Introducción
En el seno de la universidad pública argentina se dieron múltiples experiencias que buscaron repensar la clásica relación Universidad-Sociedad desde la reforma de 1918, sin embargo, será para mediados de siglo XX, y más particularmente hacia la década del sesenta y setenta que las críticas a la institución se profundicen y busquen construir alternativas que la piensen de raíz. La experiencia del Instituto de Investigaciones y Proyectos (IIP) y el Centro de Investigaciones de la Vivienda Popular de la Universidad de Buenos Aires (CIVPUBA) se gestó en un contexto donde confluyeron diversos procesos y trayectorias en el armado de una propuesta innovadora para la época, breve y violentamente censurada por la intervención de la Universidad en 1974. Este estudio forma parte de un trabajo más amplio de tesis doctoral donde se reconstruyó el proceso de discusiones en el seno del campo profesional y disciplinar de la arquitectura cuando aparece la pregunta sobre cómo abordar la cuestión social de la vivienda, profundizando hacia mediados de siglo XX, cuando este compromiso social se articuló con la militancia política, radicalizando sus contenidos y estrategias.
La hipótesis que motoriza este trabajo de investigación sostiene que los proyectos y programas del IIP y el CIVPUBA cristalizaron debates de la época en una propuesta innovadora de investigación, de abordaje interdisciplinario e integral, y de articulación institucional e intervención multiactoral para el problema del hábitat popular. El objetivo de este artículo es la recuperación y reflexión de la experiencia, a partir de, por un lado, contextualizarla en un contexto más general, reconociendo experiencias previas y la trayectoria de sus principales impulsores, y, por otro lado, recorriendo sus propuestas tanto en términos de formas organizativa y articulación con actores, como su enfoque teórico-práctico, apuntando a problematizar sobre cómo se posicionó entorno a los debates de la época.
El abordaje de las problemáticas de la vivienda popular se hace evidente ante el acelerado incremento de las ciudades y sus asentamientos en toda Latinoamérica hacia mediados del siglo XX, lo cual obligó al Estado a modernizar sus políticas públicas, así como la formación de profesionales que puedan atender estas crecientes demandas. En Argentina, la modernización de la universidad y de los profesionales fue de la mano con el impulso del desarrollo de la ciencia y técnica (CyT). Este impulso fue parte de un desarrollo generalizado en el continente, donde la CyT, como problema de la política pública, tomó mayor impulso hacia la segunda mitad del siglo XX con los gobiernos desarrollistas y la financiación de los organismos internacionales.
Las políticas de los organismos de cooperación panamericana se generalizaron al término de la segunda guerra mundial, cuando Estados Unidos configuró diversas estrategias para alinear consigo a los países de Latinoamérica, más aún cuando buscó contrarrestar los alcances del triunfo de la revolución cubana (Kozak, 2016:53). Las primeras iniciativas apuntaron al adiestramiento de los recursos humanos, a través de la instauración de centros de formación, becas de viajes y formación, congresos, seminarios, etc., muchos de los cuales apuntaron al problema de las barriadas y viviendas populares, principalmente a través de la Organización de Estados Americanos (OEA). Desde fines de los años treinta, estos organismos y los profesionales norteamericanos impulsaron el debate sobre la creación de un centro de investigación latinoamericano en diversos congresos de arquitectura. Esta iniciativa se logró concretar con el Centro Interamericano Experimental y de Adiestramiento en Vivienda (CINVA), creado en 1951 con sede en Bogotá. Las principales actividades del CINVA fueron: adiestramiento, investigación y asesoría, becas de estudio, programas de cooperación y múltiples intercambios.
Estas políticas de cooperación panamericana contaron con los recursos y medios para penetrar con fuerza en los campos profesionales locales y establecer su enfoque. Un proceso que además de influir en el diseño de las políticas públicas orientadas a la vivienda, modificaron la mirada con la que se comprendía al problema, un ejemplo de ello, fueron los debates en torno a la autoconstrucción y los programas de Ayuda Mutua y Esfuerzo Propio (Ballent, 2004; Gorelik, 2008; Kozak, 2016). Hacia los años sesenta, se reforzaron las políticas de apoyo a esfuerzos locales a través de la “Alianza para el Progreso”, durante la presidencia de Kennedy, y se profundizará con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, creado en 1959) y fundaciones norteamericanas como las de Ford y Rockefeller. Las formas de apropiación local de estas políticas y recursos fue diversa y es un tema abordado por diversas investigaciones (Beigel, 2010; Monti, 2015). A los fines de este artículo, resulta interesante visualizar cómo se configuran los primeros esfuerzos de CyT abocados a la vivienda popular en el país en este mismo contexto, donde se incrusta la experiencia del IIP y el CIVPUBA. Una experiencia atravesada por este modelo de financiamiento que permitía materializarlas -algunos de sus proyectos buscaron el apoyo de entidades como el BID-, pero que a la vez se constituyó en el modelo con el que sus propuestas discutieron.
Para realizar la recuperación de la experiencia se recurrió a un trabajo de archivo, donde se estudiaron documentos diversos que se seleccionaron entre los materiales del archivo personal del arquitecto Fermín Estrella, así como otros documentos y revistas especializadas de la biblioteca de la facultad de arquitectura de la UBA. El artículo se organiza en cuatro apartados. El primero indaga en los primeros espacios que abordaron la vivienda popular y problemáticas urbanas desde la investigación en arquitectura en el país. El segundo apartado recorre brevemente las trayectorias de los protagonistas que confluyen en el armado del IIP y CIVPUBA; y en una tercera y cuarta parte recorrer las propuestas de investigación y reflexionar sobre sus aportes e innovaciones.
Investigación y vivienda popular, primeras experiencias
El ámbito de la investigación fue una de las formas de abordar el problema de la vivienda popular, siendo su ámbito predilecto la universidad pública, sin embargo, no fue el único, debido a que algunos institutos se desarrollaron de manera independiente. Los recursos e incentivos se motorizaron con la construcción del sistema científico nacional, que se consolidó con la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) en 1958, cuyo antecedente era el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC), creado en 1951 por el gobierno peronista. Este resulta un período de apertura de la universidad a los temas que afectaban a los sectores postergados del país en el marco del modelo desarrollista, como señala Monti se da un proceso de “sustitución de la universidad profesionalista por una universidad científica con un rol social y fundamentalmente respaldada por un discurso en pos del progreso de la ciencia y de una educación integral sustentada en una concepción universalista de la cultura” (2015:39).
Los primeros esfuerzos de investigación que apuntaron a trabajar las problemáticas urbanas y de vivienda de los sectores populares se vincularon de diversas maneras con la universidad y se ubicaron en diferentes puntos del país. Un ejemplo de ello, y experiencia pionera en investigación de las cuestiones urbanas, se gestó en el seno de la Universidad Nacional del Litoral en Rosario, el Instituto de Arquitectura y Planeamiento -IAyP- (1957-1961), luego Instituto de Planeamiento Regional y Urbano del Litoral -IPRUL- (1961-1965), el cual se trasladó a la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1965, como Equipo de Estudios Urbanos y Regionales -EEUR- (1965-1966), pero en 1966 se independizó como Centro de Estudios Urbanos y Regionales -CEUR- (Monti, 2015).
En la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU, recién en 1983 incorpora Diseño y pasa a ser la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo -FADU) el ámbito de la investigación se inició con la creación del Instituto de Investigaciones Históricas y Estéticas en 1946, dirigido por Mario Buschiazzo, el cual se centró en la historia de la arquitectura y subsiste hasta la actualidad bajo el nombre de Instituto de Arte Americano. Allí uno de los primeros esfuerzos de investigación abocados al problema de la vivienda popular fue el Instituto de la Vivienda, encabezado por los arquitectos Oscar Molinos y Luis Miguel Morea, y la participación de diversos especialistas, como el sociólogo Floreal Forni (Gutiérrez, 2003:49). El instituto se creó a inicio de los años sesenta y se mantuvo hasta la intervención de las universidades con el golpe de Onganía en 1966. Luego de esta intervención, se da la masiva renuncia de profesores de la FAU (Cravino, 2012) y la creación de espacios por fuera de la universidad, entre ellos el Centro de Estudios del Hábitat. Este espacio de investigación extrauniversitario se creó en 1967 y fue impulsado por la Fundación de Investigación Interdisciplinar -creada en 1966, con el agrupamiento de una serie de profesionales de diferentes disciplinas. Su objetivo era “promover la integración teórico-práctica entre las ciencias humanas y sociales y el conjunto de disciplinas (...) -la cual- se concentrará en el objeto de estudio, el hábitat, concebido como el resultado en el espacio de las actividades de los hombres y las sociedades” (Summa, 1968:74). El Centro dictó seminarios y cursos, financió becas de investigación y desarrolló proyectos diversos, allí participaron arquitectos como Marcos Winograd y Alfredo Ibarlucía, junto a reconocidos profesionales de otras disciplinas, como León Rozitchner, Victor Sigal, Oscar Varsavsky, Manuel Sadosky, Rolando García, Gregorio Klimovsky entre otros (Cravino, 2018).
Para 1967, se crearon dos institutos de investigación abocados a la vivienda popular que resultan una referencia obligada a nivel nacional hasta la actualidad. Por un lado, se creó el Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE), en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Córdoba, y, por otro, el Instituto de Investigación y Desarrollo en Vivienda (IIDVi), en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), en Chaco. El CEVE se inició con un grupo de estudiantes, como un espacio alternativo que abordaba la problemática socio-habitacional desde un Laboratorio-Taller de Desarrollo de Tecnología Constructiva que se fue ampliando en el tiempo (CEVE, 2019). En 1974 fue la primera institución dedicada a la vivienda que se incorporó al CONICET, y en 1977 se desvinculó de la Universidad Católica de Córdoba, y generó la Asociación de la Vivienda Económica (Sociedad Civil sin fines de Lucro).
En Chaco, el IIDVi se creó bajo el nombre de Departamento de Diseño Arquitectónico, impulsado por el arquitecto Víctor Saúl Pelli, en la Facultad de Ingeniería, Vivienda y Planeamiento de la UNNE. Esta Facultad se dividiría luego en la Facultad de Ingeniería y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, donde el IIDVi tendría lugar. Inicialmente se dedicó “al desarrollo de sistemas conceptuales-arquitectónicos destinados a facilitar y reforzar la producción de soluciones por autoconstrucción, con el criterio de organizar sistemáticamente la interrelación entre servicio técnico y habitante” (IIDVi, s/f). En una segunda etapa, se centró en el trabajo con las comunidades y sus necesidades particulares, que excedían el desarrollo de sistemas y nuevas tecnologías, por lo que se desarrollaron modelos de gestión y de participación activa de los habitantes.
Fermin Estrella y Mario Tempone, testimonios de una generación
La experiencia del IIP y el CIVPUBA fue parte de un proceso de construcción de un pensamiento crítico en el campo de arquitectura, que se forjó al calor de la modernización del campo disciplinar, el abordaje de la problemática de vivienda y una mayor participación política de la comunidad universitaria. Un sector de estudiantes, graduados y docentes, de diferentes generaciones, que se formaron en la FAU-UBA, en los últimos años del gobierno peronista, se movilizaron con las intervenciones de 1955 y fueron protagonistas del proceso de modernización de los contenidos de la enseñanza. Fueron quienes generaron diversos espacios de discusión para transformar la formación y, hacia fines de los años sesenta, se involucraron en organizaciones políticas peronistas y de izquierda que asistieron al movimiento villero (Camelli y Snitcofsky, 2016; Durante, 2019). Un sector que era parte de un debate generalizado en el campo profesional, que se expresó con fuerza en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos -UIA- en Cuba, en 1963, el cual resultó un punto de encuentro para quienes apuntaban a configurar un nuevo perfil profesional abocado a las problemáticas populares (Carranza, 2014). En la FAU-UBA este proceso se vió interrumpido con la intervención de la universidad en 1966, sin embargo, se reorganizó con fuerza hacia fines de los años sesenta y principios de los setenta (Cravino, 2018). Esto se hace visible en el Congreso de la UIA en Buenos Aires, en 1969, cuando un sector estudiantil y graduado intervino el encuentro internacional con fuertes críticas y construyó un espacio alternativo en la FAU (Carranza, 2011). En este contexto, se formaron Mario Tempone (1937-1977) y Fermín Estrella (1938-2014) quienes crearon y dirigieron el IIP.
La primera experiencia práctica de abordaje del problema de la vivienda en la FAU-UBA, por fuera de proyectos desarrollados en las aulas, fue la experiencia del conjunto de viviendas para Isla Maciel. El proyecto se llevó a cabo en el marco del proceso de trabajo que impulsó el Departamento de Extensión Universitaria (DEU) de la UBA desde 1956, donde participaron profesionales y estudiantes de diferentes carreras y facultades. Es reconocido el proyecto que se realizó desde el taller de Wladimiro Acosta (Figura 1) para la cooperativa de viviendas de la Isla, sin embargo no es el único espacio que interviene. Para 1960 varios talleres de la FAU se abocaron a la temática, entre ellos los dedicados a la planificación urbana como el taller de Suárez y García Vazquez, donde Estrella realizó sus primeras aproximaciones a las problemáticas de los sectores populares (Estrella, 2012:14).
Tempone egresó como arquitecto de la FAU a principios de los sesenta, donde inició su carrera docente siendo estudiante en 1956, una vez graduado fue Ayudante, luego Jefe de Trabajos Prácticos en diversas materias. Renunció ante la intervención de 1966 y retomó en 1973 siendo Profesor de la Cátedra de Construcciones. A diferencia de Tempone, Estrella no tuvo una trayectoria docente en la FAU, inició a trabajar en el campo profesional de muy joven en estudios de arquitectura e inició su trabajo en escuelas rurales unos años antes de recibirse. En 1964, ingresó a trabajar con el Plan de Construcciones Escolares y el Grupo Nacional de Desarrollo de la Arquitectura Escolar, impulsados por el gobierno del presidente Illia. En poco tiempo, pasó a ser Jefe del Grupo de Diseño de Escuelas Rurales del Consejo Nacional de Educación, donde realizó una extensa obra de escuelas rurales en todo el país (Figura 2).
En 1968, para sistematizar la experiencia en escuelas y profundizar la investigación y experimentación conformó el Grupo IRA (Industrialización y Racionalización de la Arquitectura), junto a Miguel Cangiano, Enrique Ibañez, Raúl Pajoni y Pedro Padawer. El trabajo desarrollado por el Grupo IRA es reconocido en la historiografía de arquitectura local (Liernur y Aliata, 2004:59), debido que, a diferencia de lo que proponía la “arquitectura de sistemas” importada de Europa y Norteamérica, su propuesta abordó el problema de manera integral, vinculándolo al desarrollo nacional de la industria y las capacidades disponibles. Sus propuestas generaron sistemas apropiables por las comunidades, tanto de las instancias de proyecto y definición de los espacios, como de los procesos de producción, las innovaciones tecnológicas, las técnicas constructivas, el crecimiento y mantenimiento futuro.
Por su lado, Mario Tempone, desde 1957, previo a graduarse, comenzó a tener encargos profesionales que fueron desde pequeñas obras hasta grandes edificios de viviendas e industriales en el sector privado. En el sector público se realizó obras desde principio de los sesenta, resolviendo programas muy diversos, como por ejemplo, un plan de viviendas por Ayuda Mutua y Esfuerzo Propio en San Luis, la coordinación de un grupo de encuestadores para la realización de un análisis de sociología urbana en Buenos Aires, y un proyecto de viviendas para la erradicación de una villa en Campana en 1965.
En 1972, Mario Tempone y Fermín Estrella realizaron su primera experiencia juntos en la realización de un proyecto de vivienda y un estudio para su sistematización, junto a Francisco Trincheri, para el Instituto de Promoción y Planificación de la Vivienda (IPPV) de la provincia de Rio Negro (Figura 3). Esta experiencia “fue la base de lo que guió nuestro trabajo y originó la investigación posterior para el IPPV ‘Conjuntos Sistematizados de Vivienda’. Un trabajo que lo difundieron en fotocopias los centros de estudiantes de arquitectura de varias facultades del país” (Estrella, 2012:57). Estrella hace referencia al manual “Construcciones Masivas con Participación Popular” que publicó el Centro de Estudiantes de Arquitectura de la FAU en 1973 y tuvo una gran difusión en la comunidad universitaria. Otras versiones revisadas de este mismo material fueron publicadas por los centros de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de Córdoba y la de Mar del Plata, en 1974 (Figura 4).
Una propuesta innovadora, de integración e interdisciplinaria
Con la asunción del gobierno de Cámpora en 1973, se consumó el proyecto de la “Universidad Nacional y Popular” que sintetizó experiencias previas de las Cátedras Nacionales y Populares (Friedemann, 2017). En este contexto, en la FAU asume como decano Alfredo Ibarlucía y la enseñanza se organizó en tres áreas: el Departamento de Ciencias Humanas, dirigido por Juan Molina y Vedia; el Departamento de Técnicas Constructivas, dirigido por Mario Tempone; y el Departamento de Diseño, dirigido por Norberto Cháves. Comenzaría allí a gestarse lo que se conoció como los Talleres Nacionales y Populares (TANAPO), con el apoyo del sector estudiantil de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), Montoneros y otras organizaciones afines. En este armado, Fermín Estrella fue convocado por Mario Tempone para crear el IIP y el CIVPUBA. Dos espacios hermanados en el seno de la FAU-UBA, donde el espacio de investigación se articuló con la política pública, movimientos villeros, organizaciones políticas y el sector privado, y buscó ir en sintonía con el proyecto político del tercer peronismo. Ambos fueron parte de una política mayor para la Universidad, donde la política de investigación fue jerarquizada, se crearon nuevos institutos y se articularon con la política nacional (Recalde y Recalde, 2007).
Ambos espacios formularon el Programa de Investigación en Vivienda de la UBA, en 1974, el cual se propuso ser un espacio de acopio, sistematización y elaboración de documentos “cuyos resultados y efectos respalden la definición y el establecimiento de las prioridades de la política de investigación en vivienda, revelando las áreas vacantes del conocimiento de los aspectos básicos del problema, en el contexto de la realidad argentina, coadyuvando con el Estado en la formulación de las Políticas Nacionales de Vivienda” (IIP, 1974:7). Un objetivo ambicioso pero que se vinculaba a la idea de articulación con la política nacional. A la vez, en el seno de la FAU, propuso vincularse con los espacios de la formación de grado y extensión universitaria, participando activamente en la reformulación del plan de estudios. Se proyectó una estructura dinámica en donde la formación fuera retroalimentada por la producción de investigación, tanto como instancia formativa, como espacio de experimentación y armado de prototipos, así como para el reconocimiento del trabajo manual y tecnologías de la construcción por parte de los estudiantes. Estos esfuerzos apuntaron a enriquecer el proceso formativo, motivando el aprendizaje integral para los y las estudiantes, con un contacto directo e inserción concreta en la realidad social (IIP, 1974:12).
La interdisciplina estructuraba la propuesta, formulando el Programa como parte de la política de la Universidad. En este sentido, se propuso la confluencia de esfuerzos realizados por Institutos, Centros y Departamentos de diversas facultades de la UBA, y se invitó a participar a las facultades de economía, ingeniería y humanidades. En la formulación de sus proyectos y estructura organizacional pueden verse todos estos elementos que se comentaban (Figura 5 ). Además, se generaron diversas instancias y formas de vinculación con organizaciones políticas y el movimiento villero, lo cual se visualizó en la organización del Primer Congreso Nacional de Vivienda Popular realizado en diciembre de 1973, en la UBA, donde el IIP fue un actor destacado en las discusiones. En los proyectos del Programa es posible reconocer las diferentes formas de articulación con gobiernos municipales, con organizaciones sociales, con cátedras y otras facultades.
A pesar de su breve duración, el IIP generó una gran cantidad de ponencias, cartillas y documentos. En varias bibliotecas de las facultades de arquitectura del país y archivos personales de arquitectos se puede encontrar la “Bibliografía Básica Unificada” (Figura 6 y Figura 7), que fueron una especie de cartillas temáticas que se abocaron a diferentes áreas de la formación, tales como vivienda, planeamiento, construcciones, etc. Algunas de ellas fueron el resultado de trabajos en las cátedras con los estudiantes, otras de proyectos de investigación y sistematización, y otras condensaron información que Tempone, Estrella y otros profesionales habían desarrollado en sus diversas experiencias.
Un enfoque innovador para el problema de la vivienda
Los rasgos innovadores de esta experiencia no radican solo en su forma organizativa y articulaciones multiactorales, sino también en su enfoque sobre el problema de la vivienda, la tecnología, la participación y el desarrollo nacional. En la definición del problema de la vivienda, el Programa utilizó, en sintonía con ideas de la época, la noción de hábitat, incluyendo al problema de la vivienda el tema de la tierra, la infraestructura de servicios, el equipamiento de salud y educación, la accesibilidad y el abastecimiento, junto a la noción de medio ambiente, considerando el diseño, microclima, paisaje, cuestiones ambientales, etc. (IIP, 1974:2). Sostenían que no se trataba solamente de construir más “techos”, sino de pensar un “desarrollo social integral”. En este sentido, apostaban por la participación, el desarrollo comunal, la intervención protagónica y la integración social de los sectores beneficiarios de la vivienda, reafirmando que “el poder de decisión de cómo debe ser la vivienda, pertenece, fundamentalmente, al hombre, a la familia y a la comunidad como derecho inalienable” (IIP, 1974:7).
Estas ideas pueden verse aplicadas en uno de los proyectos, donde para la formulación del diagnóstico, previo a la formulación de un plan de viviendas, se propuso la conformación de un equipo de trabajo donde participaron los técnicos, los representantes de las instituciones estatales, representantes de las organizaciones populares y delegados de los vecinos. Este equipo, capacitación mediante de todos sus integrantes, fue el encargado de construir los instrumentos del diagnóstico, su desarrollo y evaluación posterior (IIP, 1974:10). Estos mecanismos dan cuenta de una idea de participación distinta a la que se venía construyendo por las políticas de vivienda de la época. En contraste con una participación mayormente consultiva e individual, la propuesta apuntaba a una participación integral, entendida como un derecho, colectiva y en todas las instancias del desarrollo de las respuestas habitacionales.
Las propuestas del IIP incorporaron la perspectiva de la masividad y sistematicidad para el problema de la vivienda, en sintonía con los desarrollos previos de sus impulsores. Estas ideas se ven, por ejemplo, en un proyecto de sistema de centros de salud, donde se generó una metodología sistemática que permitía resolver diversos programas, desde una unidad mínima de atención hasta la máxima complejidad. A la vez, se proyectó un esquema flexible, que podía crecer, ubicarse en diversas locaciones y que contemplaba la participación popular organizada (Figura 8).
Otro de los aspectos innovadores, fue la incorporación del estudio del sector industrial de la construcción. A través de uno de sus proyectos, se propuso el estudio en profundidad de las características del sector privado del que dependía la posibilidad de concreción de una nueva política pública de vivienda. Sostuvieron que era indispensable realizar un diagnóstico del sector de la construcción, como parte del sistema social y la estructura económica (IIP, 1974:14); consideraban que era un sector importante para repensar la economía nacional, debido a la provisión de empleo y a su fuerte concentración empresarial. A la vez, el Instituto impulsó el relevamiento de los recursos tecnológicos y de sistemas constructivos del país que permitieran “obtener el marco de recursos disponibles, potenciales y ociosos (mano de obra, equipo, materiales, etc.) en todo el país, que posibiliten fijar políticas de vivienda, prototipos convenientes, etc., asegurando una máxima productividad, a través de una óptima y plena utilización de tales recursos” (IIP, 1974:14). Estas investigaciones alimentaron la concreción de “prototipos ecológicos” -ecológicos en sentido amplio, considerando el desarrollo local no solo medioambiental, sino económico, social y cultural-, que resultaron modelos de estudio donde poner a prueba las respuestas formuladas para la dimensión constructiva.
Entre las investigaciones desarrolladas, algunas se abocaron a estudiar los procesos de trabajo y la caracterización de la mano de obra para fortalecer los procesos de autoconstrucción asistida, donde los propios destinatarios participen en la producción de sus viviendas. En los años setenta, se dieron profundos debates en torno a los mecanismos de autoconstrucción, motivados por la amplia difusión de las propuestas de Ayuda Mutua y Esfuerzo Propio de los organismos internacionales. Las críticas radicaban, centralmente, en la sobre-explotación de la mano de obra, al convocar al esfuerzo de los propios pobladores en la construcción de sus viviendas como una acción voluntaria y no remunerada. Este debate se expresó con claridad en los escritos de Pradilla Cobos (1982) y Burgess (1978), quienes discutían con John Turner (1976) -a quien se lo vinculó con las ideas de los organismos internacionales-, sin embargo, fueron cuestionamientos que es posible observar en experiencias previas, donde se buscó construir alternativas que generen condiciones de trabajo dignas y estables para los autoconstructores.
En los textos del IIP, se señala que, a pesar de las críticas a la autoconstrucción, debía considerarse una mejora del sistema, para su aplicación desde las políticas de vivienda, debido a que generaba un abaratamiento de los costos y la eliminación de intermediarios en la producción. El Programa de Investigación indagó en la posibilidad de generar formas organizativo-productivas vinculadas a la construcción luego de la materialización de sus viviendas. A estas búsquedas, sumaban la posibilidad de poner en marcha una planta piloto para la producción y experimentación tanto de paneles prefabricados como de dispositivos de cerramiento de vanos. Un espacio de investigación, diseño y construcción de modelos que puedan ser incorporados a futuros planes de vivienda, y que, a la vez, sirva para la capacitación técnica de los usuarios potenciales de las viviendas. Estas iniciativas propuestas por el Programa se vincularon a la reconocida experiencia del realojamiento de la Villa 7 y construcción del Barrio Justo Suárez (Figura 9) (Barrios, 2011; Massida, 2017) impulsada desde un equipo de la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV). Formaron parte de dicho equipo compañeros cercanos a Estrella y Tempone, algunos de ellos involucrados directamente con las experiencias de la FAU-UBA, lo que a la vez motorizó trabajos en conjunto entre la CMV y el IIP (Nuestra Arquitectura, 1974).
Reflexiones finales
Las propuestas del IIP y CIVPUBA aportan elementos para pensar desde una perspectiva crítica tanto el ámbito de la investigación en arquitectura, así como para repensar la universidad y su vinculación con otros actores de la sociedad, la propia práctica profesional, la mirada sobre el problema de la vivienda, las políticas públicas, los procesos de trabajo, entre otras dimensiones que intervienen en el abordaje del hábitat popular. En uno de los objetivos del Programa, afirmaban “servir de base para la capacitación técnica de los recursos humanos de la FAU en la perspectiva de acortar la distancia entre trabajo manual e intelectual existente en la enseñanza de materias técnicas” (IIP, 1974:17). Una expresión que sintetiza el enfoque crítico de la propuesta apuntando a una de las aristas más contradictorias de la división social del trabajo del modelo capitalista. Una mirada que iba en sintonía con la mirada de una generación que buscó entrelazar sus prácticas profesionales y universitarias con sus proyectos societarios de transformación social.
En la experiencia que se estudia se materializaron diversas discusiones de la época en una propuesta que incluía una serie de programas y experiencias piloto, la cual articuló diversos actores, ámbitos universitarios, disciplinas e instituciones. En ellas es posible identificar la marca de sus impulsores y la síntesis de sus experiencias laborales previas. Varios de los puntos de esta propuesta resultaron innovadores y sentaron posición respecto de diversos debates de la época, vinculados al problema de la vivienda popular, tales como: la cuestión productiva, la organización de base, la participación, el papel de la tecnología, el desarrollo local, la experiencia territorial, la empresa popular, la autoconstrucción, la reformulación del equipo técnico, entre muchos otros aspectos interesantes. Se apuntó a atender las problemáticas de los sectores populares lejos de la lógica asistencial, vinculándose a sus procesos organizativos y movilización política para fortalecerlos. La propuesta articuló múltiples actores en un mismo mecanismo de trabajo para abordar la problemática de la vivienda popular y la obra pública desde una perspectiva relacional, integral e interdisciplinaria, innovadora para su tiempo y aún vigente de recuperar para pensar propuestas actuales en la universidad pública.