuando uno o ambos padres padecen de una enfermedad crónica (Stein, Riedel & Rotheram-Borus, 2004; Duryea, 2007; Tompkins, 2007; Wallerstein, 1985) o los hermanos (Oznobishin y Kurman, 2009), entre otros.
El proceso de parentalización visto como un continuo, permite establecer que en mayor o menor medida todos se han visto expuestos a dicho proceso (Williams, 2010). Sin embargo, esto se convierte en problema en varias situaciones, a saber, cuando el niño se ve sometido a responsabilidades excesivas que sobrepasan sus capacidades de acuerdo al nivel de desarrollo en el cual se encuentra; cuando los padres o tutores son negligentes y pierden de vista lo que es mejor para él; cuando el niño no es legitimado en su rol y cuando los padres se posicionan desde un rol infantil (Mika, Bergner, y Baum, 1987 citado en Williams, 2010).
Otro de los factores a considerar y que permite diferenciar entre una parentalización con resultados negativos de una que puede ser tolerada de mejor manera por el niño, es aquella que surge de manera temporal mientras el sistema familiar se adapta a los estresores o cambios a los que se ve sometido, por ejemplo, ante un divorcio, ante el fallecimiento de uno de los miembros de la familia, etc. (Jankowski, Hooper, Sandage y Hannah, 2011).
Selvini, Boscolo, Cecchin y Prata (1991) plantean que la parentalización puede resultar funcional para un hijo, sin embargo, depende del contexto transaccional en el cual se presente, cuando los roles resultan intercambiables y no se da una asunción rígida de este, el niño puede ensayar y aprender de este rol.
Marco Empírico
Según el estudio Modelos Culturales de Crianza en Chile (Universidad de Chile, World Vision, 2018), se observa que la composición de hogar predominante es la nuclear biparental (49,9%), luego le siguen las familias extendidas (madre, padre, hijos y otros familiares, con un 16,1%), estando en tercer lugar los hogares monoparentales con jefatura femenina (14,1%). Este estudio no cuantifica los hogares monoparentales con jefatura masculina, quizá porque el porcentaje es muy pequeño en comparación al femenino. No obstante, esta investigación permite vislumbrar cómo se configuran las relaciones entre padres e hijos, incluyéndose también la relación que establecen los niños con otros adultos significativos que viven en el hogar. Es posible inferir que el cuidado de los hijos sigue estando muy ligado al género femenino, siendo la madre en primer lugar quien corrige o enseña, además de ser a quien los niños acuden cuando tienen un problema o se sienten tristes. En el 42,4% de la muestra, la madre es tanto quien disciplina como quien contiene afectivamente; 13,2% señaló que fue su padre quien corregía y su madre quien los contenía; para el 11,7% la mamá cumple el rol de disciplinar y el padre de acoger; y en el 11% de los casos la mamá disciplina y no tienen a nadie que les entregue contención afectiva. Es importante destacar que esta última configuración puede estar evidenciando parentalización, ya que esta no solo se da cuando el niño debe contener a otros miembros de la familia, sino también cuando debe contenerse a sí mismo. En las familias monoparentales con jefatura femenina, la configuración de madre que disciplina y nadie contiene, aumenta a un 15,6% lo cual se condice con los estudios realizados acerca de la parentalización que concluyen que uno de los factores que intervienen en este proceso es la monoparentalidad.
Como se había mencionado, en Panorama CASEN. Hogares y Bienestar: Análisis de cambio en la estructura familiar (2015). del total de hogares en Chile, el 14,5% corresponde a hogares monoparentales, siendo el 13% de hogares con jefatura femenina y un 1,5% de hogares con jefatura masculina.
Respecto a la zona demográfica a la cual pertenecen las familias estudiadas, el CENSO (Instituto Nacional de Estadísticas (INE) 2017) señala que en la región de Ñuble existen 21.924 hogares nucleares monoparentales los que representan el 13,4% del total de hogares de la región.
Material y Método
El paradigma desde el cual se desarrolla esta investigación es el fenomenológico, el cual entiende que el conocimiento es un proceso de pura inmanencia. El objetivo de los estudios fenomenológicos es lograr comprender de la mejor manera posible las vivencias de las personas investigadas, abarcando cuatro factores esenciales para ello: la temporalidad, la espacialidad, la corporalidad y la comunalidad. Todo esto ubica al individuo en un contexto que explica y contiene la conducta, la cual cobra sentido sólo en relación con este contexto (Álvarez, 2003).
El enfoque utilizado corresponde a un estudio cualitativo, estuvo centrada “en la comprensión de una realidad considerada desde sus aspectos particulares como fruto de un proceso histórico de construcción y vista a partir de la lógica y el sentir de sus protagonistas, es decir desde una perspectiva interna” (Pérez, 2001; citado en Quintana y Montgomery, 2006. p. 48). Se utilizó el diseño de rombo o diamante, el cual permite realizar tanto un proceso analítico como sintético. El diseño de la investigación es flexible, no experimental y de corte transversal, puesto que los datos recolectados corresponden a un período de tiempo fijo. Como técnica de recolección de información se utilizó la entrevista semiestructurada, la cual se caracteriza por tener un listado de temas o preguntas a abordar que son introducidos de forma aleatoria y a modo de conversación (Corbetta, 2007).
La muestra estuvo compuesta por 4 familias monoparentales con jefatura femenina y con al menos uno de los hijos menor de 18 años, todas ellas residentes de la ciudad de Chillán, Chile. Las participantes de la investigación fueron contactadas a través del Centro Psicosocial de Chillán, una institución que depende de la Universidad del Bío Bío y que presta el servicio de atención psicológica de forma gratuita.
En primer lugar se realizó una entrevista preliminar con la jefa de hogar con el fin de descartar familias no parentalizadas y recabar información acerca del genograma. Luego se efectuó una entrevista semiestructurada con una duración de una hora en promedio, en la cual se indagaron las características de la dinámica familiar. Para triangular la información obtenida, se procedió a una entrevista abierta con un informante clave. Terminada esta etapa, se ejecutó el análisis de datos como se describe a continuación.
Análisis de datos, criterios éticos y de calidad
Se utilizó el análisis de contenido, el cual se caracteriza por ser una “aproximación empírica, de análisis metodológicamente controlado de textos al interior de sus contextos de comunicación, siguiendo reglas analíticas de contenido y modelos paso a paso, sin cuantificación de por medio” (Mayring, 2000 citado en Cáceres, 2003, p. 56).
Como fue mencionado antes, se utilizó el diseño de rombo o diamante. Para lo cual primero fue necesario realizar una deconstrucción del objeto de estudio mediante una revisión de la bibliografía disponible, posteriormente se generó el marco referencial el cual sirvió de guía para la operacionalidad del fenómeno a estudiar, es decir, “la definición de los instrumentos, la identificación de las unidades que serán observadas y los atributos de las unidades de análisis” (Henríquez y Barriga, 2005, p. 165).
La construcción operacional, se encuentra entre el desarrollo del análisis antes expuesto y la fase sintética. En el caso de esta investigación se utilizó la codificación como una forma de transformar la información en datos, todo esto considerando los constructos que se encuentran en el marco referencial, a la vez que se incluyen códigos emergentes de las experiencias recabadas. Luego de realizar lo antes expuesto se relacionaron y ordenaron los códigos para volver a construir el objeto antes deconstruido (Henríquez y Barriga, 2005).
La última fase incluyó el proceso sintético propiamente tal, el cual implicó realizar una interpretación de los datos obtenidos, guiados por el marco referencial, para cumplir con los objetivos propuestos de la investigación, que en este caso fueron conocer, identificar, indagar y describir (Henríquez y Barriga, 2005).
Los criterios de calidad se resguardaron mediante la triangulación entre investigadores, triangulación de teoría, el juicio crítico del docente guía, además del uso de la técnica verbal “clarificación” durante la aplicación de entrevistas, para ir verificando que la comprensión de los investigadores sobre lo que está expresando el entrevistado corresponde a lo que él quiere decir. A su vez, el criterio de dependencia se evidencia en las auditorías con el profesor supervisor de tesis, para garantizar que el proceso de investigación estuviera siendo llevado a cabo de manera adecuada.
Respecto a los criterios éticos, de acuerdo con lo expuesto por González (2002), esta investigación presenta valor clínico y social, pues contribuye a deconstruir los prejuicios sobre las familias con parentalización infantil, dar una mirada más comprensiva sobre este fenómeno, además de generar un espacio de aprendizaje y desarrollo sobre competencias parentales para los padres de estas familias. La validez científica viene dada por la realización de un proyecto de manera adecuada, que contó con supervisión interna y externa en cada etapa de este proceso, además, los participantes fueron elegidos equitativamente mediante los métodos descritos en la metodología. Una vez obtenidos los resultados de la investigación, se efectuó una psicoeducación sobre parentalización y etapas del desarrollo evolutivo a cada una de las madres entrevistadas. Todo lo anterior, se resguardó mediante la redacción y firma del consentimiento informado.
Resultados
A continuación se exponen los resultados particulares de las 4 familias estudiadas, condensados en tablas resumen, donde se encuentran los temas y subtemas de investigación y en cada uno de ellos las dimensiones a priori y a posteriori correspondientes, a estas últimas se les antepone las siglas DE. de Dimensión Emergente, y corresponden a dimensiones específicas de la familia en cuestión.
Familia 1
La familia Nº 1 está compuesta por la madre y sus dos hijos, D. (18 años) y J.P. (7 años). Los ingresos de la familia provienen del trabajo formal de la jefa de hogar y de actividades extralaborales que ella realiza, por esta razón el tiempo que la madre permanece en el hogar es escaso. (Figura 1).
Familia 2
La familia Nº 2 está compuesta por la madre y sus tres hijos, F. (26 años), V. (18 años) y C. (10 años). Los ingresos que la familia percibe provienen de las pensiones que recibe la madre por sus hijos, incluida la pensión de invalidez de F. quien presenta un Déficit Intelectual Moderado (Figura 2).
Familia 3
La familia Nº 3 está compuesta por la madre y su hija, L. (6 años), a pesar de que la madre refiere convivir con su pareja y su hermano, sin embargo, estas personas no asumen el cuidado de L. en ningún momento. Por otra parte, la madre no refiere de dónde provienen los recursos económicos del hogar, actualmente lleva un mes y medio de cesantía (Figura 3).
Familia 4
La familia Nº 4 está compuesta por la madre y sus dos hijas, C. (14 años) y R. (11 años). El ingreso económico proviene del trabajo de la madre (Técnico en enfermería) (Figura 4).
Es necesario aclarar que debido a la cantidad de familias estudiadas, y siendo coherentes con las características de una investigación de carácter fenomenológico, los resultados obtenidos en el estudio y que se encuentran resumidos en este artículo, responden únicamente a las familias estudiadas y sus características particulares por lo que no son generalizables ni representativos de ningún otro grupo ajeno a las mismas.
Conclusiones
El proceso de parentalización responde a las necesidades específicas de cada sistema familiar, lo que sugiere que la emergencia de un tipo en específico de parentalización estará mediado principalmente por las características de las necesidades particulares de cada familia, así como del estilo de crianza y competencias parentales. Por tanto, se puede concluir lo siguiente:
Para la familia Nº1, la parentalización es un fenómeno que brinda equilibrio familiar, haciendo que los hijos asuman las tareas que la madre no puede realizar dentro del hogar o para con los mismos hijos. Esto permite a la madre focalizarse en otras tareas relevantes para el sistema, como la adquisición de mayores ingresos económicos. La parentalización surge como respuesta a la falta de redes de apoyo a las cuales recurrir tanto a nivel instrumental como emocional, por esta razón el tipo de parentalización que se evidencia en esta familia corresponde a un tipo mixta. Dicha parentalización surge en respuesta a una complementariedad de roles, donde la madre ocupa el rol de “proveedora” y la hija ocupa el rol de “madre - dueña de casa”. Esto se condice con lo planteado en el modelo estructural, que propone que entre los miembros de la familia se dan roles complementarios y que surgen en respuesta a las pautas transaccionales, que tiene que ver con las expectativas y demandas existentes entre ellos (Moreno, 2015)
En el caso de la familia Nº2, se observa una parentalización emocional e instrumental, las que pueden ser apreciadas tanto en las exigencias como en las expectativas que la jefa de hogar mantiene sobre sus hijas, lo que en el ámbito emocional se traduce en el apoyo que ella considera debe brindarles. El fenómeno viene a satisfacer la falta de redes de apoyo con las que cuenta la familia, situación que es señalada por Barudy (2009) como un factor relevante al momento de desarrollar parentalización en las familias, ya que todos los problemas deben ser resueltos dentro del sistema familiar, lo que en el caso de familias monoparentales con límites difusos, implica una mayor participación de los hijos en estas soluciones.
En cuanto a la familia Nº3, se evidencia una parentalizacion de tipo emocional, dado que la madre espera que su hija sea quien se contenga emocionalmente, entregándole así más tiempo para desempeñar otras labores. Por otro lado, en este caso particular se observa que la madre (parentalizada en su infancia) repite este proceso en la crianza de su hija, lo que denominaremos como parentalización secundaria, término propuesto para referirse al fenómeno que cumple con las características de la parentalización, mas no responde a ninguna necesidad actual del sistema familiar, sino que es la repetición de las pautas de crianza empleadas en la familia de origen de los padres, lo que en el caso de las familias monoparentales parece ser más sencillo que aparezca, ya que, solo se cuenta con un punto de vista respecto de los estilos de crianza.
Finalmente, en el caso de la familia Nº4, se observa una parentalización emocional, que surge debido al divorcio conflictivo en el cual terminó la relación matrimonial y al trastorno depresivo que sufre la jefa de hogar en la actualidad, lo que se relaciona con lo mencionado por Hooper (2007, 91 citado en Engelhardt, 2012), respecto al surgimiento de la parentalización emocional para entregar un soporte emocional para los padres para satisfacer sus necesidades psicológicas en situaciones de estrés o crisis. En este sentido, la parentalización emocional contribuye al sistema familiar pues le permite a la madre satisfacer la necesidad de contención que tiene frente a los conflictos que mantiene con su exesposo y frente a los síntomas propios del trastorno depresivo, situación que se ve agravada por la escasez en las redes de apoyo de las que dispone.
A raíz de los resultados expuestos y las conclusiones que se desprenden de estos, se puede extraer que la parentalización es un proceso que, si bien responde a diferentes orígenes; crisis normativas o no normativas, historia familiar, entre otras; siempre resulta en un medio para el equilibrio familiar. Debido a que el sistema se beneficia de esto, tiende a invisibilizar el fenómeno, aun cuando hay casos en los que pueda resultar patológico y perjudicial para el correcto desarrollo de los hijos, quienes deben sacrificarse para la funcionalidad del sistema.
Recomendaciones para futuras investigaciones
• Integrar a los hijos en la investigación, puesto que a través de su testimonio se puede acceder a la manera en cómo perciben y les afecta la parentalización, con el objetivo de tener una visión panorámica de todo el sistema familiar.
• Incluir a familias monoparentales con jefatura masculina, para estudiar las diferencias que pudiesen presentarse entre estas y las que poseen jefatura femenina.
• Trabajar con una muestra más amplia con el objetivo de tener la oportunidad de generalizar los resultados.