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Lingüística

versión On-line ISSN 2079-312X

Lingüística vol.36 no.1 Montevideo  2020  Epub 01-Jun-2020

https://doi.org/10.5935/2079-312x.20200008 

Notas

LADRAN, FERDINAND

DOGS ARE BARKING, FERDINAND

1Universidad de la República (Uruguay), aazevedo@adinet.com.uy


Resumen:

El presente trabajo defiende la idea de que el Cours de linguistique générale (=CLG) de F. de Saussure es un texto clásico, categoría en apariencia reñida con la literatura científica. Apoyándose en el concepto de transtextualidad de Gerard Genette (1982) y las diversas formas en que resulta aplicable al famoso libro, se consideran relaciones textuales dentro y fuera del CLG que ponen en evidencia y justifican tal estatus.

Palabras clave: CLG; Ferdinand de Saussure; transtextualidad

Abstract:

This article claims that Ferdinand de Saussure’s Cours de linguistique générale (CLG) could well be treated as a classical book, a category that doesn’t seem to belong to the scientific literature. To support this idea we focus on the concept of transtextuality as was developed by Gerard Genette (1982) and different ways in which it permeates the famous book. By pointing out a representative series of textual relationships inside and outside CLG, the main features of what a classical book is made of comes to the fore.

Keywords: CLG; Ferdinand de Saussure; transtextuality

1. Un clásico

Este ensayo gira en torno al carácter de clásico del Curso de Lingüística General (CLG) de F. de Saussure, y más específicamente la visualización de tal asunto por la vía de un recorrido parcial, testimonial, de las formas del impacto textual del libro.

El título elegido, al que volveré en más de una ocasión, pauta de inicio la inclinación de mi lectura.

El tema de los clásicos no parece ser un asunto de la literatura académica. Más bien se habla de obras y autores “de referencia”, de trabajos “ineludibles”. Decir que Chomsky es un clásico suena algo raro. Decirlo de Saussure, en cambio, algo menos. ¿Por qué rechina menos tal atribución?

Es en la literatura donde esta categorización parece cobrar suma importancia. Pienso por ejemplo en el texto de Calvino “Por qué leer los clásicos” en el que resume de manera magistral ciertos rasgos característicos, que presento a continuación.

  • 1. “Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo… » y nunca «Estoy leyendo… ».” (Calvino 1993: 13)

  • 2. “Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.” (p. 14)

  • 3. “Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.” (p. 14)

  • 4. “Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.” (p. 15)

  • 5. “Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.” (p. 15)

  • 6. “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.” (p. 15)

  • 7. “Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).” (p. 15)

  • 8. “Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.” (p. 16)

  • 9. “Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.” (p. 16)

  • 10. “Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.” (p. 17)

  • 11. “Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.” (p. 17)

  • 12. “Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.” (p. 17)

  • 13. “Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.” (p. 18)

  • 14. “Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.” (p. 19)

Como se habrá notado, muchos de ellos son trasladables sin más a la obra académica, aunque fuesen originalmente concebidos teniendo en mente el campo de la ficción.

Más allá de esta comunión parcial, me gustaría ir por un lado quizás no presente en tal enumeración, al menos de manera explícita. Se trata de las palabras, del entretejido de palabras, y por ende de la textualidad de un clásico. Y de cómo pesan y repercuten esos fraseos.

Expandiendo la tercera caracterización de Calvino y explotándola en una cierta dirección podría agregarse una definición adicional a la lista: Un clásico es un libro cuyas palabras no descansan en paz, y que por ende son sometidas a diferentes operaciones. Mi intuición es que algo del estatus de clásico se construye también sobre estos pilares.

En lo que sigue propongo un recorrido parcial y algo aleatorio por el camino de la materialidad del texto y el juego de sus remisiones. Para ello recurriré tanto al CLG como a diversos autores en los que el libro tuvo su impacto.

Y habré, una vez más, de apoyarme en la crítica literaria para seguir el hilo de la inter o transtextualidad.

Como es sabido la idea de “intertextualidad” fue introducida por Kristeva (1969) para el estudio de la literatura, y tiene que ver con “todo lo que pone al texto en relación, manifiesta o secreta, con otros textos” (Genette 1982: 9).

Fue retomada luego por Barthes (1973)

Todo texto es un intertexto; otros textos están presentes en él, en niveles variables, con formas más o menos reconocibles… todo texto es un tejido nuevo de citas pasadas. (…) El intertexto es un campo general de fórmulas anónimas, cuyo origen rara vez es identificable, de citas inconscientes o automáticas, mencionadas sin comillas (Barthes 1973: 146).

La cuestión ameritó un estudio específico de Genette (1982), concentrado mayormente en el caso de la parodia, en el que refiere al fenómeno general de la transtextualidad y donde reconoce cinco tipos de relaciones transtextuales:

  • 1. la intertextualidad - que supone la presencia de un texto dentro de otro (por cita, plagio, alusión1).

  • 2. la paratextualidad - que se aboca al contorno del texto propiamente dicho, su periferia (títulos, subtítulos, prólogos, ilustraciones, epílogos). Es el sitio donde se produce el “contrato o pacto genérico”.

  • 3. la metatextualidad - que remite a la relación de comentario de un texto por otro.

  • 4. la architextualidad - más abstracta, pone en relación un texto con las diversas clases a las que pertenece (como poema, como soneto, como simbolista, etc.).

  • 5. la hipertextualidad - el campo de interés específico de Genette, en el que ingresan relaciones de derivación textual por transformación o imitación (parodia, pastiche, travestimiento, imitación satírica).

El discurso científico, en tanto discurso, obviamente que participa de todas las categorías mencionadas.

Veamos esto con un poco más de detalle aplicado al CLG:

Por el título sabemos que el CLG se inscribe en el género académico y pedagógico (¿manual ensayístico?). Es el ámbito de la architextualidad. A nivel intertextual, reconocemos la naturaleza peculiar del CLG, renuente a las citas, escueto en menciones a otros autores (Whitney se lleva las palmas).

La paratextualidad del CLG abre un panorama rico, en cuanto a la relación entre los prólogos, el aparataje crítico y el propio texto. El célebre prólogo de los editores Bally y Sechehaye contiene una revelación mayúscula -la confesa reconstrucción /recreación del pensamiento del maestro- que altera de manera radical la disposición lectora subsiguiente. La traducción española de Amado Alonso viene acompañada de un prólogo propio en el que -comentario mediante- se aconseja un tipo de interpretación idealista y se señala amargamente el predominio asignado a la lengua en desmedro del habla.

En Francia, entre tanto, Claudine Normand (2000) se ha quejado del efecto nocivo que supuso para el lector primerizo el estar obligado durante largos años a adquirir el CLG en una abigarrada versión que incluye el aparataje crítico de notas y estudios de T. de Mauro, de la edición de Payot 1972 y subsiguientes, en vez del simple libro puro y duro (lo contrario a lo que ocurre en el mundo hispanohablante).2

La metatextualidad es el campo principal del texto académico. Genette la define como “la relación -generalmente denominada «comentario»- que une un texto a otro texto que habla de él sin citarlo (convocarlo), e incluso, en el límite, sin nombrarlo.” (Genette 1982: 13)

En el CLG es fácil percibir esta orientación en los capítulos iniciales, cuando se pasa revista a la tradición y por supuesto en el abordaje posterior de temas tradicionales o habituales de la lingüística.

¿Y qué pasa con la hipertextualidad? Es un tipo de relación de dependencia entre textos sin que medie el comentario.3 En la literatura comprende el dominio genérico de la parodia, una de cuyas características definitorias es el pasaje, por modificación, de un texto de carácter elevado a otro de carácter bajo.

Señala Genette: “La parodia es el revés de la rapsodia, y todos saben lo que Saussure decía acerca de la relación entre recto y verso. Del mismo modo, lo cómico no es otra cosa que lo trágico visto de espaldas” (Genette 1982: 26).

Y más adelante: “La idea de este original y la aplicación que se hace de ella a un tema menos serio forman en la imaginación un contraste que la sorprende, y precisamente en él consiste la gracia de la parodia.” (p. 27)

Nada de esta “rebaja” o degradación social o moral, ni el efecto de humor resultante, es propio del discurso académico y efectivamente no lo encontraremos en Saussure.

Pero sucede que Genette entrevé para el abordaje transtextual de cierta literatura (como el Doctor Fausto de Thomas Mann) un ámbito o “régimen” serio (es decir, ni lúdico ni satírico) en donde el procedimiento paródico -bajo la forma de la transformación (que llama transposición) o la imitación (que llama forgerie o imitación seria)- encuentra interesantes posibilidades para nuestro recorrido. Ya llegaremos allí.

2. Ladran, Ferdinand (I)

Remito momentáneamente al título del presente trabajo para bajar a tierra -o más a tierra aún, debería decir- algunos de estos planteos y también para alejar determinadas implicaciones no buscadas y ajenas al espíritu que me guía.

Es, a todas luces, un título compuesto bajo los efluvios de la transtextualidad. En tanto alusión a un famoso proverbio remite a la intertextualidad. Genette, sin embargo, ubica estos juegos de modificación de refranes en el campo de la hipertextualidad, y específicamente como un caso de parodia lúdica.

Señala Genette que “todo enunciado breve, notorio y característico, está, por así decir, naturalmente abocado a la parodia. El caso más típico y más actual es, sin duda, el título.” (Genette 1982: 50)

Según dicho autor la deformación paródica es “la forma más vistosa y más eficaz de la alusión” (p. 51), por lo que se ha vuelto un recurso frecuente no sólo en la producción periodística sino también en el metadiscurso crítico.

En la parodia asistimos a la desviación del texto por medio de una transformación en lo esencial semántica.

Se modifica el tema, sin modificar el estilo y el resultado es que “el hipotexto se deja percibir fácilmente bajo su traje de fantasía”. (p. 50)

El efecto perlocutivo de “Ladran, Ferdinand” va en la dirección de una defensa de Saussure ante los embates ajenos. Este nivel interpretativo, con tal sesgo, está sin embargo débilmente presente en estas páginas.

También se notará una indeseada rebaja de rango asestada al maestro ginebrino: equiparado a Sancho aparece participando de una exitosa cabalgata, pero ¿guiada por quién?

Otra sugerente conjetura, más revolucionaria, supondría restituir la equiparación de Saussure con Don Quijote, pero para lo que hay que pagar un elevado precio: el de colocar a Sancho a cargo de todo este enredo.

Nada de esto, como se verá, está detrás de la motivación del título.

3. Los ladridos transtextuales del CLG

Selecciono algunas marcas visibles de apertura del CLG a otros textos. Aclaro que no hay un afán de exhaustividad en este planteo. Me contento con mencionar algunos índices muy visibles.

3.1. La sombra de Durkheim

Es común en la crítica saussureana tradicional el reconocimiento de la “deuda” que el CLG mantiene con Durkheim ((1895) 2001) en cuanto a las nociones de “hecho social”, coerción, lengua como institución social. El término “conciencia colectiva”, en particular, es compartido.

Saussure jamás cita a Durkheim, tampoco sus alumnos en sus notas (Coseriu 1957: 38; Koerner 1973: 135; Joseph 2012: 508).

Quien sí lo hace es Meillet ((1905-6) 1982) quien señala explícitamente, por ejemplo, que la caracterización del lenguaje como hecho social “il entre exactament dans la définition qu’a proposée Durkheim”. (p. 230)

Según Bouquet (1987, nota 37), “Saussure não podia ignorar uma posição como a que é expressa por Meillet” en el trabajo en cuestión.

La pólvora prendió a partir de una comunicación de Witold Doroszewski titulada “Sociologie et Linguistique: Durkheim et Saussure”, que fuera leído en un congreso en Ginebra en 1931 y publicado como artículo.

Allí se intentaba “explicar la teoría saussureana como una particular aplicación a la lingüística de los postulados de la escuela francesa de sociología” (Greimas 1956: 118).

De ello se concluía que las ideas de Saussure, bajo la evidente influencia de la sociología de Durkheim, eran de origen extralingüístico.

Lo único constatable es que la influencia de Durkheim fue directa y expresa sobre su colaborador A. Meillet4, y luego en los alumnos de éste (J. Vendryes, M. Cohen, E. Benveniste). Autores como Robins (1967: 273), Mounin (1968: 18 y s.) y Greimas (1956) reconocen el peso de esta filiación.

Koerner, entre tanto, ha batallado por liberar al autor del Cours, con el argumento de que “las observaciones de Saussure en lo que respecta a la naturaleza social del lenguaje eran un lugar común entre los lingüistas de su época” (Koerner 1973: 110) y ofrece como evidencia el primer libro de Bloomfield.

Hoy en día predomina la cautela. Mi opinión, concordante con la de Koerner, es que el enfoque social aporta una pátina exterior a la teoría saussureana, que en nada resuelve la clarificación del concepto de lengua.

De cualquier manera una comparación textual del CLG con Las reglas del método sociológico y otros escritos de Durkheim, es un viaje plagado de sobresaltos. Una selección de tales rasgos compartidos puede verse en el siguiente cuadro, compuesto en base a Coseriu (1957: 38 y s.).5

Cuadro 1 

3.2. Con una ayudita de mis amigos - La mano de E. Sievers

La presencia de Eduard Sievers en el CLG produce un efecto de violación del contrato y de suspensión de la creencia. Antes y después, el libro operaba sobre la base de una voz autoral que aunque reconstruida, inyectada al texto, mantenía la batuta bien firme en su mano. Con Sievers esto se rompe.

El drama ocurre en un lugar bastante oscuro del libro, los capítulos dedicados a la fonología. En particular, el capítulo 2 del Apéndice, titulado “Los fonemas en la cadena hablada”. Sievers venía funcionando allí como un autor de referencia, cabalmente inserto en la dinámica textual, que versaba sobre la articulación fonética, pero llegando al final del párrafo 7, leemos: “Nota de los editores. - Estas teorías aclaran muchos problemas, algunos de los cuales ha tocado F. de Saussure en sus lecciones.” (CLG: 133)

La explicación la aporta Bouissac (2010):

Bally and Sechehaye obviously thought that a book on language should foreground at its beginning a definition of the elements from which language is built, and they used a stenographic record of three lectures on the theory of the syllable that Saussure had delivered in 1897. (…) Since Saussure had understandably devoted only limited attention to the problems of articulation in his courses in general linguistics, Bally and Sechehaye took the liberty of basing the first part of this appendix on a book on phonetics by the Danish linguist Otto Jespersen (1860-1943). The second part of the appendix concerns the mechanics of the actual production of sounds in speech and heavily relies on the work of a German linguist, Eduard Sievers (1850-1932). (Bouissac 2010: 118 y s.).

La cuestión está justamente en la fuerza de ese apoyo. ¿Cita? ¿Paráfrasis?….

La aparición de Sievers, compartiendo voz autoral, quizás no fuese del todo del agrado de Saussure. En unos cuadernos manuscritos, que versan sobre la fonología, de la época de sus estudios de doctorado y años parisinos la obra de Sievers es objeto de crítica (Joseph 2012: 296; Marchese 2002: 1).

En 1886, en un trabajo inconcluso sobre la fonética germánica, Saussure tenía desarrollado un contrargumento a la visión predominante, la de Sievers, sobre la acentuación (Joseph 2012: 341).

Pero también es cierto que su libro sobre la fonología del indoeuropeo era de lectura obligada en la formación estudiantil. Y ello quizás explique la falta de escrúpulos de los editores.

3.3. “Los fonemas son ante todo entidades opositivas, relativas y negativas” (CLG: 192)

Como se suele señalar, la aparición de esta frase en el contexto de la exposición de la teoría del valor en su aspecto material, es uno de esos momentos engorrosamente mágicos.

La noción de fonema entendida a la Saussure -como hecho físico- extrañamente cubre o se confunde con la noción vigente hoy en día.

Es más, le da letra. Cualquier fonólogo avezado suscribiría tal aseveración y la aplicaría para el análisis de las clases abstractas definidas en términos de rasgos distintivos.

¿Cómo es posible tal contradictoria superposición?

De Mauro nota que en las fuentes manuscritas se habla, en vez, de “elementos fónicos” o “sonoros” (Saussure: (1916) 1983, nota 236). Hay una distinción, no reflejada en CLG, pero sí articulada por Saussure a partir de su trabajo sobre el sistema de las vocales del indoeuropeo, entre los elementos irreductibles del sistema fonológico (que sí se prestan a una concepción puramente diferencial y opositiva) y los fonemas, entendidos como hechos físicos. Lamentablemente los editores proceden a brocha gorda aquí.

Por otra parte, los meandros argumentativos del pasaje en cuestión, increíblemente, avalan la presentación del principio constitutivo del sistema, como lo es el valor en su aspecto más formal (es decir no sustancial), bajo un embalaje sonoro (es decir, material). De lo que resulta que podamos seguir la lectura de la oración en su sentido literal (o sea, el del alcance físico del fonema según la concepción saussureana).6

Lo interesante, empero, es la vida subsiguiente de esta aseveración. Autores como Roman Jakobson la han utilizado con el sentido moderno sin que, en un principio, se les mueva un pelo.

Así, en una serie de conferencias de 1939 Jakobson resalta el papel precursor de Saussure en los estudios fonológicos, afirmándose para ello en tal caracterización:

La tesis del Cours de linguistique (“les phonèmes sont avant tout des entités oppositions, relatives et négatives”) constituye el punto de partida de la fonología. (…) Saussure estaba enteramente en lo cierto al considerar al fonema como un simple recurso distintivo” (Jakobson 1962a: 117).

Una idea similar expresa en 1942:

En el Cours de linguistique générale… encontramos una mezcla curiosa de todos los estadios del estudio de los sonidos, desde la época neogramática a la época moderna. Saussure nos enseña que lo que importa en la palabra, no es el sonido mismo, sino las diferencias fónicas que permiten distinguir dicha palabra de todas las demás, pues son ellas las que portan la significación.

El Cours lanza la fórmula después hecha célebre: ‘Los fonemas son ante todo entidades opositivas, relativas y negativas’. Saussure llega a afirmar que el sistema de estos fonemas netamente diferenciado, el sistema fonológico, como lo llama, es la única realidad que interesa al lingüista en el ámbito fónico (Jakobson 1942: 409).

20 años después, presenta una visión que sólo aparenta una captación más rigurosa:

Nuestra conclusión -que el valor opositivo se ha de transferir del fonema al rasgo distintivo- no contradice las opiniones del mismo Ferdinand de Saussure, porque, aquí como sucede a menudo en otros lugares, los editores del Cours se han apartado de su auténtica enseñanza. En los apuntes originales de las lecciones de Saussure encontramos que no son los fonemas sino sus ELEMENTOS los que toman ‘une valeur purement oppositive, relative, négative´ (Jakobson 1962b: 149).

Esta última constatación, en sintonía con la de T. de Mauro mencionada más arriba, no parece ir acompañada de la indagación obligada en torno al verdadero alcance del término fonema en CLG.7

En el campo de la transtextualidad, es interesante el fenómeno de una expresión que, leída anacrónicamente, en base a otras referencias, gana ulterior trascendencia. Rozamos aquí, por la vía de una polisemia ad hoc, la hipertextualidad en su variante específica de transposición, es decir, una de las posibilidades del procedimiento paródico bajo un régimen serio.

Un caso análogo se le presenta a Genette con el famoso cuento de Borges «Pierre Ménard, autor del Quijote», de Ficciones. Según Genette, Borges demostró con el ejemplo ficticio de Pierre Ménard que “la más literal de las reescrituras es ya una creación por desplazamiento del contexto” (Genette, 1982: 28).

La performance de Ménard (…) es, en su resultado imaginario (y por otra parte inacabado) una parodia minimal, o puramente semántica: Ménard reescribe literalmente El Quijote, y la distancia histórica entre las dos redacciones idénticas da a la segunda un sentido muy diferente al de la primera (este ejemplo ficticio muestra que el carácter «minimal» de esta parodia no depende de la dimensión del texto, sino de la transformación en sí misma) (Genette, 1982: nota 26).

Es verdad que Jakobson no reescribe la frase de Saussure, sino que la interpreta, pero algo de esto está en juego. Hay autores que sostienen que toda nueva lectura de Saussure es inevitablemente una reescritura (Choi 2002: 38 y s.).

3.4. Ladran, Ferdinand (II): “tout se tient”

Una condición que quiero defender en los clásicos es la de tener vida lingüística propia.

Quiero decir, que la creatividad no se agota en lo específicamente inscripto en sus páginas, sino que lo trasciende mediante otras expresiones que le son atribuidas aunque no le pertenezcan.

En el discurso académico un pobre resultado metatextual de esto ocurre, con elevada frecuencia, en los trabajos de los estudiantes cuando atribuyen al autor algo que éste no ha dicho. Este sería el umbral inferior, en el que claramente la creatividad referida se escabulle en favor del error.

Me interesa el polo opuesto. Mediante un ejemplo saussureano comienzo a develar aquí el sentido del título que encabeza el presente trabajo.

Desde la aparición de CLG, múltiples han sido los ensayos destinados a condensar las principales ideas de Saussure. Un caso curioso es el deAntoine Meillet, quien tuvo la fortuna de expresar bien sucintamente -en una fórmula- uno de los insights más esclarecedores de la teoría. Llamativamente lo hizo incluso antes de las lecciones de Saussure y por ende de la publicación del libro.

En Meillet (1903), libro dedicado a su maestro en ocasión de los 25 años de la publicación de la Mémoire sur le système primitif des voyelles dans les langues indo-européennes (Joseph 2012: 471), señala sobre este último:

En même temps qu'il résumait toutes les découvertes antérieures sur le vocalisme, le Mémoire apportait, par une innovation capitale et vraiment décisive, un système cohérent qui embrassait tous les faits, mettait à leur véritable place les faits connus et en révélait une foule de nouveaux. Dès lors il n'était pas permis d'ignorer jamais, et à propos d'aucune question, que chaque langue forme un système où tout se tient, et a un plan général d'une merveilleuse rigueur (Meillet 1903: 431).

Su comentario acerca de que “chaque langue forme un système où tout se tient”, inspirado directamente en la Memoria, pasó a ser incorporado rápidamente a la exégesis saussureana del CLG, al punto de casi confundirse con las palabras del maestro.

En CLG se encuentran algunas afirmaciones análogas: “la lengua es un sistema que no conoce más que su orden propio y peculiar” (Saussure (1916) 1983), Introd. 5). A partir de la comparación con el ajedrez, el concepto de equilibrio toma la posta: “Se ve, pues, que en los sistemas semiológicos, como la lengua, donde los elementos se mantienen recíprocamente en equilibrio según reglas determinadas…” (Saussure (1916) 1983, parte II, 3) “en todas partes y siempre este mismo equilibrio complejo de términos que se condicionan recíprocamente” (Saussure (1916) 1983, parte II, 4).

Mutatis mutandi, algo similar le ocurrió a Miguel de Cervantes Saavedra. Como es sabido, Don Quijote nunca dijo a su escudero que escuchaba ladridos y que, por ende, estaba en condiciones de colegir que sus aventuras habían comenzado, puesto que cabalgando andaban.

Al igual que en el caso saussureano, la frase tiene el poder de condensar un conocimiento muy rico y elaborado del texto de origen.

Parecería entonces que no cualquier expresión está en condiciones de sumarse a un acervo, bajo esta abigarrada modalidad de metatextualidad, en la que se perciben ciertos tintes de hipertextualidad añadidos.

Tanto “Ladran Sancho, señal que cabalgamos” como “tout se tient” (aplicado a CLG) parecen ser expresiones generadas sobre la base de un modelo (en un sentido bien amplio del término) de alguna manera provisto por el hipotexto. Tendrían, por ende, elementos propios de la parodia, y en particular de la imitación seria.

4. Los ladridos transtextuales fuera del CLG

Reservo esta sección para dar cuenta de algunos casos diversos, que tienen en común el operar sobre la base del impacto textual del CLG.

4.1. El compromiso editorial

No caben dudas de que la labor de Bally y Sechehaye marcó un hito en cuanto a cómo operar en circunstancias tan adversas. Había que producir un libro en base a una mayoría de fuentes indirectas y además con la duda punzante de si el autor avalaría tal emprendimiento.

Refiriéndose a las relaciones paratextuales y para ilustrar cómo ellas abren una “mina de preguntas sin respuesta”, Genette se pregunta: “¿es lícito leer un texto póstumo en el que nada nos dice si y cómo el autor lo habría publicado en caso de estar vivo?” (Genette 1982: 12)

Es una situación condenada a repetirse. Así, en un libro reciente se constata lo que sigue:

Obviamente no hemos podido contar para este Curso de semántica con la revisión del propio Coseriu. ¡Qué más lo hubiéramos deseado! Pero aseguramos que nos hemos esforzado al máximo en acercarlo a lo que el propio Coseriu hubiera deseado. Los errores que en él haya serán, sin duda nuestros, y con ellos habremos de cargar (Coseriu 2016: 23).

Bajo el título La semántica en la lingüística del siglo XX: tendencias y escuelas, el editor Maximiano Trapero, recupera las cintas de un cursillo de invierno impartido por Coseriu en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria a comienzos de 1988, y les da forma de libro.

El editor es plenamente consciente de encontrarse frente a un emprendimiento algo similar al que les tocara en suerte a Bally y Sechehaye, así que luego de marcar este hecho (en sus parecidos y ventajas relativas) agrega:

Así que tendremos que decir nosotros respecto de este Curso de Coseriu, lo mismo que dijeron Bally y Sechehaye del Curso de Saussure: que asumimos ante la crítica toda la responsabilidad, sin compartirla con nadie, de lo que en este libro haya inconveniente. Y utilizamos sus mismas palabras, porque misma es nuestra relación con respecto al maestro Coseriu: “¿Sabrá la crítica distinguir entre el maestro y sus intérpretes? Nosotros le agradeceríamos que dirigiera sobre nuestra participación los golpes con que sería injusto agobiar una memoria que nos es amada” (Coseriu 2016: 24).

La alusión del final de la primera cita se resuelve en explicación cabal, y -lo que nos va a ocupar acto seguido- la necesidad de apropiarse de las mismas palabras.

¿Pero, son las mismas palabras? Recordar a Pierre Ménard…

4.2. Lo mío es mío y lo tuyo es mío.

Daré aquí algunos ejemplos, célebres unos, otros no tanto, de intervención textual.

4.2.1. Dirección invertida

No debería extrañar que cuando una teoría se gesta en diálogo abierto con un libro -como es el caso de la llamada lingüística integral de Coseriu y el CLG- se encuentren preocupaciones, temas y desarrollos análogos. Más llamativo resulta, empero, la necesidad de defender las propias posiciones mediante la utilización de célebres palabras ajenas.

El texto inspiracional, como consecuencia, es objeto de una torción que redunda en un efecto peculiar de intertextualidad. Coseriu es quizás el primero en recurrir a este tipo de intervención textual del CLG, recurso que como veremos tiene interesantes réplicas. Coseriu lo ensaya, muy temprano en su obra, para acentuar el núcleo duro de su concepción del lenguaje humano, concebido como actividad continua y creativa, y la importante diferencia que surge en consecuencia con la teoría saussureana.

En nuestra opinión hay que invertir el conocido postulado de F. de Saussure: en lugar de colocarse en el terreno de la lengua, ‘hay que colocarse desde el primer momento en terreno del hablar y tomarlo como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje’ (inclusive de la «lengua») (Coseriu 1962: 287 y s.).

Una lectura rápida llevaría a pensar que el famoso pasaje del CLG es invertido en favor de la reivindicación absoluta del otro miembro de la dicotomía saussureana. Aunque es notoria la valorización del habla en la concepción lingüística de Coseriu, tal reivindicación no se acompaña de una desjerarquización de la lengua, puesto que esta está contenida en el hablar (de allí el paréntesis con el que se cierra la cita).

Lo cierto es que, paralelamente, la intervención textual arroja otros dividendos a la teoría coseriana, como es el de centrar el foco de atención epistemológico en el nuevo objeto de estudio. Tal intención saussureana que, en la interpretación habitual, es la que está detrás de este fragmento del CLG es conservada en la versión de Coseriu, aplicada ahora a un dominio más amplio. Por esta razón es que puede verse en la ocurrencia de la cita, y acompañando el acto de fagocitación, un más que evidente gesto de validación y reconocimiento.

Pocos años después la misma plataforma textual volvió a serle redituable en Sincronía, diacronía e historia para referirse a la comprensión del cambio lingüístico:

Por consiguiente -parafraseando a Saussure, pero en un sentido exactamente contrario-, para comprender el mecanismo del cambio lingüístico, 'hay que colocarse desde el primer momento en el terreno del hablar y tomarlo como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje' (inclusive de la «lengua») (Coseriu 1957: 31).8

En dicha obra ensaya el mismo ejercicio para elaborar el concepto de norma en base a otros fragmentos de CLG:

Parafraseando la famosa afirmación de Saussure acerca de la relación entre «lengua» y «habla», se puede decir que -salvo el caso de las adopciones interidiomáticas y de las eventuales creaciones ex nihilo- «nada aparece en el sistema que no haya existido antes en la norma» y, viceversa, nada desaparece del sistema funcional sino a través de una larga selección realizada por la norma (Coseriu 1957: 128 y s).

Lo que estos ejemplos ilustran es la necesidad de apoyar las propuestas propias en un soporte convalidado, lo que permite incorporar las innovaciones teóricas con inusitada familiaridad.

4.2.2. A contramano

Roland Barthes acometió una operación similar con su famosa inversión de la caracterización saussureana de la semiología.

Sabido es que la pulsión semiológica de Barthes pasó por diversas etapas. Al deslumbramiento inicial, en el que algo torpemente se apoya en ideas saussureanas para la caracterización del mito contemporáneo (el derivado de la cultura de masas) y con una intención claramente política, le sigue una etapa de cientificidad en la que se zambulle en las páginas del CLG para llevar adelante el programa semiológico allí anunciado.

El análisis de campo sobre el tema de la vestimenta de moda le lleva a sistematizar los rasgos principales del análisis semiológico.

Dicha nueva ortodoxia fue presentada en un número especial de la revista Communications de 1964, mediante un largo ensayo titulado “Elementos de semiología”.

En la “Presentación” que abre el número de la revista, compuesto por varios artículos de su autoría, junto a otros de Todorov, Bremond y Metz, Barthes escribe:

la semiología tal vez termine fundiéndose en una translingüística, cuya materia será tan pronto el mito, el relato, el artículo de prensa, en suma todos los conjuntos de significantes cuya sustancia primera es el lenguaje articulado, como los objetos de nuestra civilización, por cuanto son hablados (a través de la prensa, el prospecto, la entrevista, la conversación y tal vez incluso el lenguaje interior, del orden de la fantasía). En resumen, hay que admitir en adelante la posibilidad de invertir algún día la proposición de Saussure: la lingüística no es una parte, ni siquiera privilegiada, de la ciencia general de los signos; es la semiología la que es una parte de la lingüística: muy precisamente, esa parte que se haría cargo de las grandes unidades significantes del discurso… (Barthes 1964: 21).

Esa translingüística muy pronto mutará en semioclasia (es decir, la destrucción de la posibilidad de hacer ciencia) y en semiotropia (una vuelta hacia el signo, ya sin pretensiones de abarcar mucho).

La intuición que guiaba a Barthes en cuanto a la translingüística y la inversión saussureana era muy certera. Provenía de una experiencia profunda del autor en cuanto al peso del lenguaje en la caracterización de los sistemas semiológicos y también del respeto y cuidado de las categorías de análisis saussureano en su expansión hacia nuevos dominios.

Quiéralo o no seguía haciendo lingüística.

Lamentablemente no era original. El propio Hjelmslev lo había planteado en sus Prolegómenos a una teoría del lenguaje, donde distinguía entre una concepción amplia y otra estrecha de la lingüística. La primera:

obliga al lingüista a considerar como objeto de estudio no solamente la lengua “natural”, la lengua cotidiana, sino también cualquier semiótica, esto es, cualquier estructura que sea análoga a una lengua y satisfaga la definición dada. Una lengua (en el sentido corriente) puede considerarse como un caso especial de este objeto de carácter más general, y sus características específicas, que solo conciernen al uso lingüístico, no afectan a la definición dada (Hjelmslev 1943: 150 y s.).

Harris (2003: 134 y s.) observa que Hjelmslev fue incluso más lejos que Barthes al pensar esta lingüística amplia como crucial para toda investigación humana del tipo que sea. En tal sentido, el lingüista danés sostiene que “nos inclinamos así a considerar que todas las ciencias giran alrededor de la lingüística” (Hjelmslev 1943: 112).

El gesto de Barthes, auténtico o no, fue celebrado entre otros por Jacques Derrida, quien lo acomodó a su agenda:

De esta manera, considerando el orden de dependencia prescrito por Saussure, invirtiendo aparentemente la relación de la parte con el todo, Barthes realiza, en verdad, la más profunda intención del Curso. (…) Esta inversión coherente, al someter la semiología a una “translingüística”, conduce a su plena explicitación una lingüística históricamente dominada por la metafísica logocéntrica, para la cual, en efecto, no hay no tendría que haber “sentido, salvo nombrado”. (…) la inversión barthiana es fecunda e indispensable (Derrida 1967: 66 y s.).

Este acto de intervención textual abrió las puertas a muchos otros, como veremos a continuación.

4.2.3. Una sustitución no solo verbal

El propio Derrida no pudo evitar apoyarse en Saussure para dar cuerpo a su gramatología, entendida como una ciencia de la escritura renovada que recoge la idea de ésta como condición de posibilidad de cualquier manifestación lingüística (inscripción).

Ciencia de lo “arbitrario del signo”, ciencia de la inmotivación de la huella, ciencia de la escritura antes del habla y en el habla: la gramatología cubriría así el campo más vasto, en cuyo interior la lingüística dibujaría por abstracción su propio espacio, con los límites que Saussure prescribe a su sistema interno y que sería necesario volver a examinar prudentemente en cada sistema habla/escritura a través del mundo y la historia (Derrida 1967: 66).

Estas palabras ofician de preámbulo para lo que sigue:

Mediante una sustitución que no sería sólo verbal, tendría que reemplazarse semiología por gramatología en el programa del Curso de lingüística general: “Nosotros la llamaremos (gramatología)… Puesto que todavía no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte de esta ciencia general. Las leyes que la (gramatología) descubra serán aplicables a la lingüística” (Derrida 1967: 66).

Derrida quería ver en esta sustitución no solo una fortificación de la teoría de la escritura frente a la “represión logocéntrica y la subordinación de la lingüística” (Derrida 1967: 66) sino también una liberación de la propia semiología frente a su encadenamiento al signo lingüístico, en línea con la reivindicación del gesto barthesiano mencionado más arriba.

Interesante a nuestros propósitos, en cambio, es esa necesidad de operar con las palabras del CLG y en su “programa”. ¿Cuál es la función del palimpsesto saussureano? ¿Existiría la gramatología sin él?

4.2.4. Desde el ojo hasta el cerebro

Nuestro siguiente ejemplo confirma que al menos la teoría de la escritura no puede existir sin él.

Roy Harris es autor de una teoría de la escritura que, elaborada sobre un fructífero diálogo con la de Saussure, se aparta radicalmente de ella. Pero esta teoría sólo se entiende a la luz de la semiología saussureana, porque es “conveniente e históricamente apropiado” tomarla como punto inicial de referencia (Harris 1995: 35).

Harris postula una semiología renovada que busca proceder sin prejuicios en cuanto a la relación de la escritura con otras formas de comunicación y que en lo esencial está interesada en lograr explicar cómo es que la escritura es posible y qué tipos de sistemas de escritura existen.

Saussure queda muy pronto encadenado al modelo telemental de la comunicación, según el cual la comunicación es un proceso de transferencia de pensamientos o mensajes de una mente a otra.

Comprende a dos individuos (A y B) que intentan resolver el problema de transmitir un pensamiento ya formulado independientemente de una mente (la de A) a la otra mente (la de B). La comunicación se lleva a cabo si y sólo si la transferencia se efectúa con éxito, es decir, si el pensamiento que recibe la mente de B es el pensamiento que formuló la mente de A (Harris 1995: 35).

Este modelo es presa, según Harris, del “mito del lenguaje” (una concepción del fenómeno lingüístico que parece estar en contradicción con los hallazgos reales, testeados, relacionados con el lenguaje, la mente y demás), tema recurrente en su obra.

En contraposición marcada a tal modelo, encontramos el enfoque Integracional defendido por Harris. Según esta concepción de la comunicación, ella consiste en la “integración contextualizada de actividades humanas por medio de signos”. Las formas de comunicación posible son restringidas por condicionantes biomecánicas, macrosociales y circunstanciales. De lo que resulta que la escritura aparece como “una función de la versátil capacidad humana para hacer signos” (Harris 1995: 15).

El lugar preferido del CLG para la elaboración de su teoría integracional es el del “circuito del habla” con sus llamativas cabezas parlantes. A los efectos de evaluar lo que Saussure tendría para decir sobre la escritura propone intervenir el texto (cf. CLG, Introducción, cap. 2, §2):

no es difícil reconstruir una descripción saussureana del ‘circuito de la escritura’, que podría formularse de la siguiente manera: El punto de partida del circuito está en el cerebro de un individuo, por ejemplo, A, donde las representaciones de los signos lingüísticos se encuentran asociadas a representaciones de signos escritos. Supongamos que un signo lingüístico dado desencadena en el cerebro un signo escrito correspondiente. Este es un fenómeno enteramente psíquico, seguido a su vez de un proceso fisiológico: el cerebro transmite a la mano un impulso que corresponde a la imagen escrita, que la mano transfiere a una superficie por medio de marcas; luego, las ondas luminosas se desplazan desde esa superficie hasta los ojos de B: proceso puramente físico. Luego, el circuito continúa en B en orden inverso: desde el ojo hasta el cerebro, la transmisión fisiológica de la imagen visual; en el cerebro, la asociación psíquica de esta imagen con el signo lingüístico correspondiente. Si B escribe a su vez, este nuevo acto seguirá -de su cerebro al de A- el mismo camino que el primero, pasando a través de las mismas fases sucesivas… Este análisis no pretende ser completo; podría distinguirse todavía la sensación visual pura, la identificación de esa sensación con la imagen visual latente, la imagen muscular de la escritura, etc. Sólo hemos tenido en cuenta los elementos considerados esenciales; pero nuestra figura permite distinguir en seguida las partes físicas (ondas luminosas) de las fisiológicas (inscripción y visión) y de las psíquicas (imágenes visuales y signos lingüísticos). Es, en efecto, capital señalar que las imágenes visuales no deben confundirse con las inscripciones mismas. Las imágenes visuales son psíquicas, así como los signos lingüísticos asociados a ellas (Harris 1995: 45 y s.).

De este “circuito de la escritura” -nunca planteado por Saussure- Harris extrae una serie de limitaciones semiológicas evidentes en lo que hace a las teorías de la comunicación escrita, del signo escrito y de los sistemas de escritura implicadas.

Echa en falta, además, la existencia de una teoría general de la escritura, dado que Saussure se concentra exclusivamente en las formas glóticas (es decir, vinculadas al lenguaje articulado), en tanto nada tiene para decir sobre la notación musical o matemática, que son escrituras con pleno derecho desde la mirada integracionista.

La interpretación “comunicacional” del circuito del habla saussureano ha sido objeto de críticas. Joseph (2003), por ejemplo, sostiene que Harris lee demasiado en el CLG, por lo que a su juicio no hay base para reprochar a Saussure su adhesión al mito del lenguaje por la vía telementacional.

what the circuit de la parole is about is not communication, but the relationship between the mental and physical aspects of language. (…) So then, can the passage be construed in a way that does not require the ‘telementational’ or ‘fixed-code’ implications? Without wishing to prejudice reader’s independent judgments, my answer is a resounding ‘yes’, because these implications require the context of a ‘theory of communication’ when there is no independent evidence that Saussure was ever concerned with communication (Joseph 2003: 107).

Para dar cuerpo a esta posición Joseph señala, entre otras cosas, que el pasaje del circuito del habla refleja de manera muy directa las discusiones sobre el funcionamiento mental del lenguaje de las revistas especializadas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, así como de ciertas obras de referencia (Joseph 2003: nota 6).

Es momento de retomar nuestra senda, atenta a la intervención textual operada por Harris. Al igual que ocurriese en los ejemplos anteriores, estamos ante un nuevo autor que decide apropiarse de un fragmento del CLG para morar allí, aunque más no sea por un momento.

En ninguno de los casos la finalidad es lúdica, aunque confieso que por momentos cuesta seguir la imperturbabilidad propuesta.

Harris, como hemos visto, se apropia de un fragmento textual y propone transformarlo con la simple intención de usarlo en contra del autor. Era el movimiento inaugurado por Coseriu pero ahora llevado a su completud. Derrida había sido más benigno -creía que su transformación venía a sacar a Saussure de un brete, por lo que operaba como si le estuviera tirando una soga.

Pero el de Harris es un movimiento más complejo si se considera que toma un texto no escrito por Saussure9 pero que podría haber salido de su pluma y lo usa para corroborar su error.

Es interesante notar también que en este ejercicio Harris se toma más libertades que Coseriu y Derrida. Mientras estos solo modificaron una palabra, Harris metió mano con mucha mayor libertad (cambia varias palabras, suprime algunas complejidades, etc.)

El tipo de transtextualidad implicado en todos estos casos tiene elementos de metatexualidad en lo que de comentario al CLG suponen, pero sin duda que su rasgo más notorio es el de la hipertextualidad. En todos ellos asistimos a un ejercicio de transformación. Se cambia el tema de los fragmentos, pero se conserva el estilo del original. Esta modificación textual por la vía semántica los hace un caso de parodia, pero en su régimen serio, que es el de la transposición.

Pensando en el estatus clásico del CLG, propuesta que he querido defender a lo largo de este trabajo, considero que esta necesidad de habitar un texto, vista en Coseriu, Barthes, Derrida y Harris, solo es posible en obras de tal estatus, que no casualmente son aquellas con altas posibilidades de impactar mnemónicamente.

5. El resto es literatura

Dejo para el final los casos donde el CLG ha propiciado incursiones dramáticas.

5.1. Las glotoconvulsiones

En el apartado anterior señalé que el “circuito del habla” ha sido un lugar propicio para Harris en su intento de diagnosticar la concepción telementacional. En Harris (1987), que cobra la forma de una crítica a la lingüística autonómica y formalista de Chomsky y Saussure, se incluye un epílogo en el que las cabezas parlantes saussureanas se largan a hablar:

‘Good morning, B.’

‘Good morning, A.’

‘What shall we talk about today, B?’

‘I’ve forgotten what it was we were talking about yesterday. But I expect it was the same old grouse.’

‘You mean this rotten job we’ve got?’

‘Precisely. Here we are with absolutely no retirement prospects, condemned to appear for ever on page 27 of the Cours de linguistique générale, saying nothing’ (Harris 1987: 163)

El enfermizo diálogo se prolonga por varias páginas y se cierra cuando aparece una palabra no registrada anteriormente:

‘Now that’s an analogy I can’t accept. Linguistic scientist have never held that our linguistic machinery was designed just in order to enable us to run round particular linguistic mazes. I don’t know what to call it, but there ought to be a word for a linguistic misrepresentation as crude as that.’

‘The glottoconvolutive fallacy, perhaps?”

‘Yes, why not?’

‘Careful, A. By your own account, we speak the same language. But the word glottoconvolutive wasn’t in my lexicon. I’ve never heard it before.’

‘But it must have been in your lexicon. For clearly your cerebral linguistic machinery enabled you to produce it when you needed it.’

‘And you accepted it, A, even though you have never come across it before either.’

‘But that proves my point, B.’

‘If you say so. But I think it proves mine’ (Harris 1987: 171).

5.2. 28 de octubre de 1910 y 4 de julio de 1911

En un trabajo sobre Saussure, que como es de estilo hoy en día, incorpora activamente al Saussure de las fuentes, Paul Bouissac, no pudo evitar recrear el clima de las clases de Saussure. Lo hace de un modo muy austero y respetuoso, excusándose previamente para el caso de aquellos “who would prefer to be informed in a more direct manner about Saussure’s theoretical ideas on language, linguistics, and semiology” (Bouissac 2010: 8) a quienes invita a saltearse esta parte.

He aquí el inicio:

The academic year starts at the University of Geneva. The Swiss fall is setting in. As the students take their seats in the small amphitheater and wait for the professor to come in, they can see through the two large windows dead leaves blown around by the wind. They feel a blend of anxiety and excitement. Professor de Saussure is highly regarded on the campus. He has the reputation of being demanding but approachable. He is respected but not too intimidating. Some of the students have already taken some of the other courses he regularly teaches in comparative linguistics. They are familiar with his precise way of navigating his audience through the complexities of ancient languages. Some other students have only heard of him. This course in general linguistics is offered by Saussure every second year. The two previous courses he taught in 1906 and 1908 had impressed those who took them (Bouissac 2010: 8).

Bouissac continúa en un estilo similar hasta la clase del 4 de julio de 1911, la última, en la que lo describe “exhausto”:

paroleBouissac 2010

In 1916, three years after Saussure’s death, Leopold Gautier, the student who had interviewed him in May 1911, reminisced about his professor, as a `distinguished aging gentleman, looking tired and dreamy, with a touch of anxious sadness and perplexity´” (Bouissac 2010: 35).

5.3. Canciones de amor y muerte

Una vida como esta tenía que llegar al cine. No lo ha hecho todavía pero si al mundo de la canción, donde un Saussure dubitativo y demasiado humano encuentra su muerte. En 2004 una banda americana liderada por Stephin Merrit, The Magnetic Fields (2004), editan un disco triple, 69 Love Songs, en el que incluyen “The Death of Ferdinand de Saussure”:

I met Ferdinand de Saussure on a night like this On love he said “I'm not so sure I even know what it is No understanding, no closure It is a nemesis You can't use a bulldozer to study orchids,” he said, “so we don't know anything you don't know anything I don't know anything about love But we are nothing you are nothing I am nothing without love” I'm just a great composer and not a violent man but I lost my composure and I shot Ferdinand crying, “It's well and kosher to say you don't understand but this is for Holland-Dozier-Holland!” His last words were… His fading words were…

Un clásico también propicia estos ejercicios transtextuales de índole literaria, donde la recreación, y solo ella, ocupa todo el espacio. De los tres referidos, solo el de las clases impartidas por Saussure aspira a la verosimilitud, el resto, y como mucho de lo aquí planteado, es literatura.

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1 Genette la define como “un enunciado cuya plena comprensión supone la percepción de su relación con otro enunciado al que remite necesariamente tal o cual de sus inflexiones, no perceptible de otro modo” (Genette 1982: 10)

2Tal situación fue en parte enmendada por Payot recién en 2016 con la salida al mercado de una edición de bolsillo con prefacio de Jean Didier Urbain.

3Genette presenta la siguiente caracterización de la hipertextualidad: “Entiendo por ello toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es la del comentario. Como se ve en la metáfora se injerta y en la determinación negativa, esta definición es totalmente provisional. Para decirlo de otro modo, tomemos una noción general de texto en segundo grado (renuncio a buscar, para un uso tan transitorio, un prefijo que subsuma a la vez el hiper- y el meta-) o texto derivado de otro texto preexistente.” (Genette 1982: 14)

4Ver en tal sentido los fragmentos seleccionados por Coseriu del segundo tomo de Linguistique historique et linguistique générale en Coseriu (1957: 40 y s.).

5Para alivianar la presentación no figuran las referencias de página en el caso de los textos comparados (CLG, Las reglas del método sociológico y “Représentations individuelles et représentations collectives”. Como dato interesante cabe señalar que Coseriu hizo un cotejo similar e igualmente sorprendente en cuanto a los paralelismos conceptuales y fraseológicos entre el CLG y la obra de G. von der Gabelentz. (Coseriu 1977)

6La frase de marras cierra un párrafo que se abre con: “Este principio es tan esencial, que se aplica a todos los elementos materiales de la lengua, incluidos los fonemas” (CLG: 192). Por lo que no caben dudas de la confusión reinante. En el párrafo anterior, en cambio, el planteo no podía ser más vanguardista: “Esto es más cierto todavía en el significante lingüístico; en su esencia, de ningún modo es fónico, es incorpóreo, constituido, no por su sustancia material, sino únicamente por las diferencias que separan su imagen acústica de todas las demás.” (p. 192.). Sobre esta última observación Mounin (1968) comenta que “todos los elementos necesarios para la definición del fonema, tal como la daría la Escuela de Praga quince años después, se encuentran ya en Saussure. Este ha forjado -y, por lo tanto, posee- todos los instrumentos de análisis de los que se servirán sus sucesores: las nociones de diferencia, oposición, valor, sistema, substancia y forma” (Mounin 1968: 61).

7En el marco de la estrategia retórica que consiste en conceder para poder afianzar mejor sus diferencias con Saussure, Jakobson vuelve a referir al asunto varias páginas después pero sin ahondar en él: “El pensamiento saussureano, que mostró su vigor en la perspicaz adjudicación de ‘un valor puramente opositivo, relativo y negativo’ a los elementos fonémicos, gana en firmeza y consecuencia tan pronto como, par delà Saussure, sus dos principios básicos -la arbitrariedad del signo y la linealidad del signans- son puestos en duda” (Jakobson 1962b: 177)

8La validación de esta estrategia queda ampliamente corroborada en el hecho de que en los cursos impartidos en el último período de su vida Coseriu seguía citando tal ocurrencia textual. Así lo hace, por ejemplo, en Competencia Lingüística, donde reproduce literalmente la cita de “Determinación y entorno” (Coseriu 1992: 74)

9Sobre la dudosa autoría del modelo de la comunicación y la descripción subsiguiente ver Rastier (2016: 22 y s.), quien señala que “el párrafo (…) no tiene fuente conocida; su lenguaje fisiológico, sin un ejemplo en ninguna otra parte, no tiene nada de saussureano y delata la falsificación.”

NOTA: El autor de este texto es el único responsable de su contenido y redacción.

Nota de aceptación: Este texto ha sido aceptado para publicación por el único Director-Editor de la revista, Adolfo Elizaincin, quien ha actuado de acuerdo a lo establecido en la “Declaración de comportamiento ético de la revista Lingüística (https://www.mundoalfal.org/sites/default/files/revista/Declaración_comp_etico.pdf), primer párrafo del capítulo “Obligaciones del Director-Editor. A esta declaración deben adherir, explícitamente, el Director-Editor, los árbitros y los autores.

Recibido: 28 de Enero de 2018; Aprobado: 12 de Junio de 2018

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