1. Introducción
La revuelta popular inaugurada en octubre de 2019 demostró la profundidad de las transformaciones culturales en la sociedad chilena, hacia tendencias más liberales en lo moral y más estatistas en materia de derechos sociales. Asimismo, la apertura de un proceso constituyente formal evidenció el multitudinario deseo de provocar cambios estructurales y superar definitivamente las múltiples desigualdades. Si bien este tipo de posturas han calado en algunos sectores al interior de los partidos de la centroderecha (Alenda, Gartenlaub y Fischer, 2020a; Alenda, Le Foulon y del Hoyo, 2020b; Alenda, Le Foulon y Suárez-Cao, 2019, 2020c; Alenda, Suárez-Cao y Le Foulon, 2020d), esto no se extiende a la totalidad de la coalición Chile Vamos, identificándose tendencias que niegan firmemente la apertura liberal, en lo moral, y redistributiva, en lo social, apostando por revertir la tendencia centrista (Rovira, 2019, 2020).
En el contexto actual, marcado por el éxito de la opción apruebo en el plebiscito de entrada del proceso constituyente1, y por la crisis sanitaria y económica desprendida de la pandemia por covid-19, la histórica tensión entre moderación y radicalidad en el sector de la centroderecha parece agravarse. El objetivo de este artículo es examinar elementos ideológicos y simbólicos característicos del reciente Partido Republicano (pr) de Chile, sobre el supuesto que, desde fuera de la coalición de centroderecha, este partido representa una nueva derecha de corte radical y populista, que pretende reinstalar en la sociedad chilena medidas conservadoras, como el modelo hegemónico de familia o la negación de derechos sexuales y reproductivos, y otras medidas autoritarias, nativistas y ultraliberales económicas, desafiando el reordenamiento de las fuerzas políticas.
Los orígenes del pr se remontan a la candidatura presidencial independiente de José Antonio Kast en 2017, quien renunció a las elecciones primarias de Chile Vamos como forma de protesta contra el sector. Tras obtener el 7,93 % de los sufragios en la primera vuelta (Servicio Electoral de Chile, 2020a), en abril de 2018 fundó el movimiento político-social Acción Republicana, actual base social del partido. En junio de 2019, el partido fue inscrito sobre una declaración de principios radicalmente tradicional en su concepción de sociedad: conservadores en temas morales; en defensa del libre mercado; y propulsora de la subsidiariedad -focalizada- como relación ideal entre los individuos y el Estado (Partido Republicano de Chile, 2019). Sin embargo, su tradición ideológica no es nueva en Chile, posee una cercanía doctrinaria con el gremialismo y con la Unión Demócrata Independiente (udi), el partido de vanguardia conservadora más exitoso de la transición, en el que militaron muchos de los actuales dirigentes y afiliados del pr. Actualmente, el pr está constituido en nueve regiones, concentrándose en la zona centro-sur del país con un total de 16.280 afiliados (Servicio Electoral de Chile, 2020b).2 Entre sus fundadores destaca José Antonio Kast (jak), actual presidente del partido; Ignacio Urrutia3, único parlamentario; el exdiputado Rojo Edwards4, cabeza del centro de pensamiento Ideas Republicanas; y el académico Gonzalo Rojas5, socio fundador del Foro Republicano.
En la siguiente sección, profundizaremos en torno a las renovaciones del sector de la centroderecha y las corrientes en disputa; posteriormente, expondremos conceptos relevantes sobre las derechas radicales populistas para enmarcar nuestra discusión sobre el pr. Luego, analizamos algunos aspectos ideológicos y simbólicos considerando entrevistas a dirigentes jóvenes del partido. Finalmente concluimos con un resumen de las discusiones, que sugiere una posible renaturalización de posturas elitistas y la legitimación de la ideología populista.
2. Renovaciones del ideario de la centroderecha
Las recientes renovaciones del ideario de centroderecha se inscriben en un escenario postransicional, caracterizado por el agotamiento de la fisura autoritarismo/democracia (Agüero, Tironi, Valenzuela, y Sunkel, 1998; Valenzuela, 1995), clivaje que dividió el sistema político en dos bloques estables de centroizquierda y centroderecha, a partir del plebiscito de salida de la dictadura en 1988 hasta veinte años después (Bonilla, Carlin, Love, y Silva, 2011). En la centroizquierda, la Concertación de Partidos por la Democracia, que gobernó ininterrumpidamente hasta 2010, agrupó los partidos opositores a la dictadura, a excepción del Partido Comunista y el Humanista. Por la derecha, la Alianza por Chile, reunió a los partidos defensores del modelo neoliberal y de la dictadura, Renovación Nacional (rn) y Unión Demócrata Independiente (udi), este último, estandarte de la nueva derecha transicional, un partido cuya cultura institucional disciplinada le permitió desarrollar un exitoso despliegue territorial y electoral (Joignat y Navia, 2003) dando continuidad al proyecto económico y cultural conservador de herencia dictatorial (Valdivia, 2016).
A mediados de los 2000, el creciente deterioro de la credibilidad del sistema político, la disminución en la participación electoral y la baja identificación partidaria (Luna y Altman, 2011; Luna y Rosenblatt, 2012; Siavelis, 2009), revelaron una crisis sin retorno del pacto transicional de la democracia de los acuerdos. En efecto, deudas democráticas -institucionales e informales- como la intocabilidad del modelo económico neoliberal; sistema electoral binominal y la constitución política, ambos legados dictatoriales; la cultura electoral movida por el cuoteo6 y el control elitista de las candidaturas, se tornaron enclaves transicionales que impiden la consolidación de una democracia de calidad (Siavelis, 2009). Sobre este escenario, los movimientos estudiantiles de 2006 y 2011 fueron clave en la politización de la desigualdad, del lucro y de la falta de derechos sociales como grietas democráticas (Aguirre y García, 2015). Posteriormente, movimientos ambientalistas y territoriales, visibilizaron nuevos conflictos, como la acumulación por desposesión y la incompatibilidad del buen vivir con el extractivismo (Panez-Pinto, Faúndez-Vergara, y Mansilla-Quiñones, 2017). En 2018, la irrupción de una tercera ola feminista profundizó las tensiones a nivel simbólico, reivindicando derechos sexuales y reproductivos, y la mayor representatividad de mujeres y personas lgtbiq en instituciones, cuestionando así la dominación masculina/masculinizada de lo público (Reyes-Housholder y Roque, 2019).
Considerando este panorama, el primer gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) se convirtió en el hito inaugural de las actualizaciones programáticas de influencia liberal que inspiraron una nueva derecha (Alenda et al., 2020b; Alenda et al., 2020c). Si bien, en 2009, las expectativas de éxito electoral recaían en la candidatura de centroizquierda, considerando la alta popularidad de la expresidenta Bachelet y la creencia de que Chile era un país inclinado a la izquierda, estudios posteriores señalaron que la Concertación se tornó un proyecto prescindible (Morales y Navia, 2010). Por un lado, debido a la «inercia en sus estrategias de competencia» (Madariaga y Rovira, 2020) y, por otro, debido a que dejó de representar un rol mediador entre posturas radicales -el comunismo o las extremas derechas-, ya que el miedo a la regresión autoritaria se diluyó en la aparente estabilidad de su gestión. Recogiendo tendencias sociales progresistas, la campaña de Piñera en 2009 desplegó paradigmáticas estrategias de moderación, capitalizando las expectativas de cambio y de alternancia en el poder. Se mostró como férreo opositor a la dictadura y distante de la ortodoxia de los partidos transicionales, favoreciendo la imagen de una derecha desligada del pasado autoritario (Morales y Navia, 2010). Dotó a su programa un enfoque pragmático, orientado a los problemas reales de las personas (Alenda et al., 2020b), bajo una retórica del saber técnico; de la experticia en el diseño de políticas públicas; la eficiencia y la meritocracia, estrategias sintetizadas en su lema la nueva forma de gobernar (Schuster y Morales, 2015). Durante los primeros años del mandato, tanto la homogeneidad interna de los partidos como los significativos grados de coordinación de los parlamentarios de la coalición en el apoyo a las iniciativas de gobierno, fortalecieron la imagen de unidad y la capacidad negociadora del sector, logrando captar apoyo parlamentario incluso por fuera de la coalición (Campos-Parra y Navia, 2017; Toloza y Toro, 2017).
En la consolidación de esta nueva derecha jugaron un rol importante los dirigentes de Horizontal, el think tank de liberales culturales que dio origen al partido Evolución Política (Evópoli) en 2015 (Alenda et al., 2020a; Alenda et al., 2020b). La conformación de Evópoli confirmó la renovación del sector, tanto por su composición juvenil, ilustrada y moralmente flexible, como por sus intenciones de dotar de profundidad ideológica a una derecha despoblada intelectualmente. Su aparición marcó la fisura de la hegemonía del llamado Chicago-gremialismo, correspondiente a la síntesis doctrinaria entre el neoliberalismo de Hayek y las nociones de subsidiariedad del corporativismo, altamente promovido por la udi (Alenda, 2014; Valdivia, 2006; 2008; 2016). Asimismo, marcó el avance de las preocupaciones simbólicas y la defensa de una agenda posmaterial en el sector, a la vez que, la expresión de una política posideológica y posprogramática, orientada a la convivencia de diversas corrientes de pensamiento, lejos de la rigidez doctrinaria de los partidos tradicionales, y con la mirada puesta en el centro político (Alenda et al., 2020b).
Rovira(2014) sostiene que una conquista de los progresismos latinoamericanos de los 2000 fue la politización de la (des)igualdad, lo que permitió diferenciar los proyectos en disputa. Para la izquierda, las desigualdades sociales comportaban artificialidades reparables a través de la intervención del Estado, mientras que, para la derecha, principios naturales e inevitables. Sin embargo, en el caso chileno, la politización de la desigualdad dejó de ser patrimonio de la izquierda, incorporándose en discursos y programas de la centroderecha un paulatino interés por la regulación, la superación de las desigualdades y la protección de los consumidores, dando cuenta de la persistente convergencia programática entre las dos coaliciones transicionales (Madariaga y Rovira, 2020).
Desde una definición inductiva de la centroderecha chilena, estudios identificaron la continuidad de tres sensibilidades equitativamente distribuidas en los partidos del sector, observando la relación Estado-mercado (Alenda et al., 2019; Alenda et al., 2020c; Alenda et al., 2020d):
1. la sensibilidad subsidiaria, en favor de políticas redistributivas focalizadas en grupos vulnerables, aunque en contra del aumento de la carga tributaria para financiarlas, heredera de la síntesis liberal-católica del gremialismo;
2. la sensibilidad solidaria, en favor de la implementación de medidas redistributivas y del aumento de la carga tributaria para su financiamiento, proveniente de una tradición más estatista-conservadora y socialcristiana;
3. la sensibilidad ultraliberal, tendencia que rechaza cualquier medida de redistribución y aumento de impuestos, propia del liberalismo ortodoxo. En cuanto a los temas morales, se observó que las corrientes liberales han empujado la flexibilización de posturas como la despenalización del aborto o el matrimonio homosexual. Si bien no se habla de un avance contundente, dada la equilibrada distribución de sensibilidades dentro de los partidos, fuerzas más progresistas como las de Evópoli, han logrado sintonizar con la opinión ciudadana
Para las elecciones presidenciales de 2017, la campaña de Piñera mostró mayor apego con la ortodoxia neoliberal, acusando al segundo gobierno de Bachelet de estar convirtiendo al país en una segunda Venezuela. Luego, en la segunda vuelta, como efecto del éxito de la candidatura frenteamplista de Beatriz Sánchez, el tono de la campaña de Piñera experimentó un giro hacia la moderación, a fin de conservar su competitividad electoral.7 Sin embargo, actualmente, la centroderecha se enfrenta a un desafío mayor. El desdibujamiento de las fronteras ideológicas, más allá del criterio cercanía-distancia con la dictadura; la homogenización de la oferta electoral; la distorsión de la identificación política; y una competencia electoral limitada, se corresponden con un fenómeno de cartelización de la política (Madariaga y Rovira, 2020). Aquello, se acompaña de sucesivos escándalos de corrupción y financiamiento ilegal de la política, que refuerzan la percepción de colusión entre la élite política y la élite empresarial en desmedro de la ciudadanía.8 En efecto, el inesperado casi 8 % de la candidatura de José Antonio Kast mostró que, tanto la convergencia ideológica con la centroizquierda como el abandono de los principios económicos y morales tradicionales de la centroderecha, sumado al desplome ético de sus representantes, han repercutido en el afianzamiento de un nicho electoral huérfano conquistado por la radicalidad (Madariaga y Rovira, 2020; Rovira, 2019).
En el presente gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022), el descontento ciudadano y las protestas han marcado la agenda política. Las reacciones del gobierno frente a las manifestaciones -incluso antes de la revuelta popular-, demostraron un estilo intransigente, otra vez lejos de la moderación. Muestra de aquello fue el discurso emitido por Piñera a los pocos días de que estallara la revuelta de octubre de 2019, en el que declaró estar en guerra frente a un enemigo poderoso (bbc Mundo, 2019) y, todavía más, la respuesta policial represiva que provocó masivas vulneraciones a los dd.hh. (Instituto Nacional de Derechos Humanos, 2019). Para Rovira (2020), dichas respuestas descansan en un error de diagnóstico arrastrado por el sector, patente en la persistente clausura del diálogo con los movimientos sociales, pero, sobre todo, en la incapacidad de visualizar la magnitud de los cambios sociales, políticos y culturales que empujan por la consolidación de mayores medidas redistributivas y por el reconocimiento de diversas de libertades e identidades. Consiguientemente, la reprobación ciudadana del actual gobierno de Piñera ha alcanzado niveles catastróficos, llega al 70 % (cadem, 2020). Todo lo anterior, ha demostrado el tránsito del gobierno de Piñera desde posturas moderadas hacia posiciones cercanas a la ultraderecha (Rovira, 2020), abriendo la posibilidad de quiebre o de radicalización empujada por sectores más radicales, como el Partido Republicano, el que recientemente ha conseguido su incorporación al pacto electoral para las elecciones de representantes constituyentes (El Mostrador, 2021).
3. Las derechas radicales populistas (drp) y sus características
La disputa ideológico-política entre la moderación y la radicalidad experimentada por la centroderecha chilena, evidentemente no es fenómeno puramente doméstico. Contrastando la tesis de la revolución silenciosa de Inglehrat, que atribuye el éxito del multiculturalismo y de los partidos verdes europeos de los 80 a la afirmación de nuevo sistema de valores progresistas, Ignazi (1992, 1995) sostiene que el resultado inadvertido de estas transformaciones fue el desarrollo de una contrarrevolución silenciosa de inspiración neoconservadora que pretendía frenar el avance progresista. Brevemente, esta mirada sugiere que la expansión del multiculturalismo provocó tanto la radicalización -y polarización- de las posiciones progresistas, como la acumulación de demandas y frustraciones en los sectores conservadores, propiciando las condiciones adecuadas para la emergencia de partidos de extrema derecha. Como consecuencia, el sistema partidista en Europa occidental se reconfiguró estableciendo una nueva era política. Por el lado de la derecha, ocurrió una fragmentación entre: partidos convencionales tendientes a la moderación, y movimientos de extremas derechas reactivos a estos procesos. Pero, más allá de las particularidades programáticas de los partidos, uno de los acontecimientos relevantes fue el cambio en el clivaje del sistema partidario, transitando hacia intereses posmaterialistas en virtud de las transformaciones en las actitudes ciudadanas (Ignazi, 1992, 1995). Este marco de análisis expone dos dimensiones clave para comprender el caso chileno. Por un lado, que al conflicto socioeconómico se suman nuevos clivajes posmateriales que movilizan tanto a los sectores progresistas como neoconservadores y, por otro, que la emergencia de la ultraderecha se puede entender como un contramovimiento opuesto a la generalización de valores progresistas.
Según Mudde, desde los 90 la derecha radical se convirtió en la ideología dominante de la ultraderecha europea, considerada una familia política contraria a la democracia liberal -o constitucional- y al pluralismo político, pero que acepta los procedimientos democráticos generales y el gobierno de las mayorías, diferenciándose de las extremas derechas, que son abiertamente antidemocráticas y rechazan el principio de la soberanía popular (Mudde, 2010, 2016). Posteriormente, a propósito de la llamada crisis migratoria del siglo xxi, un nuevo tipo de derecha radical de corte populista penetró en el terreno electoral, modificando tanto las prioridades de los electores como las agendas programáticas. Así, esta cuarta ola de la ultraderecha, actualmente esparcida en el mundo occidental, se caracteriza por su avance desde los márgenes hacia el centro del sistema político (Mudde, 2019, 2021).
En su núcleo ideológico las derechas radicales populistas se componen de la combinación de tres rasgos: el nativismo, el autoritarismo y el populismo (Mudde, 2010, 2016, 2021). El nativismo, es considerado una doctrina compleja que mezcla el nacionalismo con la xenofobia y que promueve la exacerbación de la distinción y la superioridad de los grupos nativos -blancos- respecto de extranjeros. Exige, además, la homogeneidad cultural bajo una nación única, por lo que, colectivos indigenistas o plurinacionalistas resultan amenazantes aun proviniendo del mismo territorio. El autoritarismo se entiende como una doctrina que aboga por una estructura social ordenada y con funciones predefinidas; defiende la primacía del poder ejecutivo por sobre el parlamentario; y centra el rol de la ley y la seguridad en contener y castigar los comportamientos desviados. Mientras tanto, el populismo se plantea como una ideología tenue en vez de una estrategia o un estilo político9, que considera a la sociedad dividida «en dos campos homogéneos y antagónicos, el ‘pueblo puro’ frente a la ‘élite corrupta’, y que sostiene que la política debe ser la expresión de una volonté générale del pueblo» (Mudde y Rovira, 2019, p. 33)10. El rechazo moral hacia la élite no solo se ejerce contra el establishment político, sino también contra todas las élites, étnicas, culturales, religiosas, económicas o comunicacionales que antepongan sus intereses especiales por sobre los intereses comunes o voluntad general.11 Otro rasgo común del populismo es la exaltación de un líder carismático y con cualidades extraordinarias, comúnmente ligado al estereotipo de hombre fuerte o caudillo. Usualmente, se trata de políticos outsiders o estrictamente, de insiders-outsiders, correspondiente a aquellos personajes con experiencia en cargos públicos o ligados a la élite, pero que logran reinventarse tomando distancia del establishment. Como corolario esta descripción, la dimensión performativa del líder aparece como algo central, caracterizándose por el uso de una retórica antintelectual y de urgencia frente a los diagnósticos de crisis, clamando por «medidas enérgicas» y «soluciones de sentido común» (Mudde y Rovira, 2019, p. 115).12
Esta recapitulación, permite identificar dimensiones de análisis de las drp aplicables al Partido Republicano. No obstante, es crucial tener en cuenta que empíricamente cada partido político está indexado a un entorno, a la propia historia institucional y al contexto geopolítico. En efecto, los populismos europeos recientes, ligados a las derechas radicales, han sido más excluyentes y nativistas. Mientras tanto, en Latinoamérica, las drp son un fenómeno relativamente nuevo, por lo que hemos conocido más sobre los populismos progresistas, inclusivos en lo material y con preocupaciones identitarias -indigenistas- (Mudde y Rovira, 2012). Sin embargo, hoy la discontinuidad del giro a la izquierda latinoamericano constituye un escenario abierto para las disputas tanto materiales como posmateriales antes amparadas por los gobiernos progresistas.
La derecha populista de Bolsonaro es un ejemplo de la intromisión del conservadurismo en la agenda política y de la promoción de activismos -en alianza con grupos neopentecostales- concentrados en los temas morales y en oposición a los colectivos feministas y lgbti (Bulgarelli, 2019; Miguel, 2019).13 En consecuencia, esta forma de politización de los temas morales ha demostrado que la batalla no solo está desenvolviéndose en el terreno electoral, sino que se ha convertido en una auténtica «guerra de posiciones en el terreno cultural» (Cannon y Rangel, 2020, p. 8) para la renaturalización de ideas de derecha. Efectivamente, durante el giro progresista latinoamericano la derecha regional, lejos de verse debilitada, profundizó en el despliegue de estrategias de adaptación y lucha hegemónica por medio de mecanismos de acción no electorales -movimientos sociales, fundaciones o think tanks- y opciones electorales o liderazgos no partidistas (Rovira, 2014). Maniobras que siguen siendo cruciales para librar exitosamente dicha batalla.14 Sin embargo, estudios recientes indican que en la región la dimensión cultural sigue anclada al clivaje socioeconómico. Al examinar el caso brasileño, distintos autores plantean que el ascenso de las derechas corresponde a una expresión de neopatriotismo, surgido como respuesta frente a la omisión de las desigualdades y del empobrecimiento experimentado por gran parte de la población durante al período de expansión económica15, motivando la emergencia de un contramovimiento opuesto al multiculturalismo y al globalismo en crisis (Sanahuja y Comini, 2018; Sanahuja y López, 2020). Este conflicto se tradujo, entonces, en la contraposición de los relatos globalismo versus patriotismo, caracterizado por el cuestionamiento a la institucionalidad global, por medio del bloqueo hacia el regionalismo latinoamericano y la adhesión a un internacionalismo reaccionario y de contestación subordinada con Estados Unidos.
En general, los análisis que conciben la sociedad en crisis dividida entre ganadores y perdedores coinciden con el paradigma de patología normal -cuestionado por Mudde (2010)-, que interpreta el crecimiento de las drp como una respuesta psicológica, ideológica y actitudinal frente a situaciones excepcionales16, siendo un marco de análisis útil para explicar el comportamiento popular/electoral. Sin desconocer los efectos de las grandes transformaciones y las crisis de desarraigo societal (Polanyi, 2016) sobre el despliegue de contramovimientos para la restauración liberal-conservadora, el paradigma de una normalidad patológica (Mudde, 2010)17 también es explicativo para nuestro caso de estudio, en tanto relaciona el surgimiento de las drp con la radicalización de ideologías ya dominantes en la sociedad, y no necesariamente surgidas de episodios críticos. En Chile, la persistencia de enclaves dictatoriales y transicionales que impiden la construcción de una democracia de calidad se corresponden con la crisis estructural destapada drásticamente por la revuelta popular de octubre de 2019. No obstante, el pr comenzó un trabajo de posicionamiento mediático y de diferenciación/radicalización ideológica con anterioridad a las recientes crisis. Aquello nos sugiere que debemos prestar especial atención al lado de la oferta política, examinando sus vinculaciones, su visión de mundo y su agenda política.
4. El Partido Republicano, la nueva derecha radical y populista chilena
El interés de este trabajo no es comprender las dimensiones institucionales y electorales del pr, sino rescatar la visión de mundo y otros aspectos simbólicos del partido, a través de una exploración sociológica. Para esto, consideramos el marco de análisis de propuestas que combinan la sociología de los entornos partidistas -centradas en el contexto, en las redes y en los actores que inciden en su formación-, con aspectos de la sociología de las instituciones partidistas -interesadas por los esquemas de percepción, el ethos y las características organizativas de los partidos (Alenda, 2016; Sawicki, 2011)-, que es un enfoque útil para analizar cómo el partido se ve y produce a sí mismo. Además, consideramos el encuadre del análisis crítico del discurso (van Dijk, 2006, 2016), para entender el partido como un grupo de poder que, por medio de diferentes estrategias de control contextual y textual, influye en las estructuras interpretativas del entorno.
Contemplando como contexto las renovaciones de la centroderecha y otros procesos sociopolíticos de crisis, analizamos la relación entre este tipo de discurso dominante-elitista y los discursos microsociales del pr, a saber, su declaración de principios y nueve entrevistas semiestructuradas a jóvenes dirigentes del partido -a nivel nacional, regional y local. Del análisis emergen cuatro categorías, que sintetizan rasgos de su pensamiento económico y modelo de sociedad; los vectores morales del partido; su concepción en materia de orden público y seguridad; y algunas estrategias de socialización del partido. La lectura general de las categorías permite develar una ideología subyacente compatible con las derechas radicales populistas.
4.1 Un Estado moderno al servicio de la libre iniciativa económica
Para comprender aspectos centrales del ideario del pr, consideramos relevante identificar su posición ideológica en el eje Estado-mercado. Al respecto, el partido se declara creyente de la economía social de mercado, otorgando centralidad a la libre iniciativa privada, a la no interferencia del Estado en la actividad económica18 y al fomento del derecho de propiedad. Su ortodoxia en materia económica permite catalogarlo como heredero y propulsor de la sensibilidad ultraliberal, distante de la convergencia programática con la centro-izquierda y de la moderación ideológica, identificadas en partidos de la centroderecha (Alenda et al., 2019; Alenda et al., 2020c; Alenda et al., 2020d; Madariaga y Rovira, 2020; Rovira, 2019). Tal relato no es sorpresivo, pues reafirma el apego doctrinario que en general posee la derecha chilena con el neoliberalismo y, en particular la udi (Joignat y Navia, 2003; Valdivia, 2008; 2016), partido de origen del pr. En consecuencia, el partido expone sin tapujos que el Estado, la administración pública y las instituciones en general, deben actuar conforme al eje central del desarrollo de la sociedad, el mercado.
A diferencia de las drp europeas, promotoras del chovinismo de bienestar (Mudde y Rovira, 2012), el partido se inclina por ideas como la limitación irrestricta del gasto público, tanto para derechos sociales como en la administración pública. Incluso, el rol redistributivo del Estado es considerado una forma económica que se contrapone al emprendimiento en tanto que motor de la sociedad, ya que obliga a mantener una alta tributación que desincentiva la inversión. Así lo refuerza este entrevistado:
…creo en un Estado que tenga la menor participación posible, que sea lo más liberal posible. No creo en la definición de un Estado eficiente, por el contrario, creo que mientras mayor es, mientras más grande es el Estado, más ineficiente es, y los que nos vemos perjudicados somos nosotros (…), el Estado juega con las platas que uno aporta mediante los impuestos, a lo cual igual estoy en contra, de los impuestos, quizás no en su totalidad, pero sí creo en que deberían existir menos impuestos. (Dirigente local, pr)
En la misma línea, el partido promueve que el Estado provea soportes estrictamente focalizados y no constantes a la población en desventaja extrema, para evitar supuestas dependencias. En efecto, lo privado se valoriza como una expresión inherente de libertad: «estamos convencidos de que la propiedad privada, en cuanto fruto del ejercicio de la libertad de las personas, constituye uno de los pilares de una sociedad auténticamente libre y responsable» (Partido Republicano de Chile, 2019, p. 5). Como vemos, la libertad parece ser entendida de modo tautológico, tanto como condición de no interferencia para el ejercicio de la iniciativa económica y del derecho a propiedad, como producto del que gozan los individuos una vez que ejercen tales derechos. Sosteniendo, en definitiva, una narrativa que asimila la sociedad a un sistema de competencia entre iguales y sin distorsiones. De ese modo, si bien el pr no evita referirse a la (des)igualdad, lo hace sobre el entendido de la igualdad de oportunidades, poniendo en el centro el esfuerzo individual como mecanismo más justo para generar riquezas, así lo sintetiza esta entrevistada: «el sistema capitalista que está instalado, es uno que te permite ser tan pobre como quieres y tan rico como puedas producir» (Dirigente local, pr). Todas estas posiciones, denotan claramente su adscripción al pensamiento gremialista de Jaime Guzmán, fundador de la udi (Valdivia, 2006, 2008) e ideólogo de la Constitución Política, doctrina que consagra el rol del Estado a suplir lo mínimo y a retirarse apenas cumpla tal propósito (Mansuy, 2016). Justamente, sobresale en los relatos el concepto de subsidiariedad en sus dos variantes: primero, en su versión economicista -neoliberal-, como mecanismo a través del cual el Estado financia y reincorpora a los privados al ciclo mercantil cuando estos no pueden encargarse de costear sus fines y, segundo, en su versión cualitativa -organicista- que ordena la vida social, la relación entre los privados, los cuerpos intermedios y el Estado. De tal manera, insisten en la defensa de la autonomía de los cuerpos intermedios respecto del Estado y respecto de cualquier ideología -que no sea la propia-, desde una visión despolitizada y funcionalista de las instituciones, centradas en los propios fines.
Por otra parte, el partido manifiesta interés por la construcción de un Estado moderno y transparente y una institucionalidad de calidad, confiable y firme (Partido Republicano de Chile, 2019), por medio de la reformulación orientada a la eficiencia de la administración pública. Esto coincide con la visión liberal sobre la modernización del Estado; sin embargo, se propone sobre el diagnóstico que el Estado y los servicios públicos son una trinchera ideológica o la caja pagadora de los gobiernos de turno, puesto que sus funcionarios, supuestamente prescindibles, estarían alimentando la corrupción y el derroche del dinero público. Varios entrevistados coinciden en la idea de sacarle grasa al Estado y ponerle músculo, lo que implicaría la implementación de estrategias corporativas en la relación laboral entre los funcionarios públicos y el Estado, por ejemplo, despidos sin necesidad de pasar por juicios sumarios. Sin duda, estas visiones de mundo develan la socialización empresarial del partido, explicado tanto por la ideología a la que adscriben, como por las vinculaciones sociales de sus miembros, especialmente de su líder, José Antonio Kast. No obstante, estas propuestas disponen de potencial, ya que se interpretan como una estrategia de lucha contra la cartelización de la política (Madariaga y Rovira, 2020) de la corrupción y del despilfarro fiscal. Desde nuestra lectura, estas ideas demuestran una aproximación populista al problema, ya que establecen soluciones reduccionistas frente a un problema político, tomando distancia del establishment para adoptar la posición de descontento popular, pese a ser un partido cuyos miembros sobresalientes provienen de la udi o han desempeñado cargos políticos.
4.2 Primero la vida
En cuanto a las concepciones morales de partido, como primer principio, se declara «(l)a defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural» (Partido Republicano, 2019, p.3), enunciado que engloba una oposición total al aborto y a la eutanasia. En las entrevistas, la defensa de la vida se visibiliza no solo como un vector programático del partido -no existen posturas disidentes-, sino, además, como criterio de cohesión y complicidad moral entre los afiliados, diferenciándoles de otros partidos de centroderecha que han flexibilizado sus posturas. Si bien la instalación mediática de la defensa de la vida ha sido punta de lanza de su batalla cultural neoconservadora, en ocasiones estratégicamente se evita considerarlos temas prioritarios, especialmente, cuando se debate sobre la apertura de los derechos sexuales y reproductivos:
…a las personas que más mal lo pasan, nosotros les dijimos que había respuestas (…) mientras la derecha prometía la simple estabilidad, y mientras la izquierda prometía aborto e identidad de género, nosotros le dijimos a esas personas que pa’ sus problemas hay respuestas y que cuando nosotros gobernemos se las vamos a dar. (Dirigente nacional, pr)
Su creencia en Dios, su apego a la tradición cristiano-occidental y la defensa de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, son también elementos centrales de su visión de mundo. La defensa de la familia como cuerpo intermedio fundamental, responde a su tradición gremial corporativista que concibe la sociedad como una estructura tradicionalmente ordenada y cerrada a las transformaciones. Desde la perspectiva de miembros del partido, las demandas de reconocimiento identitario de los colectivos lgtbiq, el matrimonio homosexual, la adopción homoparental, entre otros derechos, son vistos como temas puramente ideológicos. Este concepto, no solo enmarca aquellos problemas considerados de segundo orden respecto de las necesidades materiales -los problemas reales de la gente-, sino también determinados conflictos supuestamente introducidos al debate público por organizaciones de izquierda progresista, deductivamente categorizadas como el marxismo cultural. Considerando nuestro marco de análisis de las derechas radicales populistas, advertimos que el pr utiliza el populismo para confrontar los preceptos de una sociedad pluralista. Anclados a la doctrina conservadora, politizan los temas morales por medio de la contraposición entre: la moral pura del pueblo -una mayoría silenciosa- y los intereses de las élites cultural e intelectual, acusando que la reivindicación de derechos sexuales y reproductivos e identidades de género son comúnmente artificialidades desprendidas de esas élites. Por lo tanto, según su criterio, son formas de vida no inteligibles o no compartidas por la gente común19, entendida esta como una masa moralmente homogénea y antintelectual.
Muy importante también para el pr, es la defensa de la patria, el respeto por las tradiciones y los valores fundacionales de la República de Chile (Partido Republicano, 2019, p. 4). Desde su interpretación, patria y república se funden en un mismo concepto, remitiéndose a una estructura social ordenada, fundada en una historia -militar- unívoca y con valores homogéneos, lo que indudablemente contraviene las demandas de reconocimiento de los pueblos indígenas u otras naciones habitantes del territorio chileno. El nativismo identificado en las drp europeas podría aplicar para catalogar sus posturas con respecto a los pueblos indígenas y con algunas comunidades migrantes, en tanto ambos colectivos constituyen otredades que confrontan la homogeneidad cultural. Incluso, este nativismo parece combinarse con otras ideologías, como la autoritaria, al apoyar la aplicación de leyes restrictivas o acciones represivas en contra de los colectivos migrantes indocumentados y racializados o contra colectivos que rechazan su proyecto económico y político, como el pueblo mapuche.
Además de los conflictos domésticos, como veremos en el siguiente fragmento, miembros del pr encienden alarmas frente a supuestas vulneraciones globalistas hacia la soberanía nacional:
…el Partido Republicano es súper claro con respecto, por ejemplo, a la opinión de la onu con respecto al tema moral, o sea, claramente el Partido Republicano no le interesa la intervención internacional dentro de la política del país, y lo mismo con la inmigración. (Dirigenta nacional, pr).
En este aspecto, distinguimos similitudes con las derechas neopatriota, centrada en la disputa patriotismo/nacionalismo versus globalismo/multiculturalismo (Sanahuja y López, 2020), en tanto se apela al resguardo de la política interna, por sobre la institucionalidad y por fuera de los acuerdos internacionales en determinadas políticas, como la migratoria. Asimismo, este discurso releva la disputa hegemónica frente un multiculturalismo internacionalista que propone la apertura de libertades individuales, derechos y reconocimientos.
4.3 Seguridad, la gran urgencia
La seguridad forma parte de los temas centrales de las drp y de los populismos en general (Mudde y Rovira, 2019), y este partido no es la excepción. La delincuencia, el crimen y el narcotráfico son temas posicionados con fuerza por el pr, demostrando gran habilidad para capitalizar su sentido de urgencia. Discursivamente, estos temas entran en la categoría de los problemas reales de la gente, que es la supuesta síntesis de las preocupaciones de la gente común, en contraposición al relato de las élites socioeconómica y política, que no sufren estos problemas ni han hecho lo suficiente por solucionarlos. Gran parte del rechazo del partido hacia la violencia, la delincuencia y el narcotráfico, se fundamenta en el diagnóstico de que existe un supuesto vínculo entre ese tipo de crímenes y lo que rotulan como terrorismo ideológico, para referirse a movimientos que promueven la agitación política y acciones violentas para alcanzar sus fines (Partido Republicano, 2019). Asimismo, su propuesta frente a la delincuencia común tiende a tomar aires punitivos -apelan a la condena y separan el hecho de sus causas sociales. Algo similar ocurre con determinados conflictos y movimientos sociopolíticos a los que tienden a criminalizar. Uno de los dirigentes entrevistados, proveniente de una zona geográfica cercana a un territorio indígena, se refirió a esta localidad como un lugar «donde reina la violencia, donde encuentras que hay camiones, fundos, casas quemadas, a cada rato» (Dirigente regional, pr).
En contexto de las últimas crisis, la revuelta popular; la apertura del proceso constituyente; y luego, la emergencia sanitaria por el coronavirus, el pr ha tomado un rol protagónico en el uso de estrategias para desacreditar las movilizaciones sociales en nombre del Estado de derecho, por ejemplo, a través de la defensa irrestricta del actuar de las fuerzas de orden, omitiendo las masivas denuncias por vulneraciones a los Derechos Humanos:
…el contexto actual de Chile interpela mucho al Partido Republicano, porque, la verdad es que las protestas sociales a veces van acompañas de mucha violencia y, en ese sentido, el Partido Republicano va a, yo creo, y espero que sea, siempre tajante en el sentido de que debe haber orden en el país, de que carabineros tienen que cumplir su función, asegurar y ordenar el país, sobre todo para asegurar también la seguridad de las personas, asegurar también la seguridad de su negocios, de sus empresas. (Dirigenta nacional, pr)
En efecto, el partido ha adoptado un rol abiertamente crítico del gobierno, lo que lo llevó a restarse del Acuerdo por la paz y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019.20 Constantemente, el pr ha demandado mayor presidencialismo para reparar la falta de severidad de Sebastián Piñera en el restablecimiento del orden, actitud considerada propia del estilo timorato de la derecha actual frente a las amenazas. Lo vemos en el siguiente extracto:
…hemos tenido casos de gobiernos timoratos, gobiernos que no se atreven a usar toda la envergadura de las facultades presidenciales, y yo creo que eso también hay que dejarlo claro, si el marco normativo le otorga al presidente ciertas facultades, esas facultades hay que ocuparlas y muchas veces no es necesario contar con el congreso. (Dirigente nacional, pr).
Como advertimos, el punitivismo, la atención focalizada a delitos cometidos en protestas y la criminalización de movimiento sociales, son estrategias identificables en el partido, atribuibles al paraguas ideológico del autoritarismo, recurrentemente combinadas con expresiones de nativismo. Al mismo tiempo, son reclamaciones que sirven para demarcar su línea política, distante de la moderación diagnosticada en la coalición de gobierno.
4.4 El líder excepcional
Respecto de su línea política, el partido se declara en contra de los populismos. En cambio, proponen la verdad/honestidad como una plataforma de acción para encarar el trabajo en terreno, de la mano de dirigencias jóvenes y nuevos liderazgos (Partido Republicano, 2019, p. 7). No obstante, a partir del análisis, sobresalen rasgos que, en efecto, son atribuibles a una ideología populista:
1. la honestidad como sinónimo de anti corrección política, esta última considerada una limitante de su libertad de expresión;
2. la exaltación de liderazgos jóvenes como fuente de renovación y buenas intenciones. En este aspecto, resulta clave la figura de José Antonio Kast, quien además de ser formalmente presidente del partido, es ensalzado como un líder excepcional cuya calidad humana inspira lealtades tanto dentro como fuera del partido:
…si bien José Antonio es a veces muy polémico en sus dichos, es porque él es políticamente incorrecto, él dice las cosas que la gente no. La gente normalmente quiere escuchar lo que ellos quieren escuchar, valga la redundancia, pero en este partido no, aquí las cosas se dicen como son, independiente si te gusta o no. (Dirigente local, PR)
La constante afirmación de la honestidad y la verdad son recursos imprescindibles para un partido populista como el pr. Suele asimilarse con la idea de romper con la corrección política que, en definitiva, es una estrategia para repolitizar, desde su vereda ideológica, temas naturalizados en la sociedad de modos más inclusivos o progresistas. Adicionalmente, la honestidad se ve como una demostración de la excepcionalidad de jak, especialmente, en comparación con el estándar corrupto de la élite política.
A pesar de que jak posee experiencia en cargos de representación popular como antiguo militante udi, y que pertenece a una extracción sociodemográfica de élite, se construye en torno a él una apariencia de audacia frente a lo injusto, asignándole una capacidad extraordinaria de restituir la confianza ciudadana en la política21:
…José Antonio, este gallo quizás efectivamente es un rubio de ojos azules, que tiene una buena situación económica, pero es un gallo que no le habla al rico, (…), sino que también ha tenido la capacidad de conectar con la realidad y las urgencias sociales de las personas. (Dirigente regional, pr).
Los dirigentes reconocen que el perfil sociodemográfico de Kast no coincide con el de la gente común. No obstante, su supuesta renuncia a la posición de experto o político de élite -lo que lo convierte en insider-outsider-, le confiere una apariencia de hombre común capaz de conectar con las urgencias del mundo popular y de representar la vox populi. Precisamente, este propósito comporta aún un desafío para el partido, puesto que, como base originaria, el partido se compone por tres grupos claramente definidos: colectivos universitarios; fuerzas armadas en retiro22 y familiares nostálgicos de la dictadura; y algunos grupos evangélicos, nichos acotados que, si bien otorgan una impronta de radicalidad, no aportan popularidad. Al respecto, varios entrevistados mencionaron estar conformes con la fuga de los militantes extremos hacia el emergente partido Fuerza Nacional, refiriéndose a quienes reivindican el uso de la violencia física contra adversarios o niegan/justifican públicamente las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Para subsanar los déficits en la popularidad, actualmente el pr ha puesto atención en reforzar sus mecanismos de acción no electorales (Rovira, 2014), a través del coloquialmente llamado holding republicano, compuesto por: el movimiento político-social Acción Republicana, que organiza la Academia Republicana, los Cafés Republicanos y otros ciclos de formación, acompañados por actividades sociales y caritativas; la conformación del centro de pensamiento Ideas Republicanas; las conexiones con otros think tanks como la Fundación Jaime Guzmán23, el Instituto Res Pública o la fundación Cuide Chile, encargada de las asesorías parlamentarias sobre los temas morales. Tal despliegue, ha contribuido a ampliar el entorno partidista (Sawicki, 2011) del pr, fortaleciendo un imaginario de lealtad creciente entre los sectores vulnerables, al incorporar como propias las preocupaciones de los perdedores de la globalización, localmente llamados fachos pobres. Por otra parte, en las entrevistas se mencionó recursivamente una inquietud por el impreciso mundo de los emprendedores, un concepto polisémico que permite identificar tanto a quienes viven del autoempleo hasta exitosos empresarios, pasando por el mundo agro y ganadero. Lo que sugiere que la visibilización de las actividades de jak por fuera de la política, como abogado y empresario, constituye una estrategia para conectar con esos rubros. Además, una vía para reforzar su imagen de outsider de la política: la de un hombre profesional -y ferviente católico- cuyo interés por la política no radicaría en el enriquecimiento, sino en el deseo de consagrarse como servidor público.
Si bien varios de los sectores mencionados han sido tradicionalmente entornos próximos de la derecha, la apuesta del pr parece ir más allá de lo electoral, apuntando a la consolidación de un mundo social y cultural capaz de encarnar el pensamiento republicano, síntesis doctrinaria entre el patriotismo, los valores cristianos, el pensamiento neoliberal y la acción política. Tabla 1
Dimensión | Radicalidad | Autoritarismo | Nativismo | Populismo |
Relación Estado- mercado | - Ultraliberales - Centrados en el emprendimiento - Disminución de impuestos - Modernización del Estado - Reducción del gasto público - Reducción de funcionarios públicos - Subsidiariedad focalizada | Llamado a terminar con la corrupción provocada por la (otra) élite política | ||
Temas morales | - Oposición al aborto - Oposición a la eutanasia - Creencia en Dios y en el cristianismo occidental - Defensa de la familia heteropatriarcal - Oposición a la adopción homoparental | Contraposición moral entre la mayoría silenciosa y una aparente élite cultural e intelectual proderechos sexuales e identitarios | ||
Concepción de sociedad | - La libertad como no interferencia en la iniciativa privada - Derecho a la propiedad como expresión de libertad - Sociedad sin desigualdades estructurales - Autonomía de los cuerpos intermedios | - Defensa de una patria/nación homogénea - No reconocimiento de la soberanía de los pueblos indígenas - Exaltación de la historia militar unívoca - Crítica neopatriota a la institucionalidad global (onu) | ||
Orden y seguridad interna | - Gobierno de Piñera como moderado/timorato - Reclamación de mayor presidencialismo para imponer el orden público - Defensa irrestricta del actuar de ff.aa. y Carabineros durante protestas - Revuelta popular como expresión de terrorismo ideológico - Mayor control o acciones judiciales contra colectivos migrantes indocumentados y racializados - Criminalización de las luchas indígenas (narcoterrorismo) | Orden, seguridad, narcotráfico y delincuencia común son los problemas reales de la gente. | ||
Exaltación del líder | - Honestidad como sinónimo de anticorrección política. - Exaltación de la cercanía de jak con el mundo popular - Presentación de jak como insider-outsider de la política - Ampliación del entorno partidario vía vínculos con fundaciones y thinks tanks - Exaltación del ideario del servidor público |
Fuente: Elaboración propia.
5. Conclusiones
Durante el período postransicional, la centroderecha chilena ha estado influenciada por corrientes moderadas en lo económico y moral, como resultado de las sucesivas estrategias de adaptación electoral frente a las demandas ciudadana. Aquello, ha implicado el abandono de los fundamentos tradicionales del sector, mostrando el aparente descuido de un nicho más radical que rechaza tales adaptaciones.
Desde una ideología de derecha radical populista el Partido Republicano corresponde a una expresión partidaria de sectores radicales dispuestos a revertir los avances progresistas de la sociedad chilena. Su propuesta está marcada por discursos autoritarios, promotores de un orden funcionalista centrado en la familia cristiana y valores neoconservadores, en contra de derechos identitarios, sexuales y reproductivos. Rechazan enérgicamente el proceso constituyente empujado por la ciudadanía, sosteniendo un diagnóstico criminalizador de la revuelta popular de octubre 2019 y de otras organizaciones, como los movimientos mapuches, combinando en este aspecto rasgos autoritarios y nativistas. La exaltación de símbolos patrios y de la homogeneidad cultural responden también a su ideología autoritaria, la que se mezcla con expresiones neopatriotas al defender la soberanía nacional y cuestionar la institucionalidad internacional, especialmente, en materia de reconocimientos y libertades individuales.
A pesar de su reticencia frente a los populismos, el pr ha demostrado coincidencias insoslayables con esta ideología. En sus dichos se distinguen rasgos anti establishment, con base en la contraposición entre los supuestos intereses reales de la gente común y los de la -otra- élite política culpable de los problemas sociales, aclamando por soluciones urgentes desde el sentido común. Asimismo, recurren a la exaltación de la figura de jak como un aparente outsider de la política, cuyas características excepcionales lo posicionan en el centro del partido y lo habilitan para representar a la voz popular.
En un escenario de tensión el papel del Partido Republicano es clave. Si bien, actualmente no forma parte de la coalición de centroderecha, ha insistido persistentemente en su inclusión, logrando incorporarse al pacto electoral del sector para el proceso Constituyente. Esto, nos confirma que la centroderecha experimenta un viraje hacia la radicalidad. Pero, sobre todo, demuestra la creciente tolerancia del sistema político frente una ideología radical y populista, que promueve el despliegue de un proyecto restaurador de una normalidad patológica (Mudde, 2010), cuyos principios ultraliberales y conservadores -cristianos-, se han arraigado tradicionalmente en las elites económica y política chilena.
Consideramos que el Partido Republicano representa a un mundo social que se corresponde, en origen y principios, con la élite tradicional; no obstante, su ideología populista le permite encontrar aliados entre la gente común, disputando espacios de influencia a los movimientos sociales progresistas u otros movimientos contrahegemónicos proteccionistas. De esa manera, nos queda observar el desenvolvimiento del pr en el actual proceso constituyente, momento crucial de disputa por la hegemonía -material y simbólica-, entre los proyectos regresivos y los democratizadores.