Introducción y problema
La formación integral de los estudiantes y la calidad de la educación son temas relevantes en el contexto actual, especialmente en América Latina y el Caribe. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2015) introdujo la Agenda 2030 en el ámbito educativo, enfocada en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4, que busca garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos. En este contexto, las demandas de una sociedad globalizada, los nuevos paradigmas educativos, el rezago académico y la necesidad de revinculación generan tensiones y desafíos en la labor educativa, especialmente en la formación de habilidades socioemocionales (HSE), las cuales han adquirido mayor relevancia debido a la pandemia por COVID-19.
Las HSE son fundamentales para la gestión y la adaptación a nuevas formas de ser, hacer y estar, y son esenciales para el funcionamiento global efectivo del ser humano y para una interacción exitosa con los demás. Comprender el desarrollo y la formación de estas habilidades, tanto en estudiantes como en adultos, es crucial para avanzar hacia una educación sostenible.
Por otro lado, las investigaciones han destacado dos factores fundamentales para mejorar los aprendizajes: la enseñanza, que depende directamente de los docentes, y el liderazgo, que influye de manera indirecta en los aprendizajes de los estudiantes y directamente en el desarrollo profesional docente. Por lo tanto, el liderazgo juega un papel clave en la mejora de la docencia y los resultados de los estudiantes (Flessa et al., 2018; Robinson & Gray, 2019; Tian & Huber, 2019; Weinstein & Muñoz, 2018). En este sentido, es de gran importancia analizar el liderazgo educativo en relación con las HSE, comprendiendo su relevancia e implicaciones.
Esta temática adquiere mayor relevancia en el contexto actual, donde el liderazgo pedagógico que impacta en el aprendizaje y en el desarrollo profesional docente (DPD) requiere un dominio relacional fundamental. Esto implica crear una organización abierta al aprendizaje colectivo e individual, poniendo en el centro las necesidades reales de aprendizaje de los estudiantes en función de las demandas del contexto inmediato, de una sociedad globalizada e hiperconectada tecnológicamente, así como de generar bienestar socioemocional para el desarrollo integral de la educación (CASEL, 2021).
Por ello, este estudio sitúa el aprendizaje emocional como un aspecto clave para mejorar el aprendizaje de niños, jóvenes y adultos. Al respecto, la literatura especializada ha aportado evidencia sobre la relevancia de las HSE en el desarrollo humano, educativo y organizacional. Y si bien se observa un creciente interés por la formación y el desarrollo socioemocional en los diversos ámbitos del sistema educativo, las políticas educativas aún son incipientes en esta materia.
En cuanto al liderazgo para el DPD, es un campo emergente debido a la racionalidad técnica predominante en el siglo XX y que aún permea el siglo XXI. Los avances tecnológicos, las tendencias globales, las crisis sociales, el aumento de las enfermedades y las nuevas formas de relacionarse y aprender demandan que los líderes educativos posean habilidades acordes a los tiempos cambiantes y desafiantes.
Por lo expuesto, el objetivo del presente estudio es analizar la relevancia de las habilidades socioemocionales en el liderazgo educativo del siglo XXI, a partir de las reflexiones de diversos expertos en el ámbito educativo de América. El propósito guía ha sido contribuir al avance en el campo de la educación ―especialmente en lo referido a formación― y a la mejora de las prácticas de liderazgo en el contexto educativo mundial.
Antecedentes
En cuanto a las HSE, Montecinos (2020) identifica competencias socioemocionales necesarias para promover relaciones profesionales positivas en los centros escolares, como la conciencia de sí mismo, la conciencia social, los valores prosociales, el sentido de autoeficacia, la regulación emocional y la pertinencia cultural-inclusiva. Asimismo, muestra que estas competencias mejoran el clima laboral y promueven la responsabilidad compartida en la consecución de metas institucionales, el bienestar psicológico, la convivencia escolar y los resultados académicos y socioemocionales de los estudiantes.
Chen y Guo (2020) llevaron a cabo un estudio en China cuyos resultados muestran una relación positiva entre la inteligencia emocional de los directores, su comportamiento de liderazgo instruccional y las estrategias de instrucción implementadas por docentes. En este contexto, enfatizan que los líderes escolares emocionalmente inteligentes tienen la capacidad de crear resonancia en sus entornos escolares. Esto se traduce en la creación de condiciones favorables para los maestros y un mayor apoyo para que los estudiantes prosperen, tengan logros y alcancen el éxito. Estos hallazgos resaltan la importancia de que los líderes escolares desarrollen habilidades emocionales que les permitan comprender y brindar apoyo emocional a su personal docente.
Bolden et al. (2020) sostienen la necesidad de un "liderazgo colectivo", en el que los líderes movilicen la experiencia colectiva para la identificación y resolución de problemas, promoviendo la confianza, la honestidad y el compromiso con un propósito compartido.
Cortez (2020) ha identificado el liderazgo positivo como una respuesta clave en el contexto de la pandemia. Este se basa en la creación de ambientes positivos que permiten el desarrollo integral de la comunidad educativa; promueve prácticas de apoyo genuinas, justicia y ética, así como el cuidado del bienestar de las personas, lo que conduce a una mayor responsabilidad compartida, un enfoque centrado en apoyar a los estudiantes y un mejor desempeño académico.
Por medio de métodos analíticos y sintéticos, una revisión crítica de la literatura, así como un análisis deductivo e inductivo, y un metanálisis para diseccionar la interacción y la interdependencia entre los enfoques de liderazgo, Harris et al. (2021) enfatizaron la importancia del liderazgo de sistema. Estos enfoques reconocen la necesidad de comprender la organización como un todo y de influir en el entorno externo, el sistema y los elementos del sistema para lograr objetivos comunes. El líder de sistema adopta una perspectiva de modelado y resolución de problemas, trabajando con principios de complejidad y pensamiento sistémico para generar nuevos patrones de comportamiento y transformación colectiva e individual.
En el contexto post-pandémico, las palabras de Senge (1993) cobran relevancia, ya que las personas y las organizaciones han tenido que desaprender y aprender rápidamente. Las HSE, como la adaptación al cambio, la flexibilidad, la autoconciencia, el manejo del estrés y el liderazgo personal, han sido cruciales, especialmente para los líderes de organizaciones educativas y de salud. Es evidente que, en situaciones de crisis, el liderazgo adquiere una importancia vital debido a su campo de influencia, manejo y organización.
Nava-Lara et al. (2022) realizaron una revisión sistemática sobre el estado del arte de la investigación sobre HSE en directores de educación básica. Los hallazgos muestran que existe una brecha importante respecto a las HSE identificadas en los artículos revisados. Por otra parte, se aprecian retos y aparentes vacíos, por lo que dan cuenta de necesidades de investigación respecto al tema, además de nuevos resultados que subsanen limitaciones en muestras más representativas y a través de estudios mixtos.
En cuanto al liderazgo, un estudio realizado por Costela y Lucena (2016) en instituciones españolas mostró efectos positivos en áreas como la educación, la salud física y mental de la comunidad educativa, y la mejora de las relaciones interpersonales. Estos hallazgos resaltan la necesidad de incluir la inteligencia emocional en los programas de formación de directores a través del coaching, enfatizando la importancia de ejercer un estilo de liderazgo emocional para mejorar la organización y la calidad educativa.
En un estudio basado en el análisis de discursos de rectores de universidades mexicanas, Valles Ruiz (2019) identificó que predominaba un tipo de liderazgo transformacional, caracterizado por un estilo comprensivo y empático. Estos líderes invitaban a la comunidad universitaria a aprender de la experiencia y promovían lineamientos ordenados, colaborativos y cuidado de los equipos. Esta forma de liderazgo ha demostrado ser efectiva para fomentar el aprendizaje y la motivación en el entorno universitario.
El liderazgo distribuido también ha cobrado relevancia durante la pandemia. Harris et al. (2022) han examinado la relación entre el liderazgo distribuido y resultados positivos en el ámbito educativo. Se ha encontrado una asociación positiva entre el liderazgo distribuido y el optimismo académico, la confianza, la colaboración, el compañerismo de los docentes, la motivación para contribuir al cambio educativo, el compromiso organizacional y el profesionalismo docente. Estos hallazgos destacan la importancia de entornos de trabajo menos jerárquicos y más democráticos para el desarrollo efectivo del liderazgo distribuido.
Fundamentación teórica
Uno de los marcos referenciales más reconocidos y utilizados a nivel internacional es el llamado CASEL: Colaboración para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional, por sus siglas en inglés. Este promueve el concepto de Aprendizaje Social y Emocional (SEL en inglés) como parte integral de la educación y el desarrollo humano. El SEL implica que jóvenes y adultos adquieran y apliquen conocimientos, habilidades y actitudes para desarrollar identidades saludables, manejar las emociones, establecer y mantener relaciones de apoyo y tomar decisiones responsables y afectuosas. El marco de CASEL (2021) aborda cinco áreas de competencia amplias e interrelacionadas: autoconciencia, autocontrol, conciencia social, habilidades sociales y toma de decisiones responsables. Estas habilidades pueden desarrollarse desde la infancia hasta la edad adulta y en diversos contextos culturales.
El abordaje teórico existente sobre las habilidades socioemocionales (HSE) ha enfrentado diversos desafíos, principalmente debido a su carácter polisémico y a la falta de claridad conceptual en su denominación y operacionalización (Arias et al., 2020). Dentro de los conceptos utilizados para referirse a las HSE se encuentran competencias transversales y emocionales, recursos personales, habilidades emocionales y habilidades no cognitivas, todos conceptos que surgieron de la teoría de las inteligencias múltiples, en la cual Gardner (1995) destacó las inteligencias interpersonal e intrapersonal, que se complementan con la noción de inteligencia emocional propuesta por Goleman (1996).
La UNESCO (2021) define las HSE como conocimientos, destrezas y actitudes que permiten a las personas relacionarse consigo mismas y con otros de manera saludable, en un mundo socialmente interconectado, como sujetos autónomos, responsables y motivados. Es importante destacar que, en el contexto educativo actual, la UNESCO ha impulsado la Agenda 2030, donde el objetivo de desarrollo sostenible 4 (ODS4) plantea la calidad en el aprendizaje integral de los estudiantes, aspecto que se relaciona directamente con las habilidades interpersonales e intrapersonales necesarias para un funcionamiento global efectivo e interacciones exitosas con los demás (Domitrovich et al., 2017). Asimismo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2021a) sostiene que las HSE son determinantes en la capacidad de los ciudadanos para adaptarse, ser ingeniosos, respetar y trabajar bien con los demás, así como asumir responsabilidades personales y colectivas. Además, la OCDE (2021b) ha desarrollado la Encuesta sobre Habilidades Sociales y Emocionales (SSES) con el fin de recopilar datos de estudiantes, padres y maestros sobre las habilidades sociales y emocionales de estudiantes de 10 a 15 años. Los hallazgos sugieren nuevas formas de orientar las políticas educativas y de ayudar a los líderes y profesionales de la educación en el monitoreo y la promoción de las habilidades sociales y emocionales de los estudiantes.
Al respecto, Lagos San Martín et al. (2023) reconocen que la UNESCO y OCDE han impulsado a que las políticas públicas en Chile promuevan la educación socioemocional, la plasmen en los principios y valores de los modelos educativos de las instituciones de educación superior, así como en los objetivos de aprendizaje transversales de las bases curriculares de la educación primaria y secundaria del sistema educativo chileno, y la instalen como un deber más en los estándares de la profesión docente.
En relación con el liderazgo educativo, se lo entiende como la labor de movilizar e influenciar a otros para articular y lograr las intenciones y metas compartidas de la escuela (Leithwood, 2009). Existe evidencia abundante que destaca que los líderes son considerados el segundo factor de influencia más importante en la mejora educativa y que aquella es directa sobre el DPD. Sin embargo, en las últimas décadas ha predominado un enfoque de liderazgo centrado en el desarrollo de conocimientos técnicos, dando mayor importancia a la perspectiva racional sobre la emocional. En este sentido, la investigación educativa ha prestado poca atención al valor de las HSE como aspectos clave en la gestión e influencia del líder directivo.
Elmore (2010, p. 13) sostiene que “el liderazgo consiste esencialmente en crear, alimentar y desarrollar la capacidad de los docentes y estudiantes para que se involucren en un aprendizaje de alto nivel y para que reflexionen sobre su propia práctica de aprendizaje”. Afirma que esto solo es posible a través de un cambio en los valores, las normas, los comportamientos y las creencias de directivos y docentes, lo que implica un rediseño profundo de las escuelas, para convertirlas en lugares donde tanto los adultos como los jóvenes aprendan.
Es fundamental crear condiciones emocionales y afectivas que generen ambientes protectores y propicios para el aprendizaje en el aula. Del mismo modo, el liderazgo también requiere de dichas condiciones, incluso siendo un aprendizaje entre adultos. En este sentido, las habilidades intrapersonales e interpersonales son fundamentales para el desarrollo cognitivo, personal y profesional.
Goleman y Senge (2016) combinan las dimensiones del cerebro, la inteligencia emocional y el liderazgo en tres enfoques. El primero se refiere a la autoconciencia, que requiere centrarse en uno mismo, en el mundo interior y conectar con el propio sentido de propósito y aspiraciones más profundas. La empatía es el segundo enfoque, que implica sintonizarse con otras personas y tener compasión; estas habilidades sociales permiten comprender la realidad de los demás y trabajar juntos, lo que es crucial para establecer relaciones efectivas y conectadas. El tercer enfoque se relaciona con el pensamiento sistémico o la comprensión del mundo en su sentido más amplio, es decir, cómo los sistemas interactúan y crean redes de interdependencia en diferentes contextos, ya sea en una familia, una organización o en el mundo en general.
Cheng et al. (2021) encontraron que las emociones de los docentes afectan las relaciones entre colegas. Por tanto, las emociones positivas (ejemplo: amor, autoafirmación-orgullo, disfrute) aumentan sus posibilidades de ser proactivos y construir relaciones de confianza. En cambio, la fatiga y la ansiedad afectan negativamente su desarrollo profesional docente en factores como la interacción cooperativa, el respeto por la competencia, el juicio profesional, el entusiasmo por el trabajo, la voluntad de ayudar a los estudiantes y brindar apoyo social. En consecuencia, este estudio refuerza la importancia de fortalecer y cuidar las emociones docentes, por la relación con su DPD.
La UNESCO (2021) promueve el desarrollo de HSE en las personas debido a los beneficios que generan en el bienestar, el manejo de conflictos y la capacidad de fortalecer el pensamiento crítico para tomar decisiones informadas en la vida. Sin embargo, a pesar de que la inteligencia emocional y el desarrollo de HSE en el liderazgo se han convertido en temas relevantes, también se reconoce que son difíciles de lograr.
Los aportes de Flessa (2021) son contundentes al destacar que, entre las nuevas habilidades valoradas en el trabajo directivo durante la pandemia, se encuentran la comunicación y la resiliencia. Por ello, también apoyar y formar a los docentes se convierte en la primera responsabilidad de los líderes escolares, ya que su impacto en el aprendizaje estudiantil es significativo. Asimismo, Flessa (2023) se une al debate entre las concepciones comúnmente opuestas entre líder y gestor/administrador, señalando que ambos roles son complementarios y muy importantes en tiempos de contingencia y crisis dada la complejidad de los escenarios. Por tanto, desafiar la gramática escolar como opción de crear escuelas con liderazgos diferentes es una discusión que se abre a partir de la crisis del 2020 como consecuencia del experimento natural de la pandemia; sin embargo, en 2023 pareciera que las escuelas no necesariamente han cambiado, lo que hace necesario evaluar qué está ocurriendo en este sentido.
Vaillant y Marcelo (2021) subrayan la importancia de la dimensión socioemocional como uno de cuatro procesos innovadores que permiten la mejora de la formación docente. Relacionan la desmotivación y el abandono en la educación con la falta de adaptación emocional y personal. También destacan las altas tasas de abandono en la profesión docente, resaltando la necesidad de apoyo emocional para los profesores noveles. Abogan por una formación docente integral que incluya la dimensión socioemocional, más allá de la teoría. Finalmente, enfatizan el papel crucial de los formadores de docentes y la necesidad de dedicar tiempo al desarrollo personal y profesional.
En suma, se puede apreciar que la literatura especializada destaca la importancia de desarrollar HSE en el liderazgo. Estas habilidades permiten promover prácticas colaborativas, generar condiciones favorables para el aprendizaje y contribuir al bienestar de los estudiantes y los profesionales de la educación. El liderazgo emocionalmente inteligente es fundamental para influir en el DPD, enfrentar desafíos actuales, gestionar cambios y construir un futuro educativo sostenible.
Diseño y metodología
La presente investigación se aborda desde una perspectiva interpretativa y crítica y desde un enfoque cualitativo de investigación. Se basa principalmente en el interaccionismo simbólico y la fenomenología, y emplea la entrevista en profundidad como técnica principal de recopilación de información.
Se efectuaron siete entrevistas a expertos; los criterios de selección se basaron en la formación y la experiencia relacionada con la línea de investigación (liderazgo y desarrollo profesional docente), así como la voluntad de participación.
La metodología empleada para el análisis fue inductiva; se efectuó codificación abierta para etiquetar de manera exploratoria y artesanal los dichos de los entrevistados; el primer nivel de análisis fue complementado con el uso de las herramientas de codificación y resúmenes de Inteligencia Artificial del software Atlasti® versión 2023. A partir de esto se realizó una codificación selectiva para determinar algunas categorías, mediante la generación de nubes de conceptos para cada entrevista y para el conjunto total, además del análisis de co-ocurrencias, la visualización de enraizamiento y densidad de los códigos y la reconfiguración en grupos de códigos. Finalmente, se elaboraron redes semánticas, a partir de las cuales se detectaron tanto recurrencias como divergencias en las voces de los expertos.
Resultados
Por medio del análisis de preguntas abiertas realizadas a los expertos, el estudio de recurrencias y el reconocimiento de teorías emergentes se identificó que las HSE son ampliamente reconocidas por los entrevistados como elementos esenciales para el crecimiento y el desarrollo profesional de docentes y directivos de los tres niveles del sistema educativo chileno (regular y superior).
Los expertos definen, en general, estas habilidades como aquellas capacidades inherentes a los seres humanos útiles para conocerse a sí mismos, desarrollar conciencia de su propia identidad y establecer relaciones significativas con sus propias emociones y las de los demás. En este contexto, se identificaron ciertas HSE que los directivos necesitan para impactar pedagógicamente en sus docentes. Estas fueron valoradas en función de su relevancia y se presentan en la Tabla 1, en orden decreciente, tal como surgieron de las voces de los expertos.
En síntesis, según las percepciones de los expertos, las HSE más relevantes son la comunicación ―destacándose dentro de ella la escucha activa y comprensiva―, la empatía, la autorregulación emocional, el autoconocimiento y la habilidad de colaboración.
Hallazgos en relación con la influencia de las HSE
Emergen comprensiones y relaciones importantes respecto al campo de influencia que las HSE tienen:
1. Son consecuencia de otras HSE (ej.: escucha, empatía) y del desarrollo emocional de las personas.
2. Influyen en los ambientes laborales (seguridad psicológica y para aprender) y en la convivencia escolar. Por tanto, no hay DPD en ambientes hostiles.
3. Poseen alto potencial para generar aprendizajes organizacionales a nivel colectivo e individual (comunidad de aprendizaje), por su poder de generar ambientes positivos y de creatividad.
4. Tienen injerencia en las relaciones de poder.
5. Son causa de la Inteligencia Emocional de los directivos y, necesariamente, se vinculan a aspectos éticos y morales.
Son fundamentales en el ejercicio de distribución del liderazgo.
7. Se relacionan con tipos de liderazgos emergentes como el Positivo, Distribuido y Pedagógico.
Hallazgos en relación con la preponderancia de la colaboración
A diferencia de lo que ocurre con otras HSE, la mayoría de los expertos no aluden de forma directa a las habilidades de colaboración. Sin embargo, de sus expresiones puede inferirse que las HSE son clave para ejercer un buen trabajo colaborativo con base en la confianza relacional, dentro de la organización educativa. Concuerdan sobre el potencial que posee la colaboración como práctica de excelencia para el aprendizaje profesional o desarrollo profesional situado, propiciando ambientes laborales nutritivos donde las relaciones positivas entre directivos y docentes los conviertan en co-aprendices con un propósito compartido. En palabras del Experto 1:
Forjar propósito compartido, involucra las HSE del líder para generar capacidad de colaborar y ayudar a otros a colaborar de manera efectiva. Y para colaborar bien se requiere confianza, porque al final de cuentas, el cambio o transformación sucede a la velocidad de la confianza y la confianza se desarrolla a través de vínculos emocionales.
Hallazgos con relación al déficit de HSE en la formación y en las políticas educativas
Los expertos coinciden en el déficit en la formación respecto de las HSE, no solo en la formación inicial docente, sino también en el postgrado y en la formación continua. Concuerdan en que no reciben la atención necesaria, lo que genera una desconexión entre lo cognitivo y lo emocional en la práctica educativa. Particularmente, esta problemática pareciera ser en la FID un fenómeno curricular:
... si revisamos los currículums en Chile, la mayor parte tiene una alta carga cognitiva. Pero, ¿dónde aparece el factor socioemocional? Empieza con la práctica. Por eso es que una buena estrategia de formación inicial son las prácticas tempranas. (...Pero) la mayor parte del currículum no tiene la intención de generar el desarrollo de habilidades en la práctica vivencial. (Experto 3)
El Experto 2 desde su vivencia comenta: “En mi propia experiencia como formador de posgrado, lo socioemocional queda al arbitrio personal…” En este mismo sentido, el Experto 5 señala:
Las HSE no tienen el lugar que deberían tener, tanto en formación inicial como en el desarrollo profesional, es decir, que los módulos que involucren el desarrollo de habilidades socioemocionales están presentes solo en algunos programas y cuando lo están, lo están como de una manera complementaria (…) Cuando revisas la currícula, o si visitas las instituciones, se observan pocas instancias en las que se trabaja la reflexión sobre la práctica. Es decir, pocas instancias de talleres, por ejemplo, donde se observan clases y se trabaja sobre esa observación. (...) para mí es fundamental poder pensar en tener esas instancias de formación en la práctica de esas habilidades socioemocionales.
Como se puede apreciar, hay coincidencia en el déficit existente en la formación de HSE, aludiendo a la vivencia, la práctica y la reflexión sobre la práctica como necesarias para su desarrollo. El experto 4 señala que el problema evidente es que se las piensa desde los contenidos exclusivamente, cuando dice que “en educación las HSE solo se conceptualizan y no se desarrollan” y este problema me lleva a otras preguntas, que son: primero ¿en qué medida los directivos las reconocen como importantes?, segundo ¿trabajan en esa relación? y tercero, ¿cómo las desarrollan?
Las voces de los expertos son taxativas en cuanto a que la posible causa o raíz de los déficits mencionados radica en la formación de los formadores. Por tanto, se apalanca la idea de que la calidad de aprendizaje que reciben, tanto docente como líderes educativos, es fundamental, y requiere ser reformulada en línea con las demandas actuales de la sociedad. Al respecto, el experto 6 sostiene:
…Esto ayuda a pensar que, si tú quieres mover ese tipo de aprendizaje profundo, vas a necesitar líderes que también hayan tenido una experiencia de formación así, y eso, implica que la formación también tiene que hacer un vuelco.
Con relación al contexto chileno, los expertos locales aluden a la política educativa resultista; en particular, el experto 7 la califica como “precaria y poco concentrada en el desarrollo y bienestar socioemocional del líder (…) existe una política educativa restringida respecto a lo que tiene que hacer y no necesariamente cómo deber ser, pero para poder hacer debe estar conectado con el ser”.
Hallazgos en relación con la centralidad de las HSE
Los desafíos para transformar el paradigma educativo vigente suponen avanzar desde lo declarativo a la acción. Si bien es cierto que las HSE son percibidas como centrales, para el caso chileno, desde la política docente, recientemente emergen en los Estándares de Formación Profesional Docente (CPEIP, 2021), además de estar esbozadas en el Marco para la Buena Dirección y Liderazgo Escolar (Ministerio de Educación de Chile, 2015). Al respecto, los expertos refieren que las HSE:
1. Generalmente son percibidas como parte de la personalidad, por tanto, son asumidas como parte del desarrollo personal.
2. Están insertas en la dimensión completa del ser humano y en su complejidad, puesto que cohabitan con la ética, los valores, las creencias, las experiencias, la cultura y la capacidad del líder para influenciar a otros mediante su coherencia.
3. Las políticas educativas imperantes en Chile no han puesto un énfasis consistente en las HSE, y comenzaron a ser valoradas en medio de la pandemia del COVID-19.
4. Es urgente avanzar en línea con las investigaciones educativas y con los avances de la Inteligencia Artificial, que demuestran la necesidad de generar un aprendizaje verdaderamente integral. El cambio de paradigma es visualizado como un gran desafío.
5. Es preciso avanzar hacia el cambio de paradigma educativo. Los expertos reconocen como obstaculizadores el modelo educativo gerencialista (cuyo foco está en la productividad), donde el liderazgo centrado en la gestión ha generado gran tensión en Chile. Explicitan conceptos como instrumentalización, formación centrada en contenidos, pedagogía conductista, falta de integración interdisciplinaria y cursos aislados de desarrollo socioemocional (que dan cuenta de la visión fragmentada del aprendizaje).
En la Tabla 2 se resumen algunas expresiones vertidas por los expertos en torno al futuro del liderazgo educativo y el avance hacia el cambio de paradigma educativo.
En síntesis, el fenómeno estudiado es complejo por las diversas propiedades, el funcionamiento y las relaciones existentes entre el liderazgo y las HSE. En este sentido, se advierte que es difícil determinar fronteras o límites especialmente, al hablar de HSE, ya que estas suponen coexistir con otras habilidades, valores y conocimientos de los líderes, enmarcadas en competencias y capacidades prácticas que se despliegan en contexto.
Conclusiones
Los hallazgos del estudio muestran convergencias en las voces de los expertos respecto a la relevancia de las HSE. Todos reconocen una variedad de HSE relevantes en el ejercicio del liderazgo pedagógico con una potencial influencia en el DPD.
Las reflexiones de los expertos en general son coherentes con la teoría existente, siendo capaces de referenciar la literatura, con hallazgos propios de sus investigaciones y algunas de sus experiencias profesionales. La mayoría de ellos evocaron experiencias negativas y positivas ejerciendo roles docentes o directivos, confirmando el valor de la empatía y la comunicación en los contextos profesionales.
Al relacionar el liderazgo socioemocional, los entrevistados lo asocian principalmente con los tipos de liderazgo: positivo, pedagógico y distribuido. Un experto alude al liderazgo resiliente, y otro enfatiza sobre el sistémico como palanca de transformación, aspectos alineados con la literatura emergente sobre liderazgo. Estos enfoques promueven la movilización colectiva, la confianza, el compromiso, el desarrollo de competencias socioemocionales, la creación de ambientes positivos y la comprensión de las organizaciones como sistemas complejos. La mayoría de los expertos son optimistas respecto al futuro de las HSE en la formación docente y directiva, reconociendo que Chile cuenta con las bases para avanzar en esta dirección, resaltando la necesidad de fortalecer la articulación entre las instituciones formadoras (como las universidades) y los centros educativos, y de traducir las políticas educativas en prácticas efectivas y sostenibles.
A pesar de su importancia en el desarrollo profesional del líder, los expertos concuerdan en que las HSE no están lo suficientemente integradas en la formación inicial docente (FID), ni en la formación continua. Por otro lado, la política educativa chilena tampoco las integra desde una perspectiva de bienestar y del ser como base para el saber hacer.
La habilidad de escucha activa, que incluye la capacidad de comprender el mundo interno que hay detrás del lenguaje, también surgió en el discurso de los expertos, al igual que la empatía, la comunicación efectiva y la autorregulación emocional. Esta identificación de habilidades específicas proporciona un marco para entender qué aspectos socioemocionales necesitan ser incluidos en la formación de los docentes y directivos educativos, enfatizando que estas variables son preponderantes en el aprendizaje profesional situado, cuyo valor es transversal a todos los niveles del sistema educativo, contextos y países de los expertos.
La relación de las HSE con la colaboración fue otra observación crítica. La colaboración, aunque no se destacó de forma unánime y directamente como una HSE prioritaria, es reconocida como una capacidad intrínseca que surge de la combinación efectiva de varias HSE. Esta capacidad no solo se refiere a la colaboración entre los líderes educativos y sus colegas, sino también a la colaboración entre ellos y los estudiantes, padres y otras partes interesadas.
Cabe mencionar que un experto alude a la idea de que ―a pesar de que los seres humanos tenemos la habilidad innata de colaborar― son los propios sistemas educativos los que imposibilitan dicha expresión natural de los seres humanos. En general, se evidencia que existe consistencia entre la teoría que releva la colaboración y la reflexión como aspectos claves para el aprendizaje profesional. En consecuencia, surge la necesidad de indagar de qué manera las políticas educativas y los aspectos del propio ejercicio del liderazgo son obstaculizadores o facilitadores en estos sentidos.
En cuanto al déficit de HSE en la formación, hay convergencia en las afirmaciones de los expertos sobre la evidente desconexión de estas habilidades en los currículos de formación docente, lo que radica en un problema de los formadores de formadores. Esto es coherente con lo expresado por Vaillant y Marcelo (2021) respecto a cambiar la formación academicista, avanzando hacia una revaloración de la dimensión socioemocional en los programas de formación. En este sentido, todos los expertos aluden a problemas de formación docente inicial y continua, con base en la falta de formación emocional integrada, formación práctica o vivencial, reflexión (técnica y emocional) sobre la práctica.
Aquellos expertos chilenos muestran preocupación por la educación superior, en razón de las estructuras curriculares, la arquitectura organizacional y los mecanismos de elección de líderes educativos, el foco academicista y los efectos de la acreditación universitaria, todos factores opuestos al nuevo paradigma. Por tanto, pareciera ser que ―entre los tres niveles del sistema educativo―, la educación superior es aquella donde ―al menos en Chile― el aspecto socioemocional está más descuidado.
En línea con lo anterior, los expertos consideran imprescindible abordar las HSE desde un enfoque integral y profundo, así como su coexistencia con la ética, los valores, el conocimiento, las creencias y las experiencias, la cultura y la capacidad del líder para influenciar a otros mediante su coherencia y capacidad para conectar consigo mismo y con otros. Se destaca la necesidad de entender las HSE más allá de una simple extensión de la personalidad, y comprenderlas como una dimensión central del ser humano.
Los expertos chilenos también coinciden en señalar ―como principales tensiones― las políticas educativas imperantes, en relación con el gerencialismo y la instrumentalización del aprendizaje, debido a las pruebas estandarizadas, los convenios de desempeño directivo y la obsesión por los resultados. En este sentido, los expertos hacen hincapié en la importancia de un liderazgo que balancee el énfasis en la consecución de resultados con la necesidad de fomentar el bienestar y el desarrollo emocional en sí mismos y los demás. En cambio, los expertos extranjeros comparan con otros países de Latinoamérica y tienden a valorar positivamente los marcos orientadores existentes en Chile, reconociéndolo como un “buen camino en Chile”.
En conclusión, la centralidad de las Habilidades Socioemocionales en la educación del siglo XXI se hace cada vez más evidente, y su relevancia está respaldada por las voces expertas presentes en este estudio. La mayoría de ellos aludió a la pandemia por Covid-19 como una oportunidad que sirvió para detectar y visibilizar las HSE en la educación y en el liderazgo.
Los antecedentes de investigación muestran que las habilidades socioemocionales, el Liderazgo Positivo, el liderazgo de sistema y el liderazgo distribuido son enfoques relevantes y efectivos en el contexto pandémico y del siglo XXI.
En este contexto existen diversos retos y desafíos a enfrentar, con la intención de conseguir su plena integración y valoración dentro del sistema educativo completo (primaria, secundario y terciario), especialmente en el de Chile. Para ello, las políticas que lo rigen deben asumir un papel activo en la promoción y el desarrollo de las HSE, y este compromiso debe estar reflejado en su praxis. Siguiendo a Flessa (2023), puede destacarse que es evidente que, para cambiar las organizaciones educativas, la creación de sentido es crucial, dado que involucra procesos cognitivos y socioemocionales, donde el liderazgo desempeña un papel importante, máxime en tiempos de crisis.
Por lo tanto, crear sentido significa influenciar a las personas para que actúen, colaboren y trabajen juntas en algo significativo en cualquier circunstancia. Sin esta creación de sentido ningún proceso de cambio podría llevarse a cabo efectivamente. En esta línea, resulta interesante ampliar el campo de investigación respecto a la relación entre la innovación, las políticas educativas y la dimensión socioemocional de las personas. Se debe avanzar en la comprensión de los agentes educativos en su dimensión humana integral, más allá de ser vistos como operadores o instrumentos de la política.
Asimismo, es necesario enfocar el liderazgo en la educación hacia una concepción más sistémica y equilibrada, que comprenda y promueva el desarrollo de las HSE en línea con los avances de la investigación educativa y los nuevos enfoques de liderazgos. Pareciera ser que el liderazgo positivo y socioemocional pueden ser catalizadores para el cambio hacia un nuevo paradigma educativo.
Se desprende de este estudio la importancia de generar aportes críticos sobre cómo se pueden enseñar y aprender de manera efectiva las HSE, sabiendo que estas se adquieren mejor a través de la experiencia y la práctica a lo largo de la vida, donde ―desde una perspectiva operativa― tanto las políticas educativas, como el currículum y la formación de formadores son esenciales.