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Psicología, Conocimiento y Sociedad
versión On-line ISSN 1688-7026
Psicol. Conoc. Soc. vol.5 no.1 Montevideo mayo 2015
Cartografías de la actividad de atención directa a niños, niñas y adolescentes en situación de calle en Montevideo, Uruguay
Mapping activity of direct care to children and adolescents living on the street in Montevideo, Uruguay
Daniel Fagundez
Autor referente: dfagundez@psico.edu.uy
Universidad de la República (Uruguay)
Historia editorial
Recibido: 20/10/2014
Aceptado: 11/05/2015
RESUMEN
Este artículo presenta resultados de una investigación realizada sobre el estudio de la actividad de atención directa a niños, niñas y adolescentes (NNA) en situación de calle. En Uruguay son atendidos 1100 NNA por diferentes dispositivos gestionados y controlados por el Estado. Esto representa un alto nivel de atención de una población extremadamente vulnerable. Los educadores sociales y psicólogos son las principales profesiones que participan de la atención directa, constituyendo un modelo educativo hibrido entre varios enfoques disciplinares. El estudio se realizó a partir de un seguimiento de un equipo de atención directa a esta población en Montevideo, Uruguay, mediante la metodología etnográfica y cartográfica. Los resultados plantean la complejidad por la cual los trabajadores atraviesan, en una actividad que tiene una alta carga de frustración y creatividad. Se discute sobre la implicación de los educadores entre ser agentes técnicos del Estado y ejercer una ética desde la educación social y desde una perspectiva de los derechos del niño.
Palabras Clave: Organización del Trabajo; Condiciones de trabajo; Niños, Niñas y adolescentes en situación de la calle; Actividad.[i]
ABSTRACT
This article presents results of a research on the study of the activity of direct care to children and adolescents on the street. In Uruguay there are 1100 children and adolescents attended by different managed and controlled by the state devices. This represents a high level of attention of an extremely vulnerable population. Social educators and psychologists are the principal professions involved in the direct care, constituting a hybrid educational model among various disciplinary approaches. This study was carried out with the research into a group of workers on direct care to this population in Montevideo, Uruguay, by ethnographic and mapping methodology. The results suggest the complexity by which workers pass through, in an activity that has a high burden of frustration and creativity.It discusses the involvement of educators between being technical state agents and exert social ethics from education and from the perspective of children's rights.
Keywords: Work Organization; Working conditions; Knowledge management; Children and adolescents living on the street: Activity.
El artículo se basa en una investigación que tuvo como objeto el análisis de la actividad de atención directa a niños, niñas y adolescentes[ii] en situación de calle, analizada desde un estudio de naturaleza empírica en un equipo de atención directa a esta población. Este estudio fue realizado en la ciudad de Montevideo e incluyó a diversos actores que realizan este trabajo en un proyecto seleccionado intencionalmente. El objetivo de la investigación fue dimensionar los diferentes planos de la actividad, tomando como ejes centrales las racionalidades, estrategias, tácticas, la estructura e identidad organizacional, las condiciones y medio ambiente de trabajo y la relación placer sufrimiento que viven los actores a diario en la atención directa.
Los resultados del artículo son presentados en base a una cartografía que dimensiona tres planos fundamentales de la actividad en función de preguntas que son fruto del extrañamiento del investigador al conectarse con el territorio existencial en el proceso etnográfico. Las preguntas formuladas en dicho proceso y que sirven para diseñar una cartografía analítica son las siguientes:
1) ¿Cuáles son las racionalidades, estrategias y tácticas que componen la actividad y que se manifiestan en las prácticas?
2) ¿Cómo se organiza el trabajo en función de su estructura, condiciones y medio ambiente de trabajo y funcionalidad de los roles asignados para la intervención?
3) ¿Cuál es la relación entre placer y sufrimiento en la actividad?
En Uruguay el organismo encargado de administrar las políticas sociales es el Ministerio de Desarrollo Social[iii]. Específicamente para los temas de niñez y adolescencia el Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay[iv]. Al trabajo de estos organismos se les suman el de decenas de ONG que realizan convenios con el Estado para gestionar programas de atención en contextos e[v]specíficos. En 2008 un censo realizado por el Mides arrojó el número de 1887 NNA en situación de calle en la zona de Montevideo y Área Metropolitana (INFAMILIA - MIDES, 2007), un 40% menos que en 2003 (Gurises Unidos, 2005). Es en este escenario en donde se construye el problema formulado.
Gubernamentalidad, actividad y organización del trabajo
El armado de una cartografía conceptual que sistematiza parte del estudio realizado en un año y medio de trabajo de proceso etnográfico en el contexto organizacional, se resume a partir de tres dimensiones que la componen, no desconociendo que haya otras invisibles o descartadas por él investigador. Esas dimensiones tienen que ver con una analítica de la gubernamentalidad, el estudio del diseño organizacional y sus diferentes componentes, y la relación placer/sufrimiento en el trabajo a partir de un estudio de los afectos y las implicaciones puestas en juego en el trabajo de atención directa a esta población.
Gubernamentalidad y gobierno de la pobreza
En un primer plano conceptual, el programa con el cual se trabajó en el proceso etnográfico, es emergente de una estrategia de una racionalidad de gobierno de la pobreza, que se ha convertido en uno de los ejes fundamentales del control de las poblaciones a nivel de occidente. Este problema pensado desde la analítica de la gubernamentalidad, que implican racionalidades, estrategias y tácticas para el control de los Estados y las poblaciones (Castro Gómez, 2010; Foucault, 2006), determina que se ha desarrollado un dispositivo que apunta de lleno a disminuir la población que no puede controlar las instituciones disciplinadoras, a partir de diversas estrategias, siendo una de ellas la creación de programas focales que apuntan a restituir los derechos de los NNA.
Para desarrollar una racionalidad de gobierno efectiva es necesario una serie de conocimientos como los cálculos demográficos (nacimientos, muertes, características de las viviendas, modos de vida, personas activas para la educación, trabajo, indicadores de salud), demográficos (distribución de las zonas y características de densidad), económicos (distribución de la riqueza y flujos de capital) médicos (dietas, enfermedades), una serie de indicadores aportados por las ciencias para conocer las poblaciones. Esto permite establecer cálculos políticos que se traducen en mapas, reportes, informaciones, pero sobre todo en números que justifiquen acciones (Rose, 2013; Rose, OMalley, & Valverde, 2012).
Un estudio significativo acerca del estado del arte del campo de problemas de los NNA en situación de calle, es el realizado por Berckmans, Velasco, Tapia, & Loots (2012) el cual relevó artículos científicos que trabajaran el problema de la eficacia de las intervenciones o programas de atención a NNA en situación de calle. Lo primero que plantean de gran importancia es que, habiendo relevado artículos de todas partes del mundo, establecen que el discurso preponderante es el western-occidental, el cual está caracterizado por los derechos del niño celebrados en Convención de los Derechos del Niño en 1989, la cual fue ratificada en Uruguay en 1990. Este discurso propone al niño como sujeto de derechos, y los Estados deben asegurar el pleno goce de los mismos en cada uno de sus territorios nacionales. Esos derechos son al cuidado familiar, salud, educación, vivienda, alimentación, recreación, y acceso a la cultura como sus principales estándares. A la primera conclusión que llegan es que su estudio no logró definir si las estrategias de abordaje eran eficaces a largo plazo, pero si a corto plazo. Esto se debe a que los dispositivos están diseñados para atender el problema de forma inmediata, en los niveles básicos de asistencia y con el objetivo de restituir los derechos mínimos de los NNA. Los autores construyeron un modelo explicativo para detallar 3 niveles de desarrollo de las intervenciones con esta población:
1 El primero que identificaron está agrupado en los dispositivos que trabajan con educadores pares, gente que ya tuvo experiencia de vida en calle y que después de transformar su situación salen en búsqueda de los que están en calle para intentar revertir la misma. Por otro lado están los refugios que operan como lugares de estadía nocturna y de emergencia, que intentan recrear en su seno un sentimiento de familiaridad entre los usuarios. En ambas propuestas se intenta desarrollar una ayuda a medida, con establecimiento de relaciones positivas y de ayuda mutua, fomentando un sentimiento de esperanza de cambio posible.
2 El segundo nivel que identifican es el de los programas de atención con un enfoque holístico individualizado. Estos programas son integrados por equipos de operadores sociales con perfil educativo y social, que ofrecen en sus propuestas estrategias de contacto con los NNA, actividades recreativas, intentos de re-vinculación familiar, y también intentos de vinculación de los NNA con servicios educativos formales, salud y trabajo formal.
3 El tercer nivel implica un nivel es más complejo, el cual está asociado a estrategias del gobierno para mitigar el problema que afecta a la sociedad y a los estándares de calidad del Estado. Es una especie de batería de medidas articuladas que inciden directamente en la intervención para la reducción de la cantidad de NNA en situación de calle, y la prevención de la misma. Estas estrategias son las siguientes: Programas de apoyo familiar en situación de pobreza extrema que son el origen de las situaciones de calle de NNA; elaboración de un sistema de protección a la infancia, en sus primeros años y a sus familias; establecimiento de un sistema penal juvenil ajustado al problema; el uso de la cárcel como mecanismo para remover a NNA en situación de calle que tengan conflicto con la ley; sacar a los NNA del centro de la ciudad e intentar que no salgan de sus barrios, comunidades, ciudades, etc.; y por último que los resultados de la reducción del problema sean visibles y beneficien no al NNA sino a toda la sociedad.
Tanto los gobiernos como los organismos internacionales, en el afán cuantificador que define a los indicadores económicos y sociales, desarrollan estrategias de control del sujeto, en términos poblacionales, que apuntan a erradicar la situación de calle. Es así que se conocen varios estudios de dimensionamiento de la cantidad y características de los NNA en situación de calle que indican la gravedad del problema (Brasesco, 2011; Gurises Unidos, 2005; Gutiérrez & Vega, 2003; INFAMILIA - MIDES, 2007; Mora, 2011). En Uruguay, en el año 2003 la cantidad de NNA era de 3800, mientras que en 2007 se redujo a 1800 y actualmente existen datos de que el sistema de respuesta del Estado Uruguayo atiende a 1100. Las tácticas desplegadas para la atención apuntan al territorio en donde los NNA despliegan sus estrategias de supervivencia. Esa intervención es realizada por equipos especializados que adaptan la forma del trabajo al tipo de población objetivo. En el caso de este estudio, el equipo trabaja con NNA en situación de calle con extrema vulnerabilidad, traducido en que duermen en la calle, la mayoría consumen sustancias y tienen conflicto con la ley, estando ellos en calle en una situación de total o parcial deterioro físico, cognitivo y psíquico y de sus lazos de redes protectoras. La táctica por excelencia es llevar funcionarios del Estado denominados educadores al territorio y mediante la metodología de proximidad[vi] lograr establecer un enlace, un proceso de características educativas y de construcción de ciudadanía y un egreso hacia la familia o autonomía.
El sujeto es entonces identificado, caracterizado e intervenido desde las políticas sociales de proximidad que refiere a la búsqueda que hace el operador de la persona identificada en su lugar de vida y la creación de un vínculo que apunte a transformar su realidad, entendiendo que la misma va en contra de los ideales de desarrollo social (Annunziata, 2013; Jamoulle, 2008; Pastor, 2009). Estas políticas sociales que trabajan en proximidad territorial son focopolíticas, concepto que desarrolla Álvarez Leguizamón (2002) como una herramienta de la gubernamentalidad para controlar las poblaciones en situación de riesgo social. El dispositivo estudiado responde a una racionalidad alineada al orden mundial, y existen instituciones encargadas de ejecutar estas políticas focalizadas en determinadas tipificadas como de riesgo social.
2.2) Organización del trabajo de la actividad
El estudio de la actividad analiza la tensión entre el trabajo prescripto y el trabajo real desde las dimensiones de la implicación y de la organización del trabajo (Clot, 2007, 2009). Desde la implicación se analizan los atravesamientos institucionales y su conexión con la singularidad del sujeto trabajador, su pertenencia a un colectivo con características únicas, así como también la producción de los afectos puestos en juego en la actividad (Guattari, 1976; Lourau, 2001).
En la dimensión de los afectos se observan las posibilidades de los trabajadores de reflexionar sobre el impacto de las historias de vida con las que se conectan, la mayoría de ellas de alta tensión en términos de violencia. Esta dimensión es vital para pensar las estrategias de estos colectivos para defenderse del sufrimiento (Dejours, 1990) y producir estrategias creativas de abordaje desde lo afectivo (Pujol, 2010)
En el plano de la organización del trabajo se observan los factores de las condiciones y medio ambiente de trabajo[vii] específicos de la actividad (Neffa, 1988, 2003) y cómo estos impactan en el sujeto. Esta analítica nos deposita en visualizar los factores de las condiciones de trabajo en términos contractuales y la exposición a factores medioambientales que repercuten e inciden significativamente en la actividad como el clima, la exposición a enfermedades, los factores físicos en los entornos del trabajo y las tecnologías.
El análisis de la actividad tiene como su principal eje la tensión entre el trabajo prescripto y el trabajo real (Clot, 2009). El trabajo prescripto es la función del actor llamado educador, que es el encargado de realizar la atención directa. Pero esa función es llevada adelante por personas con otra formación a la educativa, como sociólogos, trabajadores sociales, artistas, antropólogos, incluso enfermeros, además de la clásica profesión que es la del educador social (De Oña, 2002; Dellapiazza, 2005; Pérez & Saravía, 1997; Pérez López, López, & Monroy, 2011; Pierri, 1997). Esta función está sujeta a un híbrido de ciencias y discursos que son las que alimentan las formas reales de ejercer las prácticas de atención. Es así que el trabajo real, invita a pensar cómo se despliegan las prácticas alimentadas por ese hibrido de disciplinas y por las propias características que asume el equipo de trabajo con sus singularidades.
Metodología
Se seleccionó un proyecto activo al día de hoy en la ciudad de Montevideo. Se trata de un programa de gestión estatal y de ONG (mixta), el cual atiende a NNA en situación de extrema vulnerabilidad. Cabe señalar que los resultados veritos en este artículo son preliminares.
La elección de la metodología se hizo pensando en la consecución de los objetivos planteados en la investigación, pero también se fundamentó en tratar de comprender los fenómenos observables dinámicamente, los enunciados desde una perspectiva colectiva, las interacciones entre sí y con el medio como procesos de subjetivación (Álvarez Pedrosian, 2011). Se trata de una metodología cualitativa que estableció un plano singular y flexible a la hora del registro y del análisis de las experiencias de los trabajadores y ex-trabajadores.
El método utilizado para el seguimiento del proyecto es la aproximación etnográfica[viii] y la cartografía aplicada a una organización del trabajo[ix]. La etnografía se usó para poder dimensionar el territorio de intervención, la cultura propia de trabajo, los ritos, estructuras y desestructuras del trabajo (Guber, 2001). La cartografía fue para poder pensar preguntas centrales como la composición de la actividad y las dimensiones de la misma en términos de las racionalidades, la estructura y el plano de lo colectivo (Sade, Ferraz, & Rocha, 2013). Se usaron las siguientes técnicas: la observación participante para tener un registros de las notas del trabajo de campo del proceso tanto en recorridas en el territorio, como la participación en instancias de reunión de equipo y espacios grupales por el periodo de dieciocho meses; la entrevista etnográfica en profundidad y abierta a catorce trabajadores, que se realizó en un contexto apartado del campo y con preguntas de carácter no directivas y semis-dirigidas para indagar en función de las premisas de la investigación y a la vez, para darle lugar al entrevistado y que aparezcan elementos nuevos no previstos; y la elaboración de un diario de campo que apuntó a la búsqueda de re-flexibilidad de los investigadores a partir del análisis de la implicación del proceso etnográfico (Guber, 2001). Las experiencias de los trabajadores se estudiaron desde el discurso de sus prácticas (Álvarez Pedrosian, 2011; Foucault, 1999; Iñiguez-Rueda, 2003).
La población participante fueron dos coordinadores, doce educadores (seis varones y seis mujeres) y alrededor de treinta NNA que trabajan con el proyecto.
La cartografía fue el marco de pensamiento para el acompañamiento del proceso y del cual se despliegan líneas que trazan diferentes planos para el análisis que solamente pretende aportar al conocimiento de un proceso vivo (Guattari, 1995; Sade et al., 2013; Tedesco, Sade, & Caliman, 2013). Es así que las preguntas para el análisis son vectores que pretenden agenciar formas de subjetivación para que sean apropiadas por la comunidad científica y por los propios operadores a la hora de reflexionar sobre las prácticas.
Resultados
Racionalidades, estrategias y tácticas que componen la actividad desde la analítica de la gubernamentalidad.
El equipo con el que se realizó pertenece a un programa cogestionado entre INAU y una Organización no Gubernamental dedicada principalmente al tema de los derechos de los NNA. Este proyecto de atención fue uno de los últimos en crearse en Uruguay dedicados a este problema. Su eje de atención son los NNA en situación de calle y extrema vulnerabilidad. La extrema vulnerabilidad la definen los actores como:
Que el NNA duerma en la calle, consuma sustancias y no tenga vínculo con la familia. Los gurises con los que nos encontramos a veces duermen en lugares abandonados y también están expuestos a abusos de todo tipo, incluso sexuales y a enfermedades[x]
En el año 2013 el INAU realizó un relevamiento institucional sobre el sistema de respuesta de atención a NNA en situación de calle. El sistema está compuesto por programas de atención directa de organismos públicos en menor medida, y en mayor medida a partir de convenios con ONG supervisados directamente por el INAU. La evaluación llega después de años de implementación de diferentes programas y proyectos de atención que coinciden en el objetivo fundamental de querer transformar la realidad de muchos NNA en situación de calle. Los datos preliminares de un estudio de circulación intenta del INAU[xi] ofrece la siguiente información: Entre 1000 y 1100 NNA atendidos al 2013; existencia de tres proyectos de atención gestionados por el INAU, tres cogestionados ONG-INAU, 23 de ONG en convenio con INAU; en cuanto a las funciones se relevaron 178 educadores, 31 docentes, maestros y talleristas, 31 psicólogos; 18 auxiliares de servicio, 16 trabajadores sociales; 15 administrativos, 9 otras funciones. De estos datos se deduce de forma general cada educador atiende a cinco NNA en situación de calle de forma directa; existen 1 psicólogo y 1 maestro, docente o tallerista por cada 35 NNA y la cantidad de técnicos y personal de otras disciplinas se va reduciendo en el mismo orden en que fueron presentados más arriba. Otro dato a atender es que a inmensa mayoría de los proyectos están gestionados por ONG en convenio con INAU.
Este sistema de atención es de primer orden, y su intencionalidad es lograr que los NNA atendidos pasen a una atención de segundo orden dotado de mayor formalidad como en la educación, amparo, salud y el trabajo. Uno/a de los educadores/as nos planteaba:
La mayoría de los gurises que contactamos no tiene nada, hace años que no estudian y no los ve un médico salvo cuando los lleva la policía al médico forense. Nosotros en un primer momento vemos de que el gurì tenga la documentación básica, se pueda realizar un control médico y odontológico básico, logre asentarse en un lugar como un hogar o la familia y empiece a estudiar, ya sea cursos de carpintería, panadería, peluquería, que terminen la escuela en algunos caos o que empiecen en liceo en otros. Igual todo esto es difícil y se logra en mucho tiempo porque a ellos le cuesta adaptarse a las reglas de estos lugares y la vez estos lugares son rígidos para ellos.[xii]
En este sentido el primer momento del proceso es el enlace y el armado del proceso educativo y en segundo en intento por vincularlos a otros programas formales, pero esto no siempre es posible ya que parecen emergentes en el medio como lo es la salud mental y las historias de violencia que hacen que los NNA no logren adaptarse a las lógicas de esas instituciones y por ende sea complicado su ingreso. Eso es algo que diariamente padecen los educadores en el trabajo cotidiano, las frustraciones en los pasajes de los NNA por instituciones como la educación, la salud y el trabajo, pero parte es por los problemas de ellos y parte por el grado de rigidez de las instituciones, esto dicho por la mayoría de los entrevistados.
La tarea de estos proyectos es incluir al NNA en programas formales para su formación como ciudadanos. Esto es una traducción de las racionalidades de los estados para el control de las poblaciones, en especial a la pobreza. (Castro Gomez, 2010; Gallo Acosta, 2011; Rose et al., 2012). Estos mecanismos consisten en invertir la demanda de ayuda, o sea de los educadores a los NNA y no al revés, e intervenir directamente en la subjetividad de estos para que logren conectarse con el deseo de cambio en su situación. En ese sentido los educadores son agentes del Estado y mediante el uso de la metodología de proximidad, logran establecer vínculos con los NNA para crear un vínculo y así instalar el proceso de trabajo. Una educador/a plantea:
En un principio tenemos más proximidad con los jóvenes porque necesitamos establecer el vínculo
lo vemos la mayor cantidad de veces posibles, jugamos, nos preocupamos por su alimentación y por el lugar donde duerme
a veces nos lleva meses para lograr esto y a eso lo llamamos captación. Cuando logramos esa proximidad tratamos de vincularlo con otros programas y después funcionamos como referencia para que el gurì quiera estar y pueda sostener el espacio. Cuando lo logra bajamos la intensidad del vínculo para que este logre hacer otras relaciones. Igualmente siempre estamos hasta que no de más y el gurì este bien, pero eso no pasa siempre porque en el medio decaen y hay que volver a empezar o directamente no seguir.[xiii]
En las palabras del educador se nota que hay un intento por establecer un vínculo y este va variando dependiendo del proceso del NNA, que es fluctuante y no siempre es el ideal, esto manifestado por la gran mayoría de los educadores. El vínculo es un problema, ya que algunos de los entrevistados nos hablan de un vínculo profesional basado en lo educativo pero otro nos hablan de que el mismo está cargado de afecto, lo cual es necesario para el trabajo. Esa proximidad que establecen con los NNA también trae aparejada la creación de un vínculo y la generación de afectos, elemento que veremos en el capítulo final del análisis.
La organización del trabajo y las condiciones y medio ambiente en donde se realiza la actividad.
Para pensar este segundo plano de la actividad tomaremos los aportes del análisis organizaciones de Etkin y Shvarstein (1989). Los autores plantean que las organizaciones tienen una identidad y una estructura. La identidad en este caso que es lo invariante implica tanto para el INAU como para la ONG es la defensa y promoción de los derechos de los NNA, siendo que el INAU también tiene el fin de controlar y regular el ejercicio de los derechos de los NNA de todo el país. En cuanto a la estructura de este proyecto en particular, la misma se dota de un equipo de trabajo de dos coordinadores, doce educadores/as que trabajan en duplas y cada una atiende a cinco NNA. Dentro de la media de los proyectos es el que atiende menos NNA por educador, pero esto es así por la extrema vulnerabilidad de cada una de las situaciones.
Para pensar la estructura, los mencionados autores arman dominios a partir de una triada entre propósitos, relaciones y capacidades existentes. En cuanto a los propósitos, el objetivo principal es transformar la situación de calle de los NNA. Para esto tienen como indicadores ir logrando de forma paulatina disminuir las horas y las noches en calle, que puedan tener controles en salud, alguna actividad educativa y cultural, todo esto hacia revertir totalmente la situación de calle y lograr que el NNA vuelva con su familia o quede al amparo del INAU o logre autonomía con vivienda y trabajo. Las relaciones están establecidas entre los NNA y los educadores, entre el proyecto y otros programas para la inserción, lo cual establecen una red de relaciones organizacionales mediadas por las instituciones y el derecho. En cuanto a los recursos, decir que la mitad de los recursos humanos son contratados por el INAU y la otra por la ONG, incuso en sus coordinadores. Los equipos cuentan con dinero para poder realizar gastos de urgencia en el plano cotidiano, y a su vez los otros recursos para lograr transformar la situación de calle son externos al proyecto, pero no dependientes del mismo, lo cual trae muchos problemas.
Una educador/a nos decía al respecto del tema de los recursos: Nos piden que saquemos a los gurises de la calle, pero queremos un hogar y no hay, vamos al médico a pedir hora y te la dan para un mes, vamos a inscribirlos a un curso y es todo un trámite y problemas, al final los recursos parecen que no existen y uno tiene que lidiar después con el fracaso de un proceso[xiv].
En las observaciones de campo pudimos constatar que el tema de los recursos para poder cumplir con los propósitos es bastante escaso, dado que en todos los ámbitos de intervención secundaria y formal, los NNA en situación de calle son vistos de mala manera y generalmente los últimos en lograr cupos en diferentes proyectos educativos y en hogares de amparo. Los educadores plantean el problema de que muchos NNA no logran adaptarse a las reglas y eso hace aún más complicado el trabajo. Esto es porque cuando entran a un hogar tiempo completo, desde la dirección de estos hogares se pide que no se corte con el proceso del equipo calle, pero por otro lado el sistema de supervisión y monitoreo del INAU les plantea que no deben realizar dobles atenciones, lo cual es una contradicción. La resultante de esto es de que los programas tienen propósitos que están desbalanceados con los recursos que se cuentan y que dependen en gran medida de las relaciones que este programa tenga con el medio para lograr inserciones de los NNA en programas de desarrollo en educación y en amparo.
En cuanto a las condiciones de trabajo (Neffa, 1988) las normas contractuales varían significativamente entre un educador de INAU (público) y la ONG (privado). Como primera diferencia los trabajadores públicos y privados tienen diferente normativa laboral. El público accede más derechos reconocidos (licencias especiales y compensación de horas trabajadas) cosa que funciona en menor medida en los privados. A su vez los públicos cobran menor salario que los privados en este caso puntual. Los públicos son parte de una organización de 3000 trabajadores, y sienten que son poco reconocidos y adherentes a la misión de la organización, mientras que los privados se sienten reconocidos en su actividad, trabajan en un contexto de cien trabajadores y son activistas en el desarrollo de la organización. Estas dos grandes diferencias en las condiciones de trabajo co-existen en este equipo y marcan diferencias de concepción en las implicaciones de cada uno para con su empleador. Igualmente se pudo constatar en la observación y la experiencia que todos se sienten parte del proyecto que es lo que los identifica y une a la hora de desarrollar la actividad, siendo esto repetido por todos/as en las entrevistas realizadas.
El medio ambiente de trabajo es un determinante de la actividad (Clot, 2009, Neffa, 1988). Los espacios físicos de trabajo varían constantemente, yendo desde el local de atención ubicado en la zona centro de Montevideo a la calle en diferentes zonas céntricas y periféricas de Montevideo. Tanto en las observaciones como en los relatos se pudo constatar que los educadores desarrollan su actividad en terrenos baldíos, pastizales, en la calle a altas o bajas temperaturas, en casa ocupadas, lugares en donde existen riesgos biológicos importantes. Esto hace que su trabajo sea nómade tanto en el desplazamiento como en la variabilidad de las condiciones. Igualmente se destaca que este es un trabajo de riesgo para la salud de los trabajadores, algo que si bien fue constatado en la observación, fue muy poco mencionado en las entrevistas. A lo sumo se destacó que el trabajo tiene una alta carga de frustración y eso hace que el desgaste en el trabajo sea muy grande. Esto se pudo ver en gente que hace tres o más años que está en el proyecto y en trabajadores de esta o más antigüedad que en el proceso investigativo renunciaron. Si bien todos estos destacaron el gran valor de aprendizaje y de vínculos generado en el proyecto, por otro lado mencionaban el gran desgaste de trabajar con tanta frustración por el resultado de los procesos con NNA con un gran daño en sus historias de vida.
De todas formas, si hay algo importante a destacar de cómo se ejerce esta función del educador, es como transforman tantas situaciones adversas en creativas. Y esto es parte del trabajo real que menciona Clot (2007, 2009), en el sentido que en el sufrimiento también está el placer de poder realizar cosas impensadas para lograr el éxito. Esto se puede penar en el siguiente relato:
el otro día me encontré con un gurì que ya es mayor y me contó que estuvo preso. Este joven trabajó con nosotros en 2009 y después de un año fue mayor y fue preso. Cuando me lo encontré hablamos de como él siempre recordaba que cuando estaba en la calle un día lo llevamos a un campamento de 3 días y se re divirtió
incluso me contaba escenas que yo me había olvidado
yo creo que a veces este tipo de actividades que hacemos en algún punto a ellos les sirve como para ver otras cosas de la vida
este trabajo es tan flexible que yo me animo a que si un gurí no me da bola, lo invito a 25 de agosto a hacer un asado y nos vamos en tren a pasar el día
a veces esas cosas rinden mucho para establecer un vínculo y para que el gurí tenga historia e imágenes de nosotros y el proyecto.[xv]
Este relato muestra como existe una tensión importante entre el fracaso y la frustración de no poder lograr transformar muchas de las situaciones, pero por otro lado de que las acciones llevadas a cabo son efectivas para mejorar la vida de estas personas. Esto es visto por los educadores como un logro, y es un elemento de satisfacción por la tarea realizada. Queda formulada la pregunta de si esos logros son medibles e importantes para la evaluación de esta política en grados de efectividad. Como se vio en el apartado anterior, la forma de gobierno de estas poblaciones es a partir del número y no de elementos cualitativos. Esta es una situación percibida por varios de los educadores entrevistados y representa una controversia en la propia evaluación de los resultados de la actividad
El educador como actor central en la atención directa y la dinámica placer sufrimiento en la actividad.
Llegando a este punto es importante decir que este trabajo se divide en dos polos que van desde la satisfacción y el placer de trabajar en un equipo calificado y con mucha experiencia, de trabajo flexible y creativo, dotado de competencias que ayudan al aprendizaje contante de sus miembros. Pero también el objeto de trabajo que son los proyectos educativos tienden a no llegar a sus objetivos por la variabilidad de los tránsitos de los NNA, sus historias de vida de extrema vulnerabilidad y daño, y la escases de recursos con los que se cuenta para el logro de los propósitos, lo cual se convierte en el sufrimiento de esta actividad. Esta dinámica entre placer y sufrimiento es la que hace a este trabajo fluctuante y cambiante, y que lo transforma en intenso y atractivo pero de gran desgaste. Es así que se constata que el ciclo ideal para desarrollar esta actividad ronda los tres años, variando en más dos o menos un, dependiendo de cada cuerpo. Según Pujol (2010), esta dinámica entre placer y sufrimiento es una diada complementaria y no dicotómica, que lleva al trabajador a convertir el sufrimiento y el placer en creatividad para subsistir. Cuando la creatividad disminuye se produce el desgaste y por ende el sufrimiento hace que la tarea sea monótona y desgastante. En los relatos de la gente que fue renunciando en el periodo de la investigación, la frase más representativa que la de uno/a de los/as educadores/as fue la siguiente: Aprendí mucho en este trabajo y me encanta, pero ya no logro re-inventarme[xvi]
Neffa (1988) a partir de su concepto sobre carga global del trabajo, diferencia la carga psíquica, aquella que se compone de factores pisco-sociales que implican la relación del trabajador con su función y con el contexto relacional; de la carga física, asociada a los factores ergonómicos; de la mental, vinculada a los aspectos cognitivos.
A partir de las observaciones realizadas se puede sostener que para los trabajadores el peso se acentúa en mayor medida en las cargas psíquica y mental, y en menor medida en la física. Esto se debe a que el trabajador desarrolla un alto nivel de implicación con la población objetivo, en las relaciones con sus compañeros y con las instituciones. El colectivo cataliza altos niveles de sufrimiento propiciando mutuo sostén y cuidado. La carga mental se acumula en la articulación de saberes y la capacidad de ponerlos a funcionar en las actividades de campo, tanto con la población objetivo como con el equipo de trabajo en la reflexión, coordinación y toma de decisiones. El impacto físico se puede asociar a la exposición del cuerpo a factores ergonómicos y ambientales, pero sobre todo, a las enfermedades somáticas producto del estrés no tramitado a nivel psicológico.
Lourau (2001) plantea que la implicación es aquello por lo que los sujetos se sienten adheridos y arraigados. Genera creencias y acciones en función de los atravesamientos institucionales. La implicación tiene una fuerte impronta del sujeto histórico social y político, que hacen que por la cultura haya modos de ser, ver, pensar y actuar, modelados y modificados en función de la re-creación de las historias y de la vida social en términos de relaciones de poder. Todos los trabajadores entrevistados manifiestan que el trabajo que realizan o realizaron encuentra su sentido de implicación en la restitución de los derechos a los NNA en situación de calle. Esta restitución de derechos implica vincularlos con aspectos vitales y con instituciones como la educación, la salud, la familia, que son los más deterioradas en contextos críticos. Existe amplio consenso en que las instituciones reguladoras de esos derechos, que son a la vez sus empleadores, brindan pocas herramientas y recursos para transformar esas vulnerabilidades, y esto se agrava en el relacionamiento con la justicia y la policía. Estas situaciones llevan a que la actividad tenga muchas frustraciones, al mismo tiempo que compromete la obtención de resultados, y revela ineficacia en las intervenciones.
¿Cuáles son las estrategias que tienen los trabajadores para resistir ante este sufrimiento? Dejours (1990) sostiene que los colectivos de trabajadores elaboran mecanismos que permiten tramitar y transformar el sufrimiento en creatividad y motivación. Si bien no se logró establecer una categorización de cuál es la formación defensiva de estos equipos, lo que sí se puede plantear y fue observado reiteradamente en el proceso de trabajo es que los educadores tienden a ser sujetos con una fuerte formación de ego, en el sentido de que opera el discurso de ser salvadores de situaciones insalvables; una dedicación extrema al trabajo, acumulando horas y horas de trabajo excedidas del horario normal; y sobre todo ser muy críticos a las instituciones, llegando a culparlas de los males de los NNA. Esto se ve reflejado también en el estudio realizado por Albarrán y Taracena (2012) acerca de la implicación de los educadores se similares características a los estudiados en esta investigación.
Los espacios de intercambio entre compañeros de equipo tienden a acaparar las reflexiones de afectos provenientes de la atención directa con la población objetivo, como también de las tensiones institucionales. Los espacios de reunión de equipo son los privilegiados para trabajar los casos de los NNA, que son presentados en largas narrativas que van del detalle descriptivo al analítico. Esto denota una presencia reflexiva, pensante y afectiva para transformar el monto emocional de las intervenciones en afectos trasladados al grupo.
Cabe la pregunta sobre cómo son los mecanismos de tramitación de las afecciones y cómo son las afecciones puestas en juego en la propia reflexión de las mismas en estos espacios. Kaufmann (2011) plantea que las presiones del entorno en este sistema actual, requieren equipos de trabajo colaborativos con altos niveles de regulación emocional y mental. Teniendo en cuenta que el equipo de trabajo es el principal rector de las acciones en el caso estudiado, gran parte de la producción de los afectos (reflexión de las afecciones) son canalizadas en la reunión semanal. Esto constituye el principal nivel de defensa colectiva, que no quiere decir que sea el único ni el más efectivo. En momentos de fortaleza anímica del colectivo, los trabajadores resuelven situaciones de alto contenido sufriente. Pero en momentos de alta rotación de trabajadores, de presiones por parte de las instituciones y de necesidad de presentar resultados concretos de su actividad, estas defensas fallan.
Una forma posible de tramitar los aspectos sufrientes de la actividad es el llamado cuidado de equipos (Gottieb & Busto, 2012). Esta metodología se implementó entre el 2010 y 2011 y consistía en espacios quincenales en donde los trabajadores junto con un profesional de la psicología dialogaban acerca de la actividad, en base a la metodología de grupos de palabra. Los mismos eran guiados por psicólogos de formación psicoanalítica y vincular. Los resultados sistematizados de esta experiencia evidencian que existe una tensión entre la angustia que los trabajadores sienten ante las situaciones que enfrentan y la frustración que se traslada por parte de las instituciones, y la creatividad que surge en momentos donde las posibilidades son pocas pero las potencialidades aumentan con recursos nuevos.
Todas las formas reflexivas son intentos por explicitar las formas de sufrimiento a las que están expuestos estos trabajadores. De todas formas, es preciso decir que al ser un trabajo en donde los afectos circulan con intensidades fluctuantes, se producen encuentros potenciales de creatividad, diversidad, sensibilidad y respeto entre todos los actores que intervienen.
Conclusiones
La cartografía de la actividad realizada, para el análisis plantea tres dimensiones: gubernamentalidad y gobierno de la pobreza, organización del trabajo en donde se despliega la actividad, relación placer y sufrimiento en la figura del educador que es la primera línea de acción de esta política.
La atención directa a NNA en situación de calle representa uno de las estrategias fundamentales para el control de las poblaciones en situación de extrema vulnerabilidad. Como se vio en el artículo, la analítica de la gubernamentalidad plantea una racionalidad neo-liberal que tiene como objetivo el control de la pobreza, identificando, categorizando e interviniendo directamente a los sujetos para el gobierno de los otros (Castro Gómez, 2010; Foucault, 2006; Rose et al., 2012). Este dispositivo es parte una estrategia para el logro de este cometido, pero existen una serie de otras estrategias que hacen al control de esta población. Desde este punto de vista el educador es un traductor de las racionalidades del gobierno. Esto se materializa en que gran parte de la información proveniente del campo es aportada por estos actores, y materia prima para los sociólogos y economistas en traducir esto en estadísticas poblacionales, y no en políticas de inclusión universales. El Estado tendría que pensar cómo realizar un sistema integral y sistémico para mejorar los resultados de esta política.
En el plano de la organización del trabajo, la estrategia del dispositivo es el armado de un equipo de educadores sostenidos por los saberes de la psicología, el derecho y la psiquiatría según Donzelot (1998). En este proyecto se pudo identificar que la educación también es un pilar en la construcción de esta actividad. El medio ambiente de trabajo es variable y tanto los trabajadores como los NNA están expuestos a riesgos físicos y biológicos que son parte también de esta actividad. La actividad se realiza con propósitos desmedidos para las capacidades existentes con los que se cuenta y las relaciones ocupan un lugar preponderante a la hora de poder salvar estas distancias.
En cuanto a la dinámica placer y sufrimiento en la actividad de los educadores, se puede decir que la actividad es flexible, creativa y de un gran aprendizaje, pero a la vez es intensa y desgastante. Los educadores han planteado en la investigación y se ha constatado que los ciclos de trabajo son de un promedio de tres años, menos uno y más dos aproximadamente. Los principales aspectos sufrientes están depositados en las instituciones de protección que no protegen y los placenteros en equipo de trabajo que es mencionado como el sostén principal de la actividad. Si bien el proyecto en general es parte de una estrategia de control de las poblaciones, y los educadores son traductores de las mismas, por otro lado se constató que existe en ellos una ética en la intervención, que busca traducir el paradigma de los derechos humanos en acciones hacia la población. Es así que organizan sus acciones con el objetivo de restituir sus derechos vulnerados y son muy sensibles ante el malestar de esta población y a la vez críticos con las instituciones que los violentan. Esto último es la principal fuente de vida que tiene el proyecto y que transversaliza los formatos propios del control del Estado.
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Notas
[i] Tesauro de la Unesco. http://databases.unesco.org/thessp/
[ii] En adelante NNA
[iii] En adelante MIDES
[iv] En adelante INAU
[vi] El término proximidad es enunciado por los educadores del proyecto como la metodología utilizada para la atención directa. Implica el desarrollo de un vínculo educativo pero con intensidades afectivas que lo hacen muy cercano y pasando a ocupar por momentos el lugar de tutelaje.
[vii] En adelante CyMAT
[viii] Implica la delimitación de un territorio existencial y el estudio de los elementos de la cultura que componen la vida de los sujetos y su relación con la naturaleza (Álvarez, 2011, Guber, 2001). Este trabajo se desarrolla en forma de aproximación porque solamente se enfocó en el desarrollo de la actividad y no en la globalidad del territorio. Por ende es una aproximación a las formas en cómo se desarrolla la actividad, en sus ritos, costumbres, obligaciones contractuales y medio ambiente de trabajo.
[ix] La cartografía es el diseño de mapas de procesos que ayudan a construir y componer la realidad que se pretende investigar. La misma visualiza elementos emergentes y contingentes, atravesamientos y cuestionamientos transversales que surgen en el desarrollo de las prácticas en la vida cotidiana (Sade, Ferraz y Rocha, 2013). En este caso se mapearon tres dimensiones, atendiendo a los emergentes y contingencias del proceso que ayudan a comprender como se compone esta actividad tan específica.
[x] Entrevista realizada a un/a educador/a en marzo 2014
[xi] Informa obtenido a partir del intercambio con la dirección del Programa Calle de INAU en agosto 2013
[xii] Entrevista realizada a educador/a en Junio 2014
[xiii] Entrevista a un/a educador/a realizada en junio de 2014.
[xiv] Entrevista realizada a un/a educador/a en diciembre de 2013
[xv] Fragmentos de una entrevista realizada a un ex trabajador del proyecto en abril de 2014.
[xvi] Frase de un/a educador educadora en una reunión de equipo en marzo de 2014.
Relacin entre la Deseabilidad Social y los parmetros del Modelo Logstico de tres parmetros
The relationship among social desirability and the parameters of the three-parameter logistic model
Facundo Abal, Sofa Aun, Horacio Attorresi
Autor referente: sofiaaune177@hotmail.com
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Historia editorial
Recibido: 24/09/2014
Aceptado: 25/05/2015
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es estudiar la relacin de los parmetros a, b y c del modelo logstico de tres parmetros y la tendencia de los individuos a atribuirse a s mismo cualidades socialmente deseables. Participaron 1592 personas que respondieron las escalas Perseverancia y Distorsin del Big Five Questionnaire (BFQ). Se aplic el ML3p a los tems de perseverancia mediante el programa MULTILOG. Previamente se debieron eliminar 3 reactivos para cumplir con la condicin de unidimensionalidad requerida por el modelo. Como la escala Likert de los tems de perseverancia tiene 5 de alternativas se contemplaron diferentes procedimientos para establecer 4 condiciones de dicotomizacin de los datos. Los parmetros de los tems se estimaron el procedimiento de Mxima Verosimilitud Marginal a Posteriori. El ajuste del ML3p fue adecuado para los 9 tems analizados. Considerando las diferentes condiciones de dicotomizacin se identificaron entre 3 y 5 tems de cuya respuesta clave se asoci a mayores niveles de Distorsin. Sin embargo, los resultados obtenidos no permiten concluir que la respuesta influida por la deseabilidad social repercuta sobre alguno de los parmetros estudiados. Se discuten las limitaciones del presente estudio y se comentan otras lneas de investigacin que pueden guiar a futuros estudios.
Palabras clave: Deseabilidad Social; Distorsin de Respuesta; Teora de Respuesta
al êtem; Modelo Logstico de tres parmetros.
Abstract
The aim of this study is to examine the association of the parameters a, b and c of the three-parameter logistic model (3pLM) and the tendency of to self-attribute personality qualities socially desirable. The incidental sample was made up of 1592 participants which responds the Perseverance and Lie Scale of the Big Five Questionnaire (BFQ). The 3pLM to items of Perseverance by MULTILOG program was applied. Previously 3 items were deleted to meet the unidimensionality assumption of the model. Since the Likert scale of Perseverance tems has 5-points, 4 procedures of dichotomization of the data were considered. The parameters estimation was carried out trough marginal maximum likelihood a posteriori procedure. The 3pLM fitted to the data satisfactorily for 9 items. Between 3 and 5 items, depending procedures of dichotomization, showed keys response associated with higher levels of Lie. However, the results do not support the conclusion that the social desirability response to have an impact on the 3pLM parameters. The limitations of this study and potential future directions for the research are discussed.
Keywords: Social Desirability; Response Distortion; Item Response Theory; Three-parameters Logistic Model.
La Deseabilidad Social (DS) es un tema espinoso en el campo de la medicin de los atributos de la personalidad. Es fcil reconocer que las respuestas a los tems pueden estar influidas por un deseo ms o menos consciente de dar una buena imagen. Por ende, se hace evidente que los tests de comportamiento tpico no miden slo las diferencias individuales en el rasgo de inters, sino que adems existe otra fuente de variacin que afecta insoslayablemente las puntuaciones de los tests. Sin embargo, resulta complejo determinar qu proporcin de varianza de las puntuaciones es explicada por el rasgo medido y cunta puede ser explicada por la falta de sinceridad y objetividad en las respuestas de un individuo (Morales, 2006).
En sus orgenes, el estudio de la DS se enfoc en el anlisis de las propiedades de los tems que despertaban una mayor tendencia a dar una falsa imagen. El supuesto central de este enfoque sostena que algunas opciones de respuesta de los tems seran ms valoradas socialmente y que los individuos podran elegirlas independientemente de su nivel de rasgo (Edwards, 1957). Durante los aos 50 y 60, el abordaje de la DS mostr un cambio de perspectiva. La construccin de numerosos instrumentos especficos para su medicin demostr que poda ser concebida como un rasgo estable y consistente de la personalidad de los individuos. La investigacin emprica pas de entender a la DS como un atributo propio del tem a identificarla como una caracterstica inherente al evaluado que puede aparecer en mayor o menor medida (Ferrando & Chico, 2000).
El desarrollo de la Teora de Respuesta al êtem (TRI) y su aplicacin a la modelizacin de tests de comportamiento tpico proporcion nuevas herramientas para el estudio de la DS (Zickar & Sliter, 2012). La TRI propone un conjunto de modelos que postulan la existencia de una relacin directa entre el comportamiento de un individuo frente a un tem y el rasgo que genera esta conducta. La formalizacin de se expresa mediante una funcin matemtica que vincula la probabilidad de dar la respuesta clave a un tem para cada nivel del rasgo latente que se pretende medir. Los modelos de la TRI se componen de parmetros que caracterizan las propiedades psicomtricas de los tems (parmetros estructurales) y parmetros que describen los niveles de rasgo de los individuos (parmetros incidentales). Si bien se han desarrollado mltiples lneas de investigacin en el marco de la TRI, una de las ms importantes tiene como objetivo encontrar correlatos empricos que vinculen la DS con los parmetros estructurales de los modelos. De esta manera, la TRI permiti volver a considerar al tem como unidad de anlisis para el estudio de la DS.
Los modelos de la TRI ms utilizados para el estudio de la DS consideran hasta tres parmetros para caracterizar el comportamiento de un tem: la localizacin del tem en la escala del rasgo (parmetro b), la capacidad discriminativa (parmetro a) y la probabilidad de que un individuo con muy bajo nivel de rasgo est de acuerdo con el tem (parmetro c). Zumbo, Pope, Watson y Hubley (1997) fueron los primeros en hipotetizar que el parmetro c del podra ser interpretado como indicador de la incidencia de la DS en tests de personalidad. Segn estos autores, el enunciado de un tem poda estar redactado de tal manera que personas con muy bajo nivel del rasgo adhieran al mismo por adoptar una postura socialmente valorada. Rouse, Finger y Butcher (1999) lograron obtener evidencias que apoyan esta hiptesis en algunas escalas del MMPI-2, pero los resultados fueron bastante acotados como para generalizar dicha interpretacin. Reise y Waller (2003) disintieron con esta hiptesis considerando que es ms razonable suponer que la DS afecta principalmente al parmetro b. Si un grupo de individuos responde a los tems de una escala usando un estilo de respuesta socialmente deseable la estimacin de sus niveles de rasgo debera resultar artificialmente ms elevada. Esto podra llevar a sesgar la estimacin de los parmetros tanto de la distribucin del rasgo latente como a la localizacin de los tems. En la misma lnea, Zickar y Ury (2002) encontraron que la DS puede afectar la estimacin de b pero slo en interaccin con la transparencia del tem (grado en que puede reconocerse el constructo que pretende medir el reactivo).
Asimismo, se ha intentado buscar una asociacin entre la DS y la capacidad discriminativa de los tems reflejada por el parmetro a, pero los resultados estn lejos de ser concluyentes. Zickar y Ury (2002) no encontraron una relacin entre DS y a, mientras que Hubley, Wu y Zumbo (2009) reportaron una asociacin significativa aunque de baja intensidad. En consonancia con los estudios presentados, el objetivo general de este trabajo es estudiar la relacin de los parmetros a, b y c pertenecientes al modelo logstico de tres parmetros y la tendencia de los individuos a atribuirse a s mismo cualidades socialmente deseables.
Por tratarse de un estudio emprico se trabaja a partir de la modelizacin de las respuestas observadas a los tems de la escala Perseverancia perteneciente al Big Five Questionnaie (BFQ; Caprara, Barbarnelli, & Borgogni, 1993, adaptacin de Bermdez, 1995).
Mtodo
Participantes
Se cont con la colaboracin voluntaria de una muestra incidental compuesta por 1592 personas de poblacin general residentes en Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires (55% fueron mujeres). La edad de los participantes oscil entre 18 y 74 aos, con una media de 35.8 aos (DE = 13.2). El 62.7% alcanz un nivel de estudio terciario/universitario completo o incompleto. Las ocupaciones ms frecuentemente reportadas fueron: empleados (40.6%), docentes (11.1%) y estudiantes (10.9%).
Instrumentos
Escalas Perseverancia y Distorsin del Big Five Questionnaire (Caprara et al., 1993, adaptacin de Bermdez, 1995). Cada una de ellas est compuesta de 12 tems con cinco opciones de respuesta (de Completamente verdadero para m a Completamente falso para m). La Escala Perseverancia mide aspectos como la persistencia y tenacidad con que se llevan a cabo las tareas y actividades emprendidas as como tambin la puntualidad con que se cumple lo prometido. La Escala Distorsin mide la tendencia del evaluado a adjudicarse cualidades socialmente deseables en un grado mayor al nivel en que tales caractersticas se presentan en los individuos de la poblacin. Es decir, esta escala permite evaluar la tendencia a alterar las respuestas con el propsito ms o menos intencionado de ofrecer una impresin distorsionada de s mismo.
En el manual de la adaptacin del BFQ, Bermdez (1995) refiere un ndice alfa de Cronbach de .77 para Distorsin aunque para la presente investigacin se hall ndice ligeramente ms bajo de .74.
Procedimiento y Anlisis de datos
Los individuos respondieron el cuestionario de forma voluntaria y sin tiempo lmite. Previa administracin se les explic a los participantes que la prueba tena como objetivo la medicin de aspectos de su personalidad y que no haba respuestas correctas o incorrectas. Con el fin de para propiciar una baja motivacin para la disimulacin se dieron garantas del anonimato de las respuestas.
Se corrobor la unidimensionalidad del espacio latente mediante un anlisis exploratorio de la estructura factorial de los datos politmicos (Muiz, Fidalgo, Garca Cueto, Martnez, & Moreno, 2005). Antes se verific la factibilidad de este estudio mediante el ndice de adecuacin muestral de Kaiser-Meyer-Olkin y la prueba de esfericidad de Bartlett. Se emple el mtodo factorizacin de ejes principales partiendo de un criterio que a priori supuso la unidimensionalidad del constructo analizado (Hair, Anderson, Tatham, & Black, 1999). Siguiendo la demostracin de Lord y Novick (1968), la existencia de independencia local se dio por satisfecha al confirmarse la unidimensionalidad de la escala.
Se aplic el Modelo Logstico de tres parmetros (ML3p) operando el programa MULTILOG 7.03 (Thissen, 2003). Este modelo describe la probabilidad de dar la respuesta clave a un tem dicotmico siguiendo la formulacin:
Donde:
_ es el rasgo latente que se desea medir con el tem i
Pi (_) es la probabilidad de responder la opcin clave del tem i para un nivel _.
bi es el parmetro de localizacin que coincide con el valor _ necesario para tener probabilidad (1 + ci)/2 de contestar la clave en el tem i.
ai es el ndice de discriminacin del tem i.
ci es el parmetro de pseudo azar en el contexto de los tests de rendimiento mximo pero an no ha recibido una denominacin que describa su relevancia en el contexto de los tests de comportamiento tpico.
1.7 es una constante de escalamiento que se fija para que la funcin logstica sea la de mejor aproximacin a la normal acumulada cuando a =1.
Dado que la escala de Perseverancia cuenta con un formato de respuesta politmica los datos debieron recodificarse en dos categoras para posibilitar la aplicacin del ML3p. Como la escala Likert presenta una cantidad impar de alternativas se contemplaron tres condiciones para la dicotomizacin: a) Recodificacin 23 que agrupa las dos categoras inferiores y las tres superiores, b) Recodificacin 32 que fusiona las tres inferiores y las dos superiores y c) Recodificacin Azar que colapsa las dos primeras categoras, las dos ltimas y distribuye en stas de manera aleatoria a los individuos que eligieron la categora central. Tambin se agreg una cuarta condicin (Recodificacin Missing) en la que se consider que como perdido el dato del individuo que eligi la categora central.
Para las estimaciones de los parmetros del ML3p se aplicaron las opciones que MULTILOG ofrece por default. No obstante, en una primera corrida del programa no se alcanz el criterio de convergencia de 0.001 habiendo efectuado las 100 iteraciones. La lectura de la salida computacional de MULTILOG mostr que la dificultad apareca para estimar el valor del parmetro c. El programa no estima el parmetro c directamente por conveniencia sino que lo estima a partir de la inversa de la funcin logstica, el logit(c), siendo ste igual al ln[c/(1 Ðc)] y teniendo un recorrido entre ± °. Para el evitar el problema de estimacin del parmetro c se procedi a efectuar una especificacin sobre la distribucin previa del logit(c) (Thissen, 2003).
Se utiliz una distribucin previa logit-normal con media -1.4 y desvo estndar de 1; equivalente a suponer una distribucin con media c = .20 (proporcin de respuesta por azar en las cinco categoras del tem). Este cambio en la distribucin previa del logit(c) permiti alcanzar el criterio de convergencia en la estimacin. La incorporacin de esta especificacin implic realizar una estimacin bayesiana de los parmetros de los tems. El procedimiento utilizado en este caso fue de Mxima Verosimilitud Marginal a Posteriori (Abad, Olea, Ponsoda, & Garca, 2011).
Como indicador del ajuste de los datos a los modelos MULTILOG brinda las proporciones observadas y las esperadas de eleccin para cada una de las categoras de respuesta (Thissen, 2003). En virtud de que esta informacin es pobre como nica evidencia de ajuste, se adicionaron otros indicadores indirectos recomendados por Gray-Little, Williams y Hancock (1997): a) la convergencia en la estimacin de los parmetros; b) la estimacin de parmetros con valores razonables y c) errores de estimacin de los parmetros relativamente bajos. En el caso de los parmetros c se controlaron los errores de estimacin de los logit(c) ofrecidos por el programa.
El estudio de la asociacin entre los parmetros del ML3p y la DS en las respuestas se realiz empleando dos pasos. Se sigui igual procedimiento para cada una de las condiciones de recodificacin. En el primer paso se aplic para cada tem dicotomizado una prueba de diferencia de medias (muestras independientes) contemplando a la variable Distorsin como dependiente. Esto es, se busc identificar cules fueron los tems de Perseverancia que mostraron una diferencia estadsticamente significativa en la variable Distorsin entre quienes puntuaron 1 (o sea, se perciben como ms perseverantes) y quienes puntuaron 0. El segundo paso consisti en comprobar si los tems que presentaron niveles promedio de Distorsin significativamente ms elevados para los individuos que puntuaron 1 en Perseverancia tambin presentaron diferencias significativas tambin en los valores de los parmetros b, a y c. Para esto se aplic una prueba U de Mann-Whitney comparando cada uno de los parmetros obtenidos por el conjunto de tems identificados en el primer paso versus el resto de los tems. Segn las hiptesis recogidas de la literatura, se espera que los tems que despertaron mayor tendencia a la DS presenten menores valores de b o mayores valores de c comparados con los dems reactivos. En relacin con el parmetro a no se ha reportado ninguna direccin especfica para definir esta diferencia.
Resultados
Comprobacin del supuesto de unidimensionalidad
Tanto la medida de adecuacin muestral KMO = .83 como la prueba de esfericidad de Barttlet con un valor de 2268.3 (p < .0001) tambin sugirieron la posibilidad de aplicar un anlisis factorial a la matriz de datos. El anlisis factorial mostr que 3 de los 12 tems presentaban saturaciones inferiores a .30 en el primer factor por lo que se procedi a su eliminacin.
Luego de esta depuracin, se alcanz una estructura factorial acorde con el requerimiento de unidimensionalidad del ML3p. As se obtuvo una solucin con un nico factor dominante cuyo autovalor fue de 2.23 y que describi el 24.8% de la varianza (KMO = .83; Prueba de esfericidad de Barttlet, _2= 1876,9; p< .0001). Los pesajes de los tems fueron adecuados y oscilaron entre .35 y .58. Este anlisis permite corroborar la unidimensionalidad de los datos considerando el criterio propuesto por Reckase (1979) que requiere de un porcentaje de varianza descripta para el primer factor superior al 20%.
Estimacin y ajuste
La tabla 1 resume la cantidad de ciclos necesarios en cada una de las condiciones para alcanzar el criterio de convergencia de 0.001 y el mximo cambio de parmetros entre ciclos registrado. All puede observarse que, comparativamente, la Recodificacin 23 requiri de una mayor cantidad de ciclos que el resto de las condiciones mientras que la Recodificacin Missing registr el valor ms elevado entre los mximos cambios de un parmetro con respecto al ciclo anterior de la estimacin. Ambos indicadores sealan cierta dificultad del modelo para ajustarse a los datos bajo estas condiciones de recodificacin. No obstante, los residuos obtenidos entre las proporciones empricas y esperadas (segn la probabilidad de respuesta dada por ML3p) fueron iguales o inferiores a .01. Esto implica que, segn la informacin suministrada por MULTILOG, el ajuste de los datos al ML3p fue aceptable para los nueve reactivos analizados y bajo las cuatro condiciones.
Tabla 1. Caractersticas de los procesos de estimacin.
| Recodificacin 23 | Recodificacin 32 | Recodificacin Azar | Recodificacin Missing |
Cantidad de ciclos | 45 | 19 | 29 | 25 |
Mximo cambio interciclo | 0.00086 | 0.00065 | 0.00080 | 0.01935 |
La estimacin alcanz el criterio de convergencia empleando una cantidad de iteraciones razonable, los parmetros presentaron valores dentro de un rango esperable (tabla 2) y los errores de estimacin resultaron relativamente bajos. Estos tres indicadores aportan evidencia indirecta que apunta a sostener un ajuste satisfactorio de los datos (Gray-Little et al., 1997). Todas las condiciones mostraron un parmetro a promedio que refleja una capacidad discriminativa moderada segn la clasificacin de Baker (2001). Los parmetros b resultaron negativos indicando que se requirieren niveles bajos de Perseverancia para acordar con los tems. La Recodificacin 32 mostr los valores de c ms bajos incluso por debajo de la probabilidad de respuesta por azar (es decir, .20 dado que el tem presenta cinco opciones de respuesta). La Recodificacin 23, en cambio, present el valor promedio de c ms elevado.
Tabla 2. Parmetros estimados y estadsticos descriptivos para las cuatro condiciones.
| Recodificacin | Recodificacin | Recodificacin | Recodificacin | ||||||||
| a | b | c | a | b | c | a | b | c | a | b | c |
1 | 1.03 | -1.36 | .22 | 1.15 | -2.28 | .16 | 1.34 | -2.01 | .19 | 0.80 | -1.99 | .19 |
2 | 0.57 | -0.91 | .23 | 0.47 | -2.76 | .27 | 0.53 | -2.29 | .26 | 0.44 | -1.87 | .20 |
3 | 0.75 | -1.05 | .22 | 0.84 | -2.58 | .16 | 1.01 | -2.15 | .18 | 0.54 | -2.12 | .17 |
4 | 0.68 | -0.76 | .21 | 0.72 | -2.16 | .19 | 0.75 | -1.87 | .19 | 0.49 | -1.77 | .19 |
5 | 0.97 | -0.71 | .26 | 0.81 | -1.72 | .11 | 0.97 | -1.42 | .21 | 0.96 | -1.01 | .17 |
6 | 1.11 | 0.35 | .32 | 0.75 | -0.76 | .19 | 1.60 | -0.07 | .20 | 0.62 | -0.29 | .36 |
7 | 0.84 | 0.10 | .37 | 1.29 | -0.55 | .13 | 1.60 | -0.43 | .18 | 0.88 | -0.35 | .22 |
8 | 0.74 | -0.74 | .22 | 0.91 | -1.96 | .09 | 1.09 | -1.60 | .17 | 0.55 | -1.64 | .15 |
9 | 0.77 | -0.57 | .39 | 1.13 | -1.17 | .11 | 1.26 | -1.05 | .44 | 1.17 | -0.34 | .26 |
M | 0.90 | -1.77 | .27 | 0.83 | -0.63 | .17 | 0.72 | -1.26 | .22 | 1.13 | -1.43 | .21 |
DE | 0.25 | 0.79 | .07 | 0.18 | 0.54 | .06 | 0.25 | 0.77 | .09 | 0.36 | 0.78 | .06 |
Asociacin de los parmetros b, a y c con Distorsin
Para considerar el impacto de la DS en la respuesta a los tems se realiz una prueba de diferencia de medias de la variable Distorsin entre quienes fueron codificados con 1 y 0 para cada una de las condiciones. En la tabla 3 se muestran los estadsticos de contraste t correspondientes a cada una de las pruebas efectuadas. Adems de la significacin estadstica de la diferencia, es necesario rescatar tambin el signo del estadstico de contraste para analizar cul es el grupo que present mayores niveles promedio de Distorsin. Los valores positivos y significativos de t suponen diferencias a favor de quienes respondieron la opcin clave en Perseverancia, por lo que podra aceptarse una mayor tendencia de los individuos a distorsionar la respuesta a estos tems. Este anlisis permiti identificar entre tres (Recodificacin 23) y cinco tems (Recodificaciones 32 y Azar) cuyas respuestas clave se asocian niveles de Distorsin ms elevados segn la condicin.
Tabla 3. Estadsticos de contraste de la diferencia de medias de Distorsin entre quienes respondieron o no la clave en cada tem de Perseverancia.
A partir de los estadsticos t se agruparon los tems de cada condicin en dos subconjuntos: a) los tems con valores de t positivos y significativos (cuya respuesta positiva se asoci a mayores niveles de Distorsin) y b) los tems con valores t negativos y significativos o no significativos. Se aplic la prueba U de Mann-Whitney para confirmar si los parmetros estimados de los tems pertenecientes al primer grupo presentaban diferencias estadsticamente significativas con respecto a los del segundo grupo. Las pruebas U mostraron que no hay evidencias que permitan afirmar que el rango promedio de los parmetros b y a difiera entre los dos subconjuntos de tems. Este hallazgo fue replicado bajo las cuatro condiciones (tabla 4). Slo se hall una diferencia significativa en los parmetros c para la condicin de Recodificacin Azar (z = -2.01; p =.04).
Tabla 4. Estadsticos de contraste de las pruebas U de Mann-Whitney.
| Recodificacin | Recodificacin | Recodificacin Azar | Recodificacin Missing |
a | -0.76 | -0.25 | -0.98 | -1.48 |
b | -1.81 | -0.73 | -0.25 | -0.98 |
c | -0.79 | -0.12 | -2.1* | -0.12 |
Nota: * p<.05 |
Discusin
Los resultados obtenidos en el presente estudio demuestran que no es posible concluir una relacin entre la tendencia a dar una imagen favorable de s mismo y ninguno de los parmetros del ML3p. El nico resultado estadsticamente significativo logrado para el parmetro c slo fue observado en una de las condiciones de recodificacin de los datos y presenta una direccin contraria a la hiptesis propuesta por Zumbo et al. (1997). Esto es, los tems en los que se observ una mayor tendencia de los individuos a distorsionar la respuesta presentaron valores de c ms bajos. Sin embargo, y a pesar del resultado estadstico, esta interpretacin no parece justificada conceptualmente.
Aceptar la hiptesis de Zumbo et al. (1997) implica suponer que los individuos slo tendieron a responder influenciados por la deseabilidad social a algunos pocos tems de una escala. En efecto, si hubieran respondido a la mayora de ellos, entonces ya no hubiesen tenido un bajo nivel de rasgo. Reise y Waller (2003) consideran que es poco probable que un examinado distorsione su respuesta en slo unos pocos tems; se trata ms bien de un estilo de respuesta que presenta cierta sistematicidad en el comportamiento de un individuo. Si un porcentaje considerable de la muestra responde sistemticamente a toda la prueba dando una imagen positiva de s mismo, los tems que se hubiesen localizado en niveles ms altos del rasgo apareceran, como consecuencia de este sesgo, con parmetros b correspondientes a niveles ms bajos. Ahora bien, dado que las administraciones realizadas en este estudio se llevaron a cabo en un contexto con baja motivacin para la disimulacin es lgico suponer que las personas que respondieron influidos por la DS no son mayora y, por esta razn, no es posible registrar una asociacin con el parmetro b.
La DS tampoco mostr asociacin con el parmetro a, por lo que no parece ser un factor perjudique particularmente la capacidad discriminativa de los tems. Otros investigadores han reportado resultados similares utilizando distintos instrumentos (Hubley et al., 2009; Zickar & Ury, 2002). Dado que los tems de personalidad suelen resultar menos discriminativos que los tems que miden habilidades, las investigacin sobre el parmetro a ha sido abundante pero tambin, en la mayora de los casos, fue infructuosa. Diferentes investigadores encontraron que aspectos tales como la complejidad sintctica del tem, el grado en que el indicador es concreto o abstracto y la ambigedad-vaguedad de un enunciado no provocan variaciones significativas en los valores de a (Ferrando & Demestre, 2008; Zickar & Ury, 2002).
Otra consideracin para analizar es el grado de relevancia atribuido a la DS en la determinacin de la respuesta. Segn Morales (2006), no se ha demostrado de manera consistente que la DS explique una parte considerable de la variabilidad de las puntuaciones cuando la administracin se efecta bajo condiciones neutrales. El ML3p, como los dems modelos de la TRI habitualmente utilizados para este tipo de estudios, es coherente con este planteo dado que requiere la unidimensionalidad del constructo. En una situacin real son mltiples los factores que pueden afectar a las respuestas a un tem y, en consecuencia, difcilmente pueda satisfacerse totalmente este supuesto (Muiz et al., 2005). Por este motivo, para los modelos unidimensionales exigen la delimitacin de un factor dominante que se diferencie sustancialmente de otras dimensiones menores que puedan acompaarlo. Esto significa que la aplicacin de estos modelos supone implcitamente que la DS tiene una baja incidencia en la determinacin de la respuesta.
En un estudio realizado con las escalas del EPQ-R, Ferrando (2008) evalu la posible influencia de la DS basndose en un modelo bidimensional de la TRI. Esto permiti un anlisis pormerizado a nivel del tem respecto de cules fueron los contenidos ms afectados. Entre las limitaciones del presente trabajo debe destacarse que las posibilidades de generalizacin de estos resultados dependen de los instrumentos utilizados. Futuras investigaciones buscarn explorar estas hiptesis en otras escalas y empleando otros instrumentos para la evaluacin de la DS.
La metodologa aplicada en este estudio slo ha considerado a los parmetros estructurales del ML3p. Pero dado los resultados obtenidos, parece conveniente contemplar en ulteriores estudios otras de las lneas de investigacin llevadas adelante en el marco de la TRI basadas en los parmetros incidentales de los modelos. Se han desarrollado ndices para la deteccin de patrones de respuesta deshonestos a partir de indicadores de ajuste de los parmetros de los individuos. Aun cuando se verifica un ajuste global de los datos es posible identificar un conjunto de individuos para los que el modelo no resulta adecuado. Sin embargo, no todo desajuste de estos ndices representa necesariamente un patrn de respuesta influenciado por DS por lo que debe controlarse la aparicin de falsos positivos (Zickar & Drasgow, 1996; Zickar & Sliter, 2012).
A pesar de la extensa bibliografa que se ha ocupado de la DS, es un problema que nunca ha sido resuelto de forma totalmente satisfactoria (Morales, 2006). La manera en que la deseabilidad social afecta a la validez de las escalas sigue siendo una pregunta abierta para la investigacin psicomtrica del rea (Ziegler, MacCann, & Roberts, 2012). La modelizacin con TRI de tests de comportamiento tpico es un rea que se encuentra atravesando un momento de gran desarrollo. Su utilizacin en test de ejecucin tpica tambin ha ganado terreno en aplicaciones que hasta no hace muchos aos parecan reservadas a las variables de aptitud (Morizot, Ainsworth, & Reise, 2007; Reise & Waller, 2009). De esta manera, el paulatino crecimiento de las aplicaciones permitir continuar ampliando un campo de conocimiento delimitado hasta ahora para captar con mayor especificidad la influencia de la DS en la respuesta a tests de personalidad.
Referencias
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Formato de citacin
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Estilos de enseanza y aprendizaje en las aulas universitarias: la dimensin cognitiva y social de la estilstica
Teaching and learning styles at higher education: social and cognitive dimension of stylistic approach
Ana Clara Ventura, Nora Moscoloni
Autor referente: ventura@comahue-conicet.gob.ar
Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas de la Repblica (Argentina)
Historia editorial
Recibido: 19/09/2014
Aceptado: 11/05/2015
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es describir los estilos de aprendizaje de estudiantes y los de enseanza de docentes, as como las configuraciones de asociacin entre los mismos (grados de armonizacin/discrepancia y modos de relacin) segn el rea de conocimiento (ciencias sociales-ciencias exactas) y el ciclo de la formacin acadmica (introductorio-bsico-superior). La muestra, seleccionada intencionalmente, estuvo compuesta por seis grupos ulicos compuestos por estudiantes y docentes: tres de Psicologa y tres de Ingeniera. Se encontraron preferencias de enseanza y aprendizaje diferenciadas segn la carrera: preferencias intuitivas-reflexivas-verbales-globales en Psicologa, y, preferencias sensoriales-activas-visuales-secuenciales en Ingeniera. Respecto a la configuracin de asociaciones estilsticas, se encontr que los estudiantes ms avanzados de cada carrera universitaria expresaron preferencias de aprendizaje tendientes hacia la armonizacin con las preferencias de enseanza de sus docentes respecto a los estudiantes de los Ciclos inferiores, de modo que en un sentido amplio estos estudiantes reflejaron, a nivel del aprendizaje, las preferencias que se correspondan con las preferencias de sus docentes, a nivel de la enseanza. En este sentido, es posible inferir que dicha armonizacin se produjo por cierto cambio en las preferencias de los estudiantes en vas hacia la alineacin con los estilos dominantes de sus docentes.
Palabras clave: Enfoque estilstico; Proceso de armonizacin, Modificacin de los estilos de aprendizaje
Abstract
The aim of this paper is to describe the learning and learning styles and degrees of harmonization and modes of relationship by academic field and study year (first, third and fifth). The sample, selected intentionally, consisted of six groups composed by students and teachers: three of Psychology and three of Engineering. Learning and teaching styles were differentiated across academic field: preferences intuitive-reflective-verbal-global in Psychology, and preferences visual-sensory-active-sequential in Engineering. Regarding stylistic associations, learning styles tend to harmony with teaching styles, especially in upper level of academic training . In this sense, it is possible to infer that such harmonization was caused by some change in the preferences of the students on track toward alignment with the dominant styles of their teachers.
Keywords: Stylistic approach; Harmonization process; Changing students learning styles
Numerosas investigaciones psicoeducativas inscriptas en el programa mediacional cognitivo demostraron que los docentes poseen estilos de enseanza y los estudiantes poseen estilos de aprendizaje particulares y relativamente estables (Alonso, Gallego, y Honey, 1999; Mosston y Ashworth, 1990). Estas modalidades de afrontar actividades curriculares de enseanza y aprendizaje responden a un uso privilegiado de ciertas habilidades sobre otras para organizar y procesar la informacin (Evans y Waring, 2012). Clsicamente, los estilos de enseanza y aprendizaje se han investigado de manera separada bajo concepciones de estilos de enseanza como la forma ms eficaz para ensear (Bennett, 1976; Brophy y Good, 1986; Flanders, 1970) y estilos de aprendizaje como el conjunto de rasgos a travs de los cuales se desenvuelven las diferencias individuales en el entorno ulico (Cools y Bellens, 2012; Esguerra y Guerrero, 2010).
En la ltima dcada, los trabajos sobre estilos de aprendizaje han incorporado el anlisis de variables contextuales logrando dos puntos de mayor acuerdo (segn la revisin de Bahamn, Vianch, Alarcn, y Bohrquez, 2012): por un lado, los estilos de aprendizaje se relacionan con las caractersticas de la carrera que cursan los estudiantes y, por otro lado, los estilos de aprendizaje se modifican durante el transcurso de sus estudios. As, se infiere que dicha modificacin se produce por la especializacin o acentuacin de unos estilos de aprendizaje sobre otros para adaptarse a los estilos de enseanza predominantes de sus docentes. No obstante, estos trabajos se limitan solo al anlisis de los estilos de aprendizaje.
En este marco, una minora de trabajos se ocup de establecer relaciones entre estilos de docentes y estudiantes. Desde el movimiento de la instruccin adaptativa (Corno y Snow, 1986; Garca, 1997; Sadler-Smith, 1999; Snow, 1980), estos estudios se centraron en determinar el impacto de la correspondencia estilstica sobre el rendimiento acadmico de los estudiantes. Correspondencia lograda por el ajuste del estilo docente a los estilos de aprendizaje de los estudiantes mediante diseos experimentales en el aula (Lozano, 2008; Ventura, 2013).
Sin embargo, los resultados contradictorios de las investigaciones de la instruccin adaptativa dieron lugar a la pregunta por las relaciones estilsticas tal y como ocurren en las aulas universitarias recurriendo para ello a metodologas descriptivas. Estos estudios, alineados al denominado enfoque estilstico, asumen que estilos de enseanza y aprendizaje tienen una base cognitiva-relacional debido a que dichas preferencias no pueden analizarse de manera fragmentada ni independientemente del contexto donde se despliegan (Hederich Martnez, 2013; Sternberg y Grigorenko, 2001). No obstante, en estos trabajos se apela a instrumentos de evaluacin (generalmente encuestas) que provienen de diferentes sistemas conceptuales obstaculizando el establecimiento de asociaciones entre estilos de docentes y estudiantes.
Ante lo expuesto, el objetivo de este trabajo es describir los estilos de aprendizaje de estudiantes y los estilos de enseanza de docentes, as como las configuraciones de asociacin entre los mismos (grados de armonizacin/discrepancia y modos de relacin) segn el rea de conocimiento (ciencias sociales-ciencias exactas) y el ciclo de la formacin acadmica (introductorio-bsico-superior).
Se han rastreado diferentes propuestas para clasificar estilos de aprendizaje y enseanza (para una revisin Grasha, 1996; Grasha y Riechmann, 1975; Gregorc, 1979, 1984). En esta investigacin se ha seleccionado el sistema estilstico de Felder y Silverman (en 1988) por los fundamentos y razones que se detallan en el apartado siguiente.
1.1 El sistema estilstico de Felder y Silverman: conceptos y medicin
Desde una perspectiva estilstica, Felder y Silverman (en 1988) desarrollaron un sistema conceptual de estilos de aprendizaje y de enseanza, inicialmente formulado para el estudio en carreras de Ingeniera. Originalmente, la tipologa contena cinco dimensiones, dos estilos opuestos por cada dimensin: percepcin (sensorial-intuitivo), organizacin (inductivo-deductivo), procesamiento (activo-reflexivo), representacin (visual-auditivo), y por ltimo, comprensin (secuencial-global).
Esta tipologa fue revisada parcialmente en el ao 2002. La modificacin se adjunt como un prlogo a la publicacin original de 1988, razn por la cual en adelante se emplearn ambas fechas (1988/2002) cuando se cite el modelo de Felder y Silverman. Se elimin la dimensin organizacin porque, al decir de los autores, no responda a una descripcin neutral de las acciones en el aula, siendo incompatible con la naturaleza del concepto ÒestiloÓ. Asimismo, se reemplaz la categora auditiva por verbal porque aada a las preferencias por las palabras expuestas oralmente, las palabras escritas. Finalmente, el modelo qued conformado por las dimensiones percepcin, procesamiento, representacin y comprensin (Tabla 1).
Tabla 1. Sistema conceptual estilstico de Felder y Silverman (1988/2002)
ESTILOS DE APRENDIZAJE | CONTRAPUNTO | ESTILOS DE ENSEANZA | ||
(1) Percepcin | Sensorial | Concreto | (1) Tipo de contenidos | |
Intuitivo | Abstracto | |||
(2) Procesamiento | Activo | Activa | (2) Tipo de participacin de estudiantes | |
Reflexivo | Pasiva | |||
(3) Representacin | Visual | Visual | (3) Tipo de soportes / recursos didcticos | |
Verbal | Verbal | |||
(4) Comprensin | Secuencial | Secuencial | (4) Tipo de perspectiva | |
Global | Global |
Felder y Brent (2005) definieron que los estilos de aprendizaje y enseanza se expresan como preferencias a la hora a aprender y ensear (pudiendo emplearse alternativamente como conceptos equivalentes). Asimismo, reconocieron las fuentes que inspiraron a los autores para la construccin del sistema y describieron las caractersticas de cada estilo de aprendizaje y de enseanza. Las dimensiones percepcin y procesamiento se retomaron del modelo de Kolb (1984). La experiencia concreta y la conceptualizacin abstracta se designaron, en Felder y Silverman (1988/2002), como estilo sensorial/concreto (sensorial para el aprendizaje y concreto para la enseanza) y estilo intuitivo/abstracto (intuitivo para el aprendizaje y abstracto para la enseanza), respectivamente.
El estilo sensorial/concreto indica preferencia de aprendizaje y enseanza por hechos, detalles, contenidos fcticos y tendencias pragmticas. El estilo intuitivo/abstracto indica preferencias por el descubrimiento de relaciones, la realizacin de abstracciones, los contenidos formales y tendencias a trabajar en forma ms rpida que las personas con preferencias sensoriales/concretas.
Del mismo modo, la experimentacin activa y la observacin reflexiva se denominaron como estilo activo y estilo reflexivo, respectivamente. El estilo activo indica preferencias de aprendizaje y enseanza por la aplicacin de conocimientos y contenidos, la discusin sobre ellos con otros, el trabajo en grupo y la participacin activa. En oposicin, el estilo reflexivo indica preferencias por el pensamiento de manera individual sobre los contenidos y la escucha atenta de otros.
Adicionalmente, se incorporaron dos dimensiones de inters en otros modelos de estilos de aprendizaje: la representacin y la comprensin. La representacin se encuentra relacionada con la taxonoma visual, auditiva y kinestsica de Barbe y Milone (1981) que se ocupa de clasificar distintas rutas sensoriales o vas de acceso a la codificacin y recuperacin de la informacin. En el sistema conceptual de Felder y Silverman (1988/2002), tal como se explicit, el tipo de representacin puede ser visual o verbal. El estilo visual indica preferencias por el aprendizaje y la enseanza a travs de contenidos figurativos (diagramas, grficas, pelculas, demostraciones, etc.). En cambio, el estilo verbal indica preferencias por el aprendizaje y la enseanza mediante palabras en formato oral o escrito.
Por otro lado, la dimensin comprensin compuesta por los estilos secuencial y global se inspir en los trabajos de Schmeck (1988). Respecto a sus caractersticas, el estilo secuencial indica preferencias por el aprendizaje y la enseanza siguiendo pasos ordenados, lgicos y predeterminados que se orientan hacia un tipo de comprensin dirigida desde lo particular-concreto hacia lo general-abstracto. El estilo global indica preferencias por el aprendizaje y la enseanza a grandes pasos, captando primer el sentido general u holstico y luego, los aspectos particulares de los contenidos.
Con base en este sistema, Felder y Soloman (1997) elaboraron el ÒCuestionario de Estilos de Aprendizaje©Ó (Index of Learning Styles© o Index of Learning Styles Questionnaire©) en el ao 1997. Felder y Spurlin (2005) sealaron un conjunto de precisiones terico-metodolgicas para clarificar los usos previstos del instrumento. Como primer punto, las categoras se sitan como dos polos extremos de un continuum. El perfil de estilos de aprendizaje sugerira tendencias de actuacin, es decir, no opera como un predictor de la conducta ni del rendimiento acadmico.
En segundo lugar, a pesar de que los estilos son presentados comnmente como rasgos distintos y contradictorios desde el programa mediacional cognitivo, las preferencias de aprendizaje no pueden encontrarse en estado puro en la realidad. Por ejemplo, una persona puede tener una preferencia sensorial que no excluye la posibilidad de que pueda pensar y actuar intuitivamente en algunos contextos o situaciones.
En relacin con ello, la identificacin de los estilos de aprendizaje no persigue el etiquetamiento y la completa adaptacin de la enseanza a dichas preferencias de los estudiantes. Se considera que los estudiantes necesitarn habilidades asociadas a diversos estilos de aprendizaje de una misma dimensin. En este sentido, el estilo de enseanza ms sugerente est vinculado a un balance en el cual a veces el docente ensea de una manera que se ajusta a las preferencias de los estudiantes, mientras que otras ensean de una manera opuesta que si bien no sera Òtan cmodoÓ para los estudiantes, contribuira a que desarrollen otros estilos a los cuales no son tan proclives.
En sntesis, el uso del ILS© responde a dos ventajas principales: es un indicador de los estilos de aprendizaje predominantes del grupo ulico proporcionando al docente una gua de recursos para el diseo de sus clases y, adems, permite que los estudiantes reconozcan sus preferencias de aprendizaje.
En sntesis, se justifica la seleccin del sistema conceptual de Felder y Silverman (1988/2002) por las siguientes razones. En primer lugar, el sistema se inscribe en los fundamentos del enfoque estilstico contando con dimensiones y categoras para analizar estilos de aprendizaje y enseanza de manera integrada. En segundo lugar, el sistema conceptual dispone de un instrumento de evaluacin de estilos de aprendizaje confeccionado originalmente para estudiantes universitarios que se ha adaptado a varios idiomas, entre ellos, el espaol (Troiano, Breitman y Gete-Alonso, 2004). Por ltimo, cabe sealar que el instrumento adaptado al espaol se destaca por su uso con estudiantes latinoamericanos de Ingeniera (Franzoni y Assar, 2009; Sols y Arcudia, 2010) facilitando el dilogo entre los antecedentes relevados y los resultados de esta investigacin.
1.2 Modos de relacin entre las preferencias estilsticas de docentes y estudiantes en las aulas
Hederich Martnez, Gravini Donado, y Camargo Uribe (2011) identificaron tres acciones educativas posibles respecto de cmo se pueden relacionar las preferencias estilsticas en las aulas de clases:
(1) el docente modifica sus mtodos de enseanza para que se adapten a los estilos de aprendizaje de sus estudiantes
(2) el estudiante modifica sus estilos de aprendizaje para que se adapten a los estilos de enseanza predominantes de sus docentes.
(3) el estudiante posee recursos para manejar sus propios estilos de aprendizaje.
La primera modalidad de relacin, sustentada en supuestos adaptativos, tiende al ajuste entre preferencias de docentes y estudiantes por cambio metodolgico-didctico de los docentes (unidireccional) y otorgando un mayor peso a los estilos de aprendizaje dentro de las relaciones estilsticas. La segunda modalidad de relacin, apoyada en supuestos estilsticos, tiende a la armonizacin entre preferencias de estudiantes y docentes por cambio cognitivo de los estudiantes (unidireccional) y otorgando un mayor peso a los estilos de enseanza dentro de las relaciones estilsticas. La tercera y ltima modalidad, apoyada en una revisin actual de los supuestos estilsticos clsicos (Zhang, Sternberg, y Fan, 2013), resalta la importancia de que el alumno pueda conocer sus preferencias de aprendizaje, las ventajas y desventajas relacionadas con ello, y las formas en que puede beneficiarse de estas caractersticas. Esta relacin se dirigira al logro de mayores grados de explicitacin y uso estratgico de las preferencias aceptando tanto grados de armonizacin como discrepancia de manera temporal, en un sentido multidireccional y distribuyendo alternativamente el peso entre estilos de aprendizaje y de enseanza dentro de las relaciones estilsticas.
Mtodo
2.1 Diseo de la investigacin
El diseo de esta investigacin se corresponde con un estudio Òex post factoÓ (Montero y Len, 2007) de tres etapas. La primera etapa se propuso describir los estilos de aprendizaje de estudiantes y la segunda, describir los estilos de enseanza de docentes. La tercera etapa se centr en la asociacin de los resultados previamente obtenidos a travs de la aplicacin del anlisis multidimensional de datos desarrollados por el enfoque de la escuela francesa (Benzcri, 1992; Lebart, Morineau, y Piron, 1995). Los mtodos multidimensionales se caracterizan por su robustez para el tratamiento de tablas de contingencia sobre variables nominales, de uso muy frecuente en investigaciones psicolgicas y educativas (Greenacre y Blasius, 2006; Moscoloni, 2005). Para ello, se utiliz el programa estadstico ÒSystme Portable pour lÕAnalyse des DonnsÓ (SPAD, versin 4.51).
2.2 Criterios de seleccin de las carreras universitarias participantes
La lectura de los planes de estudio de las Carreras de la Universidad Nacional de Rosario de la Argentina, permiti seleccionar dos titulaciones epistmicamente diferentes: Psicologa (Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Psicologa, 1996, Res C.S. 215/96), como indicadora del rea de las Ciencias Sociales e Ingeniera (Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniera y Agrimensura, 2007, Res. C.S. 293/08) como representante del rea de las Ciencias Exactas. Los criterios de diferenciacin se centraron en que ambas carreras expresaran objetos de estudios, finalidades y un perfil del graduado notablemente diferentes.
El criterio de inclusin principal remiti a que ambas carreras contaran con una organizacin interna distribuida en tres ciclos acadmicos, los dos primeros (Introductorio y Bsico) centrados en brindar una formacin predominante terica y el ltimo (Superior) orientado al ejercicio profesional. Los ciclos se definen como estrategias de organizacin curricular que asumen un nivel de complejidad y progresin crecientes de aprendizajes y conocimientos (Oviedo et al., 2010).
En suma, los criterios de seleccin intencional de las Carreras de ÒPsicologaÓ e ÒIngenieraÓ permitieron una aproximacin paradigmtica a diferentes estilos de aprendizaje y de enseanza en el mbito de la Educacin Superior.
2.3 Criterios de seleccin de asignaturas, funciones docentes y tipos de clases
De cada plan de estudios se seleccionaron tres asignaturas obligatorias. En Psicologa participaron: ÒPsicologa GeneralÓ, ÒPsicologa SocialÓ y ÒMetodologa de la InvestigacinÓ (pseudnimos prximos a la realidad). En Ingeniera participaron: ÒFsicaÓ, ÒMecnicaÓ e ÒHidrologaÓ (pseudnimos prximos a la realidad).
La seleccin se debi a sus caractersticas compartidas en cuanto a (1) estructura-funcionamiento basada en Clases Tericas y Prcticas; (2) funcin/cargo del docente, tanto Profesores Titulares como el Jefe de Trabajos Prcticos con mayor antigedad; (3) carga horaria semanal de entre 4 y 7 horas por semana
Estas decisiones fueron sometidas a evaluacin por tres jueces expertos de cada Carrera que se desempeaban como docentes egresados de la Universidad Nacional de Rosario con un mnimo de cinco aos de experiencia acadmica. Los jueces calificaron a las Asignaturas y a respectivas Clases ÒhabitualesÓ o ÒtpicasÓ de cada formacin universitaria, siendo pertinentes para el objeto en estudio.
2.4 Participantes
Se conformaron muestras no probabilsticas y accidentales. En Psicologa participaron 159 estudiantes y 6 docentes. El grupo de estudiantes se constituy de la siguiente manera: 64 del Ciclo Introductorio (sexo: 10 varones y 54 mujeres; edad: M=19, D.S.=1,4), 52 del Ciclo Bsico (sexo: 4 varones y 48 mujeres; edad: M=24, D.S.=6,8) y 43 del Ciclo Superior (sexo: 8 varones y 35 mujeres; edad: M=25, D.S.=5,8). La muestra de docentes de Psicologa se form por 3 Profesores Titulares (sexo: 2 varones y una mujer; edad: M=57, D.S.=3,6) y 3 Jefe de Trabajos Prcticos (sexo: 3 mujeres; edad: M=38, D.S.=10,4).
En Ingeniera participaron 145 estudiantes y 6 docentes. El grupo de estudiantes estuvo compuesto por 62 estudiantes del Ciclo Introductorio (sexo: 48 varones y 14 mujeres; edad: M=20, SD=1,3), 40 del Ciclo Bsico (sexo: 30 varones y 10 mujeres; edad: M=22, SD=1,6) y 43 del Ciclo Superior (sexo: 28 varones y 15 mujeres; edad: M=23, SD=2,08). La muestra de docentes de Ingeniera se conform por 3 Profesores Titulares (sexo: 2 varones y una mujer; edad: M=58, SD=3,5) y 3 Jefes de Trabajos Prcticos (sexo: 2 varones y una mujer; edad: M=41, SD=3,6). Por lo tanto, participaron un Profesor Titular y un Jefe de Trabajos Prcticos por cada una de las seis asignaturas seleccionadas.
Respecto a la distribucin y caractersticas de las 48 Unidades de Observacin, en la Tabla 2 se detallan de cada asignaturas: carrera, ciclo, N¼ de horas analizadas, media (M) de asistentes en Clases Tericas y de Prcticas.
Tabla 2. Distribucin y caractersticas de las Unidades de Observacin
Asignatura | PS. GENERAL | PS. SOCIAL | METODOLOGêA |
Carrera | Psicologa | Psicologa | Psicologa |
Ciclo | Introductorio | Bsico | Superior |
Unidades temticas | 1. Cognicin y computacionalismo | 1. Comunicacin en las organizaciones | 1. Enfoques de investigacin |
N¼ de horas analizadas | 16 | 15 horas | 16 horas |
M de asistentes Clases Tericas | 118 | 105 | 101 |
M de asistentes Clases Prcticas | 60 | 55 | 48 |
Asignatura | FISICA | MECçNICA | HIDROLOGêA |
Carrera | Ingeniera | Ingeniera | Ingeniera |
Ciclo | Introductorio | Bsico | Superior |
Unidades temticas | 1. Fuerza y movimiento de partculas | 1. Cinemtica | 1. Obras de disipacin |
N¼ de horas analizadas | 17 horas | 16 horas | 16 horas |
M* de asistentes Clases Tericas | 92 | 64 | 51 |
M* de asistentes Clases Prcticas | 60 | 54 | 46 |
2.5 Materiales y procedimientos
Por un lado, los estudiantes contestaron el ÒCuestionario de Estilos de Aprendizaje©Ó (ILS©) construido por Felder y Soloman (1997) en su versin traducida al espaol por Troiano, Breitman y Gete-Alonso (2004). El ILS© es un instrumento de autoinforme que mide los estilos de aprendizaje del sistema conceptual expuesto de Felder y Silverman (1988/2002). Cada subescala consta de 11 reactivos dicotmicos (A o B), las opciones A corresponden a las preferencias: activo, sensorial, visual y secuencial, y se le asigna una unidad negativa (-1) por tem. Las opciones B refieren a las preferencias: reflexivo, intuitivo, verbal y global, y se asigna una unidad positiva (+1). La suma de las respuestas a las 11 preguntas proporciona el ndice de cada dimensin, donde el signo indica la orientacin de la preferencia hacia uno u otro lado de la misma.
Las propiedades psicomtricas del instrumento indicaron validez y confiabilidad tanto para el cuestionario original como para el adaptado. Las dimensiones del cuestionario original mostraron coeficientes de correlacin test-retest entre 0.7 y 0.9 para las cuatro dimensiones en un intervalo de cuatro semanas y coeficientes entre 0.5 y 0.8 en un intervalo de entre siete y ocho meses. El anlisis factorial seal asociaciones consistentes entre el sistema conceptual de cuatro dimensiones y ocho pares opuestos (sensorial-intuitivo, activo-reflexivo, visual-verbal, secuencial-global) que subyace a la construccin del cuestionario (Ferder y Spurlin, 2005).
Las dimensiones del cuestionario adaptado indicaron coeficientes de entre 0.4 y 0.7 (Alpha de Cronbach) Si bien estos valores resultan relativamente aceptables, se afirma que podran alcanzarse valores ms altos con pruebas de confiabilidad ajustadas a datos dicotmicos (Troiano, Breitma y Gete-Alonso, 2004). En esta direccin, Ventura (2015) obtuvo un coeficiente de consistencia interna de rKR20=0.68 (medido con la frmula de Kuder-Richardson 20). Felder y Spurlin (2005) argumentaron que, el ILS© por tratarse de un instrumento que mide actitudes en un sentido amplio (o preferencias de aprendizaje en un sentido estricto), puede ser aceptado como confiable a partir del coeficiente 0.5.
El anlisis factorial de Troiano, Breitman y Gete-Alonso (2004) seal que algunos tems contribuyen a una sola dimensin mientras que otros aportan a dos. La proximidad de las puntuaciones estara indicando una asociacin emprica o alta probabilidad de que en una misma persona se den simultneamente puntuaciones altas en dos dimensiones o bajas ambas. Apoyando con evidencias esta interpretacin, Ventura (2015) encontr que es esperable identificar perfiles combinados entre los estilos activo-visual o reflexivo-verbal, por un lado, y, sensorial-secuencial o intuitivo-global, por el otro.
Por otro lado, se realizaron observaciones no participantes de cuatro clases de cada uno de los 12 docentes que participaron en la investigacin (Total = 48). Se observaron dos Unidades Temticas completas en Clases Tericas (de cada Profesor Titular) como Prcticas (de cada JTP).
El discurso ulico se registro mediante grabaciones de audio. A partir de la transcripcin del discurso ulico se obtuvieron un conjunto de mensajes que permitieron la categorizacin de los estilos de enseanza predominantes de los docentes. Es importante destacar que el anlisis se centr en el discurso de los profesores y el discurso de los alumnos fue considerado para la interpretacin del primero.
Los mensajes son actos comunicativos de preferencia verbal que pueden considerarse la Òunidad mnimaÓ del discurso del profesor. Para la segmentacin de los mensajes, se tuvieron en cuenta los cambios en los turnos del habla: habla del docente (exposicin), habla del docente con participacin de los estudiantes (exposicin dialogada) o discusin entre docentes y estudiantes.
Estos mensajes fueron categorizados segn el sistema propuesto por Felder y Silverman (1988/2002): tipos de materiales (concreto o abstracto), tipos de participacin de los estudiantes (activa o pasiva), tipos de soportes/recursos didcticos (visuales-verbales o slo verbales) y perspectiva de enseanza (secuencial o global).
A partir de diversas fuentes de informacin (Felder y Silverman, 1988/2002), se definieron como indicadores de cada una de las categoras del sistema de Felder y Silverman (1988/2002):
á Concreto (Ancdotas, casos, datos, ejemplos, hechos, observaciones, procedimientos)
á Abstracto (Conceptos, corrientes, enfoques, perspectivas, teoras)
á Participacin activa de estudiantes (Discusin entre, explicacin, preguntas, resolucin de problemas)
á Participacin pasiva de estudiantes (Escucha, toma de apuntes)
á Visual-verbal (Diagrama, diapositiva, figura, filmina, frmula, grfico, lnea de tiempo, pelcula/video, pizarrn)
á Verbal (palabras escritas/orales)
á Secuencial (Descomposicin del tema en partes, detalles de un tema, pasos lgicos en un tema)
á Global (Condensacin de temas en una estructura general, conexiones entre temas, resumen o sntesis de temas)
La totalidad de los mensajes fue codificada por un observador formado en psicologa de la educacin y, posteriormente, un segundo investigador observador, tambin con formacin especfica, codific el 10% de los textos seleccionados aleatoriamente. La confiabilidad de las observaciones fue evaluada a travs del anlisis de concordancia de observadores, siendo el porcentaje de acuerdo aceptable: 84%, K = 0.78
En total, el corpus consta de 1.317 mensajes docentes registrndose entre un mnimo de 28 y un mximo de 86 en las diferentes clases. A pesar de que las clases tenan duraciones distintas lo cual influy en la cantidad de mensajes docentes, en el anlisis de datos realizado se ponderaron los mismos sobre la totalidad obtenida en la clase.
Respecto a los resguardos ticos, se solicit el aval institucional as como el consentimiento informado por escrito de todos los participantes de la investigacin que recibieron los resultados generales (trabajados de manera annima) y la informacin necesaria para su comprensin.
2.6 Anlisis de datos
La descripcin de estilos de aprendizaje y enseanza as como la exploracin de las configuraciones de asociaciones de las mltiples variables y las diferentes dimensiones del objeto de investigacin fue analizada mediante tcnicas multidimensionales de anlisis de correspondencias. Se aplic Anlisis de Correspondencias Simples a una matriz binaria (sin correccin de Greenacre) o tabla de contingencia donde las filas no son individuos sino categoras de una variable y las columnas, las categoras de la otra (Moscoloni, 2005).
Para ello, se seleccion como unidad de anlisis a cada uno de los seis grupos ulicos (estudiantes y docentes) de las asignaturas participantes. Se tomaron como variables activas las frecuencias de alumnos de cada estilo de aprendizaje y, como variables ilustrativas, las frecuencias de mensajes de cada preferencia de enseanza y los grupos ulicos. En la Tabla 3 se puede observar su composicin.
Tabla 3. Composicin de los grupos ulicos
GRUPO çULICO | #ESTUDIANTES | # MENSAJES DOCENTES | |
Grupo P-ci | Psicologa-Ciclo Introductorio | 64 | 194 |
Grupo P-cb | Psicologa-Ciclo Bsico | 52 | 226 |
Grupo P-cs | Psicologa-Ciclo Superior | 43 | 240 |
Grupo I-ci | Ingeniera-Ciclo Introductorio | 62 | 209 |
Grupo I-cb | Ingeniera-Ciclo Bsico | 40 | 152 |
Grupo I-cs | Ingeniera-Ciclo Superior | 43 | 296 |
Total | 304 estudiantes | 1.317 mensajes |
Resultados
En la Figura I se proyectan los estilos de aprendizaje de los estudiantes y los estilos de enseanza de los profesores. En la figura dos modalidades de la misma clase (dos filas o dos columnas) son semejantes cuanto ms cerca se encuentren y su distancia al origen expresa cuan alejada est del perfil medio correspondiente. En cambio, cuando comparamos filas con columnas o viceversa se observa la relacin entre las mismas en trminos de baricentro, es decir, un perfil fila ser el baricentro de los perfiles columna cuando stos se ponderan con su frecuencia relativa y viceversa.
Figura I. Proyeccin de las categoras de estilos de aprendizaje, enseanza y grupos ulicos
El Factor 1 (representado como eje horizontal) explica ms del 77% de la relacin entre filas y columnas. Asimismo, resulta interesante analizar el grfico de los dos primeros factores por cuanto stos explican el 94% de esa relacin.
El Factor 1 opone, hacia la derecha, los estilos de aprendizaje intuitivo, reflexivo, verbal y global asociados a sus correspondientes categoras de estilos de enseanza (abstracto, pasivo, verbal y global) y a los grupos ulicos de los Ciclos Bsico y Superior de la Carrera de Psicologa. El mismo factor ubica, hacia la izquierda, los estilos de aprendizaje sensorial, activo, visual y secuencial asociados a sus correspondientes categoras de estilos de enseanza (concreto, activo, visual y secuencial) y a los tres ciclos de Ingeniera y al Ciclo Introductorio de Psicologa.
El Factor 2 (representado como eje vertical) opone hacia arriba las preferencias de enseanza caractersticas de Psicologa (abstracta, pasiva, verbal y global) con las tpicas de Ingeniera (concreta, activa, visual y secuencial), hacia abajo. Las clases de los docentes de Psicologa versaron principalmente sobre la presentacin de definiciones conceptuales, teoras y corrientes (categorizadas como preferencias abstractas) que fueron desplegadas mediante la oralidad y la escritura de palabras clave (preferencias verbales). Durante las exposiciones, los docentes se dirigieron a los elementos estructurales de los temas, establecieron relaciones generales entre los conceptos agrupndolos en teoras y corrientes que compararon, sintetizaron e interpretaron desde su propio punto de vista (preferencias globales). En este marco, los estudiantes participaron pasivamente a travs de la escucha y la toma de apuntes (preferencias por la participacin pasiva de sus estudiantes).
En cambio, las Clases de los docentes de Ingeniera versaron sobre la presentacin de casos prcticos, datos y hechos concretos, ejemplos reales, ancdotas y procedimientos (categorizados como preferencias concretas) que fueron verbalizados por los docentes y complementados con recursos/soportes figurativos tales como imgenes, diagramas, grficos, tablas, figuras (preferencias visuales). Durante las exposiciones, los docentes se dirigieron a los detalles de los temas, descomponindolos en partes y segmentndolos en pasos lgicos y progresivos necesarios para avanzar en la comprensin de la unidad temtica (preferencias secuenciales). En este marco, los estudiantes participaron activamente a travs de la respuesta a las preguntas efectuadas por los docentes y la explicacin a otros en la resolucin de problemas (preferencias por la participacin activa de sus estudiantes).
Por lo expuesto, el primer criterio de diferenciacin (el Factor 1 que acumula el mayor porcentaje de variacin de los datos), opone los estilos de aprendizaje de estudiantes de Psicologa (Bsico y Superior) a los de Ingeniera (Introductorio, Bsico y Superior). Los resultados indican, a nivel de las comparaciones interdisciplinares, preferencias por estilos de aprendizaje opuestos segn la carrera de estudio. A nivel de las comparaciones intradisciplinares al interior de cada carrera, se manifiestan dos tendencias de especializacin estilstica: variacin en Psicologa y conservacin en Ingeniera. Esto nos permite la posibilidad de distanciarnos de la idea de trayectorias uniformes en la especializacin.
El segundo criterio de diferenciacin (Factor 2) opone los estilos de enseanza entre docentes de Psicologa e Ingeniera. Asimismo, a partir de las distancias observadas entre las categoras del grfico, es posible observar preferencias ms marcadas entre las preferencias de enseanza de los docentes de Psicologa e Ingeniera que entre los estilos de aprendizaje de los estudiantes de dichas Carreras. Esto indicara un mayor grado de especializacin entre los expertos que entre aquellos que se estn introduciendo recientemente en la comunidad acadmica (estudiantes).
Los resultados en su conjunto indican que las tendencias de variacin en Psicologa y de conservacin en Ingeniera estn ntimamente relacionadas con el logro de mayores grados de armonizacin entre sus estilos de aprendizaje y los estilos de enseanza predominantes de sus docentes, las cuales se expresaron principalmente en el ciclo superior de cada carrera. En cuanto a la modalidad de relacin predominante entre estilos de aprendizaje y enseanza, puede inferirse que prima la modificacin de los estilos de aprendizaje de los estudiantes durante el transcurso de la formacin acadmica.
Discusin general
El objetivo de este trabajo se centro en la descripcin de los estilos de aprendizaje de estudiantes y los estilos de enseanza de docentes, as como las configuraciones de asociacin entre los mismos (grados de armonizacin/discrepancia y modos de relacin) segn el rea de conocimiento (ciencias sociales-ciencias exactas) y el ciclo de la formacin acadmica (introductorio-bsico-superior).
En coherencia con estudios previos (Bahamn et al., 2012), los resultados mostraron diferencias en los estilos de enseanza y aprendizaje segn el campo disciplinar, es decir, la variabilidad estilstica se asoci a la carrera universitaria. De este modo, predominaron preferencias intuitivas-reflexivas-verbales-globales en Psicologa, y, preferencias sensoriales-activas-visuales-secuenciales en Ingeniera. Esto significa que, en Psicologa, se encontraron preferencias de aprendizaje y la enseanza (1) materiales abstractos, teoras, conceptos; (2) el pensamiento de tipo narrativo vinculado a la reflexin individual de los conocimientos; (3) el contenido representado a travs de palabras en soporte oral o escrito; (4) las explicaciones holsticas y relacionales entre temas que se orientan hacia un tipo de comprensin dirigida desde lo general-abstracto hacia lo particular-concreto.
Mientras que en Ingeniera se hallaron preferencias por: (1) materiales facticos, hechos reales, detalles; (2) el pensamiento de tipo pragmtico vinculado a la aplicacin de los conocimientos, la discusin sobre ellos con otros, el funcionamiento de los instrumentos, el trabajo en grupo; (3) el contenido representado de manera figurativa (diagramas, grficos, pelculas, demostraciones, tablas, figuras, entre otros); (4) las explicaciones ordenadas, lgicas y lineales que se orientan hacia un tipo de comprensin dirigida desde lo particular-concreto hacia lo general-abstracto.
Respecto a la configuracin de asociaciones estilsticas, se encontr que los estudiantes ms avanzados de cada carrera universitaria expresaron preferencias de aprendizaje tendientes hacia la armonizacin con las preferencias de enseanza de sus docentes respecto a los estudiantes de los Ciclos inferiores, de modo que en un sentido amplio estos estudiantes reflejaron, a nivel del aprendizaje, las preferencias que se correspondan con las preferencias de sus docentes, a nivel de la enseanza. En este sentido, es posible inferir que la modificacin se produjo por el cambio en las preferencias de los estudiantes en vas hacia la armonizacin con los estilos dominantes de sus docentes, en lnea con Hederich Martnez et al. (2011).
En este sentido, se infiere que los estudiantes especializan sus estilos de aprendizaje, durante el transcurso de la formacin acadmica, con la tendencia de lograr cierta armonizacin con los estilos de enseanza predominantes de sus docentes. De modo que se establecen articulaciones entre supuestos de especializacin cognitiva y de relacin socio-estilstica en tanto los estilos docentes influyen en la acentuacin de ciertos estilos sobre otros de los estudiantes al interior de cada comunidad acadmica.
Sin embargo, cabe sealar que esta modalidad de relacin presenta como limitacin la imposibilidad que el estudiante cuente con cierta plasticidad o perspectivismo para poder emplear distintos estilos en funcin de los contextos y situaciones. Estos resultados permiten tomar como objeto de reflexin y discusin las relaciones entre estilos de enseanza y aprendizaje al interior de cada comunidad acadmica en vas hacia un cambio tal y como ocurren en las aulas universitarias as como al logro de mayores grados de explicitacin y uso estratgico de las preferencias aceptando tanto grados de armonizacin como discrepancia de manera temporal, en un sentido multidireccional y distribuyendo alternativamente el peso entre estilos de aprendizaje y de enseanza dentro de las relaciones estilsticas.
A modo de conclusin, este artculo establece articulaciones entre supuestos de especializacin y de relacin estilstica con un mayor grado de sistematizacin metodolgica mediante un diseo descriptivo. El alcance de esta investigacin permiti confirmar la base cognitiva-relacional y social de los estilos de aprendizaje y enseanza en la universidad en el mismo contexto donde se despliegan dichas prcticas.
Asimismo, se le otorg un mayor grado de precisin al entendimiento de las trayectorias estilsticas sobre sus tendencias diferenciales. Precisin en trminos de personalizacin, es decir, de atribuirle a la figura del docente un papel activo en el proceso de especializacin. Este argumento articulador contribuye al dilogo entre tradiciones de investigacin relativamente fragmentadas que coexisten en el campo de los estilos de aprendizaje y enseanza. Por lo tanto, se plantearon dos ideas bsicas en torno al modo de entender la naturaleza de los estilos de aprendizaje y de enseanza. Por un lado, los estilos de aprendizaje en relacin con los estilos de enseanza. Por otro lado, los estilos de aprendizaje y enseanza seran el resultado de interacciones entre aspectos individuales y sociales. Estas dos ideas, a su vez, se reflejaron en el posicionamiento metodolgico adoptado en la investigacin a travs de mtodos multidimensionales que permiten captar la complejidad de los fenmenos en estudio.
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Formato de citacin
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Perspectiva narrativa e investigacin feminista: posibilidades y desafos metodolgicos
Narrative inquiry and feminist research: methodological possibilities and challenges
Nicolas Schongut Grollmus
Autor referente: schongut@gmail.com
Universidad Autnoma de Barcelona Ð Universidad Gabriela Mistral
Historia editorial
Recibido: 02/06/2014
Aceptado: 26/05/2015
Resumen
El objetivo de este artculo es ofrecer un perfil terico para comprender el uso de narrativas en un contexto de investigacin feminista. El trabajo aborda las bases tericas, epistemolgicas y metodolgicas para pensar posibles propuestas para procesos de investigacin conjuntos entre la perspectiva narrativa y la investigacin feminista, en el contexto de metodologas crticas para la investigacin cualitativa. Para esto, el artculo trabaja conceptos como narratividad y reflexividad en la investigacin con el objetivo de interrogar las perspectivas de investigacin ms tradicionales, para favorecer la emergencia de nuevas perspectivas de investigacin en un contexto post-positivista.
Palabras clave: Narrativas; Investigacin feminista; Metodologas cualitativas. Reflexividad.
Abstract
The aim of this article is to offer a theoretical guideline to understand the use of narrative in a feminist research context. This work tackles the theoretical, epistemological and methodological ground to develop potential proposals for joint research process between narrative perspectives and feminist research, within the context of critical methodologies for qualitative research. For this, the article tackles concepts such as narrativity and reflexivity in research, with the objective of questioning the more traditional perspectives in research, and so to favour the development of new research perspectives in a post-positivist context.
Keywords: Narratives; Feminist research; Qualitative inquiry. Reflexivity.
La perspectiva narrativa en ciencias sociales ofrece un campo conceptual y metodolgico potencial para realizar investigacin crtica; vale decir llevar a cabo procesos de investigacin que tengan una motivacin tica y poltica, comprometida con el cambio social y que promueva la emancipacin del sujeto y la sociedad (Carten Stahl, 2008). El objetivo de este artculo es delinear los aspectos epistemolgicos y metodolgicos que hacen posible trabajar la perspectiva narrativa como una forma de investigacin crtica en particular: la investigacin feminista. Mi hiptesis de trabajo es que tanto la perspectiva narrativa como la investigacin feminista tienen mucho que ofrecerse mutuamente para generar propuestas metodolgicas conjuntas, particularmente en el estudio de problemas de investigacin que requieran tanto de un abordaje del sujeto como de lo social.
La investigacin feminista es un rea de difcil exploracin, algo que se debe a varios factores, por ejemplo, la cantidad de problemas epistemolgicos, metodolgicos y tcnicos que pretende cubrir, o la resistencia que la teora de gnero enfrenta en un mundo cientfico que tradicionalmente se ha definido desde el patriarcado (Harding, 1996). Una de las dificultades ms curiosas es una que proviene desde la misma perspectiva de investigacin feminista: corresponde al mito de que existen metodologas y tcnicas de investigacin que son feministas por excelencia. Esta crisis se ve profundizada porque la reflexin metodolgica suele ser escasa en la investigacin cualitativa, y frecuentemente la metodologa se convierte en un apartado que opera como declaraciones de adscripcin ms que a una reflexin respecto al proceso (Chamberlain, 2012).
Dado que la idea central de este artculo es abordar las posibles articulaciones entre investigacin feminista y la perspectiva narrativa mediante la problematizacin de la brecha entre sus aspectos epistemolgicos y metodolgicos, partir con una revisin respecto a las bases de la investigacin feminista, para luego realizar lo propio con las perspectivas narrativas de investigacin, abordando algunos aspectos tanto histricos como disciplinarios al respecto. Finalmente, a partir de los conceptos de narratividad y reflexividad, trabajar algunos posibles puntos de colaboracin y dilogo entre las perspectivas narrativas y la investigacin feminista.
Investigacin feminista: la epistemologa y la metodologa como formas de accin poltica
La investigacin feminista es distinguible de una investigacin no-feminista, en tanto la primera comienza en la premisa que la naturaleza de la realidad en la sociedad occidental es desigual y jerrquica (Skeggs, 1994). La investigacin feminista est teida por una preocupacin especfica por los aspectos tericos, polticos y ticos en la investigacin social, siendo sta su caracterstica distintiva (Ramazanoglu y Holland, 2002). La posibilidad que tenemos para pensar en una investigacin feminista como una forma de investigacin particular, es una que se ha abierto gracias a la reflexin que acadmicas feministas como Lorraine Code, Evelyn Fox Keller, Sandra Harding y Donna Haraway, entre otras, han hecho en torno a las relaciones entre masculinidad, poder y autoridad en el contexto de la produccin de conocimiento (Doucet y Mauthner, 2006). En este sentido, la pregunta de Lorraine Code (1981) -Àes el sexo de la persona cognoscente significativo epistemolgicamente?- permite abrir una serie interrogantes sobre el sesgo masculino que trae consigo la investigacin cientfica en sus diferentes procesos de recoleccin, interpretacin y organizacin de la informacin y la evidencia que compone el proceso de produccin de conocimiento (Doucet y Mauthner, 2006). En su constitucin disciplinaria, la ciencia y la investigacin cientfica tienen las mismas caractersticas que cualquier otro objeto cultural (Harding, 2006), de esta forma la ciencia tambin aparece en un contexto sociocultural de dominacin patriarcal. Una investigacin feminista se distingue de una investigacin no-feminista porque revisa y crtica el proyecto ideolgico del patriarcado en sus mismos procesos de produccin de conocimiento. Al respecto existen una serie de trabajos que revisan estos procesos. En particular, me gustara mencionar dos:
En primer lugar est el trabajo Evelyn Fox Keller (1991) que, desde una perspectiva epistemolgica, aborda los efectos de la metfora baconiana de la ciencia en el trabajo cientfico. La metfora baconiana sugiere la idea de que la relacin ciencia-naturaleza es la de un matrimonio Òcasto y en derechoÓ entre la mente masculina y la naturaleza femenina. En la medida que la metfora matrimonial pone a la investigacin cientfica como casta y pura, la fija dentro de unos lmites regulados que la mantienen bajo control. As, esta metfora fija en la prctica cientfica las mismas lgicas de dominacin con que opera el patriarcado (Fox Keller, 1991), tiendo las concepciones epistemolgicas baconianas con el mismsimo carcter opresivo patriarcal. En este sentido, se hace necesaria una primera aproximacin al problema epistemolgico de la ciencia, preguntndose por formas de hacer ciencia que contribuyan a la equidad, poniendo un nfasis central en la gestin de la relacin sujeto Ð objeto en la investigacin.
En segundo lugar, est el problema y la crtica a la objetividad -en su concepcin tradicional- que emerge desde el feminismo. Desde el modelo cientfico que opera desde el patriarcado, la objetividad cientfica tiene al menos tres caractersticas -falaces segn Prez (2008)- que permiten que funcione como un modelo asptico. Estas son los supuestos de neutralidad, la autonoma y la imparcialidad de la ciencia. En palabras de Eulalia Prez (2008):
La neutralidad de la ciencia significa que las teoras no implican ni presuponen juicios sobre valores no cognitivos y que las hiptesis o teoras cientficas no sirven a unos valores no cognitivos concretos ms que a otros. Pero la neutralidad valorativa no es la nica caracterstica que esta concepcin atribuye a la ciencia, pues se considera que, adems, es autnoma e imparcial. La autonoma de la ciencia denota que la ciencia progresa mejor cuando no est influida por valores o movimientos sociales o polticos. Y la imparcialidad supone que la nica base para aceptar una teora son sus relaciones con la evidencia y no valores no cognitivos.
De estas tres afirmaciones la condicin ms dura es la neutralidad porque conlleva que la base para aceptar los valores morales, polticos o sociales est separada profundamente de la evidencia que tenemos sobre las potencialidades humanas y sobre lo que sucede cuando la gente intenta poner en prctica estos valores. La neutralidad es menos una afirmacin sobre el carcter de la ciencia que sobre la justificacin de los valores polticos y sociales. (p. 91)
Las caractersticas otorgadas tradicionalmente a la investigacin cientfica, desde epistemologas positivistas, han permitido restar los factores psicolgicos, sociales, culturales y polticos del trabajo cientfico, como si ste se desarrollara en un ter descontextualizado y deslocalizado. La emergencia de las epistemologas feministas ha permitido pensar reapropiaciones de la nocin de objetividad, que sean capaces de incorporar al proceso, no nicamente la evidencia emprica, sino tambin la crtica social, entendiendo que la prctica cientfica no solo se da en contexto social, sino que en s misma es un proceso social (Prez, 2008) y como tal no est exenta ni eximida de lo sociocultural. Una de las principales propuestas para generar alternativas a la objetividad tradicional, es la teora de los conocimientos situados de Donna Haraway (1988), donde propone una versin de la objetividad la cual es parcial, local y contextualizada, idea que surge de una fuerte interrogacin a los binarismos sujeto-objeto tan significativos para las epistemologas heredadas. Para Haraway (1988), por un lado, las epistemologas positivistas y su realismo ingenuo parecieran proponer que el conocimiento aparece cuando se elimina la presencia de la persona observadora, vale decir, cuando se observa desde ningn lado. Por otro lado, las perspectivas relativistas que provienen desde epistemologas constructivistas parecieran asumir que la realidad no existe como objeto singular, y que como objeto plural puede ser observada desde todos lados. Ambas perspectivas se entrampan en la produccin de conocimiento, en tanto para Haraway (1988) son totalitarias; vale decir que no reconocen la parcialidad de la mirada en la medida que sta siempre se produce desde una posicin especfica. Adrienne Rich (2001) ya argumentaba en su ensayo de 1984 Apuntes para una poltica de la posicin, como diferentes posiciones erigidas en base a la raza, al gnero, a la subjetivad, al contexto sociocultural, etc., son capaces de producir diferentes perspectivas sobre el mundo y los sujetos y objetos que lo habitan, en tanto esa posicin deviene de una determinada caracterizacin histrica, semitica y material. Con esta consideracin, la alternativa realista y la relativista son tramposas; son incapaces de reconocer aquellos contextos parciales y finitos desde la cual la persona cientfica observa. De all que una verdadera alternativa a la objetividad debe de emerger de una perspectiva verdaderamente diferente, que reclame la objetividad desde una lgica distinta, capaz de reconocer esa parcialidad en la produccin de conocimiento. En este sentido Donna Haraway (1988) aboga por una epistemologa de los conocimientos situados; una doctrina de la objetividad que privilegia las lgicas contestatarias, la deconstruccin y reconstruccin de la realidad, la imbricacin de las relaciones sociales, al mismo tiempo que tambin se produce una transformacin de los sistemas de conocimiento y las formas de ver el mundo.
Teniendo una base epistemolgica que nos permita pensar una verdadera y real alternativa al positivismo, es luego necesario pensar sobre las estrategias y prcticas concretas que podemos desplegar para la concrecin de una investigacin feminista. En este sentido, podemos retomar un problema planteado en la introduccin de este trabajo: un problema que aborda la (posible) existencia de un mtodo de investigacin autnticamente feminista, una pregunta por una tecnologa de la investigacin social feminista si se quiere pensar as. Sandra Harding (1996) ha desmitificado esta idea, dejando en claro que el problema siempre ha estado en la forma en que metodologas y tcnicas han sido pensadas y utilizadas ms que la naturaleza propia de stas. Al mismo tiempo establece distinciones entre trminos que muchas veces operan superpuestos, como lo son epistemologa, metodologa y mtodo. La epistemologa responde a la pregunta respecto al cmo se conoce y quin puede hacerlo, mientras que el mtodo (o tambin tcnica) corresponde a las tcnicas de recoleccin de datos y de anlisis de stos. La metodologa, en cambio, es ms bien una teora sobre cmo el proceso de investigacin debe proceder: implica establecer una posicin terica, tica y poltica sobre nuestra prctica investigativa, que d coherencia a la articulacin entre nuestros supuestos epistemolgicos y nuestros mtodos. Una propuesta epistemolgica adecuada debe tener coherencia entre sus supuestos epistemolgicos, su propuesta metodolgica y los mtodos y tcnicas escogidas para su prctica. Por lo tanto, en trminos metodolgicos y tcnicos, si no existe una propuesta autnticamente feminista Àque caracteriza a las metodologas y mtodos feministas como tal? Primero hemos de reconocer que los mtodos y tcnicas de investigacin son limitados:
Es vlido afirmar que todas las tcnicas de recopilacin de informacin pueden clasificarse en cualquiera de las siguientes categoras: escuchar a los informantes (o interrogados), observar el comportamiento, y examinar vestigios y registros histricos. En ese sentido, slo existen tres mtodos de investigacin social. Como se evidencia en muchos de sus estudios, las investigadoras feministas emplean cualquiera o los tres mtodos -en este sentido preciso del trmino-, tal y como ocurre en cualquier investigacin androcntrica tradicional (Harding, 1996, p. 2).
En este sentido lo que caracteriza Ðen trminos metodolgicos y tcnicosÐ a la investigacin feminista, no es el privilegio de una metodologa o mtodo especfico, sino ms bien el uso que se hace de ellos. As, y en coherencia con sus propuestas epistemolgicas, la metodologa y los mtodos feministas no estn caracterizados por su naturaleza en base a la clasificacin de Sandra Harding (1996), sino ms bien en sus prcticas concretas, en el sentido y en los significados que stos cobren en pos de una investigacin emancipadora, que sea capaz de hacer el mundo un lugar ms habitable, ms justo y ms igualitario.
Narrativa e investigacin social: la necesidad de nuevos abordajes.
A comienzos de la dcada de los ochenta toma lugar lo que se ha denominado como el giro narrativo (Czarniawska, 2004), un momento donde las ciencias sociales comienzan a interesarse por objetos que tradicionalmente tenan lugar en la literatura y las humanidades: las narrativas (Denzin y Lincoln, 2000). Desde el giro narrativo, el anlisis de distintas narrativas comenz a permear en disciplinas al interior de las ciencias sociales; Walter Fisher puntualiz la importancia del anlisis narrativo en ciencia poltica, Jerome Bruner y Donald Polkinghorne hicieron lo mismo en psicologa, mientras que a comienzos de la dcada de los noventa tambin comienzan a instalarse diferentes formas de anlisis cualitativos en economa mediante el uso de narrativas (Czarniawska, 2004). As durante los treinta aos sucesivos a este giro, las narrativas han ido cobrando fuerza y generando espacios al interior de las ciencias sociales, especialmente durante los ltimos aos, cuando han ido ganando credibilidad, especialmente en lo metodolgico y como un enfoque de investigacin (Richards, 2011). Sin embargo las definiciones acerca de qu son y qu papel cumplen las narrativas en las ciencias sociales, como efecto de esta masificacin en el estudio y el uso de lo narrativo, han llevado a crear un trmino polismico: dentro de las ciencias sociales el uso del concepto narrativa y sus derivados rara vez tiene el mismo sentido (Cabruja, êiguez, y Vzquez, 2000; Hyvrinen, 2012). La narrativa ha sido concebida como una forma de comunicacin significativa (Fisher, 1989), como un esquema psquico/cognitivo (Polkinghorne, 1988) o incluso como una forma de pensamiento divergente del lgico-cientfico (Bruner, 1991), por nombrar algunas de las definiciones que emergen de trabajos relevantes acerca de la narrativa entre muchos otros. Las narrativas han sido pensadas como un componente separado de la experiencia humana o Ðen la vereda opuestaÐ como una cualidad inseparable al ser humano. Pero sin importar el estatus ontolgico de la narrativa, cada comprensin de sta se ha enfocado en comprender cmo organizamos nuestra realidad y experiencia, convirtiendo a las narrativas en una herramienta epistemolgica (Adams, 2008). Sin embargo muchos de los estudios y de las prcticas narrativas en ciencias sociales se han focalizado en la narrativa como producto/efecto de la organizacin de la experiencia y la produccin de significado, privilegiando una sola posicin epistmica: la de quien narra (Striano, 2012). Si bien este abordaje de lo narrativo ha sido muy til en las ciencias sociales durante los ltimos treinta aos, es necesario revisarlo e interrogarlo en virtud de los contextos culturales, polticos y sociales vigentes; ni los escenarios de la investigacin social ni de la investigacin cualitativa son los mismos a aquellos que eran actuales a comienzos de la dcada de los ochenta. La narrativa ya no es slo un dispositivo individual para la construccin de significado, si bien histricamente nos hemos enfocado en la narrativa como producto individual, es necesario tambin enfocarse en sus procesos, observando los artefactos culturales utilizados para producir narrativas, los actores y las actrices sociales involucradas, los cambios en las formas de interaccin, en los procesos de negociacin, etc. (Striano, 2012). Este proceso implica que debemos sospechar de la narrativa como nicamente un producto individual, es necesario tambin comenzar a cuestionar sus posibilidades como un producto sociocultural (Gonzlez Monteagudo, 2011). De esta forma el estudio y la prctica de lo narrativo en la investigacin social enfrenta el desafo de interrogar las bases epistemolgicas, tericas y metodolgicas que permiten sostener una perspectiva de investigacin narrativa en las ciencias sociales.
Como he mencionado, el objetivo de este artculo es sentar algunas bases epistemolgicas y metodolgicas para el uso de narrativas en la investigacin social, pero desde un lugar especfico: las perspectivas de investigacin feministas. sta no es una relacin antojadiza, tanto la incorporacin de lo narrativo como del feminismo en las ciencias sociales han obligado a las acadmicas e investigadoras[1] a revisar y discutir respecto a las formas en que conocemos, siendo tradiciones que han producido giros en el pensamiento de la vida psquica y social. Por medio del abordaje de aquellas conexiones entre lo epistemolgico y lo metodolgico, la hiptesis de trabajo en este artculo es que se pueden desarrollar prcticas para una investigacin social crtica; vale decir polticamente comprometida, socialmente transformadora y productora de conocimientos responsables (Carsten Stahl, 2008), mediante una relacin mutuamente implicada entre la perspectiva narrativa en ciencias sociales y la investigacin feminista. Las implicaciones tico-polticas de la investigacin narrativa son particularmente importantes de pensar dado el potencial de subversin y transformacin que una narrativa tiene, haciendo de esta perspectiva de investigacin un lugar significativo para ser pensado desde la investigacin feminista (Elliott, 2005).
Un muy breve recorrido respecto al giro narrativo y sus efectos[2]
En el comienzo de su estudio las narrativas se encuentran fuera de las ciencias sociales; algunos de los primeros anlisis narrativos pertenecen al estudio hermenutico de los libros sagrados de las religiones, como lo han sido el estudio de la Biblia, el Talmud y el Corn (Czarniawska, 2004; Polkinghorne, 1988). Posteriormente es la academia quien se ha apropiado del anlisis narrativo, especialmente dentro de las humanidades y los estudios literarios. Uno de los puntos importantes en ese recorrido fue el libro editado en 1928 Morfologa del Cuento Ruso de Vladimir Propp, especialmente su segunda edicin en 1968, que traducida al ingls y al francs tuvo gran impacto en las ciencias sociales. Durante este momento el trabajo con narrativas es ms sobre stas que desde ellas, y primordialmente se trata de anlisis estructurales de la narrativa donde resalta, por ejemplo, el trabajo de Roland Barthes en su artculo Introduccin al anlisis estructural de relatos de 1966 (Hyvrinen, 2012). Posteriormente, durante la dcada de los setenta, la sociolingstica de William Labov comenz a preocuparse de las narrativas cotidianas, definindolas como un aspecto clave para comprender narrativas ms complejas (Czarniawska, 2004). El comienzo de la dcada de los ochenta da lugar al giro narrativo (Hyvrinen, 2012), las ciencias sociales comienzan a mirar las narrativas ya de forma directa como posible objeto de estudio que trasciende la funcin de ser un mero registro de datos (Gorlier, 2008). Los trabajos de Fisher, Polkinghorne y Bruner entre otros, son el punto de inflexin para la constitucin de una perspectiva narrativa en las ciencias sociales, vale decir, el establecimiento de la narrativa como un campo de estudio en s mismo. Pese a la existencia de diferentes lneas dentro de la perspectiva narrativa (Bamberg, 2012), entre ellas hay algo importante en comn, se han centrado tradicionalmente en la definicin de la narrativa como un dispositivo fundamentalmente individual que rescata sus pequeas y grandes historias (Esteban-Guitart, 2012): por ejemplo para Polkinghorne (1988) la narrativa es un esquema cognitivo, Bruner (1991) la define como una forma de pensamiento, y Kohler Riessman (2001) la entiende como un mtodo de investigacin que no fragmenta los relatos del sujeto. Esta focalizacin de lo narrativo como construcciones individuales, aunque reconoce la influencia de lo sociocultural, sigue poniendo el origen en el individuo, y particularmente en lo psicolgico. Esto ha llevado a que en sus aplicaciones como tcnicas y mtodos de investigacin muchas veces la aplicacin de lo narrativo termine por ser una entrevista en profundidad ms que un mtodo diferente que opere desde otra perspectiva (Esteban-Guitart, 2012). El cruce transdisciplinario que constituy el giro narrativo se ha ido diluyendo con la institucionalizacin propia que conlleva el desarrollo de la perspectiva. La narrativa termina por sedimentarse en tecnificaciones metodolgicas, perdiendo as su potencial de transformacin y accin (Rodriguez, 2002).
Metodologas narrativas y psicologa social crtica: prcticas de reciprocidad, colaboracin y co-escritura.
En esta seccin intentar delinear cmo es que algunas prcticas de investigacin narrativa se han convertido en herramientas para desarrollar una investigacin crtica y feminista dentro de la psicologa social. Las perspectivas crticas en las ciencias sociales se han constituido como alternativas a abordajes ms convencionales en la psicologa social (Cabruja et al., 2000). La psicologa crtica Ðy de forma similar a la investigacin feminista- emerge como una disciplina que es especialmente sensible a la produccin histrica de conceptos, y que para favorecer ese abordaje no prescribe bases epistemolgicas especficas (Parker, 1999). Por el contrario la psicologa crtica y las perspectivas crticas en general tienden a ser transdisciplinarias, siendo precisamente ese cruce disciplinario el que permite posicionarse crticamente (Parker, 1999). El giro narrativo fue un movimiento transdisciplinario, que permiti tomar estos objetos que provenan de las humanidades e irlos diferenciando de otros conceptos emergentes. Una narrativa, a diferencia de la idea de narracin, no se constituye como una forma de comunicacin ni como el efecto del acto de contar un relato. Una narrativa es un esquema que permite al sujeto y a las comunidades organizar la experiencia para dotar significado a los objetos y sujetos que cohabitan con ellas, donde el esquema y la experiencia se implican mutuamente, dndose forma el uno al otro (Polkinghorne, 1988). Asimismo es una herramienta que permite mostrar la experiencia Ðindividual y colectivaÐ desde una perspectiva situada (Sparkes y Devs, 2007). Al acercarnos a la investigacin cualitativa desde una perspectiva crtica, la narrativa se puede pensar como un acto performativo, en tanto produce la experiencia y los significados de sta en el acto de nombrarla. Para Adams (2011) la narrativa es una forma de materializar el discurso, en tanto lo localiza en un sujeto que encarna una determinada posicin psquica, social y cultural. Sin embargo Àson narrativa y discurso conceptos homologables? Desde la psicologa discursiva, el discurso puede entenderse como un set de prcticas lingsticas que promueven determinadas formas de relacin social (êiguez y Antaki, 1994), al mismo tiempo que critica la idea del yo como un conjunto de caractersticas privadas del individuo (Garay, êiguez, y Martnez, 2005). La perspectiva narrativa, dentro de la psicologa social, propone una alternativa a esta idea de yo. Tras una narrativa necesariamente hay un yo, pero que no es predefinido, esttico ni continuo: es un yo narrador/narrado que se produce a s mismo a la vez que teje su discurso. Aunque relacionadas mediante el uso del lenguaje, el aspecto que diferencia la perspectiva narrativa de la idea de discurso Òes el nfasis que la Psicologa narrativa le confiere a la experiencia humana tal y cmo es vivida e interpretada por cada personaÓ (Garay et al., 2005, p. 120). Si bien las nociones de yo e identidad han sido ampliamente criticadas, lo que me interesa resaltar hasta este punto es que en la narrativa siempre hay alguien. La narrativa permite localizar desde dnde emergen las historias, en tanto hay un sujeto que se relaciona ntimamente con ella, diferenciando la narrativa de otros objetos y textos en psicologa y ciencias sociales (Peterson y Langellier, 2006). As no todo texto o discurso es necesariamente una narrativa. La pregunta y camino obvios para continuar seran entonces preguntarse qu o quin est en la base de una produccin narrativa, cmo conceptualizamos a la narrativa en s misma, y qu prcticas de investigacin se desprenden de stas. Sin embargo optar por el camino inverso, estas preguntas me las he planteado yo y otras investigadoras con anterioridad (por ejemplo en Autor, 2014), donde con el objetivo de buscar una metodologa que fuese coherente con la posicin epistemolgica que habamos asumido en ese proyecto Ðla teora de los conocimientos situados de Donna Haraway (1988) Ð, llegamos a la propuesta de Producciones Narrativas (PN) de Balasch y Montenegro (2003), basada en la co-escritura de narrativas entre investigadora y participante. Las prcticas de co-escritura encuentran en su origen similitudes con la propuesta de entrevista narrativa de Martin Bauer (1996). sta es una forma de entrevista en profundidad e inestructurada que evita el esquema pregunta-respuesta, donde la entrevistadora termina por imponer ciertas estructuras que se desarrollan en tres niveles: la seleccin de temas especficos de conversacin, el ordenamiento de las preguntas y la seleccin de la fraseologa utilizada (Bauer, 1996). La idea es obtener una perspectiva de la participante de una forma menos impuesta, favoreciendo una escenificacin que ayude a la emergencia de relatos en vez de la respuesta a preguntas concretas. La propuesta de las PN parte desde este punto, pero vara respecto a la produccin de un texto de investigacin: mientras Bauer (1996) sigue utilizando una transcripcin ad verbatim, Balasch y Montenegro (2003) apuestan por la produccin de un texto narrativo. La investigadora utiliza sus propios recursos lingsticos para transformar los pequeos relatos y micro conversaciones de la entrevista en un solo texto narrativo. Este texto es entregado a la participante para que pueda editarlo tantas veces sea necesario, y que la narrativa recoja su visin frente al fenmeno de estudio. Las PN como prcticas de escritura compartida corporeizan las redes de relaciones e interacciones que emergen en un contexto dado, donde el lenguaje y la narracin son acciones performativas (Balasch y Montenegro, 2003). Como un efecto de las idas y venidas del texto en el trabajo de edicin de la narrativa, el producto final no es solo la reconstruccin de la experiencia ni una representacin de sta, sino que es un texto que expresa una visin del fenmeno desde una perspectiva situada. Otro efecto de la tcnica de las PN es que el trabajo de edicin de la narrativa que se da en las sesiones posteriores a la entrevista produce textos con una alta coherencia interna. Los textos de campo que se producen con las PN no solo constituyen una reorganizacin de la experiencia de las participantes, sino que da un paso en torno a la teorizacin de la experiencia de la participante, que se articula en la relacin entre sta y la investigadora (Balasch y Montenegro, 2003). Lather (1986a) describe este proceso como teorizacin colaborativa, y es posible por medio del uso de la reciprocidad en el proceso de investigacin. La reciprocidad opera como un proceso de negociacin mutua respecto al poder y los significados no solo de las palabras y el lenguaje, sino tambin del proceso y las acciones producidas en ese contexto.
Las PN como propuesta metodolgica no incluyen directamente el trabajo de Patty Lather en su conceptualizacin, pero sin duda que ambas tienen mucho en comn. Lather (1986a) afirma que una perspectiva de investigacin en un contexto post-positivista debe ser emancipadora si pretende ser una crtica al status quo y apunta hacia la produccin de igualdad entre los seres humanos. Esto es lo que ella define como investigacin como praxis. Este abordaje Ðproveniente de estrategias de investigacin feministaÐ afirma producir un conocimiento emancipador por sobre un conocimiento neutral (en trminos de valores sociales), con el objetivo de generar mayor conciencia respecto de las contradicciones escondidas o distorsionadas en las comprensiones de lo cotidiano, dirigiendo la atencin de la investigadora y las participantes a las posibilidades de transformacin social inherentes al proceso de investigacin (Lather, 1986a). En este sentido tanto la propuesta de las PN como la nocin de investigacin como praxis, cuestionan el paradigma de la hiper-objetividad tradicional del conocimiento, por medio de prcticas colaborativa y de reciprocidad en la investigacin. Este tipo de abordajes evitan entrevistas rpidas y descontextualizadas donde la participante se convierte nicamente en una fuente de informacin (Chamberlain, 2012).
Lather (1986a), en su enfoque de investigacin como praxis, considera que la reciprocidad debe llevarse a cabo durante todo el proceso de investigacin, y no nicamente en sus fases tempranas. Las metodologas que se consideran colaborativas pero que al mismo tiempo restringen la colaboracin y reciprocidad al trabajo de campo, pueden tener dos problemas. En primer lugar, la investigadora puede terminar imponiendo sus propios significados sobre la experiencia de las participantes (Lather, 1986a). En la medida que las narrativas emergen como una forma de organizar la experiencia y producir un significado en torno a sta (Polkinghorne, 1988), este es un tema especialmente sensible en la propuesta de las PN, en tanto la colaboracin y co-escritura solo estn presentes en el trabajo de campo. Una vez que se acuerda la finalizacin de la narrativa entre investigadora y participante, sta ltima ya no tiene ningn papel desde el que colaborar, en la medida que el texto final es escrito por la investigadora, que puede terminar por imponer sus propios significados por sobre los de la participante de forma consciente o inconsciente. En segundo lugar, las PN apuestan por un enfoque de anlisis no interpretativo de los textos de campo (las narrativas), en tanto Òla interpretacin se produce no por la igualdad entre la investigadora y el objeto investigado, sino, al contrario entre ambos horizontes, cosa que genera la necesidad de un acto interpretativoÓ (Balasch y Montenegro, 2003, p. 47). En las PN investigadora y participante estn articuladas mediante las conexiones situadas que se expresan mediante la narrativa, de ah que la interpretacin no sirve a ningn propsito. Lather (1986a) es capaz de establecer una diferencia con este tipo de metodologas: por medio del uso de un enfoque que dependa nicamente de la perspectiva de las participantes, o en el otro lado, un enfoque solamente interpretativo, la investigadora puede encontrarse con diferentes problemas. Para Lather (1986a) es tan inadecuado un paradigma exclusivamente interpretativo como uno que dependa plenamente de las palabras de los participantes[3].
Una narrativa depender de dos cosas: primero, en un enfoque fuerte sobre la dimensin simblica presente en la co-construccin de significado, y segundo, en que la interpretacin es fundamental para establecer esa relacin de significacin (Cabruja et al., 2000). Al descartar los paradigmas interpretativos de pensamiento, las PN terminan por ignorar parte de la complejidad que determina la teora narrativa, reduciendo la importancia de las prcticas colaborativas en la produccin de narrativas al reconocimiento de las conexiones que permiten su emergencia. Si bien la incorporacin de una perspectiva situada a la narrativa es una contribucin importantsima para establecer abordajes metodolgicos crticos en la investigacin narrativa, es necesario reconocer los diferentes niveles de complejidad de lo narrativo, como el papel que una narrativa cumple en la organizacin de la experiencia y la produccin de significado que operan hacia una comprensin de nuestras realidades compartidas, caractersticas que hacen al sujeto un actor clave en la narrativa.
La narrativa se vincula a un sujeto en la medida que es un efecto del acto de narrar, una accin que lleva a cabo un sujeto narrativo (Day Sclatter, 2003). En este contexto la subjetividad no es ni externa ni interna al individuo, ni siquiera es un producto de las interacciones entre ambos horizontes. Para Day Sclatter (2003) hay un sujeto narrativo que se produce como proceso en lo psquico y lo sociocultural, constituyndose as como un espacio transicional. La narrativa, enmarcada en los lmites de lo psquico y lo sociocultural, est ntimamente anudada a este sujeto como un dispositivo dinmico que le permite a ste negociar constantemente su posicin identitaria en el mundo (Day Sclatter, 2003). Una narrativa entonces, como texto de investigacin, no es un objeto representativo sino que se constituye como un lugar de encuentro, permitindonos subvertir la relacin sujeto-objeto de las perspectivas de investigacin tradicionales. Podemos pensar la narrativa como un texto de investigacin abierto y dinmico que se produce en un encuentro entre sujeto a sujeto que se constituye en un contexto y una posicin especfica. El prximo apartado lo dedicaremos a las implicaciones de trabajar metodologas narrativas bajo una comprensin de stas como un encuentro de sujeto a sujeto.
Narratividad y reflexividad.
Si queremos interrogar las posibilidades, lmites e implicaciones de la narrativa como un encuentro sujeto a sujeto, es necesario primero examinar algunas de las premisas epistemolgicas que estn a su base. Los enfoques tradicionales de la investigacin cientfica, como as tambin sus mtodos y metodologas, estn basados en la metfora baconiana de la ciencia, donde sta emerge de un maridaje entre la Mente y la Naturaleza. sta ltima constituye una novia que debe ser dominada, transformada y reprimida por la Mente (del cientfico) (Fox Keller, 1991). Esta metfora generizada de la ciencia provee las bases para la relacin sujeto-objeto de las perspectivas positivistas.
El gnero opera como una categora primaria en la organizacin social (Ropers-Huilman y Winters, 2011) y la ciencia, como una disciplina inmersa en lo social, no es una excepcin a este esquema (Harding, 2006). En ste los pares objetividad-masculinidad y subjetividad-feminidad han definido estos trminos bajo supuestos naturalizados, que han sido cristalizados en la mitologa popular como impersonal, racional y pblico para el primero, e irracional, emocional y privado para el segundo (Fox Keller, 1991). Pese a que las tericas, investigadoras y activistas feministas han discutido y abierto este sesgo de gnero de los enfoques cientficos tradicionales, esta dicotoma an constituye un tpico importante en la ciencia contempornea, en tanto es una discusin sobre las ideologas tras la ciencia y cmo se implican en los conocimientos que produce (Prez, 2008). Al reconocer este sesgo muchas autoras feministas, desde campos muy diversos del conocimiento, han logrado desarrollar nuevas alternativas epistemolgicas y metodolgicas. Estas alternativas tienen una influencia directa en la direccin y resultados de un proceso de investigacin dado, pero los mtodos son los mismos que en otras perspectivas de investigacin, pero pensados en teoras del conocimiento que desafan las ideas de conocimiento neutral (Ropers-Huilman y Winters, 2011). En este escrito he insistido previamente en la necesidad de pensar las perspectivas narrativas de investigacin desde una posicin feminista para potenciar sus aspectos crticos y emancipadores. Esta idea se sostiene en tanto las investigadoras feministas han desarrollado distintas herramientas tericas para hacer inteligibles las experiencias, vidas e historias de las mujeres, en la medida que el plural mujeres ha sido un grupo marginado en el contexto histrico de la dominacin patriarcal. Sin embargo estas herramientas no solo han servido para escuchar y entender la multiplicidad de voces que estn detrs de lo que se ha etiquetado como mujeres. La emergencia de los estudios sobre feminismo y raza, LGBT, nacionalidades y otras intersecciones sobre la identidad, nos han ayudado a entender cmo el gnero se vive y se experiencia en distintos contextos (Ropers-Huilman y Winters, 2011), estableciendo la relevancia de pensar la produccin de conocimiento desde una poltica de la posicin. ÀPor qu no utilizar estas mismas herramientas para hacer inteligibles otras posiciones crticas en las ciencias sociales? Con el objetivo de rearticular esas voces crticas y situarlas en contextos sociales, histricos y culturales desde donde se han producido, las tericas feministas han abogado en favor de revisar cmo producimos la ciencia y sus conocimientos, y cmo podemos cambiar esas promesas de conocimientos trascendentes y universales que la objetividad nos ha ordenado, hablada siempre desde una voz masculina (Haraway, 1988). Es necesario desarrollar prcticas que nos permitan reconocer e interrogar nuestras tecnologas semiticas para producir significado (Haraway, 1988). Desde el positivismo, la bsqueda de una verdad ltima ha reducido la pregunta epistemolgica a una pregunta metodolgica, ha trocado la pregunta del cmo llegamos a conocer, por una pregunta sobre las tecnologas de conocimiento (Rodriguez, 2002). Este reduccionismo epistemolgico nos sita frente a una falsa creencia en la cual solo mejorando nuestros mtodos y metodologas podremos conocer mejor. Mas esta pregunta tiene algo de verdad, pero no en el sentido en que se le piensa desde la ciencia positivista. Necesitamos revisar y mejorar nuestra metodologa de investigacin, como una consecuencia de pensar diferente respecto al cmo conocemos. Lo que se encuentra tras el sesgo de gnero de la ciencia tradicional no es un asunto metodolgico, sino epistemolgico. Haraway (1988) aboga por la creacin de nuevas metforas respecto a la produccin de conocimiento, y es en este punto donde fallan muchos abordajes metodolgicos, pues siguen operando desde las metforas baconianas. Chamberlain (2012) habla respecto al cmo la simplificacin de la idea de metodologa pone en peligro nuestra investigacin, en tanto se termina por utilizar metodologas de estantera, obviando la importancia de enganchar con las premisas epistemolgicas de las metodologas y mtodos de nuestra investigacin. Gran parte de las metodologas de estantera estn centradas en tecnificar mtodos de investigacin que se cristalizan como cadenas fordistas de la produccin de conocimiento, o si no estn construidos sobre categoras tericas pre-existentes, lo que considero que en el caso de las PN puede llegar a ser un problema, en la medida que esta propuesta se enfoca fuertemente en desarrollar una tcnica que produzca conexiones situadas, perdiendo as perspectiva sobre el sujeto y la subjetividad, un aspecto clave de las perspectivas narrativas de investigacin. Es precisamente el enganche con estas propuestas, la forma en que debemos interrogar nuestras tecnologas semiticas, en cuando que Ðpropuestas como las PNÐ son tcnicas de investigacin innovadoras, pero que tienen espacio para seguir creciendo como herramientas crticas.
ÀQu premisas epistemolgicas operan tras la idea de la narrativa como un encuentro sujeto a sujeto? ÀQu tecnologas semiticas se constituyen en la investigacin narrativa? Rodriguez (2002) aboga en favor de comprender la narrativa como algo ms que una metodologa o tcnica de investigacin. Las narrativas operan como una forma vital, un punto de vista para estar y participar del mundo. As mirar lo narrativo como solo un mtodo de investigacin cualitativa de-politiza nuestra comprensin de las narrativas (Rodriguez, 2002).
Una narrativa no solo es una forma de entender y organizar nuestro mundo y nuestras experiencias, tambin nos permite tomar acciones sobre stos. Producir un relato narrativo que sea capaz de performar una accin, implica hacer un relato con narratividad. Reconocer la narratividad como parte de nuestras metodologas nos empuja a hacer nuestra investigacin como una praxis, y al hacerlo no solo hacemos nuestro mundo inteligible, sino que tambin nos comprometemos a ste en tanto los efectos que producimos, generando una relacin de responsabilidad (Rodriguez, 2002). De ah que la narratividad es fundamental en cualquier narrativa que pretende no solo comprender, sino tambin transformar nuestro conocimiento sobre el mundo. Este paso nos permite hacer de vuelta de lo metodolgico a lo epistemolgico dentro de las perspectivas narrativas. La narratividad es la cualidad que hace a una narrativa no algo nicamente presente, sino esencial en este proceso (Morson, 2003). En los siguientes prrafos intentar describir qu es la narratividad, as como su importancia y sus implicaciones, para luego volver a ciertos aspectos epistemolgicos y metodolgicos de la narrativa como una perspectiva crtica en la psicologa social.
Para Gary Saul Morson (2003) hay perspectivas que requieren de la narrativa para la comprensin del mundo, y otras que no. Las ltimas pretenden superar la narrativa como forma de inteligibilidad. Como un efecto de la fractura cartesiana y sus efectos sobre la objetividad y la subjetividad, gran parte del pensamiento Occidental ha estado dominado por perspectivas anti-narrativistas. Para estos enfoques tradicionales en la ciencia el conocimiento aparece cuando no se tiene una historia (Morson, 2003) y es en este punto donde algunos de los aspectos ms revolucionarios de la narrativa aparecen, en la medida que podemos encontrar narrativas (y por extensin una historia) en algunas de las teoras cientficas ms revolucionarias. Morson (2003) da como ejemplo la Teora de la Evolucin de Darwin. En un mundo donde la ciencia newtoniana solo vea leyes y orden, Darwin percibi un mundo desordenado. La Teora de la Evolucin emerge como una narrativa de Darwin, una historia que se basa en los giros materiales de diferentes especies y organismos. Los diseos imperfectos de las especies evolucionadas son un testamento material que da cuenta de esas historias. La narrativa de Darwin respecto a la evolucin, pese a que es una historia lineal y de causa-efecto directa, sigue incorporando una perspectiva narrativa en su relato.
As una narrativa como historia compleja posee un alto grado de narratividad. Parafraseando a Patty Lather (1986a) respecto a la construccin de historias cuando pensamos la investigacin como una praxis, una narrativa con narratividad fuerte es una historia que nos permite teorizar sobre nuestro mundo y sobre nuestra experiencia. Morson (2003) puntualiza algunas caractersticas esenciales sobre este tipo de narrativas. En primer lugar, la narratividad implica tener una perspectiva de proceso sobre nuestras historias. No se trata solo de enumerar eventos o hechos, sino de crear tramas y organizaciones que den cuenta de la complejidad de los fenmenos de nuestro entorno. Una cuenta de eventos no es narratividad. Polkinghorne (1988) tambin seala la creacin de tramas como un aspecto fundamental de la narrativa, en tanto una trama transforma un evento en una accin. Una accin tiene propsito y puede justificar un evento posterior. Sin embargo la trama no es necesariamente lineal y puede configurarse de diversas formas. Una vez que una historia tiene trama, podemos verla como proceso solamente por medio de una narrativa (Morson, 2003). Segundo, la narratividad siempre contempla un presente. ste no es solo una consecuencia de eventos pasados. El presente tiene un peso en s mismo como una locacin crtica, ya que se constituye como la posicin en la que nos encontramos como sujetos para leer e interpretar nuestro pasado y nuestra historia. No todos los momentos de una historia deben ser sobre el presente, pero ste debe aparecer en alguna forma, ya que es desde ese lugar que la narratividad se deriva (Morson, 2003). Tercero, la narratividad tambin tiene que ver con la contingencia. La contingencia permite la aparicin de diferentes elementos en una historia. Se diferencia del azar porque en la contingencia las acciones dejan de venir desde ningn lugar, sino que se explican como un efecto o consecuencia de un evento anterior. Pero al mismo tiempo la contingencia tampoco es una forma de determinismo. Lo que viene del pasado justifica y explica lo que sucede en tiempo presente, pero no asegura ni garantiza un curso de eventos futuros (Morson, 2003).
Para Rodriguez (2002) son estas caractersticas de la narrativa las que permiten hacer investigacin como praxis, empujando los lmites tradicionales de la investigacin cualitativa. Este movimiento fronterizo no refiere solamente a que reflexionemos sobre cmo la narrativa es un dispositivo para la construccin de significado. Es igualmente importante enfocarse en cmo la narrativa constituye un espacio potencial para usar estas posibilidades de produccin de significado en la transformacin de un mundo ms justo y humano (Rodriguez, 2002). La narrativa no es solo un dispositivo organizador, al estar constituida por historias y relatos est tambin dirigida a una audiencia. Articuladas en una relacin dual entre el sujeto y lo social, la narrativa tambin es performada e interpretada (Cabruja et al., 2000). La narrativa permite hacer nuestra experiencia inteligible, como tambin producir significado sobre sta. Pero al recurrir a la narrativa, y por ende al incorporarnos al lenguaje, tendemos a interpretar esas historias al mismo tiempo que producimos nuevos significados para ella. Es a travs de estas relaciones que ganamos acceso a este mundo previamente construido, pero que al mismo tiempo contribuimos a su permanente reconstruccin y transformacin (Cabruja et al., 2000).
Prestar atencin en las formas en que construimos el mundo por medio de narrativas, implica tambin enfocarse en qu discursos y prcticas sociales han tenido privilegio narrativo (Adams, 2008; Cabruja et al., 2008). Estos temas levantan preguntas como: ÀQuin tiene privilegio narrativo? ÀQu narrativas son escuchadas? ÀQu prcticas discursivas y performativas tienen influencia en la forma en que configuramos nuestras historias? ÀQu narrativas son resistidas, disputadas o apropiadas? Este tipo de preguntas nos sacan de un campo de verdades indisputables para llevarnos al campo del poder (Cabruja et al., 2000), poniendo nuestra atencin sobre aspectos como la capacidad de una narrativa de movilizarnos (Rodriguez, 2002) o sobre otros asuntos de poder como quin puede contar historias y quin no (Adams, 2008). Pese a que el positivismo permanece como un enfoque ortodoxo en la investigacin emprica, continuamos haciendo investigacin crtica en un momento post-positivista (Lather, 1986b). Como el concepto de objetividad, tradicionalmente entendido, pertenece a un paradigma de investigacin positivista, este giro nos obliga a revisar los criterios en que validamos el conocimiento cientfico, y a interrogar la idea de validez en s misma (Lather, 1986b). As no es posible, o es por lo menos incompatible, validar un proceso de investigacin situado en una perspectiva narrativa. La idea de validar el conocimiento cientfico para que sea confiable, se sostiene sobre la suposicin de que los mtodos de las ciencias naturales son extrapolables a las ciencias sociales. Esta suposicin implica que los inputs sociales, culturales y subjetivos son poco fiables en la medida que son inverificables, irrepetibles e inconmensurables de acuerdo a los estndares tradicionales: son entradas desafan la cuantificacin y por ende, al no ser cientficas son rotuladas como subjetivas (Lather, 1986b). Muchas tericas feministas han abogado por la revisin del significado de la objetividad, y as ser capaces de producir un conocimiento cientfico mejorado y responsable, que su objetivo sea la transformacin del mundo hacia uno ms justo e igualitario. Este debiese ser un objetivo transversal de la investigacin feminista.
Sin embargo, la pregunta respecto a cmo producimos conocimientos confiables en paradigmas posteriores al positivismo persiste. En el fermento metodolgico de la post-modernidad (Lather, 1986b) no hay frmulas predefinidas ni para hacer un proceso de investigacin, ni para hacer de ste un proceso confiable (Lather, 1986b). Es ms, metodologas altamente prescriptivas pierden la perspectiva de proceso careciendo de una mirada reflexiva. La metodologa, ms que un listado de procedimientos debe ser una estrategia, un diseo que permite reflexionar sobre nuestras decisiones como investigadoras, siendo preferible Ðen pos de producir una investigacin reflexivaÐ teorizar nuestras propias metodologas, por sobre usar metodologas de estantera (Chamberlain, 2012). Las perspectivas narrativas de investigacin nos presentan una oportunidad favorable para ello en la medidad que en stas no es posible depender de una prctica codificada (Chamberlain, 2012).
Debemos tener en cuenta que la narrativa nos pone en un encuentro sujeto a sujeto en el contexto de una investigacin. Fox Keller (1991) sostiene que durante el siglo XIX fue cuando el trmino objetividad gir por ltima vez hacia su comprensin contempornea. La ciencia moderna no solo elimin la presencia de la cientfica, sino tambin su ausencia. Si percibimos la ausencia de la cientfica, an podemos observar su investigacin por medio de su perspectiva. Solo eliminando la presencia y la ausencia de la cientfica es posible transformar el objeto cientfico en meramente un hecho, dejando atrs cualquier tipo de contexto (Fox Keller, 1991). La propuesta feminista en la produccin de conocimiento exige la creacin de nuevas metforas (Fox Keller, 1991; Haraway, 1991), y la idea un encuentro sujeto a sujeto por medio de la narrativa es un paso adelante en esa direccin. Esta idea no solo implica comprender a las participantes como algo ms que un objeto de investigacin, entendiendo que la subjetividad opera como un concepto de doble filo en la investigacin narrativa. Me gustara primero delinear algunas ideas respecto a la subjetividad en la lnea de la investigacin en psicologa a partir de algunas propuestas de Gough y Madill (2012), para luego pasar a este doble filo de la subjetividad en la investigacin narrativa.
Algunas corrientes mainstream en la investigacin narrativa han caracterizado al sujeto como un experto en su propia experiencia (Polkinghorne, 1988). Diferentes tcnicas de entrevista para producir narrativas e historias han sido sometidas a la interpretacin con el objetivo de conocer la vida psquica de los individuos tras esas creaciones. Sin embargo estas perspectivas han sido criticadas al no considerar el contexto social donde este sujeto est situado. Otros abordajes influenciados por el socioconstruccionismo y el giro lingstico, permiten comprender al sujeto y a su agencia como localizados en contextos polticos, sociales y culturales (Gough y Madill, 2012).
Segn Gough y Madill (2012) existe una tensin considerable entre la psicologa social y los estudios psico-sociales para determinar la naturaleza y el tipo de interpretacin de la subjetividad, pero sin embargo un terreno comn entre ambas favorece un abordaje donde los seres humanos estamos sujetos a una serie de diferentes fuerzas (regmenes ideolgicos, deseos inconsciente, etc.) y las narrativas de los individuos solo llegan a mostrar la superficie de aquellas tensiones. Dentro de la psicologa crtica la subjetividad es definida como compleja, fluida y construida en relacin al contexto personal, al interpersonal y social (Gough y Madill, 2012). La subjetividad, similar a una narrativa, no es reductible a una construccin social o psquica, sino que se teje en el lmite de lo psquico y lo social. Estas similaridades entre ambas no son producto del azar. Previamente he discutido que las narrativas no vienen desde ningn lugar, no son creadas de la nada; siempre hay un sujeto tras su produccin. Esta aseveracin no est equivocada, pero tampoco est completa. El doble filo de la narrativa radica en que est mutuamente implicada con la subjetividad (Cabruja et al., 2000). Mientras que la subjetividad es condicin para una produccin narrativa, al mismo tiempo la narrativa puede redefinir nuestra posicin subjetiva, en tanto tiene un poder estructurante: el mundo se reconstruye en la medida que los sujetos hablan, escriben o discuten sobre l (Cabruja et al., 2000; Potter, 1998).
La narrativa es un concepto lmite entre lo individual y lo social, convirtindola en un punto de encuentro para la accin conjunta entre diferentes sujetos (Cabruja et al., 2000). A travs de la creacin y la comunicacin de historias por medio de una narrativa es posible coordinar acciones sociales, y lo hacemos en los lmites que nuestros contextos lo permiten. Los efectos y resultados de estas acciones conjuntas no son siempre posibles de prever, los efectos de estas acciones son involuntarios e impredecibles (Cabruja et al., 2000). As el proceso de investigacin no debe ser pasado por alto, ya que las formas en que construimos el conocimiento afecta profundamente la investigacin y por lo tanto tambin lo que conocemos (Ropers-Huilman y Winters, 2011). Es por esto que la investigacin feminista se dedica a mirar los procesos de forma detenida, como nica forma de tener responsabilidad sobre sus resultados. Si consideramos los procesos en la investigacin narrativa, debemos mirar los siguientes asuntos tericos:
- Las narrativas no son transmitidas sino comunicadas, siendo interpretativas, comunicativas y performativas (Rodriguez, 2002). Un alto grado de narratividad har de la narrativa un texto intensamente interpretativo, que puede transformar la narrativa en un texto conmovedor. Por medio de la interpretacin somos capaces de conectar con las historias y darles significado, contribuyendo a la permanente re-construccin del mundo (Rodriguez, 2002).
- La narrativa como accin conjunta pivota sobre otros temas de la psicologa social como la memoria, lo que se recuerda, lo que se olvida. Las formas en que argumentamos y producimos una narrativa tambin es un asunto sobre el poder, en tanto pueden mantener o modificar el orden social (Cabruja et al., 2000). Este tema es especialmente sensible en tanto afecta muchos otros aspectos y contextos de investigacin, haciendo el tema del poder en la narrativa un asunto complejo.
- Reconocer la narrativa como una accin conjunta tambin implica considerar que cualquier prctica narrativa tiene un grado de co-produccin. Si consideramos la idea de la investigacin narrativa como una praxis, las prcticas de construccin compartida en la narrativa con prcticas de co-produccin de conocimiento. As es necesario mirar con la misma relevancia la subjetividad de la participante como la de la investigadora.
Dicho esto, pareciera ser necesaria una perspectiva reflexiva sobre la narrativa en la investigacin, ya que la reflexividad implica posicionarse sobre la subjetividad de participante e investigadora, un asunto que ha sido sistemticamente desatendido por los paradigmas positivistas de investigacin en la investigacin psicolgica (Gough y Madill, 2012). Fox Keller (1991) explic cmo nuestra propia constitucin subjetiva est influenciada por un esquema de gnero. La fractura sujeto-objeto termina tambin por alienar al self en relacin a sus contextos sociales y culturales, como condicin de la autonoma psquica. As, para reconocer los contextos y las conexiones situadas desde las cuales se produce el conocimiento, es necesario mirar la ciencia como una prctica social, al mismo tiempo que reconocemos en la subjetividad un actor fundamental para el desarrollo cientfico producido por una conciencia humana (Fox Keller, 1994). En este punto es de donde emerge la reflexividad como dispositivo para diferenciar las ciencias naturales de las ciencias sociales (Gough y Madill, 2012). Mientras que psiclogas y socilogas estn sujetas a las fuerzas psquicas y a los fenmenos sociales que estudian, Òuna fsica, como ser humano, no est significativamente influenciada por un campo electromagnticoÓ[4] (Gough y Madill, 2012, p. 379). Si bien es una buena idea fomentar el uso de la reflexividad en cualquier contexto de investigacin[5], las ciencias sociales tienen demandas propias como disciplinas diferenciadas, las cuales hacen fundamental la inclusin de la reflexividad como un aspecto clave del proceso de investigacin que nos permite no solo transparentar la agenda de la investigadora, sino tambin incluir sus motivaciones, experiencias y perspectivas anteriores respecto al tema de estudio (Finlay y Gough, 2003).
La idea misma de reflexividad ha sido creada para producir conocimientos ms confiables en un contexto post-positivista. Para Lather (1986a) dejar fuera la subjetividad de la investigadora del proceso de investigacin, no es nada ms que una forma ingenua de empirismo. Una prctica reflexiva no intenta desestimar datos para crear conocimientos subjetivos (en el sentido peyorativo del concepto). Muchas autoras feministas, como Haraway con los conocimientos situados y Harding con el punto de vista feminista, abogan en favor de revisar la idea de objetividad, en este sentido la reflexividad no ignora datos en favor de una teora ms conveniente. En vez, la reflexividad mejora nuestros datos, los hace ms crebles, protege nuestra investigacin y nuestras producciones tericas (Lather, 1986b). Estar consciente de la reflexividad es reconocer cmo nuestra propia subjetividad da forma y constrie nuestra visin del mundo (Kaufman, 2013).
La reflexividad sin embargo no es una cosa fcil de hacer o de practicar. En primer lugar porque dcadas de ciencia positivista y el lugar hegemnico que an ostenta en el plano cientfico, ha daado significativamente nuestras posibilidades de incluirnos a nosotras mismas de forma subjetiva en nuestra investigacin. Incluso cuando intentamos ser reflexivas, una de las grandes dificultades es evitar pensar que hay una motivacin o verdad ltima tras nuestras metodologas. Este es un residuo del paradigma positivista (Gough, 2003). En segundo lugar, la reflexividad reconoce la subjetividad como un complejo: los seres humanos no somos transparentes a nosotros mismos y estamos sujetos a diferentes fuerzas, ya sean del inconsciente o de los discursos sociales prevalecientes (Gough, 2003; Gough y Madill, 2012). Tercero, siempre est el problema de perder el control y el poder sobre nuestra investigacin. Un enfoque irreflexivo niega la potencial influencia de la investigadora sobre las participantes, consecuentemente ignorando las relaciones de poder entre ambos (Kaufman, 2013), manteniendo el status quo en la relacin. Por el contrario, un abordaje reflexivo reconoce las relaciones de poder entre participante e investigadora, obligndonos a reflexionar sobre cmo nuestra presencia cambia y estructura el proceso y sus resultados.
Considerando las dificultades que la reflexividad puede tener en su implementacin Àqu estrategias podemos desarrollar en nuestra investigacin para establecer prcticas ms reflexivas? Sin existir recetas para esto, se pueden encontrar algunas guas en las prcticas co-constructivas (Lather, 1986b): la triangulacin de informacin, el reciclaje de datos, prcticas de co-escritura. Parker (2003) plantea que ha sido el mismsimo giro narrativo en parte responsable de que podamos trabajar con la subjetividad, por sobre tratarla como una molestia o como un lujo. La escritura, no solo sobre nuestra investigacin, sino tambin sobre nosotras mismas, permite establecer cuentas sobre la reflexividad. Dado que la escritura tiene una naturaleza indeterminada y contradictoria en la psicologa (Parker, 2003), disminuye las posibilidades de terminar prescribiendo un tipo de subjetividad en favor de interrogar cmo nuestra subjetividad se forma y afecta nuestras relaciones. Kaufman (2013) tambin considera las prcticas de escritura de narrativas paralelas al proceso de investigacin como una forma de fomentar la reflexividad. sta, como la escritura, no es automtica. Ambas son habilidades que deben ser desarrolladas durante el tiempo. La escritura es un ejercicio que requiere la prctica del pensamiento y la reflexin sobre nuestro trabajo y nosotros mismos. Volcar esto en una escritura narrativa nos da la oportunidad de practicar el pensamiento crtico y la reflexin (Kaufman, 2013). La narrativa provee un lugar donde podemos plasmar nuestros pensamientos de forma pblica o privada. La reflexividad puede (y debe) ser practicada en ambos, dndonos la oportunidad de transmitir aquello que no nos es confortable de expresar oralmente. Este sera el sello de la reflexividad segn Kaufman (2013): la promocin de prcticas autocrticas introspectivas.
No hay recetas de cocina ni procedimientos precocidos para la reflexividad, ni para su definicin ni para su prctica. Lo que cuenta es encontrar estrategias para anlisis reflexivos, con el objetivo de ayudar a contextualizar nuestras relaciones como investigadoras con los fenmenos que ocupan nuestra atencin cientfica y acadmica (Gough y Madill, 2012).
Palabras finales
La investigacin narrativa es ms que una metodologa. Es una perspectiva sobre los fenmenos psico-sociales que transmiten muchas y diferentes discusiones de lo metodolgico y lo epistemolgico. El abordaje que he hecho de estos temas durante este artculo, ha tenido como objetivo proveer ciertos elementos que permitan teorizar sobre los aspectos metodolgicos de la investigacin narrativa, desde el punto de vista que nos proveen las epistemologas feministas, en la produccin de conocimientos que contribuyan a la construccin de un mundo ms igualitario y justo.
En este sentido las perspectivas narrativas de investigacin, como un esfuerzo en el rea de la investigacin feminista, no pueden ser un mtodo prescriptivo. Lather (1986a) dir que ms que establecer una nueva ortodoxia, debemos experimentar, documentar y compartir esfuerzo hacia una investigacin emancipatoria. En el corazn de la investigacin narrativa encontraremos un esfuerzo por co-construir y compartir el conocimiento, incrustado en el fermento postmoderno de las metodologas crticas en ciencias sociales.
Comprender la narrativa como algo ms que lo metodolgico permite a las investigadoras desarrollar sus propias perspectivas sobre la investigacin narrativa, que influenciada por la investigacin feminista, sus propuestas epistemolgicas y sus reflexiones metodolgicas, debe apuntar a la narrativa y sus usos como prcticas de investigacin emancipatorias. Debemos considerar no solo cmo un abordaje narrativo cambia nuestra relacin con los participantes, sino tambin cmo esta perspectiva cambia la relacin hacia nuestro trabajo. Las narrativas estn en deuda con su contexto sociocultural, que pone en un alcance narrativo los diferentes discursos que definen un orden social (Cabruja et al., 2000). Es importante recordar que las narrativas tienen la posibilidad de mantener el orden o subvertirlo, de ah la importancia de considerar una posible prctica feminista de la investigacin narrativa. La narrativa entonces no solo debe ser una prctica para escribir textos de campos o artculos acadmicos, puede ser tambin una prctica reflexiva que nos ayuda a tomar una postura crtica hacia nosotras mismas y respecto a nuestra investigacin, ayudndonos a evitar algo que la ciencia positivista ha descuidado: mirar no solo el producto final, sino tambin el proceso.
Referencias
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[1] Con el objetivo de mantener un lenguaje no sexista, se ha utilizado en el genrico el uso del singular y plural femenino en tanto es una elipsis que sustituye los [hombres] investigadores por las [personas] investigadoras. Esto se ha extendido a todos los sustantivos genricos utilizados.
[2] En virtud del espacio disponible para este trabajo, este apartado pretende resaltar a grandes rasgos los orgenes, principales puntos de inflexin y efectos del giro narrativo para el desarrollo de una perspectiva narrativa dentro de las ciencias sociales. Para profundizar en este punto se aconseja revisar Polkinghorne (1988), Czarniawska (2004) y Hyvrinen (2012), cuya bibliografa completa se encuentra en el listado de referencias.
[3] Un enfoque nicamente interpretativo se basa en la suposicin de una accin completamente racional, mientras que un enfoque que dependa nicamente de la palabra del participante, en la medida que estas tambin pueden estar afectadas por fenmenos como la idealizacin, falsa conciencia, etc. Para Lather (1986) lo central es un enfoque que permita entender que la realidad va ms all de la negociacin respecto a la definicin de la realidad, sino que constrie a investigadora y participante como entes que dan forma y tambin son formados por el mundo.
[4] La cita original del texto se encuentra en ingls, y ha sido traducida por m, de forma puntual, para facilitar la lectura de la oracin.
[5] El objetivo de fomentar estas prcticas radica en responsabilizar a quienes producen el conocimiento respecto a sus procesos, como tambin democratizar y hacer transparentes las agendas de investigacin.
Resea: 1er Censo Nacional de Psicologa _Uruguay 2014_. Perfil sociodemogrfico, formacin y desempeo profesional
Jorge Surez, Noelia Correa
Autor referente: jorgesuarez@psico.edu.uy
Universidad de la Repblica (Uruguay)
Historia editorial
Recibido: 09/04/2015
Aceptado: 22/05/2015
La publicacin que se resea es un informe publicado en febrero de 2015, que presenta resultados de carcter descriptivo de los datos recabados en el 1er Censo Nacional de Psicologa de Uruguay, realizado entre 14 y 31 de julio de 2014 por el Ministerio de Salud Pblica y la Facultad de Psicologa de la Universidad de la Repblica. Dicho informe, se estructura en un captulo introductorio y tres captulos centrales que reflejan las dimensiones indagadas en el censo, a saber: Perfil Sociodemogrfico, Formacin y Actuacin Profesional y Laboral; ms dos Anexos, uno con el Cuestionario Aplicado en el censo y otro con los Datos y Fuentes que delimitaron el universo censal.
En la introduccin se presenta la fundamentacin del censo, donde el aspecto ms destacado a nuestro entender, es el nfasis poltico-metodolgico en la necesidad de contar con informacin actualizada de la realidad sociolaboral y de formacin de las psiclogas y psiclogos, de forma de generar lneas convergentes entre la oferta acadmica y profesional de la Facultad de Psicologa y las Polticas Pblicas orientadas por Ministerios y otras dependencias del Estado. Adems la introduccin incluye los objetivos del censo, donde destacamos el objetivo especfico que propone crear un espacio de investigacin y monitoreo permanente de la Psicologa en Uruguay (Observatorio de Psicologa).
Tambin se desarrollan los aspectos metodolgicos, donde se describen las tres fases de trabajo en el censo: 1) delimitacin del universo censal, diseo del formulario y diseo de la estrategia de comunicacin; 2) recoleccin de datos; y 3) el anlisis de datos, conformacin de la base y elaboracin del primer informe. Un aspecto a destacar de este tercer punto, es que con la publicacin del informe, tambin se liber la base de datos la que se puede descargar del sitio: http://observatoriopsicologia.uy.
Se estima que el universo censal es de 9782 psiclogas/os, habindose censado 7543 profesionales, lo que indica una cobertura del 77,1%. Los resultados presentados en el informe corresponden al 77,1% censado.
Datos sociodemogrficos
La caracterizacin demogrfica de las/los profesionales psiclogas/os muestra que es una poblacin relativamente joven (media 41 aos de edad, con 79% de los censados menores de 49 aos) y altamente feminizada, con un 85,1% de mujeres.
En relacin a la distribucin geogrfica, es significativa la alta concentracin de psiclogas/os en Montevideo y rea metropolitana (el 85% est radicado en Montevideo y Canelones). El informe presenta en este punto una categorizacin en tres grupos de departamentos: 1) los que tienen una concentracin menor o igual al 1% de profesionales (Artigas, Cerro Largo, Durazno, Flores, Florida, Lavalleja, Ro Negro, Rivera, Rocha, Soriano, Tacuaremb y Treinta y Tres); 2) los que concentran entre el 1% y el 3% de las psiclogas y psiclogos (Colonia, Maldonado, Paysand, Salto y San Jos); y 3) los que concentran ms del 3% (Canelones y Montevideo). Otro indicador relevante para visualizar la distribucin geogrfica es la cantidad de habitantes por psicloga/o. Los resultados de este indicador confirman las diferencias entre departamentos.
En el extremo de mayor concentracin se ubica Montevideo con 240 habitantes por psicloga/o, mientras que en el de menor concentracin est el departamento de Artigas con 2530 habitantes por psicloga/o.
Formacin
En relacin a la formacin, el 90 % de los censados obtuvo su ttulo de grado en la Universidad de la Repblica (Udelar), el 8,8% en universidades privadas y un 1,2% obtuvo el ttulo por competencia notoria otorgado por la Comisin Especial creada al amparo de la Ley 17.154 del Ministerio de Educacin y Cultura. El 65% de las/os censadas/os, se gradu entre el 2000 y 2014, perodo en el que se registra un aumento importante del nmero de graduaciones. Un dato ms significativo an, es que el 28,5% del total de graduados lo hizo entre 2010 y julio de 2014, es decir, la tercera parte del total de graduados censados, obtuvo su ttulo en los primeros 4 aos y medio de esta dcada.
En promedio, el tiempo en que los censados realizaron la carrera es de 7,5 aos con una desviacin estndar de 3,28 aos. En funcin de la cantidad y diversidad de instituciones que ofrecieron la carrera de psicologa (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Udelar, Escuela de Tecnologa Mdica de la Udelar, Escuela Universitaria de Psicologa de la Udelar, Instituto de Psicologa de la Universidad de la Repblica, Facultad de Psicologa de la Udelar, Instituto de Filosofa, Ciencias y Letras, Facultad de Psicologa de la Universidad Catlica e Instituto Universitario Francisco de Asis), sus planes de estudio correspondientes y la duracin de los mismos, creemos que se hace necesario profundizar un poco ms en este aspecto, para determinar si hay variaciones de la duracin de la carrera en funcin de la realidad antes mencionada.
En cuanto a los estudios de formacin permanente y posgrado, los resultados indican que el 82% ha realizado o est realizando algn curso posterior a la graduacin. El porcentaje anterior se compone de un 67% con estudios de actualizacin, diplomatura o especializacin, un 13,1% con estudios de maestra y un 2% con estudios de doctorado.
Por otro lado, los datos que presenta el informe en relacin a la culminacin de estudios de formacin permanente y posgrado, fueron tomados sobre el total censados (7543), indicando que un 21% tiene diplomatura o especializacin completa, un 3,5% tiene maestra completa y un 0,5% tiene doctorado completo.
Actuacin profesional y laboral
En el informe se presenta de forma descriptiva el desempeo laboral, nivel mltiple de insercin, las reas de insercin profesional, el sector de trabajo y los ingresos de la poblacin censada. Se utiliz el trmino trabajo para hacer referencia a la insercin laboral. En relacin a la cantidad de trabajos, en su mayora poseen uno (49,4%) o dos (30,2%) trabajos. En cuanto al sector de trabajo, se observa que ms de la mitad de la poblacin censada, el 55,1% trabaja en el sector privado, mientras que el 36,7% trabaja en el sector pblico.
Asimismo, en el informe tambin se observan datos en relacin a los ingresos en el ltimo ao, lo que muestra que 7142 (94,7%) de las personas censadas tuvieron ingresos por trabajo en el ltimo ao, mientras que estn desempleados 250 (3,3%) y 151 (2,0%) estn retirados o viven de otros ingresos. En lo que refiere a la insercin laboral se indag en el formulario censal en relacin a 31 reas. En el informe se muestra la cantidad de personas censadas que seleccionaron el rea de insercin primaria y el rea de insercin secundaria.
En la presente resea se detallar a continuacin a modo de sntesis los cuatro principales mbitos de insercin laboral primaria: el 22% trabaja en el mbito de la Educacin (rea de psicologa institucional o familiar, rea de psicopedagoga y problemas de aprendizaje, rea de orientacin vocacional, rea de psicodiagnstico y psicometra); el 20,4% en el mbito de la Clnica Privada (rea de la psicoterapia, rea de psicodiagnstico, otros); el 18,8% en el mbito de lo Social Comunitario en el rea pblica (Ministerio de Desarrollo Social, Intendencias u otra institucin) y en el rea privada (ONG, Asociaciones Civiles, etc.); y el 11,8% en el mbito de lo Institucional-Organizacional (rea de RRHH, otros).
En lo que refiere a la insercin laboral secundaria, se observa una tendencia similar a la primaria en relacin a las principales reas, pero tambin existe una mayor variabilidad dentro de las 31 reas. Se detalla a continuacin los principales cuatro mbitos de insercin laboral secundaria: el 31,2% en el mbito de la Clnica Privada (rea de la psicoterapia, rea de psicodiagnstico, otros), el 15,8% en el mbito de lo Social Comunitario en el rea pblica (Ministerio de Desarrollo Social, Intendencias u otra institucin) y en el rea privada (ONG, Asociaciones Civiles, etc.); 12,3% en el mbito de la Educacin (rea de psicologa institucional o familiar, rea de psicopedagoga y problemas de aprendizaje, rea de orientacin vocacional, rea de psicodiagnstico y psicometra); y el 6,3% en el mbito de lo Institucional-Organizacional (rea de RRHH, otros).
Como se puede apreciar el informe abarca de forma descriptiva los tpicos ms importantes que se propuso abordar el censo en funcin de sus objetivos. Se trata de una primera aproximacin, que se constituye en un insumo sumamente importante para la disciplina y la profesin en el pas. En este sentido, a nuestro entender, quedan algunos aspectos a desarrollar que complementaran el anlisis descriptivo, principalmente en las dimensiones de formacin y de actuacin profesional y laboral, as como la relacin de algunas variables de estas dimensiones con variables sociodemogrficas como sexo, edad y distribucin territorial. A modo de ejemplo presentamos algunas preguntas que tomando en cuenta el cuestionario, se podra trabajar a futuro: ÀEn qu temticas o reas se han formando y/o se estn formando los graduados? ÀCules son las demandas de formacin de posgrado? ÀLa variable gnero incide en la realizacin y culminacin de posgrados? ÀHay diferencias salariales entre el interior y Montevideo? ÀEn qu reas trabajan las/os psiclogas/os residentes en el interior?
Por otro lado, consideramos que la conformacin del Observatorio de Psicologa y la liberacin de la base de datos, son hechos muy importantes para la democratizacin del conocimiento y para seguir profundizando lneas de investigacin que vinculen lo disciplinar con la profesin.
Referencias
Facultad de Psicologa, Universidad de la Repblica (2015). 1er Censo Nacional en Psicologa. Uruguay 2014. Perfil Sociodemogrfico, formacin y desempeo profesional. Disponible en: http://observatoriopsicologia.uy/
Formato de citacin
Surez, J., Correa, N. (2015). Resea: 1er Censo Nacional de Psicologa _Uruguay 2014_. Perfil sociodemogrfico, formacin y desempeo profesional. Revista Psicologa, Conocimiento y Sociedad 5(1), 163 - 168. Disponible en www.http://revista.psico.edu.uy
Resea de Garcia, J.,Tognetta, L., & Vinha, T. Indisciplina, conflitos e Bullying na escola.1. Ed. Campinas, SP: Mercado de Letras, (2013).
Silmalila Remedios Brooks
Autor referente: silmalila.remedios@gmail.com
Universidade Federal do Paran
Historia editorial
Recibido: 08/04/2015
Aceptado: 26/05/2015
A escola deveria ser um espao livre de violncia, capaz de fornecer um ambiente favorvel para o desenvolvimento adequado na infncia e adolescncia. Estas caractersticas permitem escola ser um espao agradvel para adquirir novos conhecimentos onde possam ser fortalecidos os valores morais e a autoestima, assim como tambm possibilite o autoconhecimento e a formao de relaes sociais positivas. Segundo Arajo & Silva (2006), as condies mencionadas anteriormente so necessrias para conseguir a convivncia pacfica dos seres humanos. Atualmente, dentro do ambienteescolarso encontrados inmeros problemas e conflitos que obstaculizam o cumprimento destes objetivos, e disso que trata o livro ÒIndisciplina, conflitos e Bullying na escolaÓ, o qualexamina, brevemente, algumas dificuldades que surgem no mbito escolar que dificultam o processo de ensino-aprendizagem.
O contedo do livro, dividido em trs captulos, apresentado atravs de um prefcio escrito por Maria Suzana de Stefano Menin, Doutora em Psicologia Escolar e do Desenvolvimento Humano e professora titular da Universidade Estatal de So Paulo (UNESP). Menin apresenta de forma abreviada os trs captulos do livro, com nfase em um grave problema presente nas escolas brasileiras: a insuficiente formao dos professores de ensino fundamental que lhes dificulta atuar apropriadamente frente a problemas presentes no mbito educativo, tais como a indisciplina e/ou a violncia.
O primeiro captulo intitulado: ÒA persistente indisciplina nas escolas: Um estudo sobre suas razesÓ foi escrito por Joe Garcia, Doutor em Educao pela Universidade Catlica de So Paulo e professor adjunto do programa de Ps-Graduao em Educao na Universidade de Tuiuti do Paran. Este captulo trata sobre os problemas de indisciplina presente nas escolas, eo professor Garcia expe algumas razes possveis que ocasionam que suas manifestaes persistam nas escolas, analisando suas implicaes nas praticas educativas contemporneas.
Garcia introduz o captulo explicando que, ao longo da histria, a indisciplina nas escolas sempre se tem observado, o que se evidencia em mltiplos escritos de filsofos e educadores como Plato ou Comenius, os quais na sua poca falavam dos problemas de indisciplina presente na escola. Porm, at o sculo XX que ocorre o inicio da pesquisa sistemtica com relao indisciplina escolar, sendo Jacob Kounin (nos Estados Unidos), um dos principais pesquisadores utilizados como referncia no relacionado a pesquisas sobre o fenmeno da indisciplina. Joe Garcia define indisciplina como o incumprimento de regras e normas que se estabelecem na relao pedaggica, as quais tm o papel de regulao funcional, ajudando a produzir condies adequadas para obter um aprendizado coletivo.
O professor Garcia, com base na consulta a bases de dados e publicaes relevantes no Brasil, assim como tambm fundamentado em suas experincias em projetos focados na formao de professores, verificou que uma das principais preocupaes dos professores consiste em superar problemas de indisciplina, que ocasionam perdas significativas de tempo de ensino. Para este autor, a indisciplina j foi interpretada como um reflexo da inadequao do aluno com relao escola; entretanto, na atualidade a indisciplina pensada como uma possvel falta de adequao da escola em suas praticas, teorias, mtodos de ensino e materiais pedaggicos.
Para Garcia os problemas de indisciplina so capazes de afetar o desenvolvimento da relao pedaggica e interferir no processo de ensino-aprendizado. Este autor enumera trs possveis razes pelas quais a indisciplina persiste na escola. A primeira a ausncia de uma viso nica e prticas compartilhadas entre educadores de uma mesma escola com relao ao que constitui disciplina e indisciplina escolar. Isto causa que, sob a denominao genrica de indisciplina escolar, eventos to distintos como agresses fsicas, depredao do patrimnio escolar e o uso do telefone durante as aulas sejam considerados sinnimos. Dessa forma, o termo indisciplina acaba sendo utilizado para referir-se a um amplo e heterogneo conjunto de problemas que realmente apresentam distintas naturezas. Garcia defende que a indisciplina tem persistido na escola por no receber uma leitura adequada do que ela significa.
A segunda razo descrita por Garcia que a formao do professor est mais focada no domnio de conhecimentos especficos de uma determinada rea das cincias, deixando vazios na formao necessria do professor para lidar com a indisciplina, conflitos ou violncia que se apresentam na escola.
Finalmente, a terceira razo so as formas de interveno disciplinares utilizadas pelos professores, que no sempre confirmam a abordagem pedaggicaque sustenta o processo formal de ensino-aprendizagem. Por exemplo, a forma em que alguns professores exercem sua autoridade quando disciplinam constitui uma espcie de regime de exceo, o que provoca a resistncia dos alunos e usualmente produzmais indisciplina.
O captulo escrito por Garcia finaliza com reflexes que sustentam que as prticas tradicionais de disciplina, baseadas no simples controle social na escola, esto perdendo eficcia, ao mesmo tempo em que desvalorizam a autoridade docente. A autoridade dos professores fracassa quando suas praticas de ensino so baseadas em coero. A disciplina essencial para as relaes e para os processos de ensino, por isso se deve dedicar ateno forma na que se intenta resolver os problemas relacionados com a indisciplina escolar.
O captulo 2, escrito por Luciene Tognetta, Doutora em Psicologia Escolar e do Desenvolvimento Humano pela Universidade de So Paulo e investigadora do grupo de pesquisa em Educao Moral (GEPEM - UNICAMP/UNESP), se titula ÒBullying na escola: O olhar da psicologia para um problema moralÓ. O captulo se enfoca em explicar e contextualizar o que o bullying escolar (definio, descrio do fenmeno, protagonistas, etc.) e descrevem, brevemente, algumas das possveis causas e consequncias do fenmeno, a participao do professor na sua preveno e as principais contribuies da psicologia moral para a compreenso e aocontra este problema.
Tognetta, antes de discutir o que considerado como bullying, introduzo captulo explicando duas questes relacionadas com o possvel aumento da violncia na escola: a primeira, que existe uma violncia estabelecida nas escolas; e a segunda questo que a escola na atualidade nem sempre entendida pelos estudantes como um lugar de aprendizado, convivncia e prazer; pelo contrrio, as informaes sobre o mundo so obtidas atravs da mdia, h qual cada dia evolui em competncia e velocidade. Nesse contexto, preciso pensar que a escola deve ter por objetivo no somente a transmisso de informaes, mas tambm a possibilidade que os alunos possam coordenar perspectivas, comparar as informaes recebidas com outras fontes, antecipar consequncias de seus atos, discutir sobre diferentes conhecimentos, etc. Para conseguir isto fundamental que os alunos tenham um professor em que possam confiar como guia.
Um dos problemas presentes no mbito escolar segundo Tognetta o bullying, o qual ao estar presente neste mbito afeta a formao e o processo de aprendizado dos estudantes. No existe uma traduo exata em portugus para a palavra bullying, devido a que o significado desta forma de violncia demasiado complexo. O bullying uma violncia entre pares que possui quatro caractersticas principais: a) Intencionalidade do agressor em causar dano fsico ou psicolgico vtima; b) As agresses contra a vtima so recorrentes e ocorrem por um tempo prolongado; c) A existncia de um desequilbrio de poder fsico ou psicolgico entre agressor e vtima; d) Existncia de uma vtima frgil ou fcil de agredir.
Tognetta cita que em diversas pesquisas realizadas no Brasil se tem comprovado que o autor do bullying tem uma hierarquia de valores invertida, considerando que os valores individuais so melhores que outros valores morais. O bully acredita que a valentia, a intimidao e o poder a qualquer custo so mais importantes que a humildade, a justia e a tolerncia ao diferente. Alguns autores de bullying podem, em algumas circunstncias, ter sido eles mesmos vtimas de seus pais ou seus iguais, sendo condicionados a acreditar que a nica forma de evitar ser vtima provocando a outros.
De forma semelhante ao apresentado no captulo anterior por Garcia, Tognetta menciona que os professores muitas vezes no esto bem capacitados sobre como atuar diante de problemas de violncia ou indisciplina. A preocupao nas escolas est relacionada com quantidade de informao a transmitir, e no na incluso de atividades que permitam aos alunos aprender a conviver e resolver conflitos pacificamente, habilidades necessrias para que o ser humano possa viver em harmonia. Quando no afeta ao professor, a violncia entre pares muitas vezes enxergada como uma brincadeira ou ignorada pelos professores. Tognetta considera que muitos professores no levam em considerao que os conflitos que ocorrem na escola devem ser vistos como oportunidades de aprendizado, e que importante trabalhar com os alunos temas como a tica, relaes interpessoais e a resoluo de conflitos, criando espaos onde a infncia possa participar em decises a ser tomadas, ajudando na preveno do bullying escolar.
Segundo Tognetta, entre as maiores contribuies da psicologia moral, a partir de Piaget e outros autores, esto reconhecimento de que os valores morais no so transmitidos, mas construdos e vividos nos conflitos cotidianos, nas situaes que permitam pensar sobre os problemas e escutar o que sentem o pensam cada uma das partes. Em outras palavras, se desejam alunos com tica moral, preciso cuidar do ambiente onde vivem e se desenvolvem, assim, a autora defende que o bullying um problema consequente da falta de tica.
O captulo 3, escrito por Telma Vinha, Doutora em Educao pela Universidade de Campinas e professora do Departamento de Psicologia Escolar da Faculdade de Educao da mesma universidade, se titula ÒOs conflitos interpessoais na escolaÓ. Esta autora explica neste captulo brevemente alguns dos problemas que se podem apresentar no mbito escolar (problemas de indisciplina, violncias, conflitos, etc.) e como estes afetam o processo de ensino-aprendizado, e a forma em que estes problemas so abordados pelos professores.
A partir de sua experincia em dilogos com os professores, Vinha menciona que evidente a presena da violncia entre alunos, indisciplina, falta de respeito e conflitos dentro da escola. Quando os professores se encontram em situaes como estas, expressam sentir-se no preparados e inseguros para intervir de forma mais construtiva neste tipo de situaes. Muitos professores no se consideram aptos para mediar os conflitos de forma que favorea o aprendizado de valores e normas. Nesse contexto, cada professor utiliza a estratgia de ensino que acredite seja a melhor para conter o problema, por exemplo, dar notas baixas, ameaar, punir, castigar, dialogar, vigilncia sistemtica, etc.
Para Vinha, com base em pesquisas feitas no Brasil e seu trabalho com professores nesse pas, afirma que alguns professores consideram a administrao das situaes de conflito entre os estudantes como algo desvianteda funo do professor, dizer, que no faz parte do curriculum. Desta forma, propem intervenes com o intuito de controlar ou proibir aos alunos. Por exemplo, diante de agresses fsicas, muitas escolas optam por castigar o aluno com suspenses e/ou advertncias; porm, esse tipo de castigo no consegue ensinar ao aluno a identificar seus sentimentos de rabia ou dor e a express-lo de forma adequada.
Em estudos realizados por Vinha, a autora percebe nas escolas de Brasil um conceito tradicional sobre conflitos, ou seja, os conflitos so percebidos como negativos e prejudicam o curso das aulas, assim como as relaes interpessoais que ocorrem nesse espao. Os professores se sentem irritados quando se enfrentam a conflitos como roubos, danos ao patrimnio escolar ou agresses. Por isso, a escola elabora regras com o intuito de evitar todo tipo de conflitos que possam acontecer.
Com base em pesquisas realizadas no Brasil, Vinha classifica a forma como os professores lidam com o conflito em trs categorias. A primeira so as intervenes centradas em evitar os conflitos, que consistem em a elaborao de regras, controlar comportamentos por meio de filmadoras ou de vigilncia sistemtica, trancar com chave os armrios e salas de aulas para evitar furtos, assim como ocupar aos estudantes com atividades de pouco valor pedaggico como copias de contedos e exerccios de repetio. A segunda categoriavisa conteno dos conflitos, por exemplo, a imposio de solues prontas como transferir ao aluno para a famlia ou para um especialista, o uso de punies e outros mecanismos de controle utilizados para a escola que parecem funcionar temporalmente, mas que realmente reforam e agravam o problema. A terceira so as intervenes caracterizadas pela ausncia de interveno (ignorar o conflito), ou por aes bastante pontuais dos adultos como chamadas breves de ateno, gestos ou expresses que mostram irritao ou descontento.
Com base em informes de pesquisas consultados por Vinha, ela afirma que alguns professores atribuem mais gravidade a desavenas ocorridas entre alunos e autoridade, que as que ocorrem entre pares, as que tendem a ser minimizadas por ser consideradas pelos professores como brincadeiras prprias da idade. Essa atitude facilita que ocorram mais casos de bullying, cyberbullying, maus-tratos ou intimidao entre alunos. Tambm se sugere que a escola tem lidado com todo tipo de conflitos entre pares como se fosse indisciplina (contendo o conflito ou utilizando mecanismos para evit-lo), a pesar das diferentes manifestaes e formas em que possam aparecer. Diante disso, o professor se enfoca em restaurar a harmonia na sala de aula, sem realizar intervenes construtivas que incentivem a compresso da importncia do respeito, a coordenao de perspectivas e sentimentos, assim como o dialogo entre alunos.
Dessa maneira, a forma em que a escola tem lidado com os conflitosno longo prazo contribui para formar jovens com baixo ndice de habilidades sociais apresentando dificuldades para que estes possam opinar assertivamente, expor e discutir seus sentimentos e escutar diferentes pontos de vista sem sentir-se ameaados, habilidades importantes no processo para tomar decises e a comunicao sem violncia. A resoluo de conflitos na escola por parte dos professores muitas vezes inclui mecanismos primitivos como reaes impulsivas, submissas ou agressivas.
Em seu texto, Vinha identifica trs tendncias para a resoluo de conflitos: a) A assertividade, que enfrenta as situaes expressando ideias, pensamentos e sentimentos, considerando, valorizando e respeitando o ponto de vista dos outros; b) A agressividade, que expressa sentimentos e/ou pensamentos de forma coerciva, impositiva ou por meio de violncia fsica, verbal ou psicolgica; c) A submisso, que no enfrenta o conflito, e foge ou esquiva o contato direto com o outro.
Desde a perspectiva construtivista, Vinha explica que os conflitos so processos naturais em qualquer relao social e que o conceito de harmonia no significa ausncia de conflito, j que estes so necessrios para o aprendizado de valores e o desenvolvimento adequado durante a infncia e adolescncia. Exemplo disso a cooperao, desenvolvida durante o processo de resoluo de um problema onde os involucrados consideram os sentimentos, pontos de vistas e ideais do outro. Por conseguinte, a interveno com relao ao conflito se enfoca no processo, ou seja, na forma em que o conflito enfrentado.
Ës vezes os professores retiram dos alunos a oportunidade de resolver o conflito ou o problema, resolvendo eles mesmos os conflitos que se apresentam ao dizer o sugerir o que tem que ser feito. Segundo Vinha, em situaes de conflito o professor pode e deve intervir, mas ajudando aos alunos a verbalizar seus sentimentos, pensamentos e vontades, promovendo a interao, a tolerncia, o autocontrole e a reflexo com o intuito de resolver ou entender um problema em conjunto. Os professores devem saber transformar os conflitos em oportunidades de aprendizado.
Vinha explica que necessrio contar com professionais preparados e com conhecimentos para tratar e intervir em situaes de indisciplina, conflitos e/ou de violncia. Como tambm preciso que se estabeleam relaes de confiana, cooperao, respeito mutuo, e se ofeream espaos de participao efetivos. Espaos temporais como crculos restaurativos (nos que participam um facilitador e a rede de apoio, ademais das partes involucradas) e assembleias que procuram mediar conflitos e melhorar e prever a violncia.
A autora da presente resenha considera que o livro uma fonte de informao til para compreender de forma clara e precisa alguns dos problemas que surgem dentro do mbito acadmico (indisciplina, violncia entre pares, conflitos, entre outros) que interferem com o processo de ensino-aprendizado. O livro ajuda a conhecer algumas das causas destes problemas e explica como prevenir e intervir nestas situaes. Os trs autores deste livro coincidem em que a escola mais que um lugar para adquirir conhecimentos, constitui um lugar onde se formam valores importantes para a convivncia pacfica em sociedade. Igualmente, coincidem na importncia de formar, preparar e capacitar continuamente a professores para que estes possam oferecer uma educao de qualidade.
Isto tambm respaldado por muitos outros autores, tais como Pereira (2013), quem expressa que a escola no develimitar-se a ser repassadora de conhecimentos, mas deve ser um espao que permita que todos os alunos possam exercer sua cidadania, atravs da construo de alternativas para a superao de quaisquer tipos de dificuldades que se possam apresentar. Os autores do livro tratado na resenha tambm destacam a importncia que tem a capacitao e formao adequada de professores por parte das instituies educativas para que os docentes possam coordenar atividades enfocadas na resoluo de conflitos, a cooperao na sala de aula e o desenvolvimento de valores morais para viver em sociedade, assim como o autoconhecimento, o autocontrole e a autonomia.
Um aspecto que a autora da presente resenha considera oportuno destacar que ao longo do livro se faz muito nfase nas responsabilidades, deveres e importncia que tm os professores dentro da escola para a formao e desenvolvimento adequado durante a infncia e adolescncia, mas no se indica a importncia e o papel que tem a famlia em todo o processo de ensino-aprendizado. No livro no tratada a interao entre famlia e centro escolar. No adequado falar de educao, de infncia e adolescentes sem considerar o fundamental trabalho em conjunto que realizam a escola, o professor e a famlia.
Diversos autores em suas pesquisas tm manifestado a importncia dessa relao. Alguns destes autores so Jares (2002a, 2002b), Milani (2003), Outeiral&Cerezer (2006), Ruotti, Alves & Cubas (2006), Soares & Machado (2013), os quais explicam queas crianas se relacionamprimeiramente com os pais, depois com os outros membros da famlia. posteriormente a estas relaes que as crianas se incorporam no ambiente escolar que os prepara para a cultura e a sociedade na qual o indivduo estar inserido. Para os autores listados, tanto o sistema educativoquanto a famlia tm a fundamental tarefa de ensinar as normas de convivncia indispensveis para viver em paz, e destacam que no se pode responsabilizar ao sistema educativo pela presena de violncia ou indisciplina na escola. O trabalho em conjunto da escola e a famlia fundamental, ambas as partes precisam ter uma estrita relao e uma boa comunicao para detectar problemas a tempo e procurar solues para elas. Por exemplo, se um aluno agridefisicamente a outro aluno ou a um professor, e os pais de famlia no o repreendem, no haver um aprendizado significativo mesmo que a escola sancione a este aluno.
Os Pais de famlia (ou os principais responsveis das crianas e adolescentes) devem ter uma boa comunicao com os professores e a escola, trabalhando em conjunto com os projetos que se realizem dentro do ambiente escolar. Para Jares (2002a) a disciplina, ademais de ser algo inerente a todo processo educativo, tem que ser aprendida e praticada tanto nas famlias como na escola para atingir objetivos de ensino-aprendizado como grupoecomo indivduo.
Referncias
Arajo, J. & Silva, J. (2006). O fazer pedaggico do professor: Um caminho da educao pela paz. Em M. Bomfim & K. Matos (Orgs), Juventudes, Cultura de Paz e Violncias na escola, (pp. 178-185). Fortaleza: Editora UFC.
FACEPE. 36» Reunio Nacional da ANPEd. Goinia-GO. Recuperado de: http://36reuniao.anped.org.br/pdfs_trabalhos_aprovados/gt20_trabalhos_pdfs/gt20_3139_texto.pdf.
Jares, X (2002a). Aprender a Convivir. Revista Interuniversitaria de Formacin del Profesorado, 44, 79-92.
Jares, X. (2002b). Educao para a paz: Sua teoria e sua prtica. (2» ed.). Porto Alegre: Artmed.
Outeiral, J. & Cerezer, C. (2006). Agressividade, transgresso e limites no desenvolvimento da criana e do adolescente. Em: J. Outeiral& C. Cerezer (Orgs), O mal-estar na escola, (pp. 49-60). Rio de Janeiro: Revinter.
Milani, F. M. (2003). Cultura de paz x violncias: Papel e desafios da escola. Em: F. M. Milani & R. C. Jesus. (Orgs.), Cultura de Paz: Estratgias, mapas e bssolas (pp. 31-60). Salvador: INPAZ.
Pereira, M. A. (2003). Violncia nas escolas: viso de professores do ensino fundamental. (Tese de Maestria indita). Universidade de So Paulo, Brasil. Ruotti, C., Alves. R. & Cubas, V. (2006). Violncia na escola: Um guia para pais e professores. So Paulo: Andhep: Imprensa oficial do estado de So Paulo.
Soares, M. B. & Machado, L. B. (2013). Violncia contra o professor: Sentidos compartilhados e prticas docentes frente ao fenmeno. Agncia Financiadora:
Formato de citacin
Brooks, S. (2015). Resea de Garcia, J.Tognetta, L., & Vinha, T. Indisciplina, conflitos e Bullying na escola.1. Ed. Campinas, SP: Mercado de Letras, (2013). Revista Psicologa, Conocimiento y Sociedad 5(1), 149 - 162. Disponible en www.http://revista.psico.edu.uy
Editorial
Con esta nueva entrega Psicologa, Conocimiento y Sociedad cumple sus cinco primeros aos ininterrumpidos de impulso a la difusin del conocimiento nacional e internacional producido desde la Psicologa. Este primer lustro representa la concrecin de un proyecto que naci con vocacin democratizadora y pluralista, y que se ha propuesto dar lugar a las diferentes perspectivas y vertientes del conocimiento psicolgico apuntando a un horizonte de madurez acadmica imprescindible para promover el desarrollo de aportes de calidad y pertinencia social.
En este tiempo, Psicologa, Conocimiento y Sociedad ha dado cabida a artculos de autores pertenecientes a distintas universidades y centros de investigacin de nuestro pas, Amrica Latina, Estados Unidos y Europa participando as del proceso de visibilizacin internacional de diferentes producciones resultado de esfuerzos locales y tambin de voluntades colaborativas de acadmicos de distintos pases.
Asimismo, en Psicologa, Conocimiento y Sociedad han encontrado lugar no slo diferentes aportes desde la psicologa sino tambin contribuciones que desde otros saberes han llegado al encuentro de tpicos fundamentales para la indagacin acadmica actual. Fiel a estos lineamientos de amplitud terica, metodolgica y territorial, el presente volumen presenta contribuciones de mltiples enfoques y procedencias.
La seccin Trabajos Originales contiene cuatro artculos que presentan resultados de investigaciones recientes. Facundo Abal, Sofa Aun, Horacio Attorresi de la Universidad de Buenos Aires publican el artculo ÒRelacin entre la Deseabilidad Social y los parmetros del Modelo Logstico de tres parmetros.Ó En el trabajo se interesan en estudiar la relacin de los parmetros a, b y c del modelo logstico de tres parmetros y la tendencia de los individuos a atribuirse a s mismo cualidades socialmente deseables. En este estudio participaron 1592 personas que respondieron a las escalas de Perseverancia y Distorsin del Big Five Questionnaire (BFQ).
Por su parte, Daniel Fagundez del Instituto de Psicologa Social de la Universidad de la Repblica presenta ÒCartografas de la actividad de atencin directa a nios, nias y adolescentes en situacin de calle en Montevideo, Uruguay.Ó En este caso, su artculo da cuenta de resultados de una investigacin cuyo objetivo es el estudio de la actividad de atencin directa a nios, nias y adolescentes en situacin de calle. El estudio se realiz a partir de un seguimiento de un equipo de trabajadores que se dedican a la atencin directa a esta poblacin en Montevideo, Uruguay, mediante la metodologa etnogrfica y cartogrfica.
El equipo conformado por Franco Mawad, Marcela Tras, Gastn Ares y Alejandro Maiche de la Universidad de la Repblica indaga sobre la ÒRelacin entre los estilos cognitivos dependencia e independencia de campo y la seleccin de etiquetas de yogur.Ó En este artculo el objetivo fue evaluar la relacin entre los estilos cognitivos dependencia e independencia de campo y la seleccin de etiquetas de yogur. Se trabaj con 133 participantes, quienes completaron una tarea de anlisis conjunto de eleccin de etiquetas de yogur, diseadas utilizando cuatro variables independientes de dos niveles cada una: contenido de grasa y azcar, fondo grfico de las etiquetas, sistema semforo, y marca.
Por ltimo, en esta seccin Ana Clara Ventura y Nora Moscoloni del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas de la Repblica Argentina (CONICET) aportan su artculo ÒEstilos de enseanza y aprendizaje en las aulas universitarias: la dimensin cognitiva y social de la estilstica.Ó En su investigacin se plantearon como objetivo la descripcin de los estilos de aprendizaje de estudiantes y los de enseanza de docentes, as como las configuraciones de asociacin entre los mismos (grados de armonizacin/discrepancia y modos de relacin) segn el rea de conocimiento (ciencias sociales-ciencias exactas) y el ciclo de la formacin acadmica (introductorio-bsico-superior). La muestra, seleccionada intencionalmente, estuvo compuesta por seis grupos ulicos compuestos por estudiantes y docentes: tres de Psicologa y tres de Ingeniera.
En la seccin Revisiones se publica un artculo. Nicols Schongut Grollmus de la Universidad Autnoma de Barcelona y la Facultad de Psicologa de la Universidad Gabriela Mistral (Santiago de Chile) propone la revisin de los fundamentos tericos, metodolgicos y epistemolgicos que permitan una articulacin posible entre la perspectiva narrativa en Ciencias Sociales y la investigacin crtica feminista. Y ms que una propuesta estrictamente acadmica, el artculo propugna una prctica investigativa crtica que remueva a los sujetos que investigan en su relacin con su propio trabajo as como en su relacin con los sujetos participantes de los distintos estudios.
En la seccin Reseas se incluyen dos artculos. Silmalila Remedios Brooks de la Universidade Federal do Paran presenta el libro Indisciplina, conflitos e Bullying na escola de Joe Garcia, Luciene Tognetta y Telma Vinha, en el que distintos expertos brasileos abordan una de las formas contemporneas en que el conflicto emerge en el mbito escolar.
Brooks destaca los esfuerzos que los autores de esta obra realizan para trazar las vas por las que la educacin y las instituciones de enseanza puedan alcanzar medios de resolucin de conflictos que destierren la violencia y hagan de la escuela un espacio digno de crecimiento y aprendizaje.
Cerrando esta seccin y la publicacin en su conjunto Jorge Surez y Noelia Correa de la Universidad de la Repblica resean el informe publicado en el presente ao tras la realizacin de 1er Censo Nacional de Psicologa en Uruguay durante el ao 2014. De forma muy sugerente Surez y Correa se preguntan _y comparten sus interrogantes_ acerca de ciertas dimensiones sobre las que es necesario proseguir investigando. ÒÀEn qu temticas o reas se han formando y/o se estn formando los graduados? ÀCules son las demandas de formacin de posgrado? ÀLa variable gnero incide en la realizacin y culminacin de posgrados? ÀHay diferencias salariales entre el interior y Montevideo? ÀEn qu reas trabajan las/os psiclogas/os residentes en el interior?Ó
Como se puede apreciar, una vez ms, el presente nmero refleja la pluralidad temtica, este hecho es un valor sustantivo del proyecto editorial y objetivo compartido de quienes formamos el Consejo Editorial. Esperamos que este nuevo nmero resulte de vuestro inters y asimismo les animamos a enviar sus artculos.
Reciban un cordial saludo.
Andrea Bielli
Editora
Karina Curione
Co- editora
Por Consejo Editorial
Laura Lpez
Javier Romano
Editorial
Desde la década del 70', la Psicología Comunitaria (PC) ha tenido un crecimiento sostenido en América Latina, expandiéndose desde allí hacia otros continentes.
Acorde a los contextos singulares, su desarrollo es heterogéneo tanto en lo que refiere a los problemas que aborda, como a su peso relativo en los ámbitos académico y profesional. Particularmente en Uruguay, ha ganado visibilidad a partir de la década de los '80, con su decidida incorporación en la formación de los y las licenciados/as en psicología en nuestra universidad pública. Desde sus inicios a la actualidad, el lugar conquistado tanto en la formación de grado como de posgrado, es innegable. Su perspectiva epistemológica, teórica y metodológica se articula con otras perspectivas críticas de la Psicología Social que se desarrollan en nuestra Facultad, encontrando en las dimensiones ética y política un anclaje común.
En el campo de la investigación ha transitado desde estudios que aportaron a fortalecer su constitución como campo sub-disciplinar, hacia los que ponen el acento en la comprensión y transformación de problemas sociales prioritarios, tales como los procesos de exclusión-inclusión social, los temas vinculados al campo socio-jurídico, los procesos urbanos y residenciales, las configuraciones familiares, y el campo de las políticas públicas, entre otros.
La extensión universitaria fue desde sus inicios y sigue siendo el espacio privilegiado en el que la Psicología Comunitaria se desarrolla en y desde la Universidad. Ella garantiza el diálogo permanente con los actores sociales y una producción de conocimientos sobre la base de los procesos de intervención que estudiantes y docentes llevamos a cabo en distintos territorios. La integralidad, entendida como la articulación de funciones universitarias que se desarrolla en el marco de proyectos que conjugan saberes académicos y populares, ha sido y es un campo fértil para profundizar en las metodologías de investigación-acción, en el diálogo con los actoressociales y en la singularidad que adquiere la construcción de la interdisciplina en el trabajo comunitario. Es el desarrollo de una Psicología Comunitaria ligada indefectiblemente a los problemas reales, lo que nos ha permitido interpelar algunas de sus categorías conceptuales, como por ejemplo, la noción de Comunidad.
En el campo profesional, la Psicología Comunitaria ha logrado visibilidad. Sin que exista aún una oferta de posgrados en términos de especialización (ese es nuestro próximo compromiso), es frecuente que se soliciten profesionales con un perfil ligado al trabajo comunitario, para ocupar puestos de trabajo tanto en organizaciones gubernamentales como no gubernamentales. El campo de las políticas públicas, sobre todo en la última década, ha sido un ámbito de incorporación frecuente donde psicólogos y psicólogas encuentran un espacio propicio para la puesta en juego de una perspectiva comunitaria. Ésta se somete allí a las tensiones propias de unos escenarios que conjugan intereses diversos y al desafío de profundizar los componentes de lo político y de lo público, para que los sujetos de la política tengan un lugar protagónico.
El presente monográfico debe leerse en esta clave histórica. La idea del mismo surge en el seno del Programa de Psicología Social Comunitaria del Instituto de Psicología Social de nuestra Facultad, programa que es expresión de los caminos recorridos. El mismo, creado en 2012 como producto de la transformación académica que transitó nuestra casa de estudios, está compuesto por alrededor de veinte docentes que, viniendo desde espacios académicos diversos, confluimos en un interés común: el de sostener y desarrollar un enfoque dentro de la psicología que jerarquiza los intereses y los valores colectivos sobre los individuales, el compromiso ético y político sobre la neutralidad o la asepsia, y una teoría encarnada en la vida cotidiana. Es así que, desde este rincón del mundo, asumimos el desafío de aportar al desarrollo de la Psicología Comunitaria, y de hacerlo críticamente, en consonancia con el paradigma que la sostiene. Esta publicación, entonces, es parte de ese desafío.
La tarea ha sido colectiva, no sólo hacia adentro de nuestra Facultad y Universidad, sino también en el establecimiento de contactos con investigadores e investigadoras de otras universidades de América Latina y Europa. A lo largo de estos años hemos sido bienvenidas en otros ámbitos académicos, donde hemos tenido la oportunidad de compartir las particularidades de nuestro trabajo. Simultáneamente, hemos disfrutado de la visita de numerosos exponentes de la Psicología Comunitaria de diversos países de nuestro continente, quienes a través de sus aportes han enriquecido nuestra labor. Hemos profundizado nuestros vínculos en cada Congreso, en cada Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria (son cinco las ya realizadas) tejiendo así, redes informales de intercambio y también redes formales que han posibilitado el sostén para el desarrollo de actividades académicas conjuntas. Tal es el caso de la Red Latinoamericana de Formación en Psicología Comunitaria constituida en Lima, Perú en el año 2010. Una parte de estas redes está presente en este monográfico.
Ha sido muy gratificante recibir respuestas de aceptación ante las invitaciones que cursamos para formar parte de la presente publicación. Ello fue lo que nos permitió presentarnos ante la convocatoria a propuestas de monográfico, que Psicología,Conocimiento y Sociedad realizara en 2014. Ha sido muy gratificante que nosquisieran acompañar en esta empresa. Y más gratificante aún, saber de la calidad de las contribuciones, luego de que las mismas fueran sometidas a las evaluaciones correspondientes. El monográfico contiene producciones de autores/as de varios países de Latinoamérica, y al tiempo que logró trascender las fronteras del continente, encuentra también producciones nacionales, algunas de ellas, de la diáspora.
Catorce artículos y dos reseñas bibliográficas son las contribuciones que componen y dan forma a esta propuesta, ofreciendo a los y las lectores/as la diversidad y rigurosidad de una propuesta que integra componentes de investigación, extensión, enseñanza y trabajo profesional. La apuesta es (re) conocer los trazos e itinerarios quela Psicología Comunitaria ha transitado y los retos que debe asumir para continuar un proceso de actualización y transformación que acompañe los tiempos actuales.
En aras de presentar algunos de los contenidos, podríamos categorizarlos en tres agrupamientos temáticos. En primer lugar, un grupo importante de trabajos propone la tarea de tensionar la caja de herramientas clásica de la Psicología Comunitaria, realizando una crítica potente y actual a nociones que han sido los pilares de esta disciplina desde sus comienzos. El sentido de estos trabajos es construir nuevas rutas que le den vigencia a las propuestas teórico-metodológicas claves de la disciplina y de esta forma hacernos abandonar algunas zonas de seguridad epistemo-conceptuales que hemos desarrollado con el paso del tiempo. Daniela Osorio en su artículo Repensar la Comunidad desde La Base: aportes de una investigación situada tensiona la noción de comunidad a la luz de las epistemologías feministas y los movimientos sociales de las economías solidarias. La revisión de Esther Weisenfeld Las intermitencias de la participación comunitaria: ambigüedades y retos para su investigación y práctica revisa y analiza los componentes centrales de la participación comunitaria desde la perspectiva de la PC. La propuesta de Karina Fulladosa en el artículo Sindicalismo: continuidad o ruptura. Reflexiones compartidas en torno a la acción colectiva con las trabajadoras del hogar y el cuidado tensiona las formas de organización comunitaria en el espacio sindical, a través del análisis de Sindihogar. La revisión realizada por Mark Hal Burton y Carolyn Kagan Theory and practice for a critical community psychology in the UK analiza y desarrolla el enfoque de la Psicología Comunitaria Crítica en el Reino Unido. Gabby Recto y Patricia de la Cuesta reseñan el libro La dimensión ética en Psicología Comunitaria. Orientaciones específicas para la Práctica y la Formación escrito por María Inés Winkler, Diana Pasmanik, Katherine Alvear y Bárbara Olivares, el cual pone el acento en la dimensión ético-política que conlleva el posicionamiento de los/as psicólogos/as y el campo relacional donde se produce la praxis. El artículo Hacia una Psicología SocialComunitaria del Sur escrito por Germán Rozas propone dejar atrás una mirada eurocéntrica y apuesta a una descolonización del saber que transversalice la teoría y la praxis de la PC. Verônica Morais, James Ferreira Moura Júnior y Sara Castro Lima en su artículo Pobreza e suas relações com a Psicologia Comunitária na 5a Conferência Internacional de Psicologia Comunitária analizan una noción central para la PC, como es la de pobreza, a través de las publicaciones discutidas en la 5a. Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria. Por su parte, Lis Pérez en la revisión El sentido político de nuestras prácticas. Una psicología de lo comunitario en movimiento apuesta a la noción de política como clave para la disciplina.
En segundo lugar, las políticas públicas conforman un espacio de tensiones y retos para la Psicología Comunitaria, lo que se ve reflejado en la discusión que realizan algunos artículos. Retos que implican el desafío de actualizar herramientas de intervención, sin perder de vista el sentido ético-político de las mismas y la reflexión acerca de los sujetos implicados en estos procesos. En este sentido, el artículo escrito por Verónica Blanco Habitar lo comunitario: vivencias desde de una política pública de cuidados discute cuestiones que tienen que ver con políticas públicas de cuidados ligadas al habitar. Cecilia Marotta en su comunicación El trabajo con familias en políticas sociales: Intervención e invención en psicología social comunitaria reflexiona acerca de las intervenciones con familias en el marco de las políticas sociales actuales. Mariana Chena, Julio Muro, Omar Barrault, Silvia Plaza e Inés Díaz, en el trabajo Consideraciones sobre el Trabajo Comunitario desde la perspectiva de equipos estatales y ONGs analizan las características del trabajo comunitario, poniendo en tensión categorías como participación y construcción común. Tesania Velázquez, Miryam Rivera y Elba Custodio en el artículo El acompañamiento y el cuidado de los equipos en la Psicología Comunitaria: un modelo teórico y práctico desde una experiencia límite, exponen una perspectiva y una metodología de trabajo con los y las operadores/as sociales.
Finalmente, nos encontramos con las preguntas acerca de la Universidad y sus fines: investigación, extensión y enseñanza y cómo esto se relaciona con la Psicología Comunitaria y con las transformaciones que acontecen en la Universidad y que atraviesan nuestras identidades docentes. Blanca Ortiz Torres en la revisión Lo académico, lo comunitario y lo personal en la praxis de la Psicología Comunitaria: ¿Un monstruo de tres cabezas o la santísima trinidad? discute acerca de los dilemas que conlleva asumir posiciones identitarias que conjugan la docencia y el trabajo en la comunidad. Cecilia Montes reseña el libro publicado en el presente año por la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio (CSEAM) "Co-producción de conocimiento en la integralidad", en tanto que el mismo es un aporte a pensar la noción de integralidad en el contexto actual de la Universidad de la República. La revisión escrita por Sandra López, Lis Pérez, Grisel Prieto y Ana Carina Rodríguez "Caminos en la formación en Psicología Social Comunitaria", reflexiona acerca de la puesta en funcionamiento de un dispositivo didáctico-pedagógico para la formación en intervención comunitaria en la Facultad de Psicología, UR. Lo que sirve de excusa para problematizar en algunas dimensiones de la formación. Sandra López en el artículo "La construcción interdisciplinaria - reflexiones desde la praxis" aporta la discusión acerca de la praxis interdisciplinaria en el campo de la PC.
Agradecemos los esfuerzos de todos y todas, de autores y autoras, de revisores y revisoras. El trabajo ha sido arduo pero valió la pena. Convidamos a los y las lectoras a continuar el diálogo a partir de las ideas aquí expuestas y el trabajo de nutrir el desarrollo de la Psicología Comunitaria.
Número Monográfico
Trazos para una Psicología Comunitaria del siglo XXI
Editoras
Laura López
Consideraciones sobre el Trabajo Comunitario desde la perspectiva de equipos estatales y ONG
Considerations about the Communitarian Work from the perspective of State teams and NGOs
Omar Barrault, Marina Chena, Julio Muro, Silvia Plaza, Ines Diaz
Autor referente: omarbarrault@gmail.com
Universidad Nacional de Crdoba
Historia editorial
Recibido: 08/06/2015
Aceptado: 08/09/2015
RESUMEN
En este trabajo se compartirn reflexiones del Equipo de Investigacin de la Ctedra Estrategias de Intervencin Comunitaria de la Facultad de Psicologa de la Universidad Nacional de Crdoba. Dicha produccin se enmarca en el proyecto que indag sobre las ÒCaractersticas del Trabajo Comunitario (TC) en la ciudad de CrdobaÓ (2012-2013) desde el Estado y las ONGÕs. Se compararn resultados con un estudio anterior (1998-1999) focalizando en: cmo definen el TC, cul es su importancia y finalidad ltima, cules son los principales obstculos y facilitadores para su desarrollo. Puede sostenerse, como aspecto comn el reconocimiento de que es un trabajo compartido con la gente y con un colectivo. Esto permitir tensionarlo con categoras centrales como participacin y construido en comn.
Palabras clave: Trabajo comunitario; Participacin; Construido en comn
ABSTRACT
In this work we will share reflections from the Research Team of the Chair ÒStrategies of Community InterventionÓ at the Faculty of Psychology, National University of Crdoba. This production is part of the project that investigated the ÒCharacteristics of Community Work (CW) in the city of CrdobaÓ (2012-2013) on the part of the State and the NGOs. We will compare results with a previous study (1998-1999) focusing on: how the CW is defined, which is its importance and ultimate purpose, and which are the main obstacles and facilitators for its development. We can hold, as a common aspect, that it is a work shared both with the people and a collective. This would allow us to put a strain with central categories such as ÒparticipationÓ and Òbuilt in commonÓ.
Keywords: Community Work; Participation; Built in common
Introduccin
En este trabajo se comparten resultados y reflexiones del equipo de investigacin de la ctedra Estrategias de Intervencin Comunitaria de la facultad de psicologa de la Universidad Nacional de Crdoba. Dicha produccin se enmarca en el proyecto que indag sobre las ÒCaractersticas del Trabajo Comunitario (TC) en la ciudad de CrdobaÓ (2012-2013), Subsidiado por la Secretaria de Ciencia y Tcnica de la Universidad Nacional de Crdoba.
El objetivo de este artculo es avanzar en la descripcin sobre lo especfico del TC desde la perspectiva de los actores, a partir de su definicin y relaciones con la participacin y lo construido en comn. As tambin, compartiremos algunas tensiones identificadas y relaciones encontradas respecto de un estudio anterior (1998-2000), del cual el presente es una replicacin
Marco Referencial
A lo largo de la historia ha caracterizado, predominantemente, a la Psicologa Comunitaria (PC) y al Trabajo Comunitario (TC) lo metodolgico y la atencin a los procesos y mbitos de intervencin. Estos adquieren distintas modalidades, perfiles y aspectos relevantes, segn las pertenencias institucionales, disciplinares, y contextos particulares.
Tambin caracteriza a este campo, la coexistencia de prcticas heterogneas y diversas, a veces contradictorias, otras confusas y/o fragmentadas (Berroeta, Hativbovic, & Asn, 2012; Quintal de Freitas, 1994). Prcticas que estn orientadas tanto por diferentes concepciones ideolgicas y tericas como por una multiplicidad de actores. As mismo, la definicin de estas prcticas estn en relacin con los contextos socio-polticos e institucionales y al estado de desarrollo de cada disciplina.
En estas dos ltimas dcadas, se ha profundizado la preocupacin en la produccin de marcos referenciales especficos y en la conformacin de reas y nominaciones propias en tensin con problemticas y sujetos emergentes. As tambin en lecturas contextuales, ya que se afirma que los contextos socio-polticos e institucionales afectan los modos y matrices culturales y relacionales en los territorios. En general, el TC realiza sus prcticas en el Òterritorio de la pobrezaÓ. Este marca las posibilidades del desarrollo de las condiciones cotidianas de vida y del TC, asociado a signos de poca1.
El estado, la academia, instituciones y organizaciones de diversa ndole y perfil- partidos polticos, iglesias, asociaciones civiles, movimientos sociales-, han incorporado y expuesto la cuestin comunitaria.
En el marco de la PC, proponemos pensar al TC desde los siguientes aspectos: su anclaje en las relaciones sociales y comunitarias y en las matrices culturales, simblicas, ideolgicas; estar orientado por la matriz de la amistad y la hospitalidad, buscando incluirse en una prctica de trabajo conjunto, compartido e implicado; sosteniendo un compromiso en la construccin de significados, acciones, conocimientos y saberes. Esto es posible en espacios y contextos de confianza, de interaccin e interlocucin, mltiples y complejos, instituyndose en el ÒentreÓ, en el encuentro con el/los otro/s. Implica trabajar en el pensar, sentir, actuar, decir, escuchar, en lo comunitario. Se apuesta a lo colectivo, al deseo por lo comn, a lo pblico, afirmando y afirmndose en una tica de la relacin y una poltica de la autonoma y de la transformacin.
Sin otro/as no hay TC, es decir que el otro/a funda el TC. Esta es la condicin bsica, la idea-fuerza. Hacer en comunidad nos implica. Construir un nosotros es una idea-prctica simultnea o posterior, no es un a priori. Primero hay que encontrar/se en/con el otro. En esta relacin con el otro -ncleo del TC- se juega la participacin. Coincidimos con Montero (2004) en que es un proceso organizado y colectivo en donde se producen transformaciones comunitarias e individuales.
Algunas de las tensiones presentes en las concepciones sobre participacin (Chena, 2015) son:
La tensin produccin-reproduccin: refiere a la finalidad de la participacin, si est orientada a la transformacin social y la autonoma de las comunidades o al mantenimiento y reproduccin de la lgica de dominacin social.
La tensin sujeto-objeto de la accin social-comunitaria: aqu se juega la concepcin de sujeto como productor de mundos o se sostiene un sujeto colocado en posicin de objeto, destinatario pasivo de las acciones de planes, programas y proyectos definidos por otros.
La tensin participacin real-simulacro de participacin: hablamos de participacin real (Sirvent, 1985) cuando las acciones de los sujetos producen verdaderas transformaciones en las estructuras de poder. El simulacro se instala cuando la participacin es un Òcomo sÓ que no produce cambios estructurales sino que genera en los sujetos la ilusin de que es posible ejercer influencia sobre las condiciones en que viven.
La tensin externo-interno en los procesos participativos: refiere a los intereses a los que responde la participacin (Castro, 1993). Ligada a la promocin comunitaria y al desarrollo de los Òprocesos comunitariosÓ (Castro, 1993; Plaza, 2007) o al abordaje/lgica externa.
La tensin delegacin-la propia voz: este aspecto hace referencia a la muy difundida idea de la participacin por delegacin -como nico modo- a lo que se contraponen prcticas participativas donde la voz de cada una es imposible de reemplazar.
A su vez, el concepto de participacin es resignificado constantemente desde las prcticas concretas en las comunidades. En nuestras intervenciones, hacemos nfasis en recuperar el sentido poltico de las prcticas participativas de la vida cotidiana (Montero, 2004; Rodigou, 2000). Por lo tanto se hace relevante detenerse a pensar las condiciones de produccin y de posibilidad de procesos participativos situados. En ese sentido, adems, entendemos que el hacer-con-otros como Òlo construido en comnÓ, refiere a la experiencia en donde se juega el encontrarse, compartir, decidir y recorrer diversas tramas en la experiencia de la horizontalidad. (Alderete et al., 2011). As tambin fijar, an cuando sea transitorio, parcial y precario, puntos comunes en la diversidad de lecturas del mundo.
Nos surgen algunas preguntas: Àla comunidad es tomada como sujeto o como objeto?ÀTrabajamos con la comunidad o con lo comunitario? ÀConsideramos la comunidad como territorio o como universo simblico? ÀRefiere a una posicin o a una perspectiva? ÀQu es lo propio del TC? ÀCul su especificidad? ÀSe trabaja en y desde una idea de comunidad real o ideal? ÀQu la define? ÀQuines lo hacen? ÀCmo se consideran los modos de construccin de las relaciones entre los participantes de los procesos comunitarios y de intervencin? Estas y otras son algunas de las preguntas problematizadoras del campo que hoy circulan. (Alfaro, 2012; Corea, De la Aldea, & Lewkowicz, 2003; Montero, & Serrano-Gracia, 2011; Plaza, 2007; Rodrguez, 2007, 2012; Snchez Vidal, 2007).
En el presente trabajo y teniendo como marco este campo problematizador presentaremos reflexiones emergentes de algunos resultados de la investigacin referenciada.
Metodologa
Se trata de un estudio descriptivo, que incluy en su tratamiento aspectos cuantitativos y cualitativos. Fue una replicacin de una investigacin realizada en el perodo 1998-20002.
Se busc caracterizar y describir el TC desarrollado en Crdoba en los ltimos aos y construir tipologas; desde la perspectiva de los actores: los equipos de trabajo comunitario (ETC) con pertenencia institucional al estado municipal y provincial, Universidad Nacional de Crdoba y ONG«s.
Las prcticas comunitarias constituyeron el objeto de indagacin. Con tal propsito se definieron como sub variables: el qu (refiere a la intervencin misma y a las definiciones en juego), los quines (refiere a los actores intervinientes), el dnde (refiere al sector geogrfico), con quines (refiere a los sectores poblacionales con los que se trabaja y sus caractersticas), el desde dnde (refiere a los marcos tericos e ideolgicos), el cmo (refiere a las estrategias, acciones y recursos) y el para qu (refiere a las razones por las cuales se realiza trabajo comunitario)3.
La poblacin-objeto fueron los equipos de TC. Sus pertenencias institucionales son: estado municipal (centros de salud); estado provincial (Equipos de Atencin Comunitaria: EAC); Universidad Nacional de Crdoba (ctedras); ONG«s (de promocin y desarrollo social). Tomamos como criterios generales de inclusin, a aquellos equipos que: a) definan su hacer como trabajo comunitario; b) realicen su trabajo en la ciudad de Crdoba; c) incluyan en su composicin a la disciplina psicologa. Se parti de la muestra conformada en la primera aplicacin (1998-2000) cuya composicin fue la siguiente: 9 equipos pertenecientes al estado provincial, 10 equipos pertenecientes al estado municipal, 6 ONG`S y 8 ctedras universitarias. Se utiliz la lista pblica de equipos municipales y provinciales, insercin y red de contactos y relaciones del equipo de investigacin4.
En relacin al instrumento, se utiliz una entrevista semi-estructurada. Consta de 39 tems, de los cuales 25 preguntas son abiertas y 14 son cerradas. Para la presente investigacin se realiz una revisin del instrumento. Se agregaron y quitaron tems en relacin a categoras de anlisis que el equipo de investigacin y de ctedra vena desarrollando: categora Òconstruido en comnÓ, algunos tems vinculados a los ÒsentimientosÓ presentes en el trabajo comunitario, y Òparticipacin comunitariaÓ. As tambin se incluy en la presente versin el item sobre la Òimportancia del TC en las polticas pblicas desde el lugar donde trabajaÓ. Dado que este conjunto de items fue incorporado en el estudio actual, no es posible realizar comparaciones con la investigacin anterior.
Se aplic el instrumento a 23 equipos de trabajo comunitario (7 a centros de salud, 5 a los equipos de atencin comunitaria, 6 a equipos de ctedras, 6 a ONG«s).
La disminucin del nmero de la muestra actual, respecto de la investigacin precedente, responde a los criterios de inclusin mencionados; por ejemplo, hay ctedras que ya no refieren hacer trabajo comunitario. Para el anlisis se aplic estadstica descriptiva en las preguntas cerradas y anlisis cualitativo-descriptivo en las abiertas. Se compar segn aspectos y actores relevados estableciendo semejanzas y diferencias; as tambin las caractersticas y cambios del TC entre la aplicacin 1998-2000 y la del periodo 2012-2013.
Resultados y Discusin
Definicin del campo del trabajo comunitario.
Se presenta aqu lo expresado por los equipos de trabajo comunitario en los siguientes tems del instrumento de indagacin: definicin e importancia del TC, su finalidad ltima, los obstculos y cambios en el TC, lo que motiva y desanima en el TC, importancia del TC en las Polticas Publicas, que es lo propio del TC, frase que representa al TC hoy.5
El TC, hoy, es situado predominantemente en el campo de la salud, ligado a la Estrategia de Atencin Primaria en Salud (APS). En un marco de tensiones y relaciones entre dos grupos claramente identificados: uno en el campo de la salud y de la salud mental (Ciencias de la salud), el otro en el campo social (Ciencias Sociales). Sigue pendiente problematizar estas pertenencias, los impactos en el TC y sus razones.
En la definicin de TC ofrecida por los equipos, podemos observar un fuerte componente social y los siguientes aspectos ligados a l, an cuando no hay una definicin homognea de TC:
_ Una necesaria presencia de la gente/comunidad como condicin para la existencia del mismo. Es un trabajo compartido con la gente y con un colectivo.
_ Asimismo el reconocimiento, para el TC, de ejes tales como ÒnecesidadesÓ, ÒproblemasÓ, Òalgo que molesta o incomodaÓ, ÒdeseosÓ. En el estudio anterior se sintetizaba en dos: necesidades y participacin.
_ El destinatario-actor del TC es nombrado como la ÒpoblacinÓ, la ÒgenteÓ o los ÒgruposÓ. En cambio, en el estudio anterior, adems era nombrado como ÒorganizacinÓ u Òorganizaciones de baseÓ.
_ La nocin de proceso complejo. Incluye la dimensin temporal-histrica.
_ La idea de construccin, tarea en co-presencia con otros actores. Lo que orienta y marca este transitar es el proceso (proceso comunitario).
_ La dimensin poltica no es fcilmente identificable. En general se presenta ligada a la perspectiva de derechos.
En la finalidad ltima del TC se expresa con ms claridad tanto las intencionalidades como la dimensin poltica. Se identifican tres sentidos: ÒempoderarÓ, ÒtransformarÓ y Òhacer para accederÓ, an en condiciones adversas. Se observan cambios respecto del estudio anterior: en el lenguaje y modos de nombrar, ÒempoderamientoÓ y Òaccesibilidad de derechosÓ son dos enunciados que aparecen como novedosos, que desplazan a Òmejorar la calidad de vidaÓ, expresin transversal en el estudio anterior. En aquel estudio las ONG«s era el actor que afirmaba la Òdefensa de los derechosÓ, en parecido sentido al actual y estaba ms centrado en los procesos comunitarios-organizativos y los que con mayor claridad se proponan ser partcipes de la lucha contra la pobreza y exclusin.
Tabla 1
Comparativo de las Caractersticas del Trabajo Comunitario: Estudios 1998-2000 y 2012-2013
En sntesis, los ETC reconocen como condicin del TC el trabajo compartido con un colectivo, en el marco de un proceso complejo, cuya finalidad propone la idea de transformacin.
Este campo definido presenta tensiones y desplazamientos importantes a observar. Una cuestin refiere a la nocin de transformacin y cambio como idea directriz y marca fundacional de la PC y del TC, como motor y horizonte. La transformacin como afirmacin poltica es aquello que motiva en el TC, segn expresan los equipos, junto a la afirmacin de la comunidad como un mbito genuino de trabajo, a la potencia de la organizacin y de los procesos colectivos comunitarios, asociado con sentimientos de alegra y entusiasmo; y al Òdeseo de encontrarse con otrosÓ.
Asimismo y en tensin, hoy, la idea de transformacin aparece de modo desanimante y obstaculizador, tanto respecto del equipo ligado a una sensacin de cansancio, de esfuerzo siempre insuficiente; como en su relacin con las comunidades ligado a la situacin de pobreza y precarizacin.
Otro aspecto que evidencia esta tensin es la relacin entre el TC y las Polticas Pblicas.6 Se afirma que el TC es central en las polticas pblicas, porque: aportara en trazar un norte en los contenidos segn las necesidades sentidas de las comunidades; garantizara la participacin de los sujetos; podra intervenir como un puente entre la esfera estatal y las comunidades, como un instrumento que permitira articular el ÒarribaÓ institucional-estatal y el ÒabajoÓ comunitario; constituira una estrategia de fortalecimiento en la medida que los sujetos y las comunidades puedan Òapropiarse de lo pblicoÓ y construir demandas a partir de reconocer sus derechos.
Ante estas consideraciones, se expresan nuevamente dos aspectos en tensin: por un lado la importancia de acercar las polticas pblicas a las comunidades, incorporndolas en su discusin y diseo. Por otro lado se manifiesta con claridad la distancia existente entre la formulacin e implementacin de las polticas pblicas (y de lo pblico) y la participacin y consideracin de las necesidades de las comunidades. Se traduce entonces en el registro de lo que Òdebera serÓ, y en un sentido de aspiracin frustrada y frustrante para algunos equipos. Comunica una interpelacin a la relacin de las comunidades con el Estado y del Estado con la sociedad civil. Marca una distancia e incomunicacin y un desplazamiento y/o ratificacin de las comunidades a la posicin de Òobjeto de las polticas pblicasÓ (Corea et.al., 2003, p. 6)
Esta tensin tambin se observa cuando se aborda la frase que mejor representa la realidad de los equipos7, la opcin predominante en los equipos es cada vez se hace menos trabajo comunitario. Le siguen afirmaciones que refieren a un hacer y/o un decir, que de alguna manera nos interpela: no slo se hace menos, adems se cuestiona si lo que se hace es TC. Este escenario se complejiza si comparamos con la toma de 1998-2000 cuando las opciones primeras eran: cada uno hace lo que puede y todos hacemos de todo. Podramos preguntarnos qu fue de todo ese plus que supone que Òtodos hacen todoÓ frente al actual Òcada vez se hace menosÓ. Se observa una importante modificacin, ya que aludan a un esfuerzo centrado en el TC, evidencindose hoy una disminucin y descentramiento del mismo, en los diferentes sentidos expresados.
Segn los equipos, hoy, la especificidad en el TC es definida por los Òtipos de abordajeÓ8, en correspondencia a lo que histricamente ha caracterizado al TC, si lo asociamos a lo metodolgico e interventivo. Es posible aproximar dos puntos de reflexin sobre esta afirmacin. La problematizacin sobre los enunciados ÒperspectivaÓ ÒabordajeÓ ÒenfoqueÓ en donde intervendra un deslizamiento de la comunidad como sujeto a su consideracin como objeto. Se define y aborda desde la exterioridad, ÒquitndoleÓ la potencia de Òhacerse en lo subjetivoÓ desde la interioridad de sus procesos, definiciones y enunciacin de necesidades y participacin protagnica. Ante estas tensiones y sin anularlas, es interesante pensar en la propuesta de Òla posicin comunitariaÓ (Corea et al., 2003). Por otra parte resulta significativo que en relacin a las preocupaciones y desarrollos actuales de la Psicologa Comunitaria en el campo terico-conceptual, Òmarcos referencialesÓ sea una de las opciones menos elegidas para dar cuenta de la especificidad del TC.
La mayora de los equipos perciben cambios en el TC. Estos podran atribuirse a mejoras en las condiciones del TC refieren a su complejizacin, vinculado a lo interdisciplinario9 y la orientacin hacia perfiles ms tcnicos y una bsqueda por mejorar la calidad de los equipos. Tambin refieren cambios a nivel contextual con polticas que favorecen la promocin de derechos.
Respecto de cambios que suponen una declinacin en el TC se sita la percepcin de un retroceso en las polticas pblicas, una desvalorizacin del TC y un empeoramiento en las condiciones de vida en las comunidades en trminos de garantas de derechos. Esto es sealado por el estado municipal. La universidad identifica un aumento del discurso sobre Òlo comunitarioÓ an en quienes no lo realizan. Las ONG`s reconocen una menor implicacin de los tcnicos respecto de pocas anteriores y disminucin del carcter colectivo del TC. El Estado provincial seala un mayor repliegue al interior de los equipos.
En sntesis, y en relacin a lo expuesto en este apartado, campo y definicin del TC, se observan las siguientes caractersticas del Trabajo Comunitario:
Se sita predominantemente al TC en el campo de la salud. Sin otro no hay TC. Es un trabajo compartido con la gente y con un colectivo. Implica un proceso complejo. La especificidad en el TC es definida por los Òtipos de abordajeÓ. El TC es central en las polticas pblicas aun cuando en el diseo e implementacin de estas las comunidades se encuentran alejadas. La frase que mejor representa la realidad de los equipos es la afirmacin cada vez se hace menos trabajo comunitario. La Tabla 2 da cuenta de estas tensiones:
Tabla 2
Tensiones Presentes en Relacin al Trabajo Comunitario
Obstculos del Trabajo Comunitario.
Ante este campo de tensiones es importante visibilizar lo que en la actualidad obstaculiza el TC. Los obstculos para el TC marcados por los equipos apuntan a una serie de cuestiones: a) las polticas institucionales y sus lineamientos, b) las condiciones de trabajo en las que se desempean los equipos, c) las problemticas emergentes en las comunidades, d) la relacin comunidad-partidos polticos, e) criterios y modalidades diferentes de trabajo entre organizaciones e instituciones de los territorios10 y f) la formacin en TC.
a) Los lineamientos polticos de las instituciones resultan obstculos puesto que conllevan una concepcin de tendencia asistencialista e individual. Esto es planteado desde los equipos estatales quienes, a la vez, refieren que el TC est solo como discurso y retrica, y a la vez no ofrecen reconocimiento del mismo, lo cual limita el trabajo en la promocin de la participacin, la articulacin con las necesidades yrecursos de las comunidades.
b) Las condiciones de trabajo planteadas por todos los equipos, aluden a: precarizacin e inestabilidad laboral, falta de incorporacin y escasa renovacin de recurso humano con formacin en TC, entre otras. Estas condiciones para los equipos implican desgastes y limitaciones en la posibilidad de participacin en los procesos comunitarios.
c) Las problemticas emergentes y las condiciones de vida en las comunidades como limitantes de posibilidades de compromiso y participacin. Este obstculo es marcado por los equipos de municipalidad; universidad y ONG«s, stos refieren a la profundizacin de la pobreza, a la restriccin del acceso a derechos y servicios entre otras cuestiones. Los equipos de provincia enfatizan como obstculo principal, las caractersticas atribuidas a las comunidades: fragmentadas, pasivas, desinteresadas, fatalistas, desesperanzadas, con escasa participacin.
d) La relacin comunidad-partidos polticos es un obstculo planteado por municipalidad y ONG«s, refieren a objetivos y proyectos que parten de los partidos polticos en detrimento de la comunidad, marcan la incidencia de Òpunteros polticosÓ y prcticas clientelares que obstruyen la construccin y organizacin con las comunidades.
e) En relacin al punto anterior, los equipos tambin enuncian que obstaculiza el TC el no compartir criterios ni modalidades de trabajo con otras instituciones y organizaciones en los territorios. En ocasiones stas presentan un carcter autoritario, asimetra y falta de horizontalidad en el trabajo, el no respeto de saberes y experiencias populares, lo cual hace ms difcil la articulacin. Poder articular, o no, tiene que ver con las formas en que se considera a las comunidades y los modos de intervencin.
f) Los equipos convergen en afirmar que la formacin especfica en TC es escasa. En las formaciones de grado y posgrado los saberes ligados al TC no son prioritarios y los dispositivos de capacitacin que existen son fragmentados, individuales, por disciplina. Aluden que las concepciones de TC no son integrales, las metodologas son ms bien asistenciales o individuales, que no se reconocen distintos saberes y que las formaciones dejan de lado la dimensin poltica del TC. Se destaca asimismo, la dificultad para definir los contenidos de formacin.
En el estudio anterior, lo planteado en torno a los lineamientos polticos en el TC no era diferente. Hubo aumento de equipos y cobertura en provincia y en municipalidad as como tambin un retraimiento del trabajo de stos al mbito institucional.
En aquel estudio lo que obstaculizaba principalmente el TC era el autoritarismo de algunos actores en las comunidades, ONG y municipalidad lo asociaban ms bien a Òlideres barrialesÓ y provincia lo asociaba a la intervencin de los partidos polticos, sus concepciones paternalistas y poco claras del TC lo cual para ellos generaba dificultades para la participacin y fragmentacin en las comunidades.
Uno de los contrastes con el estudio actual es el planteo de las ONG quienes referan como obstaculizador la falta de claridad conceptual e ÒhiperactivismoÓ de los equipos en su labor, hoy siguen marcando que la discusin terica no est presente pero no refieren a un exceso de actividad sino al desbalance tareas-recurso humano disponible.
Como en todo proceso, hay facilitadores y obstaculizadores del mismo. Se realiz una detencin en los obstculos, ledos a travs de las dimensiones propuestas.
Se evidencian lecturas y caracterizaciones de los equipos sobre las comunidades, como de los impactos subjetivos que conlleva. La relacin TC, comunidades y equipos de TC no es menor, y es necesario atender a ella. La participacin se encuentra entramada tanto en la definicin del TC como en los obstculos: Àqu papel juega la participacin, actualmente en el TC?
Participacin y lo construido en comn en el trabajo comunitario11.
ÀCmo entender el trabajo comunitario sin su relacin con la participacin y el hacer-en-comn? es una pregunta que nos interpela constantemente. Es as que se hace necesario referirnos a cmo estas aparecieron en la indagacin. Encontramos distintos sentidos otorgados a la participacin y su relacin con la comunidad:
-Participacin como accin colectiva: un hacer, orientado a producir algn cambio. Ligada a la necesaria presencia de otro (la gente, actores colectivos, la comunidad) con quienes se construye lo comn e incluye la diversidad de voces, aportes y perspectivas. En este sentido participar es hacer or la propia voz y est asociado a la idea de empoderamiento e involucramiento.
-Participacin vinculada a la posibilidad de dar una discusin en el espacio pblico de las necesidades y demandas de las comunidades planteada como un derecho. -Resaltando el carcter instrumental de la participacin, entendida como un Òmedio paraÓ y la posibilidad de hacerse de recursos que no se obtendran de otra manera, particularmente en relacin a cmo se definen y ejecutan las polticas pblicas.
-El ÒhacerÓ al que se hace referencia, es nombrado de diversos modos: un ejercicio, una accin, una prctica o un entrenamiento.
An en los mltiples sentidos asignados, en algunos aparece la idea de proceso. Varios coinciden en que hay diferentes modalidades de atravesar este proceso y eso produce cambios, en el otro y en uno, relacionado esto a la produccin de subjetividad.
Estos procesos presentan un dinamismo en donde se reconocen grados de participacin. Tambin se seala que lograr la participacin supone un trabajo a largo plazo.
Entendemos que estas son algunas de las condiciones para la accin colectiva, la base de posibilidad en que se desarrollan los procesos de transformacin social. All se encuentra la dimensin poltica, lo que fue definido como Òparticipacin poltica comunitariaÓ (Alderete et al., 2011, p. 3) en tanto prcticas ancladas en el territorio.
Lo construido en comn.
Desde nuestra perspectiva, lo construido en comn12 hace referencia a Òun proceso, a un transitar, una experiencia, a un encuentro a partir de un vaco, al reconocimiento de la diferencia y a una afirmacin de igualdad, al trnsito por lo colectivo, lo entre-muchos. Un trabajo de tramitacin de diferencias y construccin de nuevas espacios y territorios.Ó (Plaza, Daz, & Barrault, 2008). Implica en s mismo una manera de entender la participacin en un hacer cotidiano.
Podemos destacar tres aspectos que se vinculan a la idea de lo construido en comn segn los equipos de trabajo:
En relacin a ÒLo ms destacable y llamativo de lo que se hace-construye en comnÓ aparece ligado a la participacin y a un sentido referido a que todos tengan voz y puedan ser escuchados. En el reconocimiento de la ÒvozÓ estara la posibilidad de tener poder. Aparecen palabras como: ÒhorizontalidadÓ, ÒigualdadÓ, Òlo colectivoÓ, Òcompartir saberesÓ y Òconstruir conocimientos en comnÓ. Estas se ligan a espacios de encuentro, a un trabajo de tramitacin de diferencias y a la construccin de nuevos vnculos y sentidos as como a la vivencia de la gratificacin, entusiasmo y disfrute (esto ltimo se plantea como sentido minoritario).
Todos los actores hacen referencia a la importancia de la participacin, y a los procesos de aprendizajes y conocimiento.
Cuando indagamos lo ms difcil de hacer-construir en comn con la gente, las respuestas se plantean alrededor de tres cuestiones:
Lo poltico, el hacer visible lo poltico en las acciones. El sostenimiento y duracin en el tiempo de los procesos colectivos en el marco de la lgica del TC. Las condiciones subjetivas-anmicas Òel no desanimarseÓ Òel no cansarseÓ.
Podemos decir que las dificultades se sitan en tres niveles. Mayoritariamente se identifican las dificultades en el contexto Òque no se pueda transformarÓ, Òindividualismo y fragmentacin socialÓ, expresadas como ÒdesesperanzaÓ e ÒimpotenciaÓ, Òno hay confianzaÓ. Le siguen las dificultades puestas en la poblacin: Òresponsabilidad en los problemas que le son propiosÓ Òla participacinÓ Òel no poder trabajar con las diferenciasÓ Òdificultad de sostener acuerdosÓ. Y por ltimo (minoritaria) en el equipo Òrepliegue del equipoÓ Òlgicas de trabajo que hay que des-andar y que se repiten en las comunidadesÓ Òcontradiccin entre tiempos institucionales y comunitariosÓ.
Todos ponen en primer lugar la dificultad de transitar las diferencias y el respeto por el otro.
Cuando indagamos qu es Òlo que aporta el hacer-construir con la genteÓ, la palabra clave es aprendizajes. Es posible reconocer dos sentidos: uno ligado a la construccin y sostenimiento de un proyecto poltico transformador, abierto y compartido y otro ligado al sostenimiento cotidiano. Todos los actores hacen referencia a que estos aprendizajes generan satisfaccin, con impactos en la vida personal que excede a lo meramente profesional.
Conclusiones
Segn la perspectiva de los equipos se define y caracteriza al campo del TC como un trabajo colectivo, dentro de un proceso complejo orientado al empoderamiento y el acceso a derechos. El TC sigue ligado a la idea de participacin en su sentido de transformacin. Tambin en un modo de constante redefinicin, aprendizaje, que resalta en estos tiempos el involucramiento o reflexividad de nuestro propio hacer, nuestra propia voz. En un marco o contexto de produccin que impacta subjetivamente: como facilitadores u obstaculizadores en dimensiones contextuales-comunitarias, de equipo o institucionales.
Situado predominantemente en el campo de la salud; la especificidad en el TC es definida por los Òtipos de abordajeÓ. Se afirma la relacin e importancia entre TC y polticas publicas as como tambin su distancia. Se identifican cambios en el TC. Hoy los equipos afirman que cada vez se hace menos trabajo comunitario.
Se observa un campo en tensin, contradictorio y en donde coexisten perspectivas, lecturas, posiciones, hasta opuestas. Asimismo, se evidencia una grieta en lo que Òdebera serÓ y lo que sucede en las prcticas concretas. Lo anterior, se observa en
distintos aspectos: la idea de transformacin13, la especificidad del TC, perfil del TC, lecturas sobre participacin, polticas pblicas, la pobreza, impactos del contexto, la presencia de lo comunitario, entre otros. Encontramos diferencias segn los actores y diferencias al interior de los mismos. Por ejemplo sobre la participacin coexiste la afirmacin de una disminucin de la participacin junto con una mayor participacin en clave de derechos; respecto de la pobreza convive la lectura de un agravamiento de la misma o su mejoramiento a travs las polticas pblicas que contempla a las comunidades; acerca de lo comunitario, junto a la tendencia ms homognea que considera que se realiza menos TC o que se dice que se hace y en realidad es otra cosa lo que se realiza, se plantean afirmaciones que hay ms gente con un Òinters genuino en lo comunitarioÓ. Se observa tambin un cambio en el compromiso en el TC y con las comunidades, menor dedicacin al TC y menor tiempo en los territorios.
Se observan desplazamientos de lo comunitario-organizativo a lo institucional, desde la centralidad del TC a su disminucin y de la especificidad del TC situada en los sectores poblacionales a los tipos de abordajes.
Ante la presencia de obstculos tanto a nivel institucional (polticas y lineamientos, condiciones de trabajo), en las comunidades (problemticas emergentes, dinmicas y relaciones entre distintos agentes externos e internos) como en la formacin en TC; se hace necesario que las polticas y lineamientos institucionales se traduzcan en una lectura informada sobre el TC y la situacin de las comunidades. Que avancen en una planificacin y distribucin de recursos adecuados, en un reconocimiento de la especificidad del TC; en asumir la importancia tanto de la formacin como de las condiciones de trabajo del equipo. Esto se vuelve condicin necesaria para el desarrollo del TC y la confianza poltica-institucional de los equipos y de las comunidades.
En condiciones adversas de las comunidades continua vigente reflexionar sobre el lugar de la participacin para el TC y es un desafo pensar-hacer una participacin real (Plaza, Daz, & Barrault, 2011) en tensin con formas ms despolitizadas y formalizadas (Montenegro, Rodrguez, & Pujol, 2014). En efecto, en estos mltiples sentidos identificados, conviven aspectos ligados a la radicalidad transformadora y por lo tanto poltica de la participacin, con la idea de que participar es expresar la propia voz. En ese sentido coincidimos con Montenegro y otros, (2014) cuando sostienen que en los Òprogramas de intervencin social, donde la participacin est siendo traducida por Òexpresin de puntos de vistaÓ o Òrecibir contraprestaciones a cambio de valorar positivamente y adherir a cierta poltica pblicaÓ (p. 36) se ve debilitado el carcter poltico de participar para constituir una herramienta de gestin de lo social. La versin ms instrumental y la concepcin de la participacin como entrenamiento, abren interrogantes sobre los mltiples usos del trmino participacin, de su utilizacin pragmtica, del vaciamiento de su sentido poltico.
Segn lo ya expresado, la categora lo construido en comn se relaciona fuertemente con la categora participacin a la que se alude como ÒefectivaÓ y ÒrealÓ. Podemos decir que el sentido dado a la participacin y ligado a lo construido en comn, remite a las transformaciones que se producen en los sujetos en condiciones adversas. El encuentro con otros marca, modifica, afecta. Se puede hablar de un proceso de subjetivacin en trminos de Rancire (1996) para quien ÒLa poltica es un asunto de sujetos. O ms bien de modos de subjetivacinÓ (p. 52).
Representa una ruptura del orden social instituido, una desorganizacin de los lugares, una puesta en cuestin de la jerarqua que ese orden social lleva en s. Si bien en la obra de Rancire la poltica slo tendra lugar en situaciones excepcionales de ruptura de lo dado, encontramos en su concepcin de sujeto, en tanto que sujeto poltico una herramienta conceptual pertinente para comprender aquello que los equipos mencionan como la posibilidad de recuperar la voz de los sujetos, el poder de la gente o la posibilidad de ser escuchados, de transformar el mundo en que habitan, la potencia de lo que se hace con otros.
Lo construido en comn aparece en el espacio de la necesaria existencia Ðen tanto aprendizaje- de la propia voz, no de la lucha, accin o del reconocimiento de lo explcitamente poltico. A la vez en la exigencia de la permanencia, duracin en condiciones desanimantes. En una relacin imbricada con el propio sostenimiento colectivo de esta construccin.
Podramos, adems, preguntarnos Àcmo es esta construccin en el espacio pblico en contextos de ÒfragmentacinÓ y dispersin donde persiste el deseo por lo comn? ÀQu hace que a pesar de todo se sostenga una afirmacin de la necesidad del TC, de la presencia irremplazable de otro/as para hacer TC?
ÀQu supone la vigencia de la idea de participacin? ÀQu implica que aunque aparezcan formas vaciadas de su sentido poltico, y en los sentidos presentes, instrumentales, insiste la idea de participacin ligado al sentido de transformacin?
Referencias
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Notas
1 Podemos sealar: prdida de confianza en lo pblico; dificultad en la idea de un cambio posible; sentimiento de desolacin, desesperanza, impotencia y falta de libertad; descalificacin social; los problemas anclados en necesidades comunes y de sobrevivencia; condiciones precarias de existencia Òvidas precarizadasÓ; y vulnerabilidad poltica asociada a una subjetividad debilitada (Plaza, Daz, Barrault, 2008).
2 Antecedente directo de esta investigacin, es la realizada en los aos 1998-2000 ÒCaractersticas del Trabajo Comunitario en la ciudad de CrdobaÓ, subsidiado por la Secretara de Ciencia y Tcnica de la Universidad Nacional de Crdoba (Alderete, A., Plaza, S., Rodrigou, M., Daz, I., Barrault, O., Vazquez, V., Tello, M. 2000). Ambos estudios, comparten objetivos y mtodos de tratamiento de los datos. Se realiz una actualizacin del marco referencial y ajustes del instrumento.
3 Sobre instrumentos que den cuenta de la complejidad de prcticas comunitarias, es interesante la construccin de un Òindice de prcticas comunitariasÓ propuesta por Berroeta Torres, Fuad Hativbovic Diaz, Asun Salazar (2012).
4 En 1998 fue una muestra censal: haba 56 CS municipales, 9 EAC , 8 ctedras y 6 ONG (con ms de 10 aos). Se realizaron entrevistas a las coordinaciones de equipos y a miembros del equipo base. Al no encontrar diferencias significativas en las mismas se desestim ese criterio para esta ocasin. En esta aplicacin se consult a los mismos equipos que en la muestra 98, entrevistando a quienes actualmente refirieron hacer TC. En 2012 existan 98 Centros de salud (23 con psiclogos), 13 EAC y 6 ONG (se aplic igual criterio de antigedad). Resuelta la muestra de 1998, se ampli a otros equipos de EAC y municipalidad no censados en esa ocasin, encontrando una respuesta de no trabajo comunitario. Habra un margen de 2 o 3 equipos que no llegamos a entrevistar por distintas razones.
5 De los tems referidos: la definicin e importancia del TC, la finalidad ltima del TC, los cambios en el TC, lo que motiva y desanima, la importancia del TC en la Polticas Pblicas y los obstculos en el TC son preguntas abiertas. La frase que representa al TC comunitario hoy y lo propio del TC, son preguntas de respuestas cerradas.
6 Entendemos a las Polticas Pblicas como un campo heterogneo, es importante prestar atencin a las prcticas y discursos all coexisten.
7 Se consult a los equipos acerca de la frase que mejor representa su situacin actual, ofrecindoles nueve opciones. Las cuatro primeras elegidas por los equipos son: cada vez se hace menos trabajo comunitario, cada uno hace lo que puede, muchos dicen que hacen trabajo comunitario cuando no lo hace y realizamos actividades que incluimos como trabajo comunitario cuando no lo son.
8 En el estudio anterior, los Òsectores poblacionalesÓ eran lo definitorio de la especificidad en el trabajo comunitario (hoy ocupan el segundo lugar).
9 La interdisciplina (ventajas y desventajas) y otras modalidades adecuadas para el TC fueron indagadas a travs de tems especficos. Segn los equipos, la interdisciplina ya no es la nica condicin para el TC, se incluyen Òotros saberesÓ, aparece la intersectorialidad, el trabajo en red, la participacin de referentes de la comunidad y otras organizaciones.
10 Este obstculo surge del tem que indago los criterios para articular o no articular con otros.
11 Este apartado recupera discusiones abordadas en el texto de Plaza, Chena, Muro, Barrault y Daz ÒTrabajo comunitario: modalidades y mbitos de intervencin en tensin con la participacinÓ presentado en el I Congreso Nacional de Psicologa, San Luis, Mayo de 2015.
12 La categora Òlo construido en comnÓ fue incorporada por primera vez en el marco del presente proyecto. Fue acompaada por una tarjeta con una definicin sobre ella, que deca: ÒLo construido en comn alude a un proceso de encuentro colectivo, a una experiencia, a una afirmacin de la horizontalidad-igualdad. Un trabajo de tramitacin de diferencias y construccin de nuevos sentidos, relaciones, espacios y territorios.Ó.
Fue indagada a travs de tres preguntas referidas a: 1) Lo destacable/llamativo de lo que se hace-construye en comn con la gente, 2) Lo ms difcil de hacer-construir en comn con la gente, 3) Lo que le aporta a usted hacer-construir con la gente. Cabe sealar, ningn actor nombra o enuncia Òlo construido en comnÓ como una categora utilizada por los equipos.
13 Otros autores como Rodrguez (2007) plantean la tensin entre abordajes comunitarios restringidos y concepciones transformadoras.
Habitar lo comunitario: vivencias desde de una poltica pblica de cuidados
The community's dwelling: experiences from a careÕs public policy
Mara Vernica Blanco
Autor referente: mblanco@psico.edu.uy
Universidad de la Repblica
Historia editorial
Recibido: 14/05/2015
Aceptado: 04/08/2015
RESUMEN
Este trabajo presenta resultados de una investigacin sobre los habitares que se construyen en un residencial que articula el sector salud con el sector social en una incipiente poltica pblica de cuidados. En estos espacios conviven transitoriamente sujetos en situacin de vulnerabilidad, junto a cooperativas de trabajadores y a equipos tcnicos. Nos interesamos por la vivencia de los residentes, a partir de los vnculos que se construyen es esta experiencia y los sentidos otorgados a los mismos. Reflexionaremos sobre aportes y tensiones que algunas nociones clave en Psicologa Social Comunitaria genera en este escenario de poltica pblica intersectorial, en especial a lo que refiere al agenciamiento poltico de los sujetos: su poder autnomo y transformador de las condiciones de existencia.
Palabras clave: Habitar colectivo; Inclusin social; Dispositivo residencial
ABSTRACT
This paper presents results of an investigation about the dwelling are constructed in a residential which articulates the health sector and the social sector, at an incipient careÕs public policy. In these spaces coexisting temporarily: subjects in a vulnerability situation, along a cooperatives workers and a Òtechnical teamÓ. We are interested by residents experience on this center, the constructed relationships and the meaning given to them. Will reflect about the contributions and tensions of main notions of Community Social Psychology in this scenario, of a inter-sectorial public policy, especially the policy agency of subjects: autonomy and transformative power from the conditions of existence.
Keywords: Collective dwelling; Cocial inclusion; residential dispositif
Introduccin
Presentamos resultados de una investigacin sobre los habitares que se construyen en un Centro Residencial de Cuidados para adultos, con objetivos de inclusin social, a partir de la voz de sus residentes. Nos introducimos en un Centro de Recuperacin que surge de la coordinacin de polticas de salud pblica con polticas sociales y que brinda cuidados en salud a poblacin adulta que se considera en situacin de vulnerabilidad, por lo que se conjugan objetivos de cuidados con objetivos de inclusin social. Realizamos un estudio cualitativo, exploratorio y descriptivo, aproximndonos al habitar y su vinculacin con los procesos de inclusin social en estos espacios residenciales. Mediante observacin participante y entrevistas en profundidad a algunos residentes nos interesamos por los sentidos vinculados al habitar en este Centro de Recuperacin.
En este artculo presentamos una de las lneas de discusin que se desprende de los resultados de la investigacin: la que refiere al dispositivo residencial. Nuestro objetivo es exponer los aportes de la Psicologa Social Comunitaria a esta discusin. Comenzamos detallando las caractersticas del Centro donde realizamos el estudio y sealando algunos aspectos metodolgicos, como forma de situarnos en el campo y nuestra posicin para abordarlo. A continuacin enunciamos aportes conceptuales claves, como ejes para el anlisis, en el problema de investigacin: las producciones de la Psicologa Social Comunitaria vinculadas a las Polticas Pblicas y de la Salud Comunitaria sobre las polticas en salud, as como tambin los sentidos asociados a la nocin de exclusin que operan en las polticas sociales. En nuestro medio, las polticas de cuidados constituyen un nuevo espacio intersectorial, por lo que desarrollamos un anlisis de algunas de sus particularidades, en espacial las que operan en el dispositivo del Centro. Finalmente, las ltimas dos secciones discuten los resultados en la dimensin comunitaria del habitar, aludiendo al dispositivo residencial y a los procesos colectivos, concluyendo en la propuesta de un habitar comunitario como potencia transformadora de vivencias de aislamiento y sufrimiento.
Notas contextuales y metodolgicas
El Centro donde se realiz el estudio surge de un convenio interinstitucional entre el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y la Administracin de Servicios de Salud del Estado (ASSE) para brindar cuidados en salud a personas en situacin de vulnerabilidad que requieren de un proceso de recuperacin. En este Centro residen temporalmente alrededor de 50 personas que transitan por situaciones que constituyen vulnerabilidades asociadas a situaciones econmicas, relacionales y polticas, que entran en crisis ante afecciones orgnicas que generan una discapacidad transitoria o permanente. El dispositivo no prev una estada promedio, procura una recuperacin total o parcial de la afeccin orgnica que desencaden el ingreso, por ello, el egreso se efecta una vez se alcance cierto nivel de autonoma. El perfil se define por personas adultas, de ambos sexos, que se encuentran en situacin de vulnerabilidad social, con indicacin mdica de reposo o cuidados en salud. No contamos con datos estadsticos de la poblacin atendida en este Centro pues no se ha sistematizado la informacin y solo existen registros parciales, sin embargo, al momento de nuestra investigacin, encontramos adultos que ingresan al Centro tras haber sufrido una intervencin quirrgica importante (como ser por una fractura de cadera o por un aneurisma), que viven solos y que no cuentan con recursos (econmicos o relacionales) para desarrollar las actividades de la vida diaria, por lo que no pueden volver a su domicilio hasta que recuperen cierto nivel de autonoma. Tambin encontramos personas en situacin de calle que cursan un proceso infeccioso, lo que requiere la permanencia en un entorno cuidado, con fcil acceso a tratamiento medicamentoso y curaciones; y adultos mayores que instalan una situacin de dependencia y que requieren apoyo para desarrollarse en la vida cotidiana.
Este Centro de Recuperacin cuenta con un predio de grandes dimensiones, se compone de una extensa construccin con elementos que permiten la movilidad a sus residentes como rampas y barandas. Cuenta con un amplio comedor, un gran hall vidriado de recepcin, dos salas de estar y una biblioteca rodeados por un verde jardn. Las salas de estar tienen sillones, tres grandes televisores con seal por cable, y una sala cuenta adems con aparatos Ðcaminadores- y una barra para realizar ejercicio fsico. El edificio tiene un amplio jardn central, rodeado en forma de U por alas con habitaciones a ambos lados y salas de estar al centro, con ventanales al jardn. Las habitaciones son pequeas y muchas cuentan con bao privado, todas tienen ventanas y algunas tienen balcn. En ellas se alojan entre una y tres personas por habitacin.
Se estima que trabajan en el Centro casi un centenar de personas muchas de ellas organizadas en forma de cooperativas. Encontramos cooperativas de Acompaantes, de Limpieza y Jardinera, de Lavandera, de Mantenimiento y de Cocina, el Equipo Tcnico que se compone de un par de mdicas, varias enfermeras, dos psiclogas y tres trabajadoras sociales, es contratado por una Organizacin de la Sociedad Civil, el servicio de portera y vigilancia lo brinda una empresa privada.
La Casa se organiza en tres turnos: maana, tarde y noche; cada turno con personal de todas las reas, salvo en la noche en que slo permanece el servicio de acompaante y portera-vigilancia. Los fines de semana merma la actividad del equipo tcnico permaneciendo solo una guardia.
La muestra para nuestro estudio se constituy en diez residentes de este Centro de Recuperacin que voluntariamente se interesaron en participar en una entrevista en profundidad. Los entrevistados ingresaron al Centro con variadas situaciones de salud (procesos infecciosos en cuatro de ellos, fracturas en tres de los entrevistados, recuperacin post operacin neurolgica, instalacin de enfermedades del sistema inmunolgico y neurolgico respectivamente en los otros entrevistados), tienen entre 34 y 64 aos, tres mujeres y siete hombres, y han residido en el Centro entre tres meses y un ao. Se realizaron entrevistas y observaciones en un periodo de diez meses consecutivos. En las entrevistas, la pauta general refera a cuatro grandes lneas sobre: las causas del ingreso al centro, el cmo es vivir all, los vnculos establecidos y su percepcin acerca de stos, y las perspectivas a futuro. Para las observaciones se atendi la utilizacin de los espacios, los agrupamientos y las interrelaciones en general.
Una vez procesado el material surgido en las observaciones y en las entrevistas, se convoc a los entrevistados y a otros residentes interesados, a una instancia de reflexin grupal sobre los resultados preliminares. Esta instancia, a modo de triangulacin, aport a la validez ecolgica del estudio y fue sustancial a la hora de cotejar categoras primarias de investigacin y profundizar en alguna de ellas, as como la emergencia de nuevas categoras.
Los resultados, en base a las prcticas discursivas (Spink, 2010a), contienen tres dimensiones: la dimensin social e histrica, la dimensin que refiere al dispositivo y lo que ste habilita, y la dimensin del acontecimiento desde las relaciones cotidianas. En este artculo pondremos el foco en la dimensin del dispositivo, la que se encuentra estrechamente ligada a las otras dimensiones pero hace foco en la construccin poltica del espacio habitado, aquella que surge de la poltica pblica, tanto en el diseo como en su implementacin. De los resultados surge tambin que la experiencia del habitar colectivo, asociada a una intervencin social en un momento de crisis, implica un impacto relevante para las personas que re-significa algunos aspectos de su trayectoria vital a la vez que se genera nuevos procesos de subjetivacin.
EJES DE ANçLISIS
Las polticas pblicas y la psicologa social comunitaria
Hace ya algunos aos que las Polticas Pblicas representan un campo importante de accin de los psiclogos y especialmente de los psiclogos y psiclogas sociales. La Psicologa Social Comunitaria (PSC) ha desarrollado su cuerpo terico, conceptualizando su campo de accin, ampliando la mirada a los fenmenos sociales y colectivos, desarrollando tambin un amplio espectro metodolgico de intervencin en lo social.
Alfaro y Zambrano (2009) plantean:
[...] la Psicologa Comunitaria tiene un claro y ntido espacio de contribucin en las estrategias y tambin en el diseo de polticas sociales, en particular frente a las carencias en la integracin de componentes participativos y de valoracin de las dinmicas socio comunitarias (p. 281).
La PSC introduce la mirada en los procesos subjetivos involucrados, los discursos y las connotaciones simblicas que stos conllevan (Rodrguez, 2006), as como tambin las dimensiones afectivas y tico-polticas de las situaciones vitales de los sujetos de la poltica (Sawaia, 1999). Por su parte, la PSC aporta un importante componente poltico desde su concepcin misma por su carcter participativo y transformador, Montero (2004) se refiere a la dimensin poltica de la Psicologa Social Comunitaria en cuanto:
Atae al carcter y la finalidad del conocimiento producido, as como a su mbito de aplicacin y efectos sociales, esto es, al carcter poltico de la accin comunitaria y a la posibilidad que toda persona tiene de expresarse y hacer or su voz en el espacio pblico (p. 139).
Montero (2004) tambin plantea el aporte de la PSC en la diferenciacin de dos modelos polticos: uno de corte paternalista, donde las polticas del Estado se definen de arriba hacia abajo, determinando el Estado las prioridades y necesidades de implementacin de determinadas polticas para las comunidades; y otro participativo, donde son las comunidades las que definen sus prioridades, necesidades y formas de accin. La PSC se define, pues, por el rol activo de la comunidad, la participacin de sta como agente activo, con Òvoz, voto y vetoÓ (Montero, 2004, p. 31). Esta caracterstica fundamental marca la diferencia de polticas e intervenciones puramente asistencialistas con las comunitarias.
En la misma lnea, pensando las polticas en salud, la Salud Comunitaria representa un paradigma en Salud Pblica que incorpora el paradigma de la Psicologa Social Comunitaria. La misma se basa en la gestin de la Salud Positiva (Saforcada, De Lellis, & Mozobancyk, 2010), un enfoque salubrista para la salud pblica, donde sta representa un campo de gran relevancia en cuanto a la vulnerabilidad econmico, poltica y sociocultural de un pas (Saforcada, 2011). Es un modelo centrado en la salud, en lugar de en la enfermedad. En este sentido, el accionar colectivo y comunitario, as como la educacin, son factores sumamente importantes. Del mismo modo, este cambio de paradigma implica cambios en la formacin de los profesionales de la salud. Todava la formacin profesional se centra en la enfermedad, es de carcter individual, fragmentada y minimiza los factores sociales (De Lellis, 2010). El mercado de la enfermedad, con la sobre especializacin ha acarreado ms dificultades que soluciones:
Necesitamos despatologizar la medicina, la odontologa y la psicologa para poder desarrollar un paradigma centrado en una comprensin holstica y sistmica del proceso de salud, necesitamos que se imponga un paradigma que lleve a gestionar salud positiva dado que seguir gestionando fundamentalmente enfermedad nos hace, por un lado, ms vulnerables y, por otro, nos genera ms enfermedad que la que se producira naturalmente. (Saforcada, 2011, p. 12)
En este sentido, las polticas pblicas en salud, requieren cada vez ms de los aportes de la Psicologa Social Comunitaria en la implementacin de un modelo de salud comunitario, participativo y promotor de salud. Desde la declaracin de Alma-Ata, en el ao 1978 (Organizacin Mundial de la Salud, 1978), las polticas en salud se han dirigido a la salud promocional, el problema se suscita en contextos de polticas neoliberales, donde se ha deformado el modelo preventivo, tornndose demasiado prescriptivo en cuanto a los estilos de vida, reforzando la responsabilidad individual en el mantenimiento de la salud y desdibujando el papel del Estado (Spink, 2010b). El derecho a la salud pasa a ser un deber de mantener la salud, donde se pierden las condicionantes culturales, sociales y econmicas singulares, en una supuesta homogenizacin de las condiciones de vida. En este sentido, la perspectiva de la PSC introduce la complejidad que configuran los territorios socioculturales ms diversos, la participacin garantiza esto, el paradigma de la Salud Comunitaria refiere el trabajo en conjunto de la poblacin con los tcnicos, pensando a los profesionales de la salud como colaboradores de la poblacin en la determinacin de problemas y soluciones.
La nocin de exclusin en las polticas sociales
Reconocemos que el concepto de exclusin social exige una profunda problematizacin, sobre todo por su amplia utilizacin en las polticas pblicas, lo que impacta fuertemente en los imaginarios. No pretendemos conceptualizar la nocin, sino atender su presencia en las polticas pblicas. Entendemos que su uso indiscriminado no ha contribuido a generar soluciones a los problemas que representa, sino que muchas veces ha enmascarado situaciones de inclusin marginal, simulando un ÒafueraÓ pasivo e inoperante, como condicin individual y no como proceso poltico, econmico y relacional (Franco Leal, 2008). Por otra parte, sita el problema en los Òsujetos excluidosÓ promoviendo intervenciones sobre stos para generar inclusin, generalmente en la lnea de reactivacin del empleo, en lugar de proponer un cambio social que posibilite la participacin en sus distintas modalidades.
El modelo neoliberal ha dejado huellas en las polticas sociales, donde stas se han focalizado en los sectores pobres y han debilitado el acceso de los sectores medios a los servicios pblicos. De esta forma desde las ltimas dcadas del siglo XX, han adquirido relevancia las prestaciones privadas en lo que antes eran servicios pblicos universales como la educacin, la salud y la seguridad social, lo que ha conducido a la mercantilizacin de los mismos.
Estas polticas focalizadas implican una discriminacin positiva que reactivan una lgica asistencial donde la incapacidad y las dificultades constituyen identidades deterioradas que naturalizan y consolidan las desigualdades sociales.
En este sentido çlvarez Leguizamn (2008) se refiere a las focopolticas como las nuevas formas de gubernamentalidad neoliberal, como una forma de biopoltica, que bajo la consigna del desarrollo humano colocan a sectores de la poblacin en condiciones mnimas bsicas para la vida.
El pensar en los sujetos de la poltica implica considerar las nominaciones, el lugar simblico que lo constituye socialmente (Rodrguez, Rossi, Pierri, Rodrguez, Castro, & Da Silva, 2012; Sandominsky, 2010). En este sentido, las condiciones que habilitan la participacin de un sujeto dependen de su insercin semitica y material en un contexto portador de sentidos y prcticas que lo determinan en algunos niveles, entonces, la participacin resulta paradojal ya que, al identificar a los sujetos como ÒexcluidosÓ, se los coloca en un lugar de ajenidad para intervenir en acciones polticas. Plaza (2012) plantea sobre este punto lo que denomina signos de poca donde se refieren a la prdida de confianza en lo pblico, la vulnerabilidad poltica asociada a una subjetividad debilitada, as como a condiciones precarias de existencia asociadas a procesos de desafiliacin social que obturan la accin poltica.
Los principales modelos en polticas de inclusin social se sustentan en una perspectiva burocrtica -donde se brinda un servicio social- o en un modelo profesionalista Ðbasada en la relacin del tcnico profesional con el usuario- (Bonet i Marti, 2006). Estas polticas tienden a relegar la accin comunitaria, no considerando la red social y la dimensin relacional asociada a la exclusin. Basndose en un modelo tradicional, focalizan la intervencin en la insercin laboral como nica va de superacin de la situacin de exclusin. La estrategia es individual o reducida al mbito familiar lo que no genera transformaciones en un nivel relacional ms amplio.
Una buena parte de la intervencin dirigida a los excluidos se ha orientado a modificar estos rasgos individuales, entrenar las habilidades personales, disciplinar, socializar o modificar pautas de comportamiento. Otra parte, se ha dedicado a la bsqueda, creacin o adaptacin de nichos de empleo adecuados para personas en situaciones de exclusin social. (Arriba Gonzlez, 2002, p. 18)
Este aspecto se ha evidenciado en la investigacin que llevamos adelante, donde el abordaje tcnico es percibido por los residentes del Centro con un alto grado de burocratizacin en un modelo de atencin protocolizado.
En este sentido es necesario revisar el carcter restrictivo o transformador de la poltica social (Rodrguez, 2007) en las estrategias de intervencin que se plantea, donde muchas veces el foco se centra en la satisfaccin de necesidades con polticas compensatorias y estigmatizantes que reproducen las relaciones de poder y ofician de control social. De all la importancia de la reflexin sobre la estrategia y la importancia de los efectores de las polticas implementadas, valorando el tipo de vnculo que se genere. En este sentido la PSC aporta elementos para pensar sobre el asistencialismo en las polticas pblicas, la incorporacin de las redes sociales y comunitarias, el papel de la participacin ciudadana en las mismas y del Estado en la construccin de ciudadana. Pensamos a las polticas sociales como una construccin social donde se negocian enfoques, teoras y modelos, lo que conduce a reflexionar sobre los contextos y formas de diseo e implementacin adems de sus implicancias conceptuales (Alfaro, 2012).
Las polticas de cuidados en la trama intersectorial
A mediados del ao 2007, en Uruguay comenz a implementarse un Programa de Casas Asistidas, una poltica pblica a cargo de la Direccin Nacional de Asistencia Crtica e Inclusin Social del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) en coordinacin con la Administracin de Servicios de Salud del Estado (ASSE). El diseo articula polticas de salud pblica con polticas de inclusin social. En este programa se abrieron inicialmente tres Casas Asistidas, dos de ellas alojan entre 8 y 12 personas con trastornos mentales severos egresadas del Hospital Psiquitrico Vilardeb. La otra Casa Asistida, que comenz a funcionar a mediados del ao 2008, consiste en un Centro de grandes dimensiones Ðcon capacidad para 50 personas aproximadamente-, que surge de un convenio entre varias organizaciones sociales y estatales, con la misin de alojar transitoriamente a personas con alta hospitalaria de los servicios pblicos de salud, que al momento de sta necesitan un perodo de recuperacin o cuidados especiales por un tiempo acotado y no cuentan con soporte familiar y social para la adecuada rehabilitacin.
En un principio se pens que el Centro oficie como un espacio sustituto de los hogares de las personas, por lo que se incluy dentro del Programa de Casas Asistidas. A partir de diversas reestructuras institucionales, en el ao 2011 el Programa de Casas Asistidas se ubica dentro del çrea Salud del Programa de Atencin a Personas en Situacin de Calle (PASC) y la Casa Asistida de mayores dimensiones pas a denominarse Centro de Recuperacin, focalizando en esto sus objetivos y discriminndose de las otras dos Casas Asistidas que implican una estada ms prolongada, asociadas a la elaboracin de estrategias de inclusin de personas con trastornos mentales severos, que implican la reconstruccin de vnculos familiares y la insercin laboral, as como el sostn de estas estrategias para concretar otras soluciones habitacionales.
La Psicologa Social Comunitaria y el paradigma de la Salud Comunitaria proponen elementos sustantivos para pensar las polticas pblicas que ataen a los procesos sociales y de la salud. La integralidad en estas polticas parece un desafo pues el pensarlas desde sectores determina a prioi una lgica fragmentada que separa aquello que se nos presenta unido. En este sentido, el Centro de Recuperacin tal como se ha estructurado es un claro ejemplo de la sectorizacin de las polticas pblicas que interviene desde el sector salud (ASSE) y desde el sector social (MIDES) intentando trabajar coordinadamente. Puede resultar difcil pensar en la gestin de la salud positiva (Saforcada et al., 2010) desde un Centro de Recuperacin, pues lo que signa este tipo de centro es la prdida de la salud en algn sentido. Superar una visin individual y fragmentada que minimiza los factores sociales (De Lellis, 2010) se hace sumamente necesario a la hora de pensar e intervenir en procesos de recuperacin integral. En este sentido, hemos analizado cmo el modelo mdico tradicional es dominante, con una lgica fragmentada desde el propio diseo de la poltica, lo que hace prcticamente inevitable que esto se reproduzca en las propias prcticas del Centro, como ser las referencias por reas de actuacin (salud Ð social).
Esta delimitacin, que tiene una dimensin poltica y que tambin es operacional, obtura una visin integral del problema en cuestin, lo que emerge claramente en las situaciones aqu abordadas. Por su parte, los sectores portan modelos epistemolgicos bien diferentes, que implican metodologas y tcnicas que se superponen a destiempo, muchas veces invalidando unas a otras, por lo que los procesos de intervencin no siempre son congruentes. Una participante en la instancia grupal expresaba esta contradiccin:
ÒYo, por ejemplo, estoy ac, si me dan el alta no tengo para el boleto, no tengo entrada, no tengo pase libre, no tengo pensin, como yo les digo: me engordaron, si, pero si yo no salgo con algo, a los tres meses estoy de vuelta,...Ó P1 Ð Grupal
Los procesos biolgicos implican determinados tiempos y los sociales otros. Al obviar estas diferencias se reproduce cierta hegemona de las ciencias biomdicas sobre las ciencias sociales, propias de las nociones paradigmticas de la segunda mitad del SXX, donde las ciencias humanas y sociales se las considera ÒinmadurasÓ o ÒblandasÓ en relacin a las ciencias bsicas o ÒdurasÓ, al no encajar en la lgica positivista dominante. Actualmente, las ciencias humanas y sociales, lejos de ÒparadigmatizarseÓ Ðo sea: adoptar mtodos de las ciencias duras-, se han desarrollado sustancialmente, generando mecanismos acordes a los fenmenos que estudia en la produccin de conocimiento cientfico. Estos aspectos se conjugan operando en todos los niveles de accin de una poltica pblica intersectorial.
Habitar lo comunitario en un dispositivo residencial
Como sujeto social, la subjetividad no es individual, es una produccin colectiva, surge del entramado relacional y su contexto social e histrico, es un pliegue del afuera que conforma un adentro (Deleuze, 1989). Nuestra subjetividad producto y productora de nuestro habitar, en su devenir cotidiano, muchas veces vuelve invisible la preponderancia de su lazo social. En un mundo atomizado, donde las personas suelen pensarse como individuos aislados y no como integrantes de redes de interacciones (Najmanovich, 2002), los lazos vitales del habitar aparecen debilitados, sin poder de accin, sin capacidad de afectar, sin posibilidad de generar vnculo. Paradjicamente, deja al sujeto en un lugar pasivo, donde ya no habita sino simplemente ocupa el espacio (Lewkowicz, Cantarelli, & Grupo Doce, 2003).
Cuando la categora de lo comn aparece vaciada de sentido o expropiada (Pal Pelbart, 2008) por contenidos de aislamiento, de miedo a los otros, acompaada de la banalizacin de los lazos afectivos, los espacios pblicos sufren un efecto de des-habitacin, pierden su cualidad de lugares y se tornan pasajes, materialidades puramente utilitarias, des-afectadas de los sentidos vitales. De all que los espacios pblicos aparecen desestimados, espacios de nadie, abandonados o utilizados como depsitos espaciales (çlvarez Pedrosian, 2010).
La psicologa social rioplatense y comunitaria nos aporta en la compresin del habitar en su dimensin simblica y relacional. Los vnculos, el lazo social desde lo compartido, los sentidos comunes y la dimensin poltica del sujeto desde su accin, construyen subjetividades, se expresan en habitares. La vida cotidiana contiene los elementos constitutivos de esto, los usos y sentidos compartidos, a los que estamos habituados, el sentido comn, tan natural e incuestionado que construye automatismos tambin implica mecanismos reproductivos que aplastan el sentido vital, sofocan la creatividad y obturan la posibilidad de transformacin. La psicologa social como crtica a la vida cotidiana y la psicologa comunitaria desde un paradigma de la transformacin crtica, contienen herramientas conceptuales capaces de abrir brechas en territorios aprensivos.
Al estudiar el habitar en este Centro residencial, pensamos en un habitar que es siempre colectivo y que incluye lo poltico como accin que incide directamente en el potencial creativo y transformador.
Habitar lo comunitario -que integra la dimensin poltica- se torna necesario para generar procesos creativos, en la posibilidad de una accin transformadora donde los sentidos se materializan en las construcciones de los espacios colectivos, construcciones materiales y virtuales, para cargarlos de sentidos compartidos, hacer historia, crear lazos. De esta forma valoramos la participacin, la desnaturalizacin y la reflexin crtica como herramientas intersubjetivas capaces de generar estas transformaciones, habilitando una adaptacin activa, un movimiento vital hacia el habitar (çlvarez Pedrosian & Blanco Latierro, 2013). En este sentido, el dispositivo se ha constituido en un factor clave en los habitares que se construyen en el Centro Residencial.
La nocin de dispositivo introducida por Foucault (1976) fue desarrollada por varios pensadores y muy utilizada en ciencias sociales. Nosotros nos aproximamos a los desarrollos que al respecto hacen Deleuze (1990) y Agamben (2011) para problematizar esta nocin y utilizarla como herramienta conceptual en el estudio de los habitares que se construyen en el Centro residencial que nos convoca.
En este sentido, Deleuze (1990) destaca que los dispositivos son mquinas para poder ver y para poder hablar. Se refiere a curvas de visibilizacin y de enunciacin. Tambin refiere a lneas de fuerza, tangenciales, que involucran la dimensin del poder y del saber, que pueden implicar lneas de subjetivacin, siendo stas ltimas un camino novedoso, creativo y autnomo en relacin a las dems lneas. Se distingue de esta forma lo nuevo, que es lo actual.
La novedad de unos dispositivos respecto de los anteriores es lo que llamamos su actualidad, nuestra actualidad. Lo nuevo es lo actual. Lo actual no es lo que somos sino que es ms bien lo que venimos siendo, lo que llegamos a ser, es decir, lo otro, nuestra diferente evolucin. En todo dispositivo hay que distinguir los que somos (lo que ya no somos) y lo que estamos siendo: la parte de la historia y la parte de lo actual. La historia es el archivo, la configuracin de lo que somos y dejamos de ser, en tanto que lo actual es el esbozo de lo que vamos siendo. De modo que la historia o el archivo es lo que nos separa de nosotros mismos, en tanto que lo actual es eso otro con lo cual ya coincidimos. (Deleuze, 1990, p. 159-160)
De esta forma, las lneas de los dispositivos pueden catalogarse en dos grandes grupos, uno referente a lo tradicional e histrico: las lneas de sedimentacin o estratificacin, y otro referente a lo actual y novedoso: las lneas de creatividad.
Para pensar el dispositivo referente a la organizacin del Centro tomamos adems los aportes de Agamben (2011) en alusin a una forma de gobierno, considerando las cuestiones administrativas que el dispositivo implica. El nfasis est puesto en lo que produce, ms que en lo que es. En este sentido, Agamben va a referirse a una actualidad en lo que producen los dispositivos como procesos de desubjetivcin. Aludiendo a dispositivos en la era capitalista, post-industrial donde la produccin refiere a sujetos pasivos, en una especie de hiper-adaptacin que no deja lugar a un sujeto ÒrealÓ.
Como consecuencia de ello, surgen el eclipse de la poltica que suponen los sujetos y las identidades reales (el movimiento obrero, la burguesa, etctera) y el triunfo de la economa, es decir, de una pura actividad de gobierno que no persigue otra cosa que su propia reproduccin. (Agamben, 2011, p. 262)
En el estudio de los habitares que se construyen en este Centro residencial notamos que la disposicin del Centro organiza y controla varios aspectos de la vida diaria de sus residentes, de forma similar a lo que Goffman (2001) llam Institucin Total. En este sentido, como establecimiento social donde se reside y se trabaja permanentemente, donde algunos residentes estn encerrados o se debe solicitar permiso especial para salir, y donde hay rutinas diarias administradas formalmente, el Centro adopta caractersticas propias de una Institucin Total generando fuertes procesos subjetivantes, en la llamada carrera moral (Goffman, 2001).
En este sentido, podemos identificar lneas de sedimentacin basadas en un modelo organizacional tradicional, inspirado en la lgica hospitalaria Ðel uso de uniformes diferenciados por tareas, la organizacin en turnos, una estructura de poder piramidal-, lo que contempla tambin un dilogo sostenido con otras clsicas organizaciones estatales. Por otra parte, lo actual del dispositivo se apoya en el sector social, desde la atencin a personas en situacin de calle, al incluir la dimensin de la salud dentro del llamado Sistema de Refugios, en una poltica de inclusin social. Tambin, hallamos diversas lneas de fuga, ya que el Centro acoge todo tipo de situaciones que requieren contencin habitacional y de cuidados, ms all del sistema pblico de salud, de las condiciones econmicas y de otros criterios que a priori se puedan establecer. A modo de una gran malla de proteccin social, las excepcionalidades son incluidas en este dispositivo en permanente transformacin, que ha sabido adaptarse Ðno sin dificultades- a diversas necesidades y emergencias sociales (por ejemplo el Centro ha acogido excepcionalmente a familias cuya vivienda fue incendiada o desplazadas por inundaciones y situaciones de violencia de gnero).
Tambin la micropoltica (Guattari, & Rolnik, 2006) que se despliega en el habitar colectivo contiene en potencia procesos creativos. Desde composiciones mltiples las personas se encuentran, se conocen y se conquista la confianza, se generan espacios de intimidad donde es posible crear. Estos pequeos espacios cotidianos contienen en potencia territorios existenciales que conectan con nuevas formas de relacionamiento, antes no experimentadas y que dan lugar a procesos inclusivos desde la superacin de miradas estigmatizantes.
ÒÉentonces cuando vinieron y me dijeron Òvamos a poner una cama acÓ (É) y la mujer tena una pinta de loca que se rajaba y yo dije <Áno! ÀLa loca?> y, me dijeron <no, no es loca>(É) Bueno, al final vino la loca, que la loca tiene algn tipo de demencia, (É) una encefalopata Ðme dijeron- (É) ac le pusieron como condicin <te quedas pero si dejs de fumar> (É) entonces cuando le vena la locura (yo) le daba charla, le daba caramelo y ah la llevaba a caminar, iba y vena, entonces con ella era con quien charlaba ms, porque es una mujer que no te digo que es culta, pero ella sabe escuchar mucho (É) entonces era la persona con la que ms hablaba.Ó Entrevista A
Si slo operan las lneas de sedimentacin del dispositivo, en este caso encontraremos un habitar institucionalizado, similar a la crcel o al hospital, como una Institucin Total. En el discurso de los entrevistados hallamos tambin un sentido Ðen apariencia novedoso- asociado a la Casa del Gran Hermano, que contiene las mismas lgicas propias de la sociedad de control, desde la figura de panptico, actualizada en la sociedad del espectculo, desde el entretenimiento como nico espacio para lo comn, donde el protagonismo se adopta desde la competencia que slo busca la permanencia ante la amenaza de la exclusin.
Ò(É.) hay mucha gente que no... que no s qu piensa de la vida, (É), que estn, no s, en la casa de Gran Hermano, Àentends? el equipo tcnico el confesionario, las cmaras que tens por el pasillo, por todos lados (risas) escuchme, cuando te dan el alta dicen <ests nominado> ÉÓ Entrevista J
CONCLUSIONES
Lo comunitario en la construccin de habitares colectivos
Considerando una poltica social con objetivos de inclusin, los aspectos naturalizados concernientes a la exclusin emergen como impensados, generalmente en la forma de estigmas que sitan a los sujetos en el lugar de asistidos, sujetos pasivos a los que hay que recuperar para re-insertar en la sociedad. Esto se produce con ms fuerza en una tendencia homogeneizante, propia de las Instituciones Totales, que instala prcticas de asistencia indiferenciada, tratando de igual modo a quienes necesitan asistencia bsica y a quienes no. De esa forma, se obtura las capacidades de los sujetos, quienes son considerados pasivos, ms all de su condicin. En este sentido, pensar el dispositivo residencial de manera diferente y distanciarlo de la lgica de las Instituciones Totales, puede aportar a generar procesos novedosos. Por su parte, adems de lo que propone el dispositivo, los sentidos simblicos de la exclusin social se encuentran en los propios sujetos involucrados, residentes y trabajadores en su conjunto, por lo que amerita ser desnaturalizado y problematizado, como va privilegiada para su transformacin. Estos son aportes sustanciales de la Psicologa Social Comunitaria en el abordaje de los procesos psicosociales (Montero, 2004). De esta forma, las figuras del loco, el hombre de la calle, el discapacitado o los viejitos Ð que han sido los ms discriminados en las entrevistas- ameritan un tratamiento colectivo, de reflexin e intercambio acerca de los sentidos implcitos en estas categoras, que rompa con modelos estereotipados y estigmatizados.
Ò Éno es nada malo, ac uno viene a recuperarse, as venga de refugio o de una casa, yo pienso que eso es una etiqueta que no se debera, porque por ejemplo sacarle la etiqueta, una de las cosas que a m me molesta por el lado de la discriminacin, que (É) digan <el diabtico> o sea <hay que llevarle la comida para el diabtico>, yo estoy esperando y ya me canso porque el diabtico tiene nombre y apellido, ya me cans (É) quieras o no, atrs de eso hay una discriminacin, inconscientemente lo es... ojo tambin me refera a la discriminacin por el tema del refugio.Ó Participante - Instancia Grupal
La dimensin poltica de la exclusin y los aportes que la PSC destacan los procesos participativos, sealan la importancia de los residentes en la toma de decisiones relativos a su habitar en el Centro. El habitar comunitario, que alude al empoderamiento de las dinmicas cotidianas, se encuentra silenciado, pues la participacin en instancias de toma de decisin en la vida cotidiana de los residentes es escasa o depende exclusivamente de las singularidades. El nico espacio colectivo promovido desde la organizacin y de referencia para los entrevistados, alude nicamente a la recreacin, en sintona con lgicas dominantes que nos remiten a la sociedad del espectculo. Sin embargo, la reflexin colectiva y la problematizacin de las condiciones de existencia, que inicialmente parece desafectado, cuando se propone como actividad encuentra una actitud crtica y propositiva, con buen nivel de participacin, lo que indica inters y capacidad de accin. Este es un aspecto a fortalecer como parte de los procesos inclusivos. En este sentido, la reflexin sobre los procedimientos y la gestin en el Centro se integran en esta micropoltica cotidiana.
El dispositivo ha adoptado una forma flexible, mostrando capacidad de adaptacin a las dinmicas sociales. Esto expresa una fortaleza, si bien se ha tensionado la calidad en la atencin por el creciente nmero de residentes en relacin al personal que se mantiene estable. Tambin la personalizacin en el vnculo entre operadores y usuarios (Rodrguez et al., 2012) ha habilitado, en algunos casos, la asuncin de estrategias acordes a cada situacin tendientes a la inclusin y la singularizacin de los procesos.
Si proyectamos lneas de fuga, el habitar en el Centro puede pensarse como una micro urbanidad, cuyos lazos de vecindad exigen espacios de encuentro donde co-gestionar el espacio compartido; asimismo podemos pensar en un habitar colectivo asociado a un gran proyecto comn Ðde soporte material y afectivo- al estilo de una cooperativa asociada desde el compaerismo, la solidaridad y la co-responsabilidad. Las prcticas discursivas sobre los vnculos generados en el Centro refieren principalmente al ser compaeros, lo que tambin remite a diversos espacios de socializacin como el espacio educativo y el laboral. A su vez, el modelo cooperativo de trabajo, que est presente en la mayor parte de los trabajadores del Centro, contiene un modelo de relacin social desde lo colectivo que fortalece stos procesos tambin en los residentes. Sin duda, estos trazos requieren flexibilizar estructuras organizacionales tradicionales, sobre todo si consideramos el potencial transformador que esta experiencia contiene.
Al pensar los procesos inclusivos desde los factores relacionales, las condicionantes histricas juegan un papel fundamental, operando tanto en la interpretacin que los sujetos hacen de los otros como diferentes, como en una modalidad vincular para con ellos. A nivel social, las improntas culturales que acompaaron las polticas dictatoriales -en materia de gobierno- y neoliberales -en materia econmica-, se encuentran operando en las relaciones sociales actuales, como formas aprendidas y naturalizadas, por ello tambin incuestionadas. Es por esto que valoramos el abordaje de estos aspectos explcitamente, como tarea colectiva, de reflexin y problematizacin necesaria para generar procesos inclusivos. La instancia de trabajo grupal en el proceso de esta investigacin, ha confirmado esta afirmacin, pues lo grupal como dispositivo y como acontecimiento, gener inters, participacin y empoderamiento. Muchos de los participantes no slo agradecieron la instancia, sino que apelaron y valoraron la necesidad de estos espacios para promover el conocimiento mutuo, la participacin de aquellos que no lo hacen espontneamente, la reflexin crtica sobre las formas de habitar y la negociacin de sentidos como accin poltica en el habitar colectivo.
Desde las propuestas del Centro, el llamado Òespacio de recreacinÓ, es el nico que actualmente se reconoce como espacio colectivo de integracin. Si bien este espacio aporta al habitar colectivo y es valorado por los residentes, tambin refuerza simblicamente los sentidos asociados a la Òsociedad del espectculoÓ, que promulga al entretenimiento como nico espacio posible para el encuentro. Esto opera de forma incuestionada, promoviendo un lugar pasivo Ðel de espectador- y limitando otras posibilidades de encuentro.
En los resultados encontramos la dimensin poltica minimizada, lo que debilita los procesos inclusivos. Esta dimensin es necesario abordarla en colectivo junto a otros actores del Centro, especialmente con quienes ejercen la funcin de gobierno (tcnicos y acompaantes), pues se encuentra en potencia en sus habitantes en un dispositivo que la constrie. De igual forma, los espacios de encuentro con todos los habitantes (residentes y trabajadores) se tornan necesarios en la generacin de procesos colectivos, de inclusin y reconocimiento del Otro. Entendemos que estas actividades propuestas necesitan sostenerse sobre una organizacin acorde, que aborde Òlo socialÓ integralmente y de forma especfica, lo que requiere de un equipo de trabajo diferenciado de aquel que realiza las gestiones cotidianas, asociadas generalmente a procesos burocrticos y de control Ð represin.
A su vez, generar procesos de fortalecimiento de la capacidad de reflexin crtica exige dialogar con un modelo mdico que es hegemnico y que presenta serias dificultades en la comunicacin, donde el lugar del paciente coloca a los sujetos en una posicin pasiva y sumisa, lo que tensiona el fortalecimiento de la autonoma. Por su parte, en el estudio encontramos que la apropiacin del saber mdico facilita la llamada Òadhesin al tratamientoÓ, por lo que los espacios de comunicacin y aprendizaje desde dispositivos grupales (Pichn-Rivire, 1985), pueden ser vas regias para el logro de los objetivos del Centro. La comunicacin y el aprendizaje, tambin como instancias creativas, constituyen elementos centrales en el abordaje de los fenmenos vinculares. La reflexin crtica y la problematizacin, constituyen instrumentos para la intervencin social en la construccin de ciudadana. La generacin de espacios de capacitacin - problematizacin para los trabajadores en los Centros de salud, que aborden integralmente a los sujetos, incluyendo los procesos psicolgicos y sociales, constituye una va privilegiada para generar procesos inclusivos en las particularidades de este sector (De Lellis, 2010; Morales Calatayud, 1997; Rodrguez, 2007; Saforcada et al., 2010).
Ante la pregunta por los procesos inclusivos, estos se encuentran potencialmente en el habitar colectivo, principalmente desde las relaciones establecidas y desde el acceso a derechos como son la salud, los cuidados u otros que se vehiculizan desde el Centro. Para habitar lo comunitario, pensamos que la dimensin poltica amerita ser fortalecida, pues los niveles de participacin en el Centro son limitados, lo que debilita la autonoma de los sujetos, ms an considerando que sta muchas veces se encuentra afectada por la afeccin orgnica involucrada en el ingreso. En este sentido, las relaciones que en el Centro se establecen son potencialmente inclusivas, pues desde el vnculo se generan nuevos habitares sobre la base del conocimiento mutuo, el dilogo y el apoyo emocional, si bien algunos habitantes se adaptan excesivamente al dispositivo, asumiendo algunos aspectos estigmatizantes, enfatizando el control y la individuacin de los procesos. En estos casos es cuando emerge el otro como amenaza, como distraccin de los objetivos individuales, y se deposita el saber y el poder exclusivamente en la autoridad, ya sean las acompaantes, los tcnicos o el Estado. Esta tensin tambin constituye el habitar en el Centro. Por su parte, quienes tienen experiencia en instituciones del Estado, u otros, cuyo devenir histrico ha aportado herramientas de accin social y poltica, movilizan, interpelan y generan procesos novedosos, reflexionan sobre el habitar colectivo y generan propuestas concretas. Estas voces ameritan espacios de accin, lo que redundara en el fortalecimiento de los procesos colectivos e inclusivos de todos los residentes.
La dimensin de lo colectivo siempre est presente, en tanto el habitar con otros emerge espontneamente, principalmente en los encuentros cotidianos, aunque tensionado por una tendencia homogeneizante. Nuevamente la dimensin poltica incide desde el pensarse con otros o entre otros, y es un aspecto que se configura en relacin a la dimensin histrica Ð singular, pues es escasamente abordada desde el Centro, donde aparece nicamente desde cuestiones reglamentarias. La dimensin de lo colectivo se vivifica desde los procesos compartidos, tanto a nivel histrico como econmico y poltico. Se potencia desde los espacios de encuentros, los que no siempre son posibles. Habitar lo comunitario requiere fortalecer estos aspectos, la participacin, el conocimiento mutuo, la reflexin crtica sobre las condiciones del habitar colectivo.
Finalmente, un aspecto importante de los sentidos que se construyen desde el habitar en este Centro, tiene que ver con la vida, especialmente con las materialidades asociadas a esta. As, la recuperacin de un cuerpo sano y de la autonoma personal, y el tener un lugar, son los principales sentidos presentes en este habitar. La dimensin de lo comunitario introduce el potencial transformador de esta experiencia, desde el fortalecimiento de los procesos participativos, nos referimos a un movimiento vital con el poder de transformar y crear nuevas formas de habitar lo colectivo.
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