Introducción
¿Cuál es la visión acerca de la infancia que propone el paradigma de “crianza respetuosa”?, ¿Cómo se concibe el cuerpo de los niños y las niñas y las relaciones de corporalidad entre ellos y sus padres y madres? ¿Cómo se articulan dichas nociones de cuerpo con prácticas de crianza específicas?
La modalidad de crianza respetuosa ha adquirido popularidad en las últimas décadas a nivel mundial. En Argentina, la creciente aparición de espacios y grupos presenciales y/o virtuales que convocan a compartir experiencias de crianza con este enfoque da cuenta de la magnitud de este fenómeno cultural. La crianza “respetuosa”, también llamada crianza “natural” o “fisiológica”, se ha instalado también en el espacio mediático mediante los testimonios de actrices y modelos famosas que se definen como practicantes y defensoras de este modelo (Sanchez de Bustamente, 2017). Sin duda, el cruce entre la elección personal de cómo criar y la defensa pública de estas prácticas de crianza es un rasgo significativo en las trayectorias de mujeres interpeladas por este modelo.
A grandes rasgos, este enfoque de crianza se centra en el respeto por los procesos fisiológicos y madurativos de los niños y las niñas y la consideración de sus necesidades de apego seguro brindadas por un entorno familiar adecuado a estos fines. La crianza con apego (attachmentparenting), planteada por William y Marta Sears (1960), a partir de la teoría del apego de Bowlby, sustenta este enfoque. Este estilo de crianza se vincula también al continuum, un concepto clave para la comprensión de la crianza respetuosa, formulado por Jean Liedloff en los años 70 y que define como “la secuencia de experiencias que corresponde a las expectativas y tendencias de nuestra especie en un entorno consecuente con aquello en lo que esas expectativas y tendencias se formaron. Incluye que las otras personas que forman parte de aquel entorno se comporten y nos traten adecuadamente” (Liedloff, 2011: 54)
El objetivo de este artículo analizar las nociones de cuerpo infantil que circulan en el enfoque de crianza respetuosa. Dicho enfoque coloca al cuerpo como un actor de las explicaciones tanto de los comportamientos infantiles como de los comportamientos esperables de los padres y madres. Esto ocurre, como se analiza en estas páginas, porque la crianza respetuosa cifra en los procesos fisiológicos (corporales), la explicación de las necesidades de la niñez y las respuestas de la crianza. El trabajo es parte de una investigación en curso en la que analizo desde una perspectiva antropológica cómo los discursos/movimientos de parto respetado y crianza respetuosa de la ciudad de Buenos Aires conciben la noción de naturaleza.
La estrategia metodológica que guía la investigación consiste en un diseño cualitativo en base a fuentes primarias (entrevistas en profundidad y observaciones participantes) y secundarias (documentos, revistas, documentales y libros de la temática). Se entrevistan a expertos (puericultoras, doulas, especialistas en desarrollo infantil, asesoras de crianza, entre otras figuras expertas vinculadas a este modelo) que se ocupan de difundir las ideas centrales del paradigma de parto respetado y crianza respetuosa a través de las redes, libros, y/o estrategias de activismo político, como también a través del asesoramiento y acompañamiento de familias. Asimismo se entrevistan a madres que siguen este tipo de prácticas y recomendaciones. Las observaciones participantes se realizan en charlas de crianza, rondas de testimonios de partos, cursos de acompañamientos de embarazos, y otros espacios surgidos a partir del contacto con los entrevistados. Con respecto a las fuentes secundarias se analizan diversos materiales de difusión producidos por esos expertos tales como libros y revistas de lactancia, alimentación y parto, entre otros.1
La investigación se inscribe en la línea de estudios socioculturales sobre parto, maternidad y crianza (Martin, 2006, Cosse, 2009, 2010a, 2010b, Carli, 1999, Faur, 2014, Schwarz, 2010, Felliti, 2011 Castrillo, 2014, entre otros), Si bien aún las investigaciones sobre la temática de parto y crianza natural son escasas, los trabajos de Bobel, (2001) en Estados Unidos y su análisis de las maternidades naturales, Fedele, (2016) y su enfoque sobre las maternidades holísticas en Portugal y Tornquist, (2002, 2004) en Brasil con su etnografía acerca del ideario y las prácticas del movimiento por la humanización del parto, problematizan las experiencias de mujeres de clases medias que adscriben a estos enfoques. En el plano local son antecedentes relevantes el trabajo de Abdala, (2016) sobre las experiencias de gestación y maternidad de mujeres interpeladas por la búsqueda del parto y la crianza natural en la ciudad de Santa Fe, y las investigaciones sobre violencia obstétrica de Fornes, (2011) y Jerez, (2015) que contribuyen a problematizar el espacio social en que la noción de parto respetado adquiere relevancia.
En este artículo me inspiro en los nuevos estudios sociales de la infancia (James et al., 1998, Prout, 2000, Jenks, 2000, Llobet, 2010,Carli, 1999, 2011). Uno de los aportes centrales de estos trabajos es que ponen el énfasis en la acción social desde la perspectiva de los niños y las niñas. La noción de agencia infantil adquiere centralidad también en la perspectiva de la crianza respetuosa dado que las decisiones de crianza son resultado de ese marco de interacciones en vez de decisiones adultas que recaen sobre los niños como suele ser en el paradigma tradicional de crianza.
En las páginas siguientes describo los componentes de la crianza respetuosa poniendo el foco en cómo éstos delinean una figura de la infancia anclada en la “naturaleza”. Los niños y las niñas son seres conectados con su “instinto” y se presentan como poseedores de un saber digno de protección porque responde a su intrínseca conexión con los procesos naturales y esperados del desarrollo. En este marco la naturaleza equivale a la fisiología, es decir los procesos corporales que se dan de forma espontánea. Las necesidades de las niñas y los niños se interpretan como necesidades “naturales”, es decir, propias de su desarrollo fisiológico. Esta visión de la infancia en armonía con la naturaleza reactualiza al tiempo que resignifica una forma rouseeauniana de entender los niños y niñas (Carli, 1999, Lupton, 2013). Los niños y las niñas han sido tradicionalmente representados como más cercanos a la naturaleza que los adultos, por un lado a partir de su salvajismo y falta de civilización, pero también por su pureza e inocencia, supuestamente no contaminada por la influencia de la sociedad (Jenks, 1996, citado en Lupton, 2013). En el caso de la crianza respetuosa se recupera la vertiente positiva del vínculo naturaleza-infancia renovando sus significados mediante el cruce con elementos nuevos, propios de la confluencia con un estilo cultural que plantea un retorno a lo natural como aspiración también en otras prácticas sociales, donde la conexión con la naturaleza es sinónimo de mayor bienestar, salud, conciencia, sabiduría interior, entre otros significados culturales.
Considerando que mi trabajo de campo está en proceso, y que hasta la fecha poca investigación se hizo de esta temática en las ciencias sociales, este artículo ofrece una primera descripción del fenómeno en Argentina.
En este artículo reflexiono sobre las nociones de cuerpo que circulan dentro del modelo de crianza respetuosa para plantear algunas articulaciones teóricas entre la antropología del cuerpo y la sociología de la infancia. Siguiendo a Lupton, (2013) las actitudes sociales hacia la crianza y las nociones de cuidado infantil apropiado son definiciones políticas, culturales e históricas sujetas a cambios a partir de cómo esos cuerpos infantiles son conceptualizados. En esa línea, sugiero que las nociones sobre la infancia inherentes al enfoque de crianza respetuosa acentúan diferentes metáforas de organización de la experiencia corporal infantil que tensionan los valores culturales acerca de la proximidad, la distancia, la dependencia y la autonomía.En las consideraciones finales retomo estas cuestiones para interrogar las prácticas de crianza desde una antropología del cuerpo.
El artículo se organiza de la siguiente forma: en primer lugar delineo las características principales de la crianza respetuosa atendiendo a su doble configuración como movimiento social y estilo de vida. En segundo lugar, describo las prácticas de crianza que promueve este enfoque y por últimos interrogo las diferentes nociones de corporalidad que circulan en las prácticas descritas.
Crianza respetuosa: movimiento social y estilo de vida
En primer lugar,2 defino la crianza respetuosa como un movimiento social y como un estilo de vida simultáneamente por su doble búsqueda por transformar personal y socialmente el rol de la “mapaternidad”, tal como suelen decir en el universo de la crianza respetuosay el lugar de la infancia. Como movimiento social el objetivo es transformar el parto, el nacimiento y la crianza mediante la difusión de información sobre la fisiología del parto y la crianza y las acciones en el espacio público dirigidas a la promoción de prácticas de atención de la salud perinatal que respeten tanto los procesos fisiológicos del embarazo, parto y nacimiento como las necesidades fisiológicas y emocionales de los niños y niñas en las etapas de la crianza.
En Argentina, son notables las acciones de organizaciones de la sociedad civil que promueven la visibilización de situaciones de violencia obstétrica y de vulneración de derechos en el parir y nacer (Las Casildas y Fortaleza 85, entre otras). Asimismo los expertos en crianza respetuosa también suman acciones de difusión y promoción de estas ideas en el espacio público tanto mediante la participación en programas radiales, televisivos y notas periodísticas como la publicación de libros sobre la temática.
Como movimiento social los valores, ideas y prácticas difundidas en este modelo de parto y crianza se articulan en torno a ideas de cambio en diversas áreas de la vida social. Por un lado, la transformación de las relaciones de género al interior del espacio doméstico a partir de involucrar al hombre más activamente en las tareas del hogar y en el ejercicio de la paternidad3. Por otro lado, la transformación de las relaciones laborales, ya sea mediante la visibilización de la crianza y las tareas de cuidado como derechos de los trabajadores y las trabajadoras como también a partir de las búsquedas y cambios personales en la organización laboral de los padres y madres que siguen este enfoque. Por último, la transformación de las relaciones de autoridad en el campo de la salud, en especial respecto de la relación médico -paciente a partir de reposicionar a las mujeres como protagonistas de sus partos y de las elecciones de las prácticas de crianza por fuera del mandato de los expertos médicos. En el campo de la crianza concretamente las relaciones de autoridad entre madres, padres e hijos/as, también se ven cuestionadas a partir de nuevas concepciones sobre el rol de la disciplina, la autoridad y la intervención en las experiencias infantiles que impactan las relaciones de poder entre padres e hijos4.
Sin embargo, no es sólo por la dimensión colectiva que destaco la potencialidad como movimiento social del parto respetado y la crianza respetuosa sino que también es notable cómo el discurso del activismo y cambio social opera en las construcciones narrativas personales respecto a justificar, entender y valorizar la elección de este estilo. Este discurso produce un modo de empoderamiento y auto reconocimiento de las prácticas de cuidado y dedicación que realizan las mujeres en el ejercicio de la maternidad y que les brinda herramientas argumentativas para sostener e interpretar el esfuerzo y la implicación personal que supone la crianza.
La crianza respetuosa plantea una forma de relacionarse con las hijas y los hijos que coloca el placer de ese encuentro en primer plano. Las tareas de cuidado inherentes a la “mapaternidad” se conciben primordialmente desde el placer y el derecho y no desde el agobio y la obligación. Los discursos expertos de crianza respetuosa y los relatos de las madres enfatizan la búsqueda de la transformación personal que supone el ejercicio de este estilo parental. Más allá de las tensiones con la propia autonomía, otras referencias identitarias y los tiempos personales, tensiones fundamentales para entender en su complejidad las experiencias reales de familias que llevan adelante este tipo de crianza, se concibe la maternidad y la paternidad como una oportunidad de aprendizaje, crecimiento personal y transformación espiritual.
Como estilo de vida la crianza respetuosa supone una serie de hábitos en la vida cotidiana que no se remiten a la crianza únicamente y que se cruzan con otras marcas culturales de época agrupadas bajo el espíritu del retorno a lo natural: el ecologismo, la alimentación saludable/ “consciente” la búsqueda de opciones laborales más flexibles y compatibles con la presencia en el hogar, como experiencias laborales ligadas al emprendedurismo (Vargas y Viotti, 2013) En relación con las prácticas de atención de la salud, el cuestionamiento de la vacunación obligatoria (Brown, 2014), el acercamiento a terapias alternativas para la atención de los procesos de salud y enfermedad se alinean también con este tipo de crianza. Con respecto a la educación, la búsqueda de modelos educativos alternativos a la educación tradicional (pedagogías alternativas como Waldorf o Montessori, o la no escolarización, movimientos como homeschooling) también es un rasgo sobresaliente.
Estos valores culturales no son asumidos de forma lineal por las personas que llevan adelante este tipo de prácticas de crianza pero sí están presentes en las experiencias que relevé en mi trabajo de campo, ya sea como aspiración normativa o como vivencia concreta en diversos grados de adhesión. Otros trabajos confirman esta descripción, por ejemplo, la etnografía de Bobel, (2001) describe articulaciones de prácticas culturales similares a través de la noción de “simple living” que supone la adhesión de las “natural mothers” a prácticas de consumo responsable, trueque, “hecho en casa”, reciclado y un estilo de vida austero. Por su parte, la tipología creada por Abdala (2016) “las madres heterodoxas y las madres ortodoxas” muestra los diferentes niveles de articulación entre una justificación espiritual y una justificación científica que se expresan en la elección de ciertas prácticas culturales afines con las prácticas alternativas o complementarias. El trabajo de Tornquist, (2002), finalmente, subraya la confluencia de valores de la contracultura y justificaciones científicas en las prácticas y el ideario de la maternidad y crianza natural.
En suma, el paradigma de la crianza respetuosa responde a unethos cultural común con las prácticas de la nueva era (Seman y Viotti, 2015) donde se ponen en juego valores tales como el ecologismo, la alimentación saludable, la elección de terapias alternativas y nuevas formas de entender la espiritualidad y el crecimiento personal. En estos cruces, siguiendo a Abdala y Felliti, (2018), circulan ideas feministas en relación con la autonomía corporal, un lenguaje de derechos humanos aplicado a la humanización del parto, y cosmovisiones y prácticas espirituales sobre procesos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Colocar la crianza bajo la lupa nos permite visualizar tanto los cambios más significativos en los patrones y experiencias contemporáneas de maternar, paternar y criar, como la emergencia de movimientos sociales feministas que encuentran en la maternidad y la crianza un lugar para el activismo y el cambio social.
La visión de la infancia en acción. Primeras aproximaciones hacia la comprensión de la crianza respetuosa
En este apartado describo los componentes de la crianza respetuosa a través de la organización de prácticas de crianza, es decir acciones concretas que organizan y dotan de sentido la vida cotidiana de las familias en áreas específicas tales como la alimentación, el sueño y la lactancia, entre otras.
Las prácticas de crianza alineadas con este enfoque hallan su justificación en el respeto por la fisiología de los niños y niñas, por ello, el argumento principal que las organiza es la invocación de los ritmos y mandatos de la naturaleza, que en este enfoque equivale a fisiología. En este sentido es clave considerar que la concepción de las expresiones infantiles como necesidades reales y legítimas es un aspecto fundamental de la crianza respetuosa:
El niño debe ser respetado y atendido en todas sus necesidades (uno de los puntos centrales de la crianza con apego). No son caprichosos ni manipuladores. (Comentario de la moderadora del grupo virtual “Crianza Respetuosa Argentina”)
Esta concepción de la infancia estructura la orientación de las prácticas de crianza hacia satisfacer, acompañar y regular las necesidades infantiles. Desde este enfoque las prácticas de crianza se presentan como alternativas a las dominantes porque colocan a los niños y niñas en el centro de las decisiones y de la organización de la dinámica familiar. En consecuencia, el modelo de crianza respetuosa se autoproclama “niñocéntrico” -es decir, que gira en función de las necesidades del niño/a- en contraposición al modelo tradicional que se califica como “adultocéntrico” -donde los ritmos de los adultos son los que organizan los ritmos cotidianos y los cuidados. Estas distinciones nativas establecen los principios que dividen los estilos de “mapaternidad” como adecuados o inadecuados y generan parámetros en función de los cuales los padres y madres juzgan sus propios accionares y las de quienes los rodean.
En este marco, emerge una mirada de los niños como seres con demandas legítimas cuyo efecto es jerarquizar su voz en las relaciones de poder que integran la dinámica familiar.Las niñas y niños, lejos de ser considerados cómo personas en proceso, cuya formación se garantiza mediante el trabajo de socialización de los adultos, son percibidos por sus padres como personas con derecho propio. Esto se observa con claridad en las entrevistas y observaciones efectuadas, tanto en el trato que las madres dispensan a los hijos e hijas, los conflictos que tienen en esa búsqueda del respeto, y las tensiones en validaresa mirada de la infancia en los grupos sociales de pertenencia. En palabras de Valeria, mamá de dos niños:
Pero bueno, es difícil la verdad que… la familia, o sea todos estamos acostumbrados a algo cultural donde, bueno, el niño es como el paquetito, es el hazmerreír, es lo que todos podemos, eh, manipular en el buen sentido ¿no? (Entrevista a Valeria, diciembre de 2017)
El giro interpretativo que legitima esa jerarquización de la agencia infantil es considerar las necesidades de las niñas y los niños como parte de la naturaleza/fisiología. La explicación que realiza la coordinadora de un grupo de crianza virtual desarrolla esta idea:
Existen patrones biológicos en los humanos en desarrollo que, de respetarse, posibilitan una crianza saludable, placentera y feliz. Conocer estos patrones es parte de prodigar una experiencia satisfactoria a largo plazo. Este es un grupo de difusión de información vinculada al periodo primal (primeros 3 años de vida, además de la gestación). También es un espacio de consulta en donde todos participan aportando sus ideas o datos. La cosmovisión de administradora y moderadoras es basada en los procesos fisiológicos del organismo. Apoyamos: EL PARTO FISIOLÓGICO EL COLECHO LA LACTANCIA FISIOLÓGICA CON DESTETE ESPONTÁNEO LA CRIANZA CON APEGO LA LIBERTAD DEL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO EL PORTEO RESPETANDO LA MOTRICIDAD DEL BEBÉ LA ALIMENTACIÓN SALUDABLE EL CONTROL DE ESFÍNTERES SIN INTERVENCIÓN DEL ADULTO. (Grupo de facebook “crianza fisiológica”)
Con esta declaración se resumen los principios de una crianza fisiológica, base de una crianza respetuosa. El punto en común entre todas las prácticas de crianza recomendadas es su alineación a los ritmos de la naturaleza representados en la fisiología humana. Desde la fisiología se entiende que el desarrollo de los niños y las niñas es espontáneo y ocurre en los tiempos propios y únicos de cada niño/a. En este sentido, la noción nativa de fisiología articula una dimensión universal en tanto las etapas del desarrollo infantil son similares para todos los niños y las niñas con una dimensión individual en tanto éstas ocurren en una temporalidad individual.
La fisiología se convierte en la noción clave que estructura y dota de sentido las prácticas de crianza respetuosa, empezando por la experiencia del parto como evento que se da (o debería darse) de forma espontánea, sin intervenciones médicas que obstaculicen su desarrollo. La fisiología del nacimiento, y la importancia de la experiencia fisiológica para los bebés forman parte de la retórica de valoración de la naturaleza en este marco. Por ello es frecuente que en los encuentros presenciales o virtuales se difunda información acerca de los mecanismos fisiológicos que están en juego en el proceso de parir y nacer y cómo éstos afectan tanto a los bebés en sus procesos de desarrollo como a las mujeres en la constitución de prácticas de cuidado y sentimientos de apego hacia sus “crías”5.
Desde esta visión se explica que la lactancia es absolutamente instintiva para el bebé que nace con la capacidad de mamar y para su madre que produce leche independientemente de su voluntad. Recuperar la cultura del amamantamiento se torna en un valor imprescindible en este modelo al tiempo que se propone la “lactancia a término” o “destete fisiológico”, es decir esperar a que sea el niño o niña quien se destete por su propia decisión. Bajo este enfoque la importancia de la lactancia se justifica a partir de sus funciones inmunológicas, nutricionales, de regulación del estrés, del sueño y de contención afectiva. Asimismo se entiende que la expectativa fisiológica en torno a la lactancia alcanza su desarrollo cúlmine entre los cinco y siete años (una expectativa temporal claramente superior a los tiempos típicos en las culturas occidentales contemporáneas). Un elemento clave es que el niño/a regula los ritmos de la lactancia a través de la decodificación materna de su demanda durante los primeros meses y luego ya mediante su propia verbalización de su necesidad de tomar teta.
Las experiencias de mujeres madres que llevan adelante una crianza respetuosa muestran un abanico de variaciones respecto al cómo y hasta cuándo sostener la lactancia pero todas reconocen la centralidad del amamantamiento y del destete espontáneo, incluso más allá de sus propias vivencias. En los relatos recabados se describen tanto los esfuerzos y el desgaste que implica sostener la lactancia como el placer y empoderamiento que les provoca.
La visión de la lactancia a término como una lactancia comandada por el niño/a es ya una primera indicación de cómo se colocan las necesidades de los niños/as bajo este enfoque y cómo al mismo tiempo se ubica al niño/a, como un sujeto, es decir como un ser con la agencia de regular la satisfacción de sus propias necesidades. Esta capacidad de comandar el proceso de la lactancia depende de la actitud materna de sostener la “libre demanda”. Es decir, de la disposición corporal y emocional de las mujeres madres a brindar el pecho en el momento en que lo perciben necesario o son directamente solicitadas.6
En este marco que valora tanto la decisión y autorregulación de los bebés y niñas/os (de cuándo y cuánto mamar), cómo la disposición corporal/emocional de sus madres se coloca también el ingreso de los alimentos sólidos, lo que usualmente se denomina como “alimentación complementaria”. Las imágenes frecuentes sobre los bebés incorporando sus primeros alimentos sólidos los muestran en sillitas plegables, con babero, abriendo sus boquitas a una cuchara rebosante de puré que se les acerca de la mano de un adulto. Por el contrario, desde la perspectiva de la crianza respetuosa la alimentación complementaria también es “autorregulada”, es decir es el bebé quien va aprendiendo a incorporar los alimentos a través del juego y la exploración a medida que éstos le causan interés.
La alimentación autorregulada condensa una figura de la infancia que recorre y articula toda la propuesta y que podría sintetizarse en la sabiduría de los niños y niñas sobre cómo, qué, y cuando comer. Se trata de una sabiduría instintiva vinculada con el mecanismo de la “autorregulación”, una manera en que la fisiología dota a los individuos de la capacidad de gestionarse el propio bienestar. En el caso de la alimentación, esto ocurre debido a la posibilidad innata de registrar el hambre y la saciedad. La intervención de los y las adultos interfiere con este proceso y estropea las habilidades innatas de los niños de alimentarse adecuadamente. Como mencionamos anteriormente, esta visión que valoriza el accionar de los niños y niñas se hace extensible hacia otras esferas de la vida cotidiana en las que se refleja cómo la perspectiva de la crianza respetuosa deposita la confianza en la agencia de los niños y niñas en cuanto a su propio bienestar.
La motricidad y el desarrollo motor también ocurren espontáneamente y se dan en los tiempos madurativos de cada niño o niña. La perspectiva de crianza respetuosa se opone férreamente a las intervenciones de los adultos en el desarrollo motor, ya sea a través de sentar a los bebés cuando aún no lo hacen por sus propios medios, ayudarlos a caminar o usar dispositivos que intervengan en ese proceso, todas intervenciones típicas del modelo de crianza tradicional. El fundamento para dicha oposición nuevamente es respetar la fisiología. En los espacios de difusión de este enfoque se explican las consecuencias de no respetar esos procesos fisiológicos (entorpecimiento del desarrollo óseo-muscular, problemas en la columna vertebral, etcétera).
La retórica fisiológica opera también para justificar el colecho, otra de las prácticas de crianza recomendadas, que radica en las necesidades de la especie de protección nocturna, al tiempo que la práctica de dormir con la madre colabora con la satisfacción de las necesidades de lactancia nocturna, esperables en el desarrollo de los niños/as.En ese sentido, el colecho cumple la función de regular la fisiología del sueño, es decir los ritmos y secuencias del sueño infantil.
En consecuencia, en el modelo de la crianza respetuosa la función del adulto es acompañar los procesos fisiológicos de la infancia: el ritmo del sueño, las necesidades de amamantamiento, alimentación, colecho, porteo y control de esfínteres son etapas ligadas a las expectativas fisiológicas de los niños y las niñas. Es fundamental el respeto de los tiempos propios y naturales de los niños y las niñas sin imponer desde afuera ritmos externos pensados por los adultos. Cobra relevancia una mirada de la fisiología como un proceso lineal, transparente y sin posibilidades de desvíos o fracaso. El desafío, para estos padres y madres, no está en imponer su autoridad ni construir un orden familiar sino en entender y acompañar esas necesidades fisiológicas mediante respuestas adecuadas.
Todas las prácticas de crianza descritas descansan en la creencia de que las necesidades de los niños/as se inscriben en la naturaleza (que, tal como anticipé, es entendida como la fisiología) y como tales, ameritan el acompañamiento y respeto de los adultos en virtud de un desarrollo saludable en lugar de la corrección, limitación o encauzamiento. El acompañamiento y la no intervención de los adultos se contraponen al modelo de la intervención y estimulación propias del modelo clásico de crianza. Las reflexiones de una entrevistada dan cuenta del sentido que cobra la noción de intervención:
Sí, yo, yo creo que… que necesitamos que la crianza vuelva a ser natural, dejar de intervenir al niño desde el momento en el que nace, o sea… hacemos mucho en algunas cosas y hacemos poco en otras, o sea estamos obligándolos a caminar, o sentándolos cuando todavía no está lista su columna, obligándolos a comer cuando todavía su sistema digestivo no está listo para que coman, o sea tenemos mucha presencia en cosas donde no es necesario pero de repente los dejamos llorar cuando nos necesitan. (Entrevista a Lorena, mamá de una niña de dos años, marzo de 2018)
En sus palabras se refleja la crítica al modelo de crianza tradicional que promueve prácticas como no consolar a los bebés y niños cuando lloran, generalmente con la intención de que aprendan a manejar sus emociones por sí mismos (el típico caso es el adiestramiento del sueño a partir de no intervenir en el llanto de los bebés pequeños). En oposición,desde la crianza respetuosa, se valoriza la proximidad y presencia en la gestión de las emociones, como una apuesta a resignificar los sentidos de la intervención, más ligada al acompañamiento que a una acción específica.
Acompañamiento, contacto íntimo, respetar los tiempos propios y autorregulación constituyen valores caros al modelo de crianza respetuosa que se integran mediante imágenes corporales opuestas. A continuación desarrollo estas cuestiones.
Proximidades y distancias: Cartografías corporales emergentes en el modelo de crianza respetuosa
En este apartado interesa reflexionar sobre las nociones de cuerpo que circulan dentro del modelo de crianza respetuosa y plantear algunas articulaciones teóricas entre la antropología del cuerpo y la sociología de la infancia. Para ello describo una cartografía incipiente de las corporalidades en juego en los vínculos padres/madres -hijos/as en relación con nociones diferenciales del espacio social e interpretaciones diversas de la naturaleza/fisiología de la infancia.
En primer lugar, sugiero que en el modelo de crianza respetuosa circulan distintas concepciones del cuerpo que expresan sentidos contrapuestos, esto no inhabilita su potencialidad ni desarma su coherencia sino que da cuenta de la amplitud de imágenes culturales que se recrean en la crianza.
Las prácticas de amamantamiento, colecho y porteo se ligan a un espacio de intimidad relacional en el que se cruzan y constituyen mutuamente los cuerpos infantiles y de los adultos. Las imágenes corporales aquí coinciden con la noción de intercorporalidad, dado que el sentido de identidad corporal individualemerge de la interacción e intimidad que promueven estas prácticas de crianza. Dicha noción de cuerpo se vincula a los abordajes que desde una perspectiva fenomenológica conciben al cuerpo como fundamento del selfy base de la inserción práctica en el mundo (Csordas, 1992; Good, 1994; Alves, Rabelo y Souza, 1999, Alonso, 2009, Mantilla, 2009).
Un análisis clásico de estas cuestiones es la obra de Merleau Ponty,(1993) que explica el proceso de constitución de la individualidad a partir del efecto de la relación del niño/a con la madre en la construcción de un esquema corporal propio y una inserción práctica en el mundo a través del cuerpo. Si bien no es objeto de este trabajo, los relatos de experiencias de gestación, parto, lactancia, colecho y porteo dan cuenta de esta dimensión de intercorporalidad (tanto la gestación como la lactancia sin duda son las experiencias más extremas de intercorporalidad, donde es clave el impacto en la propia redefinición de los límites del cuerpo que vivencian las mujeres madres). En este sentido, más que una noción de cuerpo individual y autónomo, lo que dan cuenta estas prácticas de crianza es que el cuerpo de los niños es construido en diálogo con los cuerpos de sus madres y padres, quienes también modifican sus percepciones y vivencias a partir de la experiencia corporal compartida. Retomo las palabras de Lupton que explica con claridad la noción de intercorporalidad:
El concepto de intercorporalidad es central para entender los modos en los cuáles los cuidadores (y particularmente las madres como las cuidadoras principales de los niños) piensan y sienten acerca del cuerpo de los niños. Intercorporalidad encapsula la noción de que los cuerpos aparentemente individuales y autónomos son en realidad experimentados a un nivel fenomenológico como entrelazados. Es un concepto relacional que acepta que los cuerpos individuales son inevitablemente vividos en respuesta a otros cuerpos. (Lupton, 2013: 39)
En estas prácticas de crianza, ligadas a un espíritu intimista en cuanto al espacio y una noción de intercorporalidad en cuanto a los sentidos de los cuerpos, la naturaleza emerge como producto de esa interrelacionalidad. Es decir, la interpretación de los eventos fisiológicos se produce en el marco de esas relaciones entre madres, padres y niños.
Por ejemplo, la retórica a favor de la lactancia hace hincapié en cómo ésta regula la producción de la hormona del estrés: el cortisol, que se activa cuando el niño percibe situaciones amenazantes. En esos momentos una toma de teta logra apaciguar, regular y modificar ese estado fisiológico del niño. El sueño, como estado fisiológico, también se regula a través de la lactancia y el contacto corporal nocturno, es decir el ritmo y modalidad del sueño emerge en ese proceso interaccional y logra su optimización a través de estas prácticas de crianza. En cada situación vital de la infancia aparece el correlato de bienestar en términos regulación-desregulación fisiológica. Y en consecuencia emerge una idea de fisiología abierta a la intervención de los padres y madres.
La naturaleza infantil se expresa como efecto de unas prácticas de cuidado y contacto corporal específicas enmarcadas en un espacio íntimo, de circulación de miradas, afectos y contactos. Tal como expresa Lupton, (2013:39), quien sostiene que la gestión y el manejo de los cuerpos infantiles son momentos centrales de la vida cotidiana de los padres, los niños requieren múltiples actos de alimentación, limpieza y cambio cada día, y sus necesidades físicas y afectivas invitan a múltiples actos de intimidad física.
Por el contrario, el movimiento libre, la alimentación autorregulada y el control de esfínteres se sustentan en una imagen del cuerpo autónomo, el desarrollo de los niños y niñas aparece aquí como producto de una distancia espacial con los padres y madres, quienes no deben intervenir en esos procesos. Como efecto de dicha omisión sustraen también sus cuerpos de una escena compartida, se retiran a un segundo plano para dejar en libertad el desarrollo de sus hijos. Por ello la lógica espacial que opera es la de la distancia a diferencia de las prácticas intimistas anteriormente descritas.
Esta visión de la corporalidad autónoma y autorregulada conjuga una noción de naturaleza que se inscribe en la lógica de lo inmanente, la fisiología infantil simplemente emerge como efecto de la no intervención. Los niños y las niñas en algún momento aprenden a caminar, dejan los pañales, y comen como los adultos. Estos hitos del desarrollo infantil ocurren en los tiempos propios de cada niña/o, en tanto la característica de fisiología/naturaleza es la de la singularidad. Estas imágenes de cuerpos autónomos conjugan valores típicos de la modernidad y ponen en escena las necesidades de los niños y las niñas de expresarse en tanto individuos, por ello la intervención de los padres y madres se delinea como dañina de los más pequeños/as.
A diferencia de las prácticas intimistas donde la corporalidad y la naturaleza emergen de la interacción, en estas prácticas no sólo se trata de cuerpos autónomos sino de una naturaleza no mediada por una retórica interpretativa que mezcla cuerpos adultos e infantiles con reacciones fisiológicas. Por el contrario, aquí parece que la naturaleza hablara por sí misma y que la función de los adultos es acompañar, observar y escuchar la expresión de esa naturaleza infantil.
Vistos en su conjunto, las prácticas de crianza respetuosa acentúan diferentes metáforas de organización de la experiencia corporal infantil. La autonomía que se postula como principio a respetar, entronizada bajo la noción de “autorregulación” se tensiona con la intercorporalidad que promueve el amamantamiento o el colecho dónde la fusión y permeabilidad de los cuerpos adquieren centralidad.
Las nociones de corporalidad que promueven dichas prácticas de crianza vehiculizan sentidos dispares acerca de los modos en que entendemos a los individuos en las sociedades occidentales modernas: la autonomía y la dependencia como polos opuestos pero ambos constitutivos de las subjetividades contemporáneas.No obstante, la observación etnográfica sugiere queestas tensiones no sólo se expresan mediante la puesta en escena de prácticas de crianza con sentidos opuestos, sino que las madres y padres las vivencian en el ejercicio de todas sus decisiones en la crianza. Los interrogantes acerca de cuándo intervenir, cuándo dejar actuar a sus niños/as, cómo lograr el cumplimiento de cuestiones prácticas tales como vestirse, salir, entrar, sin imponerse como autoridades, hasta otras decisiones más relevantes cómo el tipo de escolaridad, forman parte de los conflictos,dudas y sentires de la “mapaternidad” en general y de estos fieles de la crianza respetuosa en particular.
Consideraciones finales
En este artículo describí las nociones de infancia en el modelo de crianza respetuosa y analicé cómo éstas se entretejen en prácticas de crianza específicas. A partir de un análisis de los datos de campo, reflexioné sobre las nociones de cuerpo que circulan dentro del modelo de crianza respetuosa y sugerí algunas articulaciones teóricas entre la antropología del cuerpo y la sociología de la infancia.
En primer lugar, analicé el modelo de crianza respetuosa en su doble vertiente de estilo de vida y movimiento social mostrando así las múltiples aristas individuales y colectivas, políticas e íntimas que sugiere la aplicabilidad de este enfoque.
En segundo lugar, describí someramente las prácticas de crianza que integran la crianza respetuosa y cómo en su conjunto delinean una figura de la infancia anclada en la naturaleza y la conexión instintiva de los niños y niñas con la misma.
Por último, a partir del recorrido efectuado mostré cómo las nociones de cuerpo e infancia que se producen y circulan a través de las prácticas de crianza respetuosa acentúan diferentes metáforas de organización de la experiencia corporal infantil que ponen en tensión las ideas en torno a la dependencia y autonomía de los niños/a.
Para concluir interesa destacar la asociación entre el cuerpo, fisiología, naturaleza y sabiduría infantil como nociones que se articulan entre sí para dar sentido a la crianza respetuosa. Esta visión de la infancia recupera la confianza en la sabiduría del cuerpo, y coloca a los niños y niñas como voces autorizadas de la fisiología.La naturaleza/fisiología se anuda a la infancia como una condición inmanente producto de la creencia en la conexión instintiva de las niñas y los niños no estropeada aún por la cultura. En este sentido, se recrudece la dicotomía clásica naturaleza/cultura que obtura la posibilidad de entender el carácter interpretativo de las nociones de naturaleza y cuerpo infantil.
La apelación a conectarse con la naturaleza tiene ecos también en la interpelación a la maternidad, se parte de la premisa de que las mujeres-madres a partir de escuchar sus propias naturalezas corporales pueden conectar con los procesos de parir y amamantar (en los que la fisiología femenina se coloca como protagonista). Tal como describe Bobel, se trata de “una epistemología centrada en el cuerpo” (Bobel, 2002:89).
La recuperación de esta idea romántica de la naturaleza tiene el efecto de invertir las relaciones de poder entre niños/as y sus progenitores al colocar a los primeros como garantes del mensaje de la naturaleza y en consecuencia guías del accionar de los padres/madres.
En un sentido más amplio, este análisis permite reflexionar sobre los posicionamientos de los niños en los núcleos familiares y cómo los estilos de crianza reflejan una forma de entender el cuerpo, las relaciones de autonomía/dependencia y el rol de la agencia infantil en las sociedades contemporáneas.