Introducción
El 90% de los dueños de mascotas las consideran miembros de sus familias (e.g., Cain, 1985; Cohen, 2002) y tienden espontáneamente a incluirlas cuando se les pide que completen un diagrama familiar (Charles, Davies, & Harris, 2008). A esta configuración familiar se ha hecho referencia como familia más-que-humana, multiespecies o humano-animal (Díaz Videla, 2017).
Conversaciones sobre las mascotas de los clientes pueden mejorar la comunicación, fortalecer la alianza terapéutica y revelar información clínica significativa (Hodgson, Darling, Freeman, & Monavvari, 2017). Si bien la solicitud de incorporación de los animales de compañía en un diagrama familiar genera entusiasmo en los custodios (Hodgson, Darling, Monavvari, & Freeman, 2018), la misma es bastante reciente. En sus comienzos, el trazado de la estructura familiar del genograma se limitaba a “la construcción de figuras que representan personas y líneas que describen sus relaciones” biológicas o legales (McGoldrick & Gerson, 1985, p.25).
Sin embargo, algunos clínicos ya habían destacado que, en la medida en que las personas consideraban a sus animales como miembros de sus familias, estos debían incluirse al representar gráficamente la estructura familiar; sobre todo, en el trabajo con niños. Por ejemplo, Davis, Geikie y Schamess (1988), realizaron una investigación en la que solicitaron a un grupo de niños de alrededor de 10 años, construir un genograma de su estructura familiar. Observaron que por iniciativa propia los niños tendían a desarrollar nuevos símbolos para poder incluir a sus mascotas en los diagramas familiares.
La primera formalización de los animales de compañía en el genograma se le atribuye a McGoldrick, Gerson y Petry (2008), quienes destacaron la importancia de incorporar a las mascotas aun siendo que estas no estuvieran físicamente presentes en el consultorio. Para los autores, esa información podía revelar el significado y la importancia del vínculo, implicación, preocupaciones o conflictos sobre la mascota, enfermedad del animal y su muerte; el rol del animal en las relaciones de pareja y familiares, así como discusiones metafóricas sobre las mascotas que pueden facilitar la expresión de emociones complejas.
De ahí en adelante, McGoldrick no ha dejado de destacar la relevancia de representar en el genograma no solo las conexiones de parentesco biológicas y legales, sino también otras más informales que incluyen amigos, compañeros de trabajo y, por supuesto, mascotas (e.g., McGoldrick, 2016). Sin embargo, no resulta claro en qué medida se propone incorporar al animal como un miembro legítimo de la familia, y en qué medida, la mascota queda relegada a una suerte de proyección de atribuciones humanas y expresiones metafóricas. En esta misma línea, por ejemplo, García (2015) también destacó la utilidad de incluir a las mascotas en el genograma familiar en tanto componentes metafóricos del sistema familiar, entre los que también incluía las actividades artísticas y los juegos. Estos claramente no tienen capacidad de desarrollar un vínculo bidireccional, ni cuentan con accionar autónomo, por lo que no resulta consistente su equiparación.
Si bien la incorporación de los animales en el genograma no ha sido claramente estructurada, es indiscutible en la actualidad su legitimidad como integrantes de las familias y, por consiguiente, su utilidad de incluirlos en los mapas gráficos que los clínicos realizamos sobre estas (ver Figura 1). Al incorporar a los animales de compañía al genograma, los participantes en la terapia familiar pueden expresar su parecer acerca de las estructuras familiares trans-especies, favoreciendo la co-construcción de narrativas que (re)interpretan las dinámicas familiares a la luz de relaciones y afiliaciones que se desarrollan dentro de la familia, pero que a su vez se extienden más allá de lo humano (Herman, 2018).
Los animales de compañía también fueron contemplados por las herramientas informáticas que permiten la confección de genogramas o representaciones de árboles genealógicos (ver Metcalf, 2011). La forma gráfica que se le ha dado a las mascotas corresponde al diamante o rombo, y su ubicación en la estructura sería similar a la de los hijos. Si bien este símbolo había sido propuesto para personas de género no especificado (e.g., Bennett et al., 1995; Bennett, French, Resta, & Doyle, 2008), es frecuente que estas personas se representen con un signo de pregunta cerrado (ver Figura 2).
Los datos sobre los animales que mayormente se han sugerido considerar consisten en su especie y raza, edad, edad a la que fue adquirido, y fechas como la pérdida de una mascota u otros estresores relacionados. Además, pueden consignarse enfermedades del animal, el rol de este en las relaciones de pareja y familia (e.g., alianzas, conflictos, triángulos, pérdidas), y el rol de los animales en el afrontamiento de adversidades (Johnson & Bruneau, 2019; Walsh, 2009).
Hodgson y Darling (2011) han buscado mayor especificidad en la inclusión de animales en el genograma. Las autoras han rechazado utilizar el rombo como único símbolo, creando símbolos específicos para cada clase de animal de compañía (ver Figura 3), junto a los cuales puede consignarse el sexo, la raza y la edad del animal. En esta propuesta, los símbolos no resultan universales y no se explicitan la ubicación gráfica y el conector utilizado para ligarlos. Cuando las personas cuentan con múltiples ejemplares de una misma especie, solo representarían una especie y sobre esta, consignarían la cantidad (ver Figura 4). Adicionalmente, las autoras proponen consignar la calidad de la relación con los animales a partir de cambiar el tipo de línea conectora: intensa, fusionada, conflictiva o interrumpida.
Resumiendo, si bien en la actualidad se reconoce el rol de las mascotas en las familias, las propuestas de inclusión de estas en el genograma familiar no resultan exhaustivas y carecen de suficiente sistematicidad.
La propuesta: el genograma más que humano
Crear un genograma supone tres niveles: (1) el trazado de la estructura familiar; (2) el registro de la información familiar, y (3) el delineado de las relaciones familiares (Ceberio 2005; McGoldrick & Gerson, 1985). Abordaremos cada uno de estos aspectos, y finalizaremos con una propuesta de incorporación de los animales en los talleres terapéuticos que se despliegan en torno a la confección de genogramas y actividades ligadas a este.
Las mascotas en el trazado de la estructura familiar. ¿Cómo representar los animales en el genograma?
La incorporación de perros y gatos de compañía resulta marcadamente más frecuente que la incorporación de otras especies animales. En tanto los hogares con mascotas cuentan mayormente con una sola especie animal (European Pet Food Industry Federation (FEDIAF), 2017), la discriminación gráfica de las especies resultará en muchos casos impráctica.
En hogares que cuenten con una única clase de mascota, consideramos la utilización gráfica del rombo para su representación gráfica. Esta forma geométrica es sencilla y universal, en tanto no se encuentra ligada a las culturas o idiomas como sucede con las letras. El dibujo del rombo deberá estar acompañado necesariamente de la especie animal y su edad.
La conexión de esta figura con el resto de la configuración familiar dependerá del tipo de estructura familiar a la que sea incorporada. Su ubicación se hará en una disposición inferior al custodio, con conectores similares a los utilizados para los hijos, buscando diferenciar espacialmente la jerarquía entre hijos y animales de compañía.
Cuando la mascota sea integrada a una estructura familiar con un único adulto a cargo, el animal se ligará a este a partir de una línea descendente directamente desde la figura humana como sucede en el caso de uniparentalidad. Esta línea, además, será puntuada, como en el caso de los hijos de crianza. En el caso de que ese custodio adulto cuente además con hijos, estos compartirán parcialmente la línea conectora descendente con la mascota, diferenciándose en la altura, la cual será levemente más extensa para el animal, culminando como línea punteada (ver Figura 5). Algo similar sucederá cuando ese animal dependa de un único custodio adulto, aunque este se encuentre en una situación de pareja. Así, en situaciones donde el animal haya sido incorporado por decisión unilateral (e.g., porque fue previo a la formación de la pareja, la pareja lo rechaza o no lo reconoce como propio), la conexión vincular deberá hacerse al custodio de origen.
Cuando la incorporación del animal haya dependido de una decisión que implique a ambos miembros de una pareja, la línea punteada descendente hacia el rombo partirá de la unión de pareja. En caso en que la pareja cuente con hijos, el conector descendente deberá ser levemente más extenso para diferenciar los niveles de ambos (ver Figura 6).
Cuando se cuente con más de un animal de compañía en un mismo tipo de estilo relacional con sus custodios, se utilizará una única línea punteada descendente desde el custodio o unión de pareja, la cual luego dará lugar a una línea horizontal desde la que descenderán las líneas individuales de cada animal (ver Figura 7). Los eventuales vínculos de consanguineidad entre estos animales (e.g., un animal es hijo de otro, dos animales son crías nacidas en una misma camada) o bien cuando hay una pareja de macho y hembra de una misma especie, serán omitidos gráficamente. Aunque si se considera relevante, dicha información deberá registrarse dentro de la información familiar.
Cuando se cuente con más de cinco animales de una misma especie, en un mismo estilo relacional familiar, se registrará un único rombo para la especie y sobre el mismo, se consignará el número con la cantidad de animales. En caso de corresponder, se consignarán todos los nombres y edades de los animales debajo del rombo, las cuales ocasionalmente, pueden consignarse en un rango. El orden de los animales, de izquierda a derecha, se establecerá de acuerdo con mayor tiempo de convivencia (ver Figura 8).
Cuando en el genograma familiar debamos consignar más de tres especies diferentes de animales de compañía, o bien, cuando el control zoonótico sea un elemento central de la evaluación (e.g., evaluaciones de salubridad) proponemos la incorporación de variaciones en el símbolo para cada especie. Dadas las frecuencias de tenencia en cultura occidental, y las agrupaciones realizadas frecuentemente de acuerdo con el tipo de interacción (e.g., FEDIAF, 2017; Global GfK Survey, 2016), la clasificación que realizaremos será: gatos, perros, aves, peces, mamíferos pequeños (e.g., conejos, roedores, hurones), reptiles (e.g., tortugas, serpientes, iguanas) y otros (ver Figura 9).
Cuando haya habido una muerte de un animal de compañía, su símbolo se cruzará con dos líneas como se realiza en el caso de las muertes de humanos.
Finalmente, las mascotas también quedarán dentro de la línea de puntos que encierra a todos aquellos miembros de la familia que comparten el hogar.
Registro de la información de la mascota. ¿Qué datos de los animales incluir?
Claramente, las relaciones humano-animal no están influidas por los mismos factores socioculturales que las relaciones entre humanos, por lo que homologar la misma información puede resultar improductivo. Algunos estudios han investigado cuáles son las características de los animales que más influyen en la calidad de la relación humano-animal de compañía; mayormente, en perros. Por ejemplo, los animales castrados eran menos destructivos, los perros mestizos manifestaban más comportamientos problemáticos, y los perros pequeños resultaban más desobedientes (Bennett & Rohlf, 2007). Además, en los hogares donde había más de un perro, los custodios tendían a percibirse emocionalmente más próximos a estos (Meyer & Forkman, 2014). Otro estudio mostró que la pertenencia del perro a una raza definida o no, su sexo y su estado reproductivo tenían escaza o nula influencia, la edad de los perros se asoció negativamente con la intensidad interactiva, beneficios y costos percibidos. El tamaño de los perros también se asoció a mayores beneficios percibidos y a mayor voluntad para adaptarse al perro, pero no con la percepción de costos (Díaz Videla & Olarte, 2017).
Así, destacamos necesario incluir en el genograma el tamaño del animal cuando este puede ser variable de acuerdo con el tipo (e.g., en perros y reptiles), su edad y el tiempo de tenencia de este (cuando haya discrepancias entre uno y otro), además de su nombre y su especie, cuando esta no haya sido gráficamente identificada (ver Figura 10). Adicionalmente, el clínico puede complementar con cualquier otra información que considere relevante en cuando a la singularidad de ese sistema familiar.
Las mascotas en las relaciones familiares: Evaluación y representación gráfica
El nivel del trazado de las relaciones entre los miembros de la familia es el de mayor deducción durante la construcción del genograma. Las caracterizaciones se basan tanto en lo que los miembros de la familia informan como en lo que el clínico observa directamente. Se utilizan distintos tipos de líneas para simbolizar los diferentes tipos de relaciones entre dos miembros de la familia (McGoldrick & Gerson, 1985), y estos pueden ser aplicados a las díadas humano-animal (ver Figura 11).
Cuando las pautas vinculares resulten demasiado complejas, se recomienda representarlas en un genograma a parte (McGoldrick & Gerson, 1985). Así, siguiendo con el caso antes planteado, ejemplificamos la representación de los tipos de relación en la Figura 12.
Durante la evaluación clínica, previo a realizar preguntas sobre la mascota, se recomienda destacar la relevancia de estos animales para comprender y resolver problemas familiares (Walsh, 2009). El clínico puede valerse de la observación directa para situar al animal en el sistema familiar, o bien puede hacerlo mediante preguntas sobre la ubicación física del animal en el ambiente individual o familiar. Por ejemplo, dónde come, duerme o pasa la mayor parte del tiempo el animal se correlaciona con su rol en el sistema (MacNamara & Moga, 2014).
Particularmente durante la confección del genograma, resultará de interés indagar sobre los sentimientos de cada integrante de la familia hacia el animal (Johnson & Bruneau, 2019). Otros elementos para indagar incluyen la realización cotidiana de actividades con el animal; preocupaciones y conflictos; enfermedades, pérdidas o muertes de animales recientes o esperadas; y el rol del animal en las relaciones, por ejemplo, en la conformación de triángulos o alianzas (Walsh, 2009).
Además, resulta conveniente indagar acerca de qué cosas hace el animal y cómo contribuye su presencia o ausencia a los procesos familiares, sirve para evaluar la función que el animal cumple en el sistema familiar. Asimismo, puede preguntarse: ¿Quién tiene la responsabilidad del cuidado del animal? ¿Hasta qué punto son considerados en las decisiones y transiciones familiares? Esto permite evaluar las dinámicas familiares relacionadas con la estabilidad, las expectativas y las reglas familiares, y el lugar del animal en estas (MacNamara & Moga, 2014).
Otro aspecto significativo para indagar es si el animal fue comprado o adoptado, y en este último caso, en qué contexto. Se ha destacado que las motivaciones para rescatar animales abusados o abandonados frecuentemente se asocian con dificultades pasadas de los humanos y con el deseo de amar, salvar o cuidar de otros (Johnson & Bruneau, 2019).
Recomendamos mantener la escritura de palabras dentro del genograma lo más acotada posible (i.e., nombre, especie, tamaño, edad/tiempo de tenencia), pero aconsejamos no limitarse en las indagaciones sobre la cuestión, pudiendo registrarlas en el lateral de la hoja o en hoja aparte.
Finalmente, es importante que los clínicos puedan revisar sus propias actitudes con respecto a la importancia de las mascotas, para que puedan ser sensibles al significado que tiene este vínculo único para cada cliente (Walsh, 2009). En este sentido, los ejercicios en torno a los animales de compañía, propuestos en el siguiente apartado, pueden también ser utilizados por los clínicos para trabajar su propia implicación, prejuicios y preconceptos sobre la cuestión.
Ejercicios para taller de genograma: El subsistema custodio-mascota
En el libro Quién soy y de dónde vengo (Ceberio, 2005), se desarrolla un modelo terapéutico del genograma para aplicar grupalmente en un taller, de duración variable. Este puede ser aplicado con personas dentro de una misma etapa del ciclo evolutivo o no, y acepta la posibilidad de desarrollarse en grupos pequeños o numerosos. El taller busca explorar la historia de las relaciones familiares con el objetivo de concienciar las resonancias y ecos internos de los modelos relacionales de los participantes, sus figuras identificatorias, patrones y mandatos, así como el trabajo por los distintos subsistemas familiares (i.e., pareja de padres, hermanos, abuelos, tíos, etc.).
Siguiendo la misma línea de este taller, nos proponemos anexar una serie de ejercicios para que los participantes puedan incorporar el trabajo acerca del subsistema conformado por el animal de compañía y sus custodios dentro del sistema familiar. (Cuadro)
Conclusiones
Al realizar una evaluación clínica, se ha aconsejado la implementación de herramientas como el genograma, el cual funciona como un organizador terapéutico que resume la información y simplifica la complejidad de los vínculos familiares. Si bien esta herramienta originalmente solo consideraba a los miembros humanos en las familias, el marcado reconocimiento de las mascotas como integrantes de estas ha demandado a los clínicos mayor flexibilidad para incorporar a estos animales en la confección del genograma.
En el proceso de construcción del genograma, los pacientes proyectan su vida en los afectos, los vínculos, en su historia, en su emocionalidad y reflexiones. Les resulta más sencillo hablar del gráfico, puesto que resulta una externalización de su vida colocada en concreto en un dibujo. Por lo tanto, es tan importante el contenido como el proceso de construcción. Si en un genograma se vuelca una narrativa vincular y con ello las emociones y afectos, dada la relevancia que alcanzan las mascotas en la vida de las personas en la actualidad, consideramos indispensable incorporarlas al diseño y acoplar los datos que se proporcionan de este lazo emocional de tanta valía.
Las interacciones humano-animal en el seno de las dinámicas familiares pueden ser muy diversas. Sean cuales fueren, destacar estas interacciones en las evaluaciones clínicas, nos permite recuperar una información valiosa sobre el mundo relacional y afectivo del paciente, y su sistema familiar. Esta posibilidad, hasta hace relativamente poco, había sido dejada de lado en los genogramas. Destacamos, así, no solo la importancia de incluir mascotas en la confección del genograma, sino, además, considerarlas en la indagación en las entrevistas psicoterapéuticas, laborales y vocacionales.
Una pareja habla de sus “hijos” en consulta, refiriéndose a dos perros callejeros hermosísimos que adoptaron, y sacan su celular para mostrar su foto; una señora viuda, muestra del mismo modo a su gato siamés, que la acompaña mientras mira televisión o toca el piano; un matrimonio con hijos mayores, incorporaron a sus mascotas en el nido vacío reajustándose a esta nueva etapa; un señor que vive solo y enseña a cantar a sus canarios; dos pequeños hermanos que cuidan a sus cinco peces multicolores y se relajan de su hiperkinesis.
Incluir una evaluación centrada en la funcionalidad de las mascotas puede resultar de vital importancia; al ignorarla puede perderse información vinculada con diversos juegos relacionales, alianzas, coaliciones y demás triángulos. De este modo, por ejemplo, una persona puede negarse a una internación clínica por no estar convencida respecto de la seguridad y cuidados que reciba el animal en su ausencia. O bien, una persona mayor puede negarse a vivir en una residencia u hogar de asistencia en tanto debiera deshacerse de sus animales.
Tanto como vehículo de indagación, como organizador del material clínico, como intervención en sí misma, o bien como ejercicio dentro de la realización de un taller, el genograma se configura como un modo de trabajo ligado al contexto y la vida relacional y afectiva de los pacientes, donde los animales de compañía se han ubicado en un lugar central.